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Universe por Adriana Sebastiana

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Notas del fanfic:

Espero que lo disfruten, tanto como yo lo hice escribiendo.

Kagami es todo un romántico cuando se lo propone... o bueno, dentro de él es todo un romántico.

 

NARRACIÓN DE KAGAMI DEDICADA A KUROKO.

*Los personajes están en su segundo año en la Preparatoria Seirin*

Todos los personajes de Kuroko no Basket son propiedad intelectual de Tadatoshi Fujimaki-sensei.

Universe

[Adriana Sebastiana]

 

¿Sabes? No sé qué es lo que veo a través de tus ojos… o quizás, sí lo sé, pero no quiero compartirlo porque siento que solo es para mí. Soy un egoísta, y lo acepto completamente, no es algo que me moleste. Soy egoísta, pero también soy todo tuyo.

 

¿Qué me hiciste, Kuroko?

 

Estamos en segundo año, y recién empecé a darme cuenta de mis sentimientos por ti. Mientras que tú, bueno… tú sigues como siempre. Cerca, como un buen amigo. Siendo mi luz, a pesar de que siempre digas lo contrario.

 

Son las cinco y cuarto de un día cualquiera… digamos que un jueves de enero. Nos quedamos hasta tarde después del entrenamiento. Estábamos agotados, pero teníamos que ser responsables.

 

—Kagami-kun, ya terminé mi parte. Voy a tomar una ducha.

 

—Claro, Kuroko. Iré seguida.

 

Tú entraste a los vestidores y yo me concentré en mi pequeño trabajito antes de seguirte el paso… ¿Por qué no eran los de primero quienes debían quedarse haciendo el aseo?

 

—¡Uf! Ya era hora… —me dirigí con algo de prisa a la ducha, Kuroko, tú estabas en el cubículo contiguo al mío, así que cuando pasé… bueno, miré tu nívea piel. Tu espalda delicada…

 

Mierda, Taiga. ¿En qué estás pensando?

 

—El agua es deliciosa —tu voz, cómo me gusta escucharla.

 

—Sí, totalmente refrescante. —respondo, y sonrío como un idiota, consciente de que tú no me miras. —¡Oi, Kuroko! ¿Quieres ir al Maji Burger?

 

—Por supuesto. —cerraste la llave de agua, y escuché tus pasos mientras te alejabas.

 

Me demoré un poco más, pensando en la ola de sentimientos que me embargaban. ¿Sentía algo por Kuroko? Bueno, era más cercano de lo que hubiese querido admitir, y me gustaba. Me sentía satisfecho. Pero, ¿qué era eso?

 

Esto me va a partir la cabeza.

 

—Kagami-kun, voy a jugar un rato con Nigou.

 

—Claro, me tomaré un poco de tiempo. —respondí, una vez que salí de la ducha y até una toalla blanca alrededor de mi cintura.

 

En cinco minutos, estaba listo. Te encontré de cuclillas con ese animal lamiéndote la cara. ¡Tsk!

 

—Andando, despídete de Nigou. —añadí y de inmediato lancé mi maleta al hombro.

 

—Hasta mañana. Nigou. —sonreíste delicadamente.

 

Mi corazón se está volviendo loco.

 

Llegamos al Maji, y como siempre, comí todo lo que quise. Fue un día agotador. Tú, tan solo te limitaste a pedir un batido de vainilla. Sonreí, siempre lo hacías.

 

—¿Está tan bueno? —pregunté.

 

—Es delicioso, deberías probarlo. Toma. —y me extendiste tu bebida. ¡Sí, era deliciosa!

 

Oh, mierda. Un beso indirecto.

 

—¿Sucede algo, Kagami-kun? —me miraste atentamente, con un atípico ladeo de cabeza.

 

Tan tierno… irresistible.

No, Taiga… ¡No debes pensar en eso!

 

—No, no es nada. —miré en otra dirección, consciente de que no me iba a escapar fácilmente de tu escrutinio.

 

—Si tú lo dices… —replicaste, y diste un sorbo al batido.

 

¿Qué fue eso?

 

Salimos del restaurante. El cielo estaba arrebolado, y un par de estrellas irradiaban luz desde el espacio sideral. Era un bello atardecer, que simplemente se extendía sobre nosotros mientras caminamos uno al lado del otro.

 

—Kagami-kun… ¿de verdad no sucede nada malo? —me miraste, y por un instante, tus ojos cristalinos me hipnotizaron. —Kagami-kun, si quieres, podemos hablar en el parque de allá.

 

Miré en esa dirección, casi no había personas, y algunos árboles tenían las ramas desnudas y caídas. Pronto recobrarían su vitalidad, con la llegada de la próxima estación.

 

Bueno, si eso significaba pasar más tiempo con Kuroko.

 

Me dejé guiar, y en seguida nos sentamos bajo un sauce llorón. Aún conservaba sus hojas, casi marchitas. El viento soplaba helado sobre nuestras mejillas. La noche se acercaba con rapidez, así que pude percibir tu aliento con claridad, y supongo que el mío propio. Era vaho caliente que salía de nuestro cuerpo, expectante.

 

—Kuroko —dije sin más, incapaz de quitarte la mirada de encima.

 

Lo que pasó después, quizás… fue lo mejor que me haya pasado en toda mi vida de adolescente.

 

Tus orbes celestes, inconmensurables, como dos piedras preciosas sobre una superficie blanca e impoluta brillaban con dulzura. Me miraban, y veía parte de mi reflejo en ellos. No sabría cómo explicarlo, pero mis sentidos se perdieron en alguna clase de dimensión paralela. Me encontraba perdido en esas joyas sin iguales. Pero no era solo eso, sino la forma en que me sonreían. ¡Es cierto! Esos pedacitos de cielo de verano, parecían felices de contemplarme. El agua turquesa de algún manantial paradisíaco al otro lado del mundo no sería rival, ¡no! absolutamente nada lo sería. Me dejaron prendados, me robaron el alma y mis eternos suspiros. Realmente, eran maravillosos. Siempre había sido así… sin embargo, es ahora cuando tengo el valor de exteriorizarlo, de fundirme con mis adentros y disfrutar por unos segundos interminables la infinidad dentro de ellos. De tus ojos dulces, glaciales, adorables… de tus ojos inexplicablemente contradictorios, sublimes e inefables.

 

Me acerqué un poco más, por inercia más que nada.

 

Era más claro. Me sentí hechizado, inerme y suplicante. Seguramente estaba sonrojado hasta las orejas, no lo sé. No me importaba. ¿Qué vi en esos ojos celestiales? Pues, me pareció un Universo en miniatura. Una especie de magia capaz de plasmar la luz de todas las estrellas, y aún más, hasta el punto de opacarlas. Llevándotelas en una espiral perpetua.

 

—Kuroko… —repliqué, aún embobado en la sonrisa de tu mirada angélica.

 

—Kagami-kun… —ni siquiera parpadeaste, con tus largas pestañas de muñeca de porcelana. ¡Já! Aunque estoy seguro que esa comparación no te hubiese gustado en lo absoluto. Rio para mis adentros, y continúo con mi contemplación.

 

Tú no te alejas, y yo tampoco tengo intenciones de hacerlo. Bajo levemente la mirada, y distingo un leve sonrojo en tus mejillas. Tus labios entre abiertos y llenos de ambrosía.

 

Sin embargo, nada dura para siempre, y rompimos el contacto de la peor manera posible.

 

Ni siquiera me di cuenta de las pequeñas gotas que caían sobre nosotros. Era inevitable que una tempestad le siguiera. No dijimos nada, y corrimos a una tienda para guarecernos de la lluvia.

 

No dijimos nada, ni una sola palabra.

 

¿El ambiente era incómodo?

En lo absoluto. Era extraño, pero cálido. Ambos mirábamos en direcciones contrarias, avergonzados, supongo.

 

—Te acompañaré a casa.

 

—Gracias, Kagami-kun.

 

Caminamos uno junto al otro, de nuevo, bajo mi maleta de deportes. En diez minutos llegamos a nuestro destino, y como siempre, fue irremediable el despedirnos.

 

—Hasta mañana, Kagami-kun.

 

—Descansa, Kuroko. —respondí, todavía con los colores en mi rostro.

 

—Parece que no hay nadie… ¿no quieres quedarte hasta que escampe?

 

No dije nada, y no hacía falta. Entré tras de ti, y aspiré un ligero olor a vainilla una vez que me acomodé en tu habitación. Tienes una obsesión con esa esencia, y me encanta. Tú me encantas, Kuroko.

 

—Kagami-kun… lo de hace rato… —doy un respingo y te miro, anonadado. Ya te habías cambiado de ropa y traías una toalla blanca sobre tu cabello rebelde.

 

—¡Discúlpame, Kuroko! Sé que fue muy incómodo para ti, así que, por favor, olvídalo. —espeto con nerviosismo. Pero no pareces molesto en lo absoluto, y solo niegas con un movimiento de cabeza. —¿No estás enfadado conmigo?

 

—No, no estoy enfadado… solo quería confirmar algo. —dijiste en un hilo de voz, pero me sonó a ti mismo, y a esa seguridad que día a día manifestabas así sea en pequeñeces.

 

Sin que pudiera resistirme o hacer algo, y con un movimiento de la mano, sentí tu fría piel sobre mi mejilla, obligándome a observarte, como hace un momento. Iba decir algo, pero te me adelantaste.

 

—Hace un momento, me sentí muy extraño. Tus ojos son tan rojos…

 

—¿Eh?

 

—Pero me gustan. Son cálidos, y parecen sonreír siempre. Son algo salvajes, y amables. Son como tú, Kagami-kun. Me gusta mucho la forma en que me miras.

 

Kuroko, tú quieres matarme, ¿verdad?

 

—No te muevas, Kagami-kun. Aún me falta algo… no lo sé. Pero brillan de una manera extraña —y sin previo aviso, te acercas más a mí, hasta el punto en que podemos sentir las respiraciones del contrario. ¿Kuroko, eres un estúpido? —Es como si escondieras un pequeño Universo. —dices al fin y me desmorono.

 

—Idiota. —toco mi frente con la tuya, obligándote a mirarme desde más cerca. —Eso es lo que veo yo en tus ojos, el Universo. —y siento como te sonrojas.

 

Creo, que por fin comprendes la situación en la que nos has puesto.

 

—Kagami-kun… —tu rostro cálido se acerca a mí, todavía más, y tocamos nuestras narices. —Tú también eres un idiota. —y ríes con gracia, como si un ángel te poseyera por un instante.

 

No, estoy equivocado, tú ya eres un ángel, Kuroko.

 

Tus palabras me cosquillean el alma, así que, sin evitarlo, suelto una pequeña carcajada.

 

Sí, este chico frente a mí me fascina..

Este chico frente a mí me ha robado el corazón.

¿Está mal el desear que nadie más vea esos ojos?

Soy un completo egoísta.

Pero…

Algo me dice, que soy el único.

 

 

Notas finales:

Gracias por su lectura.

¡Viva el Mes de Kuroko!

Aguante el KagaKuro... *3*


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