Jimin PoV.
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Te busco con la mirada, como siempre hago. Y estás allí, mirándome desde aquella banca bajo el árbol. Te sonrío, porque ya se hizo costumbre que yo te sonría mientras me miras. Pero esta vez tú sonríes de vuelta, lo que hace que mi corazón de un vuelco y mi cara arda.
-¿Pasa algo?- Jungkook, uno de mis mejores amigos, me pregunta, haciendo que aleje mi mirada de la tuya y le mire a él. No quiero que esté aquí, pero este niño es muy insistente. Le doy unas palmaditas en el hombro, y niego levemente con la cabeza. Le digo con la mirada que no tiene nada que hacer aquí y que me deje a solas contigo en nuestro encuentro secreto.
No es como si en el parque no estuviera nadie más, pero para mí se siente como si solo estuviéramos tú y yo, con tu mirada casi indescifrable y tu lejanía que me hace sentir extraño.
Jungkook se va, algo apenado, y yo me volteo para verte. Te sonrío, porque me encanta ver el brillo en tus ojos de raya cuando lo hago. Me siento en mi lugar de siempre y saco un libro de mi mochila. No es como si hoy no quisiera seguir sosteniendo tu mirada, es porque me han dejado un trabajo en la universidad, y tengo que leer este libro. Pero sé que interpretas eso de la mejor manera y yo bajo mi mirada a mi libro, mientras supongo que tú miras a la pantalla de la laptop que tienes entre tus piernas.
No puedo concentrarme teniéndote allí. Trato de prestarle atención a la trama, pero no puedo. Así que levanto la mirada hasta donde tú estás. Y como supuse, estás tecleando algo en la laptop. Me gustaría saber qué es lo que buscas, y trato de descifrarlo solo viendo tus posturas, tu cara, tus finos labios entreabiertos, tus pequeños ojos... Y la mirada que ahora me estás dando. Tú también querías mirarme, y eso me alegra, pero me avergüenza que te hayas dado cuenta de mi espionaje. Aparto la mirada y siento mi cara arder por segunda vez en el día. Tú me causas estas emociones.
Ni siquiera puedo saber si eres mayor o menor que yo. Tal vez seamos de la misma edad. Tus facciones son finas comparadas con las mías, podría decir que eres menor, pero tu mirada fría en ocasiones, tu ceño fruncido cuando tuviste un mal día, y el uniforme de trabajo con el cuál vienes a veces me hacen pensar que puedes ser mucho mayor que yo. Por eso prefiero pensar en ti como mi Hyung, porque tampoco sé tu nombre, pero pienso que es uno igual de fuerte que tu personalidad.
Cuando te veo, se siente como la primera vez. Me avergüenzo de que me estés mirando, como la primera vez, tan fijamente, tan intensamente. ¿Por qué me incomoda? No, no es eso. Quiero saber qué es, pero mi torpe corazón sin experiencia y mi mentalidad de niño hacen que dude de mí mismo. Me hacen dudar también de tus sentimientos. Porque para ti esto puede ser coqueteo, pero para mí es diferente. ¿Es porque soy un "niño" todavía y no sé diferenciar amor de coqueteo? Porque yo tampoco sé si te amo.
Ya está oscureciendo, así que miro a mi reloj de muñeca y son las 6. Esta es la hora en la cual ya debo irme. Te das cuenta de ello, porque ves cuando cierro mi libro y lo meto a la mochila, mientras me paro y me encuentro con tu mirada, siempre observando cada una de mis acciones.
No quiero irme, pero ya es hora para mí. Simplemente te dedico la última mirada de este día y muevo los labios, esperando a que me entiendas.
"-Nos vemos mañana.-"
Asientes levemente y me sonríes. Ya se hizo costumbre que al final de nuestras jornadas yo te diga aquello y tu respondas así.
Me voy, sin voltear a ver si me sigues. Estoy esperando a que algún día lo hagas. Entonces yo voltearé y podremos tomarnos de las manos, e ir a algún lugar, muy lejos de aquí. Huyamos de esta sociedad, ¿si?
Me gustaría decir que sabes lo que quiero. Pero yo sé lo que quieres. Te entiendo perfectamente, y podría enumerarte cada una de las cosas que quieres que hagamos juntos. Pero eres tímido como para cumplirlas. Y yo también lo soy. Ambos somos cobardes.
Sé varias cosas de ti con solo verte. Por ejemplo, tu pasatiempo favorito es la fotografía. Lo sé porque te he visto varias veces con la cámara. Y así fue como nos conocimos. Yo en ese tiempo tenía el cabello de negro, y aquella vez mi mirada en el celular, sin prestar mucha atención a mi alrededor. Entonces sentí que debía mirar al frente, y lo hice. Estabas allí, con tu cámara, sacando fotos del parque. Me avergoncé al ver que me estabas tomando una foto. Bueno, tal vez no a mí en particular, pero sí a la zona donde estaba. ¡Pero bajaste la cámara! Y me creí morir en ese instante cuando me dirigiste tu mirada. Nuestros ojos se encontraron por un instante, tu mirada penetrante e intensa me avergonzó mucho más, porque sentí que me inspeccionabas y me juzgabas y podías adivinar cada una de mis reacciones.
Soy un niño todavía, por eso, trátame con más delicadeza, ¿si? Porque cada vez que me miras de esa manera, siento que moriré de tantas emociones.
Que la próxima vez se sienta como si fuera la primera, ¿bien? Porque me gustaría conocerte de otra manera. Que te acerques a mí y preguntes por mi nombre, que me digas lo que sientes, que me digas sobre tu temor a que nuestro amor deje de ser secreto.
Deja de tenerle miedo al futuro que podemos formar juntos. ¿Por qué no nos arriesgamos a irnos lejos de aquí? La culpa no va a ser de nadie. No seremos culpables de nada, porque amar no es pecado. Es momento de gritar nuestro amor secreto a los cuatro vientos, de abrir nuestras alas y volar. Te ruego que no dejes otro día más pasar. Entonces podremos tomarnos de las manos y vernos juntos crecer. Y recordaremos lo especial que fue nuestro amor al comienzo. Recordaremos que nuestro amor siempre va a ser especial, y cada vez que vea tu rostro por la mañana, se sienta como la primera vez. Se sienta como empezar otra vez.