- ¿Vic…Vicchan?
- Sí, así es.
La sonrisa que la mujer le devolvía, con sus mejillas sonrojadas y los ojos anegados en nostalgia le indicaban a Víctor que aquello no era ni de lejos una broma. Con la sorpresa dibujada en las facciones, giró nuevamente la mirada en aquella fotografía de Yuuri, algunos años atrás, con un caniche más pequeño que el suyo. Ambos parecían muy felices juntos, y al ruso le recordó la relación estrecha que tenía con Makkachin…hecho que le recordó por qué estaba allí sólo, en Japón, y no con Yuuri, en Rusia.
Se le contrajo el corazón, una opresión que no sabía bien si era miedo o desesperanza se instaló en su pecho. Chasqueó la lengua, intentando despejar la mente.
No había llegado lo suficientemente rápido aún en avión, y el veterinario había que tomar la decisión por él. Habían operado al can, quien había sufrido una obstrucción intestinal provocada por el plástico que había tragado sin querer con los Majjus. Ahora, siendo ya entrada la mañana, sólo podían esperar a que el animal despertara de un sueño para Víctor demasiado prolongado. Pasaban las horas y Makkachin no despertaba, lo que le generaba todavía más ansiedad de la que ya tenía acumulada encima.
Por supuesto, no había dormido nada, y para colmo de males, Yuuri no contestaba el teléfono. Había llamado una y otra vez para ver cómo iban las cosas con Yakov, cómo se sentía sin él ahora que debía bailar el estilo libre sólo, quería contarle acerca de Makkachin, de lo que había descubierto de él en esas angustiantes horas de espera…pero no. Y no estaba apagado, simplemente el celular sonaba sin que nadie lo atendiese. ¿Le había sucedido algo acaso a él también…? No, no podía pensar así, ya estaba siendo fatalista.
Sacudió la cabeza, intentando otra vez despejarse. El cansancio lo tenía mal; de seguro Yuuri estaba durmiendo, o practicando, o peleándose con Yurio. Sí, eso debía de ser…aunque le generó un poco de desazón percatarse de que no estaba tan atento a él como le hubiese gustado. Frunció el ceño. Tenía que dejar de ser tan egoísta, una vez en su vida…
- … porque Yuuri no pudo volver a tiempo.- se percató con vergüenza que la madre de Yuuri había seguido hablando y él no había oído la mitad de las cosas, enfrascado en sus elucubraciones.- Eso lo deprimió bastante. Fingía estar bien cuando llamaba a casa, pero…
- Ya veo. Debía de quererlo mucho, como yo quiero a mi Makkachin.
Un silencio que no resultó incómodo se instaló entre ambos mientras seguían observando aquella fotografía. Yuuri parecía tan inocente…le había puesto su nombre a un perro. Sonrió. Lejos de molestarle le causó una extraña sensación de pertenencia…Yuuri parecía admirarlo antes de que se conocieran…personalmente nunca le había preguntado demasiado sobre ello porque le cohibía sentirse el centro de atención por el patinaje en cuanto a relaciones personales se trataba, y descubrir que el menor le había estado ocultando eso, quizás por la misma razón…
- Siempre te ha admirado.
- ¿De verdad?
- Sí, incluso tenía la habitación empapelada con tu rostro.- la madre rió, y Víctor volvió a sorprenderse.- Creo que quitó todo cuando llegaste, le daba pena que lo supieras.
Se quedó mirando a la mujer sin decir nada. La opresión que momentos antes sentía apretándole el corazón se fue aflojando un poco, y un calor desconocido hasta ese momento comenzó a extenderse por su pecho, relajándolo. ¿Qué era aquello, por qué se sentía tan bien? Recordó fugazmente como hacía casi dos años Yuuri había rechazado su oferta de tomarse una fotografía juntos y cómo, cuando decidió convertirse en su entrenador, parecía haber decidido conocerlo a él, a Víctor Nikoforov, y no al pentacampeón mundial, pese a la gran admiración que el japonés le había tenido en secreto durante tanto tiempo.
Y era la primera persona que lo había hecho.
¿Era por eso que se sentía tan conmovido? De repente sintió ganas de llorar, y no sabía si era el estrés causado por Makkachin, la falta de sueño y el que Yuuri no contestara el celular que lo tenía histérico, o la asombrosa revelación que acababa de sufrir.
Volvió a tomar el celular. Las 10:50. Lo apretó inconscientemente en su mano, como si creyera que así Yuuri lo llamaría o mandaría alguna señal de vida. Incluso había intentado enviarle un mensaje a Yurio, y tampoco le había contestado. Con Yakov ni había probado porque sabía que su ex entrenador ni siquiera se dignaría a contestarle sobre el bienestar de su patinador…estaba cansado y no quería formarse ideas extrañas, pero, ¿por qué ninguno de los dos le contestaban? ¿Lo estaban haciendo adrede, acaso?
- ¿Sucede algo malo?
- No, sólo estaba pensando en Makkachin.
La dulzura en la voz de la madre de Yuuri lo puso peor. Aquella mujer, quien le conocía hacía tan poco lo había integrado a su seno familiar como uno más con una confianza que Víctor aún no entendía pero agradecía enormemente, y quien ahora intentaba consolarlo por un perro, como si fuese Yuuri…no podía decirle que su hijo no estaba devolviendo las llamadas ni los mensajes desde que había llegado a Japón porque seguramente era alarmarla en vano, además de que seguro todo estaba bien. Tenía que comenzar a calmarse.
- Estará bien. Tu cariño lo salvará, ya verás. Ahora ven, vamos a tomar un café, se te nota el sueño en la cara.- volvió a sonreírle maternalmente, tomándolo del brazo y llevándolo lejos de aquel santuario que Yuuri había conservado para Vicchan.- Y nuestro Yuuri también estará bien, no te preocupes. Es más maduro y autosuficiente de lo que parece.
La expresión usada por la mujer le sorprendió y agradó a partes iguales. Se dejó llevar hacia la cocina, seguro de que necesitaba ese café. Decidió soltar el celular, aunque fuese un momento. Antes de irse, lo dejó en una pequeña mesita al lado de la fotografía.
Makkachin ahora le necesitaba más que nunca…Y su Yuuri estaba bien, como lo había dicho su madre.
Sólo debía confiar.
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N/A: Victor sabia ya de la admiración de Yuuri por el...pero no a tal extremo xD