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El Mundo Que Dejó De Estar Solo por Dovah

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Notas del fanfic:

Finalmente y después de tanto tiempo, puedo publicar este fic que rondaba en mi cabeza desde hacía mucho (prácticamente desde el capítulo ocho de la segunda temporada).


Como siempre, espero les guste.

Era la primera noche del campamento de entrenamiento en Tokio. Todos dormían plácidamente excepto el capitán de Nekoma. Su mente que no podía conciliar el sueño, se encontraba concentrado en alguien: el jugador once de Karasuno.  

La primera vez que lo vio jugar se dio cuenta que tenía el potencial de un buen bloqueador, cuando lo tuvo de frente al otro lado de la red lo confirmó. Sin embargo, descubrió que su cuerpo no se movía como debería. No explotaba todo su potencial.

Sólo bastó un segundo verlo a los ojos para notarlo. Descubrir que esos orbes dorados llenos de sarcasmo e indiferencia ocultaban otra cosa. Desde entonces la idea rondaba en su cabeza, más con lo que había pasado en la cena de hacía algunas horas.

Esa noche, todos habían disfrutado de la compañía mientras se deleitaron de la cena que las managers habían preparado. De un momento a otro comenzaron a hablar del tema por el cual estaban ahí: Voleibol. En menos de un segundo todos compartieron su pasión por ese deporte. Todos menos Tsukishima. Él se limitó a observar su tazón de comida sin decir palabra alguna. Después de varios minutos con la vista fija en el platillo, agradeció por la comida que no había terminado y salió sin decir algo más. Su mejor amigo parecía indeciso si acompañarlo o no.

Kuroo tomó su teléfono y se sorprendió al ver que era la una de la madrugada. Había pensado tanto en él que el tiempo había volado.

Cansado se levantó y salió del lugar donde todo su equipo dormía. Con cuidado se dirigió al lugar donde descansaba el equipo de Karasuno. Desde la puerta sus ojos lo buscaron y se detuvieron en un futón vacío.

Así que no había vuelto.

Recorrió el pasillo y bajó las escaleras, se asomó en los baños, en los salones y en todo lugar posible. Debía encontrarlo y llevarlo de regreso. Estar en Tokio y ser capitán de un equipo lo hacía responsable de cada uno de los jugadores, fueran o no de su escuela. Buscó por todos lados y cuando estaba dándose por vencido, lo encontró: sentado en la cima de la pendiente donde había escalado con su equipo hacía unas horas como castigo, abrazando sus piernas e inmóvil.

—Oh, finalmente te encuentro megane-kun —Habló con naturalidad per no obtuvo respuesta. Suspiró y se acercó a él —No deberías estar aquí a estas horas de la noche Tsu-kki —De nuevo nada. Se inclinó para verlo de frente y decirle algún otro comentario pero se detuvo.

Kei mantenía la vista en la nada, como si fuera la cosa más interesante del mundo. A pesar de que se pusiera frente a él, a pesar de que lo llamara por su apodo incontables veces, seguía sin moverse. Su mirada era parecida y a la vez diferente a la de su amigo Kenma cada vez que se ponía a jugar.

Para Tsukishima no existía cosa alguna a su alrededor porque en esos momentos se encontraba sumergido en su mundo.

Su vista se encontraba fija en el horizonte mas no prestaba atención a su entorno. De nuevo como en otras ocasiones, su mente divagaba en otro lado. Un lugar en el cual no existía la escuela o el club de voleibol, no existía su familia o amigos, un lugar donde no podía ser...

Un ligero sonido llegó a sus oídos. Una voz que tranquilizó su mente pero que a la vez lo alejaba de su universo. Frunció el ceño, pues no quería alejarse de su soledad, no ahora. La voz volvió a decir la palabra y cuando pudo distinguir lo que dijo, su mundo dejó de existir.

—Kei.

Escuchar su nombre rompió el hechizo en el que estaba. Se talló los ojos como si hubiera despertado de un sueño y finalmente se percató de la persona que tenía delante de él.

—¿Kuroo-san?

—Así que le atiné a tu nombre —Sonrió —Por un momento pensé que me había equivocado, Kei.

—Por favor no me llame de esa forma. ¿Qué hace aquí? —Preguntó lo más amable posible.

—Eso mismo te pregunto. Por si no te has dado cuenta —Señaló el cielo estrellado —Ya es muy noche.

—Tiene razón, lo siento —¿Cuándo se había ocultado el crepúsculo? No tenía idea, mas no intentó levantarse.

—Es extraño que tu amigo no esté contigo Yana… Yama…

— Yamaguchi —Acomodó sus lentes —Y sabe cuando necesito un momento de tranquilidad.

—Se nota que es una buena persona.

—Lo es. Ahora también le pido que me deje solo.

—Claro, claro —Se sentó a su lado. Tsukishima tronó la lengua, se levantó y comenzó a caminar —¿Ya te vas? — Habló sin apartar la vista del paisaje —O intentas escapar —El menor detuvo sus pasos —Buscar otro lugar lejos de todo y sumergirte de nuevo en tu mundo —Volteó a verlo —¿Le atiné?

—Lo que haga no es algo que le incumba —Contestó con voz neutra.

—En primera, deja de ser tan amable que me haces sentir viejo y en segunda, quiero saber.

—Por qué.

—porque te encuentro interesante.

—En ese caso —Le sonrió —Es mejor que vaya con Hinata. Él es mucho más interesante que yo en varios sentidos.

—Chibi-chan es divertido e interesante pero tú lo eres más para mí.

—Sólo soy una persona normal.

—Una persona con grandes capacidades pero me sorprende que no sepas aprovecharlas. Digo, eres muy listo y alto, podrías ser muy bueno.

—Agradezco el alago pero no soy más que una persona sin cuali…

—Dime Tsukki ¿Por qué te sientes inferior a los demás?

—¿Disculpa?

—Por qué te sientes inferior a los demás —Volvió a repetir y se puso de pie —Tú mismo lo dijiste.

—Yo no dije nada de eso.

—Claro que sí —Se aclaró la garganta —“Hay mucha diferencia de talento entre nosotros”. Eso dijiste cuando te molesté con lo de chibi-chan.

—Sólo digo lo que es verdad —Realizó una reverencia —Ahora si me disculpa.

—Por qué sufres —Comenzó a caminar.

—Yo no…

—No lo niegues porque puedo verlo en tus ojos.

—¿Eh?

—Es muy sutil pero ahí está —Se detuvo frente a él —Dolor, rencor… decepción.

Tsukishima lo contempló un momento y después comenzó a reír.

—Creo que estás equivocado, Kuroo-san —Se dio la vuelta.

—Por qué huyes.

—No estoy huyendo —Intentó ser amable, pero la paciencia se le estaba acabando.

—Claro que lo haces. Pones una barrera que impide que la gente pueda entrar, incluso a tu amigo. Siempre está junto a ti pero tú no estás junto a él.

—¿No crees que estás siendo muy grosero? Capitán de Nekoma —Preguntó con frialdad.

—Sólo soy sincero a lo que mis ojos ven —Lo señaló —Y en este momento lo que mis ojos ven es a ti. ¿No te cansas de estarlo?

—Tsk. Estás llegando muy lejos.

—Apenes estoy comenzando.

—Bien —Arrugó su frente —Dime qué es lo que quieres para que me dejes en paz —Habló sin importarle en lo más mínimo que se encontraba frente a un superior.

—Quiero saber porque sufres, porque te alejas de todos, porque te ocultas. Porque…

—¡Y que tiene de malo! —Habló con fuerza. Su paciencia se había terminado —¡Qué tiene de malo que no de todo lo que tenga que dar! ¡Qué tiene de malo querer estar solo!

—No tiene nada de malo.

—¡Entonces!

—Pero es triste —Acarició su mejilla —Es triste que cargues el peso tú solo. Que no quieras apoyarte en nadie. Que no quieras superarte. Que tengas miedo.

—Miedo a qué —Apartó su mano.

—A ser lastimado, a sentirte decepcionado —Tsukishima retrocedió un paso —no lo sé. Hay muchas razones pero esas son las más probables por lo que me demuestran tus ojos.

—Tú no conoces nada de mí como para andar suponiendo cosas.

—Muy cierto, pero por eso quiero hacerlo —Se le acercó más —Quiero saber tus preocupaciones y miedos.

—Yo no tengo miedo.

—Todos le tememos a algo. Dime —Toco su pecho —Qué es lo que sientes.

Era la última noche del entrenamiento en Tokio. Todos dormían plácidamente excepto el capitán de Nekoma. Nuevamente lo había visto escapar y lo confirmó al notar su futón vacío. Era comprensible, desde la primera noche habían pasado muchas cosas: había tenido una discusión con su amigo (o más bien su amigo lo había enfrentado por primera vez). Se había acercado a ellos y ahora se mostraba más decidido a la hora de bloquear. Todavía le faltaba pero había hecho un gran avance. También se había enterado que tenía un hermano gracias al jugado número 5 de Karasuno.

No buscó en los baños, la cocina, o en los salones como la primera noche. No recorrió los largos pasillos. Ya sabía dónde se encontraba. Salió de la escuela y se dirigió donde estuvo la primera noche, donde estuvo todas las noches.

Desde aquel primer encuentro, la noche era siempre la misma: Tsukishima se perdía en su mundo y Kuroo lo observaba a la distancia. No se acercaba ni lo molestaba, sólo se limitaba a esperar. Esperar a que el menor saliera de su trance y seguirlo a una distancia prudente mientras regresaban. Pero esa última noche iba a ser diferente, porque gracias a su amigo Yamaguchi, había descubierto la verdad esa misma tarde. Ahora todo cobraba sentido.

Como todas las noches, Tsukishima seguía ahí, sentado sobre la misma pendiente y en la misma posición, como si el tiempo nunca hubiera transcurrido. Inmerso en su mundo, un lugar donde no podía ser herido o decepcionado, no otra vez.

Intentó decir su nombre, mas no fue necesario. Tsukishima sintió su presencia, volteó a verlo y regresó su vista al horizonte. Tetsuro suspiró y se sentó junto a él. Nadie dijo nada. Romper el silencio era absurdo, las palabras estaban de más.

Con cuidado, el mayor sujetó su mano y entrelazó sus dedos, haciéndole recordar que no estaba solo, que nunca lo estuvo y jamás lo estaría. Kei correspondió el afecto con sutiliza y Kuroo sonrió ante el tenue toque.

Tsukishima podía sumergirse en su mundo como siempre lo hacía. Era bueno escapar de la realidad de vez en cuando, pero a diferencia de antes, él estaba ahí. Creando una brecha para que su universo se llenara de nuevas y agradables experiencias.

Recordándole que su pequeño mundo jamás volvería a estar solo.


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