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Sonrisas Destinadas por 1827kratSN

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Si algo le gustaba en demasía a Tsuna era la libertad que experimentaba, por eso se daba el lujo de trazar una ruta imaginaria hacia cualquier dirección, contaba las veces que giraría para encaminarse a algo incierto y empezaba su caminata. Tsuna no se complicaba con nada, además, era un dios, no necesitaba de mucho ya que era inmortal, sólo se enfocaba en generarse un objetivo y una ruta por donde pudiese vagar.

Se la pasó recorriendo grandes bosques, descansando en madrigueras abandonadas por osos o de cualquier otro animal que se encontrase y le permitiese compartir su hogar durante unas horas. Parecería un niño de nuevo, pero no le importaba, después de todo no tenía quien lo vigile, quien le diga lo que es correcto y propio. No tenía jefe… ¡era maravilloso!

Extrañaba a su madre era cierto, mas, claramente volvería a verla después de un tiempo porque prometió no abandonarla. Pero primero probaría la convivencia humana, la vida que estos llevaban y después podría volver a los orígenes que le dieron vida… aunque ese objetivo de vida lo veía lejos de cumplirse gracias a cierto padre con insano gusto por imponer su autoridad a pesar de las negativas de quien se oponía. Tsuna suspiraba por quinta vez mientras desviaba su camino porque claramente podía sentir a lo lejos la presencia de su padre, era obvio que lo estaban siguiendo, y eso que aplicó varios trucos que uno de sus primos le enseñó para no dejar rastro de sus pasos. Definitivamente era un dolor de cabeza.

Si seguía así no podría internarse en el pueblo cercano

 

 

—Tía Luce — susurró mientras miraba el atardecer — ¿Podrías ayudarme? Estoy seguro de que me estás escuchando

 

 

La respuesta fue cierto brillo en medio de dos troncos unidos por causalidades del crecimiento en ese bosque. Sonrió satisfecho pues, mientras él mismo no usara sus habilidades, no podría dejar huella de su travesía. Su tía le mandó un portal, uno directamente hacia el hogar que le pertenecía a la sacerdotisa. Al llegar la abrazó sin dudarlo, le agradeció infinitamente y aprovechó para quedarse a platicar con ella durante un tiempo prudencial hasta que su padre perdiera interés en perseguirlo, al menos en esa ocasión. Suponía que desde ese punto las cosas se asemejarían a esa situación y su tía lo certificó

 

 

—Entiendo que quiera a su hijo de vuelta, pero, ¿tiene que ser tan… insistente? — Tsuna hacía un leve puchero mientras expresaba su malestar — Creo que ya estoy en capacidad de decidir mi camino

—Tiene miedo, Tsuna — Luce sonreía al ver la mueca de su sobrino — es por eso

—Aun así… sigo sin entender a qué le teme tanto

—Al destino

—¿Debo asustarme por él? — miró con curiosidad a su tía, pero ella no cambió de expresión

—No. Sólo debes aceptarlo, vivirlo, disfrutarlo

—¿Qué me tiene preparado el destino, tía Luce?

—Algo que puede ser bueno o malo, pero eso depende de ti, Tsuna — acarició la mejilla de su querido sobrino y le besó la frente

—No entendí — confesó antes de escuchar la risa armoniosa de la mujer a la que agradecía sus centenas de pequeñas aventuras

—Algún día lo harás. No te preocupes por eso

 

 

Las incógnitas que su tía le dejaban eran tradicionales, como un gesto caritativo por parte de ella. Tsuna se había acostumbrado y ya ni siquiera se empeñaba en insistir por una respuesta concreta que no le cederían. Disfrutaba de la charla, la compañía, se despedía con una sonrisa al ser el momento adecuado, sentía las energías renovadas y finalmente tenía un claro destino en mente. Rebosaba de ansiedad mientras creaba su portal y se alistaba para lo que vería al cruzarlo, después de todo… al siguiente ser que visitaría le gustaba darle unas bienvenidas demasiado impactantes para su gusto, pero entendía que aquel dios era diferente a todos en ciertos aspectos

Era hora.

Un ruido resonó en medio del bosque en donde decidió caer, Tsuna se arrodilló de inmediato y cubrió su cabeza. Cerró los ojos con fuerza y esperó. Otro ruido se daba, el mismo que hacía a las aves exaltarse, trinar, aletear y huir. Nunca le gustó ese sonido y tal vez jamás llegaría a gustarle, pero estaba bien… No podía interceder en eso.

Cuando todo quedaba en silencio, Tsuna se decidía a empezar su caminata. Bajaba la cabeza pues no quería darse cuenta de qué rama cayó, ni cuál fue la presa del día, tampoco quería encontrarse con el humano que realizó aquel lanzamiento y mucho menos con la lanza o flecha que acabó con la vida de un diminuto ser. La cacería no era lo suyo, pero sí de la persona a la que visitaría

 

 

—No te lamentes por algo tan insignificante como un ave — los mechones negros revoloteaban con los movimientos elegantes de aquel dios, el mismo que mostraba su perfil al girarse levemente para identificar la ubicación de los cazadores; esas hermosas y singulares patillas quedaban a la vista del recién llegado

—Hola, Reborn — intentaba sonar tan alegre como siempre, pero su voz perdió dulzura al saludar

—Deja de mostrarme esa expresión horrorizada — refunfuñaba mientras cruzaba sus brazos y los escondía debajo de la gruesa capa de color oscuro que usaba

—Ha muerto un ave que tenía familia... tal vez… No puedo simplemente ignorarlo

—Es el ciclo de la vida — refutaba mientras se acercaba al castaño — ellos necesitan comer… es normal — apretaba la cabeza del más pequeño y lo obligaba a agacharse junto a él

—Pero… — se callaba ante el nuevo sonido y el aleteo incesante de quienes huían. Tsuna cubría sus oídos y respiraba hondo — es cruel

—No lo es — cubría con su capa a Tsuna y esperaba a que los siguientes disparos se dieran — es algo que debe hacer el humano para sobrevivir

 

 

Tsuna se rendía ante lo dicho por el azabache, dejaba que el tiempo pasase y la cacería terminara, todo mientras se repetía mentalmente que su obligación era callar. Reborn era el guía de los cazadores, ellos le pedían su bendición antes de su trabajo y el azabache siempre concedía una buena racha para quienes se lo merecían. Era algo muy extraño, algo que lo estremecía, pero que no podía detener.

Al terminar, el castaño sentía como aquella seguridad se iba en el mismo instante en que la capa dejaba de cubrirlo y sólo ahí abría los ojos. Se topaba directamente con el iris negro que lo analizaba de pies a cabeza y el cabello del mismo tono oscuro asemejando al carbón. Se detenía siempre en las patillas hermosamente rizadas y una vez más se preguntaba: ¿por qué esa inmaculada imagen era la personificación de algo tan cruel como la cacería? No lo entendía

Conoció a Reborn en uno de las salidas junto a su tía y aún recordaba la hostilidad de ese individuo, mas, si lo llegabas a tratar un poco se podía apreciar la confianza y seguridad que brindaba. Reborn se tomaba su trabajo tan enserio como pocos dioses hacían, se centraba en quien solicitaba su ayuda, los acompañaba silenciosamente incluso cuando no dejase que los humanos lo vieran. Tsuna admiraba eso. Era una cualidad digna que le tomó un par de visitas furtivas poder visualizar y entender.

Al lograr apreciar el trabajo de aquel dios, Tsuna decidió que desde ese momento lo visitaría constantemente, le brindaría compañía que el otro no pedía, sonreiría cada que un gesto amable fuese realizado y cuidaría de aquel hombre huraño, quien prefería no tener un lugar fijo en donde permanecer y erraba entre tierras distanciadas por miles de millas

 

 

—Las ofrendan que te dejan son muy… — hacía una mueca ante la visión que tenía

—¿Quieres? — Reborn miraba aquel bol lleno de carne fresca, un par de frutas rojas, un collar hecho de pequeñas piedras, ubicado en lo alto de una colina como siempre

—No — arrugaba su nariz, fruncía sus labios y negaba al ver más de cerca la ofrenda — no si no está cocinado

—Quiero un término medio — miraba al horizonte con distracción

—Por lo menos dime: por favor

—Mira. Me hicieron una cabaña — Reborn ignoraba lo dicho por el más joven y se encaminaba a aquella casa hecha de madera firme; solitaria, sin adornos, destinado solamente para él

—Eres odioso a veces — Tsuna suspiraba mientras se acercaba para recoger aquel bol — no sé por qué se dan el trabajo de crear cabañas y dejarle comida sólo porque creen que les das buena suerte

—Es un pago… — lo miraba de refilón y sonreía con cinismo — No hago nada gratis, niño

—¿Podrías dejar de decirme así?

—No

—Lo sabía — suspiraba resignado, pero elevaba la mirada para ver la pequeña sonrisa socarrona que le era dedicada

—Bienvenido, Tsuna — mas, jamás faltaban esas palabras al final de la primera conversación. Sonaban tan cálidas después de tan horrendo inicio

 

 

Algo que Tsuna apreciaba infinitamente de Reborn era la plática más o menos fluida, la misma que no tenía nada que ver con las cacerías y lo agradecía. El trabajo del azabache era perturbador, Tsuna lo aceptaba, pero cuando se olvidaba de eso sólo tenía a un dios más o menos normal, excepto porque de alguna forma Reborn se volvió adicto a una bebida amarga que consumían los hombres humanos y que Tsuna fabricaba caseramente con los conocimientos que le dio una ancianita. ¿Por qué lo hacía? Por ver esa sonrisa, una pequeña, casi imperceptible, la que sólo un par de veces Tsuna vio en aquel rostro… y también por ser el causante de esa satisfacción sincera que la bebida le proporcionaba al azabache  

Reborn podría parecer tan humano en ocasiones y Tsuna adoraba a los mortales

Nunca se quedaban en el mismo lugar por más de una noche, de cierta forma Tsuna lo previó desde el mismo momento en que conectó sus ojos con los del azabache mayor. Reborn tomaba su capa que minimizaba el frío y empezaba la travesía que él mismo se imponía, eso ya fuera que Tsuna lo siguiera o no; generalmente el castaño lo seguía sin reclamos, iniciando la plática a cada paso y en compensación Reborn simplemente le seguía el juego.

Tsuna apreciaba cada vez que Reborn lo llevaba a una nueva ciudad, a un nuevo lago, a una montaña o simplemente a una pradera donde no había absolutamente algo humanamente interesante del que poder aprender. Reborn era un guía a lo desconocido y fue por él que encontró miles de lugares que ahora planeaba visitar en el tiempo correcto

 

 

—Esto es raro

—¿De qué hablas?

—Reborn… tú cedes muerte… y yo no quiero hacerlo

—Aún no encuentras tu tarea, no te mortifiques por eso — hablaba con seriedad

—Hablas como mi tía

—Pues debe ser tan sabia como yo

—Ja — Tsuna rodaba los ojos ante el comentario — mucho más sabia que tú he de decir

—Debería conocerla y refutar eso — miraba al castaño negar mientras sonreía divertido

—Tal vez la conoces… su nombre es Luce

—Entonces — Reborn hizo una mueca, se quedó callado unos momentos y Tsuna sonrió más ampliamente — sí… es más sabia

—Pensé que no lo ibas a reconocer — reía bajito al ver la molestia ajena

—A veces, y sólo a veces, debo admitir la derrota

—Vaya — el castaño aplaudió un par de veces antes de ser detenido por una sola mirada macabra que le hizo erizarse por completo — pensé que jamás te vería derrotado

—¿Ya te vas?

—No — se burlaba — te molestaré unos días más

—La siguiente ciudad tendrá un festival — Reborn sonrió altanero mientras aceleraba el paso para que al castaño se le dificultara seguirlo — la comida en abundancia es necesaria y yo guiaré a los participantes de esa cacería

—Eres malo… yo sólo quería acompañarte por un tiempo más

—Porque soy bondadoso, te lo advierto antes de que llegue el momento

—Gracias… creo

 

 

¿Cómo detenerse? ¿Cómo dejar todo de lado? No se puede, no cuando la necesidad de verlos se daba.

Tsuna se marchaba esa mañana, sin embargo, sabía, presentía, tenía la certeza de que volvería a buscarlo.

Era su destino a pesar de que hubiera quienes desearan detenerlo

 

 

Continuará…

 


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