Cap 1: Un quiebre.
Al llegar la noche un gran silencio se posa sobre un pequeño pueblo en Honshu al pie de las montañas del Japón antiguo. Los pueblerinos, satisfechos del día vivido, se refugian en sus tibios hogares fabricados con madera y yerbas, dispuestos a cenar en familia para luego dormir e iniciar un nuevo y rutinario día.
No hay un alma en pie aquella fresca noche de otoño y sin embargo una tenue luz dorada resplandece débilmente entre los frondosos bosques de bambú. Si se tiene un ojo experto se puede divisar a una persona recorrer los despejados caminos de su interior con total calma, aparentemente consciente de la aparente falta del pueblo a esas horas. El sensible oído del chico parece advierte, y no es nada nuevo pues se ha encargado de perfeccionar su cuerpo para captar hasta los leves crujíres de las hojas.
-¿Quién anda ahí? –
Cuestiona con tono autoritario adoptando una pose más ofensiva. Se siente un idiota por haberse dejado rebelar tan fácilmente, aunque tampoco se estaba escondiendo en primer lugar.
Nada. Como respuesta el silencio se vuelve a hacer presente a lo que chasquea la lengua con molestia. Instintivamente cierra los ojos y concentra su atención. “Ahí” Sin dar tiempo de respuesta se lanza en dirección a lo que sus instintos le indican es su acompañante en esa tranquila noche y ahora una serpiente negra de cascabel se revuelve entre sus manos desesperada por volver a la libertad. El pálido chico se sabe en aprietos y en un ágil movimiento acorrala la cabeza de la serpiente contra el suelo de tierra y piedrecillas, impidiéndole a animal el privilegio de morderle cosa que significaría la muerte segura en la situación actual.
Con la adrenalina del momento busca entre sus ropajes una daga y con fuerza y precisión la desliza contra la base de la cabeza del reptil de tal forma que logra arrancarla y lanzarla un par de centímetros más adelante, salpicando sus manos con aquel líquido azulado que comenzó a desprender el cuerpo despojado de su extremidad que aun parecía moverse.
La respiración agitada, finas gotas de sudor que se empiezan a formar en su frente y un leve espasmo le hacen retroceder, ver sus manos y cuestionarse a sí mismo qué hace en aquel lugar.
-¿Sasuke?-
La pregunta le toma por sorpresa, y le hace voltear raudo hacia el emisor. Se encuentra frente a otro joven, uno que ya conoce muy bien. Lanza maldiciones apenas audibles, lamentándose el que sea justamente esa persona quien le sorprenda en aquel lugar.
El chico por su parte, se acerca con notoria preocupación hasta su amigo trayendo consigo la vela que el azabache había dejado metros atrás.
-No te acerques-
Le advierte con aspereza en su tono. Desea que sus palabras actuen como dagas y alejen a ese rubio de mirada cristalina que brilla con la luz de la vela.
El chico se detiene en seco, abrumado por la mirada ajenas pero en ningún momento rompe el contacto visual con el níveo. Parece titubear por un segundo, pero rápidamente se acerca y al tiempo que se desprende de su abrigo, se lo coloca al frio cuerpo junto a él rodeando su espalda.
-Vas a enfermar si te quedas así-
Le habla con lentitud, sus palabras se traducen en calidez.
Aunque ahora no le este viendo Sasuke puede imaginarse la sonrisa despreocupada en su rostro y de alguna forma eso le tranquiliza. Agarra con sus ensangrentadas manos el abrigo, buscando aumentar el contacto de la prenda con su cuerpo y se coloca de pie ya mas recobrado, comenzando un andar lento que luego se torno más rápido.
Su acompañante no emite palabra sino que se limita a seguirle en silencio, las palabras parecen sobrar ya que conoce el motivo del por qué el otro se encuentra deambulando por los lares.
-Naruto… No deberías estar aquí-Murmulla el azabache.
-Te vi saliendo de la casona y tuve curiosidad - Le contesta con una sonrisa zorruna achinando sus orbes cosa que le daba un aspecto realmente semejante al de un zorro – Pensé que sería divertido- Comenta con una seriedad ajena, elevando el tono de voz a medida que iban entrando en confianza con aquella platica sin sentido.
-Oi oi Dobe, baja el tono o despertarás a todos en el pueblo – Le reprende una vez salen de la periferia y se acercan a los límites del pueblo. En ese punto cae en reparo de que ya era bastante entrada la noche aunque por otra parte la luna brillaba con más intensidad que otras noches. Naruto apagó la vela que todavía llevaba, entendiendo que Sasuke tenía ganas de caminar iluminado por aquella senda se luz platinada.
Sus pasos fueron de total sigilo, cosa que ni perros, animales o personas captaron su presencia entre las calles de tierra.
De pronto se vieron frente a lo que pareció ser un enorme lago de plata. El rubio aguardó en la hierba del borde y tomo asiento de forma expectante mientras que ciertos ojos ónix se centraron en un pequeño muelle que llevaba al centro de un resplandeciente lago y se adentró por sus tablillas sujetando un pequeño cargamento en su espalda.
Al llegar al borde, deja salir un silbido muy particular y en unos segundos aparecen unos kois dorados que le rodean con parsimonia. En su iris negro se refleja la piel brillante de los peces, que parecen cantarle una nana especialmente a él.
Se despoja del cargamento que lleva, una especie de cantimplora hecha de piel y quita la boquilla de esta; la acerca al borde del lago y deja caer el almíbar dulce de los bambúes cosa que los kois reciben con agradecimiento.
Pasan los segundos, 2, 5, 10 minutos de total silencio apaciguados por el cantico de los peces. Sasuke vislumbra el lago embelesado con un seño de tranquilidad e incluso alegría, cosa que a los ojos de su único espectador presente le parece simplemente
“Hermoso”
Es lo que susurra aquel personaje rubio que aire embobado quien no logra entender a cabalidad todo lo que está sucediendo pero si logra comprender lo justo y necesario. Lo suficientemente rápido para adentrarse al lago cuando la silueta de su acompañante parece desaparecer con el pasar de las nubes que recubren por unos segundos la brillante luna. Lo suficientemente rápido para sostener ese masculino pero frágil cuerpo que se deja reposar y mecer por las apacibles aguas que nuevamente toman ese brillo platino al recobrar el brillo del exterior y llevarlo a la superficie.
“UWA…ah…¿..Eres, eres idiota Sasuke? – Le recrimina, nadando nuevamente a la orilla con el cuerpo ajeno a cuestas, sabiendo de antemano la respuesta. Lo sabe en la mirada que recibe en retribución al llegar a la orilla, lo intuye en esa mano que ahora acaricia su rostro y juguetea débilmente con las marcas en sus mejillas y con la opresión que siente en el corazón, es más, siempre lo ha sabido, aunque se niegue a aceptarlo.
Salen del lago y deja al chico en las tablillas del muelle sufriendo de pequeños espasmos producto del frío. Se vuelve a buscar un bolso que llevaba consigo minutos atrás del cual saca un nuevo abrigo. Vuelve y remueve con rapidez la parte superior de la ropa del níveo, el cual parece haber perdido el conocimiento; repitiendo la misma acción con sus propios ropajes, para luego abrazar a ese claro y hermoso cuerpo con el bronceado suyo, buscando transmitirle su calor propio.
“realmente eres un idiota” murmura, no estando seguro si va para sí mismo o para el otro. Se siente culpable, sabe que no debió darle tanta libertad aunque también sabe que Sasuke es su talón de Aquiles, negarle algo supone mucho esfuerzo.
Pasado un tiempo, la temperatura de Sasuke pareció normalizarse, por lo que usando el abrigo seco, envuelve su cuerpo y lo carga cuesta abajo por las montañas buscando regresar a la casona bajo la reprimenda que sabe recibirán por parte de las criadas.