La guarida no parecía tan fría y helada hasta los huesos, o tan sombría como lo era hasta hace poco. Sino que se notaba con nitidez, que el dueño de aquel hogar estaba feliz.
Orochimaru si pudiese definirse en aquel momento, utilizaría sin dudarlo dos veces la palabra "Egoísmo" en todas sus variantes habidas y por haber.
Estaba siendo un completo egoísta al mantener a Jiraiya con él. A terminar acaparando su persona para sí mismo sabiendo, que la cuarta guerra shinobi estaba a punto de detonar. Pero no quería volver a perderlo, no ahora que estaba viviendo su romance de adolescente.
Esta oportunidad era como el oro, en su juventud no disfrutó el amor por culpa de las misiones, y su horrible deseo enfermo de juventud eterna.
¿Cómo podría sacrificar esas mañanas despertando enredado en sus brazos?
Ese pecho que servía de apoyo, y que de cierta forma lo prefería más, que a las más finas almohadas. Esos brazos musculosos que abrazaban su esbelto cuerpo, y que nunca pensó que necesitaría tanto.
¿Dejaría pasar esas tardes bebiendo té juntos, porque era tan estricto que no permitía el alcohol?
Solo ellos dos sentados en frente mirándose fijamente, pero sin incomodarse, hablando de temas triviales, o de las experiencias que tuvieron de jóvenes y hoy en día son hilarantes.
¿Y qué tal terminar perdiendo esas noches de placer a la luz de la luna?
Sintiendo el cuerpo de él encima suyo, sus manos recorriendo con maestría todo su ser, sabiendo donde tocar hasta llevarlo a ese reino, que nunca pensó entrar. Sus miradas chocando de vez en cuando, esos halagos que sonaban como melodías, sus manos que en algún momento se entrelazarian, y el cabello largo despeinado de ambos tocándose, hasta formar un negro y blanco perfecto.
¿Tan masoquista como para olvidar todos esos detalles, y dejar a uno de los héroes de Konoha volver a la batalla?
No. La respuesta era negativa.
Había arriesgado su vida aquella vez para salvarlo de sus ex estudiantes. Si ahora estaba vivo era por él, y solo por él. Su amado no le debía nada a ese pueblo. Ya había hecho demasiado por ellos, ahora mismo no tenía porqué saber que otra guerra estallaría.
Orochimaru prefería mentirle en la cara, afirmando que la paz estaba intacta. Decirle que era muy pronto como para volver a ese lugar, y que probablemente sería mejor volver en unos meses, porque aún no estaba curado del todo.
Era un egoísta, deseaba quedarse al hombre para sí mismo, para sentirse amado, después de tanto tiempo que estuvieron separados… Es de su propiedad. Es su amado. Es Jiraiya.
— Soy egoísta — Murmuró muy despacio — Verdaderamente egoísta
La luz de la luna entraba por una de las ventanas iluminando a la pareja. El azabache estaba apoyado, como se había vuelto costumbre, en el fornido pecho de su amado, Jiraiya por su parte le abrazaba con un brazo su cintura.
— No puedo permitir tu ida, no ahora — Alzó su rostro para ver su cara — Iré por ti.
Su egoísmo radica en tener a Jiraiya vivo, sin embargo sabe que alguien debe tomar su lugar en la batalla.
— Solo necesito una despedida — Siseó incorporándose un poco en la cama.
Su cabello caía elegantemente por su cuerpo desnudo. Su mirada seguía fija en el hombre, que dormía plácidamente. Su mano fue a parar en la mejilla de este, rozandola con suma delicadeza, mientras entrecerró sus ojos, y poco a poco se acercó depositando un beso en sus labios.
— Es un hasta luego, volveré siendo alguien, que ayudó a la paz que tanto amas.