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DIRECTO AL CORAZON por Butterflyblue

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Notas del capitulo:

Hola, por aqui estoy al pie del cañon, gracias por sus mensajes, besitos y les dejo el nuevo capitulo. Gracias por leer.

21- Amenazas y pérdidas

 

— ¡No voy a permitir que te expongas de esa manera!

 

El golpe seco del puño de Shinoda estrellándose contra el escritorio resonó potente en el interior del estudio, donde desde hacía mucho rato se llevaba a cabo una acalorada discusión.

 

Hiroki estaba impávido mirando fijamente por el ventanal entreabierto, pero sin disfrutar ni un poco de la vista.

 

—No tienes por qué estar de acuerdo. —dijo serenamente. Suspirando se giró para mirar a Shinoda. —Voy a ir a hablar con Nowaki y ni tú ni nadie me lo va a impedir.

 

Shinoda apretó los puños con impotencia, temía que aquella ya fuera una decisión tomada y nada de lo que dijera hiciera que Hiroki cambiara de opinión.

 

—Estas permitiendo que ese maldito te manipule. —le espetó con molestia tratando de apelar al razonamiento. —Sabes que la esta utilizando para llegar a ti, entiendo que tengas miedo, Hiroki, pero nosotros podemos protegerla.

 

—¡¿Así como hoy?! —gritó Hiroki iracundo. — ¿Así la vamos a proteger?

 

Hiroki caminó hacia su escritorio y tomando las notas que allí descansaban las arrojó a los pies de Shinoda.

 

—Si esas notas lograron llegar hasta mí, con toda la seguridad que me rodea, cualquier cosa puede alcanzar a mi hija y eso no lo voy a permitir. No me voy a arriesgar a que le hagan daño a Allegra.

 

— ¿Entonces qué vas a hacer? Vas a la cárcel y que consigues con eso ¿vas a dejar acaso al miserable ese libre?

 

— ¡No lo sé! —gritó Hiroki desesperado, las preguntas que le hacia Shinoda eran las mismas que lo estaban atormentando en su mente. —No lo sé maldita sea, no lo sé.

 

Hiroki se sentó en el mueble sintiéndose derrotado, por donde lo viera no tenía salida, su única opción era hablar con Nowaki.

 

Shinoda suspiró y se sentó a su lado, tomó sus manos con ternura y lo miró suplicante.

 

—Déjame hacerme cargo de esto, Hiroki. Puedes sacar a la pequeña damita del país, podrían ser unas vacaciones y cuando regreses todo estará bien, te lo prometo.

 

Hiroki quería tener fe en aquellas palabras, pero sabía que nada era tan fácil. Mucho menos sabiendo que su hija haría muchas preguntas para las que él no tenía respuesta.

 

Suspirando se recostó del pecho de su novio.

 

—Hablaré con Allegra, trataré de convencerla para irnos unos días.

 

Shinoda lo apretó a su pecho sonriendo con alivio.

 

—Te prometo que cuando regreses no habrá nada que pueda preocuparte.

 

Hiroki al contrario de su hermano no era una persona de carácter sanguinario. A pesar de que odiaba a Nowaki con todo su corazón nunca había acariciado realmente la idea de asesinarlo. Con saberlo entre las rejas y hundido para él era suficiente, pero aquel día y a la luz de los acontecimientos ocurridos, en su mente y en su corazón comenzó a preguntarse si no era mejor desaparecer a aquel miserable para siempre.

 

— ¿Vas a…matarlo?

 

Cuando Shinoda iba a responder tocaron la puerta del estudio.

 

—Shinojara sama. —dijo Tanaka cuando Shinoda le dio la orden de entrar. —lamento interrumpirle señor, pero le buscan, Ijuuin sama está en el salón esperándole.

 

Hiroki se puso de pie con cansancio, ya se esperaba aquella visita, solo que hubiese deseado no sentirse tan abatido.

 

—Dile que iré en seguida, Tanaka, gracias.

 

Shinoda se paró a su lado y besó su cabello.

 

— ¿Quieres que llame a Miyagi para que se encargue?

 

Hiroki negó con la cabeza, suspiró profundamente y le sonrió a su novio con resignación.

 

—Si el padre de Kyo san está aquí, es porque ya este debe haber tomado una decisión, necesito arreglar esto antes de que perjudique a Misaki.

 

Shinoda iba a decir algo, pero Hiroki cubrió sus labios con un beso.

 

—Ya sé que Misaki sabe cuidarse solo. —le dijo suavemente. —pero está esperando un bebé y… todo esto, Shinoda, todo esto le hace daño. Quiero por lo menos devolverle un poco del cuidado que él me ha dado a mí.

 

Shinoda lo dejó ir, no tenía argumentos para alegar y tenía que encargarse de sacar a Hiroki del país para poder poner su plan en marcha.

 

*******

 

—Deberíamos quedarnos a vivir aquí.

 

Misaki sonrió negando con la cabeza. Ijuuin estaba por demás feliz y él no conseguía encajar en toda esa felicidad.

 

Caminaban por las atestadas calles de Kioto dirigiéndose a un pequeño restaurant que les había gustado mucho.

 

—Deja de estar haciendo planes locos, no pienso dejar Tokio.

 

Kyo sonrió y tomó su mano besándolo dulcemente.

 

—No importa, seremos felices donde estemos, yo soy feliz cuando estoy contigo.

 

Misaki negó con la cabeza, aun no podía creer lo que estaba viviendo, era como si esos pocos días al lado de Ijuuin le hubiesen abierto los ojos a una vida que no conocía. Comenzaba a sentirse cómodo en la nueva piel que lo vestía, con aquellas emociones antes desconocidas para él, con el amor que Kyo le brindaba, con el que lo envolvía en suaves algodones, haciéndolo sentir amado, seguro, feliz.

 

Comieron y conversaron un largo rato. Ijuuin tenía un montón de planes y Misaki solo podía sonreír y asentir. Le costaba admitirlo pero se encontraba feliz en aquel lugar, se sentía vivo, completo. No podía luchar contra los sentimientos que lo embargaban. Ijuuin lo hacía feliz como hacía mucho no era.

 

—Qué te parece si tenemos tres hijos más.

 

Misaki lo miró sorprendido. Otro cambio que Ijuuin había obrado en él, era el amor por el bebé que crecía en su vientre. Comenzaba a verlo como algo real, como alguien a quien podía llegar a amar.

 

—Déjame salir de este y dentro de muchos años hablaremos de otro embarazo. — le espetó con sarcasmo.

 

Ijuuin rio a carcajadas ante la seriedad de Misaki y apretó sus manos emocionado.

 

—Está bien, con un hijo nos basta por ahora.

 

Misaki sin poderlo evitar, sonrió y compartieron el postre que en ese momento le servían, mientras Ijuuin seguía conversando acerca de donde vivirían y Misaki solo lo miraba y asentía sin poder evitar dejarse llevar por el torrente de alegría que Kyo irradiaba.

 

Avanzada la noche caminaban de regreso al hotel.

 

—Siempre recordaré este lugar como un lugar mágico. — rompió Kyo soñadoramente, el silencio que los envolvía. —Siempre pensaré que cuando vine aquí logré conquistar tu corazón.

 

Misaki se detuvo un segundo y lo miró enamorado.

 

—Mi corazón…creo que ya lo tenías desde hace mucho tiempo, solo que no…no quise verlo antes.

 

Kyo se acercó y le dio un beso dulce.

 

Misaki se sentía arropado por una enorme felicidad, tanto que se atrevió a pronunciar palabras que no sabía que podría pronunciar.

 

—Kyo yo te a…

 

— ¡Misaki Shinojara! —gritó entonces alguien y las detonaciones de un arma rompieron el idílico momento.

 

Hiroki estaba sentado en el estudio revisando junto con Miyagi papeles del clan, quería dejar todo arreglado antes de irse del país con su hija. Shinoda había arreglado un vuelo para Europa con un tour que incluía varias ciudades prominentes. Ahora solo le quedaba convencer a su hija de hacer aquel viaje.

 

Hiroki suspiró y dejó los papeles sobre el escritorio, era incapaz de concentrarse. Si lograba llevarse a la niña del país cuando regresara todo sería diferente, aquel hombre que tanto daño le había hecho ya no estaría y él temía el dolor que aquello pudiera causarle a su niña.

 

—Hiroki sama, si quiere yo continuo con esto, se nota que está cansado. —Le dijo Miyagi con suavidad pues había notado la tensión en el rostro de su jefe.

 

Hiroki le sonrió y asintió, pero cuando se puso de pie para retirarse del estudio, un sobresalto lo hizo proferir un gemido y caer sentado con pesadez sobre la silla, con una de sus manos aferrada a su pecho, donde su corazón no dejaba de galopar descontrolado.

 

— ¡Hiroki! —gritaron a la vez Miyagi y Shinoda que entraba en ese momento al estudio.

 

Shinoda corrió y se arrodilló frente a Hiroki que estaba pálido como un papel.

 

—¿Mi amor?… —preguntó Shinoda

 

—Misaki. —apenas pudo murmurar Hiroki. —a-algo le pasó a mi hermano.

 

Unos segundos después y antes de que Shinoda pudiera decir nada, el teléfono de Miyagi sonó y la mirada sombría de este al ver quien le llamaba le confirmó a Hiroki sus peores temores.

 

El centro médico estaba abarrotado, sentado en la sala de espera estaba alguien con la mirada perdida en las puertas de emergencia. Todo había sucedido tan rápido, el sonido de los disparos, los gritos de la gente y en medio de todo aquel caos un hombre que había arriesgado su vida por el ser amado.

 

Misaki apretó las manos en furiosos puños. Kyo se había abalanzado sobre el nada más escuchar el sonido de los disparos. Cayeron al suelo y Misaki pudo sentir la tibia sangre que comenzaba a machar su pecho. Estaba aterrado, preocupado, furioso.

 

Al detonar de los primeros disparos le siguieron otros, instintivamente Misaki había buscado su propia arma, pero no estaba, había salido desarmado, se había descuidado y eso lo tenía descolocado.

 

Revisó a Kyo como pudo apartándolo de si, no sabía de donde venía la sangre pero su novio lo miró con una leve sonrisa.

 

—Estoy bi-bien. —le dijo con la voz entrecortada por el dolor.

 

Misaki por un segundo respiró y volvió su rostro hacia el lugar donde el hombre que había disparado yacía en el suelo. Misaki agradeció como nunca que Miyagi jamás, jamás lo dejase sin escolta. No lo había notado, aquellos hombres eran invisibles, pero allí tenía la prueba de que estaban cuidándole.

 

El escolta seguía apuntando al hombre que se quejaba sobre un charco de sangre. Misaki se aseguró de acomodar a Ijuuin y se puso de pie para caminar hasta el hombre, le quitó el arma a su escolta y apuntó al hombre ante la mirada curiosa de todos los que se habían arremolinado para mirar la violenta escena.

 

—¿Quién te envió? —preguntó mordaz.

 

El hombre se rio escupiendo sangre por su boca.

 

—T-tú y… y la puta de tu hermano, pronto…morirán…

 

Misaki hizo tres disparos certeros destrozando el cráneo de aquella escoria, que con esas palabras le había dado la respuesta que necesitaba.

 

Ahora, mientras esperaba a que le dijeran que Kyo estaba bien, tejía planes en su mente, planes que nunca debieron haberse detenido por un amor que él sabía no tenía futuro.

 

Finalmente un médico salió.

 

—El disparo pasó limpiamente por su hombro, rozó una arteria, por eso la cantidad de sangre, pero estará bien. La cirugía ha terminado y lo pasarán en un momento a una habitación.

 

Misaki asintió, el médico se asombró de encontrarlo tan sereno, toda vez que había llegado hecho un manojo de nervios al hospital. Era solo que Misaki había tenido mucho tiempo para pensar en aquellas largas horas de espera, había sido muy hermoso el sueño, pero tenía que despertar. Él era eso, una vida de sobresaltos, un ser con una venganza a cuestas y muchos enemigos que liquidar.

 

Misaki le agradeció al médico cuando este le dijo que podía pasar a ver a Kyo en unos minutos. Suspiró cuando el hombre se marchó y se sentó a esperar. Se había adormecido en la calidez de una hermosa fantasía, pero Kyo no merecía aquella vida. Esa vez se había salvado, pero ¿Qué pasaría en las siguientes ocasiones? No, Misaki no quería la sangre de Ijuuin en sus manos.

 

Casi una hora después, escuchó unos pasos frenéticos en el silencioso pasillo. Se puso de pie para recibir a quien llegaba, pero una certera bofetada cruzó su rostro.

 

—¡¿Te metiste en el medio para esto?! Por tu culpa casi lo matan, eres un estúpido, un…

 

Una amarga y cruel carcajada cayó las palabras del recién llegado.

 

—Eres patético. —espetó Misaki con desdén, mirando a Ishi con una marcada antipatía.

 

Ishi iba a proferir otra andanada de insultos, cuando Misaki alzando su mano lo detuvo.

 

— ¡Cállate antes de que te devuelva la bofetada, idiota! —le gritó molesto. —Que no se te olvide que estas aquí sólo porque yo así lo quise.

 

Al chico le temblaron los labios de impotencia, pero no podía rebatir aquel punto. Kyo le había dejado muy claro hacia unos días que no lo amaba, que era Misaki con quien quería hacer su vida. Se había disculpado, le había dicho que entendía si este lo odiaba, pero Ishi no lo odiaba ¿Cómo odiarlo? Ishi lo amaba desde que tenía uso de razón.

 

Misaki miró a la enfermera que vino a buscarle y asintió cuando esta le pidió que lo siguiera. Se giró hacia Ishi y le habló con altivez.

 

—Quizás tengas razón en algo, yo no puedo hacerlo feliz. —Le dio la espalda y caminó tras la enfermera diciéndole sin mirarle. —Estaré sólo unos minutos con él, después es todo tuyo.

 

—Está sedado, puede que no despierte hasta mañana.

 

La enfermera se marchó tras aquellas palabras y Misaki se sentó al lado de la cama, donde Kyo dormía pacíficamente.

 

—Perdóname por esto Kyo y también por lo que voy a hacerte. —murmuró tomando la mano de Ijuuin y besándola suavemente. —pero no puedo, no podría vivir si algo te pasa por mi culpa.

 

Misaki lo miró por largos segundos, se puso de pie y besó dulcemente los tibios labios.

 

—Gracias por hacerme sentir vivo. Aunque fue por poco tiempo amé cada minuto. Me diste un hermoso regalo Kyo Ijuuin, me regalaste un corazón de verdad, pero no puedo conservarlo, así que te lo devuelvo, espero que el idiota de Ishi te haga feliz, tú te lo mereces.

 

Misaki caminó con pesar hasta la puerta, se giró y le dio una última mirada.

 

—Kyo yo te amo. —murmuró quedito y salió silencioso de aquel cuarto y de aquella vida a la que sabía jamás iba a volver.

 

A la mañana siguiente, cuando Kyo despertara, no sería el rostro de Misaki el que vería, no lo volvería a ver jamás.

 

Ishi lo vio salir, se puso de pie previendo un nuevo enfrentamiento, pero Misaki pasó por su lado ignorándolo como si no existiera. Caminó sereno y sonrió con alivio cuando vio una cara conocida al final del pasillo.

 

—Me diste un enorme susto. —murmuró Hiroki que corrió hacia el abrazándolo con fervor.

 

Misaki se aferró a aquel abrazo, sintiendo como la frialdad que siempre lo había cubierto volvía a congelar sus venas. Solo por su hermano debería sentir amor, nunca debió salirse de aquel precepto.

 

—Estoy bien y quiero largarme de aquí cuanto antes. — le pidió con cansancio.

 

Hiroki asintió, sin preguntar más, por la expresión en el rostro de Misaki, sabía que su hermano no lo estaba pasando bien y supo que no era momento de preguntar.

 

—Takahiro san está en la policía encargándose de todo. Miyagi y Shinoda junto con varios hombres están rastreando los testigos para que nadie pueda decir nada en tu contra.

 

Hiroki le relataba todas las medidas que se estaban tomando mientras una camioneta blindada los llevaba hasta un helipuerto, donde se trasladarían a la ciudad de Tokio.

 

Misaki enmudeció de rabia cuando Hiroki le contó lo que le había sucedido a él también.

 

—Es hora de que yo vaya a ver a Akihiko Usami. —le dijo a su hermano con resolución. —Que Shinoda mate al miserable de Nowaki no va a solucionar nada, hay que cortar la cabeza de la serpiente y ese es Fuyuhiko, tenemos que saber quiénes son los focos de escoria que todavía está moviendo el viejo asqueroso ese.

 

Hiroki asintió y tomando las manos de Misaki le dijo firmemente.

 

—Yo también voy a ir a ver a Nowaki.

 

Misaki negó con vehemencia, pero Hiroki apretó sus manos mirándolo con dureza.

 

—Necesitamos ganar tiempo, Misaki, si yo voy y hablo con él, le haré creer que va a conseguir lo que quiere. Tengo que hacerlo creer que me tiene en sus manos, solo así podre conseguir el momento justo para contarle parte de la verdad a Allegra sin dañarla más de lo que sé, va a dañarla todo esto.

 

Misaki suspiró resignado.

 

—Shinoda no va a estar muy a gusto con esto. —murmuró Misaki.

 

Hiroki se recostó del asiento mirando a su hermano con un marcado cansancio.

 

—Pues va a tener que aceptarlo. No voy a seguir huyendo, tengo que enfrentar a Nowaki de una vez por todas. No voy a permitir que Shinoda se ensucie las manos matando a ese bastardo, esta es mi pelea y Nowaki tiene que pagar todo lo que hizo pero de la forma correcta, pudriéndose en la cárcel de por vida. Yo espero… espero que Allegra entienda y con el tiempo, cuando crezca, le contaré toda la verdad.

 

Misaki miró por la ventana pensativo, él también había tenido tiempo para pensar muchas cosas, el también había tomado muchas decisiones aquella noche.

 

—Voy a hacerme un aborto.

 

Hiroki se quedó silencioso. Misaki volteó su rostro y lo miró con frialdad.

 

—No espero que me apoyes, solo que no me juzgues. Este em… esto cumplió su propósito, no puedo seguir adelante.

 

Se veía el dolor, la pena, el miedo, la ira, en las facciones de Misaki. Hiroki estaba tenso y dolido por no poder ayudar a su hermano.

 

—Jamás te juzgaría. —Le dijo tomando su mano con amor. —Te amo y aunque no estoy de acuerdo, también…también te apoyo.

 

Misaki suspiró.

 

—Gracias. —murmuró cerrando los ojos y dejando zanjado el tema, ya no había vuelta atrás.

 

Llegaron a Tokio con el amanecer. Misaki se retiró en seguida a su habitación y Hiroki lo dejó marcharse sin protestar, su hermano necesitaba reponer fuerzas. Pasó por la habitación de su hija, pero esta aun dormía ajena a todo el caos que los estaba rodeando.

 

Shinoda y Miyagi aún estaban en Kioto y Ryu había avisado que iba en camino a la mansión. Aunque hubiese querido recostarse un rato no podía, tenía mucho que hacer, pidió que le sirvieran el desayuno en el estudio y se encerró en este.

 

Pasó largos minutos mirando un número en su celular, desde ese número le había llamado un hombre el día anterior identificándose como el abogado de Nowaki.

 

Finalmente llamó.

 

—Habla Shinojara Hiroki, avísele a su cliente que iré a verlo esta tarde.

 

No dejó que su interlocutor dijera más que un asombrado “Esta bien”, colgó y fue a pararse frente al ventanal que daba al inmenso bosque que se extendía en su jardín.

 

—Iré a verlo, Makoto. —murmuró evocando el recuerdo de su amado esposo. —Ojala estés allí conmigo.

 

Una brisa suave lo envolvió haciéndolo sonreír, él sabía que Makoto aún lo cuidaba desde el lugar apacible donde su alma descansaba.

 

En la tarde y a pesar de las protestas de Shinoda, Miyagi y Ryu, se subió a su auto escoltado por varios hombres y el mismo Shinoda. Misaki lo acompañó hasta el auto.

 

—Yashiro siempre le decía a Makoto que de todos tú eras el más fuerte. —le dijo acariciando su dulce rostro. —Ve y haz creer a ese miserable que nos tiene en su poder. La caída va a ser más penosa cuando sepa como jugaste con él.

 

Hiroki sonrió y asintió, subió al auto y cerró los ojos evitando pensar en otra cosa que no fuera su hija y la sonrisa hermosa con la que esta lo había despedido aquella tarde, cuando regresara, irían a cenar y luego al cine, ellos dos solos tal y como ella quería.

 

—Usami tiene visita.

 

Nowaki se sobresaltó cuando el guardia entró a su celda y le colocó las esposas.

 

— ¿Quién es? —preguntó extrañado.

 

El guardia lo escoltó fuera de la celda.

 

—Tu abogado y otro joven, un tal Hiroki Shinojara. —le respondió el hombre mientras lo conducía por el pasillo. —Tienes suerte Usami, todo el mundo en la comisaria está conmocionado por la visita del joven ese, dicen que es muy rico y poderoso, vino con un montón de escoltas…

 

Nowaki había dejado de escuchar la perorata del guardia una vez que este había anunciado a Hiroki como su visitante sorpresa, por fin lo vería, el final de toda aquella pesadilla estaba cerca o era quizás solo el inicio…


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