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Ángeles blancos de alas negras por patyunam

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Notas del capitulo:

Te la dedico Lucy FerRed, porque tú has inspirado esta historia y alegras mis ratos de ocio. 

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Ángeles blancos de alas negras.

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Jamás podría olvidarte, mi amado, te conocí, me conociste y de todas formas parecías no soltar mis manos, las sujetaste con fuerza entre las tuyas. Suspiraste de amor por mí, lo sigues haciendo, sin importar cómo, sé que saldremos adelante juntos, sí juntos, porque así nos ha hecho el destino, porque sabes lo que mi alma necesita y eres tú…

Las palabras, las voces que se pierden con los años no podían dejar de contar una y otra vez el origen de las dos especies de humanos que existían en el mundo.

A la par de los humanos, unas creaturas fueron creadas para protegerles, sin embargo, algunas de ellas se corrompieron, pues no podían aceptar un destino para servir a otros que consideraron inferiores y pretendieron vivir entre ellos mezclados, disfrutando los placeres mortales. Aquella corrupción les tornaba las alas en un negro profuso, los manchaba y eso ocasionaba que sus corazones no pudieran brillar para recibir y dar amor.

La sentencia venía del mismo creador que procuraba el balance en las creaturas, si sus hijos más amados eran aquellos ángeles de blanco plumaje, de resplandor sin igual; los que desobedecían sus designios no podían subir a la gloria junto a él. Aunque la vida de aquellas creaturas era prácticamente ilimitada, se tornaba aburrida si no subían a la luz con el creador, después de todo los placeres  podían fastidiar a cualquiera si no había un propósito, si no se amaba algo, al prójimo y las cosas que atañían a los humanos.

El regalo de la inmortalidad con el pasar del tiempo, se hacía una tortura que manchaba el alma de aquellos ángeles, que algunos humanos solían llamar demonios. Solían ser más fuertes, sobresalientes en inteligencia y tomaban el control de ciertos sectores de la economía con su astucia. A pesar de ello, no podían matar o cometer crímenes o sus antiguos compañeros se verían en la necesidad de exterminarles.

Castor era un hermoso Ángel caído alto, de ojos verdes bastante claros, su cabello corto negro, espalda ancha y músculos llamativos. Sus alas que habían sido blancas, se habían tornado oscuras, a razón de que tiempo atrás, fue atraído por el deseo mundano de los placeres sexuales. Efímero fue el furor, en poco tiempo al probar todo aquello que le fue ofrecido por un joven humano caprichoso, que poseía una fortuna cuantiosa, se percató que había perdido la paz de su corazón. Pero se dejó llevar, durante algún tiempo, viajes, comida, cosas simples que podían saciar momentáneamente esa pérdida de la luz. Aunque todo terminó en el momento en que fue lanzado del lugar, a razón de que dejó de placerle el ser usado como un juguete, por el joven humano.

Caminó sin rumbo hasta que una mujer de alas negras al igual que él, lo acogió en su casa. La mujer de nombre Julie, de cabello dorado brillante, un rostro dulce con ese aire de seriedad que caracterizaba a todos los ángeles oscuros, atlética y rebosante de preponderancia. La joven poseía un vasto departamento en el que le permitió quedarse, pues por alguna razón le había dado lástima una creatura igual a ella, pensando que quizá también le resultaría útil tenerlo de aliado y lo acogió para darle un trabajo en su negocio, un bar que prosperaba.

Castor accedió, no le quedaba más que aceptar la caridad de aquella mujer de su raza que se veía igual que él, de cierta forma perdida en el mundo. Algunos meses le habían devuelto su fuerza interior y ganar el sustento, la fortaleza para valerse por sí mismo. No obstante, no olvidó los favores de la mujer que solía visitar, para ayudarla y pagar sus molestias. Pero ambos solían ser fríos, seres que parecían no tener corazón luego de haber perdido la gracia divina.

Esa noche, le tocaba vigilar el bar en la entrada, ya que algunas era el cantinero, aunque le era más placiente el vigilar la puerta y sacar a los ebrios impertinentes. Pasadas las cinco de la madrugada, el bar que parecía rebosante de vida poco a poco dejaba solamente a los alcoholizados que lloraban sus penas en las mesas, o a aquellos que la fiesta les era poca. De pronto, un ángel blanco cayó cerca de él mientras observaba su celular, la creatura venía herida, una de sus alas se había roto con la caída y se quedó inmóvil en el suelo. 

Se aproximó pensativo, ¿debería ayudar a uno de ellos? Esos que solían odiar por tener esa luz divina en sus corazones. Pero la curiosidad pudo más y el recostado ángel que lucía más joven que Castor, de cabello negro y a mechones largo, parecía inerte. Demasiado extraño que los ángeles fueran blancos o negros, aunque tenían el don de la inmortalidad, sólo era en el sentido de no envejecer, las heridas les resultaban iguales que a los humanos y perecer por aquellas podría ocurrir.

Al acercarse todavía más, observó muchas heridas pero lo que más le preocupó, fue la túnica blanca manchada con sangre y una herida que sangraba profusamente. Mucho más se aproximó hasta el joven y de pronto abrió sus ojos tan profundos, de un verde más oscuro que el suyo, mirándolo con desesperación.

— Ayuda…

El ángel negro se sintió extraño al mirar los ojos pacíficos y temerosos.

— De acuerdo, llamaré una ambulancia para que vengan por ti.

— No… hospital no… él vendrá por mí… ayúdame a morir…

— ¡Qué dices! ¿Matarte yo? Ángel incoherente, llamaré a la ambulancia.

— Por favor… no… va a torturarme si me encuentra ahí…

Castor que vivía cerca del bar, en un impulso se llevó al joven entre sus brazos, para volar con él hasta su departamento. Solía vivir en un edificio alto, en el último piso que daba a un balcón que solía usar para entrar. El ala rota del joven lo hizo gemir al ser levantado y la acomodó con cuidado entre sus brazos para no lastimarlo más. Voló a prisa y lo colocó en su cama. Levantó la túnica, bajo la cual, había un rasguño enorme en el vientre. Trajo un desinfectante, agua y jabón, lavó las heridas que tenía por todo el cuerpo, mientras el joven gimió varias veces. Las heridas profundas de garras en el vientre sangraban demasiado, de modo que trajo aguja e hilo y las cosió para que dejaran de sangrar, no habían llegado más que a desgarrar el músculo, así que no moriría. Entablilló el ala rota y la extendió en la cama para que sanara. Advirtió el daño que tenía, heridas no muy severas pero por todo su cuerpo, laceraban sus manos, sus brazos, sus piernas y sus alas parecían haber sido desplumadas en partes pues sangraban.

Había algo muy extraño, a razón de que no solía cuidar de otras creaturas, mucho menos a alguna que tuviera eso que él había perdido tiempo atrás. Se recostó en la orilla de su enorme cama, al lado de su intruso y cerró los ojos recordando el verde mirar que poseía aquello que había perdido.

Varias horas después, Castor se levantó, a más de media tarde puesto que su trabajo era nocturno, entonces miró al joven que permanecía con los ojos cerrados y se quejaba casi silenciosamente. Tocó su frente que ardía en fiebre y suspirando trajo algunos trapos para bajarla, algunas pastillas y ungüento desinfectante. Además le inyectó un antibiótico que esperaba ayudara con el problema. Cuidar de otro le era molesto, sin embargo algo había en el joven que había ayudado, podía observarle al poner los trapos en su frente, al limpiar sus heridas y sentir, por primera vez en tanto tiempo esa cosa extraña en su pecho. Se justificó consigo mismo, la luz de la gloria podía ser atrayente para él y supuso que tenerlo ahí, aunque le recordaba su origen, también le daba cierta paz.

Tres días de tenerle agotado, casi inmóvil, con sus ojos fatigados que dormían prácticamente todo el día, lo miró esa tarde, sentado tocando el vendaje de su costado.

— Veo que te sientes mejor. Deberías buscar a alguno de los tuyos para que te lleve arriba.

— No puedo, sabes, he sido mancillado. Pero gracias por la ayuda.

— Por qué dices eso, tus alas son blancas, puedes subir si te llevan.

— ¿No puedo, sabes qué cosa me dejó así? Fue un demonio, me perdí en él. Debía vigilarle para saber si asesinaba y destruirle si era de esa forma. Pero me sedujo, me hizo amarle, no me entregué a él pero de todas formas mi corazón ha amado a uno. Merezco morir y padecer, debería volver con el creador de forma espiritual, para purificar estos sentimientos.

— Pero que absurdo, ¿sabes lo que sufrimos nosotros los que hemos caído aquí? De todas formas, el sinsentido tiene un leve placer al padecerlo, para qué volver a un lugar donde no se es más que un esclavo, es mejor ser libre para padecer este vacío. Prefiero esta existencia que la que tú defiendes.

— Creo que añoras la luz. Sólo es que al perderla no puedes volver a ella. Yo creo que este cuerpo ha sido mancillado por eso no puedo volver así, debería morir para ser redimido.

— ¿Morir? Yo también he sido un ángel, ¿no se supone que el creador te ha dado esa vida y no puedes quitártela?

— Así es, yo dejé que aquél me hiriera, quería morir, a pesar de ello, al final tuve miedo y escapé. Ahora sólo soy un cobarde, un ángel que no puede volar, y que teme volver a casa.

— ¿No crees que tu vida está en tus manos? No conoces el mundo mortal, ¿sabes que hay tantos sabores, experiencias que pueden saturar tus sentidos?

—  Pero eso no importa si no se puede amar.

— ¿Y eso de qué te sirve?

El ángel se quedó callado, sus ojos reflejaron angustia, el dolor de su corazón que había sido traicionado. Agachó la mirada y suspiró:

— Lo lamento, tienes razón, amar no me ha servido de nada. Creo que puedo caminar y me marcharé para no seguir siendo una molestia.

— ¿Deberías comer algo sabes? Has perdido sangre, has sido herido.

Insistió Castor, puesto que sabía de hecho que los ángeles no necesitaban comer ni dormir, pero el joven que ayudaba había sido herido, tenía que recuperarse de alguna forma y por supuesto que estaba el hecho de que tenía demasiadas horas alejado del lugar que los saciaba de toda necesidad.

— No puedo, recuerda que si soy seducido a los pecados, perderé completamente mi alma y aunque muera, jamás podré volver a la gloria.

— Entonces haz algo y busca a alguno de los tuyos que te lleve de vuelta.

— ¿No sería mejor morir de hambre?

— Pues tardarás, tu cuerpo es fuerte, has resistido la infección, te he puesto suero, medicinas y aparentemente aunque tu cabeza no quiera, tu cuerpo pretende seguir existiendo. Así que no creo que puedas perder la blancura con comer, estarás varado, de modo que te haré un favor, sólo porque también lo han hecho por mí. Te quedarás pero trabajarás conmigo, seguramente ella te pondrá en la puerta.

— No es su deber cuidar de mí, debería ir a que él termine el trabajo que empezó ese demonio, pero sabe algo… es doloroso, me mataba lentamente, por eso me resistí y escapé.

— Pues cuida de ti, ¿por qué permitir que te lastimen? Y no estoy protegiéndote, sólo te doy la oportunidad que me fue brindada a mí también. Pero será mañana, hoy hablaré con Julie, ella me dirá si te dará empleo, más te vale estar sano mañana o te echaré a la calle.

El ángel de alas blancas se quedó callado, en realidad no tenía opción más que acatar las órdenes del que lo alojaba, su temor a morir era más grande que la necesidad de redimir sus pecados.

Castor se levantó a preparar su desayuno, hizo para él, tocino, huevos, y para su acompañante pensó en hacerle la vida más fácil preparando una avena desabrida, hervida sin azúcar, sin nada, con tal de que no se tornase oscuro. El ángel blanco desde la habitación podía oler la comida, había pasado demasiado tiempo en la tierra y las tentaciones mundanas podían trastornar sus sentidos. No había contacto con su espiritualidad y la satisfacción que se daba con las cosas en el lugar de descanso de sus compañeros, no podía llenarlo sin estar ahí.

Su estómago rugió nuevamente y sintió dolor justo ahí. La puerta se abrió.

— Oye… ¿cuál es tu nombre? — Preguntó Castor.

—Tyler… — Agachó la cabeza al mirar un plato que traía en las manos.

— Yo soy Castor y traje esto para ti Tyler, es sólo avena desabrida para calmar tu estómago. No te corromperá porque no tiene sabor y te hará sentir mejor.

— ¿De verdad?

— No seas absurdo, adelante prueba.

Recelosamente Tyler sujetó el plato y comió calmando su ansiedad. El color de sus alas no cambió ni un poco y suspiró. Castor sonrió al mirarle comer, entonces le dijo al verlo terminar:

— Deberías tomar una ducha, sólo cubrimos el ala rota con plástico y podrás asearte, creo que es necesario porque tus heridas deben estar limpias.

— Yo… bueno es que…

El ángel oscuro recordó que al habitar la tierra, había demasiadas cosas que desconocía, de entre ellas tomar una ducha, de modo que debía explicarle al que se alojaba con él. Renegó con la cabeza y  respondió:

— Entiendo y sólo explicaré una vez. Ven sígueme.

Abrió la regadera, le mostró que había que esperar a que se pusiera tibia y sobre el champú, el jabón, y lavarse. Envolvieron su ala rota en plástico y Castor dijo:

— Entonces te dejaré solo.

— ¿Podrías ayudarme con la túnica? No puedo retirarla sin lastimar el ala.

— Creo que tendremos que cortarla, yo te prestaré ropa, recuerda que también tengo alas, seguro te queda. Estarás en deuda y más te vale trabajar para pagarme.

— Haré todo en mi poder para corresponder a su generosidad.

El hombre mayor suspiró, salió y volvió a los pocos minutos con unas tijeras recortando la enorme túnica que cubría el cuerpo atlético de Tyler. Sintió algo extraño, no había logrado percibir aquella sensación desde hacía años, sólo la primera vez que se había entregado a la lujuria, sin embargo era distinto. El joven causaba algo más que deseo, había en sus ojos una extraña atracción que olvidó al salir del lugar.

Luego de tenerlo aseado, lo llevó al médico, era indispensable que  revisaran si su ala estaba soldando adecuadamente. Afortunadamente, no había más complicaciones. Le pusieron yeso en la parte dañada y de esa forma no podría moverla.

Cuando marchó al trabajo, dejó a su acompañante con algunos libros, una computadora portátil que le enseñó en breve como usar lo más básico y mirando el televisor. Supuso que la mejor forma de aprender del mundo, era quizá viendo cosas de él. Partió a trabajar más tarde y al volver por la madrugada, encontró al chico recostado en el suelo de la habitación sobre algunas mantas, sintió pena por él, pues con su ala rota debería sin duda recostarse en la cama a descansar. A pesar de ello intentó olvidar todo y se durmió. Por la tarde, Castor se levantó mirando que su acompañante no se encontraba en el lugar, caminó a la sala hasta toparse con él duchado y con ropa suya limpia en el cuerpo. El lugar se veía aseado, los trastos lavados en el escurridor y el suelo trapeado, ya que Tyler había copiado las conductas que había aprendido.

— Lo has hecho bastante bien Tyler.

— Era lo menos que podía hacer, y todo lo aprendí gracias a las cosas que me ha dejado para estudiar.

— Julie me ha dicho que hoy te presentes a trabajar y te enseñaré nuestra labor. Cuidaremos la puerta del bar.

— No tengo inconveniente. El rasguño no sangra y creo que si no hago esfuerzos podré hacer cualquier cosa.

Avanzada la tarde, el mayor le prestó un traje a Tyler, aunque pasar el ala entablillada fue difícil, sin embargo le ayudó a que todo fuera bien. Había algo en los ojos que se toparon con los de Castor, que simplemente podían mirarse el uno al otro con esa sensación extraña. De esa forma salieron juntos, totalmente apuestos y arreglados para trabajar en el sitio, se pusieron en la puerta dejando entrar a las personas o rechazándolas y cuando se requirió Tyler se tuvo que quedar a cuidar la puerta, mientras que Castor entró a correr a un par de borrachos.

Avanzada la noche, la charla comenzó, Castor tomó un cigarrillo y ofreció a su compañero de piso, que rehusó aquello. Curioso observó ese acto:

— ¿Y qué se siente?

Sonriendo coqueto el mayor y respondió:

— Todo es placentero, simplemente sientes descargas de cosquilleo de unas sensaciones que no imaginas. Pero cuidado porque es tan fácil caer en la necesidad, en esa ansiedad por percibir todo.

— ¿De verdad no te arrepientes?

— Es una excelente pregunta. Al inicio todo es tan nuevo y tan intenso que no. Pero cuando las sensaciones se hacen repetitivas se pierde un poco la fascinación, no obstante es mejor eso, poder elegir, ser libre que ser un guardián.

— ¿Te gustaría volver?

— No lo sé, resulta que es confuso, siento que toda mi vida la he vivido así, y no recuerdo esa unión celestial… tu presencia me la recuerda.

— Te ayudaré a sentirla, no hay nadie entrado, ¿te gustaría intentar?

Castor se quedó quieto, pensó un poco y la atracción a la luz podía llamarlo, mucho más el chico que ofrecía el don de su corazón para compartir.

— De acuerdo…

Tyler sujetó sus manos, sonrió un poco y suspiró diciendo.

— Cierra tus ojos y deja que mi corazón te guíe. Respira profundo y contén el aliento un poco hasta que escuches mis latidos.

Las manos de Tyler percibieron la energía de Castor, escuchó su corazón que sufría, que estaba cubierto de oscuridad y dejó fluir el amor, la calidez, la paz hasta esa alma para tocarla. Las sombras y sus emociones las intentó purificar con la luz. El ángel negro obedecía los mandatos del chico que lo incitaba a lo celestial, hasta que de pronto, volvió un poco de eso, lo golpeó aquella gloria divina y soltó de inmediato las manos que lo asían.

Tyler también había podido percibir la seducción de los placeres, el sufrimiento era algo que acababa de conocer con el corazón suyo, que había sido roto por el demonio de sus pesadillas, y a pesar de eso, tocar el alma de otro ángel caído, lo había sonrojado. Agachó la mirada:

— Lo lamento, yo… no debí… ¿Sabes que esto mismo es lo que me llevó a este asunto?

— Descuida, creo que ha sido algo que necesitaba recordar, no me ha molestado en absoluto, sólo fue… intenso…

Tyler suspiró con tristeza, giró su rostro para no ser visto y contuvo un par de lágrimas.

Lo que desconocía por completo es que ese acto de unión divina, sólo si el otro lo permitía, podía enlazarlos en las sensaciones un poco. Castor suspiró también al sentir la punzada leve de pesar en el hombre que lo acompañaba, supuso que mirarlo tan taciturno podía hacerle percibir aquello. Jamás se le había ocurrido que desde que sus alas se habían tornado negras, las emociones como esas sólo acontecían al ser un ser de luz. Se aproximó hasta él y preguntó:

— ¿Me contarás tu historia? Estás varado conmigo, así que creo que será bueno saber si alguien tocará a mi puerta para intentar matarte. — Se rió un poco cortando el ambiente sombrío.

Un nuevo suspiro y los ojos del ángel blanco que lo miraron con una profunda pena.

— Debía vigilarlo sabes… tenía que saber si era peligroso y deshacerme de él. Pero era muy listo, demasiado. Me descubrió cuando intenté infiltrarme como una persona en la fiesta que dio. Supongo que fue un mal plan porque yo no bebía ni comía. De inmediato lo supo aunque mis alas estaban ocultas con aura divina y me mintió, dijo que se arrepentía de haber caído en la tentación. Lo intenté ayudar a purificar su corazón, le mostré la gloria, pero cada recuerdo suyo, cada sensación que me mostró de su alma eran falsas, creadas por él. No podía dejar de pensar en él, lo visité en su mansión, tantas veces que las personas ahí me conocían, me hizo sentir distinto con engaños. Trató de ultrajarme aquella noche, me negué y me lo dijo todo, se transformó en una cosa sucia, en algo aterrador, desagradable. Una creatura con cuernos de color rojo y pensé que iba a devorarme, pero sólo quería robarme el alma, comerse la luz. Entonces yo perdí la fe y le permití lastimarme, esperaba morir para aliviar el dolor del engaño. Sin embargo, esa creatura quería verme padecer lentamente, no resistí y debí hacerlo, laceraba despacio para alimentarse de mi dolor. Debí morir, sin embargo escapé a duras penas.

— Pero ya estás aquí, qué más da. Debes recuperarte, tu alma es totalmente pura, la sentí. — Sonrió intentando confortar a Tyler. Puso su mano en su hombro casi con un impulso y acarició para consolar su pena.

No era lo suyo desde que el amor había salido de su alma inmortal y de todas formas suspiró luego de que el ángel le dirigiera una mirada tierna. No se esperó que sus brazos lo sujetaron en un abrazo y las lágrimas se derramaron desde Tyler.

— Lo amaba… sabes, como no debí, lo amaba tanto como a nuestro creador y justo por esa razón es que debería purificarme.

Su aroma, su calor y esa sensación dulce que provenía de los latidos del ángel blanco, tocaron a Castor que no se había percatado la razón para abrir su corazón a un ángel puro. Escucharlo llorar lo hizo sentir la profunda pena y con tal de quitarle su congoja le dijo:

— Bueno son cosas que pasan, viviendo aquí por demasiado tiempo pues entiendes sobre la maldad de los humanos y por supuesto nosotros que hemos caído con ellos para compartir su destino, poseemos el mismo tipo de problemas.

Las lágrimas de Tyler humedecieron el hombro del confundido ángel oscuro, respiró profundo, puesto que las emociones podían tocarlo profundamente y no se resistió ni un poco. Tampoco es que se hubiese dado cuenta, simplemente era un placer extraño el poder sentir.

El más joven se calmó luego de lloriquear algunos minutos, secó sus lágrimas y le dijo:

— Lamento ser un llorón, tener emociones no es tan bueno, creo que es más doloroso el pesar, que brillante el amor.

Las manos de Castor sacaron un pañuelo de su bolsillo y enjugaron las lágrimas del ángel que lo acompañaba.

— Olvídalo, no recuerdo como era eso del amor o el pesar, debe ser complicado y extraño no controlarse. Así que procura calmarte.

El amanecer estaba próximo cuando Julie salió para mandarlos a casa con su paga, la joven le intrigaba el por qué un ángel blanco podía estar en la tierra atrapado sin llamar a sus amigos. No obstante, era bueno para su negocio tener a dos de su misma raza para custodiar sus intereses. Nunca faltaban los poderosos que pretendían monopolizar los mercados y deshacerse de pequeños negocios como el suyo. La mayoría pertenecían a ángeles oscuros, asociados con otros iguales, por lo cual debía tener buena seguridad para protegerse.

El par de compañeros de habitación se marcharon a casa, Castor volvió a permitir que Tyler compartiera su cama, después de todo tenía la fractura que debía sanar. Y de todas formas, cabían juntos perfectamente pues era bastante grande.

El ángel blanco debía conservar su pureza, o eso procuraba intentado meditar, relajarse y hacer la unión con su creador que satisfacía cualquier necesidad suya, de todas formas oler la comida y sobre todo por las noches tener el cuerpo de un chico atractivo la causaba sensaciones extrañas que ignoró. Unido a la luz, no era capaz de recibir los afectos concupiscentes, sin embargo comenzaban lentamente a hacer mella en su ser, por permanecer tanto tiempo lejos del poder celestial.

Castor primero le parecía algo fastidioso compartir su lugar, sus cosas y se veía forzado de alguna forma, sin darse cuenta, por aquella unión rara que podían tener, de alguna forma se colaban a su corazón la empatía por su pesar. Lo observó todos los días suspirar y mirar al vacío, sin decirle absolutamente nada, sólo hacer caso omiso de lo que su corazón podía percibir del hombre que lo acompañaba. Rehusó que algún sentimiento nublara su propia conciencia, a pesar de eso, había en las plumas de sus alas negras, el vestigio de esa unión, pues algunas de ellas tenían partes blancas en donde no podía verlas.

Tocar y ser tocado era fundamental para los ángeles en el paraíso, el amor por su creador, por su clase los hacía mimosos, tiernos y Tyler no era la excepción, sin embargo, con Castor se medía cauteloso, cada vez que su mano se deslizó hasta sus hombros, la mirada fría del ángel negro, heló sus ideas pero el paso de los días no podía más que mermar la cordura de ambos, pasar cerca uno del otro era común y el tacto se hizo inherente a su convivencia. Sin notarlo, Tyler amistosamente podía tocar la mano del otro, a la hora de expresar su alegría, trastornando los pensamientos que pasaron de ser de fastidio, hasta volar a distintas posibilidades. Por supuesto, un ángel oscuro tenía más que pensamientos inocentes, que no eran compartidos por quien desconocía por completo aquellos placeres y a causa de ello, tantas veces el más joven se preguntaba qué cosas podría pensar cuando hacía esos gestos seductores.

Un mes de que Castor lo tenía en su departamento, de convivir con él, y percatarse de tantas cosas sobre aquél que lo acompañó en detalles absurdos, habían modificado sus ideas, veía cada día más natural el toque de sus manos, los abrazos tan insistentes y sus lloriqueos como si fuese un chiquillo. A pesar de eso, le resultó agradable el estar a su lado, aunque simplemente era ir por las compras, tenerlo en su cama, observar su rostro pacífico durmiente, verlo limpiar su departamento, cosa que hicieron juntos y por supuesto trabajar.

De pronto notó que su aroma, que los ojos verdes de Tyler podían atraerlo a charlar, escuchar su voz y su risa boba que cada momento le parecía más linda. Nunca se dio cuenta que esperaba por la mañana levantarse un poco antes, con tal de mirarle dormir y cuando fue descubierto hizo un rostro inexpresivo marchándose. Pero un ángel negro que podía dejarse llevar por los placeres lujuriosos sin refreno, no iba a jamás controlarse por alguien más; sin importar eso, algo dentro de él, le evitó a toda costa el abusar. Las formas masculinas del chico lo atraían, pero el brillo celestial que había tocado su alma, le evitó hacer cualquier cosa que pudiera dañarlo.

Sin importar nada, salir juntos era confortante para ambos, caminar por la tierra, observar el atardecer y la intensidad con que Tyler podía percibir todo el mundo, resultó tornarse en algo que lo comenzaba a desesperar. Ahora tocar al otro y sonreírle amistosamente lo hacía sentir que su corazón palpitaba a todo galope, sin comprender, que su cuerpo hacía que reaccionara de formas no esperadas.

Ese mismo día, por la tarde lo acompañó a que le fuera retirado el yeso. Sólo debía hacer un poco de ejercicio para fortalecer sus alas y podría ser libre para volver con su creador al lugar de reposo para los de su clase. Extendió justo ahí, su hermosa ala que resplandeció en blancura, de pronto se topó con los ojos de Castor, y se miraron añorantes, las manchas blancas se acrecentaron en las alas del ángel caído, pues el amor con empatía se filtraba.

Una amistad había crecido, luego de las charlas sobre el paraíso, sobre la tierra y lo que podía ofrecer, pero más que cualquier cosa, existía entre ellos una atracción distinta. Tyler había olvidado que el pesar inundaba su pecho, ahora el sentirse mancillado era la menor de sus preocupaciones, sólo pretendía poder mirarlo más tiempo, escucharle reír y hablar de lo fascinante que podía ser vivir algunas experiencias. Sabía dentro de su alma que sus sentimientos eran amor, pero con una forma un tanto distinta, que no tenía idea a que se debía, pero le agradaba sobremanera cada acto que aprendía al lado de Castor, cada una de sus sonrisas y gestos, podía respirar su aroma y sentirse en el paraíso celestial. Así que se dejó llevar lentamente, entre esas nuevas emociones que no cesaron un minuto, sin oscurecer sus bellas alas.

Un silencio los dejó pensativos, no podrían volver a encontrarse una vez que Tyler estuviera listo para volver al cielo. El camino fue demasiado largo hasta el departamento y al entrar, los suspiros pesados del ángel blanco resonaron al unísono con su compañero que dijo los pensamientos más angustiantes:

— ¿Entonces ahora que estés bien volverás arriba?

— Debería cumplir con el deber que me fue encomendado, pero creo que pediré ayuda de algunos compañeros.

— Si tú lo quieres así, podría ayudarte, para que no te ocurra nada o no subas con algún remordimiento.

— Tu compañía ha curado por completo mis remordimientos. Soy libre para amar sin límites y mi deber es necesario, pero él es una creatura distinta que no puede ser depurada por uno como yo, necesito ayuda de más compañeros.

— Ya lo veo y me alegro por ti.

— Me gustaría ayudarte, quisiera que vinieras conmigo. Eres distinto a cualquiera que yo vigilara, dentro de ti, hay un alma que puede ser purificada.

Castor no creía en eso, pretendía sentirse libre para permanecer en la tierra, no obstante el ofrecimiento de poder sentirse tocado por esa luz, lo atrajo sin que pudiera declinar.

— De acuerdo, ¿por qué no lo intentas? No me opondré y abriré mi mente a ti.

— Tu corazón, es el que debes abrir.

— Sabes que no tengo uno.

— Está por verse, sólo relájate y lo haremos juntos. Estoy seguro que podré devolverte el favor.

Castor no quería verlo marcharse y existiendo la posibilidad de seguirlo al mundo celestial, pensó que era su deber intentarlo. Suspiró y asintió. Le permitió llevarlo hasta la sala y se sentaron uno frente al otro sobre un tapete en posición de flor de loto.

— Dame tus manos Castor, cierra tus ojos y abre tu corazón a la luz.

— A ti, abriré mi mente a ti.

Tyler sonrió antes de cerrar sus ojos, mientras las manos más toscas que las suyas, se sujetaron tiernamente.

— Respira profundamente, y escucha mis latidos, siente como late mi corazón y se acompasa al tuyo.

La sensación pasó de uno al otro, Castor le permitió entrar y se relajó completamente mientras aquella suave y cálida luz brillaba dentro de él. El repiqueteo constante como una gota de agua se escuchó en sus pensamientos, luego los latidos uno tras otro, los de Tyler y los suyos que retumbaron como invadiendo el lugar. Sólo cuando se centró en los del que le mostraba la luz, los suyos cambiaron para latir en un ritmo acompasado.

Pero aquellas sensaciones de paz que le otorgaba, liberaron otras cosas mucho más profundas que provenían de sus deseos internos y reprimidos. Deseaba besarlo, ser besado y probar los labios dulces de ese ángel sin corrupción. Tyler entró totalmente, percibió su oscuridad y la bañó en luz en lugares donde necesitaba ser curado su compañero de habitación. De pronto se topó con los deseos reprimidos, los que había negado y que rechazaba con tal de no herirlo más. El ángel blanco se miró envuelto en esa bruma, donde apareció Castor y sujetó su barbilla amoroso, tranquilo, con una sonrisa pacífica y no pudo resistirse ante el toque de sus labios que se unieron tan cálidamente, que la representación de los sueños del otro, le resultó completamente vívida y real.

Abrió sus ojos, su pulso acelerado y su rostro cerca del hombre que continuaba extasiado de la luz, con una leve sonrisa, y completamente a su merced. Se sonrojó de sus dudas, de las sensaciones agradables de ese acto que había sido robado una sola vez por el demonio que había pretendido ultrajarlo.

Se preguntó un par de segundos si era distinto, si era posible sentir algo más que la gloria y así había sido, todavía podía sentir en su boca, el pulsar, el aliento, aunque sólo hubiese sido una fantasía de los deseos del otro.

Soltó las manos de Castor y tocó sus labios, al romper la conexión simplemente le permitió despertar de inmediato. Las alas que solían ser completamente negras ahora tenían plumas blancas por doquier. Se extendieron ansiosas en el momento que un suspiro salió en una exhalación profunda.

Por otra parte, en Tyler, una de las plumas centrales, imperceptiblemente se tornó negra, no se trataba de maldad sino de deseo, de egoísmo como esa parte que surge en el amor cuando se pretende apropiarse completamente de quien es el objeto del amor.

El ángel asustado de sus pensamientos, se levantó de inmediato, pretendió ocultar esa sensación suya, evadirla antes de que fuera demasiado tarde para él. Sin embargo, su corazón continuaba palpitando inquieto, lleno de emociones nuevas que brotaron recorriendo su cuerpo. La unión se acrecentó, Castor percibió la turbación y las sensaciones de amor, todas aquellas que lo rodearon sonrojando también su rostro. Pero no dijo nada, por el temor que Tyler tenía de caer de la gracia de su creador, el cual llevaba entre los pensamientos.

La esencia divina, que había purificado su corazón le permitía por primera vez, sentir más allá de lo que había podido en años. Procuró relajar las emociones, pero toparse con Tyler en la habitación luego de cenar, mientras que el ángel intentaba a toda costa el evadir los deseos mortales por comer, fue demasiado. Lo tomó entre sus brazos y lo miró de cerca, su respiración se aceleró, podía percibir el cuerpo fuerte y casi tan grande como el suyo, agitado, casi excitado, porque lo estaba él mismo.

— Castor… — Expresó Tyler rendido ante la tentación, cerró sus ojos y contuvo el aliento.

Sin embargo se detuvo antes de besarlo, puesto que sus ganas de apropiarse de ese cuerpo, de esos labios que lo pedían insistentemente, eran menores a las que pretendían ayudarle. Por primera vez tenía un amigo, ya que jamás lo había tenido, quizá su jefa Julie que llegó a su cabeza, a pesar de eso nadie era tan cercano, a nadie le había contado toda su fatídica historia, su vergüenza expuesta de par en par, más que a Tyler y arrebatarle su virtud, hacerle caer sería un acto bajo y ruin. Al menos eso le dictó su nueva conciencia adquirida y renovada con la luz. 

Una de sus manos acariciaron la faz del hombre que cerraba sus ojos expectante y la pasó suavemente por su barbilla, recorrió sus mejillas y finalmente tocó los labios húmedos, tan listos para hacer cualquier cosa. Suspiró y liberó se sus brazos a su ángel blanco, apartándose abruptamente. No sin antes decirle:

— Si tanto es tu deseo por comer las cosas humanas, deberías intentar. Has demostrado que puedes purificar la oscuridad y de todas formas hay algunas plumas negras en tus alas.

Tyler abrió los ojos, de inmediato corrió hasta el espejo del armario y se topó con lo que le decía.

— ¡No puede ser!

— Creo que no debes ayudar a una cosa como yo. He sido capaz de corromper tu pureza.

— No eres tu… Son mis deseos, mi propio cuerpo traiciona a mi cabeza. Pero no es malo amar a otros, ayudarles. Tal así, como he amado a mis hermanos y al creador, puedo amarte también. No podía evitarlo, porque tú me has ayudado sin esperar nada a cambio, ¿te das cuenta que la bondad en ti es grande? Y por eso, no me importa corromperme un poco, si puedo devolverte tu corazón.

Castor soltó un nuevo suspiro y respondió cansadamente:

— Mi corazón… tantas veces dudé que existiera.

— Existe porque has podido verlo reflejado en tus alas que ahora están combinadas en negro y blanco.

— ¿De modo que seguirás intentado?

— Lo voy a lograr y purificaré las mías también. Pero lo haremos mañana cuando recupere un poco de fuerza, es agotador usar la luz para entrar en ti y lo sabes, me causa necesidades humanas.

— Vamos, ven y te haré una avena para calmar tu ansiedad. Aunque opino que podrías probar un poco de lo que ha quedado, después de todo el acto de comer no es lo malo sino la exigencia que al parecer ya tienes. Pobres de ustedes que no pueden dejarse llevar por un acto tan simple y que a la vez es tan satisfactorio.

Caminaron a la cocina, una vez ahí, Tyler miró el trasto con comida e irresistiblemente tomó un poco con la cuchara. Cerró sus ojos y degustó los sabores. Castor lo observó y más que otra cosa, miró sus alas, verificando que no se pusieran oscuras.  De inmediato algunas más se pintaron de negro y le pareció tan injusto que los humanos pudieran sentir cosas que los ángeles no, el sacrificio era demasiado, sólo por la gracia divina.

La  mirada al suelo, la culpa y arrepentimiento de Tyler, hizo que Castor lo percibiera por aquella unión:

— ¿Se han vuelto negras?

— Algunas pocas, ¿ya te sientes mejor?

Con un suspiro Tyler respondió:

— Creo que si… no debería, es sólo que es irresistible no hacerlo.

— Entonces debes esforzarte y meditar con tal de volver a la normalidad.

Pero cada minuto luego de haber ayudado a Castor, la maldición que atenía a los ángeles por querer ser humanos, lo azoró con dudas. Su seriedad, su distancia para con el que lo ayudaba sin esperar recompensa, marcaron también una pauta extraña, podía desearlo más ahora que Tyler no tocaba su piel con los gestos amorosos y comenzó a observar sus labios, su piel y sus sonrisas. Comprendió que algo extraño ocurría con él, se había acostumbrado, lo necesitaba a él y a sus tiernos ojos de cachorro herido, a aquellos que podían obligarle a realizar cualquier tarea que antes se tornaba aburrida y convertirla en algo distinto. Desde escucharle hablar y repetir chistes bobos que leía, hasta permanecer juntos en todas partes. No había un momento en que no lo tuviera cerca de su corazón.

Esa noche en el trabajo, verlo vestido con un traje que ajustaba a su figura, lo hizo pensarlo gimiendo bajo de él y el deseo desenfrenado lo obligó a acosarlo un poco. Mucho más por las miradas furtivas que Tyler le daba, a causa de que ambos podían sentirse uno al otro. La hora en la que ya no llegaba más gente utilizó sus trucos más seductores, puesto que lo reclinó contra una pared y preguntó muy cerca:

— Tyler, dime ¿qué es lo que sientes?

Los ojos del ángel más joven, lo miraron tan cerca. La sensación que poseía Castor al tenerlo así, lo ponían deseoso como no había ocurrido en algún tiempo y no se trataba de la misma sensación que conocía sobre poseer el cuerpo de otro, había fuego, pero otra cosa importante que no estaba en su contemplación y se desbordaba imponentemente, el amor, el mismo que poseía el chico que lo miraba con profundidad, lleno de temor por su propio destino que sentía compartiría en la tierra, pese a aquello ninguno se detuvo. Tyler cerró sus ojos y antes de que pudieran besarse y una voz sombría los interrumpió:

— ¿Así que has preferido a un don nadie a quedarte conmigo? ¡Ja! Qué patético…

Los dos de inmediato voltearon a mirar al hombre que se paraba frente a sus ojos. Un tipo no más alto que Tyler, con los cabellos cortos y castaños, con mirada lúgubre y ojos ámbar que brillaban en un tono rojizo. Unas enormes alas negras que brillaban con las lámparas de luz artificial. Venía acompañado de otros dos ángeles oscuros que no tenían ninguna expresión en el rostro. Castor con arrogancia respondió:

— ¿Acaso es asunto suyo? ¿Por qué no nos dice a qué ha venido? El lugar está por cerrar y sólo quedan algunas personas dentro.

— ¿Un pobre lacayo se atreve a hablarme así? Hablaré con Julie y ya verá si sigue trabajando aquí. Mejor vaya por ella en este instante que perderé la paciencia y me largaré, no creo que le agrade saber que me he ido de aquí.

Tyler parecía aterrado, casi quería ocultarse tras las alas de Castor que no bajó un instante la mirada y con sus alas protegió a su temeroso compañero extendiéndolas un poco al percibir su miedo. Él no era para nada cobarde, si el tipo que intentaba socavarlo lo atacaba, pelearía con fiereza hasta las últimas consecuencias. No pensó un instante en que fueran tres o que tuviera que pelear contra esa forma aterradora de la que le habló su compañero.

— Tyler, trae a Julie. — Ordeno Castor con voz de mando, pues no permitiría que algo le ocurriese si él subía con la chica, o dejar sola la puerta que era su trabajo custodiar.

— Pe… pero… — Respondió temeroso y titubeante.

— Es tu trabajo. ¡Ve ahora y no dudes!... — Guardó silencio un poco con esa angustia que recibió por su conexión con el otro chico e intentó calmarlo: — No me sucederá nada, tu ve.

Tyler no pudo alzar la vista para ver al tipo que lo había engatusado, algo en sus entrañas le recordaba la tortura a la que había sido sometido y además de los instintos tan extraños que habían casi despertado en él. A pesar de su temor, dijo antes de marcharse al interior del inmueble:

— Si necesitas mi ayuda yo regresaré inmediatamente.

Entonces entró sin escuchar la respuesta sarcástica de aquél temido demonio:

— Veo que has logrado lo que yo no pude. Sólo debí ser un poco más paciente y su alma sería mía. Supongo que sabes que si le arrancas el corazón puro, a un ser de luz como solía ser él, tu poder se acrecienta. Mucho más engañarlo y ganarte su confianza antes de eso y lacerarlo hasta verlo consumido en miedo.

— ¿Lograr qué? Usted no me conoce, ni lo conoce a él. Sólo aléjese de nosotros, ¿cree que por tener dinero y poder puede hacerme algo? No sabe con quién se está metiendo…

— Ya veo… Mi nombre es Saeva y me sorprende esa aura extraña suya. Ese tonto meloso tiene algo distinto que le ha pegado a usted… No tenía idea que los oscuros como nosotros pueden purificarse. Pero es parte del balance si la oscuridad puede llenar la luz, la luz... — hizo una pausa mirando con arrogancia a Castor: — En fin, yo lo quería para compartir mi destino y no he podido obtener lo que buscaba, pero también has notado lo que él posee y por esa razón le has protegido ¿No?

— ¿De qué habla? Yo sólo le he dado misericordia, la misma que yo recibí cuando lo perdí todo en esta decadente vida.

— ¿Así que todavía no lo sabes? Claro, es porque un ser insignificante como tu jamás comprenderá los alcances de ese poder celestial, mucho menos cuando es reclamado por la oscuridad. Me da asco uno de los nuestros, que reniega de lo que nos ha sido brindado al estar aquí.

Julie apareció con rostro enfadado, casi gruñó cuando miró a Saeva:

— Veo que has venido a molestar a los míos.

— Al contrario, bella Julie, como siempre le ofrezco que seamos uno y que unamos fuerzas. Mientras tanto me conformo con ser socios en los negocios.

— Pero pasa, por favor, ellos todavía no te habían visto, por eso los has asustado. Nuestras reuniones siempre han sido de día y lejos de este lugar.

— Pues desde ahora vendré más frecuentemente a cuidar mi inversión, me gustaría tenerlos a ellos como mis guardias personales también. Te los cambiaré por un equipo completo de los míos.

Tyler se ocultó nuevamente tras las alas de Castor y miraron entrar a todos acompañados de Julie. La joven mujer antes de entrar, les ordenó cerrar el local y marcharse en cuanto ella subiera a su oficina, de modo que recelosamente los miraron caminar hasta el fondo del bar, en dónde se hallaban las escaleras para la oficina de la dueña.

Las pocas personas que quedaban, les ofrecieron un par de cortesías para el siguiente día, si se marchaban a su casa, de modo que no les molestó al grupo de muchachos alcoholizados, que todavía parecían querer seguir en la fiesta. Sin nadie más, se despidieron de los demás empleados y entonces se fueron a casa.

Las dudas en la cabeza de Castor sobre Tyler, que parecía tener algo que el demonio Saeva ansiaba poseer, lo dejaron preocupado. Esperó para observar que nadie los siguiera, tenía un mal presentimiento sobre aquello y afortunadamente nadie venía tras ellos.

Una vez en casa, la rutina normal, exceptuando porque Tyler colocó unas mantas en el suelo. Castor renegó con la cabeza y le dijo:

— No tienes que quedarte en el suelo, en realidad no me molesta compartir. Pronto te irás, así que puedes seguir durmiendo junto a mí.

El tímido ángel asintió y levantó las mantas doblándolas, se subió a la cama y por primera vez sin el yeso en el ala, pudo girar su cuerpo hasta mirarlo, se sonrojó mientras Castor lo examinó detenidamente. Se preguntó qué cosa podía hacerle especial, de pronto esa sensación que provenía de Tyler lo hizo aproximarse más.

— ¿También lo sientes?  Algo aquí que me hace pensar que me ahogo. — Expresó Tyler tocando el pecho de Castor.

Retiró su mano y las ganas de besarle se hicieron inminentes, sin embargo las dudas en su cabeza salieron mucho antes que sus impulsos lo vencieran:

— ¿Todavía lo amas? ¿Te duele acaso haberle visto?

Con una sonrisa respondió:

— No he pensado una sola vez en él, desde que te tengo para cuidarme. Simplemente ese amor que tenía murió con su traición y tu sanaste mi corazón con el afecto que viven en ti.

— ¿Afecto? ¿De qué me hablas? Recuerda que nosotros no podemos sentir como ustedes.

— Pero existe, porque puedo sentirlo vibrar cuando estoy triste, cuando me protegiste de él. Aunque no tengo idea porque se siente tan intenso que duele, arde y quema por hacer algo que me condenará. Puedo saberlo y lo deseo...

Ni un segundo tardó cuando los labios de Castor se unieron con fuerza de los suyos. Curiosamente las alas de ambos brillaron, la oscuridad se propagó en ciertas zonas y en otras simplemente se quedó en el mismo tono de blanco. Castor sabía lo que hacía y aunque Tyler desconocía completamente aquello, se dejó hacer suavemente de la boca que lo posesionaba a la suya propia.

Las reacciones esperadas por los cuerpos deseosos de perturbar los espíritus, con una unión casi mágica, porque había amor. El amor que de uno podía liberar de su oscuridad al otro, algo mutuo y compartido podía hacerlos vibrar al tacto. Distinto, a todo lo visto y sentido por alguno de ellos, aun la gloria, la parte celestial que el creador llenaba a sus creaturas protectoras y amadas, no era ni un ápice igual a lo que podía sentirse en aquella cama.

Los verdaderos sentimientos surgieron, liberar completamente a alguien de su oscuridad no es fácil y de todas formas el corazón abierto de par en par había logrado que penetrara en él las emociones. Las suyas, las de su compañero que los rodearon sin permitirles que la maldición, de todos aquellos que se atrevían a tocar la pasión y la lujuria, les evitara el sentir amor.

Castor extendió sus alas mientras subió a besarlo, tenerlo tímido y sonrojado lo excitó todavía más. Las manos lo recorrieron lentamente sobre su torso mientras intentó meter la lengua y Tyler no abría un poco su quijada tensa:

— Abre un poco tu boca, relájate que puedo sentirte también, tal como me sientes a mí.

Sus ojos vidriosos hicieron a Castor suspirar y acomodarse para bajarse de él. Pero al instante le respondió:

— Yo no sé qué se hace… Pero se siente muy bien…

Tyler nuevamente fue asaltado en besos, causaba ternura, un amor tan puro, lleno de divinidad y a la vez tan terrenal, tan concupiscente. Los dedos de Castor llegaron a sus pezones suavemente, produciendo esa descarga placiente que dilató sus pupilas. La lengua del ángel oscuro, entró chupeteando el interior de la boca que procuraba imitar sus movimientos y de pronto el deseo sensual del más joven, lo tenía completamente dominado. Lo observó tan dócil, listo para dejarse llevar y perder por completo la cordura a su lado. Pero el amor podía crecer desmedidamente en su interior, aunque sus alas no denotaran que podía, de modo que la fuerza de voluntad lo hizo detenerse de mancillarlo. Tal vez sería irreparable si lo hacía y su corazón sufrió de imaginarlo compartir su destino aferrado a la oscuridad.

Respiró profuso cuando se sentó en la cama dejando a Tyler sorprendido.

— ¿Por qué te has detenido? Sabía lo que harías, tu querías tener sexo y mi cuerpo, también lo ha querido.

— No sabes lo que dices, simplemente te corrompe mi propia oscuridad y por mi culpa no vas a quedarte aquí a padecer algo que no mereces. Yo he elegido este destino y por culpa mía no lo compartirás.

— Pero si te he purificado, quiere decir que yo mismo puedo hacerlo conmigo.

— Yo creo que simplemente compartes mi oscuridad y debo devolverte la luz que me has brindado.

El silencio pensativo de Tyler que se llenaba con el pesar del ángel oscuro, lo forzó a preguntar:

— ¿Qué es esto que siento venir de ti?... No quiero que creas que sacrificando lo que he purificado, podrás hacerme algún bien. Mañana te demostraré que puedo volver a la normalidad y después de me dejarás seguir intentando contigo. Sabes que es cierto porque nunca te dije que cuando intenté eso con Saeva, ni una sola de sus plumas cambió de color, a pesar de que me engañaba para entrar en él y tomar su oscuridad.

— El problema no es que yo me abra a ti, como él no lo hizo, el problema es que compartirás mi destino y tu felicidad no es aquí, sino en el reino divino. ¿No lo recalcaste desde el inicio?

Ante aquella respuesta, el ángel tímido sintió confusión, había pena y dolor en Castor que dolía en sus entrañas, la suya se unía a la de él, sin dejarlo pensar claramente. Guardó silencio y suspiró diciendo:

— Creo que tengo fe en el amor, en el que dura por siempre, nada evitará que yo siga sintiéndolo, te demostraré que puedo disiparla.

— Entonces creo que debemos descansar…

El ángel más grande, salió a refrescarse en el baño y al volver, se topó con que ese compañero suyo dormía pacíficamente como todas las veces. Observarlo era casi como mirar la paz y la tranquilidad vueltas en ángel, al menos eso pensó sonriendo al mirarle. Se preguntó qué sería de él en cuanto devolviera la capacidad que lo tenía asombrado, tantas emociones que rodeaban sus deseos eran casi como algo indebido. Incluso la pena y el dolor podían hacerlo sentir tan vivo. Se convenció a sí mismo que en cuanto la habilidad de tener aquello finalizara, se olvidaría de todo para seguir esa existencia suya que le era común desde hacía años.

Al levantarse, Tyler no estaba a su lado, se fue a la ducha y luego de asearse, caminó hasta la sala para ver a su compañero con una luz que rodeaba su cuerpo. Tenía los ojos cerrados, sentado en posición de flor de loto, sonreía con las alas extendidas y sus manos estaban sobre su pecho. En cuanto lo percibió en la habitación, abrió sus ojos y casi podía hacerlo sentir desnudo.

— Ven aquí, siéntate frente a mí. He logrado purificarme y ahora es tu turno. — Le dijo Tyler.  

Completamente atraído, le obedeció y se sentó según las instrucciones de siempre, pero esta vez no dejó de observar sus ojos un instante. Sólo así la luz brilló  desde las manos cubriendo a ambos. Cerró sus ojos y a Tyler le fue inherente, el unir sus labios a los de quien pretendía purificar. Pero el beso que parecía ser inocente de pronto se hizo apasionado. Castor subió sus manos y tomó con suavidad su barbilla dulcemente y su otra mano se enredó en sus cabellos. El cuerpo virginal del ángel blanco no podía con esa ardiente sensación, de modo que se abrazó acariciando la espalda de quien lo invadía en besos. Nuevamente se olvidó de la luz, ya que la gloria celestial no era nada comparada con las impetuosas sensaciones que producía el permanecer en brazos de ese hombre, por supuesto, su amor había dejado de ser puro y desapareció la luz que los cubría, las alas blancas de Tyler volvieron a tener plumas negras, afortunadamente sin que esto, le impidiera amar a cualquiera de ellos.

Se amaban, por supuesto, pero con ese amor mortal que podía llenarlos de egoísmo, amaban y no pretendían apartarse, la sensación de apropiarse, de fundir el tú y el yo, de idealizar al compañero que rebozaba de perfección ante sus ojos casi humanos. La magnificencia que pertenecía a las cosas celestiales les resultó totalmente vana, pues no había otra cosa en lo profundo de sus corazones que no estuviera lleno del otro, de unirse carnalmente, de pertenecerse completamente.

Pero a pesar de ello, en Castor volcó a Tyler al suelo con tal de dejarse llevar por sus poderosas ímpetus. Acarició bajo sus pantalones e incitó su hombría que por primera vez se hallaba completamente dura, expectante. Los gemidos sensuales lo prendieron más, estaba duro también, deseoso, ansioso de probar ese cuerpo angelical, esa poderosa luz que podía hacerlo perderse, olvidar sus deseos  e imaginarse seguirlo a donde fuera. Sintió la calentura ávida  de nuevas sensaciones que provenía del cuerpo virginal y se contuvo al escuchar sus miedos:

— ¿Crees que esto va a terminar de condenarme?

Respiró un par de veces y notó al instante lo que iba a hacerle a la persona de sus afectos, al primero que había podido amar de verdad, con esa profundidad de su alma. Se levantó jadeante, agachó la mirada con tristeza y respondió con lo que él creía la verdad:

— Es lo más probable… lo lamento, no debí dejarme llevar. Si tú te sientes incómodo aquí, no tienes que quedarte, ni en mi cama, ni en mi departamento. Ahora puedes pagar tus cosas y será lo mejor para ti alejarte antes de que yo no pueda impedirme llenarte de esta oscuridad.

— ¿Ya no me quieres aquí?

— ¡No te atrevas a decirlo así! Yo… te necesito aquí… cerca de mí… pero…

— ¿Pero qué?

— Pero, si me dejo llevar, yo sé que terminarás maldito al igual que yo y eso quiere decir que todo esto de todas maneras cesará, porque lo que yo siento proviene de esa luz que me has brindado tú… es la cosa más bella que alguien ha hecho por mí y no quiero que pierdas ese don tan milagroso. 

Tyler se aproximó hasta él y lo detuvo antes de que se alejara:

— Es completamente distinto sabes… Lo que yo siento, de lo que tú sientes. Lo sé porque he explorado tu mente, tus sensaciones y tus ideas. El amor de tu corazón es tan grande, es protector, cálido y es brillante también, yo sólo he retirado la maldición que lo cubría, de ningún modo puedes implantar en alguien el afecto. Y si  tus sentimientos son capaces de manchar mi alma, estoy dispuesto a aceptarlo, ya que de ninguna manera el amor puede oscurecer el corazón, si fuera de esa forma el creador no nos hubiera permitido amar tan intensamente.

— De verdad pequeño ángel que no sabes lo que dices, tenías razón, una vez que te pierdes en la maldición de no sentir más que placeres vanos, la vida es tan vacía. No quiero que tú pases por eso, día tras día es tan gris, tan fútil, cada momento y segundo son iguales a los demás. Hasta que te conocí y este corto lapso ha sido asombroso, de modo que te devolveré esa luz para que regreses a donde perteneces.

— No quiero… te quiero a ti… no importa si la oscuridad llena mis sensaciones, si no puedo volver arriba, sólo quiero pertenecerte una sola vez, sentirte para mí. Entregarte esto que no me deja tranquilo, no puedo pensar en otra cosa que no seas tú. Escucho los murmullos de tus pensamientos que me hacen sentir tanta tibieza, la armonía completa de algo que mi corazón ansía con desesperación, te prometo que nada podrá mancillarnos, porque lo que sentimos viene de aquí.

Acarició su pecho que venía con una delgada camiseta, cerca muy cerca, moviendo su cuerpo hasta quedar sus rostros sintiendo el aliento que provenía del otro. Al mirarse cada uno en los ojos del otro, no pudieron más que perderse en el cúmulo de emociones, algunas puras, otras no tanto pero a final de cuentas en el amor...  

Amantes, amigos, compañeros, eso eran el par de ángeles que no podían esperar más a vincular sus  corazones. Castor levantó a Tyler para llevarle hasta la habitación, las palpitaciones del más chico casi podían sentirse, al menos es lo que percibía su compañero. Casi al instante lo tenía desnudo, su cuerpo se mostraba distinto al del mayor, era menos voluminoso, pero de espalda ancha y los bordes de cada fibra, se mostraban en perfecciones casi dibujadas. Lo besó para calmarlo, una vez y dos, anhelante, emocionado y no podía más que dejarse llevar por su ternura. Cuando se alzó a retirar sus pantalones, el atemorizado inexperto preguntó:

— ¿Dolerá?

— No más de lo que duele pensar en verte lejos. Confía en mí.

Sonriente, tranquilo lo miró entonces, confiaba más en él que en cualquiera que conocía, aun sus compañeros y el mismo creador. Nada se comparaba a esa pertenencia dulce con ese sensual ángel que desbordaba en arrumacos. Al recostarlo en la cama besó la piel de su abdomen teniéndolo desnudo y de pronto la reacción más natural para los humanos se alzó entre sus piernas asustándolo un poco.

— ¿Por qué sucede eso? Se siente tan extraño. — Preguntó con inocencia, con los ojos vidriosos de deseo.

Abrió las piernas de Tyler y colocó su rostro seductor muy cerca del pene que esperaba sentir algo único y nuevo. Sonrió juguetón y le dijo:

— ¿Quieres saber?

Asintió con timidez sin dejar de mirarle, su rostro de cubrió de un sonrojo al estar desnudo y con esa mirada de quien iba a comérselo completo. De pronto la lengua de Castor, tocó la punta del pene que se alzaba listo para  cualquier cosa que pudiera ocurrir y un gemido incontenible salió de labios del ángel inocente. Al notar sus gestos, en los que había dejado de mirar a quién lo chupeteaba, pues cerró sus ojos temblando, aprovechó para intensificar sus sensaciones, quería verlo correrse, necesitaba ser quien causara esas sensaciones en el ángel que se había determinado a no tocar, pero que ahora representaba algo distinto, lo quería sólo para él.

Tyler se encontraba con cada lamida, con la succión de la sensual boca de su amante, cada vez más confundido, no podía pensar con claridad ante las sensaciones. El placer se hizo tan incontenible que sentía que podía estallar con el estremecimiento que generaba la boca que lo empezó a engullir despacio, muy despacio, en respuesta a las sacudidas que daba. Con una de sus manos se sujetó de las mantas de la cama y la otra acariciando su piel desnuda a la altura de la cadera, como si pretendiera acelerar todo, sin embargo se hizo casi inminente la desesperación que lo empujó para que lo liberara de las caricias, pues no tenía idea de lo que pasaba en su cuerpo con aquello. 

— ¿Te gusta Tyler? — Preguntó Castor al sacar de su boca el miembro que permaneció húmedo, duro y expectante.

— No se… no sigas… no pares… No sé qué pasa, siento que mi corazón se paraliza y de  todas formas al detenerte me estoy volviendo loco.

— Yo sé porque es… — Expresó y volvió a meterlo tan profundo como pudo, succionó aprisa y sin poder evitarlo Tyler se corrió inmediatamente.

Tenía al ángel inocente rendido por su primer orgasmo, Castor había probado su dulce esencia masculina y disfrutado de hacerlo. Las piernas completamente estiradas del chico las semiflexionó Castor con tal de continuar, lo expuso ante sí totalmente y no se resistió un segundo. Sonrió nuevamente y usó un poco del semen de su boca para ponerlo en los dedos y meter uno despacio. Con su otra mano vertió lo que restaba en ella y se masturbó con suavidad, preparándose para lo que vendría.

— Eso se siente tan raro… — apenas expresó entre respiraciones entre cortadas Tyler.

— Descuida, sólo debes relajarte para permitir que yo haga más cosas, si lo anterior te ha gustado, esto será todavía más intenso.

No había forma de que lo imaginara, sólo se dejó hacer y respiró tratando de olvidarse de esa extraña incomodidad. De pronto sintió esa aguda sensación que lo llenó de pies a cabeza, gimió como una chica y levantó un poco la cabeza para observar lo que le hacían.

Pero no pudo controlarse ante los movimientos insistentes en ese lugar, puesto que su amante sabía cómo estimular justo ahí.  Primero con suavidad en círculos con dos de sus dedos y luego presionó hasta producir una nueva erección en el ángel que jadeando, apretó con ambas manos las sábanas de la cama. Cuando tres de los dedos entraban fácilmente, los sacó ansioso por continuar.

Al subir su cadera sobre una almohada, él ángel más grande, observó a Tyler tan entregado, sus ojos dulces que lo miraron sin descanso, que lo forzaron  irresistiblemente a bajar a besarle. Acarició su rostro, recibiendo las sensaciones de su amado mientras que robaba su aliento lentamente. Una de las manos de Castor acomodaron su pene entre esas piernas abiertas que lo recibían sin saber que les esperaba. Lo distrajo con su lengua en la boca, enredándola mientras hizo presión entrado suavemente, pero no encontró demasiada resistencia, sólo las manos de su ángel que lo sujetaron de la espalda, rosando las plumas de sus alas que se extendieron como denotando que sus sensaciones lo arrastraban.

Muy lento, acalorados, uniéndose no había pesar, no había sólo lujuria, podían casi escucharse sus latidos al unísono, hasta que lo tuvo completamente dentro, lo liberó del beso y no tuvo que preguntar si le era doloroso pues él mismo percibía en sus pensamientos susurrados, lo placiente que le era a ese hombre que se entregaba por completo.

La maldición que debía corromperlos, hacerlos pagar por despreciar el regalo divino de pertenecer a una estirpe aparentemente privilegiada, por estar bajo las alas del creador, no pudo tocarlos. Castor y Tyler hacían brillar su unión pacíficamente una y otra vez, con el fuego que creció, mientras le acarició insistentemente su punto de placer con las embestidas.

Las caderas dobladas de quien recibía, se alzaron más con el ritmo que se hizo pesado, los quejidos en el oído de Castor parecían querer enviarlo al orgasmo mientras que no se imaginaba como su amante podía ser receptáculo de aquellas sensaciones en su interior. Todas y cada una lo asfixiaban, podía sentirlas casi como si él mismo las recibiera. Por otra parte, Tyler obtenía en retribución esa ternura que producía en quién lo tomaba, sus ganas de resguardarlo entre sus alas y por supuesto la pulsante sensación de hacerlo totalmente suyo.

— Te amo… aaahh… — Dijo sensualmente Tyler en el oído del que respiraba copiosamente en su oreja. 

La tibieza creció como derritiéndose donde los fluidos resbalaron agradablemente, con la fricción, con el calor se esparció hasta que así, entrelazados se dejaron de preocuparse por cualquier otra cosa. Castor era salvaje, un sensual y ardiente ángel que se retorcía con cada sensación del que lo recibía. Pudo percibir la presión al punto placiente de su amante, como si fuera el suyo, y lo que percibía el miembro que se restregaba en su abdomen. Pero no era el único que se deleitaba con las sensaciones robadas, Tyler también sentía sus propios espasmos que comprimían el pene de Castor, cadenciosas, palpitantes y el orgasmo los alcanzó bombeando con fuerza. La dulce presión, que siguió un ritmo acelerado, los hizo percibir uno tras otro los fuertes espasmos de la culminación, que se derramaron cálidamente sin pensar en alguna consecuencia, sólo la euforia de la pasión, totalmente sujetos uno del otro.

Castor se deslizó a su lado, devolviendo la sonrisa que le era dirigida y su compañero se acurrucó sobre su pecho.

— ¿Entonces esto se siente…? Con razón no has querido volver arriba. — Preguntó Tyler pensativo, acariciando el pecho sudado de su amante.

— Jamás había sentido esto, créeme, es completamente distinto cuando la luz te ha abandonado.

— No es la luz, es el amor… yo te amo profundamente. Lo vez… te dije que nada podía impedirnos amar si lo hacíamos de verdad.

Se volcaron en besos, hasta que la tarde parecía caer lentamente. Castor no había requerido comer, pues la luz divina de su compañero le brindaba esa satisfacción que llenaba su cuerpo de energía y vitalidad. Así que dispuestos, listos no dejaron un minutos separados, contemplándose, dando besitos, suspirando felices. Había un extraño resplandor, que los cubría, que podían sentir al tocarse, al darse las manos y con una simple mirada de amor. Un amor así, no podía ser castigado por nadie, pues irradiaba por sí mismo.

Algunos días de ser prácticamente uno sólo, las tentaciones que agobiaban a la maldición vinieron por ellos, podían amarse pero las plumas de sus alas comenzaron a tornarse negras. No podían evadir completamente aquello que los hacía humanos por permanecer ahí, por probar lo que todo mundo probaba en ese lugar. No obstante, era la cosa menos importante mientras que el amor pudiera ser trasmitido de uno hacia el otro.

Por supuesto que tenían otro problema, Saeva diariamente visitaba el bar, los miraba receloso y casi podía sentirse su oscuridad como respirable a sus lados, no había luz divina que pudiera detenerle. Es lo que Tyler sintió cuando le tocó el hombro con su sonrisa ladeada. Pero Castor sabía que mientras él estuviera para protegerle, jamás podrían hacerle nada a ese hombre por el que se desvivía en atenciones.

Esa tarde partieron al trabajo y les pidieron a uno de ellos encargarse de servir las bebidas pues el cantinero se había enfermado, así que Castor decidió que era mejor para Tyler el permanecer en el interior y él podría defenderse del tipo que supuso volvería por su ángel. Muy equivocado estaba de suponerlo, puesto que avanzada la madrugada, aguardaron por él cinco ángeles negros encapuchados. Una vez que se veía solitario el paisaje, uno de ellos lo tomó por sorpresa por la espalda con una capucha sobre su cabeza mientras que los demás lo golpearon. Defenderse fue inútil, no podía contra cinco poderosos ángeles que lo sometieron de inmediato hasta desmayarle con tanto golpe.

La pelea no había durado mucho, pues en el instante en que Tyler percibió la angustia de quien amaba, salió corriendo dejando su puesto a un mesero. Sólo encontró un poco de sangre embarrada y Castor no estaba más ahí. Su dolor podía sentirlo, cada laceración en su cuerpo y sobre todo la incertidumbre.

En un mar de lágrimas subió hasta el despacho de Julie, entrando sin avisar. Ella tenía una copa en la mano y estaba sentada frente a su escritorio.

— Señorita Julie, se han llevado a Castor, a mi Castor, los hombres de Saeva.

— ¿Mis hombres? — La voz de Saeva detrás de él lo puso alerta, casi sintió sus plumas erizarse con la ira. Con ese acto algunas plumas suyas más se hicieron negras, con esa sensación tan desagradable de enfado por sus venas. 

Julie los interrumpió al notar el ambiente tenso, apoyando las palabras de su socio:

— Tyler será mejor que te calmes. Es verdad, Saeva ha estado aquí toda la noche, y sus guardias esperan por él en la habitación contigua. Pero me gustaría ver si continúan ahí, ¿o te molesta Saeva?

— Para nada, creo que eso le sacará de la cabeza que tengo algo contra ellos… como si fueran importantes. — Expresó con sarcasmo.

Tyler pasó saliva nerviosamente, intentó usar su luz para leer a su oponente, no obstante tan corrompido y con tan poca fuerza divina, no pudo siquiera saber algo por sus gestos.

Entraron a la enorme habitación observando a los tres guardias que jugaban cartas y fumaban.

— ¿Necesita algo señor? — Dijo uno de ellos.

— No es nada, sólo quería saber si estaban aquí.

Tyler indignado gritó interrumpiendo:

— ¡Eso no prueba nada! ¡Este hombre tiene muchos más guardias en su casa!

Julie era inteligente, sabía de hecho que Saeva tenía un interés extraño en Tyler y Castor, a razón de que en repetidas ocasiones preguntó por ellos, sin olvidar que sus visitas eran frecuentes por las madrugadas desde que los había visto ese día. Sin embargo, si quería ayudarle a sus empleados, debía actuar tranquila:

— ¡Guarda silencio en este instante Tyler! ¡No tienes pruebas de tus acusaciones! El señor Saeva no tendría por qué interesarse en ustedes. Así que mejor llama a la policía si de verdad piensas que ha sido secuestrado y por dios chico, conserva la calma que pareces una magdalena. No va acorde con esas alas negras que tienes ahora.

El comentario sobre sus alas negras lo asustó, si bien día con día se pintaban más oscuras, todavía tenía bastantes plumas blancas regadas por todas partes. Preocupado, enojado y llenó de dudas, bajó hasta los sanitarios y extendió sus alas notando que ahora cuando mucho quedaban libres de oscuridad unas pocas, quizá cinco o seis de todas las que poseía. Sus pensamientos ahora lo traicionaban, salvaría a Castor usando ese poder oscuro que salía por sus poros, que lo inundaba y lo guiaba a dejarse llevar directo a vengar a quien había sido secuestrado.  Sus ojos tenían lágrimas negras ahora, cuando únicamente dos de sus plumas eran blancas ya…

Entre tanto, Saeva al ver marchar al ángel sonrió y negó con la cabeza:

— Estos empleados locos que consigues. Creo que nos iremos, la noche se ha puesto desagradable, pero volveré mañana, esperando que un día me digas que te quedarás conmigo.

La mujer soltó una risita un tanto fingida y le dijo:

— Quizás…

Entonces Saeva se marchó buscando la presencia oscura del chico. Detectó su enfado, y sonrió caminando a la salida con sus acompañantes. Se despidieron de Julie y volaron todos juntos.

La mujer de inmediato volvió por donde notaba esa sensación de oscuridad que sólo le daba Saeva, pero que ahora pertenecía a su empleado. Se paró fuera del sanitario, en donde Tyler se echaba agua fría en el rostro intentando pensar lo que haría.

— Tyler, sal de ahí un momento.

Al escuchar la voz de su jefa salió a su encuentro.

— ¿Necesita algo? Yo debo irme ahora, y le suplico que usted llame a las autoridades, ya que no puedo esperar.

La mujer lo observó asombrada, sus alas negras que no parecían tener nada blanco rezumaban de odio, de enfado y de venganza. Sus ojos se habían cambiado la claridad por un tono rojo en su pupila. Ella que había sentido la bondad del joven, ahora percibía en él reflejada una intensa oscuridad.

— Creo que debes calmarte, yo te creo. Saeva los quiere a ambos, y supongo que si pretendes ayudarle a Castor, no debes convertirte en uno de los nuestros.

— Ya no importa sabes… Así lo quería desde un inicio, me lo dijo, que llevarme a la oscuridad para reinar juntos el mundo. Pero yo no le pertenezco, a él ni a nadie. — Una sola pluma suya quedaba en blanco, la cual comenzó a perder el fulgor que se apagó cuando continuó: — Voy a matarlo, arrancaré su cabeza por burlarse de mí y me comeré su corazón. Quizá eso le enseñará a no meterse conmigo.

— ¿Y Castor?  

— Él puede cuidarse solo, ¿no crees? Y si no es así, merece lo que le ocurra.

La piel de Tyler se tornó rojiza, una sonrisa ladeada se marcó en su rostro y un par de cuernos aparecieron mientras caminó hasta la salida. Sus pies sacaron unas enormes garras que rompieron sus zapatos y su cuerpo se hizo más voluminoso. Al llegar a la entrada voló velozmente, el amor de su corazón había sido remplazado por el odio, un odio tan fuerte que había corrompido completamente su espíritu cegándolo, cada recuerdo de la pasión había sido nublada con la ira, con el despecho por las cosas que le había hecho anteriormente Saeva. Y la venganza era la cosa más deliciosa que sus sentidos oscuros le pedían martilleando una y otra vez como voces.

Julie que era un ángel negro, se preguntó la razón para que su empleado pudiera obtener esa transformación tan extraña, pues cada ángel caído que ella conocía, jamás había presentado ese tipo de apariencia, ni siquiera había visto a Saeva hacerlo. Cauta lo siguió a distancia, era muy fácil hacerlo con esa aura negra que se percibía fácilmente, de modo que al llegar a una de las mansiones de Saeva, bajó para caminar mirando como Tyler rompió la puerta principal sin hacer esfuerzo, a causa de que el lugar que tenía enrejados por arriba. Todo gracias a los temores Saeva con su seguridad,  respecto a los ángeles blancos, cada una de sus casas estaban cubiertas y vigiladas.

Desde su escondite, Julie miró a un par de guardias alados acercarse al demonio Tyler que parecía no detenerse de continuar su rumbo. Uno de ellos le habló y lo sujetó del cuello levantándolo hasta que el otro le explicó que ellos lo llevarían con Saeva. Lo bajó y bufó caminando altaneramente, pensó que después se ocuparía de exterminarlos a todos. La mujer lo siguió notando que la casa no tenía vigilancia, sin duda eso era una trampa a la que Tyler caminaba lentamente.

Lo guiaron a un enorme salón con una cúpula enorme, un extenso piso de mármol y una infinidad de guardias por todas partes con armas de alto poder. La energía oscura parecía cubrirlo cada vez más, podía verse a simple vista desde cualquier parte y cada uno de ellos que la percibía, sentía la muerte venir por él.  Al fondo del sitio estaba Saeva, con Castor que yacía encapuchado en el suelo y se retorcía intentando zafar sus ataduras sin éxito.

El amor que Castor poseía no se había apagado con la caída de su compañero, ardía en temor ante lo que sentía provenir de él. No había más sensaciones agradables de paz y calor, todas eran de desesperación, de amargura y  enfado.  A pesar que las alas de su amado eran de un negro profuso, las suyas seguían combinadas en negro y blanco. Quería salvarlo a como diera lugar, tenía la esperanza de devolverle la luz que él mismo le había pasado y comprendió que si Tyler asesinaba a cualquiera de ellos no habría forma de recuperarlo.

Saeva se aproximó hasta Tyler de manera retadora, extendió sus alas negras y se trasformó en una creatura similar a él, sonrió triunfante por tener las cartas a su favor y le habló en una tétrica voz desde su garganta:

— ¿Lo quieres de vuelta? Pues tendrás que darme tu libertad a cambio de la suya. Serás mi sirviente y si un día quiero comeré tu corazón para alimentar mi propio poder.

Una risa macabra surgió desde Tyler que respondió:

— ¿Piensas que he venido por otro motivo que no sea matarte?

— En ese caso no te importará lo que le ocurra.

Dos guardias tomaron el encapuchado cuerpo lastimado y descubrieron el rostro de Castor que se encontraba amordazado, tenía el labio roto y moretones. Pero más tardaron en hacer aquello cuando Tyler se había lanzado contra Saeva estrellándole contra el muro. Los guardias de inmediato soltaron a Castor que cayó al suelo intentando desatarse con más ahínco. Todos corrieron a separarlos, no podían dispararle pues podrían herir a su jefe, de modo que. Observaron la pelea intentando ayudarle, pero bastaba con que cualquiera de ellos batiera sus alas para que nadie pudiera acercarse a poca distancia de ellos.

Unos enormes colmillos le crecieron a Tyler que lo mordió del cuello, haciendo que se retorciera de dolor. A pesar de ello, Saeva no era débil, usando sus garras de las manos y pies, procuró lacerar la piel de quien lo mordía como intentando separar la cabeza de su cuello. Cada uno de sus intentos por detenerle le resultaron vanos, las heridas que le causaba cicatrizaron en un fulgor rojo y sentía como las garras de su oponente estaban entrando profundamente en su carne. Los disparos resonaron contra Tyler que volcó a Saeva al suelo haciéndolo gemir con desesperación pues estaba próxima su muerte. No podía evitar aquella poderosa fuerza, que usando sus manos intentaba penetrar su pecho para arrancar su corazón.

Sin que ningún disparo diera impacto en el cuerpo de alguno de los demonios que pelaban, pues las auras oscura los protegían de las armas mortales, continuó lentamente penetrando la carne de Saeva.

Los guardias ocupados, dieron la oportunidad a Julie de entrar a rescatar a Castor, que yacía en el suelo sacudiendo sus manos al mirar a su amado corromperse. Lo desató y se levantó con angustia corriendo hasta él. La mujer intentó detenerlo pero no pudo hacer nada para impedirle llegar hasta Tyler.

La oscuridad que rodeaba a ambos demonios, era prácticamente impenetrable a cualquiera que pretendiera aproximarse hasta ellos. Una especie de bruma negra que viciaba el aire y quemaba al contacto. Pero Castor era valiente y el amor por Tyler brillaba dentro de él, la conexión existía pues las ganas asesinas eran percibidas también por él.

Se aproximó hasta donde la batalla y recordó que jamás había dicho sus sentimientos, a pesar de que correspondía los de su ángel, de modo que caminó contra esa sensación asfixiante, contra el ardor en su piel y le gritó a pesar de que su garganta ardía terriblemente al hacerlo:

— ¡Detente ahora! ¡Maldita sea! Tyler, te amo. Vuelve a mí.

Las garras de su compañero, penetraban el pecho abriendo la piel de Saeva que continuaba en un agónico pesar, no se inmutaron un poco ante sus palabras. No obstante, Tyler recibió la tristeza de quien lo adoraba, el penar y el sufrimiento que le causaba con esa oscuridad suya. Aunque la penumbra de sus deseos, era demasiado que nublaba su razón y la maldición que lo había dejado sin amor, le impedía detenerse de seguir las ambiciones fútiles.

Casi contra todo pronóstico logró llegar hasta él, abrazó su cuerpo desde atrás, sintiendo que intentó alejarlo con sus alas negras que se batieron con fuerza. Aferrándose a Tyler, le susurró en la oreja picuda y más larga que ahora poseía:

— Mi amor, mi amado. Mil veces y por mil vidas, te amo. Si tú te pierdes ahora, me perderé contigo.

Cerró sus ojos sintiendo que el ardor quemaba no sólo su piel, sino por dentro podía arder y padecer. La luz que poseía no dejó de brillar en Castor, sus alas quemadas no denotaban que la poseía, pero pensó que quizá si la devolvía dentro del corazón de Tyler podría salvarle y detenerlo, aun y que él falleciera en el intento.

Sujeto a él, tocó lo más que pudo de su roja piel y besó su cuello procurando entrar en su corazón. De pronto percibió los latidos erráticos, los aunó a los suyos y finalmente aquella unión celestial le permitió ingresar completamente dentro de él. Su conciencia tomó forma y se dejó guiar buscando el vínculo que le permitía sentirlo.

Centró esa calidez entre sus manos y antes de que su cuerpo maltrecho sucumbiera, liberó los susurros de su amor que brillaron intensamente dentro del alma que se corrompía más, segundo a segundo.

A punto de sacar el corazón de un agónico Saeva, se detuvo y contrajo las garras. Bastaba una pequeña luz para volver a percibir el amor de Castor. Entonces todas y cada una de las emociones que le producía volvieron a él de golpe. Sus sonrisas, sus besos, y unas lágrimas negras rodaron por sus mejillas. El amor dentro de Tyler que creció con fuerza, hizo que le doliera el pecho. Los latidos de su amado que se sujetaba con fuerza de su espalda lo alertaron que estaba muriendo. El aura negra desapareció mientras que Saeva, totalmente débil se arrastró a pesar de sus heridas que sanaban con los poderes oscuros. A Tyler no le importó verlo alejarse, con delicadeza bajó a Castor de su espalda y lo tomó entre sus brazos. Su piel lentamente se hacía pálida y normal, su cuerpo volvió a su tamaño y los cuernos de su cabeza también se habían ido.

Las lágrimas de sus ojos volvieron a ser cristalinas, entonces Castor abrió sus ojos cansados y no pudo hablar pues su garganta quemada le impidió decir lo que su corazón deseaba. Subió su mano a la barbilla de Tyler y lo acarició como para decirle lo que su cuerpo hecho trizas, no podría decirle nunca más. El más joven se reprochó sus errores y en un mar de lágrimas volcó su dolor:  

— No es justo, ¿Por qué debes pagar tú por mis pecados? Lo lamento tanto, lamento haberte conocido pues te he traído sólo dolor a tu vida.

Un par de lágrimas escurrieron por los ojos de Castor que usando ese vínculo suyo, sin articular una sola palabra, le dijo como murmullos directo a sus pensamientos:

«No digas jamás esas cosas… me alegro de haberte conocido pues he sido capaz de amar. Has redimido mi camino y me iré feliz a donde el creador me espera, para quizá algún día, volver a encontrarme contigo… Mi amado Tyler…»

— No me dejes por favor… te amo Castor… no permitas que muera, por favor mi señor que estás en las alturas. ¿Acaso sabes lo que pueden sentir tus hijos que dejas desprotegidos aquí en la tierra? No merecen ese castigo, todos deberíamos poder elegir si queremos estar a tu lado o disfrutar como mortales la vida. Te suplico, tú que me diste esta capacidad tan grande para amar, sientas este dolor que conlleva su pérdida. ¿Si uno de tus hijos caídos ha podido salvar a otro de los privilegiados, no quiere decir que somos iguales?... Mi señor… siente el amor, ese que ha sobrepasado cualquier placer, cualquier afecto que tu conocieras… — Los rezos de Tyler, implorando por la vida de su amado se hicieron escuchar mientras que los sollozos le impidieron decir más. Sentía débiles los latidos y percibía la cercanía de la muerte de quien tenía recargado en su pecho. — ¿No dices estar hecho de amor? No me permitas vivir una eternidad sin el suyo. No te vayas Castor, por favor… no mueras.

El fulgor de sus alas manchadas de negro y blanco se tornaron en  gris y opaco, el brillo pasó desde él hasta su ángel que agonizaba y lo cubrió regenerando su lacerado cuerpo. De ahí, subió esa misma luz cálida, extendiéndose, tocando a todos y cada uno de los ángeles de alas negras por la tierra. Julie que se encontraba atónita de la escena, recibió aquella luz como un suspiro de vitalidad. Esa poderosa magia era el gran amor que ambos se profesaban, junto con el perdón divino de redención que iluminó a todos los que se hallaban en esa maldición de oscuridad y les permitió ser mortales.

Castor tenía nuevamente sus alas que grises, se extendieron cubriendo a Tyler.

— Lo lograste amor… — Dijo abriendo sus ojos y sujetándolo con fuerza.

— No es así, tu amor es el único que ha podido redimirnos a todos.

Castor limpió sus lágrimas con suavidad y dijo:

— No llores ¿sí? Que nos vas a inundar. Además no tienes por qué hacerlo, a menos que te arrepientas de no ser un guardián, o de perder tu inmortalidad.

Lo besó tiernamente, con besos salados entre lágrimas de amor y empujó su cabeza contra el pecho de quien todavía tenía entre sus brazos. Acarició sus cabellos y llenó su nariz con ese aroma. Su voz mimosa se escuchó sin que se separara respondiendo:

— Nunca, jamás cambaría mi destino a tu lado, sin importar lo que pueda durar.

— Entonces me gustaría poder abrazarte también, si me dejas levantarme.

— Perdón… todo ha sido culpa mía. — Lo soltó un poco.

Castor se sentó frente a él y lo besó un poco limpiando sus lágrimas.

— Claro, ha sido culpa tuya que yo esté locamente enamorado de ti y que no quiera separarme de ti. Además de que no tenemos que preocuparnos de vivir como los humanos, sin perder nuestro vínculo.

— Pero…

— ¿Pero qué?

— Yo fui quien casi te mata, por mi culpa te han secuestrado, y estuviste a punto de morir… simplemente… no merezco estar contigo.

— No digas esas cosas tontas, porque Te amo. Y sí, ya lo había dicho cuando no podías entenderme y me alegra poder decírtelo mientras te tengo así.

— Yo la sabía, porque podía sentirlo dentro de ti. Y todavía puedo sentir ese vínculo nuestro, aunque no tenga más ese poder celestial.

— No es un poder celestial, es nuestro amor, el que tú sientes y el que yo siento lo que nos vincula y lo que ha redimido a todos los demás.

Entonces miraron a sus lados, los guardias que estaban sorprendidos mirándose unos a otros, no había oscuridad, al menos no la de siempre. Ahora cada uno podía elegir lo que quería hacer de sus destinos y podían sentir como mortales. Saeva estaba en el suelo con algunas heridas que no había sido curadas por la pérdida de sus poderes oscuros.

Castor y Tyler se levantaron del suelo y abrazaron a Julie, que no paraba de mirar sus alas y de tocar su pecho que experimentaba algo distinto. Al sentirse sujeta de ellos percibió su afecto.

— Muchas gracias Julie, sin ti no podríamos seguir juntos. — Le dijo Castor.

Abrazados se sonrieron, hasta escuchar las sirenas de la policía que arribó por la llamada de la mujer. Ella conocía los negocios sucios de Saeva y junto con algunos de sus hombres atestiguaron con tal de refundirlo un tiempo tras las rejas. No había prueba de los asesinatos que había hecho de algunos ángeles blancos, pero sí de algunas otras fechorías que lo condenaron.

Julie se volvió inseparable de los chicos, los tres solían ser una pequeña familia, en la que los ayudó a poner su propio negocio, pero lo más importante es que nunca dejaron de sentir afecto el uno por el otro. Todos los ángeles caídos, tenían la oportunidad de amar como mortales, muchos de ellos la disfrutaron, otros pidieron volver a las alas de su creador para ser guardianes  y les fue concedido a cada uno lo que sus corazones desearon. El mundo obtuvo un balance distinto, los humanos que temían  a los ángeles oscuros, los aceptaron y vivieron en armonía por el resto de los siglos. Pero la leyenda de aquellos que les habían dado la oportunidad de amar, jamás podría ser olvidada…

Ámame con el fuego de tu amor, que mientras lo sienta latir en mi pecho ardiente y apasionado, nada jamás podrá borrar nuestro vínculo.

.

FIN

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

que tal ha estado? Les gustó?


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