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DIRECTO AL CORAZON por Butterflyblue

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Notas del capitulo:

Hola, viernes de actu, espero la disfruten.

 

Besitos y gracias por leer.

14-Apuestas y pérdidas

 

—Una vez más ¿Dónde está el resto del cargamento?

 

La voz que preguntó era fría como el hielo, era profunda, fuerte y tan decidida, que el objeto de aquel interrogatorio sabía de antemano que estaba perdido.

 

—No…no lo…sé.

 

Un golpe seco resonó en la sombría habitación¸ el cuerpo del hombre cayó al suelo con su boca llena de sangre. Ya no sentía el cuerpo, todo su ser palpitaba con un dolor sordo. No sabía cuántas horas llevaba allí, había perdido la cuenta de cuantas veces aquellos ojos verdes, llenos de un profundo odio lo habían mirado como si de ellos emanara el mismo infierno.

 

—Respuesta equivocada. — murmuró la voz de hielo.

 

El click de un arma resonó en su oído, estaba muerto él lo sabía.

 

—Por favor…no me mate.

 

Misaki miró con asco a la miseria humana que tenía a sus pies, lo pateó con ira mientras posaba su magnífica pistola en la sien del hombre.

 

— ¡Entonces dime lo que quiero saber, pedazo de mierda!

 

Le gritó empujando el frio cañón en la ensangrentada piel.

 

—Ellos…ellos me mataran.

 

Misaki apuntó el arma a una de sus piernas y disparó sin piedad.

 

Los gritos del hombre se perdieron bajo la autoritaria voz de Misaki.

 

—Entonces escoge, infeliz, o ellos o yo. —Misaki hundió el cañón hirviente en la reciente herida, haciendo que el hombre llorara y gritara suplicando misericordia. —Conmigo morirás lentamente, te voy a torturar hasta que me supliques que te mate.

 

— ¡Está en Hokaido!— gritó el hombre desvalido —En una bodega a las afueras de la ciudad…es un…un deposito que nadie usa.

 

Misaki se levantó y miró al hombre con asco. Su visión se ensombreció un poco y por un momento perdió el equilibrio.

 

— ¿Amo?

 

Le llamó uno de sus hombres que de inmediato se acercó a socorrerle.

 

— ¡Quítame las manos de encima! —le gritó a su guardia, apartándolo con violencia de sí.

 

Apunto su arma al hombre que yacía en el suelo y disparó a sangre fría. Los quejidos del hombre dejaron de escucharse y Misaki caminó saliendo de aquel sombrío lugar.

 

En las afueras del galpón donde estaban, más hombres se movían afanosos sacando la mercancía que estaba en el lugar.

 

— ¿Pusieron a las personas a salvo?

 

Miyagi, que en ese momento caminó hasta él, le respondió con solemnidad.

 

—Enviamos a casas de seguridad a las que estaban más sanas, hubo que enviar a algunos jóvenes al hospital, estaban muy lastimados.

 

Misaki apretó los puños con ira. Habían encontrado a muchos muchachos y muchachas encerrados en un pestilente salón. La mayoría estaban drogados y con visibles muestras de violación.

 

—Quemen el cuerpo de esa escoria y que no quede nada de este lugar.

 

Ordenó a Miyagi, mientras caminaba lentamente hasta el auto.

 

Miyagi lo vio trastabillar y lo tomó por el brazo aun a riesgo de que este lo insultara.

 

Para suerte de Miyagi, Misaki se dejó ayudar y cuando estuvo sentado en el auto, le dijo con un atisbo de dolor.

 

—No…no puede evitar pensar en mi hermano, al ver el horror en la cara de esos chicos.

 

Miyagi entendió la perturbación de Misaki. Todos sabían el gran amor que Misaki le profesaba a su hermano y todos habían visto el estado en el que habían llegado aquellos dos hermosos seres a la casa de Makoto.

 

—Ahora todos ellos son libres y les ayudaremos a encaminar su vida. Los días de los Usami están contados.

 

Misaki asintió ante las palabras de Miyagi, odiaba sentirse débil. Cerró los ojos y ordenó con serenidad.

 

—Ve a Hokaido, Miyagi. Mañana mismo quiero que esa mercancía esté en nuestro poder, es la última pieza que queda.

 

Miyagi asintió y Misaki le ordenó al chofer ponerse en marcha.

 

No volvió esa noche a la mansión, se sentía sucio y desanimado y no quería manchar con aquellos sentimientos a su hermano.

 

Había pasado poco más de un mes desde que se fuera con Akihiko de viaje. Un mes en donde había evitado a toda costa aparecer por la empresa. Ryu era el que se ocupada de las cosas en el lugar.

 

Las sospechas de Shinoda de que Nowaki los estaba investigando, aunado a la llamada que este le hiciera a su hermano aquella noche, los hicieron tomar más previsiones. No podían darse el lujo de que Nowaki se enterara de todo antes de tiempo.

 

El chofer lo dejó en un lujoso edificio cerca del distrito financiero, donde Misaki tenía un departamento que usaba a menudo. También era el lugar donde frecuentemente se encontraba con Akihiko y donde pasaba noches entregándose a la decadencia del sexo sin amor.

 

—Limpiamos la bodega y conseguimos la información que faltaba. —Le decía a Shinoda a quien había llamado mientras se desvestía para meterse en la ducha. —Miyagi se quedó en el lugar ultimando los detalles y esta misma noche partirá a Hokaido.

 

Cuando colgó con su cuñado, se metió bajo el agua caliente de la regadera y restregó su cuerpo con violencia. Luego del largo baño se sentó en un banco en el baño y tomó la cajita que había comprado desde hace días.

 

Siguió las instrucciones y luego de unos segundos caminó hasta la cama dejando el largo tubito sobre una de las cómodas.

 

Se vistió despacio con un ligero pijama y cuando se disponía a ver el resultado, sonó su celular. Sabía quién era, así que respondió sin pensarlo.

 

—No me has llamado en todo el día. —Le reprendió Akihiko con una voz suave y sensual.

 

—He estado ocupado. —Le dijo Misaki caminando hasta una ventana para respirar el aire de la noche y controlar las ganas que tenia de gritarle a aquel que lo llamaba, que se fuera al infierno.

 

—Yo te he extrañado todo el día ¿Cuándo vas a venir a la empresa? Me gustaría llevarte a almorzar como cuando nos conocimos. —Akihiko suspiró. — ¿Sabes? Mi hermano sigue insistiendo en que quiere conocerte.

 

Misaki respiró profundo y guardó silencio unos segundos.

 

—Misaki ¿estás allí? ¿Te sientes mal?

 

Misaki había caminado hasta la cómoda y tenía el tubito entre sus manos.

 

—Me siento… bien. —respondió por fin, con una siniestra sonrisa. —De hecho creo que deberíamos vernos esta noche, tengo algo que decirte.

 

Acordaron verse en un restaurant y cuando Misaki colgó, se sentó en la cama mirando la prueba por largos segundos.

 

Sabía que tenía a Akihiko comiendo de su mano, pero estaba muy cerca la hora de reclamar a su sobrina y necesitaba a este totalmente de su lado. Misaki sonrió, pues el arma que le daría ese poder estaba ahora en su vientre y mientras más rápido le hiciera saber a Akihiko que iba a ser papá, más rápido conseguiría retenerlo a su lado.

 

— ¿Vas a salir?

 

Akihiko se arreglaba la corbata mientras bajaba presuroso la escalera. Sonrió cuando su hermano lo interceptó al pie de la misma.

 

—Sí, voy a cenar con Misaki, lo más seguro es que no regrese esta noche. —Le respondió Akihiko con una pícara sonrisa.

 

Nowaki suspiró y lo tomó por un brazo con molestia.

 

— ¿No has escuchado nada de lo que te he dicho estos días?

 

Akihiko se soltó del agarre de su hermano con el ceño fruncido.

 

—Claro que te he escuchado. Teorías de conspiración, trampas y venganzas. Pareces una mala película de suspenso y ni siquiera me has dado una sola prueba de toda esa tontería.

 

Akihiko le dio la espalda para marcharse, pero decidido sacarse una espina que lo había estado molestando.

 

— ¿A qué le tienes tanto miedo, Nowaki? ¿Qué hay oculto tras todo esto?

 

Nowaki miró a su hermano con frialdad, no estaba preparado para contar esa historia, no aún.

 

—Olvídalo. —Le dijo con desdén. —Mañana volveré a Inglaterra y me llevaré a Hanari conmigo, no quiero que le digas a nadie esto, ni a papá ni mucho menos a ese novio tuyo. Si te lo digo es porque quiero que estés preparado para el estallido de mi padre, pero no puedo quedarme aquí, voy a alejar lo más que pueda a mi hija de este lugar.

 

Akihiko no pudo preguntar más, pues Nowaki subió las escaleras en carrera dejándolo con la palabra en la boca.

 

De pronto se sintió preocupado, Nowaki estaba verdaderamente angustiado, a tal punto de querer sacar a Hanari del país ¿de qué estaba huyendo su hermano? ¿a qué o a quien le temía?

 

Akihiko miró el reloj y suspiró, ya hablaría con Nowaki cuando regresara. No quería hacer esperar a Misaki.

 

Nowaki se encerró en su habitación y sacó una maleta de su enorme closet. Comenzó a meter ropa en ella sin ningún orden. Su mente estaba frenética, su padre no quería darle respuestas y estaba muy alterado con la perdida de la empresa. Akihiko no lo escuchaba, estaba tan enamorado de Misaki Shinojara que desestimaba todas sus dudas, pero ¿acaso Akihiko no tenía razones para dudar de su cordura? ¿Qué pruebas tenia?

 

Averiguar sobre la familia Shinojara era poco más que imposible. Toda la información que giraba en torno a aquella familia estaba blindada. No pudo descubrir más allá de lo poco que se conseguía por internet. Makoto Shinojara era un hombre mayor, dueño de una enorme fortuna y líder del más grande consorcio de empresas del país.

 

Más allá de eso no había nada.

 

Toda puerta que tocaba para investigar era cerrada y siempre tenía la sensación de que una mano invisible lo estaba cercando.

 

—Tengo que sacar a Hanari de aquí. —murmuró molesto.

 

—Si Misaki Shinojara es quien pienso…si está buscando venganza, debo alejar a mi hija de aquí. — Nowaki le hablaba a la imagen frenética que le ofrecía el espejo de sí mismo. —Ella no debe saber, no debe saber lo que pasó. Nunca lo sabrá.

 

En ese instante una vocecita cantarina lo llamó desde la puerta.

 

—Papi, vamos a jugar un rato.

 

Hanari miró con tristeza la maleta sobre la cama de su padre.

 

— ¿te vas de viaje de nuevo, papi?

 

Nowaki la abrazó y llenó de besos su hermoso rostro.

 

—Nos vamos de viaje princesa, tu iras conmigo. Vamos a vivir en Inglaterra. Nunca debimos volver a este país.

 

Hanari sintió como su padre la abrazaba con tanta fuerza que apenas la dejaba respirar. El corazón de Nowaki palpitaba con rapidez y Hanari lo envolvió con sus pequeños bracitos.

 

—Qué te pasa papi ¿Por qué estas asustado?

 

Nowaki la separó de sus brazos y la miró con un amor enorme. Besó su frente dulcemente e intentó sonreírle con serenidad.

 

—Papi no está asustado princesa, solo está cansado. Quiero volver a Inglaterra, eso es todo.

 

—Es porque allá está mami ¿verdad papi? ¿La extrañas? —Hana le dio un besito dulce en la mejilla a su padre. —Yo también extraño llevarle lindas flores a su tumba, papi. Quisiera poder haberla conocido.

 

Nowaki sintió que su corazón se estrujaba. Él había llevado flores hace poco a la tumba de quien había dado a luz a su hija. Él tenía un secreto enorme que pesaba en su corazón y estaba aterrado de que Hana lo supiera, no quería hacerla sufrir.

 

—La ves cuando te miras al espejo, mi princesa. —Le dijo Nowaki con amor. — Tienes sus mismos gestos, su sonrisa y muchas cosas de su carácter.

 

— ¿La amabas, papi?

 

Nowaki se libró de responder aquella dolorosa pregunta pues Shinobu tocó en ese momento la puerta de la habitación.

 

—Amo Kusama, su padre lo busca.

 

Nowaki le sonrió a Shinobu y besó la frente de Hana.

 

—Ve con Shinobu y prepara una maleta, lleva solo lo mas esencial, lo demás lo enviaremos a buscar luego.

 

Cuando Nowaki bajó al estudio, su padre lo esperaba con el rostro serio.

 

—Pasa y cierra la puerta, tenemos que hablar.

 

********

Hiroki estaba arreglando la ropa de Shinoda en su closet, hacia unos días que su ahora, novio formal, se había mudado definitivamente a la mansión y más concretamente a su habitación.

 

— ¿Misaki no vendrá a cenar?

 

Preguntó, mientras colgaba los trajes en el enorme vestier. Sonrió al ver las cosas de Shinoda desperdigas por el lugar, era como si siempre hubiesen pertenecido allí. Había cajas por todos lados y un enorme desorden, pero eso lejos de molestarlo, le encantaba.

 

—Dijo que iba a cenar fuera. —le respondió Shinoda, que salía en ese instante del baño con una pequeña toalla anudada a su cintura.

 

Hiroki arrugó el ceño, imaginó con quien saldría su hermano.

 

—Se está tomando demasiado enserio su relación con ese hombre. —murmuró molesto mientras acomodaba unos zapatos en su lugar.

 

—Misaki sabe lo que hace, Hiroki. El pobre diablo de Akihiko Usami es el que tiene que temer.

 

Hiroki se dio la vuelta para discutir aquel punto con Shinoda, pero la visión ante él lo dejó perplejo y sonrojado.

 

La toalla apenas alcanzaba a cubrir las partes íntimas de su novio, pero eso no impedía que se viera pecadoramente sensual, con todo aquel cuerpo húmedo y marcado con músculos firmes y bronceados.

 

Shinoda tenía el rubio cabello húmedo y desordenado, se veía más joven, pero también más peligrosamente apuesto.

 

Shinoda vio el sonrojo y el nerviosismo de Hiroki y sonrió con malicia.

 

— ¿Ves algo que te guste?

 

— ¡Cretino! Has el favor de vestirte. —Lo reprendió Hiroki con molestia, ignorando la excitación que cosquilleaba en su ingle.

 

Hiroki le dio la espalda y siguió acomodando las cosas en el closet, esperando a que Shinoda le hiciera caso y se vistiera para poder hablar sin distracciones.

 

De pronto sintió los brazos de Shinoda rodeando su cintura, sus labios tibios besando su cuello y una evidente erección restregándose contra su trasero.

 

—Así…así no puedo… no puedo pensar. —se quejó Hiroki, cuando Shinoda bajó sus pantalones y tomó su pene masajeándolo con cadencia.

 

—Pensaremos más tarde. —le susurró Shinoda, mordisqueando su oreja. —Ahora quiero estar profundamente enterrado dentro de ti.

 

Shinoda lo fijó contra las puertas del closet, separándole las piernas con su rodilla.

 

Hiroki sintió el húmedo pene abriéndose paso entre sus nalgas.

 

—Pe-pero no me has… no me has prepara…!ayyyy¡

 

Su quejido sonó más con un gemido, cuando la cabeza del pene de Shinoda entró en su agujero.

 

—Lo haré despacio. —murmuró Shinoda con la voz ronca y contenida, mientras se concentraba en penetrarlo despacio para no lastimarlo y lo masturbaba para distraerlo del dolor.

 

Hiroki respiró profundo y se puso de puntillas para levantar más su cadera y aliviar la presión.

 

—¡Oh pequeño! no me lo hagas tan difícil. —gruñó Shinoda, pues el movimiento de Hiroki lo había llevado un poco más dentro del apretado y caliente culo de su novio.

 

Hiroki, que estaba sostenido de las puertas de su closet, sonrió malicioso y movió de nuevo la cadera, arrancando un jadeo de los labios de Shinoda.

 

Shinoda sonrió y mordió con lasciva maldad el cuello de Hiroki, haciendo que este gimiera descontrolado cuando Shinoda lo terminó de penetrar con un solo empujón.

 

—Maldito. — murmuró Hiroki sin aliento, perdido dentro de la fina línea entre el dolor y el placer.

 

Shinoda rio y besó la blanca piel que había dejado enrojecida con el mordisco.

 

—Tú me provocaste.

 

Hiroki abrió la boca para discutir, pero de sus labios solo salieron gemidos, pues Shinoda lo tomó con fuerza por las esbeltas caderas y comenzó un ritmo frenético de embestidas.

 

Hiroki pensó que iba a arrancar las puertas por el salvaje ataque del que estaba siendo objeto.

 

En un momento abrió los ojos y pudo ver su imagen en un enorme espejo, estaba semidesnudo, sudado, excitado. Una mano envolvía su pene masturbándolo duramente y un glorioso hombre tras él, estaba llenándolo aún más allá de su cuerpo.

 

Shinoda le sonrió y siguió penetrándolo, mientras ambos miraban sus eróticas imágenes en el espejo.

 

Se extasió con la visión de Shinoda cuando alcanzó el orgasmo, no recordaba haber visto algo más hermoso y más sensual, pero no pudo disfrutarlo mucho pues una corriente eléctrica lo recorrió haciéndolo cerrar los ojos y sucumbir al delicioso temblor de su propio orgasmo.

 

Exhausto y sin aliento, sintió como Shinoda lo cargaba y lo recostaba en la cama.

 

—Debemos hacerlo de pie más seguido, me gusta porque puedo penetrarte más profundamente.

 

—Pervertido. —le reprendió Hiroki en un murmullo, con los ojos cerrados y tratando de acompasar su respiración.

 

—Así te gusto, no lo niegues. —le dijo Shinoda, llenándolo de besos. —Además tú también eres pervertido, bien que te gustó mirarnos en el espejo.

 

Hiroki se enfurruñó, pero no protestó ¿para qué mentir? Había disfrutado mucho con la erótica imagen.

 

Pensando en eso se quedó dormido. Shinoda lo observó dormir mientras acariciaba su hermoso cabello. No podía creer aun su suerte, estar allí con él, en su habitación, era un sueño. Como había sido un sueño cada día de aquel hermoso mes.

 

La cabaña del jardín había quedado casi vacía y a veces la visitaban para escaparse un poco de la realidad y hacer el amor hasta caer exhaustos.

 

Miró de nuevo el rostro dormido de Hiroki y lo besó despacio. Cuanto lo amaba y cuanto miedo tenía de perderlo. Estaba tan cerca el desenlace de todo y Shinoda sentía un temor frio recorriéndolo. Algo le decía que las cosas no iban a salir como él esperaba.

 

Aun así, mientras Shinoda vislumbraba nubes oscuras en el horizonte, Misaki estaba seguro de que tenía el poder en sus manos.

 

—Hola mi amor, perdón por haberte hecho esperar, mi hermano me agarró de sorpresa cuando salía de casa.

 

Misaki le sonrió inocentemente, recibiendo con un delicioso encanto el beso que le diera Akihiko en los labios.

 

— ¿Está aún tu hermano aprensivo con nuestra relación? —le preguntó con una suave sonrisa, mientras le hacía señas a un camarero para que se acercara.

 

Akihiko tomó su mano sonriéndole confiado, pidió una bebida y cuando el mesero los dejó a solas, Akihiko le dijo besando su mano dulcemente.

 

—No te preocupes por eso mi amor, son tonterías de Nowaki, ya se le pasara.

 

Misaki suspiró y bajó lentamente la mirada, apartando la mano que dulce y cálidamente tenia Akihiko tomada.

 

— ¿Te pasa algo, mi amor? —preguntó Akihiko preocupado. Al ver que Misaki no respondía, buscó su mano nuevamente y la apretó tiernamente. — ¿tiene que ver tu malestar con el hecho de que me hayas citado aquí y no en el departamento?

 

Misaki levantó la mirada y Akihiko se sobresaltó al ver sus ojos cristalinos por las lágrimas contenidas.

 

—Misaki, por favor, te he dicho muchas veces que no tienes que preocuparte por mi familia. —le dijo con ternura, acariciando el rostro pálido y triste de su novio. —Ellos están molestos por lo de la empresa, pero se les pasará. Al fin y al cabo mi padre tampoco estaba haciéndolo bien en la gerencia, tarde o temprano íbamos a perderla.

 

—No…no es por tu familia, yo…

 

Misaki volvió a bajar la mirada y Akihiko se preocupó entonces seriamente.

 

— ¿Entonces que es mi amor? Dímelo para que pueda remediarlo, no me gusta verte así de triste. Haré lo que sea para ver esos ojos hermosos, risueños otra vez.

 

Misaki suspiró y enjugó sus lágrimas con delicadeza.

 

—Te cite aquí… —comenzó trémulo. —Lo hice porque pensé que necesitábamos hablar en un lugar menos íntimo, lo que tengo que decirte es importante y la verdad no sé cómo lo vayas a tomar.

 

Akihiko prestó atención a cada palabra, cada vez más intrigado.

 

—Bien, te escucho. —le dijo Akihiko con decisión, apretando su mano con calidez. —pero antes de que digas algo, quiero que sepas que nada me va a hacer cambiar de opinión en cuanto a nosotros, a esto que tenemos. He vivido mi vida pensando que algún día conseguiría la persona especial con la que pudiera ser feliz y estoy seguro que en ti lo encontré.

 

Misaki lo miró seriamente por unos segundos, había tanta certeza en aquellas palabras, que de no haber tenido tanto odio y resentimiento en su corazón, quizás lo habrían conmovido.

 

Cerró los ojos, burlándose de sus pensamientos ¿Cómo podría conmoverlo aquel hombre? ¿Cómo? Si era parte de aquello que más aborrecía.

 

Sonrió en su interior y se dispuso a dejar caer la trampa para que el pequeño ratoncito se acercara a su cueva y el pudiera destrozarlo.

 

—Esta tarde yo fui al departamento, me sentía mal, me he sentido mal por días y…bueno me dije que era hora de afrontar la realidad…

 

Misaki hizo una pausa de suspenso y en su mente se burló del rostro expectante de Akihiko.

 

—…¡oh Akihiko! no sé cómo decirte esto, lo cierto es que fui a la farmacia y compré un prueba y el resultado fue positivo.

 

Akihiko tardó un momento en reaccionar, las palabras farmacia, prueba y positivo bailaban en su mente convirtiéndose en piezas de un rompecabezas que no lograba encajar.

 

Finalmente su cerebro funcionó y su rostro demostró un amplio matiz de emociones.

 

— ¿Positivo? —logro articular en un muy bajo murmullo.

 

Misaki asintió pesaroso y se asombró con una genuina sorpresa al ver que los ojos de Akihiko estaban llenos de lágrimas.

 

— ¿Esta…estamos hablando de una prueba de embarazo? ¿T-tu estas embarazado?

 

Misaki asintió con pesar y apretó la mano que sostenía la suya.

 

—Sé que te dije que era fértil, pero no pensé, la verdad rogué para que no hubiese quedado en estado esa noche, no quería que me odiaras Akihiko, no quería. Yo sé que esto cambia tus planes, estaba tan preocupado por decírtelo, pero…

 

Misaki no tuvo tiempo de sorprenderse cuando Akihiko se paró de su asiento y lo levantó del suyo para abrazarlo con fervor.

 

—En este momento no se… no sé cómo expresarte lo inmensamente feliz que me siento. —Le susurró conmovido, llenándolo de besos.

 

Misaki quería que la tierra se lo tragara, todo el mundo los estaba viendo y él no era propenso a los espectáculos públicos.

 

Palmeó la espalda de Akihiko con incomodidad.

 

—Akihiko, todo el mundo nos está viendo.

 

Pero lejos de lograr que este lo soltara, sólo logró que el espectáculo se volviera mayor. Akihiko le regaló a los presentes una sonora carcajada llena de felicidad.

 

— ¡Champaña para todos, voy a ser papá!

 

Después de aquella exuberante celebración, Misaki tuvo que soportar con estoica serenidad las constantes felicitaciones de todos los comensales que brindaron con el feliz padre, por el fabuloso acontecimiento.

 

“Como voy a disfrutar matando a este imbécil”

 

Pensó Misaki, mientras se bebía un vaso de jugo y le sonreía con displicencia a la enésima persona que le felicitaba.

 

No pudieron hablar mucho durante la cena, el alboroto de Akihiko había causado revuelo en el restaurant y eran constantes las interrupciones.

 

Misaki sentía su cabeza explotar.

 

— ¿Podemos irnos? —le pidió con cara de pocos amigos a su novio.

 

Akihiko accedió de inmediato y se preocupó de que Misaki no le dirigiera la palabra en todo el trayecto al departamento.

 

—Estás molesto.

 

“Que inteligente eres”

 

Misaki hizo una mueca de disgusto, cuando cruzó el umbral de su departamento con Akihiko tras él.

 

—Hiciste todo un show en el restaurant.

 

—Lo siento, es que estaba feliz. —cortó Akihiko el airado reproche.

 

Misaki se dirigió hacia el bar y se sirvió una copa. Akihiko lo detuvo antes de que diera el primer trago.

 

—Se supone que no debes ingerir licor. —le dijo con suavidad.

 

Si Misaki hubiese tenido su arma en aquel momento, ciertamente lo habría matado. Estrelló la copa contra la superficie del bar derramando casi todo su contenido.

 

—¿Qué te tiene tan molesto?

 

—Que te cité en el maldito restaurant para que habláramos, no para que hicieras un show del maldito embarazo.

 

Akihiko abrió los ojos con sorpresa y Misaki inmediatamente se dio cuenta de su error. El que estaba furioso y gritando, era el Misaki que no quería que Akihiko conociera.

 

Se reprendió internamente y dirigió toda su ira a completar el plan que se había trazado esa noche.

 

Sus ojos se llenaron de lágrimas y se sentó desvalido en el mueble, ocultando el rostro entre sus manos.

 

Akihiko se sentó a su lado mirándolo con preocupación.

 

—Misaki habla conmigo, no entiendo que pasa.

 

Misaki sacó el rostro de su escondite, lleno de lágrimas, desencajado, roto.

 

—Hace años mi hermano fue traicionado por quien más amaba. Esa persona le quitó todo, su orgullo, su dignidad, su libertad y también a su hijo y no conforme con eso, ordenó que lo mataran la misma noche que nació su bebé.

 

Misaki buscó en el rostro de Akihiko alguna reacción a la historia que acababa de contarle, pero no encontró más que asombro. Una sorpresa genuina, que lo hizo sospechar, si era que Akihiko era muy buen actor o en realidad no sabía nada.

 

—Él, ya no habla de eso, pero sé que aún sufre. — continuó Misaki. —Lo que nos tocó vivir no fue fácil Akihiko, después de aquello nuestras vidas quedaron destrozadas. Es por eso que temo por este bebé, es por eso que estoy inseguro con todo esto y por eso quería hablar en un terreno neutral contigo. Temía…temía tu reacción.

 

—Yo jamás haría una cosa tan asquerosa y cruel, Misaki. —Le dijo Akihiko abrazándolo con fervor. —Sé que nos conocemos hace poco y también sé que yo he llevado todo esto demasiado rápido, pero te puedo jurar que jamás te haré daño.

 

Akihiko lo besó suavemente y le sonrió con dulzura.

 

—Desde que te conocí supe que serias especial en mi vida y hoy no has hecho más que darme la mayor felicidad que se le puede dar a un hombre.

 

Misaki sintió la mano cálida de Akihiko sobre su vientre y el aliento dulce de sus labios en su mejilla.

 

—Me vas a hacer papá, me vas a dar la familia, el amor que siempre deseé. —Akihiko sonrió y sus ojos de nuevo se llenaron de lágrimas. —No sabría ni como poner en palabras la enorme felicidad que siento.

 

Un rato después yacían desnudos sobre sabanas revueltas. Akihiko acariciaba a Misaki, al que tenía acurrucado en su pecho. Había disfrutado como nunca hacerle el amor a su novio aquel día, pues lo regocijaba la idea de saberlo embarazado de su hijo.

 

—¿Qué edad tenías cuando ocurrió lo de tu hermano?

 

—Trece años. —respondió Misaki con amargura, no quería evocar esos recuerdos en aquel momento. —Pero no quiero hablar de eso ahora.

 

Sintió los tibios labios de Akihiko en su frente. Este le habló con suavidad.

 

—Los hermanos a veces son un dolor de cabeza. Mira al mío, ahora anda todo loco con una teoría de conspiración que se le metió en la cabeza y hasta decidió irse con mi sobrina del país.

 

Misaki no cambió ni un segundo su postura.

 

— ¿sí, y eso? ¿Cuándo piensa irse?

 

Aquella información era de suma importancia.

 

Akihiko se encogió de hombros.

 

—Creo que dijo que mañana en la tarde. Quiere volver a Londres. A veces creo que es lo mejor, mi padre lo manipula mucho y eso es…

 

Misaki no escuchó más que la fecha y el lugar que le interesaban.

 

—¿Quieres un vaso de agua? —preguntó solícito, obviando la perorata de Akihiko a la que no le había prestado nada de atención.

 

—Sí, pero antes quiero un beso.

 

Akihiko le hizo el amor una vez más, sin que Misaki pudiera evitarlo, no podía levantar sospechas.

 

Fue bien entrada la madrugada, cuando logró que su novio bebiera el agua que contenía un somnífero.

 

Condujo con pasmosa rapidez por las desoladas calles hasta llegar a la mansión. Pero cuando tocó a la puerta de su hermano, no fue Shinoda quien abrió como lo habría deseado.

 

— ¡Misaki! ¿No habías dicho que ibas a quedarte fuera?

 

Misaki lo pensó unos segundos antes de responder.

 

—Sí, pero cambié de opinión. Miyagi me llamó para decirme que ya habían localizado el depósito y que hoy mismo atacarían.

 

No era del todo mentira, pero esa llamada la había recibido justo antes de que Akihiko llegara al restaurant.

 

—Vine porque quería avisarle a Shinoda.

 

Hiroki frunció el ceño con molestia.

 

— ¿Solo a Shinoda? ¿Es que yo no cuento?

 

Misaki chistó con fastidio, no quería tener aquella discusión con su hermano, no en ese momento.

 

—De cualquier forma Shinoda te lo iba a decir, yo lo que no quería era preocuparte.

 

Hiroki relajó la pose. Misaki era muy sobreprotector con él.

 

—Pues vas a tener que informarme a mí, pues no creo que Shinoda despierte ahorita. —Le dijo Hiroki con un ligero sonrojo.

 

Misaki sonrió complacido, su hermano se veía radiante y feliz y eso lo alegraba, pero también temía a lo que estaba por ocurrir. Si Nowaki desaparecía con la niña, Hiroki se iba a volver loco de dolor.

 

—Bien, ya te dije lo que tenía que decirte, me iré a dormir.

 

Hiroki vio algo en la expresión de su hermano, algo que le decía que había cosas que no dijo.

 

—Misaki ¿todo está bien?

 

Misaki lo besó dulcemente y le sonrió.

 

—Todo está bien, ve a dormir y deja descansar a ese hombre. A este paso lo vas a desgastar de tanto sexo.

 

Hiroki se quedó con la boca abierta de la sorpresa y la vergüenza.

 

 Misaki corrió riendo hasta encerrarse en su habitación.

 

Su expresión cambio al cerrar la puerta, tomó su celular y marcó decidido.

 

—Miyagi, averigua todos los vuelos a Inglaterra que salgan mañana. Nowaki Usami va a llevarse a mi sobrina mañana y tenemos que evitarlo.

 

Shinoda se despertó temprano y se puso su ropa de ejercicio. Cuando salió de la habitación para ir a correr por los terrenos de la mansión como lo hacía cada mañana. Se encontró a Misaki esperándolo.

 

—Vamos al estudio, tenemos que hablar.

 

Hiroki fingió dormir, algo le decía que le estaban ocultando cosas. Así que cuando Shinoda salió de la habitación, él abrió los ojos y se puso de pie. Se acercó a la puerta y se pegó a esta para escuchar a Misaki hablando con Shinoda.

 

Cuando dejó de oír las voces, abrió la puerta lentamente y corrió escaleras abajo. Shinoda y Misaki se encerraron en el estudio. Hiroki salió de la mansión y la rodeó por los jardines, llegó hasta los enormes ventanales del estudio y se ocultó para poder escuchar.

 

— Tiene pasajes para hoy al medio día. Miyagi está tratando de contactar a la aerolínea, envió a varios hombres al aeropuerto, pero él está en Hokaido y tiene a casi todos sus hombres con él, darán el último golpe en unas horas y… Shinoda no sé qué hacer, si Nowaki se lleva a Allegra a Inglaterra…

 

Hiroki corrió por las escaleras como una exhalación, no escuchó nada más, no podía.

 

Se metió en su habitación y se vistió rápidamente, tenía que irse antes de que lo detuvieran.

 

Cuando salió de la mansión, iba como alma que lleva el diablo. Llevaba una gorra ocultando su hermoso cabello, unos lentes oscuros y un arma en donde quince mortales balas tenían nombre y apellido.

 

El Ashton Martin iba comiéndose la autopista. Hiroki tenía el acelerador a fondo. Si el vuelo de Nowaki salía al medio día, le daría tiempo de llegar al aeropuerto, confiaba en que Nowaki cumpliera la norma de llegar dos horas antes.

 

—Voy a matarte infeliz, voy a matarte. Por fin hoy vas a pagar todo lo que me hiciste.

 

Hiroki golpeó el volante con ira, mientras con maestría esquivaba cada carro que se le atravesaba.

 

—¡¿Me oíste?! ¡Voy a matarte! Meteré quince balas en tu asqueroso cuerpo y después me llevaré a mi hija muy lejos.

 

Hiroki sollozó con dolor, con ira, con miedo.

 

—Me la llevaré lejos. Nunca más la separarás de mi…nunca más— murmuró entre lágrimas.

 

Shinoda y Misaki salieron del estudio una hora después.

 

—Iré a despertar a Hiroki. Me lo llevaré a Kioto unos días, hasta que todo esté listo para ir por Allegra.

 

Misaki asintió sonriendo, estaba aliviado por todo lo que le había contado Shinoda. Este ya se había imaginado que Nowaki intentaría huir. Con ayuda del siempre fiel Yashiro, habían cerrado todas las puertas para que Nowaki lograra escapar. Cuando el joven llegara al aeropuerto, se llevaría una sorpresa.

 

Misaki se alegró de saber que Shinoda había pensado en todo y entonces se le ocurrió que sería el mejor escenario para que la policía entrara en acción. Tardaron tiempo haciendo llamadas y planificando todo.

 

Cuando Misaki se disponía a ir a desayunar, Shinoda bajó las escaleras con una expresión seria.

 

—Hiroki no está en la habitación.

 

—Estará en la terraza, a él le gusta desayunar allí.

 

No terminó Misaki de decir aquello, cuando el hombre que vigilaba la puerta entró a la casa azorado.

 

—Amo Misaki, el Kumicho salió hace rato de la casa en su auto, mandé a uno de mis hombres tras él, pero lo perdió en la autopista. —El hombre respiró profundo para recuperar el aliento. —Amo, el guardia me acaba de llamar, dice que el Kumicho va como alma que lleva el diablo, me llamó porque teme que tenga un accidente.

 

— ¡Va al aeropuerto, seguro nos escuchó!

 

Gritó Shinoda, mientras corría seguido de Misaki, hasta el garaje.

 

—Yashiro, llama a tus hombres en el aeropuerto y ponlos en alerta, Hiroki va para allá.

 

Misaki se iba a subir al auto, pero Shinoda se lo impidió.

 

—Tú quédate, coordina desde aquí a la policía y llama a Miyagi, es posible que todo tenga que adelantarse.

 

Misaki asintió a regañadientes.

 

— ¿Papi por qué salimos escondidos de la casa?

 

Hanari leía una revista, sentada en la sala de la espera del enorme aeropuerto, al lado de su padre.

 

—Porque tu abuelito no sabe nada de nuestro viaje y no quería que nos estropeara las vacaciones.

 

Hanari sonrió ante la respuesta de su padre.

 

—Ay papi, parecemos dos prófugos.

 

Nowaki sonrió con ironía, eso era lo que eran. Dos prófugos que huían de un enemigo desconocido.

 

—Cuando lleguemos a Londres lo llamaré.

 

—Y al tío Akihiko.

 

—Y al tío Akihiko también lo llamaré. — corroboró Nowaki distraído.

 

—Voy a extrañar mucho a Shinobu kun. —se quejó Hana nostálgica, adoraba su niñero y le dolía haber tenido que despedirse de él.

 

—Pero tú ya eres una niña grande, no necesitas niñero ¿o sí?

 

Hana rio ruidosamente.

 

—No papi, ya voy a cumplir once, soy grande y puedo cuidarme sola.

 

Nowaki sonrió y besó su frente.

 

Ella era suya, su hija, su amor. Nadie iba a apartarla de su lado, por más buenas razones que tuviera.

 

Hiroki llegó al aeropuerto y ni siquiera se tomó la molestia de estacionarse, dejó el carro tirado en la entrada y entró corriendo sin atender a los gritos de los guardias que lo increpaban.

 

Lo buscó frenético por todos lados, había demasiada gente y su cabeza bullía de dolor.

 

—Pasajeros del vuelo seiscientos cincuenta con destino al aeropuerto Heathrow Londres, favor abordar por la puerta quince.

 

Hiroki escuchó el llamado y corrió al lugar.

 

—Ese es el nuestro papi.

 

Nowaki sonrió con aprensión, su corazón de repente se tornó inestable, como si un presentimiento muy malo lo hubiese asaltado de repente.

 

Había mucha gente, algunos hablaban, otros reían. Algunos se despedían con lágrimas, otros con besos.

 

Nowaki estaba entre el tumulto con su hija tomada de la mano. Hanari sostenía un pequeño bolso rosa, estaba hermosa, con su vestido azul con pequeñas flores amarillas.

 

 A lo lejos alguien la observaba con los ojos empañados de lágrimas.

 

—Mi niña…mi Allegra. — murmuró Hiroki.

 

Nowaki la soltó un segundo para sacar los pasaportes, solo fue un segundo.

 

— ¡Nowaki Kusama! —le llamó alguien a gritos, por aquel nombre que hacía mucho no escuchaba.

 

Lo siguiente que escuchó fue un disparo y su cuerpo cayendo al suelo, con su pecho lleno de sangre.

 


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