Yi Fan despertó por el sonido de la alarma a su lado, abrió los ojos al instante y bostezó mientras se estiraba en la cama, como cada mañana, sólo que esta vez su cara de mal humor no existía. Acarició con delicadeza el lugar vació a su lado, sonriente, hoy era el día y debía prepararse.
Se levantó, se dirigió al baño y luego de 40 minutos empleados en alistarse, salió otra vez para cambiarse, desayunar algo rápido, agarrar su mochila y salir, como cada mañana, sólo que esta vez no iría al trabajo.
Subió a su auto, encendió el estéreo y condujo hasta el centro comercial que solía visitar siempre, aunque esta vez iría solo. Se bajó luego de estacionar y comenzó a recorrer las jugueterías que había dentro del lugar hasta dar con lo que buscaba. Antes de salir, compró un café y volvió a su auto.
Comenzó a conducir una vez más, pero no a su casa sino a la de sus padres. Observó el paquete de la juguetería y su mochila en el asiento del acompañante y sonrió. Luego de casi una hora de viaje, al llegar, tocó la puerta y su madre le abrió con una gran sonrisa, aunque su mirada expresaba compasión. Se abrazaron hasta que un pequeño niño apareció para separarlos y robarse un gran abrazo y muchos besos de Yi Fan. El mayor lo tomó en brazos y entraron juntos, no sin antes hacerle señas a su madre para que saque su mochila y el paquete de su auto. Saludó a su padre, dejó al niño en el suelo y tomó el paquete que su madre traía para dárselo al pequeño con una sonrisa. Lo vio abrir la envoltura con cuidado, haciéndolo recordar, haciéndolo sonreír aún más. Al sacar la caja y abrirla, un pequeño dragoncito rojo de peluche que emitía ligeros sonidos fue descubierto por el niño, que con lágrimas en los ojos y una sonrisa de oreja a oreja, lo tomó entre sus bracitos para nunca más soltarlo.
-Xingxing, se llamará Xingxing -dijo con voz entrecortada observando a su padre-
Yi Fan sólo pudo sonreír, una vez más.
Unas horas después, Yi Fan estaba vistiendo a su hijo con la ropita que su esposo le había comprado. Le colocó su cadenita, besó sus mejillas, le acomodó un poco el pelo y tomó su manito para acercarse al espejo. Él también llevaba la ropa que le había comprado y su hermoso reloj. Sonrieron y salieron juntos de la casa, Han aún con Xingxing en brazos.
Una vez más en el auto, ahora acompañado, Yi Fan condujo hasta el lugar en donde había visto por última vez a su único amor. Suspiró observando todo frente a sus ojos, miró a su hijo y bajaron del auto juntos. Yi Fan tomó su manito, teniendo que inclinar a un lado su cuerpo como siempre por la diferencia de alturas. Han apretaba con fuerza a Xingxing con una mano y con la otra la mano de su padre.
Se detuvieron allí, una vez más. Yi Fan se agachó para quedar más o menos a la altura de su hijo y sonrió. No quería demostrar debilidad en ese momento, no quería llorar de tristeza, no quería que Han se diera cuenta cuánto le dolía estar allí y sentirse solo, hoy quería estar feliz por los dos.
-Feliz navidad, amor -dijo, sosteniendo con fuerza al pequeño- Gracias por esto -señalando sus ropas- Nos queda muy bien y nos gusta mucho ¿cierto? -le preguntó al pequeño, que asentía con una sonrisa y lágrimas en sus ojos, al igual que Yi Fan-
-Te extraño mucho -dijo con voz casi inaudible el niño mientras trataba de controlar sus espasmos y se aferraba aún más a Xingxing-
-Mucho -repitió Yi Fan- al igual que yo. Prepararé la cena hoy, espero no quemar nada esta vez -rió bajo- Iremos con tus padres, pasaremos un rato allí, ellos se pondrán felices, lo sé, aunque faltes tú. Volveremos pronto -asintió- Te amo, bebé, feliz navidad, Xing.
-Te quiero. papi, feliz navidad
Yi Fan se irguió y juntos volvieron al auto, dejando la lápida de Yi Xing detrás, como en cada visita, sólo que esta vez, con sonrisas en sus rostros.