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DIRECTO AL CORAZON por Butterflyblue

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Notas del capitulo:

Hola por aqui yo puntualita con el nuevo capitulo. Les dejo besos y abrazos espero les guste.

 

Gracias por leer.

11-Justicia o pecado.

 

—No estoy de acuerdo con esto.

 

Misaki miró a su hermano que caminaba con impaciencia por la habitación. Sin prestarle mayor atención siguió haciendo su maleta.

 

—Y yo no te estoy pidiendo permiso.

 

Su respuesta hizo que Hiroki se detuviera y lo mirara con impresión.

 

—Soy tu hermano mayor. —le dijo indignado. —Además…

 

Misaki cerró la maleta y miró a su hermano con molestia, cortando sus palabras.

 

—No hay además, Hiroki, voy a hacer esto con tu aprobación o sin ella. Es la única manera de conseguir ganar la confianza de Akihiko, a través de él nos será más fácil averiguar todo lo que nos falte por saber.

 

—Pero… ¡vas a acostarte con ese hombre! Tú ni siquiera lo amas, ni siquiera te gusta.

 

Hiroki gritó furioso, pensando que su hermano cometía un error.

 

Misaki tomó la maleta y la puso en el suelo y luego se dirigió a su hermano con molestia.

 

— ¿Qué diferencia hay a lo que tu hacías en aquel burdel?

 

Hiroki retrocedió un paso como si Misaki lo hubiese golpeado. Su cara se llenó de horror, de dolor y Misaki chistó con molestia, sabiendo que lo había lastimado.

 

—No quiero que malinterpretes lo que acabo de decirte.

 

—Entonces explícame. —Le dijo Hiroki con voz temblorosa.

 

Misaki lo tomó de la mano y lo llevó a sentarse con él en la cama.

 

—Hiroki, todo el tiempo que estuviste en ese burdel hasta que Makoto nos rescató, lo hiciste por mí, para darme una vida. —Misaki acarició el rostro de su hermano con ternura. —En nuestra pequeña casita jamás faltó alimento, ni me faltó ropa o medicinas. Tenías aquel lugar lo más bonito que se podía, porque querías que yo no sintiera la miseria que nos rodeaba.

 

Hiroki derramó amargas lágrimas al recordar aquello. Abrazó a Misaki con fervor, queriendo borrar de su mente aquellos tristes recuerdos.

 

—Yo no quiero que tú pases por eso, no quiero, ese hombre no te merece. Nadie merece ese sacrificio.

 

Misaki suspiró y besando las mejillas húmedas de su hermano se separó de él para ponerse de pie.

 

—Makoto tenía razón cuando decía que eres un sentimental, un alma demasiado pura para este mundo.

 

Hiroki lo miró extrañado ante aquellas palabras. Misaki le devolvió la mirada, pero en sus ojos solo había frialdad, cinismo, amargura.

 

— ¿Crees que voy a ir a ese encuentro cuidando mi virtud? Vamos hermano, ¿con cuántos hombres crees que he dormido? ¿Acaso los amé a todos? — Misaki sonrió cínicamente. —El sexo es solo eso, la unión primitiva y placentera de los cuerpos, se puede hacer sin que exista sentimiento alguno en el corazón.

 

Misaki recordó sus encuentros con Ijuuin y suspiró.

 

—Solo muy pocas veces puedes dejar que alguien toque tu corazón y ese alguien debe ser muy especial.

 

Sacudió la cabeza con molestia y se sentó de nuevo al lado de Hiroki.

 

—Con Akihiko Usami, será solo sexo, Hiroki. Todo ese encuentro tendrá un propósito. Allegra y la caída de los Usami. Tú diste tu vida por mí por mucho tiempo, yo solo daré mi cuerpo para retribuir un poco de ese amor enorme que tú me diste.

 

Hiroki negó con la cabeza, Misaki selló sus labios con un dulce beso.

 

—No digas nada más, yo sé que tú no me pides nada a cambio, pero yo quiero hacerlo. Eres mi hermano mayor, mi madre, mi padre y también la única persona por la que puedo sentir amor. No te pido que estés de acuerdo conmigo, solo que no te interpongas.

 

Mucho rato después, Hiroki, encerrado en su despacho, miró por el enorme ventanal, como Akihiko Usami recogía a Misaki en la entrada de la mansión.

 

Alguien tocó la puerta, Hiroki no dijo nada, sabía quién era. Cuando sintió su calor en su espalda. Habló con desapasionada serenidad.

 

—Quisiera que todo esto acabara ya. Tener a Allegra conmigo y llevármela lejos. Irme de este país, tan lejos como fuera posible, con mi hija, mi hermano y… contigo.

 

Shinoda sonrió y lo tomó suavemente dándole la vuelta despacio y encarándolo con una tierna mirada.

 

—Me alegro de estar en sus planes de fuga, Shinojara sama.

 

Lo besó con una profunda adoración y Hiroki se relajó en sus brazos, dejándose llevar por aquel imponente amor.

 

— ¿Qué te parece si hoy sólo somos tu y yo, dos personas que se aman y se van de paseo por la playa?

 

Hiroki le sonrió y asintió, quería escapar aunque fuera un rato de su asfixiante realidad.

 

Pero Shinoda notó que la sonrisa no había iluminado los enormes ojos avellana que tanto amaba ver brillar. Acarició su hermoso rostro y le habló con seriedad.

 

—Misaki es una persona muy compleja. Al igual que Makoto, su única debilidad eres tú. Makoto decía que dentro de él nunca había habido un niño, que Misaki siempre había sido un adulto.

 

—Eso fue mi culpa, mis errores lo obligaron a madurar antes. —murmuró Hiroki con tristeza.

 

—No —Lo corrigió Shinoda con vehemencia. —Misaki de seguro ya tenía ese carácter fuerte y dominante. La muerte de sus padres y los acontecimientos que tuvieron que vivir, solo sirvieron para que él moldeara su personalidad. Un niño de trece años que logra tener la fortaleza para no solo rastrear a su hermano, sino para matar a sangre fría a sus captores, no es alguien que adquirió su carácter del miedo o del dolor, eso ya venía con él, dentro de él.

 

Shinoda tomó las manos de Hiroki y las besó dulcemente.

 

—Tienes que confiar en Misaki, mi amor. Él cree en ti y hace lo mejor para ti, dale tú también es voto de confianza, aunque no te gusten sus métodos.

 

—Tiene un gran aliado en ti ¿no? —protestó Hiroki con una mueca de cansancio.

 

Shinoda le sonrió y lo abrazó para salir con él del estudio.

 

—Reconozco en él a un igual, yo también haría lo que fuera por ti y recurriría a lo que fuera necesario incluso a cosas que sé, no te gustarían.

 

Hiroki se detuvo un momento y lo miró con preocupación.

 

Shinoda besó la punta de su nariz con ternura.

 

—No te preocupes mi amor, aún no he asesinado a nadie, pero no dudaré en hacerlo si es una amenaza para ti.

 

Hiroki sonrió y negó con la cabeza, estaba rodeado de locos, pues hasta Makoto le dijo alguna vez aquellas mismas palabras.

 

—No estamos locos, te amamos. — Le dijo Shinoda mientras subían las escaleras.

 

—Deja de leer mis pensamientos.

 

Shinoda soltó una divertida carcajada, ante la protesta de su ángel, contento de tener a lo que más amaba entre sus brazos, seguro y feliz.

 

Alguien más sonreía esa mañana, pues también tenía a su lado a alguien muy preciado.

 

—Te va a gustar el lugar que escogí, es hermoso y muy pacifico, además tiene baños termales privados y un bosque donde se puede caminar, me dijeron que el clima es…

 

Misaki escuchaba la interminable cantaleta de Akihiko con una sonrisa inocente plasmada en su dulce expresión. Asentía y lo miraba con adoración, pero no lo estaba escuchando. Su mente estaba muy lejos de allí, analítica y calculadora, haciendo planes.

 

Haruhiko le había dado información de los próximos dos embarques que se avecinaban. Sabía que Fuyuhiko Usami no se arriesgaría a cambiar el trayecto pues por información también dada por Haruhiko ya no tenían fondos para pagar personal, transportes o sobornos. Estaba seguro que si acrecentarían el número de guardias, pero eso no le preocupada. Él ya tenía a Miyagi trabajando en reunir a un numeroso y muy bien entrenado grupo de hombres.

 

El golpe final estaba por ser dado y Misaki solo esperaba obtener toda la información que pudiera ese fin de semana, para dejar a los Usami sin puertas que poder abrir, completamente hundidos y a su merced.

 

—…Misaki…Misaki…

 

Volvió de sus pensamientos y miró a Akihiko con interrogación.

 

—He estado hablando durante casi todo el trayecto y creo que no has oído nada de lo que he dicho.

 

Misaki tomó la mano de Akihiko con ternura y lo miró dulcemente.

 

—Que vamos a un Onsen, que tiene un lindo bosque para hacer caminatas y además tiene baños termales privados y una deliciosa comida.

 

Akihiko rio con emoción.

 

—Está bien, si me estabas escuchando. — le dijo besando su mano amorosamente. —Ya estamos llegando.

 

Misaki miró el lugar y le pareció ciertamente hermoso, con todo un brillante verdor natural bordeando una casona muy acogedora.

 

Cuando se bajaron del auto, Akihiko lo tomó de la mano para mostrarle el lugar. Misaki suspiró pesadamente y obedientemente se dejó llevar. La casa estaba enclavada en una colina, desde donde se podían admirar esplendorosas montañas. Hacia frio y había neblina, que le daba a todo un aspecto romántico y pacífico. Pequeñas caídas de agua se asomaban por doquier y entre el espeso bosque habían pozos de aguas termales. Era ciertamente un lugar para el romance y Misaki comenzaba a cansarse de sonreír.

 

—Luces cansado, vamos a la habitación. Más tarde caminaremos un rato, quiero enseñarte un lugar que me gusta mucho.

 

La habitación era espaciosa y estaba decorada al más puro estilo japonés. Con unos futones que descansaban frente a un enorme ventanal de vidrio, desde donde se podía apreciar un hermoso jardín y un baño termal rodeado de rocas.

 

Una pequeña mesa al ras del suelo con dos cojines y un armario terminaban la decoración. Había otra habitación a la par de esta que Misaki intuyó era el baño, pero no tenía intenciones de averiguarlo ahora. Se despojó de sus zapatos y se puso las pantuflas que descansaban en el genkan. El piso de la habitación era enteramente de tatami lo que la hacía lucir más acogedora.

 

—Es un hermoso lugar. —Le dijo a Akihiko emocionado.

 

Este lo miró sonriendo, creyendo ciegamente cada una de aquellas falsas palabras, embebido en la intensa emoción que veía en los ojos de Misaki, sin pensar que iba directo a una trampa mortal.

 

Akihiko dejó las maletas en un rincón y caminó hacia Misaki envolviéndolo en un tibio abrazo.

 

—Me moría por estar a solas contigo. —Le dijo besándolo con dulzura.

 

Misaki bloqueó su mente, impidiéndole sentir repulsión por aquellas caricias. Tendría que ser capaz de aceptar todo aquello si quería conseguir su propósito. Abrió sus labios recibiendo la cálida lengua de Akihiko en su interior y se dejó llevar por el instinto.

 

Los besos eran suaves y placenteros. Las manos de Akihiko lo acariciaban lentamente, recorriendo las finas líneas de su cuerpo. Misaki cerró los ojos con fuerza e imaginó que era otro quien lo tocaba, que eran otros labios los que lo besaban.

 

—Te deseo tanto. — Susurró Akihiko a su oído.

 

Misaki creyó escuchar otra voz y abrió los ojos lentamente. Entonces era una mirada diferente la que se lo comía con deseo, eran unos ojos oscuros, profundos y encantadores que lo miraban con un intenso amor, era Ijuuin quien lo tocaba, quien lo miraba, quien le daba ese profundo amor que Misaki nunca sintió en los anónimos seres que alguna vez poseyeron su cuerpo.

 

Sonrió a aquel atractivo rostro que lo miraba, le sonrió con naturalidad, con deseo, con aceptación. Sí, era Kyo el que estaba allí con él esta tarde y sí, a él si le permitiría hacerle el amor.

 

— ¿Qué esperas para hacerme tuyo?

 

Akihiko sonrió y lo desnudó lentamente, entre besos y caricias. Misaki suspiró y gimió al sentir los tibios labios posarse en sus pezones. Las manos cálidas que recorrieron su piel, tan conocidas, tan suaves. No supo cuando ni como, pero de pronto estaban sobre el mullido futon, desnudos, sudorosos, jadeantes. Se besaban y se tocaban con febril deseo. Cuando sus ojos se posaron de nuevo en el rostro de quien lo tomaba, no encontró el de quien esperaba, no, era otro y ese hombre le estaba haciendo el amor con una suavidad inusitada.

 

Fue tal la pasión demostrada por Akihiko, que lo hizo olvidar su reticencia y entregarse al lado primitivo del deseo. Ese donde imperaban los sentidos, el placer de su cuerpo. Akihiko lo besó por todos lados, hasta llegar al punto que más necesitaba atención, Misaki arqueó su espalda en un espasmo de excitación, cuando Akihiko metió su pene en la boca caliente y húmeda y comenzó a chuparlo con pericia.

 

Se sentía tan bien, que Misaki ya podía sentir un orgasmo construyéndose en su ingle. Cada terminación nerviosa de su cuerpo estaba exaltada ante el violento ataque de emociones y un grito salvaje escapó de sus labios cuando los dedos lubricados de Akihiko violaron su entrada con determinación.

 

Misaki se sostuvo de las blancas sabanas del futon y no podía dominar los gemidos que salían de sus labios, su cuerpo se estremecía mientras Akihiko lo penetraba con dos de sus dedos y lo torturaba con su boca caliente envolviendo su pene.

 

La tortura duró largos segundos. Cuando Misaki sintió sus pies curvarse, su ingle arder, su vientre tensarse, con una ola de calor que venía subiendo y amenazaba con estallar dentro de él. Akihiko detuvo sus movimientos, haciendo que Misaki profiriera un gemido de protesta.

 

Akihiko sonrió con malicia y tomó el cuerpo laxo de Misaki acostándolo sobre el en el futon.

 

—Quiero verte llegar. — murmuró con la voz ronca y cargada de deseo.

 

Colocó a Misaki a horcajadas sobre él y le pidió con suavidad.

 

—Dime si te lastimo.

 

Misaki estaba más allá del entendimiento y de la razón, su cuerpo vibraba y había una necesidad casi dolorosa de dejar salir toda aquella energía que lo recorría. Asintió y colaboró cuando Akihiko lo tomó por la cadera para rozar con su pene la húmeda y caliente entrada.

 

Gimió cuando lo sintió entrar. Lentamente Akihiko fue hundiéndose en su interior, animado por lo que sabía no eran gemidos de dolor. Cuando estuvo enteramente enterrado dentro del ajustado culo, esperó unos segundos antes de comenzar a moverse a un ritmo suave y sosegado. Misaki posó sus manos sobre el pecho de Akihiko y cerró los ojos al sentir la deliciosa invasión, los suaves movimientos masajeaban su interior y poco a poco la necesidad de estallar se hacía más grande, más poderosa.

 

Luego de unos minutos en los que ambos se movieron a un mismo ritmo. Akihiko comenzó a penetrarlo con más fuerza al mismo tiempo que tomaba su pene y lo masturbaba con la misma intensidad. Misaki se dejó caer sobre el pecho de Akihiko, perdiendo el aliento entre sus gemidos. Akihiko lo estaba matando.

 

Akihiko lo besó con intensidad y movió sus caderas con mayor vehemencia, hasta que sintió el cuerpo de Misaki tensarse. Un grito salió de los labios del joven y su caliente semen llenó el vientre de Akihiko y la mano que aún lo seguía masturbando. Akihiko sonrió cuando Misaki cayo exhausto sobre su pecho, todavía dominado por intensos temblores y complacido siguió el ritmo salvaje de sus caderas hasta que su propio orgasmo lo alcanzó.

 

Sus roncos gemidos enviaron una corriente eléctrica por el cuerpo de Misaki y sintió el líquido caliente llenar su culo, haciéndolo, a pesar de su cansancio, estremecerse con placer.  

 

Akihiko se movió unos segundos más en su interior, lentamente, con suavidad. Su cuerpo temblaba al igual que el de Misaki y él sentía que aquella conexión era única. Misaki había respondido maravillosamente a su pasión y él se había cuidado de no lastimarlo, porque quería que su primera vez fuera perfecta.

 

Lo abrazó y se movió con cuidado hasta dejarlo bajo él. Besó sus labios entre abiertos y esperó hasta que este abriera los ojos. Cuando Misaki posó sus orbes esmeraldas en su rostro saciado y feliz, este le dijo con ternura.

 

—Sé que te va a sonar a locura, pero…Te amo. Siento que te conozco desde hace mucho y siento que nos compenetramos de muchas formas y… a pesar de las circunstancias en las que nos conocimos yo siento que llegaste en el momento perfecto a mi vida.

 

Misaki frunció el ceño y lo miró en realidad como si este hubiese enloquecido. Akihiko rio alegremente en respuesta y lo besó con una inusitada ternura.

 

—Sí, tienes razón, estoy loco, pero no puedes culparme. Tu eres tan especial, tan… perfecto ¿Quién no se enamoraría de ti con tan solo mirarte? No quería que todo pasara así, había planeado cortejarte todo el día, mostrarte sitios maravillosos, besarte hasta el cansancio, pero… supongo que no todo sale como lo planeas y yo solo pensaba en hacerte mío desde que te subiste a mi auto esta mañana.

 

Misaki sonrió finalmente, lo tenía donde quería y había sido tan fácil que por un momento dudó de su suerte.

 

—Te amo y puedes llamarme loco mil veces, pues es la verdad ¿Quién dijo que el amor necesita al tiempo?

 

Y con esas palabras, Akihiko selló su destino, pues ya Misaki no dudó de su suerte y al saber a su víctima en sus manos comenzó a tejer planes. Planes que harían que la caída de Akihiko fuera el principio de la caída de los Usami.

 

 

******

 

— ¿Cómo que se fue todo el fin de semana? ¿Se le olvido al imbécil ese que estamos en crisis?

 

Nowaki suspiró con cansancio, ya estaba harto de los ataques de mal humor de su padre.

 

—Se fue con el joven ese que está cortejando, el hermano de quien compró la empresa.

 

El rostro de Fuyuhiko cambió al recibir aquella información de labios de Nowaki.

 

—Bueno al menos está haciendo algo útil. —dijo satisfecho. —Ahora solo nos queda concentrarnos en el inútil de Haruhiko, si ese bastardo nos traicionó voy a buscarlo y voy a matarlo.

 

Nowaki iba a decir algo cuando la voz de su pequeña llenó el salón.

 

—Estoy lista papi.

 

Fuyuhiko miró a su hijo interrogante.

 

Nowaki sabía que vendrían reproches pero no se esperó la firmeza con la que le habló su padre.

 

—Cancela todo lo que tengas previsto para hoy, Nowaki, te necesito en la casa.

 

Ante aquellas palabras tan simples pero cargadas de una irreprochable orden, no pudo más que asentir.

 

—Princesa. — Le dijo a su hija arrodillándose frente a ella. — ¿Por qué no te vas con Shinobu? Te prometo que te compensaré después, pero papi tiene que quedarse en casa.

 

— ¿Es por lo del tío Haru? —preguntó ella con el rostro compungido.

 

Nowaki asintió y ella envolvió con sus pequeñas manos la mano grande de su padre.

 

—Me puedo quedar contigo papi, así te acompaño.

 

Nowaki besó su pequeño nariz con ternura y acarició con amor el hermoso rostro de su hija.

 

—No mi princesa, papi va a estar muy ocupado y quiero que te diviertes, ve a la playa con Shinobu y pásala muy bien por los dos. Cuando regreses veremos una película juntos.

 

Hana asintió resignada y cohibida en parte por la mirada de odio que le lanzaba su abuelo.

 

—Te amo papi. — le dijo a Nowaki con amor y se despidió besando su mejilla dulcemente.

 

—Yo también te amo princesa.

 

Nowaki la miró irse con nostalgia y se sobresaltó al oír la voz de su padre.

 

—Cada día se parece más a ese infeliz.

 

—Padre. — le habló Nowaki con advertencia.

 

Fuyuhiko gruñó molesto y caminó al estudio.

 

—Los padres cometemos errores por los hijos que amamos, como me arrepiento de los míos… Te espero en el estudio.

 

Nowaki lo miró marcharse después de haber dicho aquellas odiosas palabras y pensó que él también era padre y que también había hecho cosas de las que de alguna forma se arrepentía. También pensó en el rostro de su hija y en la forma en la que poco a poco, día tras días ella se parecía más y más a Hiroki. Sus gestos, sus actitudes, eran muchas veces perturbadores.

 

Supo que muy pronto tendría que enfrentar preguntas que no sabría responder ella era tan inteligente y perspicaz como Hiroki, no tardaría en atar cabos, no tardaría en saber que la mujer que conocía con su madre no lo era y entonces ¿Qué le diría?

 

—¡Nowaki!

 

El llamado de su padre lo sacó de sus pensamientos, caminó despacio hacia el estudio, ya se preocuparía por eso otro día.

 

Pero lo que no sabía era que la vida lo estaba acercando a aquel momento, con Akihiko a punto de hundirlos a todos y con su propia hija que transitaba un camino en ese instante que la llevaría a acercarse un poco a su verdadera identidad.

 

—La isla de Odaiba es perfecta para ir a la playa sin salir de Tokio, pero a ti se te ocurre ir al parque Omori Furusato no Hamabe.

 

Hiroki iba protestando mientras Shinoda conducía riendo alegremente.

 

—En Odaiba no nos podemos bañar, el agua es muy sucia en Omori el agua es limpia, podemos tomar el sol y remojarnos en el agua cristalina.

 

Hiroki lo miró por un segundo, estaba indeciso entre estar molesto o feliz. Shinoda a veces lo trataba como un niño y eso lo enfurecía. Shinoda lo miro y volvió a reír, su cara enfurruñada era encantadora.

 

—Te dije que saldríamos a divertirnos, no vas a estar todo el día sentado en una silla viendo la arena, además quiero verte en traje de baño.

 

Hiroki lo golpeó con molestia y gruñó enfurruñado. Se cruzó de brazos y decidió ignorarlo, pero Shinoda seguía riendo mientras se sobaba el brazo donde Hiroki estaba seguro ni cosquillas había sentido con su golpe.

 

De pronto se asomó por la ventana y notó que nadie los seguía, estaba reacio a preguntar pero finalmente lo hizo.

 

—No trajiste guardia, ¿Por qué?

 

Shinoda estaba atento a la vía.

 

—Te dije que sería un día solo para nosotros.

 

Hiroki suspiró tranquilo, le encantaba estar libre de responsabilidades y presiones. Shinoda no cambió su postura, pero estaba satisfecho ante el alivio de Hiroki, sólo esperaba que Miyagi hiciera bien su trabajo.

 

—Los quiero invisibles. —ordenó Miyagi y sus hombres asintieron desperdigándose por el lugar, el GPS de rastreo instalado en la camioneta de Shinoda le indicó que estaban cerca y el mismo desapareció, tratando de seguir las ordenes de Shinoda. Todo el lugar estaba rodeado, pero Hiroki jamás se daría cuenta.

 

Una camioneta llegó al estacionamiento, las risas de una niña llenaron el lugar en donde apenas comenzaban a llegar las personas.

 

—Hana déjame ponerte la crema. —protestaba Shinobu, mientras la niña se retorcía en el asiento apresurada por salir.

 

—Apúrate Shinobu kun me pierdo la diversión.

 

Shinobu rio y terminó de untarla con el protector solar para dejarla salir del auto finalmente.

 

— No te alejes. — le gritó mientras sacaba las cosas de la maleta con la ayuda del chofer y una chica del servicio que los había acompañado.

 

Hana no lo escuchó y corrió a mojarse los pies en la orilla de la playa.

 

Shinoda estaba acomodando la gran sombrilla mientras Hiroki extendía una enorme toalla en la arena, puso una cesta con comida sobre esta y se quitó las sandalias para hundir sus pies en la arena.

 

—Listo, es lo suficientemente grande para que nos cubra a los dos. — Le dijo Shinoda acostándose sobre la tolla y sonriéndole con ternura.

 

Hiroki se inclinó y lo besó dulcemente.

 

—Gracias por traerme, este lugar es perfecto y tan relajante.

 

Shinoda le sonrió y buscó sus labios para otro beso.

 

Pasaron un rato besándose y mirándose con cariño, desayunaron y mientras Hiroki leía un libro, Shinoda miraba el mar tranquilo, inmerso en sus pensamientos.

 

Ya había gente en la playa, pero no demasiada. A lo lejos podía admirar unas barquitas y cerca de la orilla había niños que jugaban con unos inflables.

 

—Voy a sacar la comida de la cava del carro. — Le dijo Shinoda y Hiroki miró su reloj asintiendo, ya era la hora del almuerzo, el tiempo pasaba rápido cuando eras feliz.

 

Shinobu estaba bajo la sombrilla cuando alzo la mirada por quinta vez. Estaba acostumbrado a ser muy vigilante con la pequeña traviesa y aunque las aguas eran tranquilas le había pedido que no se alejara mucho de la orilla.

 

Se quitó los lentes y se puso de pie, no la veía, no estaba con el grupo de niños que jugaba con los inflables y comenzó a caminar por la orilla.

 

—¡Hana! — grito exaltado y Hiroki levanto la mirada.

 

Estaba un poco alejado, a unos cuantos metros quizás, pero Hiroki sintió algo en su corazón y se puso de pie.

 

Shinobu corrió hacia la orilla.

 

—¡Hanari! —La llamó.

 

Hiroki sintió su corazón estremecerse. No podía ser, ese nombre. Corrió con firmeza mirando hacia el mar y entonces la vio sobre uno de los inflables, era su hija y estaba más allá del cordón de seguridad, cerca de donde las lanchas pasaban con cierta velocidad.

 

—Hanari. — gritó de nuevo Shinobu y comenzó a pedir ayuda.

 

Hiroki ya estaba en el agua, nadando frenético y para cuando todos reaccionaron, ya él estaba acercándose a la asustada niña.

 

—No llores cariño. — le pidió con ternura, cuando se sostuvo del inflable.

 

—No me di cuenta que se había alejado y me dio miedo nadar, está muy profundo. — le dijo ella conmovida y asustada, con su rostro lleno de lágrimas.

 

Hiroki le sonrió,  aguantando su propio llanto.

 

— Ven— Le dijo extendiendo sus brazos. — Te llevaré a la orilla.

 

Shinoda escuchó el revuelo y vio a un joven que buscaba como loco al salvavidas que parecía haber desparecido. Miró al lugar donde había dejado a Hiroki y no lo encontró, extrañado caminó a la orilla y miró con horror como todos señalaban a lo lejos.

 

Hiroki estaba nadando con una niña sostenida en uno de sus brazos y una lancha iba directamente hacia ellos.

 

Desesperado se lanzó al agua, mientras la gente le gritaba al de la lancha que suponían no había visto ni a Hiroki ni a la niña.

 

— Ya vamos a llegar le dijo Hiroki a Hana, mientras hacia el esfuerzo por llegar al cordón de seguridad, sabía que estaban en peligro pero se negaba a sucumbir al pánico.

 

Escuchó el sonido del motor y levantó la mirada, venia hacia ellos y eso lo aterró, pero no llegó a alcanzarlos, pues una moto de agua se le atravesó y otra lancha le desvió.

 

— Señor deme a la niña. — pidió de pronto Miyagi que se había lanzado al agua, desde otro lancha que se acercó a ellos.

 

 Hiroki la soltó con reticencia y de pronto sintió unos brazos fuertes que lo sostenían.

 

—Shinoda… es… es ella. — Le dijo Hiroki con los ojos llenos de lágrimas, al verlo.

 

Shinoda no podía respirar por la angustia y lo abrazó con fervor. Miyagi subió a la niña a la lancha y luego cuando Shinoda lo soltó, ayudó a Hiroki a subir.

 

Muy pronto estaban de nuevo en la orilla y lo que para ellos habían sido horas solo fueron unos minutos.

 

— Fue increíble cuando la moto se atravesó y ¡pum! chocó contra la lancha y luego la otro lancha llegó y se tiraron al agua como veinte hombres. Parecían de película.

 

Hana estaba sentada en una toalla relatándole a Shinobu toda su aventura. Hiroki la había cubierto con una toalla y Shinobu estaba hecho un manojo de nervios.

 

—Te dije que no te alejaras Hana, mira que susto nos has hecho pasar.

 

— No fue su culpa. —Intervino Hiroki, que le sonrió a la niña y le guiño el ojo con complicidad. —La resaca estaba fuerte y ella se distrajo, la alejó sin que se diera cuenta.

 

Hana sonrió, se puso de pie y caminó hasta él, que también estaba cubierto con una toalla, abrazándolo con ternura

 

—Gracias, tú también estuviste genial, de no ser por ti me habría alejado más.

 

Hiroki la envolvió suavemente entre sus brazos, sintiendo la más poderosa de las emociones. El amor por un hijo.

 

—No llores. — Le dijo ella sonriendo. — Ya estamos bien.

 

De pronto lo tomó de la mano y brincó con energía.

 

—Vamos a jugar con las raquetas, yo traje unas.

 

Hiroki asintió y la miró correr hacia sus cosas. Shinobu lo miró con disculpa.

 

—Lamento todo esto, ella es una niña muy enérgica y sale muy poco, su padre es una persona muy ocupada.

 

—No te preocupes. —le dijo Hiroki emocionado, nada deseaba más que pasar el día con su hija.

 

Shinoda lo miró irse de la mano con la niña y comenzaron a jugar entre risas. El mal rato había pasado y Hiroki no había protestado ni una vez por el cordón de seguridad que lo había rodeado.

 

Almorzaron todos juntos después de un largo rato de juegos. Hana durmió una siesta en los brazos de Hiroki, que la miro todo el rato feliz. Por momentos se encontraba con la mirada de Shinoda y le sonreía, con un brillo que hacía que este pensara en raptar a la niña y llevárselos lejos, solo por evitar que Hiroki volviera a ser infeliz cuando ella se marchara.

 

Cuando la tarde comenzó a declinar, llegó la hora de despedirse, después de horas de juego y risas. Hiroki sintió un nudo en su garganta cuando ella lo abrazó con ternura.

 

—Gracias Makoto kun, fue un día genial. — Hiroki sonrió con amor, le había dado el nombre de su esposo para evitar que Nowaki estuviera sobre aviso. Pero nada deseaba más que su hija lo llamara por su nombre o mejor aún que le dijera “mamá”

 

—Cuídate mucho hermosa, espero… espero verte pronto y que podamos jugar y divertirnos como hoy.

 

Ella lo abrazó con fervor, habían hecho empatía rápidamente y ella lo sentía tan cercano que también le dolía despedirse.

 

—Ojala hubiese tenido una mamá como tú, Makoto kun. — expresó con tristeza su más entrañable deseo, aquel de tener una madre, un alma gemela que llenara ese vacío que ella sentía.

 

Hiroki lloró sin poder evitarlo.

 

—A mí también… también me gustaría tener una hermosa princesa como tú de hija... — Le dijo con la voz rota de emoción. Besó su mejilla y le susurró al oído. —Esta noche antes de dormir, pide un deseo, los deseos a veces se cumplen.

 

Hana asintió y lo besó, lo abrazó fuertemente y con reticencia se fue con Shinobu.

 

Hiroki la vio alejarse y perdió el dominio de sus piernas cuando vio el auto desaparecer por la avenida. Shinoda lo abrazó y caminó con él lentamente hasta el auto ayudándolo a subir. Sus hombres se encargarían de recoger todo, él solo quería llevar a Hiroki a casa.

 

—Es… hermosa. —murmuró Hiroki entre lágrimas.

 

Shinoda tomó su mano mientras conducía.

 

—Pronto la tendrás contigo.

 

Permanecieron en silencio todo el camino y cuando entraron a la mansión, Shinoda lo llevó hasta su pequeña casa. Lo ayudó a bañarse, lo vistió con un cómodo pijama y se acostó con él en la mullida cama, mimándolo hasta que se durmió.

 

Hana contó su aventura a su padre y le habló de la maravillosa persona que había conocido. La niña no paraba de mencionar al tal Makoto y ya Nowaki estaba preocupado. Se le hacía muy extraño todo aquello, pero una llamada de uno de sus abogados le hizo olvidar por el momento sus dudas.

 

Cuando Hana se quedó a solas en su habitación. Tomó la foto de la que creía su madre que siempre estaba bajo su almohada y la besó con ternura.

 

—Quisiera pedir un deseo mamá. Deseo que mi próxima mamá sea Makoto Kun.

 

Ella se durmió con la certeza de que su deseo se cumpliría y ciertamente la vida estaba por complacerla.

 

 


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