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DIRECTO AL CORAZON por Butterflyblue

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Notas del capitulo:

Holaaaa . gracias por sus mensajes ya les respondo a todas, mientras les dejo el nuevo capitulo . Nos vemos pronto. Las quiero un monton.

Responde

 

—¿Sigue dormido?

 

—Sí, llegó exhausto.

 

Akihiko llevó a Misaki a sentarse en la cama, había sido un día muy agitado. Ir a recoger a Hiroki al aeropuerto. Evitar las llamadas frenéticas de Nowaki. Tratar de averiguar qué había ocurrido. El total hermetismo de Hiroki con respecto a su llegada intempestiva tenía a Misaki con los nervios de punta.

 

—Avisé a todo los guardias, Nowaki no va a entrar en la casa a menos que cuente con un ejército.

 

Misaki suspiró y se recostó en la cama, sintiéndose de pronto muy cansado. Agradeció aquel comentario de Akihiko, era bueno que su esposo se encargara de todo ahora, más en ese momento que las fuerzas le fallaban.

 

Su teléfono sonó por décima vez y cuando Akihiko fue a responder, Misaki le detuvo poniéndose despacio de pie.

 

—Es Ryu, también está muy preocupado por Hiroki, no debí decirla nada.

 

Respondió la llamada y Akihiko lo escuchó hablar con suavidad.

 

—Deja de preocuparte Ryu, él está bien, cuando sepa que ocurrió te prometo que te llamaré.

 

Mientras Misaki conversaba con Ryu tratando de tranquilizarlo, el teléfono de Akihiko vibró en el bolsillo de su pantalón. Había silenciado el aparto, para evitar que las constantes llamadas de Nowaki alteraran más a su esposo. Le hizo una seña a Misaki antes de salir de la habitación y este interrumpió su charla con Ryu.

 

—Voy al estudio a trabajar un poco. —le informó besando su frente —. ¿Por qué no te recuestas un rato? Te avisaré cuando Hiroki despierte.

 

Misaki asintió obediente y Akihiko salió dejándolo terminar su charla con su joven amigo.

 

—Deja de llamar. —espetó con violencia, cuando estuvo lo suficientemente lejos de la habitación, para que Misaki no escuchara su llamada.

 

Al otro lado de la línea, un furioso Nowaki le increpó con furia.

 

—No pueden prohibirme verlo. Piensa en Hanari, maldita sea. Mi hija está muy confundida y asustada.

 

Akihiko adoraba a su sobrina, pero había aprendido en aquellos meses con Misaki a endurecer su corazón, a no fiarse del enemigo y Nowaki Kusama era ahora su más peligroso enemigo.

 

—El hablará contigo cuando esté preparado, cuando así lo pida.

 

—Maldita sea Akihiko, tengo derecho…

 

Hasta ese momento llegó la calma de Akihiko.

 

— ¿Tienes derechos! —su risa irónica y cruel, llenó los oídos de Nowaki, enmudeciéndolo. — No tienes ningún maldito derecho Nowaki. Estas libre, escapaste de toda culpa y eso tienes que agradecérselo a esa hija que ahora usas como escudo, como arma para acercarte a un inocente ¿crees que estarías por allí tan campante si Hiroki Shinojara pudiera recordar todo lo que le hiciste?

 

Nowaki se mantuvo en silencio, claro que lo sabía. Llevaba meses viviendo en el infierno de esa certeza, su oportunidad se acabaría el día que Hiroki recordara su horrendo pasado.

 

—Hanari quiere ver a su madre, no le puedes negar eso.

 

Aunque Nowaki apeló a la sensibilidad de Akihiko no consiguió nada, su hermano ya no era su aliado y sabía que en él tenía un peligroso enemigo.

 

—Y lo verá, pero solo cuando Hiroki así lo disponga. —Akihiko se dispuso a colgar la llamada, no sin antes recordarle a Nowaki con mucha satisfacción. —Tú mismo quemaste todas tus naves Nowaki, si hubieses actuado de otra forma, Hiroki aun estaría contigo. No solo te equivocaste negándole a Misaki la cercanía con su hermano, sino que, por todo lo ocurrido, siento que no aprendiste la lección con tus errores anteriores y volviste a convertir a Hiroki en la victima de tus actos. Piénsalo, por algo huyó de ti.

 

Cuando Akihiko colgó la llamada, dejó sumido a Nowaki en una inmensa frustración, estaba metido en un gran lio.

 

Miró con hastío el enorme portón que protegía la fortaleza Shinojara. Cinco guardias le habían impedido la entrada y colocados estratégicamente en garitas de vigilancia, otros le miraban como si quisieran asesinarlo. Sabía de donde venía aquella orden, sabía que Misaki haría todo lo que estuviera en su poder para que no viera a Hiroki nunca más.

 

¿Ahora qué le diría a su hija?

 

—Soy un imbécil. —espetó molesto, mientras se subía a su automóvil rentado, pensando en las verdades impresas en las palabras de Akihiko. Él había causado todo aquel lio, llevándose a Hiroki y comportándose como un imbécil con respecto al embarazo de este. Sería muy difícil recuperar todo lo que había perdido. Su única arma era su hija y usarla de aquella forma le molestaba profundamente, pero no podía hacer nada más. Era eso o perder a Hiroki y eso no estaba dispuesto a aceptarlo. Lo recuperaría a como diera lugar.

 

Se decidió a llegar a casa y calmar a su pequeña hija, que desde que subieron al vuelo esa madrugada en Londres, no había parado de preguntar porque su mamá se había ido de aquella forma.

 

Hiroki despertó bien avanzada la noche. Misaki, que no había podido dormir, se había acurrucado en un mueble cerca de la cama de su hermano, velando su sueño. Le sonrió cuando le vio abrir los ojos y estirarse como un mimado gatito. Aquel gesto le causó pesar. Makoto adoraba que Hiroki hiciera aquello y Shinoda también lo amaba, pensar en aquellos generosos hombres que ahora ya no estaban, le dolió, pero aun así mantuvo su brillante sonrisa y caminó a sentarse al lado de su muy adorado hermano.

 

—Te ves más repuesto. —le susurró, acariciando su rostro cariñosamente.

 

Hiroki tomó la suave mano que le mimaba y la besó con ternura. Se miraron por unos intensos segundos y fue Hiroki el que finalmente rompió el silencio.

 

—Dímelo Misaki, cuéntame el secreto que veo a través de tus ojos. —le suplicó, sintiendo que había muchas verdades que debía conocer.

 

Misaki bajó la mirada y negó con la cabeza. No podía con el peso de aquella suplica, no podía con el horror que ocultaba su mente y así se lo hizo saber.

 

—No me hagas esto Hiroki, por favor…por favor —le suplicó con los ojos llenos de angustia, de horror, de dolor, de lágrimas.

 

Hiroki estaba asustando, confundido, intrigado, pero antes de todos esos sentimientos, estaba preocupado por el dolor que sabía estaba sintiendo su hermano. Lo atrajo hasta sus brazos, lo acurrucó en su regazo y Misaki lloró aferrado a aquellos amados brazos, consumiéndose por la certeza de que el secreto que guardaba su mente jamás seria revelado porque eso sería como matar a su hermano.

 

“Ojala nunca recuerdes, ojala tu mente haya borrado para siempre aquel infierno.”

 

Rogó en silencio, mientras Hiroki acariciaba con suavidad sus sedosos cabellos.

 

Mucho rato después y vencido por el cansancio del desahogo, Misaki se quedó dormido. Extrañado por su ausencia, Akihiko subió hasta la habitación de Hiroki y cuando entró encontró al joven despierto con un demacrado Misaki dormido entre sus brazos.

 

Hiroki le sonrió a su cuñado y le hizo una seña para que se mantuviera en silencio. Akihiko asintió y caminó despacio hacia ellos.

 

—Me lo llevaré a la habitación para que puedas descasar. —susurró y tomó con cuidado a Misaki para evitar despertarlo.

 

Hiroki besó la frente de su hermano antes de que su esposo se lo llevara y cuando Akihiko ya lo llevaba fuera de la habitación le pidió con un dejo de esperanza.

 

—Usami san ¿puede… puede regresar luego de que acueste a Misaki? Quisiera hablar con usted.

 

Akihiko, que ya se había esperado aquella conversación, asintió y salió despacio de la habitación.

 

Cuando dejó sobre la cama a Misaki, lo besó con dulzura y le arropó cuidadosamente, susurrándole con amor.

 

—Duerme tranquilo mi amor, descansa, yo estaré aquí para protegerte. Siempre estaré aquí para cuidar de ti.

 

Hiroki lo esperaba sentando en el mueble, en el que hasta hace poco había estado su hermano.

 

Akihiko caminó y se sentó en un sillón que estaba junto a la ventana.

 

— ¿Nowaki ha llamado?

 

Akihiko respondió con una leve inclinación de su cabeza. Hiroki suspiró y colocó una mano en su vientre, donde ya podían percibirse los ligeros movimientos de su hijo. Aquel gesto nervioso hizo que Akihiko le hablara con ternura, intentando calmarlo.

 

—He atendido todas su llamadas, Hiroki san, le dije que usted le llamaría cuando quisiera hablar con él.

 

—Todo esto es tan complicado. —un suspiro largo salió de los labios del atribulado joven. — ¿puedo confiar en usted?

 

Akihiko sonrió confiadamente.

 

—No puedo ganarme su confianza en un día Hiroki sama, pero sí le puedo decir que estoy dispuesto a dar la vida por Misaki, que lo amo con una profundidad que a veces me asusta. Puedo decirle con certeza que le hice un juramento a mi esposo y por consiguiente a aquellos que ama y sé, que usted es el mayor amor de su vida. Le juré protegerlo con mi vida si fuera necesario, así, que si eso es suficiente, la respuesta a su pregunta es si, Hiroki sama, puede confiar en mí.

 

Hiroki se sentó en la orilla del mueble y lo miró implorante.

 

—Entonces respóndame…por favor, dígame ¿qué sucede?

 

Akihiko se arrodilló frente al aturdido joven y sujetó sus manos con ternura.

 

—Misaki tuvo una crisis nerviosa cuando le pedí que me hablara de mi pasado, de nuestro pasado. Nowaki se alteraba cada vez que le preguntaba lo mismo.

 

Hiroki sollozó y Akihiko no pudo más que abrazarlo para intentar consolar a aquella alma perdida y asustada.

 

—Necesito saber Usami san, necesito saber que me ocultan. —murmuró Hiroki entre sollozos. —Tengo miedo, miedo de no recordar jamás, miedo de perder esa parte de mi vida que no me quieren revelar. No puedo comenzar una vida así, ni siquiera en mi hija puedo confiar ¿Qué dice eso de mí? ¿Qué pasa con Nowaki? Me tenían encerrado en aquel departamento, no me decían que Misaki me llamaba, incluso Nowaki pensaba no volver.

 

Hiroki se desprendió del abrazo de Akihiko y se puso despacio de pie para caminar por la habitación, tratando de ordenar sus ideas.

 

—Sino hubiese escuchado la conversación que ustedes tuvieron, jamás me habría enterado de todo esto y seguiría engañado.

 

Cansado, caminó y se sentó sobre la cama. Acarició su vientre y miró a Akihiko suplicándole que lo entendiera.

 

—Necesito saber por qué no quiere a este bebé, necesito respuestas. Por favor, ayúdeme.

 

Akihiko lo pensó unos segundos y aun temiendo meterse en un camino peligroso, tomó a su cuñado de la mano y lo llevó fuera de la habitación. Hiroki caminó pacientemente y se sorprendió cuando entraron al enorme estudio. No había pisado aquel lugar el poco tiempo que estuvo en aquella casa, antes de que Nowaki se lo llevara de viaje. Pero si había visto a Akihiko y a dos hombres más, entrar y salir constantemente de allí.

 

—¿Por qué estamos aquí? — preguntó curioso.

 

Akihiko lo llevó hasta un sofá y lo sentó cuidadosamente, caminó hasta el escritorio y sacó unas carpetas que puso finalmente en las piernas de Hiroki.

 

Este, esperó unos segundos antes de mirar el contenido de aquellas carpetas. Sabía que abriría una puerta que no tenía retorno, pero necesitaba saber, lo necesitaba con toda su alma.

 

Al abrir la primera carpeta la encontró llena de fotografías. Un hombre apuesto, varonil, con un porte peligroso, lo miraba desde aquellos recuerdos inmortalizados en papel. Levantó sus ojos interrogantes hacia Akihiko.

 

—Ese es Makoto Shinojara, su esposo.

 

Hiroki iba a decir algo, pero Akihiko se sentó a su lado y colocó una mano sobre las suyas, que aun sostenían las fotografías.

 

—No, aun no pregunte nada, déjeme decirle lo que sé.

 

Hiroki asintió.

 

—Usted se casó con Makoto hace un poco más de ocho años. Él era el líder del Clan Shinojara, una poderosa corporación formada por doce de las más pudientes familias de todo el país. De allí viene todo su dinero, él, le legó todo su poder al morir.

 

—¿Cuando murió? — quiso saber Hiroki, mientras miraba con tristeza el rostro del hombre que no recordaba.

 

—Hace casi cuatro años.

 

Cuando Hiroki hizo el ademan de preguntar algo más, Akihiko se le adelantó.

 

—No sé qué ocurrió entre usted y Nowaki antes de ese tiempo. Misaki no me ha hablado de eso. —mintió, claro que eso era lo que había pensado hacer desde un principio. Tenía que decirle la verdad, pero en dosis que pudiera tolerar y la sórdida historia detrás de todo aquello, era algo que no debía revelar.

 

Se puso de pie y caminó, cavilando que debía decir y que no.

 

—Verá… Misaki y yo no tuvimos un buen comienzo y hemos tenido muchos problemas, solo desde que perdió a nuestro bebé, fue que pudimos asentarnos como pareja.

 

— ¿Mi hermano perdió un…bebé?

 

Akihiko, sin saberlo, había dado en el clavo con aquella información. Hiroki no volvería a importunar a su hermano con preguntas, sabiendo que el también llevaba un dolor grande en su corazón.

 

Akihiko asintió.

 

— El día que pasó todo… el día que usted… bueno. El miedo de perderlo, de pensar que moriría hizo que Misaki tuviera un aborto.

 

—Esto cada vez se pone peor. —murmuró Hiroki, con una mano en su corazón. — ¿Por qué no me dijo nada?

 

Akihiko se sentó de nuevo a su lado.

 

—No quería preocuparlo y yo tampoco lo deseo. Nada de lo que pasó fue su culpa. Se lo conté para que entienda un poco a Misaki. Él no es muy abierto con sus sentimientos y tampoco con su historia, así que por eso yo no tengo muchos detalles de su matrimonio con Makoto Shinojara, ni de su pasado con Nowaki.

 

Hiroki cerró la carpeta y se quedó unos segundos mirando el vacío.

 

—Entiendo a mi hermano, el siempre fue un muchachito muy retraído, le costaba exteriorizar lo que sentía. Me ama, ahora comprendo que no dijera nada, lo hizo para protegerme.

 

Se puso de pie y caminó con todas la carpetas hasta la salida del estudio.

 

—A quien no entiendo es a Nowaki. —murmuró, deteniéndose en la puerta. —Él sabía toda La verdad ¿Por qué me mintió? ¿Por qué me hizo creer que habíamos pasado todos estos años juntos? —Un estremecimiento recorrió su piel. — Mi cuerpo lo sabía, algo en mi lo rechazaba, algo me decía que las cosas no estaban bien.

 

De pronto una idea cruzó su mente, se giró y enfrentó a Akihiko con miedo de saber.

 

—Allegra…es… ¿ella es mi hija?

 

Akihiko asintió.

 

—Eso si es verdad. Ella es su hija, Hiroki san. Las circunstancias de su nacimiento también son desconocidas para mí, pero si sé, por Misaki, que Allegra en efecto es su hija.

 

Hiroki sintió alivio, amaba a la niña, la quería y mucho, no quería pensar que también le habían mentido en aquello.

 

—Gracias Akihiko san. Gracias por todas estas respuestas. Ha abierto una ventana para mí, entre toda esta oscuridad.

 

Akihiko sonrió.

 

—Puede confiar en mi Hiroki san, le prometo que puede confiar.

 

Cuando Hiroki salió del estudio. Akihiko dejó escapar el aire que había estado conteniendo. Ya había dado el primer paso. Sabía que Misaki lo reñiría mucho por haberlo hecho, pero de alguna forma tenían que quitar el yugo que Nowaki les tenia impuesto. Ahora que Hiroki sabia la verdad aunque fuera a medias, Nowaki ya no tenía tanto poder. Solo faltaba encontrar la forma de quitarle a la niña y entonces seria momento de sacarlo de una vez por todas de la vida de Misaki y de Hiroki.

 

Akihiko se puso de pie y caminó hasta su habitación con una resolución en su mente. Nowaki tenía los días contados.

 

Hiroki no durmió en toda la noche empapándose de la información que contenían las carpetas que le dio Akihiko. Miró mil veces las fotos de su esposo, buscando despertar recuerdos en su mente, pero solo consiguió sensaciones, sentimientos. Era como si su corazón sintiera por aquella pérdida, un profundo dolor.

 

Cuando lo alcanzó la mañana, había ya tomado varias decisiones, enfocado en cambiar el rumbo que hasta ese momento había llevado su vida.

 

—Buenos días.

 

Misaki lo vio con asombro, cuando apareció en el comedor donde desayunaba con su esposo. No le había visitado en la habitación esa mañana, temiendo encontrar reproche en su mirada. Tampoco había podido dormir bien esa noche. Cuando Akihiko entró en la habitación, lo había encontrado despierto y luego de una larga charla donde le contó lo que había hecho, no tuvo el valor ni la energía para enojarse con él. Quizás había hecho lo mejor, quizás debió haber sido él, quien le contara las verdades a medias, a su hermano.

 

—Hola…buenos días. — le saludó cabizbajo, muerto de vergüenza.

 

Hiroki sonrió y se acercó para besar su cabello con ternura.

 

—Deja de hacer eso, no tengo nada que reprocharte. Siempre has sido un hermano maravilloso. —levantó su mentón para que le mirara y le sonrió, con amor, con ternura, con esperanza. Porque Hiroki sentía esa mañana que algo había cambiado en él, que debía luchar, debía dejar de llorar, era hora de actuar.

 

Misaki le sonrió y se puso de pie para abrazarlo con fuerza, si su hermano estaba bien, él también lo estaría. Era eso lo que necesitaba para volver a ser el mismo. Así, ambos habían encontrado un poco de estabilidad luego de la tragedia que los había marcado.

 

—Buenos días Akihiko san. — saludó a su cuñado afablemente y sentó a desayunar. —Estuve leyendo toda la información que me dejó anoche. Quisiera saber ¿Quién se encarga de los negocios del clan?

 

Akihiko y Misaki le dieron toda la información que necesitaba y un rato después, estaban todos reunidos en el estudio. Miyagi había llegado y muy asombrado y también complacido, le informaba a su jefe todo lo que concernía a los negocios de la Corporación Shinojara.

 

—La familia Isaka maneja todos los aspectos legales de absolutamente todas las empresas. Ellos, junto con los Asahina son los segundos al mando en la corporación.

 

— ¿Recuerdas a Ryu? El vino a casa varias veces cuando te dieron de alta. — le recordó Misaki a su hermano, interrumpiendo la charla de Miyagi. Hiroki asintió y Misaki siguió su relato. —Bueno, él y Kaoru Asahina se casaron hace poco, por eso esas dos familias unieron sus capitales y comandan gran parte del grupo.

 

Hiroki se quedó pensativo un segundo.

 

—¿Podemos confiar en ellos?

 

Misaki asintió sonriendo.

 

—Le confiaría mi vida a Ryu, somos muy buenos amigos, casi como hermanos. —Misaki se sentó al lado de su hermano y tomó sus manos con ternura. —De hecho él va a venir dentro de un rato a visitarnos, se quedó muy preocupado cuando le conté lo que había pasado.

 

Hiroki le sonrió confiado.

 

—Si tú le tienes aprecio, sé que yo también se lo tendré.

 

Misaki estaba feliz, su hermano se veía sereno, incluso un poco feliz.

 

—Ya verás que lo vas a adorar. Ah y va a tener un bebé, desde que se enteró ha estado loco por contártelo. Tu siempre le decías que cuando se embarazara tu ibas a ser muy feliz.

 

La mención de recuerdos que no tenía, hizo opacar un poco la alegría en el rostro de Hiroki, pero solo fue un segundo.

 

—Tener un hijo es una bendición. — murmuró acariciando su vientre.

 

—Shinojara sama, puedo prepararle un informe completo de las actividades del clan y cuando quiera puede ir a las oficinas principales. —Miyagi había interrumpido la charla entre hermanos al ver que el ambiente se enrarecía, no quería que su jefe perdiera el empuje inicial.

 

—Eso me encantaría Miyagi san, pero tu serás quien siga llevando los negocios como hasta ahora. No me siento preparado para retomar nada en este momento, solo quería saber cómo funciona todo. Estar más cerca del legado que me dejó mi esposo, tratar de recordarlo en todo esto que el construyó.

 

Miyagi asintió, sonriendo complacido.

 

—Makoto Kumicho era un hombre sin igual, construyó este imperio con sus propias manos y lo llevó hasta la cima con mucho esfuerzo. Él siempre decía que estaba orgulloso y feliz de que usted tomara el mando de todo, cuando ya no estuviera.

 

—Gracias Miyagi san.

 

Hiroki se despidió con el pretexto de ir a descansar y se llevó a Misaki consigo, tenían cosas que conversar.

 

Cuando los jóvenes salieron de la habitación. Miyagi esbozó una amplia sonrisa, que tomó por sorpresa a Akihiko de quien se había hecho muy amigo. Antes de que este preguntara, Miyagi lo sacó de sus dudas.

 

—Makoto sama y Yashiro sama, siempre dijeron que Hiroki san era de todos, el más fuerte. Hoy acabo de ver lo que ellos veían, la fortaleza en ese corazón que ellos conocían tan bien. Muy pronto el Kumicho Hiroki volverá a ser el mismo de siempre y Nowaki Kusama habrá perdido la guerra que estúpidamente inicio.

 

Fue el turno de Akihiko de sonreír pues él también había visto el cambio obrado en Hiroki, Nowaki había perdió mucho terreno en solo una noche.

 

Misaki y Hiroki se sentaron en la enorme terraza que se abría desde el salón principal de la mansión. Hacía un día estupendo para disfrutar la refrescante brisa que mecía las frondosas ramas, de los árboles que circundaba el vasto jardín.

 

Cubiertos por las sombras de aquellas ramas y sentados en unas cómodas poltronas, los hermanos iniciaron una necesaria conversación.

 

—Debiste habérmelo contado. —le reprochó Hiroki y Misaki sabía de qué le estaba hablando.

 

—Estaba aliviado porque habías sobrevivido y preocupado por tu falta de recuerdos. No hubo tiempo para hablar de mis problemas.

 

—Siempre tengo tiempo para ti. Tú lo sabes.

 

Misaki suspiró con cansancio.

 

—Sí, lo sé, pero tenías un tiro en la cabeza, acababas de salir de un coma y ese hombre…

 

Misaki se interrumpió al ver que había estado a punto de revelar más de lo que debía.

 

—Nowaki te mantenía alejado de mí. —terminó Hiroki por él.

 

Misaki bajó su mirada y asintió. Hiroki quería preguntar más, pero aun no era el momento. Tomó las manos de su hermano besándolas dulcemente.

 

—No quiero ni imaginar lo que debiste sentir. Lamento tanto no haber podido estar allí contigo. Es bueno saber que por lo menos Akihiko san te apoyó y te cuido.

 

Misaki se encontró de nuevo con la mirada dulce de su hermano y le sonrió acariciando su rostro tiernamente.

 

—Akihiko me cuidó, sí, él es… es una persona maravillosa.

 

—¿Lo amas?

 

Misaki no se esperaba aquella pregunta y enfrentarse a esa respuesta era algo para lo que no estaba preparado. Había pasado mucho con Akihiko, se sentía seguro a su lado. Akihiko lo amaba de eso no había duda, pero ¿lo amaba él?

 

Misaki suspiró con alivio cuando fueron interrumpidos por el mayordomo.

 

—Perdonen la intromisión, pero, el joven Ryu acaba de llegar.

 

—Gracias, ya vamos para el salón. Pide que envíen un poco de té para los tres.

 

El hombre asintió a las órdenes de Misaki y se marchó.

 

—Te va a caer muy bien Ryu.

 

Hiroki siguió a su hermano al interior de la casa pero antes de entrar, algo atrajo su atención. Misaki le llamó y Hiroki frunciendo el ceño le siguió. No notó Misaki el gesto, pues estaba entusiasmado de que Hiroki conociera a Ryu.

 

El día pasó sin contratiempo y como en los viejos tiempos, Kaoru Asahina tuvo que ir a buscar a su esposo a la mansión Shinojara, porque este no daba muestras de querer volver a su hogar, aun a pesar de que ya había anochecido.

 

—Asahina sama. — le anunció el mayordomo y Kaoru encontró a los tres jóvenes hablando y riendo en el intimo salón en donde se habían enclaustrado desde la mañana. Allí habían almorzado y merendado, hablando de los buenos momentos que habían compartido. Dándole a Hiroki los recuerdos que podía conocer. Ryu habían entendió la tácita idea de mantener ajeno a Hiroki de los malos momentos, pero darle todo aquello que podía manejar.

 

Ryu saludó a su esposo con un gesto de su mano y siguió con el cuento que habían dejado en suspenso al entrar al mayordomo.

 

—Makoto san nos encontró llenos de barro hasta el cabello, esa noche tenía una cena muy importante con unos ministros y nosotros habíamos puesto perdidos la piscina y todo el jardín trasero. Misaki fue el primero en hablar porque Makoto san no sabía ni como comenzar a regañarnos. “Hiroki quería jugar en la lluvia” le dijo y te acusó con el dedo, ni tu ni yo podíamos creerlo, él había sido el de la idea y por culpa de él termínanos revolcándonos en el barro.

 

—Yo quería jugar a lanzarnos bolas de nieve y a falta de nieve, bueno era el barro que se formó por la lluvia. —Dijo Misaki entre risas.

 

—¿Y me acusaste a mí? —Hiroki no lo podía creer.

 

—Lo hizo. — afirmó Ryu. —Makoto san nos dio un regaño tremendo a mí y a Misaki y nos mandó con unos sirvientes a nuestra habitación para que nos bañáramos, ni siquiera te dio tiempo de defenderte.

 

—Con ese traje que traía puesto, que debió costarle un montón de dinero. — continuó Misaki el relato. —se acercó a ti que estabas rígido en medio de todo aquel caos y te cargó, llenándose todo de barro.

 

Ryu se moría de la risa.

 

—Allí empezaron los gritos. — Le decía Ryu, —comenzaste a insultarlo por tratarte como un niño y pataleaste hasta que te dejó de nuevo en el suelo. Misaki y yo pensamos que iba a nalguearte, pero tomó una bola de barro y la estrelló en tu cabeza. Estabas furioso y antes de que se fuera dejándote allí en medio de una pataleta, tú también le lanzaste una bola de lodo.

 

Misaki y Ryu se quedaron de pronto en silencio. Hiroki los vio extrañado.

 

—Bien ¿Qué pasó después?

 

Los jóvenes se miraron unos segundos y Misaki, con un suspiro, continuó.

 

—Pensamos que se enojaría, pero lo que hizo fue reírse a carcajadas. Te cargó de nuevo y a pesar de tus protestas te llenó de besos.

 

Misaki estaba emocionado con el hermoso recuerdo de aquel gran amor, tanto, que Ryu tuvo que terminar el relato.

 

—Se tiró contigo en medio del lodazal que habíamos armado y te besó muchas veces. Lo último que vimos antes de irnos para darles intimidad, fue que entraba contigo cargado a la piscina. Esa noche no hubo cena con dignatarios y no se les volvió a ver la cara sino hasta bien entrada la tarde del día siguiente.

 

—Makoto…el ¿me amaba?

 

Tanto Misaki como Ryu sonrieron con una inmensa ternura.

 

—Más que a nada, eras todo por lo que vivía, eras su vida.

 

Hiroki suspiró ante las palabras sentidas de Misaki. Pensó que le gustaría recordar ese amor.

 

Kaoru se quedó a cenar con ellos y Hiroki encontró muy amable al esposo de su nuevo-viejo amigo. Luego de que la pareja se fuera se retiró a su habitación despidiéndose con un gran abrazo de su hermano.

 

—Gracias por contarme todas esas cosas, es bonito conocer las cosas que no puedo recordar. —Le dijo a Misaki, besando con dulzura su frente.

 

Pero en el interior de su habitación no logró conciliar las emociones que sentía. Estaba cansado, pero a la vez se sentía lleno de energía. Pensó que debía ser por todo lo nuevo que ahora sabia de su vida. Se dio un largo baño y se sentó en el sillón junto a la ventana. Allí le habló a su bebé como lo hacía cada noche, contándole su día y recordándole cuanto lo amaba. Sintió nostalgia por su hija, se propuso llamar a Nowaki al día siguiente, ya no quería estar alejado de ella y Nowaki y él tenía que conversar.

 

No tenía todo el panorama completo. Quería saber si Nowaki era el padre de su bebé ¿por qué no lo quería? Supuso que se habían vuelto a encontrar después de morir su esposo. Tenía que preguntarle muchas cosas.

 

Mirando por la ventana captó el mismo movimiento que había llamado su atención aquella mañana cuando entraba con Misaki a la casa. Se acomodó mejor frente a la ventana y observó. Unos hombres armados escoltaban a un joven que estaba cubierto por un grueso abrigo.

 

—¿Quién será? —se preguntó curioso.

 

Observó interesado todo el movimiento. Los hombres subían al muchacho a un automóvil diferente al que había llegado y escoltaban a otro llevándolo al primer auto y perdiéndose por un camino que se adentraba en el vasto jardín de la mansión.

 

Hiroki sintió una profunda curiosidad, se puso un albornoz sobre su pijama y caminó hasta el pasillo donde estaba la habitación de su hermano. Cuando iba a tocar la puerta, los ruidos en el interior le hicieron desistir, con una risita traviesa, bajó las escaleras. Era bueno saber que su hermano estaba pasándola bien.

 

Salió de la mansión por la puerta de la piscina. No quería molestar a nadie y trató de pasar desapercibido. Después de todo, estaba en su casa, y solo quería conocer todo aquel enorme lugar. No tenía que importunar a nadie para hacer eso.

 

Caminó por el espeso bosque y sonrió complacido, el lugar era tranquilo y le daba una inmensa paz. De pronto un escalofrío recorrió su cuerpo. Algo recordó, era más un sentimiento que una imagen. Ya había recorrido aquel camino.

 

Trató de pensar con cabeza fría.

 

—Claro que lo he recorrido, esta es mi casa, debo haber pasado mil veces por aquí.

 

Pero no se alejaba la sensación de desasosiego de su mente, algo le decía que era importante estar allí. Sus pies le guiaron por una senda. Mientras más avanzaba, más se aceleraba su corazón. Escuchó muy cerca el rumor de un riachuelo y el corazón pareció querer escapar de su pecho.

 

Él había estado allí, lo sabía, sabía que algo importante iba a pasar. Caminó con pasos inciertos y cuando el follaje se despejó, encontró la casa. Un dolor profundo aguijoneo su cabeza, se arrodilló apretando sus sienes. Las imágenes se agolpaban en su mente, pero no lograba darles coherencia.

 

—Basta. —murmuró sin aliento y todo se detuvo.

 

El dolor cedió y respirando profundo volvió a ponerse de pie. Un movimiento en el interior de la casa le hizo esconderse entre los árboles. A cada movimiento que hacía era más palpable la idea de que ya había estado allí, de que ya había hecho aquello, alguna vez.

 

Los hombres que había visto desde su ventana salieron de la casa y subieron al auto, luego de que se marcharan esperó escondido entre las sombras de los árboles. Las luces de la casa se apagaron finalmente, casi media hora después. Salió de su escondite y caminó sigiloso hasta la casa. Era una bonita construcción, pequeña y acogedora, el riachuelo corría tras las habitaciones posteriores de la casa y se perdía entre el espeso bosque.

 

Hiroki se asomó con cuidado por una de las ventanas.  Los muebles estaban cubiertos por mantas, todo estaba muy limpio, pero parecía que ya nadie vivía allí. Solo que sí vivía alguien, porque aquellos hombres se habían marchado dejando al muchacho que había visto subirse con ellos al auto, dentro de la casa.

 

—¿Será una especie de cuidador?

 

Susurró mientras se escabullía hacia las habitaciones traseras. El Riachuelo representaba un obstáculo, pero Hiroki no era de los que rendían fácilmente, metió sus pies en el agua y comprobó que no estaba tan fría, cuando caminó un poco también se alegró de que no fuera profundo. Así, con su pijama remangada sobre las rodillas y habiendo dejado el albornoz en la grama de la orilla, caminó hasta llegar a las ventanas de las habitaciones.

 

En medio de la oscuridad no pudo detallar mucho. Se acercó lo más que pudo y entonces finalmente logró ver en una esquina de la habitación, una cama. No era una cama normal. Era una cama como esas que había en los hospitales. Ya iba a intentar meter la cabeza por entre la ventana abierta, cuando la luz exterior de la casa se encendió.

 

Hiroki dio un respingo y caminó como ligereza hasta la orilla del riachuelo, cogió su albornoz y corrió como pudo hasta el bosque, escondiéndose de nuevo entre el follaje. Allí, vio al joven que vigilaba, subirse de nuevo al auto que llegaba en ese momento a buscarlo. Todo aquello le parecía extraño, pero también lo vio una oportunidad para entrar a aquella casa que tanto le llamaba a descubrir sus secretos.

 

—Ya sacamos a Soshi san, Misaki sama.

 

Misaki había pasado un día genial, su hermano estaba feliz, se veía muy repuesto y sereno y todo eso se lo debía a su esposo y a su brillante idea de revelarle parte de la verdad. Cuando por fin se encontraron a solas en la habitación, lo que había empezado con un beso de agradecimiento se había convertido en un apasionado encuentro.

 

Hacía tiempo que no hacían el amor de aquella forma y cuando el fantástico frenesí que los envolvió, culminó en un alucinante orgasmo, Misaki escuchó como uno de sus hombres de confianza llamaba a la puerta de su habitación. Tratando de cubrir su desnudez se puso un albornoz y sin recobrar aun el aliento abrió la puerta, mientras Akihiko se vestía, con una gran sonrisa en el rostro.

 

—Misaki sama. — le dijo el hombre apenado por lo que evidentemente había interrumpido. — Lamento molestarlo, pero es… Shinojara sama salió de la mansión, mis hombres lo siguieron y… llegó a la cabaña señor.

 

Akihiko caminó hasta Misaki y puso las manos en sus hombros.

 

—¿Quieres que vaya a buscarlo?

 

Misaki lo pensó unos segundos y finalmente negó con la cabeza.

 

—Sousuke, envía a tus hombres y saca a Soshi de allí.

 

Tanto el guardia como Akihiko lo miraron extrañados.

 

Misaki le sonrió con un dejo de tristeza a su esposo.

 

—Algo lo llevó hasta allí Akihiko, así lo hizo la primera vez, así lo descubrió la primera vez.

 

Misaki puso una mano en su corazón y Akihiko lo abrazó despacio. Acurrucado en el pecho de su esposo murmuró esperanzado.

 

—A lo mejor es el destino. A los mejor él lo despierta. — se separó del cálido abrazo y lo miró con una sonrisa cargada de lágrimas. —A lo mejor así despiertan los dos de esta pesadilla.

 

Hiroki miró al auto perderse por la estrecha vía y cuando ya no quedaba ni el polvo, caminó hasta la casa. Tomó el pomo de la puerta y sonrió.

 

— No puede ser tan fácil. — murmuró, pero si lo fue, al rodar el pomo este se abrió, dejando la puerta abierta.

  

Hiroki se detuvo un segundo antes de entrar, todo aquello estaba resultando muy extraño, parecía obra de alguien, como si quisieran que entrara a aquel lugar. Sacudió la cabeza y con paso firme entró. El interior, tal y como había visto por la ventana, estaba limpio, curioseó por la cocina y el salón principal, todo estaba intacto. Se veía que aquellas estancias no eran usadas. Entonces el movimiento que había llamado su atención esa mañana era por eso, la comida que transportaban era para este lugar, pero ¿para quién?

 

Recordó entonces al joven que se había marchado y la cama que había visto a través de la ventana. Caminó por un estrecho pasillo y encontró la puerta de una habitación entreabierta. La empujó despacio, lo recibió una tenue luz y allí le vio, sobre la cama que había logrado avistar por la ventana.

 

El dolor en su cabeza volvió con violencia, pero apretó los dientes con furia y aguantó el embate. Caminó vacilante hasta la cama, mientras el cúmulo de imágenes se arremolinaban de nuevo en su mente.

 

El hombre sobre aquella cama, tenía un montón de aparatos circundándolo. Una maquinita pitaba levemente y de esta se desprendía unos cables que se pegaban en el pecho del durmiente con unos electrodos. Había agujas saliendo de sus brazos y unas mangueritas en su nariz, que Hiroki supuso lo ayudaban a respirar.

 

Se acercó y estiró su mano temblorosa. Un mechón de rubio cabello tapaba las facciones de aquel rostro y cuando lo apartó con delicadeza, quiso llorar. Lo conocía, conocía a aquel hombre. Dormido parecía vulnerable, triste, pero en las imágenes que logró atrapar en su mente se veía perfecto, fuerte, varonil, hermoso, real.

 

—Quien eres. —le preguntó a quién dormía pacíficamente, tomando su mano y sentándose a su lado.

 

Esa noche, la pasó allí, velando el sueño de alguien que no despertaría para aclarar sus dudas. Alguien que quizás no despertaría jamás.


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