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Final Feliz por MeeryLuu

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Yuri! on Ice y todos sus personajes le pertenecen a: Mitsuro Kubo.
N
otas: De acuerdo, esto no va muy conmigo, pero en serio, la idea me andaba persiguiendo desde hace bastante. Lo siento mi querido Vitya, te has ganado mi corazón cada vez más, pero estoy segura de que estarás bien; espero.
Por cierto, les adelanto que he modificado varios hechos del canon, por si hay alguna duda (¿? De todas maneras por mí no cambiaría nada del tan hermoso final que nos dio sensei-corazón gay-

«El nacimiento de un bebé es de las cosas que más podrían alegrarle la vida a una mujer; en ese momento, lo único que necesita es el contacto con su retoño, nada más; eso, y protegerlo con su propia vida, porque siente que es una pequeña y adorable parte suya.

Ni el dolor que se tiene es comparable al amor incondicional que alberga su progenitora, la persona que te debe amar más en todo el mundo…»

Aún no era invierno, y el ambiente ya tenía una temperatura tan baja, como el resto del año; no había mucha diferencia que digamos. Y para peor, en medio de este helante clima, padecía un pequeño niño de no más de seis años; sus sollozos se alcanzaban a escuchar por toda esa tierra congelada, y no había forma de sosegarlo.

En cambio, una esbelta mujer de grisáceos y largos cabellos y ojos marrones que resplandecían con la luz de la luna, padecía por los llantos del niño, le destrozaba verlo así, y más si ella era la causante de su estado. Con ambas manos iba quitando las pequeñas lágrimas de sus mejillas, estando a su altura, en cuclillas; para acariciarle la cabecita de su niño, le pedía insistentemente que dejara de estar triste, por ella…

—Vitya… —sus ojos se iban cristalizando conforme el niño seguía llorando. —No sigas, por favor… Sino mami se pondrá triste y… —se le formó un nudo en la garganta, las palabras se le fueron de la nada, no sabía exactamente cómo librarse de esa.

— ¿Por qué tenía que ser ahora?

La mujer se quedó boquiabierta, pensante; no aguantaría más, por lo que recordó las bolsas que traía, aún humeantes. —Mira. —señaló el pan que estaba sacando de la bolsa.

*¡Pryaniki!

—Exacto.

—Pero… ¿cómo? ¡Si estos sólo los haces en mi cumpleaños!

—Esa es la idea. —sonrió complacida al ver a su pequeño otra vez alegre. —Es un adelanto. Cuando regrese, te haré todos los que quieras. —pasó una servilleta por su boquita para limpiar todo el dulce que ya tenía alrededor de ésta, le causaba tanta gracia y felicidad verlo comer con tanto entusiasmo e inocencia.

— ¿Ya está mejor? Queda poco tiempo. —Preguntó Yakov al ver que el berrinche de Víctor había cesado, Lilia permanecía junto a él.

—Ya, por cierto, tengo que hablar contigo. Lilia, ¿podrías cuidar por un momento al pequeño Vitya?

La anterior mencionada aceptó al instante, yendo a donde estaba el pequeño y sujetándolo de la mano, lo llevó a dar paseo mientras le preguntaba qué tan rico estaba su pan, Víctor lucía más emocionado de lo normal. Ellos esperaron un momento, la mujer palideció de un momento a otro.

—Nina… —soltó en un murmuro, preocupado. Cuando iba a acercársele, un escalofrío le recorrió el cuerpo al verla, ahí parada, con la mirada perdida, demacrada, y con las lágrimas fluyendo a lo largo de su rostro.

"¿Esta será la última vez, verdad?"

Sonrió amargamente mientras veía a su hijo alejarse, riendo como siempre lo había hecho, y eso era lo único que la tranquilizaba. Saber que él estaría bien, y eso era lo único que le importaba.

.

A lo largo de ese mes, Víctor tuvo la esperanza de ver a su madre pronto; especialmente ese día se sintió muy angustiado cuando vio cero señales de ella en casa; y cada que le preguntaba a Yakov o a Lilia, la respuesta siempre era la misma: "Seguro ya no tarda".

Los días le parecían eternos y su paciencia estaba llegando al límite. Y ya para cuando se dio cuenta, ya había pasado medio año desde su ida. En un cierto punto creyó que ya jamás la volvería a ver, tenía miedo de estar en lo correcto y confió ciegamente en las excusas que le daban sus "tutores", como llegó a oír en cierta plática referente a él.

Todo le parecía tan complicado, no lograba comprender muchas cosas, y menos a sus cinco años, y aun así, las respuestas que le daban los adultos nunca lo convencían, por muy simple que fuera su pensar, ya todo lo veía igual, y le daba igual. Su mundo era tan aburrido.

Por lo mismo, en las tardes cuando ya no tenía prácticamente nada que hacer, acompañaba a Yakov de vez en vez a sus entrenamientos de patinaje artístico. Las primeras veces fue muy confuso, no entendía para qué alguien quisiera dar de vueltas en agua congelada, y menos con el clima de su país. Después de varias veces de haber ido, lo empezó a ver como algo divertido, y más cuando los patinadores se caían en unas de sus piruetas, al verlos simplemente no podía evitar reírse como hace tiempo que no lo hacía.

En una de esas ocasiones, como cualquier niño de su edad lo hubiera hecho, le entró la curiosidad el entrar a la pista. No le parecía difícil a simple vista, era cuestión de tomar ritmo y dejarse llevar, como lo solía hacer. Y como Yakov la mayoría de las veces centraba su atención a los patinadores, no le parecía como si se fuera a dar cuenta de sus acciones, o al menos eso esperaba; no sabía, ni quería saber cómo se pondría de verlo en el hielo.

Cuando consideró el momento justo, se escabulló hasta donde se encontraban los patines y rápidamente buscó los de menor tamaño; lo cual fue difícil pero no imposible; cuando se puso el par de patines por un momento dejó de sentir el suelo, era divertido en cierta manera, pensó.

Llegar a la pista sin ser descubierto le pareció la parte más dura; una vez dentro, una sensación de inmensa tranquilidad, libertad y nerviosismo se apoderó de todo su cuerpo. A pesar de ser la primera vez que tocaba el hielo con unos patines, se sintió tan natural como si ya hubiese estado ahí muchísimas otras veces más. Al principio se tambaleó un poco, lo normal para tener cinco años de edad; pero al poco rato de estar ahí, agarró tan buen ritmo que hasta él se sorprendió de él mismo.

Todo sería tan perfecto si tan solo pudiera no estar toda esa gente, quería la pista para él solo, además de que se tenía que cuidar de Yakov, las personas a su alrededor hacían buen trabajo al cubrirle… Tampoco quería estar así todo el tiempo, de a momentos se olvidaba de todo, le relajaba demasiado estar ahí, escuchar el ruido de los patines en el hielo; era su propia nube y un descuido lo dejó en evidencia.

Sin ser interrumpido, al momento de que llegó Lilia a supervisar los chicos de su marido, se encontró con una gran sorpresa: a Vitya patinando extrañamente bien; incluso pensó que Yakov ya lo había metido antes, esos movimientos no le parecían instantáneos.

—Yakov. —le llamó — ¿Vitya ya había patinado antes?

El susodicho reaccionó a la pregunta, él tampoco se esperaba la llegada de su esposa y menos tan de repente… Pero lo que realmente se cuestionó fue la pregunta que le hizo; y estando por demás confundido buscó entre sus alumnos a lo que Lilia se refería, y tenía razón. Pensó en gritarle, regañarle o sacarlo de ahí; pero no, también se mantuvo en su lugar admirando sus pasos y lo increíble que se veía para su edad.

—No…

—Tiene talento innato. —Concluyó Lilia estando muy segura de sus palabras, ella nunca se equivocaba.

— ¡Vitya! —le gritó al niño, haciendo que este se parece de golpe y pusiera una cara de preocupación increíble.

Éste salió de la pista con sumo miedo, se esperaba lo peor, lo conocía y muy seguramente le iba a prohibir volver a tocar el hielo…

— ¡Vitya! —volvió a gritar, acercándose al niño junto a su esposa. — ¿Ya te habías metido a la pista en otra ocasión? Dime la verdad, juro que no será nada malo. —le dijo, consolándolo después de ver la carita de miedo de llevaba desde que lo vio.

—No… —contestó entrecortadamente y muy bajo de voz.

Los dos adultos se miraron por unos segundos, dudosos de lo que dirían.

—Vitya… ¿no te gustaría practicar el patinaje profesionalmente? —y le sonrió, a un niño con una expresión de sorpresa y duda incomparable; era casi como un sueño.

.

En una ocasión, cuando el pequeño Víctor de cinco años de edad venía regresando del colegio, al cuidado de sus tutores, se pensativo en muchas cosas; como por ejemplo: le parecía divertido patinar, sólo había estado ahí dos veces pero ya se sentía una eternidad, pero tomarlo como una cosa de adultos era como quitarle toda diversión; llegó a pensar que los adultos podían arruinar hasta lo mejor y lo que más amabas. Le pareció por sobre todo relevante puesto que ya le empezaban a presionar por una decisión, a lo que le hacía dudar si así sería de ahora en adelante...

Estando con ellos, los volteó a ver, éstos respondieron al instante y el niño muy insistente les pidió un tiempo más, que por mientras le gustaría patinar estando a solas; aunque realmente era una excusa para tener la pista para él solo.

Y si al menos podía tener ese día, sabía que no practicaban por lo que le resultaba ventajoso, aún si no fuera para lo que precisamente la usaría; al fin y al cabo, de lo único que obtuvo de esa sesión personal fue despejar un poco su mente, y a no revolverse con tantas cosas, no quería eso, le parecía muy adulto y no estaba preparado para todo aquello.

El resultado, fue a un Víctor en estado completo en las nubes, nadie lo podía bajar y eso les preocupaba a los mayores; a los niños de su edad, o como le obligaban a llamarlos, "compañeros", les importaba un comino su estado. Y no es como si Víctor fuese un niño muy sociable, para nada, él únicamente iba a la escuela para lo único que servía, su "educación" parecía ser lo más importante en esos momentos y a él no le afectaba, todo lo veía igual, estar ahí o allá le era lo mismo. Tampoco es como si fuese muy expresivo; tal como se dijo, él usaba la escuela para distraerse un rato y ya, no le interesaba formar amistad con ninguno de los niños con los que compartía aula, y a nadie parecía molestarle; era como de los niños que nadie notaba.

O eso prefería.

Nunca le hicieron falta el conjunto de idiotas que iban por doquier molestando a todo niño que consideraban débil ante su presencia; todo lo que hacían era relativamente tolerante, y no es como si permitiera la agresión hacia su persona, en absoluto, era sólo que odiaba llamar la atención por cosas tan innecesarias.

Pero en aquella ocasión, fue distinto.

Normalmente ignoraba a los niños, normalmente terminaban por aburrirse e irse por su propia cuenta. Y esa vez, no lo hicieron, esa vez, fue la gota que derramó el vaso. Comenzaron burlándose de un deporte… ¿qué era?... "patinar es para maricas"… ¿Qué tenían de especial? Eso le dio rabia, y no se dejaría llevar, no por ellos… "oímos que vas a competir, ahora serás una linda niña ¿no?"… Se carcajearon, ¿cómo era que sabían? No se rebajaría a contestarles… "¿Y harás lo mismo que tu mamá?, ¿vas a dejar en ridículo a toda Rusia?"…

Decían que todo tenía un límite, las cosas tangibles solían no tener un infinito; y ese fue, lo sobrepasaron al doble de su límite.

Todo eso pasó en minutos, no, fueron segundos para percatarse que había golpeado al niño, lo había tirado al suelo e incluso le sacó algo de sangre de la nariz. Estaba hablando de él cuando apenas lo toco ya estaba llorando como el niño que era.

Por su parte, no deseaba volver a ver a alguien tan molesto, su impulso le venció esta vez y no quería volverse a ver en ese estado, él no era así. E importándole tan poco lo que hizo, en verdad le enfurecieron esas palabras, ¿cómo se atrevía a hablar de su madre cuando él ni siquiera la ha…? Se negó todo. Ya no sabía qué pensar. Ya no quería estar en ese lugar.

Vaciló antes de salir corriendo, ya no quería ver a nadie, sólo… quería estar solo. Dio gracias que la pista se encontraba tan cerca; y a lo mejor por eso sabían… no iba a torturarse más por eso. Y por mientras, ese era el único lugar en el que encontraría algo de la soledad que buscaba.

Al entrar y ver que no había nadie, se acercó a los estantes donde estaban toda la pila de patines; pensó en patinar, lo único que lo calmaría en esos momentos, su único escape de su realidad. Al tocar un par, se derrumbó, por completo. Al no haber nadie a su alrededor tenía la libertad de sacar todo lo que se estuvo conteniendo en el camino… todo. Las lágrimas salían a mares, no cesaban, sus ojitos azulados parecían dos cascadas con tanta agua cayendo de ellos, como lo hizo él, se estaba cayendo a pedazos y se encontraba completamente solo, nadie podía ir a ayudarlo. Necesitaba de ella.

Se mantuvo sentado en uno de los rincones, sujetando sus piernas con sus brazos, sirviéndole de apoyo en el rostro, y también para que cayeran ahí sus lágrimas, su pantalón tan bien cuidado se estaba empezando a humedecer.

"Mamá…"

"Mami…"

"¿Por qué me dejaste…? ¿Qué hice para que me dejaras solo en este mundo tan enorme…? ¿Me odias acaso…? Por favor… Ya vuelve… te necesito, tanto."

Sus sollozos hacían eco en todo el lugar, si no estuviera cerrado, se podrían oír a metros de distancia. Sus ganas de querer patinar se habían esfumado en un solo segundo, ¿cómo era posible? Aquello, lo único que le hacía sentir tranquilidad y cierta libertad ya le parecía algo molesto. Ya no quería, nada, nada que no fuera su sola presencia, sin que nadie ni nada le molestara. No sabía cuánto tiempo se quedaría ahí; tal vez hasta que se cansara de llorar, tal vez se quedaría dormido y esperaría a que alguien llegara después de un buen rato, tal vez…

Un ruido, tres ruidos. Repetidos ruidos le sacaron de sus pensamientos, haciendo que levantara el rostro, y se extrañara, se suponía que no habría nadie, ¿entonces? De momento lo ignoró, creyendo que era cosa suya; pero cuando los volvió a oír y reconoció esos ruidos fue que se levantó, a sorpresa suya.

Como lo suponía, se trataba de un simple patinador, probablemente alumno de Yakov, pero eso no le interesaba tanto, si ni siquiera él estaba. Entonces, ¿qué hacía ahí? Se mantuvo viéndolo con detenimiento mientras hacía un puchero, sin duda ese tipo le molestaba, gritándole:

— ¡Hey! ¡¿Qué se supone que haces?! —Captó su atención, bien— Hoy ni siquiera hay práctica, y no hay nadie. Será mejor que te vayas, no es normal que sólo haya una persona en la pista.

El muchacho se detuvo al instante, no parecía comprender bien lo que decía el niño, pero de lo único que estaba seguro era que estaba molesto. De momento aparentaba ignorarlo, lo que molestó al pequeño; pero cuando se dio cuenta que iba por sus lentes que había dejado en un extremo, se sintió algo apenado. No sabía lidiar bien con la gente.

—Oh, lo siento mucho. —Se acercó a él poniéndose sus gafas. —Tampoco sabía que habían prácticas especificas aquí. Supongo que es porque no soy de aquí… Pero de todas maneras gracias; creo que tendré que venir otro día… —Sonaba resignado el chico castaño, mientras salía de la pista y le sonreía muy amable al pequeño Víctor.

— ¿No eres de aquí? —preguntó avergonzado, en parte se sintió mal porque creyó haber sido algo malo con él.

— ¿Eh? —se volvió a él. —No… soy de un programa de intercambio. Vengo de Japón.

— ¿Japón? —soltó incrédulo. —E-en ese caso… supongo que podría pasarlo por esta vez. —Bajó la mirada, sonrojado y sin querer encararlo. —De todas maneras también iba a usar la pista.

El japonés soltó una risilla involuntaria. — ¿También patinas? Eso es tan genial en un niño tan pequeño. —Dijo cariñosamente, poniéndose a su nivel y revolviéndole el cabello ligeramente largo. —Por cierto, mi nombre es Katsuki Yuri; muchas gracias por permitirme usar la pista. —le miró dulce, tan dulce y sin despegar su mano de su cabeza.

Este vio a lo bajo, sus ojos se iluminaron a más no poder.

Y sin querer, había hecho su primer amigo en la vida.

Todas las tardes, al salir del colegio, lo primero que hacía era dirigirse a la pista, sin previo aviso, sólo iba, hubiera práctica con Yakov o no; él estaba siempre a la misma hora, sin falta. Al cabo de varias semanas, su amor por el patinaje había vuelto y cuando le volvieron a preguntar sobre trabarlo profesionalmente, él ya no tenía ni el menor rastro de duda y lo único que ocupaba su mente ahora era su nuevo amigo. Su amor brotaba en él de manera exponencial.

Todo parecía ser tan repentino, era como si de la noche a la mañana hubiera nacido un nuevo Víctor, enamorado de la vida. Ya no solía ser el niño apático del que todos sus allegados se quejaban. Obviamente todos se sorprendieron de éste cambio tan drástico, ¿qué fuera en su vida para cambiarlo de esa manera tan positiva? Sin duda conmovía a sus más cercanos.

Y no sólo era en su parte personal, a pesar de que seguía sin agradarle ir a la escuela, ahora se comportaba de una manera más amable con todos. También, desde que comenzó su entrenamiento como tal, había dado pasos tan agigantados en tan poco tiempo que, sobre todo a Yakov le tenía con la boca abierta, y no sólo eso, también lucia tan alegre, tan lleno de vida; ya se veía como un niño normal a cuestión de Lilia y Yakov.

Sin embargo, una parte del niño respondón aún seguía en él. Cada que Lilia creía conveniente reducir el largo de su cabello, éste simplemente se negaba diciendo que la única que le ha dejado cortar su cabello ha sido a su madre; en general odiaba que le tocaran y peor aún cortar su cabello. En estos momentos cada vez se notaba más su largo.

Pero fuera de eso, ambos consideraban que había dado un gran avance. Cuando notaron su apatía creyeron que se le pasaría solo, que cuando se diera cuenta ya no iba a recordar nada de ella. Pero estaban equivocados, cuando habían recurrido a especialistas en conducta infantil, les informaron que ese tipo de situaciones no se superan con el tiempo, y debían ser tratadas con terapias y diversos tratamientos. Ya era demasiado tarde para eso, creyeron haber tenido un descuido tamaño colosal y cuando notaron al nuevo Vitya, sus preocupaciones fueron volando, y creyeron que ya todo estaba bien.

Ya había pasado casi un año desde que conoció a su nuevo y mejor amigo: Katsuki Yuri de dieciséis años. Víctor nunca consideró necesario hablar de él con otras personas, ¿por qué? Ni él lo entendía, pero algo le decía que no debía hacerlo. Y así estaba bien, llevaba una buena vida así, y quería que continuara de esa manera.

Hasta que, en cierta ocasión, en un momento en el que Yakov de detuvo a observar con detenimiento a Vitya practicar con sus demás alumnos y notar cierta anomalía, fue que palideció.

— ¿No notas algo extraño en Vitya? —preguntó Yakov una vez estando con Lilia.

Y ahí fue donde todo cobró sentido; ya les parecía tan raro el hecho de un ser tan cambiado tan repentinamente, y más hablando de Víctor. Cuando ambos estuvieron totalmente seguros de su estado se sintieron tan miserablemente inútiles al cuidado de un niño, se maldecían su descuido tan grave.

En cierta ocasión, su mejor y único amigo se había regresado a su país natal. Fue lo que usó, antes de irse de Rusia sin dejar rastro. Vitya estaba destrozado.

"¿Por qué…?

¿Por qué todo lo que amo tiene que irse de mi lado…?"

En esa cierta ocasión, Víctor se mantuvo sollozando durante toda una noche, hasta tener los ojos enrojecidos e hinchados.

Juraría volver a verle. No podía soportar otro abandono. Y menos a unos días de ser navidad.

"¿Por qué siempre…?"

Y de lo poco que recordaba de esos horribles tiempos eran esas desagradables visitas al médico.

.

Con esto, le pasaron en un santiamén los años a Víctor Nikiforov. Para cuando se había dado cuenta, tanto su cuerpo como su cabellera habían crecido, bastante a su parecer; si aún se sentía un niño. Y de igual manera, aumentó su popularidad, después de haber debutado en el Grand Prix Júnior; ya toda Rusia lo empezaba a ver como una celebridad, a lo que no sentía muy apegado.

Fueron algo así de más de diez años viviendo para el patinaje, inclusive había dejado de estudiar para meterse de lleno; él consideraba que el colegio sólo lo estaba atrasando, por lo que nada más concluyó el nivel medio y se alejó por completo; claro, nunca le interesó una carrera de universidad; él consideraba que el patinaje era su única vocación.

Para cuando se dio cuenta, Nikiforov ya estaba siendo reconocido mundialmente, y con eso, miles fans detrás de él, tanto de Rusia como del resto del mundo.

Una cosa llevó a la otra, de eso estaba seguro. Para cuando se dio cuenta, ya estaba arrasando en las competencias en serie Sénior del Grand Prix.

Y aún no se daba cuenta que toda su vida la dedicó a su preciado patinaje. Por lo que en la competencia actual, en Fukuoka, Japón; se atravesó por él un sentimiento que no había pasado por un largo tiempo; ya ni recordaba esa sensación. Y las entrevistas del final no ayudaban para nada; la mayoría se trataban de planes a futuro. Por un momento le vino a la mente dedicarse a otra cosa, cambiar de aires. Y no sabía por qué ese cambio, se preguntaba si podría cambiar algo.

Pensó continuamente en eso, iba ya tan distraído a lo largo del pasillo para salir de la sede, incluso ignoró los gritos y pedidos de sus fans (algo que usualmente no hacía), tenía la vista perdida entre el suelo y sus pensamientos, hasta que oyó una serie de quejas, provenientes de una voz infantil:

— ¡Yuri-sensei! ¡Lamento haberlo decepcionado!

El nombre del aparente entrenador de uno de sus contrincantes resonó en su cabeza como un boom en su cabeza. Rápidamente giró su vista a donde provenían esos gritos. Sí, en efecto lo recordaba a ese niño (a su parecer), un pequeño japonés al que no tomo mucha importancia, lo único que consideraba que resaltaba en él era su tono particular de cabello, aunque pensó que unos mechones rojizos se los hacía cualquiera.

Buscó en él a cualquier persona que aparentara ser su coach, y lo vio. ¿Por qué no lo había visto antes? Ah, cierto, recordó que nunca le tomaba importancia a sus rivales de pista; eso le pareció ser que no notó. Y no lo podía creer, cuando lo vio trató de parpadear para que se le aclarara la vista, y resultó inútil. A su parecer se veía tan distinto… claro que ya habían pasado casi diez años, y en cierta medida podía ser él, pero con unas cuantas arrugas en el rostro.

Minami, a como lograba recordar su nombre, volvió a gritar el nombre de su coach. ¿Y si sí era él? ¿Podía perder algo con intentarlo? ¿Y si no era? Su razón dudaba, pero sus piernas corrían y aprovechaban la ausencia del menor. Fue cuando logró dar con él, quien permanecía en el mismo lugar, debido al shock de su estudiante.

— ¡¿Yuri?! ¡¿Realmente eres tú, Yuri?! —preguntó a viva voz, sujetando los hombros del adulto con ambas manos, se sentía morir de verlo otra vez y sus ojos empezaron a cristalizarse.

—… Es un honor señor Nikiforov, la gran leyenda rusa, pero… ¿Qué no es la primera vez que hablamos? —respondió aun shockeado, ahora con esto, no comprendía lo que estaba sucediendo. —Disculpe, tengo que retirarme, fue un gusto señor Nikiforov. —quitó discretamente sus manos de encima, al momento de alejarse con una sonrisa.

Víctor Nikiforov, una leyenda viva, el soltero codiciado tanto por mujeres como por hombres, se encontraba, ahora mismo, destrozado por la única persona que creyó querer. Por un momento aseguró que era él, no podía haber fallo, ¿le habían rechazado? No lo consideraba como posible, entonces ¿qué era? ¿Por qué en estos momentos se sentía tan frágil? ¿Por qué en estos momentos se había desmoronado como si nada?

En pleno lugar, sus lágrimas ya no aguantaron más y se desbordaron por completo; ni cubriéndose el rostro se podía evitar lo visible que era su situación. Muchas personas se le quedaron viendo, y por tanto respeto no quisieron intervenir. Aunque, a duras penas llegando, Yakov llegó hasta él con excesiva preocupación.

—¡Vitya! —gritó Yakov al ver el deplorable estado de su patinador estrella, al instante de llevárselo a otro lugar donde no hubiera tanta gente. — ¡¿Qué fue lo que sucedió?! ¿Por qué… estás llorando así? —le preguntaba con desesperación al ver que sus lágrimas no paraban de salir, y aun así, con una expresión tan neutral, como si no estuviera pasando nada. —Ya para. —suplicó— A tu madre no le gustaría verte así. —soltó sin más.

Eso le hizo reaccionar, pero no de la mejor manera, encaró a Yakov aun con los ojos rojos. — ¿Mi madre? —dijo en tono de burla. — ¡Si ella fue la primera en abandonarme! ¡Fue una maldita al dejar solo a un niño pequeño!

Yakov le abofeteó.

—¡No te atrevas a volver a decir algo así de Nina! —le regañó, se vio que le dolió más a él de lo que le pudo haber dolido a Víctor, al momento de sujetarlo ahora a él de los hombros y encararlo con su típica mirada autoritaria. Y en un descuido, dejó caer de su abrigo un papel bastante maltratado, aquel en el que sólo era visible: "My dear Vitya"

Víctor palideció al verlo, ignoró por completo los regaños de Yakov, y recogió aquel papel con extrema curiosidad.

—¡Esp- … no lo leas! —gritó al ver de lo que se trataba; intentó quitárselo de las manos, pero éste se negó. Y de todas maneras, ya tenía planeado dárselo. —Sé que nunca me escuchas, pero por favor ten en cuenta esto: esa carta pensé mostrártela desde hace años, casi después de haberme divorciado de Lilia. Pero algo me detenía, no quería ver tu reacción a esto. Estabas muy delicado en ese entonces, y para cuando vi lo animado que estabas de unos años para acá, decidí que ya no era necesario. Y ya sabes lo olvidadizo que soy; apenas voy viendo que la traía…

Y en efecto, Víctor estuvo atento a lo que decía, cuando terminó, desdobló el ya amarillento papel, incluso la tinta se veía desgastada, pero era entendible, sin más, empezó a leer, al pie de cabeza:

« Noviembre 20, 1993, San Petersburgo

Mi querido Vitya...

Le he estado dando demasiadas vueltas a esto, y ésta es la única manera que encontré para explicarte los sucesos tan dolorosos en los que estuviste rodeado, y me esmeré con ocultártelos, sé que está mal mentirte, pero me era peor verte sufrir.

Y ahora lo mínimo que puedo hacer es, contarte la verdad. Es lo último que podré hacer como tu madre, porque realmente, no merezco serlo, no merezco ser tu madre. Y creo que así ha sido, toda mi vida se ha basado en error tras error. Y el primero que cometí y el peor de todos, fue el haberme enamorado tanto en tu padre.

Aún lo recuerdo bien, fue en el primer año de la universidad, todo me parecía tan desconocido y brillante a la vez. Él fue a la primera persona a la que conocí ahí y mi primer amigo. Los sucesos se fueron dando eventualmente, y para mi peor momento, ya había caído ante él.

Pasé a su lado alrededor de dos años, en el que a la mitad él ya sabía de mis sentimientos hacia él, pero los ignoraba por completo y eso me dolía. Y lo peor de todo era que, yo ya sabía cómo era. Él me contó que no buscaba tener una relación formal con nadie, sus noviazgos siempre eran en forma libre; y sobretodo, él era muy inestable emocionalmente. Yo ya lo sabía, y aun así, decidí mantenerme junto a él.

Una vez, cuando estábamos los dos en una fiesta y al límite del alcohol, él empezó tan cariñoso conmigo que, no me pude resistir y lo inevitable sucedió. Obviamente no respondió a lo que pasó, y alegó al decirme que él era así, que ya lo conocía. Pasaron alrededor de dos semanas para que yo empezara con síntomas nada usuales en mí, y lo comprobé, te estaba esperando.

Desafortunadamente, ni tiempo me dio para darle la noticia; desapareció de un día para otro, y cuando pregunté por él, me dijeron que se había regresado a Polonia. No tuve manera de contactarlo. Estaba desesperada e infinitas ideas horribles cruzaron por mi mente.

Yo no soy así, me sentí tan asquerosa de sólo pensar en deshacerme de ti, me repudie en ese momento. Y para bendita suerte mía, siempre conté con el apoyo de Yakov y Lilia.

Cuando naciste, me sentí tan infinitamente feliz, a pesar de que hayas salido con los ojos de tu padre… Eres perfecto tal cual eres, nunca pude tener tanta suerte de tenerte como mi hijo… Y tú tan mala suerte de tenerme como madre, una muy desastrosa madre.

Los pocos años que tuve la dicha de estar a tu lado, se me pasaron tan malditamente rápidos, y con tal cosa… Por eso, ahora lo único que puedo hacer es decirte, no, pedirte que hagas esto:

No seas como yo. Sigue los consejos de Yakov y Lilia, ellos te cuidarán mejor de lo que yo pude hacer… Sé que serás una mejor persona que yo, sé que llegarás mucho más lejos que yo, sé que serás reconocido y no te dejarás llevar por cosas tan insignificantes como lo es la atracción y el deseo. Fórmate como una buena persona, y sobretodo, disfruta de cada etapa de tu vida que es lo más precioso que tienes.

Espero que siempre estés satisfecho con tu vida… espero, que tengas un final feliz.

Nina Nikiforov»

—Ella, desde que la conocí supe que padecía de una depresión muy fuerte, seguido la veía medicarse. Y hasta donde yo sabía, continuamente consumía narcóticos. Pero cuando supo que te estaba esperando en su vientre, dejó todo eso y se cuidó en todo su embarazo. —aclaró— Cuando te "abandonó" fue debido a que le habían dado fecha, desconozco la demás parte, pero sí hizo lo que hizo fue para protegerte. —Terminó de explicar, como un extra porque sabía que eso no venía en la carta.

Víctor Nikiforov por primera vez en su vida se sintió miserable, cuando hubo terminado de leer la carta, ésta ya tenía partes mojadas; sus lágrimas habían caído en el papel por docenas. De lo único que estaba seguro era de dos cosas: una, que en definitiva eso le había empeorado el estado de ánimo, se sentía peor que basura. Y la segunda, que su madre fue la mejor persona que jamás podría haber tenido, y eso le dolía aún más.

"… Víctor"

—¡Víctor! —venía corriendo el mismo coach de hace un rato, exhausto. —Gracias a Dios que te encontré… —Y le abrazó, estando el ruso en el suelo, él se puso a su nivel para tenerlo al fin en sus brazos. —Lo lamento tanto… Cuando tu viniste a mí, en serio, te juro que no te había reconocido. Mira cuanto has crecido… —le vio directo al rostro para limpiarle las lágrimas de sus ojos y mejillas. —Aún te recuerdo como una cosita tan diminuta. —Y le volvió a abrazar.

En cierta ocasión, Víctor Nikiforov conoció al amor de su vida, y se reencontró con él.

"Eres mi persona favorita en el mundo entero, Vitya."

.

—Señor Nikiforov. —le llamó una joven al extremo de la habitación, con una charola y vestida de blanco. —Le dejo su medicamento de la tarde, no olvide tomárselo. —Colocó un envase con pastillas dentro en una mesita cerca de él.

Éste asintió sin voltearla a ver, no deseaba despegar su vista del paisaje tan bonito que había en esas épocas, en la que todos lucen tan felices y cálidos. Le agradaba aquel ventanal tan grande, podía quedarse todo lo que quisiera ahí, mientras peinaba su largo cabello, y cerraba sus ojos imaginando estar con las dos personas que más amaba en su vida, en navidad, en su cumpleaños; como una familia.

Esto sucedió en una cierta ocasión, a sus recién treintaicinco años cumplidos.

Notas finales:

Greetings!

*Pryaniki: Literalmente, "pan de miel", puede ser de diferentes ingredientes.

Ok, si me preguntan qué demonios está pasando, déjenme decirles que yo tampoco sé(? En serio, a veces me pongo frente al espejo y me pregunto: "¿Por qué eres así?"
Y si notaron, éste fanfiction va más dirigido a Víctor, éste personaje me enamora cada vez más y me parecía injusto saber prácticamente nada de él.
Y bueno, éste es el resultado de diversos headcanons y drama del bueno(? Anoten esto: nunca dejen al final su proyecto anual que pueden pasar cosas feas ;; Y realmente fue mala suerte mía, justo debió haber caído un día después del capítulo final -cries- *aún no supera la escena donde bailan ellos dos juntos Stay close to me*

Qué más les puedo decir... ah! al médico al que llevaron a Víctor fue a un psiquiatra, por si las dudas(? Y una pregunta de mí para ustedes(? Aun siendo los padres de Víctor, y que obviamente tienen que existir en su mundo, ¿se consideran OC si aun no salen como oficiales? Me mata la duda, porque no sé si poner en la descripción OC o no(?)
Y antes de que se me olvide, lamento mucho los posibles errores, EN TODOS LOS ASPECTOS, porque literalmente ésto lo hice apenas unos días, y cuando ando bajo presión, las cosas no me salen muchas veces como quiero, y sí, no borre nada, todo lo que ponía lo dejaba, ya no me pude dar el lujo de borrar ;;

En fin, si a alguien le ha gustado esto, agradecería mucho ver sus comentarios!

Hasta luego mis patitos~


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