Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Un amor amargo y.. amargo por MamaSugaLove

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Hey, hola! Aquí vuelvo yo, pero con una nueva pareja de Haikyuu! ok, sé que de esta no hay; y si los hay yo no los he descubierto aún. Los hice porque me he puesto a pensar y la pareja se me hace algo linda, entonces al ver que no hay de ellos quise hacer One shots; aún no me encuentro preparada para escribir una historia sobre ellos.

 

Perdonen las faltas de ortografía y/o si acaso hay mucho OoC en ambos personajes.

—"Me gusta Tsukishima.."


Todo eso empezó cuando un raro y extraño Hinata, en el entrenamiento, le dijo unas cosas a Kageyama. Unas que él no pudo reconocer por estar entrenando, pero para salir del paso asintió, sin ver aquella sonrisita tímida florecer por los labios del pelirrojo.

En todo el entrenamiento otras dos personas, alejadas de esos dos, parecían algo incómodos. Era solo un poco, pero se notaba entre ellos. Eso causó que el entrenador Ukai se enojara con el cuarteto y comenzara una serie de ejercicios arduos para quitar los pensamientos que podían rondar con insistencia en sus mentes.

Al final, después de incluso ya haberse bañado y vestido, se fue caminando, olvidándose por un momento de eso que Hinata tenía que decirle. Pero no fue para mucho, fue el propio Hinata quien apareció corriendo a su lado, hasta ahí no se recordó de sus palabras.

—Hinata..

—¡Bakayama!.. ¿no me podías esperar? —preguntó alzando la voz como de costumbre e infló sus cachetes en un acto tierno.

Kageyama solo frunció el ceño con molestia.

—Solo cuéntame para qué me quieres, enano —pidió dejando de mirar a Hinata a los ojos para fijarse en que los demás salían de la cancha.

El pelirrojo asintió y tragó fuerte, Kageyama pudo escucharlo. De pronto pareció que Hinata se ponía nervioso, sus mejillas se pintaron de rojo y una capa de sudor jugaba en su frente. Notó el gesto de sus pequeñas y delgadas manos pasandolas por el pantalón de Karasuno con frecuencia. Quiso decir algo, quizás el por qué se ponía de esa forma o algo, no sabía. Pero fue interrumpido por otra persona que no sabía que caminaba hacia ellos, pero no para hablarles.

—¿La plebeya declarando su amor al gran y tedioso Rey? eres patético.

Tanto Tobio como Hinata observaron al rubio que se detuvo a su lado. El primero en reaccionar fue Kageyama, que al momento fijó sus orbes azuladas en el pelirrojo y volvió a notar otro cambio en él, tenía una pizca de miedo en sus ojos acaramelados.

—¿Hinata? ¿qué suce..

—¿Crees que el Rey se fijará en ti? oh, pobre e ingenua plebeya. Siempre piensan que todo va a suceder como la Cenicienta, que lástima que te tengan que abrir los ojos de esta manera.

De a poco los ojos de Hinata se fueron humedeciendo, sus manos estaban apretadas en las orillas de su camisa escolar y su labio inferior temblaba mientras no apartaba la mirada del mayor en estatura. Kageyama observó todo el proceso y giró con un creciente enojo para plantarle un puñetazo directo al rubio, que cayó de bruces al piso.

—Cállate Tsukishima, nadie te a pedido tu opinión —masculló arrasando las palabras con lentitud. Los ojos miel chocaron con violencia y brusquedad a los ojos azulados.

—Jej.. —rió—. No te creas Hinata, el Rey no posee sentimientos. No eres diferente al resto, eres un simple títere.

Hinata terminó por descargar la primera lágrima de dolor, en su mejilla se veía el trazo de esta al pasar. Con un quejido llamó la atención del chico de cabellos azabaches sin saberlo y eso causó que, el enojo que sentía por Tsukishima, subiera a su cabeza y le hiciera perder la razón.

Raciocinio se habia ido y parecía que no volvería en unas horas.

Con un gruñido levantó por el cuello de la camisa a Tsukishima y se fue con él unos pasos alejados de Hinata que seguía parado en su lugar, sin moverse.

Cuando llegó a un lugar donde parecía que Tsukishima no iba a intentar decir otra cosa Kageyama se detuvo y con el entrecejo arrugado desde que lo vio escupió.

—Aléjate y no jodas.

El rubio alzó su mano hasta tocar la superficie de la opuesta y la quitó despacio. Ya no poseía esa sonrisa burlesca y sarcástica que llevaba en la espalda.

—No me digas que lo vas a ilusionar, pobre.

—Vete.

—¿Por qué tengo que hacerlo? quiero ver como le rechazas —comentó bajando el volumen de la voz hasta terminar, con una sonrisa engreída naciendo en sus labios.

Kageyama volvió a apretar los dedos y le espetó otro puñetazo, esta vez en el pómulo derecho a lo que el rubio solo se cubrió esa parte. El azabache jaló con violencia la parte del cuello y lo miró a los ojos.

—Tú me esperas aquí; ni se te ocurra moverte.

—Tus amenazas son patéticas; pero esta bien, aquí me quedo para ver el desastre que harás, querido Rey.

Kageyama lo soltó con brusquedad y giró para irse caminando a donde se hallaba Hinata, ahora mirando al suelo. Llegó a su lado unos minutos después, sin saber qué decir con exactitud llamó al pelirrojo con un carraspeo. Los ojos brillantes de Hinata lo miraron y le brindó una sonrisa amarga.

—Kageyama..

—¿Qué pasa, Hinata? —preguntó con dureza; una que no sentía pero que lo transmitió al otro.

Hinata tragó saliva y bajó la mirada.

—Solo.. quería preguntarte si.. si acaso...

Y alguien impidió.

—Lo siento, pero no me me aguanté las ganas de escucharlos.

Y Kageyama le propinó el tercer golpe, pero en el estómago. Suspiró sintiendo una porción de amargura en su ser e Hinata también le imitó.

—Esta bien, Kageyama. Luego te lo puedo contar —dijo y miró de reojo al rubio que se burlaba con los ojos.

Kageyama siguió frunciendo el entrecejo y asintió, con las ganas de soltar todas esas palabrotas que se retenían en su garganta al rubio engreído de su lado. Hinata le sonrió y con ojos tristes se dio vuelta para caminar a su casa, sus pies se arrastraban en el suelo y su semblante estaba decaído.

Volvió a girar para encarar al rubio que ahora miraba un árbol, parecía que era lo mas importante que sus ojos habian visto. Los ojos de Kageyama parecían centellear con fuego puro.

—Hey, Tsukishima, tenemos que hablar.

Tsukishima rió.

—Parecemos pareja, Kageyama. Pero yo sería el Rey —admitió entre algunas risillas divertidas.

Kageyama bufó cruzando sus brazos al pecho.

—¿Qué insinuas? —preguntó mirándolo altanero.

—Nada.

Esa sonrisa que se posaba en los labios de Tsukishima le decían; no; le gritaban a pulmón limpio que no era así. El azabache sintió sus mejillas enrojecer cuando Tsukishima sonrió a él y desvió la mirada.

—Tsukishima —llamó para despejar el tema—. ¿Por qué le decías eso a Hinata?

El rubio pareció irritarse por la simple mención del nombre y contestó.

—Porque quería.

Ante eso empezaron una secuencias de gritos y palabrotas por parte de Kageyama. Ya que el rubio no tenía por qué decirle todas esas cosas al pequeño Hinata y lo que le había hecho al menor en estatura no estaba bien.

Cuando las horas fueron pasando se hizo por fin de noche, hasta el momento de ahora. Donde ambos seguían hablando sobre Hinata.

—Ya ¿no podemos hablar de otra cosa, rey?

—¡No! —gritó con el cejo fruncido. Tsukishima gruñó, sintiendo ya la frustración de solo hablar del bendito enano.

—¿Para qué quieres hablar tanto de él?

—Porque nada mas me dijiste que lo hiciste porque querías. ¡Eso no se hace!

El de lentes suspiró y sonrió con malicia.

—No fue mi culpa —se defendió con inocencia fingida.

—¡Claro que sí! ¡eres un maldito tonto, patán! ¡mereces estar solo!

—Jaj.. patético, esa palabra te queda espectacular.

—¡Eres un tonto! —exclamó. Se sentía que iba a explotar por cada respuesta que recibía del rubio.

Decidió alejarse un poco de Kei y se sentó en una de las bancas que daba a una playa. Quería controlarse y no pegarle otro golpe al tonto de Tsukishima. También pensó en Hinata y eso que quería decirle, pobre enano.

—Te preocupas mucho por él.

No quiso girar la cabeza por lo que se quedó mirando al mar. La luna los iluminaba con suavidad y delicadeza. Al momento sintió unos brazos enrollarse en su pecho y enrojeció.

—Claro, es Hinata. ¿Qué mas quieres?

—Que no lo recuerdes —dijo y sus labios pasaron al oído de Kageyama—. Me molesta..

El azabache sufrió de unos escalofríos en la vértebra y trató de zafarse, en vano.

—¡Sueltame! ¡déjame, no me toques!

El rostro de Kageyama fue poniéndose rojo con el paso de los segundos y mientras sentía el calor provocado por la vergüenza trataba de salir, sin embargo los brazos del rubio estaban atados a su pecho, haciendo imposible su huída. Al verse sin escapatoria se dejó caer en el pecho de Tsukishima y este último sonrió complacido.

—Kageyama.. —susurró mordiendo el lóbulo de la oreja. Bajó con lentitud, dando leves roces a la única mejilla que tenia disponible en el momento con sus labios hasta mover la cabeza del contrario y también rozar sus labios.

—N-no.. Tsu-tsukishima..

Es que el roce con sus labios le volvía loco. Tsukishima sabía que si Kageyama le daba permiso no se podría contener, y es por eso que esperaba acaso alguna excusa del azabache para detenerse.

—Me gustas... Tobio.

Los ojos de Tobio se abrieron de par en par con sus cejas alzadas, notándose sorprendido y asombrado con la mención de su nombre. Pero aquel no le dio tiempo para procesar y saborear la información dada después, porque unió sus labios en un beso fogoso y apasionado. Uno en donde sus carnosos labios no dejaron de moverse contra los ajenos.

El corazón de Kageyama se aceleró descontrolado dentro de su pecho, le faltaba el oxígeno. No quiso mover sus labios, pero la mano del rubio se acomodó en sus cabellos y le invitó a moverse, a lo que él respondió moviendo sus labios de igual manera.

Lento. Aquel beso llegaba a ser tierno y a la vez, pero el mismo Tobio se encargó de no hacerlo durar bastante. Se separó poniendo una mano en la mejilla del rubio y con fuerza le espetó un puñetazo otra vez en el estómago, haciendo reír a Tsukki.

—Cuando te disculpes con Hinata, veré que puedo hacer.

Y con esa oración al viento frío de la noche se fue. Dejando allí a Tsukishima, con una sonrisa plantada en el rostro.

A la mañana siguiente antes de salir de su casa el azabache se encontró con un alegre Hinata en su bicicleta y se preguntó que sería lo que quería contarle. Con el ceño arrugado se acercó a él y sacó una pequeña caja de leche para beber.

—¡Kageyama! ¡te contaré lo que ayer no pude!

Y el ánimo de Hinata parecía bastante elevado. El de ojos azulados tomó la pajilla para incrustarla en la caja y la acercó a sus labios donde bebió un sorbo.

—Dime.

Las mejillas del pelirrojo se tornaron rojas y contestó con seguridad algo que Kageyama no se esperaba.



—Me gusta Tsukishima, y quiero que me ayudes con él.
Notas finales:

Fue el primero que se me ocurrió y para mí quedó en algo intermedio. ¿A alguien le gusta la pareja? lo sé, solo a mi me gusta, ñee.

 

Si les gustó —que yo lo dudo— pueden dejarme alguna sugerencia, también me pueden ayudar a saber un poco más la actitud de estos dos cuervitos.

 

Sin más, nos vemos.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).