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Sonrisas Destinadas por 1827kratSN

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La forma en que los dioses veían el accionar de los humanos era a través de un espejo que ellos mismos ligaban con las tierras mortales, o lo hacían tal y como las sacerdotisas, mediante cualquier líquido que posibilitara la visión; como fuere, ellos podían elegir a quien y como verlo, aunque claro, si es que se trataba de seguir o ver a un dios era un asunto diferente por una simple razón: si el dios no quería ser visto, nadie podría vigilarlo a través de los canales de visión fabricados. Mas, había veces en que las protecciones o deseos de los perseguidos se distorsionaban o simplemente se olvidaban y eran esas las pocas oportunidades en donde Nana podía aprovechar su poder.

 

 

—Míralo — susurró mientras deslizaba sus dedos por el espejo que fijaba una imagen — mi pequeño Tsu-kun está viajando de nuevo

—¿Dónde está? — Iemitsu se acercaba a su esposa con apuro — ¿Dónde?

—En la frontera con…

—¿No crees que deberías dejar de espiar a tu hijo? — Luce había llegado de improvisto y colocado justo en frente del espejo

—Aun lado, Luce. ¡Traidora! — enfrentó el rubio preparando sus manos para forjar un ataque

—Querido, cálmate — pero claro, Nana jamás permitiría que su esposo hiciese algo de lo que se arrepentiría después

—Quiero a mi hijo. Necesito traerlo de vuelta

—¿Por qué? — Luce mantenía su serenidad mientras entrelazaba sus manos y las colocaba en sobre su vientre

—Porque lo quiero proteger de aquellos que intentan hacerle daño — masculló Iemitsu quien intentaba zafarse del agarre que ejercía su esposa

—¿Y si él no quiere?

—¿Por qué dices eso, Luce? — mencionó Nana

—Por esto…

 

 

La sacerdotisa se hizo a un lado, permitiendo así que la imagen en el espejo se apreciara. La sonrisa espléndida del castaño quien agitaba su mano al saludar a alguien, la forma en que hablaba de alguna cosa desconocida mientras elevaba un pequeño paquete enrollado con tela de lino sobre su cabeza. Tsuna se veía tan feliz que el corazón de ambos padres, se estrujaron, porque esa sonrisa significaba una sola cosa: Tsuna encontró aquello que tanto anhelaba y que ellos detestaban. La brillante aura de Tsuna acarreó a la agonía de Nana e Iemitsu.

Mientras aquellos dos progenitores asimilaban la realidad, Luce les palmeó la espalda a ambos mientras retrocedía un poco y, sin que ese par se diera cuenta, abrió un portal para traer a quien merecía hablar en ese momento

Nana apretó su pecho al ver la imagen que ahora se ampliaba en el espejo, donde un hombre se quitaba la capa mostrando ser uno de los dioses más huraños de su mundo; lo reconocía pues ella e Iemitsu lo vieron hace décadas antes de que descendiera al mundo humano y decidiera quedarse ahí. «Es él» susurraron ambos padres al ver como su hijo se le acercaba con emoción impregnada en cada gesto, mientras el otro, al girarse para no ser visto, esbozaba una sonrisa tan cálida que cualquier diría que no le pertenecía al verdadero Kyoya

Estaba dicho… perdieron a su niño

 

 

—Estaba predicho y ahora se cumple — aquella voz hizo que Nana e Iemitsu se giraran con tanta rapidez que hasta trastabillaron

—Orégano — murmuraron antes de que el padre estallara en furia, bramando cual animal antes de atacar

—¡Quien te ha dado permiso de venir hasta aquí! ¡Fuiste desterrada, Orégano!

—Yo la traje — Luce se interpuso y, como pocas veces, dejó que su sonrisa desapareciera por completo y su ceño se frunciera

—¡Sigues traicionándome, Luce!

—Iemitsu — Orégano miró al implicado — si he llegado hasta aquí es por ese niño, mas no por alguno de ustedes — miró a Nana quien sólo asintió

—Por favor, ayúdame — pidió la castaña en muestra de ser una madre angustiada

—Luce me lo ha dicho… Tsunayoshi encontró lo que yo predije — Orégano suspiró profundamente para no demostrar facialmente el dolor que azotaba en su pecho — han sido años que en que mi consciencia no ha dejado de molestarme. He condenado a un niño cuando debí condenarlos a ustedes

—Si me das una solución para que Tsu-kun se libere del peso de mis errores… yo haré lo que me pidas — Nana se inclinó en una sutil reverencia, demostrando su predisposición a abandonar su posición

—Nana — pero Iemitsu trató de impedírselo. Él también estaba desesperado, pero su orgullo ocasionalmente lo superaba

—Iemitsu… es por nuestro hijo

—Hay un camino y ese sólo lo puede tomar Tsunayoshi — Orégano ignoró la discusión entre ambos esposos, se limitó a decir lo que tenía que decir

—¿Qué? — ambos dioses levantaron su mirada esperanzada ante esas palabras

—Que elija… o que se aleje. — Orégano cerró sus ojos — Es bastante simple, sólo así se impedirán el desastre 

—Sólo para eso la traje — sonrió Luce mientras se acercaba a la castaña de violácea mirada — pues ustedes deben entender que todo está trazado y nada se puede hacer

—Lo impediré

—Iemitsu — Orégano miró a Nana — sigue el camino de tu esposa, creo que ella ya lo ha entendido

—¿Cómo pude dejar que esto pasara? — fue el lamento de una madre desesperada, la que sin vergüenza dejaba brotar sus lágrimas amargas  

 

 

Se dice que: cuando se cierra una ventana también se abre una puerta. Eso fue dicho por la propia Nana en sus días juveniles, cuando todo parecía ir en el camino correcto y en donde sus decisiones no traían consecuencias, pero en ese momento todo en su vida estaba mal. Podría ser la diosa que ayudaba a los humanos para que consiguiesen el amor, la que otorgaba dicha… entonces, ¿por qué no podía ayudar a su niño? Era la duda que tenía desde aquel penoso día. Nana se culpó mil veces, incluso culpó a Iemitsu por el daño causado a su propio primogénito, pero la herida estaba hecha. Su resignación llegaba con rapidez debido a cada sonrisa espléndida y leve sonrojo que su hijo otorgaba a un dios con casta ennegrecida.

Era tan bella la pista para un final presuroso

Iemitsu, por su lado, no estaba dispuesto a dejar que todo pasase y se deslizara como agua entre sus dedos, incluso el agua la podía detener… entonces, ¿por qué no interrumpir en la línea del destino? Era un padre que velaba por la salud de su hijo, era un poderoso dios que tenía fama de supremo. Tomó la decisión de bajar al mundo humano como hace cientos de años no hacía, abrió un portal, ignoró las palabras de su esposa y fue hasta allí, donde su primer objetivo se encontraba. Tomó un respiro antes de darle frente, eso a pesar de que sintió la mano de su esposa agarrar la suya en un intento por detenerlo

 

 

—Por favor… ¡Iemitsu! — pero se quedó atrás cuando fue necesario

—Aléjate de él… aléjate de mi pequeño

—Qué honor el tener a tan altivo dios frente a mí — Ni siquiera miró por mucho tiempo a quien interrumpió su camino, dio media vuelta y buscó el otro sendero

—Me has oído perfectamente. Sabes de lo que hablo y acatarás mis órdenes

—Basándome en lo que he escuchado por allí — el azabache siguió su caminata como si nada pasara, respondiendo a esa voz que se acercaba y suspirando cuando tenía al dios supremo frente a él — eres el padre de Tsuna

—Ni siquiera oses pronunciar aquel nombre simplificado

—¿Para qué quiere que me aleje? — sonrió de lado pues jamás había visto a ese rubio tan alterado

—Es una orden y pelearé si es necesario con tal de que sea acatada

—En primera… puedes ser todo el dios de dioses que quieras — frunció sus labios — pero sobre mí no mandas, Iemitsu

—Nacido de la diosa desterrada al averno — pronunció con asco — eres indigno de mi hijo, Reborn

—Disculpa mi humilde origen — refutó sin inmutarse pues no sería la primera vez en que le dijeran algo parecido — pero estoy orgulloso de él

—¡Aléjate de mi hijo!

—¿Cómo hacerlo, cuando es él quien me busca?

—Entonces apártate, esquívale… desprécialo  

—¿Cómo hacerlo si me he acostumbrad a él? — dictó sin perder la seriedad en su rostro

—Lo que haces sólo está perjudicando a mi hijo — la rabia en su mirada no podía ser descrita

—¿Cómo? ¿De qué forma?

—¡Tú…! — Iemitsu calló porque parte de la agonía de aquel maleficio era que no podía siquiera mencionar algo relacionado con la condena de Tsuna. Sólo él y Nana sabían lo que pasaría a ciencia cierta, a ellos se sumaba Luce y otro buen oráculo, pero nadie más entendía el suplicio que vivían en un silencio forzado — Tú…

—Espero — Reborn jugó con una de sus patillas mientras esperaba escuchar los motivos de aquel rubio, pero nada —. Pierdo mi tiempo. Entonces… — hizo una mueca y se enfocó en el camino que estaba siendo obstruido — ¿Me permiten? Ustedes están cortando mi ruta

—Como madre quiero lo mejor para mi hijo… — Nana se acercó con cautela, mostrando su clara intención a una charla pacífica, muy por el contrario de su esposo — y usted no será quien le otorgue algo bueno — Nana intentó ser honesta, directa pues no tenía tiempo que perder — así que se lo suplico… No se acerque a él

—Lo pensaré

—¡Maldito seas!

—Bien, ya lo hice — miró a Iemitsu con prepotencia — Lo he pensado y he decidido que ignoraré sus peticiones

 

 

Pero ahí no se detuvo, la insistencia de ambos padres siguió con él y con el otro involucrado en ese juicio, mas, cuando eso dejó de funcionar o se volvía tan repetitivo que ni siquiera los propios accionistas podían soportarlo más, recurrieron a quien estaba en aprietos: el principal afectado. Después de meses, incluso años que para los dioses pasaban sin problema, Iemitsu y Nana enfrentaron a Tsuna, suplicándole, incluso de rodillas que regresara a casa, que siguiera sus órdenes, pero con la misma maravillosa sonrisa que lo caracterizaba, Tsuna se arrodilló frente a sus padres y negó.

Lo que Tsuna confesó esa tarde a sus progenitores, fue lo último que esperaba decirles.

Luce había estado con Tsuna durante años, el castaño los consideraba los más hermosos de su vida porque se ganó un poquito de libertad que en ese punto gozaba en totalidad.  Además, la misma mujer que le trajo tanta dicha también le confesó que su destino estaba forjado hacia la tragedia, eso después de que él demostró estar preparado para saber todo. Fue difícil aceptarlo, más difícil resignarse, enfrentarlo y seguir sin problema alguno… porque… a pesar de lo que tuviera que pasar… el castaño no se arrepentía de lo que estaba haciendo. Él era feliz

 

 

—¿Estás seguro de esto, Tsuna?

—Tía Luce — sonrió mientras caminaba junto a ella sobre los territorios del sur, donde el frío era tal que el agua se cristalizaba en segundos — ¿No fuiste tú la que dijo que mi destino no podía impedirlo nadie?

—Lo dije, aun así, tú sí puedes elegir qué camino seguir

—Ya lo he hecho — sonrió con melancolía mientras entrelazaba sus manos y las miraba — y tú lo sabes

—Yo estoy condenada a la resignación… pero tú…

—Yo estoy condenado a pagar el daño que mis padres hicieron — Tsuna soltó el aire y cerró los ojos — pero está bien… porque tampoco quiero luchar contra eso

 

 

Continuará…  


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