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La première fois por sugarlimbo

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Notas del fanfic:

Esto lo escribí el 2012 hahaha pero la sensualidad no deja de ser actual.

La première fois.

 

Cada vez que la campanita anunció la entrada de un nuevo cliente, corrí ansioso a ver de quién se trataba; nervioso, expectante, atolondrado. Con esa creciente incomodidad que subía desde mi estómago hasta mi garganta.

 

Cada vez que ese cliente no fuiste tú, retorné  desesperanzado a la trastienda a hurgar una y otra vez en aquella inmensidad de artilugios que había visto tantas veces ya. Y mientras registraba con la pasividad de la costumbre el contenido del cuartito, terminaba como siempre, volviendo al momento que me hizo anhelar el tener, aunque sea el más mínimo, contacto contigo.

 

Y regresaban de pronto a mis oídos, el sonido las gotas de lluvia que chocaban contra los vitrales, el frío en mis dedos y en la punta de mi nariz, el vaho que salía por mis labios y el  vago murmullo de los transeúntes quienes aceleraban su paso ante el repentino aguacero. Rememoraba entonces, esa tarde aburrida que nada prometía.

 

De pronto veía tu figura resaltando  entre la multitud, ese momento cuando impusiste tu propio ritmo ante tu acompañante y te detuviste justo frente a  mi ventana.  Frente a mi, repentinamente,  atenta mirada.  Sin importarte la copiosa lluvia, el frío de la noche, las miradas molestas de quienes casi tropezaron contigo, gesticulaste exageradamente mientras parecías querer demostrar un punto.

 

Y te reíste.

 

E hiciste reír a quien te hacía compañía. Y por tu semblante alegre, dio la impresión de que ganaste algún tipo de discusión.

Se dispusieron a continuar. Pero al parecer, gustabas un poco de llamar la atención  contrariando a los demás; y no continuaste.

 

Aún con la sonrisa en tu rostro y tus labios articulando una conversación, tu cuello giró unos grados hacia la vitrina. Hacia mi vitrina. Y pareciste fijarte en una cosa, luego en dos y luego en todas. Por un segundo, por un instante, pareciste interesado en ingresar.

 

Y en ese pequeño momento, mi corazón dio diminuto pero seguro respingo.

 

No. No fue que me agradaras, al contrario, tenías de esas auras que más me repelían. Esa sobre-maquinada forma de demostrar tu gallardía. Una presencia altanera y avasallante. Eras molesto de pies a cabeza.

 

 Pero ese pequeño hoyuelo en tu mejilla, ese brillo que vislumbré tus ojos después de tu risa, esa picardía innata, esa frescura de tu ignorancia, de cierta forma, me mantuvieron atento. Pendiente; hasta el momento que decidiste irte.

 

No supe qué fue, no sabía quién eras.

 

Pero anhelé verte nuevamente. Esperé por días, semanas y meses esa visita tuya que sólo estaba concertada en lo más profundo de mi cofre de fantasías.

 

Y un luego, mundo de posibilidades. Pensé que no eras de la ciudad, conjeturé que la persona que iba a tu lado era tu pareja, me figuré que tal vez odiabas ese sector de la ciudad, y anoté en mi cerebro la hipótesis que, tal vez, habías muerto en algunos de los accidentes que muestran en el noticiero.

 

Sí. Estaba desdichadamente y teorizadamente seguro de que no te vería de nuevo.

Decepcionantemente seguro.

 

El día que  sonó la campanita y por fin fuiste tú el que abrió la puerta, sentí el corazón en la garganta. Literalmente. Estaba en mi garganta y tenía taquicardia.   

 Me preguntaste curioso sobre un objeto que habías elegido al azar de mi pequeña y acogedora tiendita.

Sentí algo tiritar en mí.

 

Lo demás fue cosas de segundos. El tiempo se volvió veloz y agradable.

 

Jinki”, te dije. “Jonghyun”, me respondiste, sin esperar siquiera mi pregunta.

 

Y más visitas. Y cada vez más seguidas.

 

Tus carcajadas. Tus sonrisas falsas; las sinceras.  Y de pronto tu cercanía, tu cabeza apoyándose fugazmente sobre mi hombro luego de reír mucho; tus susurros; tus historias, las inventadas, las fantaseadas y las reales; las conversaciones junto a una taza de café; y tus peticiones; los repentinos roces de nuestras pieles; las sonrisas cómplices; las palabras no dichas; las ideas comprendidas.

 

Tus exigencias. Mis negaciones.

 

Cada vez que esa campanita sonó, te abrí un poco más, las puertas a mi vida.

Nunca supe qué te llevó hasta esa tienda de antigüedades, ni qué fue de esa noche de lluvia; de tu acompañante.

 

Como un recién nacido, por primera vez a alguien, te entregué a ciegas mi confianza.

 

Y los primeros reales acercamientos. Y de pronto tu mano sobre la mía. Y mi risa tímida, el temblor en mis rodillas. Y la presentación de tus labios de forma concreta. Y la saliva, el sabor a café y tu sonrisa intentado ser socarrona. ¿Qué era ese bombeo constante, esa sensación de saciedad y ansiedad?

 

Voló el tiempo en mi reloj de vida, trayendo más tarde mis dudas, mis inseguridades, mis aprensiones.

Esperé que fueras tan mío, como yo era de ti. Esperé como tu ingreso por mi puerta. Ansioso, pero preocupado.

 

Mas entonces, durante la primera tormenta del invierno, seis meses después de haberte conocido, fui finalmente conocedor de tu dirección.

Y cada vez que me permitiste el ingreso por tu puerta, fue cuando supe que, decididamente, podía confiarme de tu sentir.

 

Y aguardé entonces el anuncio de tu arribada, como sabía, tu esperabas el anuncio de la mía.

 

                                            

 

 

 

 

 

 

 

 ;___Marzo 2012

 

 

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Notas finales:

¡Gracias por leer! Los comentarios son bien apreciados. ¡Un abrazo!


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