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Ciegos por Lilith Lawless

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Notas del fanfic:

El JJBek me consume -dies in happines-


Decidí darle un regalito al fandom de ésta pareja, así que aquí se encuentra el inicio a un nuevo long-fic 


Somebody: Oie, ¿pero no ya tienes como nueve fanfics acti-


Le moi: Kyc prro >:v


Sí, espero que éste sea el último fanfic que suba antes de acabar al menos uno de los que tengo activos.


b ADVERTENCIA: Éste fanfic trata temas sobre el abuso, tanto físico como sexual y psicológico. Pasa bajo tu propio riesgo.


Sin más nada que aclarar, espero les guste 💙

—¡Ya basta! ¡Por favor!— gritaba desde el suelo un joven adolescente, hecho un ovillo se cubría la cabeza con los brazos, recibiendo golpe tras golpe provenientes de otro muchacho del mismo colegio, estudiante a quien, a decir verdad, no conocía o no recordaba haber visto antes de esa situación. Jean Jacques Leroy, alumno en segundo grado del internado inglés Royal Heart era en ésta ocasión la víctima agredida. En ésta, en pasadas y seguramente siguientes. El rubio que tenía encima dejó de patearlo al ver que chorreaba sangre de su nariz, alejándose molesto junto a los otros cinco que solo miraban. Jean se quedó ahí hasta que haciendo uso de su audición pudo notar que ya no quedaba nadie más en el pasillo. Se levantó con dificultad, le dolía el cuerpo completo y la nariz dejaba caer sangre caliente empapándole el unoforme; se quitó el suéter y poniéndolo de modo que no mancharía el suelo con el líquido rojo encaminó a paso lento hacia los dormitorios.

Agradecía que, pese a ser cuarto compartido, él no tuviese compañero. Lo habría tenido en algún momento, sí, el muchacho en cuestión se llama Leo, un amigable joven de doble nacionalidad (mexicoamericano) amante de la música R&B y las bromas inocentes, quien lamentablemente, del mismo modo que él, había tenido que cambiar de forma continua de país debido al trabajo de su madre, habiendo viajado de Estados Unidos a México, de ahí a Argentina, a Italia, a Inglaterra y, ésta vez, directo a Canadá. Jean lo extrañaba en demasía, era el único que lo defendía, porque él mismo no lo hacía, nunca había sido fan de pelearse –más que nada por miedo, sabiendo muy bien hasta dónde podía llegar al querer lastimar a alguien–, así, manteniéndose pacífico, era blanco predilecto de aquellos estudiantes que gustaban de mofarse de otros y sentirse superiores a todos los demás.

Con los ánimos por el suelo llegó al ala oeste del edificio cuya función era servir como residencia para los alumnos, al fondo, pegada al balcón, la solitaria habitación 360 esperaba por él. Sacó la llave de su pantalón y la introdujo en la cerradura, desde que le robaron acostumbraba poner el cerrojo. Su rostro ya pálido por la cuantiosa pérdida de sangre se volvió aún más blanco si ello cabía en lo posible. Abrió lentamente la puerta, sigiloso, esperando encontrar el sitio desordenado hasta niveles insoportables o completamente vacío, más ninguna de las dos cosas sucedió. En la antigua cama de Leo se encontraba un joven de cabello negro con un corte parecido al suyo revisando su celular. Al sentirse observado el desconocido se quitó los auriculares y volteó a verle.

—¿Tú eres Jean?— preguntó mirándole analítico. El aludido, sin comprender lo que sucedía, se limitó a asentir con la cabeza—. Mi nombre es Otabek, acabo de entrar al instituto y seré tu compañero de cuarto desde hoy, pero dejando eso de lado… ¿Estás bien?— le interrogó al ver su estado, con sangre en la camisa y lleno de polvo.

—S-sí— le sonrió, pese a que el suéter haciendo presión en su nariz le impedía mostrar la boca—, me caí en la cancha de basket. Soy Jean Jacques Leroy, pero todos me dicen JJ, si tu así lo quieres puedes llamarme por ese apodo también— caminó hasta el baño de la habitación y sin cerrar la puerta se dedicó, bajo la atenta mirada ónix, a lavar con parsimonia su cara aprovechando que la sangre había parado de salir. Para hacer conversación comenzó a hablar desde donde estaba:— ¿De dónde eres? No luces como el típico inglés

Otabek frunció el ceño, sintiéndose algo ofendido por la última frase—, Kazajistán—respondió a secas—, por cierto, el profesor Dean dijo que te necesitaba en su despacho

Las manos de JJ se detuvieron antes de tomarla toalla colgada en la pared. Si el profesor de literatura requería de su presencia fuera del horario de clases sólo podía significar una cosa: el servicio. Suspiró nervioso, nunca iba a acostumbrarse, pero si con ello le perdonaban el incidente de primer grado y no le expulsaban, entonces estaba bien. Se quitó la prenda manchada, fue hasta uno de los dos clóset y sacó una camisa color menta, se la puso, tomó un sobre de tela con algo que parecía ser de plástico dentro, colocó en su muñeca izquierda una cinta roja y se acercó a la puerta con intención de irse, pero antes volteó a darle una cálida sonrisa al nuevo—, Regreso en un rato, gracias por pasar el mensaje— dijo cerrando tras de sí.

La primera impresión de Otabek fue que el tipo era raro, pero un muy buen mentiroso.

Jean apresuró el paso, los despachos de los profesores quedaban al otro lado del campus y Dean no era alguien tan paciente como a primera vista parecía. Se encontró con sus torturadores personales, los gemelos Edward y Charles junto a su séquito de seguidores retrasados, pero al ver el “accesorio” en su muñeca ninguno se atrevió a acercarse para molestarle. Aquel trozo de listón rojo era el signo de su esclavitud para con ese colegio; hacía año y medio, tras un percance a la semana de haber entrado a estudiar se decidió que sería expulsado por mal comportamiento. Desesperado había pedido que no lo sacasen, había jurado y perjurado que haría lo que fuese necesario si con ello podía garantizar su estadía ahí los cinco años que correspondía. Y lo logró, pudo quedarse, pero a un precio que siempre consideraría muy alto: trabajos sexuales. En un colegio sólo para hombres debía de haber algo en donde pudiesen desahogarse. Y ese algo era él mismo. Masturbación, oral o anal, el que fuese requerido por tiempo indeterminado, pero valía la pena si significaba no arruinar la economía de sus padres.

Tragó en seco al verse frente a la puerta blanca que indicaba con un letrero ser el aula de literatura. Respiró hondo, no era nada nuevo, sin embargo, aún continuaba sintiéndose como tal. Ni bien tocó la puerta ésta se abrió y de un jalón terminó dentro del salón. Dean le veía hambriento y él se percató de una notable erección en los pantalones ajenos.

— Tardaste— habló con voz profunda.

Jean soltó un suspiro derrotado—, Me encontré con un grupo de chicos y-

— A lo que viniste, Leroy— le interrumpió el pelirojo de lentes.

Sin titubear se hincó en el suelo, acercó su rostro a la entrepierna del adulto y con maestría desabotonó el pantalón. La ropa interior ya húmeda fue retirada por sus labios, dejando al desnudo ese trozo de carne que le había lastimado muchas veces. Dio una lamida, saboreando el semen que al contacto le asqueó. Metió el miembro a su boca, moviendo su cabeza de atrás hacia adelante. El acto duró más de diez minutos, hasta que el docente terminó por correrse en su boca. Le obligó a tragarse todo, para enorme disgusto del muchacho.

— Si eso es todo, me retiro— dijo Jean limpiando su boca con un pañuelo que sacó de la bolsa negra que antes había sacado de su habitación. Dean no dijo nada, le atrajo hacia sí, Leroy se dejó hacer, el pelirojo repartió besos por todo su cuello, hasta que reparó en la nuca, dejándole un mordisco que le había dolido bastante.

—Ahora sí, fuera de aquí— sentenció.

Justo cuando su alumno estaba por salir le propinó una nalgada en el glúteo izquierdo, sonriendo triunfal al verlo tensarse. El chico era un total falto de carácter, eso se notaba desde millas a la lejanía.

Jean no dijo nada, prefería no humillarse más, así pues, recogiendo el último atisbo de dignidad que le quedaba, encaminó de regreso al cuarto aún más rápido de como había llegado.

Cuando arribó se encontró a Otabek en el mismo sitio donde lo había dejado. Pasó de él dirigiéndose por segunda vez a su armario. Sacó dos toallas y un cambio de ropa. Acostumbraba darse una ducha larga siempre que hacía “servicio”, independientemente de cuál fuese éste.

De reojo, Otabek observó el mordisco en la nuca del muchacho, quiso preguntar si él era de quien su mejor amigo Yuri –quien residía en el colegio desde hacía un año– le había hablado en su debido momento: Un estudiante insoportable que iba en la clase de al lado, chico al que todos conocían y punto y aparte de ser el hazmerreír de la escuela daba cierto tipo de servicios especiales a quien lo requiriese, recibiendo dinero por parte de los contratantes, que en su mayoría constaban de ser profesores y muy pocos alumnos. Incluso algunos de los estudiantes le habían advertido que no se acercase a él, que era una zorra y probablemente tuviese todas las enfermedades venéreas del mundo.

—Hey— le llamó antes de que entrase al baño. Jean se volteó, mirándole atento—, ¿Tú eres de quién todo mundo me ha hablado?

La palidez se adueñó de la piel del moreno, los ojitos azules se desviaron decepcionados al suelo y un temblor apareció en su cuerpo—. Lo-los rumores vuelan, ¿No crees? Haha— se rio con nerviosismo—, bueno, no voy a mentirte. Solo pide un cambio de habitación, de-después de todo ¿Quién quisiera estar con una puta?— habló con la voz quebrada. Otabek no tuvo tiempo de responder, la puerta del baño se cerró con violencia y todo se quedó en un silencio. Se maldijo internamente en todos los idiomas que se sabía cuando pudo percibir los sollozos del muchacho desde la otra habitación.

Había sido un pésimo comienzo.

Se puso los auriculares para hacer menos insoportable la espera, pues quería disculparse con Jean. Hacerle sentir mal nunca fue su intención, en realidad, él solo quería saciar su curiosidad. Treinta minutos después el muchacho salió ya cambiado con un pijama azul marino de camiseta gris. Cabizbajo, ignorándole, se dirigió a su cama y se acostó en ella dándole la espalda y cubriéndose hasta la cabeza con las sábanas. El kazajo frunció el ceño, eran las cinco de la tarde, ¿Qué demonios hacía queriendo dormir a esas horas? La culpa le invadió al pensar que quizá fuese por lo que le había preguntado. Respiró hondo, eso iba a ser difícil—. No voy a hacerlo— dijo con nerviosismo—, pedir un cambio, quiero decir. No voy a irme a ningún lado, JJ— completó. El sutil movimiento de las sábanas fue lo único que le aseguró que el otro le había escuchado.

Solo esperaba, de todo corazón, haber arreglado algo. 

Notas finales:

Va dedicado al grupo JJbek de Facebook 💙


Sé que es corto, pero poquito porque es bendito okno :v es el prólogo, nuestros bebés apenas se conocen uwu


Espero que les guste, nos leemos en el próximo capítulo, au revoir~! 💙


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