Sostengo tu bandana roja entre mis manos cuando me siento en el asiento del autobús que solíamos tomar para ir a tu casa. Siempre las mismas butacas, preferías la ventana y compartías tu auricular conmigo.
Nunca entendí por qué te gustaba el rap, a mí me gustaba el pop.
Ya ni siquiera escucho música, he perdido tus cascos mientras volvía a casa un día de lluvia después de visitar el sombrío cementerio, lo siento mucho, sé que eran tus favoritos.
Yo corrí, porque estaba sumamente asustado, no estabas y había unos chicos. No estabas, para protegerme de cualquier cosa, no estabas para gritarles que se fueran, y tuve que ser un cobarde.
Sé que no te agradaba que corriera de todo lo que me asustara. Sé que querías que fuera alguien fuerte y que pudiera defenderse solo, supongo que porque lo veías venir, supongo que porque sabias lo que iba a pasar.
Extraño tu risa de idiota, esa risa que lograba que todos despertaran en mi casa, cuando no debía ser así. Pero después de todo, esa risa fue la que hizo que todo el mundo te quisiera ahí.
Siguen queriéndote aquí, y es duro para todos.
Es duro para mí, recordar nuestros últimos momentos juntos me rompe al medio. El pecho se me enciende en angustia. He llorado demasiado este último tiempo, y es que me hundo en el único sentimiento de extrañarte.
¿Sabes? Suelo ir a tu casa, y tu madre me deja pasar a tu habitación. Ella está tan deshecha como yo, pero no vamos a decirlo en voz alta, porque ambos sabemos que tu aroma nos hiere cada vez más.
No sé si a mí más que a ella, porque tú aroma era todo lo que tenía en las noches de pesadillas, pero es tu madre. Sé que se cuestiona mil cosas, sé que me mira dormir en tu cama cuando la tristeza me abate.
Desearía ser fuerte, debes estar furioso conmigo, pero está bien, es razonable. Sólo sé llorar y quejarme cuando el muerto eres tú. Perdón. Me haces muchísima falta, tus mechones enredados en mis dedos, tu voz en mi cuello.
Quisiera que alguien me abrazara como me abrazabas tú. Quisiera que me amaran como me amabas tú. Quisiera que coincidiéramos en las vidas siguientes, que al verte sepa que eres tú.
Qué debería hacer a continuación. Me pone muy nervioso ver tu cama armada a la perfección y no hecha un desastre como la solías tener. Me saca de quicio ver tu ropa en el armario, tu playera favorita, la de los Guns ‘n’ Roses, lavada, doblada y planchada.
Recuerdo el día que la manchaste con kétchup mientras comíamos papas fritas a la orilla del Rio. Gritaste como un loco saltando de donde estábamos sentados, casi lloraste y yo reía.
Recuerdo que también te prometí que íbamos a sacar la mancha, así que te quitaste la prenda con desesperación y me la entregaste sin importar que estuviéramos en público. Ese eras tú, inigualable.
Solo tú, quien podía hacerme feliz y protegerme.