Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Estás arrestado por Naruko

[Reviews - 32]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Lo prometido es deuda. Aquí os traigo el último capítulo de esta historia policíaca que tanto he disfrutado escribiendo.

De corazón pido perdón por tan larga espera, y un millón de gracias a todas por aguantarme hasta el final. Por todos vuestros reviews y vuestros ánimos, por transmitirme tanto cariño y solicitar mi vuelta a este fandom. ¡Gracias! Ya os adelanto que volveré en breve con más historias que contar, y que espero sigan sacándoos una sonrisa. Y ahora, ¡A leer!

Capítulo 5

1—

—El comisario jefe da órdenes de extremar la precaución —le había comunicado disimuladamente un policía de encubierta que disponía de un diminuto micro camuflado en la oreja—. Se ha detectado la presencia de Madara en el interior de la discoteca.

—¿Madara? —rugió Sasuke con el rostro desencajado y el corazón a mil por hora—. ¿Dónde?

—La cámara que lleva Naruto lo ha detectado en la sala VIP junto con Gaara, antes de que perdiéramos la conexión. El comisario ordena mantener posiciones y no desplegar la carga policial hasta nueva orden, de lo contrario…

Un disparo, un grito ahogado, y el compañero policía infiltrado que le estaba indicando las órdenes, cayó desplomado a sus pies en medio de la discoteca.

¡Y una mierda! ¡Ya saben que estamos aquí!

Todo sucedió muy rápido. El mar de carne allí agolpada entró en pánico ante el sonido de disparos, gritando, corriendo, pisándose unos a otros en estampida hacia la salida de emergencia, que en cuestión de segundos se vio saturada y taponada, aplastando a varias personas en el proceso. Lo que originó que ni los civiles allí agolpados pudieran salir del recinto, ni los policías que acordonaban la zona en el exterior pudieran entrar como refuerzos.

—¡A todas las unidades, código uno! —alertó Sasuke recogiendo el pequeño micro de su compañero caído—. Agente herido. Enemigo armado.

A tiempo estuvo de esconderse tras una columna para esquivar las balas que le dirigían dos de los fornidos seguratas que parapetaban la entrada al segundo piso. Cargó el arma que escondía entre sus ropas, y disparó de vuelta. Los dos esbirros cayeron al instante. Esquivó a la multitud en dirección a la escalera, donde intercambió nuevamente disparos con los dos vigilantes restantes, también derrotados. Ascendió por las escaleras, y al no encontrar más sicarios, se lanzó sobre la última puerta que daba acceso a la sala. Tras él, otro compañero policía lo secundó de refuerzo que se apresuró a tomar el control de la planta superior.

—¡Policía! ¡Manos arriba! ¡Que nadie se mueva!

La puerta de entrada a la famosa sala VIP se proyectó hacia dentro violentamente con una fuerte patada, haciendo saltar las bisagras y desgarrando los trozos del marco. Sasuke irrumpió como un alud en la habitación, con el arma en alto, el rostro colérico y las pupilas fuera de órbita. Como si hubiera sabido de antemano lo que iba a encontrar allí.

Pero no fue así.

La sala estaba atestada de chicos jóvenes y medio desnudos, que temerosos, se arrinconaron contra la pared más lejana. Pero ningún rostro conocido. Ni Madara, ni Kaguya, ni Gaara, y lo más preocupante, tampoco encontró a Naruto.

Pero sí más esbirros armados.

A tiempo estuvo de esquivar varias balas, disparar un par de vuelta y lanzarse con una rapidez imprevisible sobre el guardia que le disparaba, proyectando su cuerpo sobre él, que fue a chocar contra la pared más cercana, iniciando un forcejeo por la posesión del arma. No le costó demasiado. Una vez desarmado lo levantó en volandas, apuntando bajo su mandíbula con el arma.

—¿Dónde está?

—No sé de qué me hablas —masculló el individuo desafiante.

Sasuke inclinó el arma hacia abajo, disparándole en una pierna.

—¡Ahg! ¡Cabrón, ésta me la pagarás!

—Escúchame bien, hijo de puta. El próximo tiro será en la cabeza. Ahora dime dónde está Madara y el rubio con cara de idiota —bramó imprimiendo la fuerza del cañón sobre la sien del individuo.

—Se lo ha llevado Madara por esa entrada —señaló temeroso hacia el tapiz de su izquierda, que al parecer escondía una puerta oculta. Acto seguido señaló hacia la derecha—. Y al pelirrojo se lo llevó Kaguya por esa otra puerta.

—Mierda.

Un escalofrío lo sacudió de arriba abajo. No podía ser verdad, no podía estar reviviendo la misma pesadilla que vivió años atrás. Ahora que por fin habían vuelto a cruzar sus vidas, que había logrado ser sincero con él y consigo mismo, que admitía seguir amándolo como jamás lo imaginó, Madara pretendía arrebatarle aquello por lo que había luchado, aquel idiota por el que había sufrido tanto. ¡De ninguna manera! Ese cabrón iba a pagar por cada cicatriz, por cada moratón que le originara a su dobe.

¡Nadie osaba poner un dedo sobre su marido!

—¡Comunícate con el capitán! —le indicó al policía de apoyo un par de pasos tras él, para que hiciera uso de su micro—. Informa de tu posición. Dile que hemos perdido al objetivo y el avance del enemigo. Que cierre todas las salidas, y revise a cada uno de los civiles hasta que Naruto aparezca.

—A la orden.

Sasuke se dirigió hacia la entrada oculta, que cedió con la primera embestida. Una lúgubre escalera hacia lo que parecía un sótano se rebeló a sus pies. Bajó los peldaños guiándose por la pared rocosa en la más absoluta oscuridad. El corazón le galopaba frenético, la respiración se le desbocaba. Al llegar al final de aquella boca oscura alcanzó una pequeña estancia cuadrada y desnuda de no más de dos metros de diámetro, tenuemente iluminada por una luz de emergencia incorporada en el techo. A la derecha se abría una caverna que llevaba a una compleja red de túneles que conectaba con diversas salidas. Aquello parecía un puto laberinto.

Escuchó un golpe en la lejanía, seguido de un jadeo estrangulado y comenzó a caminar silenciosamente por uno de los túneles ahogado en sombras, procurando discernir la ubicación exacta de aquellos sonidos. Otro golpe, alguien tosía y respiraba de forma entrecortada. Y entonces lo reconoció.

—Si crees que con esto lograrás callarme…

—Entonces te amordazaré.

Naruto.

Un sudor frío le recorrió la espalda, pegándose al cuerpo como un sudario, metiéndose bajo su piel, anidando en su carne hasta los huesos. Estaba vivo, era lo único que necesitaba saber. Su voz lo condujo hacia la única puerta entornada por la que se asomaba a penas un hilo de luz desde el interior. A pocos metros de un asalto inminente, Sasuke se detuvo para respirar hondo, posicionar el arma en alto, y calmar el desasosiego que estrangulaba su garganta. Con cuidado se inclinó sobre la estrecha rendija, sin lograr vislumbrar lo que buscaba. Con cuidado impulsó tenuemente la puerta abriendo un poco su rango de visión, y la bisagra crujió.

—Parece que tenemos visita —escuchó decir a Madara desde el interior—. ¿No vas a entrar?

Sasuke apretó los dientes, y abrió de par en par la puerta, revelando su presencia. Cuando te ves descubierto y no hay alternativa, dudar era una pérdida de tiempo.

Pero la imagen que reveló aquella habitación lo dejó sin palabras.

Naruto se encontraba de rodillas. Tenía el rostro magullado por múltiples contusiones y respiraba con dificultad. Le había amordazado esa boca por lo general tan ruidosa con un trozo de tela, anudada a la parte posterior de su cabeza, junto con las manos, también a su espalda. Lo llamativo de aquella imagen no era el daño físico, sino el artefacto metálico, cilíndrico y parpadeante que rodeaba su cuello. Sasuke llegó rápido a la conclusión de que le habían colocado una bomba.

Mal-di-ción.

Lo invadió una acuciante necesidad de gritar, de escupir la bilis que le quemaba la garganta, de descargar el cargador repleto de balas sobre Madara por cada uno de esos moratones perpetrados a su dobe, por el explosivo que atentaba contra la vida de su marido. Y sin embargo, se mantuvo serio y reflexivo, tratando de calmar la sangre que le hervía en las venas y apaciguar su mente ante la avalancha de pensamientos que le invadía. Un paso en falso, y Naruto no vería la luz de un nuevo día.

Tras Naruto se alzaba Madara, desafiante, gélido, con una cínica sonrisa bailando sobre su boca y ojos tan calculadores como cruentos. Entre sus dedos, jugueteaba con un pequeño dispositivo que auguraba ser el detonante del explosivo, mientras con la otra lo apuntaba con un arma en alto.

—Estoy sorprendido —prosiguió el mayor sin perder de vista al recién llegado—. Es la segunda vez que me enfrento a la policía de Konoha, y la segunda vez que dispongo a Naruto de rehén. Debo reconocerlo, tu marido es duro de pelar. No se derrumba con ninguno de mis golpes.

—Suéltalo —siseó apretando con fuerza el arma que alzaba desafiante entre sus agarrotadas manos, sin perder de vista su objetivo—, o te juro que te mataré.

—No hay que ponerse violento, Sasuke —una sonrisa perversa cruzó el rostro de Madara—. Los dos tenemos algo que perder.

Naruto hizo ademán de levantarse, pero Madara lo frenó colocando una mano sobre su hombro.

—Yo de ti no me movería —advirtió—. La bomba dispone de un sensor que se activará al más mínimo movimiento. Un paso en falso y tu preciosa cabellera rubia saltará por los aires —una macabra sonrisa se dibujó sobre sus labios—. Me encantan estos chismes.

—¿Qué es lo que quieres?

—Venganza —siseó—. Desarticulasteis el clan de Akatsuki, y ahora estáis a punto de eliminar el de Kaguya. ¿Tienes idea de lo tedioso que resulta formar un grupo terrorista eficiente?

—Si es venganza lo que quieres te la daré —alzó ambos brazos en señal de rendición, pero no se deshizo del arma—. Suelta a Naruto y cógeme a mí. No opondré resistencia. Después puedes meterme una bala entre ceja y ceja. Pero primero suéltalo a él.

—¿Soltarlo? —Madara profirió una grotesca carcajada—. ¿Tienes idea de lo que me ha costado traerlo hasta aquí? Este cabrón se mueve más que una anguila en el agua, y pelea duro. Lo he tenido que dejar inconsciente para poder colocarle la bomba. Solo Dios sabe lo que es capaz de hacer si lo suelto.

—¿Si le pego un tiro en la pierna, lo soltarás?

Madara entrecerró los ojos con desconfianza.

—¿Qué tramas?

—No puedes huir con los dos. O él o yo —aclaró—. Naruto es demasiado impredecible como para continuar siendo tu rehén, y yo no opondré resistencia. Si te preocupa que pueda seguirnos en la huida le pegaré un tiro en la pierna para que no pueda caminar. Él se quedara aquí, le quitarás el explosivo del cuello, y me llevarás en su lugar.

—¡Sasshhkee! ¡T hs vlto lco, iiota!

Sasuke ignoró al rubio que despotricaba desde el suelo.

—¿Hay trato?

—El amor —masculló con destemplanza comprendiendo la razón por la que Sasuke se empeñaba tanto en salvar a Naruto—. Que sentimiento tan terrible.

Sasuke ignoró el comentario.

—¿Hay trato? —insistió.

—¡Sassshhkee…!

Naruto intentó protestar, pero Madara sentía curiosidad por saber si iba de farol, o realmente se atrevería a disparar a su compañero.

—Trato hecho.

Sasuke no vaciló.

El sonido espeluznante de un disparo y carne desgarrada ahogó cualquier otro sonido de dolor en la sala. Madara contempló con los ojos desencajados como la sangre fresca resbalaba por la hendidura abierta en el muslo de Naruto, empapando el pantalón. Nunca pensó que el maldito le pegaría un tiro sin titubear.

—Has… disparado a tu marido —masculló incrédulo.

—No sería la primera vez —pronunció con la respiración entrecortada, ignorando al rubio idiota, que con los ojos fuera de órbita y la boca entreabierta lo contemplaba en silencio, como si el disparo y el dolor le hubiera robado la capacidad de hablar—. Ahora suéltalo.

—No tan deprisa. Déjame saborear mi triunfo por lo menos. No todos los días tengo rendidos a mis pies a dos de los mejores policías de Konoha —explicó con un tono de voz irónico, clavando los ojos en su rostro como si fuera capaz de horadarlo—. También quiero dinero, y un salvoconducto para salir de la discoteca. Considerando el valor de tu marido diría que es un trato más que justo, ¿no crees?

—¿Cuánto?

—Cien millones de yenes.

—No dispongo de tanto dinero.

—Pero Konoha sí —le recordó—. Habla con Itachi, dile que haga una excepción por tu marido y traiga el dinero hasta aquí. Lo que le pase a Naruto depende de él.

—Nh lo scuchef —intentó intervenir Naruto de nuevo—. Nhs mtará y l sbef.

—Tan ruidoso —gruñó Madara. Con un movimiento resuelto le quitó el pañuelo de la boca—. Ni con esto se calla.

—¡No lo escuches! —gritó Naruto libre de la tela, con la respiración entrecortada y un lacerante dolor en la pierna derecha—. Le hemos visto la cara. ¡Ninguno de los dos saldrá vivo de aquí aunque le entregues el dinero y lo sabes!

—Que perspicaz —Madara chasqueó la lengua con molestia—. No parecía tan listo la última vez que hizo de rehén.

Sasuke apretó la mandíbula, tanto que casi podía escuchar cómo le rechinaban los dientes.

—Si nos matas no consigues nada.

—¿Te parece poco cabrear a tu hermano? —cuestionó enarbolando una fatua y gozosa mueca sobre los labios—. Lleva años tras de mí sin descanso. De ciudad en ciudad. Desarticulando cada clan, cada grupo terrorista en el que estoy involucrado —de repente Madara alargó un brazo, y cogiendo a Naruto por un puñado de cabellos dorados, lo obligó a incorporarse sobre sus rodillas para que pudiera mirarlo a los ojos—. Lo confesaré, tu marido tiene razón. No se trata de dinero, se trata de honor. Quiero la cabeza de tu hermano, y si para ello tengo que mataros a vosotros dos… —su sonrisa se hizo macabra—, que así sea.

—¿A quién dices que vas a matar?

Y entonces sucedió algo que Madara no tenía previsto.

Itachi apareció en el quicio de la puerta, detrás de su hermano menor junto con un puñado de policías armados a la retaguardia, que armados hasta los dientes, apuntaban a su objetivo.

—Llegas tarde —gruñó Sasuke sonriendo de medio lado.

—Lo siento, Sasuke —Itachi observó a cada uno de los individuos que componían aquella escena con esos ojos que parecían verlo todo. Incluso la sangre en el muslo de Naruto—. He oído un disparo.

Sasuke chasqueó la lengua, con un brillo malicioso brillando en sus pupilas.

—Se recuperará.

—Hn.

—Uchiha Itachi —siseó Madara mostrando una encarnizada sonrisa. Sus pupilas destellaron ominosas—. Será cierto aquello que dicen de que solo necesitas nombrar al Diablo, para que éste aparezca.

—Ríndete Madara —siseó Itachi con una calma asombrosa—. No tienes ninguna posibilidad de salir de aquí.

Y los múltiples punteros laser de un vistoso color rojo que desprendían las armas que apuntaban a su frente, daban fe de ello.

—¿Salir de aquí? ¡No seas tan arrogante! —profirió irónico, jugueteando con el dispositivo que activaría la bomba—. Estaría mintiendo si dijera que las cosas están saliendo de acuerdo a mi plan, pero lo cierto es que me acabas de ahorrar la artimaña con la que pretendía hacerte venir hasta aquí —de reojo observó a Sasuke con una ladina sonrisa—. Incluso el más fuerte de los oponentes siempre tiene una debilidad.

—¿Qué es lo que quieres?

—¿No resulta obvio? —carcajeó por lo bajo—. A ti.

Itachi leyó en el desquiciado rostro de Madara y la forma con la que jugueteaba con el dispositivo explosivo entre sus dedos, el futuro que les cernía.

—Pretendes suicidarte, y arrastrarnos a todos contigo —vaticinó tras interpretar tanto sus gestos como sus palabras. No por nada él era un genio.

—No espero que me entiendas, ni que me juzgues con benevolencia —replicó, contemplándolo asqueado—. Simplemente soy una persona atormentada. Cuanto más tiempo vives, más te das cuenta de que en realidad solo existe el dolor y el sufrimiento. Nacemos y morimos en un mundo lleno de angustia. Los humanos viven para pelear, para alimentar su odio, y la muerte es el premio que reciben por su esfuerzo.

—Te equivocas —le contradijo en un tono severo y firme—. La gente vive para apoyarse mutuamente, en el conocimiento y la conciencia. La vida de la gente no termina cuando mueren. Termina cuando pierden la fe.

—¡Mi fe ciega al poder sigue intacta! Y en este momento me siento más poderoso que nunca —continuó, molesto ante la imposibilidad de provocar al hombre—. Dime una cosa Itachi, ¿Crees que morir juntos cuente como un trabajo en equipo? Pronto lo descubriremos. Mi juego termina aquí.

—Sasuke —advirtió en un quedo susurro su hermano mayor.

—Hn.

Temiendo que el siguiente paso de Madara fuera pulsar el botón que activaría la bomba que acabaría con la vida de todos los allí congregados, Sasuke le disparó a la mano que sostenía el artefacto explosivo, que salió proyectado hacia arriba, mientras Itachi disparaba al otro brazo que sostenía el arma, que cayó al suelo. Al instante ambos hermanos se abalanzaron sobre Madara con una resolución fría y contundente. El mayor, para cazar al vuelo aquello que no podía ser pulsado. El menor, para atestarle un certero puñetazo en pleno rostro que le hizo tambalearse para caer de bruces contra el suelo, al que le siguió un segundo golpe, un tercero y un cuarto, descargando toda su furia contenida sobre el hombre que un día se atrevió a poner un dedo sobre su marido.

—¡Sasuke! —gritó el rubio.

Como una cacofonía lejana reconoció su nombre, y la voz que lo pronunciaba. Pero ello no impidió que continuara descargando la rabia venenosa que se le escapaba por los puños sobre la maltrecha cara de Madara, a penas visible bajo un abundante charco de sangre que comenzó a manar copiosa de su nariz, de su boca, de los cortes en sus cejas y sus mejillas. Le hervía la garganta, los pulmones, la entrañas. Sasuke estaba ciego, sumergido en un mundo de tinieblas y determinación, consumido por una venganza que no resultaba suficiente con meros golpes. El mayor pataleó, se retorció, pero no parecía tener suficiente resuello para librarse de Sasuke. Sus dedos, largos y fuertes, se cerraron como una garra sobre la garganta de Madara. Un poco más, solo necesitaba ocluir la tráquea para poner fin a todas sus pesadillas de media noche, a su asfixiante sensación de pérdida, a sus deseos, sus recuerdos, sus remordimientos. Mataría por Naruto si alguien intentaba arrebatárselo. Madara debía saberlo. Todos en aquel maldito lugar.

—¡Ya basta! ¡Lo vas a matar!

Una mano se posó cálida sobre su hombro, y solo entonces fue consciente de lo que estaba a punto de hacer.

—Cálmate —sosegó Itachi a su espalda, comprimiendo su hombro con firmeza—. Es suficiente.

Lo liberó de su agarra casi en un acto reflejo, separándose de Madara que comenzó a toser convulso ante el necesitado oxígeno.

—¿Por qué lo has detenido? —la presión con la que le había constreñido la faringe le hizo hablar despacio, con un timbre bajo y ronco—. ¡Si no me matas ahora, volveré! ¡Nuestra batalla nunca se detendrá!

—Es posible. Nadie sabe lo que puede deparar el futuro. Aun así confío en que puedas emplear el tiempo en soledad que te proporcionara la cárcel para reflexionar sobre las cosas importantes de la vida —Itachi le colocó las esposas de níquel a la espalda, y lo alzó de un brazo en dirección al grupo de policías—. Llevároslo y cerrad el perímetro. Aún queda una bomba por desactivar.

Sasuke giró la cabeza en dirección al rubio, que de rodillas y maniatado, le devolvía la mirada con una extraña mezcla de miedo y confusión.

—¿Estás bien? —con una celeridad asombrosa cayó de rodillas a su lado para desatarle los bazos de su espalda, e inspeccionar la herida que él mismo le había ocasionado sobre el muslo.

—Sí.

Con ágiles dedos Sasuke desgarró la tela de una de sus mangas de la camisa, con la que le taponó la hendidura en el muslo.

—Ya hablaremos de eso —refunfuñó el rubio en respuesta, frotándose las muñecas hormigueantes—. ¡Teme, le estás cogiendo un gusto insano a eso de dispararme!

—Ha sido un roce de nada —gruñó en defensa. Y era cierto. Disparó consciente de que la bala rozaría a penas el músculo, y la llamativa sangre haría el resto—. No soy tan idiota como para dispararte al hueso, usuratonkachi —inspeccionó cuidadosamente el artefacto que se cernía sobre el cuello de Naruto, sin lograr divisar ningún cable cortante—. ¿Creía haberte oído decir que iba a ser pan comido? —recriminó.

—Y yo creía haberte dicho que no te metieras.

—Calla, y deja de moverte de una vez —definitivamente no iba a entrar de nuevo en una discusión banal con el dobe. Y menos en una situación tan peligrosa como aquella. Tenían que encontrar la manera de desconectar esa luz parpadeante que corroboraba su funcionamiento—. Hay que desactivar esto. Nii-san…

Alzó la mirada hacia su hermano mayor, quien con un movimiento afirmativo de cabeza, había comenzado a inspeccionar de cerca el artefacto cuadricular.

—Sasuke…

El moreno devolvió la mirada de nuevo a Naruto, quien con el rostro compungido y ojos brillantes, trataba de mantener la calma.

—Escúchame, si no salgo de ésta…

—No digas estupideces. No vas a morir.

—No me gustaría hacerlo —su boca tembló—. Pero si no salgo de ésta quiero decirte algo importante…

Respiró hondo, como si necesitara todo el oxígeno de la habitación para pronunciar lo que estaba a punto de declarar.

—Te quiero —confesó, con una dulce sonrisa y una mirada cálida y luminosa—. No te lo he dicho suficientes veces. Nunca dejé de quererte, ni antes, ni ahora… ni nunca.

Sasuke contuvo el aliento, y sintió como una agradable calidez se estrechaba en su pecho. Cautivo por aquella boca perfecta y apetitosa, por aquellos ojos azules y transparentes, por aquel rostro que a pesar de los golpes y el cansancio, seguía siendo rabiosamente hermoso. Hasta ese instante, quizás cegado por su rabia y su sed de venganza, Sasuke no había sido consciente de lo mucho que había echado de menos a Naruto. De lo importante, de lo imprescindible que era Naruto en su vida.

Y lo mucho que había añorado escucharle decir una simple, tonta, tal vez un poco linda, pero definitivamente vergonzosa declaración de amor.

Palabras que grabó a fuego en su memoria.

Tal vez ya iba siendo hora de mostrarle también sus verdaderos sentimientos.

—Yo… tampoco —susurró a media voz, con un nudo cernido a su garganta.

—¿Tú tampoco…? —preguntó a la expectativa de que concluyera la frase.

—Yo también… —rectificó ceñudo.

—¿Tú también…?

Sasuke le lanzó una mirada cargada de pueril rencor.

—Ya sabes lo que quiero decir, dobe. Deja de torturarme.

—Lo sé. Pero quiero oírlo —adelantó el labio inferior en una mueca infantil.

Sasuke bajó la mirada. Sus mejillas se colorearon de un furioso rojo escarlata, y su boca esbozó una mueca resignada.

—Te quiero —admitió, con un sutil suspiro.

Alzó sus ojos negros, profundos, infinitos, anegados por un intenso brillo cálido e inquieto que le confería una viveza aún más hermosa, casi irreal, y Naruto se sintió atrapado, incapaz de apartar la mirada de aquel hombre a veces cruel, a veces permisivo, a veces pasional, y a veces engreído, que ahora sabía, sin ninguna duda, correspondía sus sentimientos.

Había merecido la pena. Aceptar aquella destartalada misión que una semana atrás Kakashi le concedía sin expectativas, había merecido terriblemente la pena.

—Siento interrumpir esta preciosa escena de amor… —interrumpió Itachi erguido tras ellos, sin perder de vista a los dos policías, mientras jugueteaba a dos manos con las piezas que componían el artilugio desmontado—, ¿pero alguno de los dos pensó en quitarle las pilas al mando?

Sendas miradas pasaron de las manos de Itachi, a la luz parpadeante del explosivo en el cuello del rubio, la que como un juguete de niños había dejado de funcionar. La bomba estaba desactivada.

Naruto soltó una alegre carcajada de alivio, sintiendo que se le vaciaba la presión en el pecho, y su cuerpo se volvía más liviano. Y sin poder ocultar su felicidad, sin proferir palabra alguna, agarró a Sasuke por la nuca, y lo atrajo para besarlo profundamente en los labios.

2—

Naruto abrió los ojos, y sentado a horcajadas sobre el suelo de la parte trasera de la ambulancia donde se había dirigido en su primera revisión de heridas, contempló el cielo. Había amanecido, y en exterior de la discoteca un sol espléndido que asomaba tras los altos edificios alumbraba las maniobras de los policías, que siguiendo las directrices de su comandante, llevaban a cabo la tarea de custodiar y encerrar en diferentes furgones de policía a todos los delincuentes arrestados en aquella misión en la ciudad de El Sonido.

Una misión, que a decir verdad, había resultado todo un éxito.

El equipo de Itachi había logrado liberar a Gaara, neutralizar el explosivo, capturar a Kaguya y apresar a Madara. Los que pasarían una buena temporada entre rejas.

—¿Qué vas a hacer al final? ¿Volverás a Konoha conmigo? —le preguntó Naruto al moreno, que a su lado, se afanaba en escribir el reporte de la misión.

Sasuke se encogió de hombros indiferente.

—No hay nada que me interese aquí.

Eso se podía interpretar como un sí.

—¿Volverás al equipo siete?

—¿Contigo de compañero? —carcajeó—. Ni hablar.

—¡Teme! Debería ser yo el que no quisiera tenerte a ti de compañero. Bastardo, presumido.

Molesto por el comentario, el rubio se cruzó de brazos con un mohín de enfado.

—¿Y a casa? ¿Volverás a casa conmigo?

Sasuke alzó su ceja mortal.

—Ese es un truco muy viejo, usuratonkachi.

Naruto rio con ganas. No era la primera vez que intentaba utilizar con Sasuke el viejo truco de pedirle algo imposible, algo a lo que sabía se negaría en rotundo, para seguidamente pedirle lo que realmente le interesaba, y minimizar de ese modo el impacto de la pregunta.

—¿Y ha funcionado?

—No.

Lo suponía.

—Pues iré yo a la tuya.

—No vas a vivir en mi casa.

—¡Teme! No te hagas de rogar. ¿Acaso no volvemos a estar juntos?

—¿Cuándo he dicho yo eso? —aún le duraba esa estúpida sensación de ridículo que le causaba haberle declarado su amor.

—Pero… —Naruto parpadeó, dubitativo—. ¿Y entonces qué es lo que quieres?

—Quiero el divorcio —declaró ceñudo, aunque sus ojos y su media sonrisa, hablaban de otra cosa mucho más húmeda y suculenta.

Naruto rompió a reír de nuevo. Aquella mirada era tan reveladora como someterlo a un polígrafo detector de mentiras. Y además, desde el momento en que salieron de la discoteca había aparecido sobre el dedo anular de Sasuke el anillo de boda que un día le entregó en sus votos sagrados. Como si siempre hubiera estado ahí. Antes de que Sasuke pudiera huir en respuesta, le sujetó la muñeca, besando tiernamente el anillo y rodeándole la nuca con la otra mano para atraerlo hacia sí.

—Mentiroso.

Su boca fue al encuentro de la del moreno con calma, con la suavidad de quien sabe que aquel solo será el primer beso de muchos más. Lamió sus labios, hundió la lengua en su boca reconociendo el sabor de la añorada. Entregándose, reclamando, queriendo dominar su voluntad y doblegarlo a sus deseos, sometido al placer que le proporcionaba tener a Sasuke entre sus brazos. Hambriento de necesidad, Sasuke le respondió con la misma ferocidad, avasallador, ciego de deseo, ajeno a cualquier otra cosa que no fuera Naruto.

—Me vuelves loco cuando haces eso —susurró el rubio en un tono bajo y seductor, acariciándole con los dedos los labios húmedos e hinchados. Lo haría suyo allí mismo si no estuvieran frente a un puñado de policías entrometidos.

—Y más loco que te voy a volver…

¿Era cosa suya o aquello había sonado a propuesta de sexo duro y desenfrenado?

Oh, Dios, sí.

Escuchó un tintineo metálico y familiar, antes de que el chasquido y la presión que se cernía sobre su brazo siendo esposado, le hicieran desviar la mirada hacia su mano derecha, donde constató con horror, como unas brillantes esposas de níquel se cerraban a un lado sobre su muñeca, y a otro sobre el agarradero metálico de la ambulancia.

O quizás no.

—¡Maldito seas! ¡Me has vuelto a encadenar!

Sasuke se dio media vuelta, y sin lograr contener su regocijo, comenzó a caminar en dirección contraria.

—No lograrás escaparte de mí… ¿me oyes? ¡Te encontraré! ¡Aún eres mi marido! ¡Sasukeeee!

Era tan divertido hacerlo enfadar. Sasuke iba a contestarle algo ingenioso con lo que pudiera seguir despotricando un buen rato en su contra, pero el sonido del móvil en su pantalón le interrumpió. Sobre la pantalla pudo reconocer el nombre de su antiguo y perezoso sensei.

—Deja de fastidiarme. Ya te dije que no iría a tu boda —gruñó nada más descolgar la llamada.

—Mah, yo también me alegro de oír tu voz, Sasuke —canturreó Kakashi desde el otro lado de la línea con su habitual flojera—. Felicidades, mis superiores me han comunicado que habéis salido airosos de una complicada misión.

—Habría sido todo menos complicado si no me hubieras enviado a ese dobe —gruñó—. Te dije que no quería verlo.

—Me dijiste que no querías encontrarte con Naruto. Pero no me dijiste nada de si era Naruto el que te encontraba a ti.

Eso debía reconocérselo. Kakashi y sus sucias tretas de perro viejo.

—¿Qué quieres? —cuestionó receloso.

—Tu puesto en el equipo siete aún sigue vacante.

—Creía que estaba en busca y captura.

—Un desafortunado error burocrático —carraspeó—. El individuo responsable del robo con violencia a un tendero de tomates era otro Sasuke Uchiha, como si ese apellido no infundiera ya temor de por sí —bromeó—. Ahora que el caso está cerrado, y tu expediente sigue impoluto, a la policía de Konoha le gustaría que te reincorporaras a tu antiguo puesto con un aumento de rango y sueldo.

—Era detective cuando renuncié —le recordó.

—Si no lo hubieras dejado ahora mismo ostentarías el rango de teniente, y por lo tanto, Naruto sería tu subordinado.

Sasuke echó un vistazo por encima del hombro hacia el rubio idiota que continuaba despotricando y golpeando inútilmente los grilletes que lo retenían.

—Eso no le va a hacer mucha gracia —sonrió divertido imaginándose la reacción desaforada del rubio en anticipación— Cuenta con ello. Y respecto a la boda… iré, pero no me sentaré en la misma mesa que el dobe.

—Hecho.

3—

—¿Qué ha dicho?

Kakashi colgó el teléfono y alzó su mirada perezosa hacia Itachi.

—Dice que vendrá. Por tu bien y por el mío, espero que tu hermano nunca llegue a enterarse de que fue idea nuestra que ambos se volvieran a encontrar mediante un falso arresto y una supuesta boda.

Itachi rió en silencio.

—Tienes mi palabra.

Kakashi resopló, cruzándose de brazos dubitativo.

—Mah, ahora tendré que casarme.

—¿Lo sabe Iruka?

—No.

Las finas cejas de Itachi se alzaron con verdadero asombro.

—¿Vas a casarte dentro de una semana con un hombre que no sabe que va a casarse contigo?

—Suena raro, ¿verdad? —Kakashi se llevó una mano al mentón pensativo, antes de responder con parsimonia—. Mah, tal vez debería preguntárselo antes —una gran gota se deslizó por su sien—. Espero que diga que sí.

FIN

Notas finales:

Qué puedo decir... yo también espero que Iruka le diga que sí xD

Esta historia acaba aquí, pero intentaré volver antes de final de año para traeros el One Shot más votado en la encuesta que tengo publicada en mi bio y en Facebook.

De corazón, no me cansaré nunca de daros las gracias por vuestros comentarios y ánimos. Porque a pesar del tiempo y mis altibajos siempre haya alguien detrás de la pantalla que se acuerda de mí y me anima a seguir escribiendo, a no dejarlo nunca, que me recuerde lo mucho que me merece la pena invertir mi tiempo libre en escribir historias NaruSasu que nos hagan sonreír y nos alegren el día en estos tiempos en que la pandemia nos trae tanta tristeza.

A todas, desde la primera a la última, un millón de GRACIAS.

¡Feliz Navidad!

Besos, Naruko.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).