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Estás arrestado por Naruko

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Notas del capitulo:

Que haya tenido que llegar una pandemia para sacarme de mi tranquila jubilación fictionera, tiene delito. Pero aún más delito tengo yo por no haber finalizado esta historia que desde hace años tengo escrita y guardada en un cajón, junto con muchas otras historias que a partir de hoy voy a comenzar a publicar. No tengo excusas, la verdad es que durante un tiempo algo hizo que me apartara de todo aquello que me hacía feliz como la escritura, y es un tremendo error por mi parte que espero poder enmendar de ahora en adelante.

Capítulo 4

1

Sasuke llegó a la conclusión, hacia la media noche, de que Los Siete Pecados duplicaba el aforo máximo permitido.

La discoteca estaba a reventar.

El techo, teñido de coloridas y estroboscópicas luces de neón y láseres de colores se combaba sobre un bullicioso mar de carne y músculo que bailaban frenéticas en la pista de baile al ritmo del vibrante tema "Sandstorm" de Darude, cuya única melodía se basaba en un repiqueteo instrumental constante y adictivo.

Sasuke arrugó la nariz con desagrado. El fuerte olor a sudor y nicotina, a humanidad alcoholizada impregnaba el ambiente. Sasuke tuvo que esquivar a decenas de personas que iban y venían sin aparente destino, que lo empujaban, manoseaban y trataban de retenerlo con una vulgar propuesta de sexo rápido en el cuarto oscuro antes de encontrar un rincón tranquilo y poco iluminado al final de la larga barra de bar. Se sentó sobre uno de los altos taburetes e hizo una señal al camarero para que le sirviera un Tom Collins.

Los siete pecados estaba en auge. Y como toda discoteca de moda que se preste, se veía atraída por público de toda índole, a pesar de ser un reconocido local de ambiente por la llamativa bandera multicolor que adornaba la entrada. Disponía de tres zonas; la pista de baile de diferentes niveles en cuyo centro se levantaban varias tarimas y jaulas desde donde admirar a los múltiples gogos semidesnudos, la zona de reservados, repleta de cómodos sillones y butacas donde el ambiente resultaba más cerrado e íntimo, y una DarkRoom, lugar tan oscuro como la boca de un lobo, donde el cliente podía conseguir un encuentro sexual rápido y generalmente anónimo.

Sasuke nunca había entrado en una, pero no era necesario adentrarse para saber lo que albergaba en su interior.

Ninguna de esas salas era de su interés.

La zona VIP, el espacio que solía ocupar Kaguya junto a sus pesquisas, se encontraba en el segundo piso. Escalera que defendían cuatro fornidos seguratas de todo aquel curioso interesado en subirlas. La zona VIP disponía de una ventana, algo así como un mirador que daba una panorámica completa de la pista de baile, y por el que ella solía asomarse en busca de su siguiente víctima.

A Sasuke no se le daba bien bailar, mucho menos seducir. Para no faltar a la verdad, no conocía ni una sola frase con la que iniciar un burdo flirteo. No las necesitas cuando dispones de un cuerpo de infarto y una sonrisa que levanta tantas pasiones como las humedece. Pero la misión requería el esfuerzo de desplegar sus encantos masculinos para cautivar a Kaguya. Se sentía aliviado de que ese usuratonkachi no estuviera allí para verlo hacer el ridículo.

Y pensando en el idiota de turno.

Sasuke no pudo evitar soltar una lacónica carcajada ante el recuerdo. El rubio seguía siendo un jodido experto en el arte de ser ingenuo, bobo y encima dormilón. Un policía instruido como él debería haber previsto sus movimientos. Casi lamentaba no estar allí para verlo despertar esposado al cabecero de la cama, desnudo y de muy mal humor.

No todos los días podía decir que había dejado a un hombre insatisfecho y maniatado a la cama, sin justificación que abalara su ausencia.

Pero no iba a permitir que cargara con una responsabilidad tan grande.

Ya lo hizo una vez. Y casi muere en el intento.

No dejaría que el destino intentara arrebatárselo de nuevo.

Ese idiota.

Naruto continuaba ejerciendo un poder de atracción sobre él incapaz de eludir. Cuando lo miraba fijamente con aquellos límpidos ojos azules, tan franco, tan sincero, cuando le sonreía con aquellos dientes blancos, cuando se tocaban aunque fuese para iniciar una pelea, los planetas de su universo interior dejaban de girar. Y en su mente sólo existía Naruto.

¿Qué otra cosa podía explicar que hubiera caído rendido entre sus brazos al más mínimo contacto?

Alguien se sentó de forma brusca en el taburete colindante y molesto giró el rostro hacia su derecha. A Sasuke se le desdibujó la sonrisa tras reconocer la alta figura de cabellos rubios, alborotados y rabiosa mirada azul cobalto que lo fulminaba rencoroso.

—¿No había un cabezal unido a tu muñeca? —inquirió frunciendo la boca desabrido.

—Buen truco –con un golpe seco, Naruto depositó sobre la barra del bar las maltrechas esposas visiblemente dañadas a falta de llave maestra que las abriera—. Pero necesitarás algo mejor para detenerme.

Los labios de Sasuke de líneas perfectas formaron una sonrisa pequeña, cálida y culpable. No esperaba menos de él. Conociendo al rubio idiota, le habría decepcionado que una simple atadura hubiera acabado con la tenacidad que tanto lo caracterizaba.

Era una de sus muchas virtudes.

Y defectos.

—Le diré a mi hermano que te lo descuente de tu sueldo —replicó escondiendo las esposas de miradas curiosas.

—Puedes sumarle el cabecero de la cama también. No ha corrido mejor suerte que los grilletes.

Naruto señaló al camarero, después al coctel de Sasuke y articulo "otra" silenciosamente echando un rápido vistazo en rededor.

Itachi había ido a buscarlo esa misma mañana al piso de su hermano menor cuando éste curiosamente se había presentado en la oficina a primera hora de la mañana alegando que Naruto no se encontraba bien y había decidido finalmente no participar en la misión. Encontrárselo desnudo y atado al cabecero de la cama no distaba mucho de la idea que se había formado en su cabeza de lo que ocurriría entre ellos cuando los obligó a compartir techo por una noche.

De hecho conociendo a Sasuke, le extrañó que no hubiera contemplado la posibilidad de dejarlo también inconsciente.

—¿De dónde has sacado la ropa? —escudriñó Sasuke.

—Tu hermano me la ha prestado —y antes de que el moreno pudiera realizar algún comentario jocoso, prosiguió de forma pícara—. ¿Parezco gay?

Sasuke lo examinó con absoluto descaro.

Lucía el cabello menos alborotado que de costumbre, ligeramente engomado con algún tipo de gel fijador que domara el nido de pájaros y en perpetuo desorden que normalmente solía anidar en su cabeza. Vestía una ajustada camiseta de rejilla en tono naranja que remarcaba suculentamente cada uno de los músculos de su abdomen, torso y hombros. Los pantalones de cuero negro se apretaban tiernamente a cada línea de sus caderas, glúteos y fuertes piernas. Por no hablar de lo que anidaba justo en el centro de las mismas. El colofón lo remataba unas botas militares negras de media caña a juego con la vestimenta.

La visión resultaba terriblemente irresistible.

—¿Y bien? —Naruto le miró de soslayo ante el duro escrutinio de su marido—. ¿Te gusta lo que ves?

Sasuke emitió algo así como un gruñido. Pero aquella forma de mirarlo, como el viajero sediento que encuentra un oasis en medio del desierto, era tan reveladora como una confesión escrita.

—Pareces un estríper de saldo — masculló tomando un sorbo de su coctel. Por alguna extraña razón tenía la boca seca—. Por suerte tus pantalones están lo suficientemente ajustados como para que nadie quiera fijarse en otra cosa.

—¿Me has estado mirando el culo? —ronroneó el rubio juguetón desplegando una blanca sonrisa. Estaba seguro de haberle visto dirigir al menos tres miradas inequívocas a su culo y dos a su entrepierna en su meticuloso escrutinio.

Sasuke rehusó entrar en su juego cambiando de tema.

—No deberías estar aquí —le reprendió, masticando las palabras. Sus ojos oscuros se clavaron en los de Naruto, y al instante supo con total certeza que lo decía en serio—. ¿Por qué demonios has tenido que entrar? Ya lo tenía todo organizado para que no tuvieras que hacer de cebo.

—Basta de juegos, Sasuke —respondió con serenidad Naruto poniendo toda la carne en el asador—. No más trucos ni cadenas. Voy a ser el cebo como le prometí a tu hermano y tú no vas a impedirlo. Los dos somos lo suficientemente profesionales como para dejar nuestras rencillas personales en el pasado y terminar juntos esta misión —Sasuke no parecía estar en absoluto de acuerdo con él, por lo que Naruto se apresuró a zanjar—. Son órdenes de tu hermano, el comisario, y debes acatarlas como el resto de efectivos que vigilan el perímetro en el exterior. Ahora dame el colgante.

Sus palabras no recibieron réplica. El moreno podía negarse, intentar hacerle entender que temía por su vida, que no sería capaz de reponerse si algo malo volvía a sucederle. Pero el idiota rubio era tan obstinado, tan testarudo y tan cabeza dura…

—Escúchame, Naruto…

—Dámelo —insistió extendiendo la palma de la mano.

—No seas tozudo.

—El burro hablando de orejas.

—Ni siquiera sabes lo que tienes que hacer.

—Por supuesto que lo sé. Tu hermano me lo ha explicado con todo lujo de detalles de camino hacia aquí.

"Estúpido Nii-san", resonó en su fuero interno. Ahora comprendía quién le había ayudado al dobe a quitarse las esposas en un tiempo record.

Resignado a perder contra la autoridad de su hermano y la terquedad de Naruto, Sasuke accedió a quitarse el colgante de su cuello; una hermosa piedra azul cobalto que escondía una diminuta cámara de video en su interior.

—¿Has podido localizar la entrada a la sala VIP? —cuestionó el rubio recolocándose la pieza, que curiosamente hacía juego con el vivo color de sus ojos.

—De frente, a tus dos menos cuarto. El acceso está cubierto por cuatro matones, dos a cada lado de la escalera. No intentes traspasar la barrera por la fuerza. Están armados, y no nos interesa llamar la atención antes de tiempo.

El rubio volvió la vista por encima del hombro impaciente, divisando a su espalda la escalera referida. Genial. Un lugar lleno de gente armada que no piensa ayudarnos.

—¿Y cómo pretendes que suba hasta allí si no es por la fuerza? —preguntó girándose de nuevo hacia la barra donde el camarero había depositado una copa idéntica a la de Sasuke. Naruto tomó un trago.

—Saltarás a la pista de baile y moverás el culo como si hubieras nacido para ello.

El rubio escupió la bebida en todas direcciones.

— ¡¿Qué?! –chilló boquiabierto.

—Es la única manera de llamar su atención sin levantar sospechas. Kaguya suele elegir a sus víctimas desde el reservado y aún no ha cazado a nadie —alzó la vista para reconocer el gran ventanal donde se ubicaba la traficante—. Eres rubio. No creo que te suponga mucho esfuerzo.

—¿Y eso qué tiene que ver?

—¿Cuántos rubios ves aquí?

Un rápido vistazo a la multitud allí congregada bastó para llegar a la conclusión de que era el único. Por lo menos natural. La gran mayoría mostraba rasgos asiáticos de piel pálida y cabellos oscuros. Algo realmente común en la ciudad.

—Llamarás antes su atención —dictaminó el moreno.

Naruto examinó de reojo a Sasuke mientras tomaba otro sorbo de su coctel con más calma. No estaba de acuerdo en absoluto. Sasuke llamaba la atención mil veces más que él sin siquiera mover ni un músculo. Y si por una casualidad altamente improbable se le ocurriera saltar a la pista de baile a mover el culo, la mitad de los allí congregados sufriría una hemorragia nasal, mientras la otra mitad intentaría violarlo.

—¿Qué harás tú mientras?

Sasuke ladeó la cabeza, y algunos mechones oscuros de su flequillo cayeron sobre sus ojos, velando la intensa mirada que fue dirigida únicamente para él.

—Vigilar que no la cagues.

Naruto volvió a dar otro largo trago, consumiendo completamente el vaso.

—Deja de beber o no tendrás tus sentidos alerta —le reprendió quitándole de las manos la bebida.

—Si no bebo no seré capaz de bailar.

—Si te bloqueas durante la búsqueda, usa el efecto boomerang.

Naruto alzó las cejas dudoso.

—¿El efecto qué…?

Sasuke alzó la vista hacia él con desaprobación, como diciendo ¿Y tú eres policía?

—Si te hacen alguna pregunta comprometida a la que no quieres contestar, responde con un cumplido o con otra pregunta —aclaró—. Cumplidos para las mujeres. Preguntas para los hombres. Eso los distraerá de la cuestión inicial. Si no te aclaras con el efecto boomerang solo suelta palabras al azar. ¿Lo has entendido?

No demasiado. Pero lo de pronunciar palabras al azar parecía algo relativamente sencillo de recordar.

—Tranquilo. Me morderé la lengua antes de soltar alguna burrada.

—Mejor hazle un nudo. Quién sabe si volverás a necesitar ese talento innato tuyo —insinuó recordando un pasaje húmedo y terriblemente satisfactorio de la noche anterior.

—Sobre lo de anoche… —inició Naruto dubitativo.

—Ya habrá tiempo para hablar de eso —le cortó—. Ahora concéntrate.

Naruto asistió antes de tomarse de un largo trago lo que quedaba del coctel de Sasuke y limpiarse la boca con el dorso de la mano.

Comenzaba la misión.

—Naruto.

El rubio se giró rápidamente al escuchar que lo llamaba y contuvo la respiración. Ya no quedaba rastro de la eterna arruga de su entrecejo fruncido, ni de la fina línea que solía dibujar su boca en desagrado. Su habitual expresión facial había sido sustituida por una aciaga imagen rebosante de miedo y angustia, de brillantes ojos negros, taladrantes e inquietos, de respiración entrecortada y palabras silenciadas. No necesitaba que dijera nada para ser conocedor de su preocupación, de su nerviosismo y de su amor. Por eso amaba tanto a aquel hombre, capaz de hacer temblar sus rodillas con una simple mirada.

—Confía en mí —aseguró Naruto con una sonrisa conciliadora, haciendo un gran esfuerzo por no dejarse llevar y besarlo allí mismo. Uniendo dos dedos, le dio un pequeño toque en la frente como acostumbraba a dárselo su hermano mayor—. Esto es pan comido.

Se hizo un hueco entre la muchedumbre, deslizándose hasta alcanzar el centro de la pista de baile. Allí la música resonaba tan fuerte que el sonido le retumbaba en la cabeza. Se sentía un tanto cohibido, habían demasiados chicos a su alrededor bailando, saltando, tocándose o comiéndose la boca unos a otros de la manera más impúdica posible.

Con un hondo suspiro Naruto cerró los ojos, intentando olvidarse de todo aquello que no fuera música, ritmo y ganas de mover el cuerpo. Inició un lento contoneo de caderas al que le siguió un ligero levantamiento de brazos, seguidos de algún saltito aquí y allá. Para cuando se quiso dar cuenta estaba moviendo el culo de la forma más deshonesta que jamás hubiera imaginado.

De normal, Naruto no poseía una presencia imponente. Pero su aspecto de chico ingenuo e inexperto anunciaba a todas luces un "depravados del mundo, venir a mí". Y además, Itachi lo había vestido para quemar naves.

¡Y tanto que ardían!

Notó una presencia a su espalda y rápidamente giró el rostro por encima de su hombro. Un chico castaño, con rasgos caninos del tipo más hormonas que neuronas se había colocado a su espalda, sonriente, juguetón, instándole a bailar juntos mientras se restregaba contra su culo sin compromisos. No estaba mal, aunque devolverle la sonrisa implicaba corresponder a la invitación implícita. Casi al instante sintió otra presencia ésta vez de frente, y al girar de nuevo la cabeza constató como otro joven de aspecto misterioso, con gafas de sol y una chaqueta larga con capucha que cubría parte de su rostro lo aprisionaba de frente.

¡Los cabrones pensaban hacerse un trío con él!

Pletórico por haber conseguido engatusar a dos idiotas con sus movimientos y oferta de polvo fácil en un tiempo record, Naruto buscó con la mirada a Sasuke sobre la barra del bar. Pero éste ya no se encontraba allí, había desaparecido. Las alertas en la inquieta cabeza rubia se dispararon a toda mecha, buscando al moreno con la mirada en rededor, y al no encontrarlo, clavó la vista sobre la ventana del segundo piso donde inesperadamente había aparecido una mujer de rasgos delicados y hermosos, pómulos altos, nariz pequeña y grandes ojos de un violeta pálido, quien lo observaba sin perder el más mínimo detalle en cada uno de sus movimientos.

Aquella debía de ser Kaguya.

Bien, ya disponía de su atención. Ahora quedaba lo más difícil, lograr entrar en la sala.

Con total desparpajo, Naruto se recostó sobre el chico-perro a su espalda, instándole a que le levantara la camiseta de rejilla que ya de por sí dejaba poco a la imaginación, permitiendo que en el proceso le acariciara el vientre, el torso y los sensibles pezones. La visión parecía resultar interesante para la mujer, quien continuaba observándolo abstraída. Tal vez debería dejarse besuquear por el chico bicho de delante, pero siendo honestos, le daba un poco de grima. Sobre todo lo que pudiera esconder bajo esa chaqueta. En consecuencia Naruto permitió que le besara el cuello y los hombros.

El gorila más grande que había visto en su vida surgió de la nada, dejando caer su sombra sobre ellos.

—Tú —dijo señalando a Naruto con un dedo inquisidor—. Sígueme.

Naruto rió para sus adentros.

Stripper de saldo o no, había conseguido su cometido.

En la famosa escalera lo detuvieron los gigantes que la custodiaban para proceder con el usual registro de armas o micros. Le quitaron las botas que revisaron a conciencia, uno de ellos revisó el colgante, pero no dijo nada al respecto, el otro lo palpó por encima de los pantalones, haciendo especial hincapié en la entrepierna.

—Si sigues tocando tendrás que pagar —avisó el rubio para que dejara de sobarlo.

—Hazle una foto —indicó el cancerbero que lo había llevado hasta allí a uno de sus compañeros.

—¿Para qué? —cuestionó ceñudo el rubio.

El tipo de cabeza afeitada y reluciente extrajo un pequeño teléfono móvil con el que procedió a efectuar la instantánea.

—Mandaré esta foto a un amigo. Y éste se la mostrará a más amigos. Si alguno de ellos te reconoce y resultas estar en el bando equivocado, estás muerto —sentenció.

Genial. Eso le dejaba poco margen a la improvisación en caso de ser descubierto. Por suerte no creía conocer a nadie en el país del Sonido, pero según tenía entendido Orochimaru también estaba involucrado en el tráfico de personas, y daba la casualidad de ser originario de Konoha. Su red de acólitos era demasiado extensa como para no caber la posibilidad de ser descubierto.

El tiempo corría en su contra.

Satisfecho con el registro, el gorila que tenía más cerca se apartó para dejarle espacio, sin quitarle ojo de encima. Naruto se enfundó de nuevo las botas sin anudar y subió la escalera de dos en dos para entrar en una larga caverna de pasajes conectados que atravesaban la discoteca de parte a parte. El corredor final desembocaba sobre una habitación enorme, parcialmente oscura, y repleta de gente. Itachi ya le había advertido de que a Kaguya le gustaba coleccionar chicos guapos y jóvenes con los que traficar o prostituir.

La habitación era una puta bacanal.

Recorrió con la vista la multitud, concentrándose en cada uno de sus rostros. Morenos, castaños, de pelo azul o violeta, pero ningún pelirrojo. La mayoría retozaban postrados en cómodos sofás y tumbonas manchados de sudor y semen. Otros por el contrario permanecían inertes, de pie, a la espera de la orden del proxeneta. Y frente al famoso ventanal se encontraba ella, quien nada más verlo lo examinó de arriba abajo con aquellos inquietantes ojos traslucidos que parecían tener la facultad de ver en su interior.

—¿Eres rubio natural? —preguntó Kaguya acompañando las palabras con una sutil inclinación de cabeza.

A diferencia de la sala inferior, allí la música admitía la conversación.

—Completamente.

—Demuéstramelo —arguyó ella mientras caminaba hacia él sin prisas. Su mirada reflejaba un vivo interés y una sonrisa de completa perfidia.

Con todo el descaro que pudo reunir, Naruto se desabrochó el botón y la cremallera del pantalón mostrando el inicio de su vello púbico, de un tono bronce un poco más oscuro que sus cabellos.

Una sonrisa perversa se perfiló en los labios de Kaguya en respuesta.

—Realmente es raro encontrar chicos como tú por aquí —aseveró inclinándose sobre su oído como si quisiera contarle un sucio secreto. Naruto trató de no sobresaltarse al sentir la atrevida mano, que como una sombra furtiva, había atrapado su entrepierna en un vicioso manoseo por encima de la ropa—. Y bien dotado. Espero que también sepas usarlo.

Sin esperar respuesta, la mujer se dirigió hacia el mueble bar, de donde extrajo una pequeña botella blanca de estrecho cuello y ancho fondo, la cual vertió sobre un diminuto cuenco.

—Te he estado observando —pronunció de vuelta, inclinando en su dirección la aromática y traslúcida bebida, no sin antes degustar el sabor de la misma—. Bailas muy bien.

Naruto sonrió de medio lado aceptando el licor que identificó como sake.

—Es una de mis especialidades —mintió entrando en su juego.

—Entonces estoy de suerte —Kaguya lo rodeó, como un animal que vigila a su presa—. Quiero que bailes para mí.

—Es una propuesta interesante —profirió con una ladina sonrisa, pero él no estaba allí para hacer ningún baile privado, sino para localizar a Sabaku no Gaara, que a primera vista no parecía encontrarse en aquella habitación—, pero lo cierto es que bailo mejor acompañado.

—Aquí tienes donde elegir —extendió un brazo señalando a los chicos allí congregados—. Escoge el que quieras.

La mayoría de los chicos bajaron la mirada, algunos resignados, otros humillados, no cabía duda de que ninguno de ellos se encontraba allí por voluntad propia.

—No me gustaría ofender a ninguno de tus chicos. Se les ve muy capacitados a todos. Pero creo que ellos ya tienen un trabajo a medias. Preferiría carne fresca.

El insolente tono del rubio arrancó una gutural carcajada a Kaguya, que divertida, parecía dispuesta a entrar en su juego. Un chasquido de dedos, y uno de los cuatro gigantes que vigilaba la habitación desapareció por una de las puertas.

Kaguya estudió a Naruto. Su mirada escrutadora subía y bajaba con aprobación por todo su cuerpo, desde las botas militares hasta su pecho. Prestando especial atención a sus ojos.

—¿Te han dicho alguna vez que tienes unos ojos preciosos? —ronroneó mordiéndose azarosa el labio inferior.

—El capitán me lo dijo esta mañana.

—¿Quién?

¿Cómo era eso del efecto boomerang? ¿Preguntas? ¿Cumplidos? Ah sí, palabras al azar.

—Reloj. Ramen. Repolla —barboteó lo primero que se le ocurrió.

—¿Repolla? —la sorpresa curiosa dio paso a la risa—. Eso son dos pollas juntas.

—Es una gilipollez —se reprendió en su fuero interno, recordando la urgencia de hacerse un nudo en la lengua.

—¿Eres experto en el tema?

—No, en gilipolleces.

En eso tenía un master.

Kaguya abrió la boca, pero no dijo nada. No estaba segura de si el rubio hablaba del todo en broma, o del todo en serio. Una de las puertas laterales se abrió, revelando al gorila que minutos atrás había desaparecido, junto con un chico menudo, pálido, ojeroso y lo más importante, furiosamente pelirrojo.

Bingo.

—Aquí tienes a tu pareja de baile —presentó la mujer moviendo elegantemente un brazo.

Naruto arrugó sus finas cejas ante el extraño dispositivo circular, metálico y parpadeante que lucía Gaara entorno al cuello. Demasiado sofisticado para ser un collar. Eso más bien parecía una bomba.

—¿Pero qué demonios…? —susurró incrédulo.

—Era tan violento, tan impulsivo, tan temerario. No me ha dejado otra opción —Kaguya se encogió de hombros con falso pesar. Veloz, le agarró violentamente de los cabellos dorados y tiró de ellos hasta lograr que inclinara la cabeza hacia atrás para mostrarle un pequeño y cuadrado dispositivo con un botón en el centro que claramente activaba la explosión—. Dime rubito, ¿tengo que colocarte otro a ti también para que me obedezcas?

—No será necesario —masculló con los dientes apretados y mirada incandescente.

—Perfecto. ¡Entonces fóllatelo!

De un gesto brusco, lanzó a Naruto en dirección a Gaara, quién al ver su espacio personal invadido abrió mucho los ojos, y de haber tenido cejas éstas se habrían elevado exageradamente.

—Tranquilo —le susurró el rubio en anticipación a que pudiera ponerse violento también con él—. No tienes de qué preocuparte.

De cerca eran mucho más visibles los golpes que había sufrido el rostro de Gaara durante su resistencia. Ceja partida, pómulos violáceos y boca magullada. La respiración del Kazekage era silbante y dificultosa, lo que aseguraba más golpes ocultos bajo su ropa. Un par de costillas tal vez. Pero lo preocupante de aquella intrínseca situación era el artefacto explosivo que rodeaba su cuello.

Un error, y Kaguya le haría estallar la cabeza.

Necesitaba refuerzos, y lo más importante, alguien que tuviera los conocimientos necesarios para desactivar esa bomba.

Con disimulo Naruto jugueteó con el colgante intentando enfocar la cámara con mayor precisión sobre el explosivo, alertando así a Itachi de la peligrosidad del caso, pero una voz de ultratumba lo detuvo en seco.

—Yo de ti no haría eso.

Esa voz.

Con los ojos abiertos como platos y una frialdad extrema sacudiéndolo de arriba abajo, Naruto giró raudo sobre sus talones hacia la puerta principal para encontrarse con alguien desagradablemente conocido para él. Moreno, alto, cabello largo, tez pálida, mirada oscura y sonrisa macabra. El mismo hombre que había grabado a fuego las seis marcas que adornaban sus mejillas, y la cicatriz que ocultaban su revoltoso cabello dorado.

Uchiha Madara.

Mal-di-ción.

—Uzumaki Naruto —siseó lentamente Madara acercándose a ellos con paso lento. En su boca se dibujó un trazo extraño y cruel—. Debo confesar que eres la última persona en el mundo que pensé encontrar en un lugar como este. Con vida —arguyó—. ¿No fue lo suficientemente profunda aquella herida en tu cabeza? Que desfachatez por mi parte. No volveré a cometer ese mismo error.

El rubio entornó los párpados, apretando los puños con tanta fuerza que el chasquido de los nudillos se dejó oír con espeluznante claridad. Que Madara estuviera allí no sólo corroboraba su implicación en el caso de tráfico de personas, sino que destapaba por completo su coartada como cebo. ¿Pero cómo demonios se había enterado? El móvil con el que jugueteaba Madara entre sus dedos, donde aparecía luminiscente su imagen en una reciente fotografía efectuada por los seguratas a los pies de la escalera, le dio un rápido balance de su aparición en escena.

La situación estaba tomando un peligroso cariz.

Para salir de allí tendría que noquearlo o matarlo. Opción temeraria que optó por no intentar. Dos seguratas a su derecha, otros dos a su izquierda. Kaguya a su espalda, y Madara de frente. Había demasiada gente peligrosa allí implicada. Y todos armados. La bomba que lucía Gaara al cuello no mejoraba la estampa.

—¿Os conocéis? —preguntó Kaguya ajena a la silente lucha de miradas.

—Es un madero —escupió Madara, y la acritud de su tono hizo que las palabras cortaran como cuchillos.

Naruto apretó los dientes guardando silencio. Simplemente alzó los ojos hacia Madara dedicándole un vehemente desprecio.

—¡¿Un poli?! –gritó la mujer con los ojos muy abiertos.

—Sí, y de los más resistentes —su tono de voz era de enfado y de amargo sarcasmo—. Creí haberlo matado.

Con un rápido movimiento Madara le agarró del cuello, arrancándole bruscamente el collar para examinarlo de cerca.

—Bonito localizador. Creo que ya no lo vas a necesitar.

Lo tiró al suelo, y con un fuerte pisotón lo destrozó por completo.

—Maldito hijo de puta —intervino el rubio con voz baja pero autoritaria. Naruto sintió el cosquilleo de una gota de sudor resbalando por su nuca —. Tú eres el que debería estar muerto.

Madara se abalanzó sobre él tan veloz que Naruto no pudo eludir que lo agarrara violentamente por el mentón con una mano, acercándolo tanto a su rostro que sus narices se tocaron.

—Ahora vamos a tener una tranquila charla tú y yo —masculló ominoso—. Si se te ocurre hacer alguna estupidez heroica de las tuyas, te mato. Si se te ocurre pedir ayuda a la policía, mato al pelirrojo. Y si se te ocurre huir llevando a tu amiguito a cuestas, os mato a los dos. ¿Ha quedado claro? —impuso severo—, ¡Kaguya! Llévate a Gaara y avisa a todo el clan de un asalto inminente. Si Naruto ha conseguido llegar hasta aquí, significa que la policía ya está dentro.

Naruto respiró acelerado. El aire de la habitación le resultaba viciado.

—No vas a salirte con la tuya.

—Cállate –el mayor hundió aún más los dedos en el mentón de Naruto, como la garra de una bestia, forzándolo a seguir sus pasos hacia lo que parecía una puerta escondida en aquella sala —. Y despídete de esa bonita cara de zorro que tienes.

Continuará…

Notas finales:

Solo queda un capítulo más y esta historia habrá llegado a su fin. Os prometo que antes de fin de año estaré de vuelta para cerrarla.

A todo esto... he publicado una pequeña encuesta (poll) en mi perfil de Fanfiction titulada "¿Cuál fic os gustaría que escribiera primero?" Que resume dos historias diferentes que me gustaría traer como regalo de Navidad. Me ayudaría mucho que la votarais.

1.- Konoha Host Club; en esta historia Sasuke tendrá la oportunidad de descubrir por primera vez los más oscuros secretos que esconde un establecimiento dedicado íntegramente a su satisfacción sexual.

2.- La entrevista; en esta historia Naruto se verá obligado a conocer por primera vez a su suegro Fugaku Uchiha, y sus comprometidas preguntas. Secuela del fanfic "Los padres de mi novio"

¿Cuál os gusta más?

Si te ha gustado deja un review a esta pobre autora que se alimenta de sueños NaruSasu.


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