-¡ES SASUKE!- Gritaron con terror impregnado tanto en sus ojos como en su voz unos aldeanos.
Una red voló hacia un chico de cabellera negra picuda, y ojos de igual color, con una especie de kimono (1) azul oscuro, y en su cabellera le sobresalían unas orejas. En cuanto la red le impidió seguir, al azabache le crecieron las uñas, bueno, garras, rompiendo la pobre red.
El azabache, con sus pies desnudos saltó en los tejados, esquivando todos los ataques de los aldeanos intentando capturarle, hasta llegar al tejado de un templo, rompiendo y entrando desde arriba.
Todo dentro del templo era muy oscuro, y habían unas especies de lámparas de fuego. El azabache, quedó un par de metros lejos de éstas, en una posición algo deforme. El fuego causaba mucho humo, por lo que el ojinegro con las largas mangas de su kimono o toga azul, tapó su nariz.
Después de tanta lámpara de fuego, había en una especie de altar una perla naranja brillante, con una cuerda, en la cual habían muchos trozos en forma de rombo, de color negro (2). El azabache, fue hacia donde se encontraba la perla, y la cogió con sus garras.
De pronto, unos aldeanos abrieron la puerta del templo, llevando lanzas en sus manos. El azabache volteó, y en cuanto lo hizo, los aldeanos le tiraron las lanzas, intentando dañarle, pero en vez de dañarle, le daban a las lámparas, provocando que éstas cayeran, quemando el templo. Y el azabache, antes de que el fuego le alcanzase, saltó muy alto, provocando que de vuelta el tejado del templo se destrozara, y éste explotara, con los aldeanos dentro.
-¡Así aprenderán!- Dijo el azabache, esquivando los trozos de madera con fuego que volaban, protegiendo la perla. –¡Con esto, podré convertirme en un auténtico demonio!- Volvió a decir, aterrizando en un lugar de piedra.
-¡SASUKE!- Gritó una rubia de ojos azules, con marquitas en sus pómulos, con un arco listo para disparar. De la flecha, algo naranja empezó a brillar desde la punta de la flecha, y disparó.
El ojinegro, justamente estaba por pasar al frente de un árbol, y la flecha se dirigía a él. Y la flecha, se clavó justamente en el lugar que estaba su corazón, causando que diera un gruñido de dolor, y que la perla se le cayera de sus manos, cayendo en la fría tierra, en frente del árbol en el que está clavado.
Una viento causó que su cabello –El de la chica- se agitará tan solo un poco, llevándose también unas hojas en el proceso.
-Na-Naruko…- Susurró el ojinegro, levantando un poco su brazo, con los ojos entrecerrados. -¿P-Por qué tú…?- Antes de acabar lo que iba a decir, cayó en un profundo sueño del cual quizás no despertaría.
La chica, yendo lentamente hacia la perla, se arrodilló frente a ésta, mientras que por detrás venía una niña con un kimono verde, de cabello rubio, con un parche tapando su ojo izquierdo, pero su otro ojo era de un color miel, corría hacia la otra rubia, diciendo: -¡Hermana!-, junto a otros aldeanos, solo que ellos decían: -Naruko-sama.-
-Está gravemente herida.- Dijo un aldeano, al cual llamaremos Pedro.
-Hermana, ¿cómo te hirieron?- Preguntó la niña.
-Esto me sucedió… Por no tener cuidado en el momento de mi ataque.- Dijo la rubia mayor, agarrando la perla, poniéndola frente a su rostro. –Y todo por esta perla… La Sharingan No Tama…- (3).
La ojiazul apenas se podía mantener arrodillada, por lo que su hermana le ayudó, diciéndole: -Hermana, debemos curarte enseguida-.
-Estoy a punto de morir…- Dijo Naruko. –Así que, escúchame, Tsunade… Toma. Haz que arda junto a mis restos… ¡Jamás deberá caer en manos equivocadas!- Dijo, antes de que su cuerpo caiga a la fría tierra.
-¡Hermana, hermana!- Gritó Tsunade.
Cambio de escena
El cuerpo de Naruko, era rodeado por fuego, y la perla estaba entre sus frías manos. ‘Me llevaré conmigo… A la Sharingan No Tama al otro mundo…’, fue su último pensamiento. Pero antes de que pudiera morir incinerada, la joya brilló. Y después de eso, su cuerpo fue quemado, hasta que no quedó ni una ceniza.