Cayendo al fondo del mar supo cuanto lo extrañaba, sentía la sensación de ahorgarse y perder el aire cada vez más cerca. Las manos rozaron su cuello, la boca se le abrió y de ella salieron burbujas. Estaba perdido. Lo sabía, y sin embargo, su mente no pensaba ni por un segundo en la salvación.
Será la paranoia del moribundo o el anhelo del enamorado... Jiraiya veía borrosa la figura de su amor pasado, danzando en las aguas y estando a su asecho; podía asesinarlo, herirlo, torturarlo y hasta matarlo si lo ameritaba, o quería... El senin con tal de tenerlo en sus últimos momentos lo aceptaría.
Abrió los brazos a la espera del corte.
No pasó. No sabe, si es obra del destino, o la mera idea de la reconciliación. Pero, su cuerpo era cargado por los brazos que alguna vez, fueron su abrigo en las heladas noches, donde el aliento salía frio. Y se perdía en el aire, un inhóspito ambiente melancólico con olor a muerte y desgracia.
Miró hacia arriba con la esperanza de verle. Creyó en su estado culmine, porque esos ojos resplandecían en un sincero amor. No era odio ni resentimiento, mucho menos venganza o bronca. Eran dulzones, como el postre en el día más triste de una persona.
Orochimaru le hablaba sin el sonido... Entonces, Jiraiya supo cuanto lo necesitaba.
Cayendo al fondo del mar supo cuanto lo extrañaba, sentía la sensación de ahorgarse y perder el aire cada vez más cerca. Las manos rozaron su cuello, la boca se le abrió y de ella salieron burbujas. Estaba perdido. Lo sabía, y sin embargo, su mente no pensaba ni por un segundo en la salvación.
Será la paranoia del moribundo o el anhelo del enamorado... Jiraiya veía borrosa la figura de su amor pasado, danzando en las aguas y estando a su asecho; podía asesinarlo, herirlo, torturarlo y hasta matarlo si lo ameritaba, o quería... El senin con tal de tenerlo en sus últimos momentos lo aceptaría.
Abrió los brazos a la espera del corte.
No pasó. No sabe, si es obra del destino, o la mera idea de la reconciliación. Pero, su cuerpo era cargado por los brazos que alguna vez, fueron su abrigo en las heladas noches, donde el aliento salía frio. Y se perdía en el aire, un inhóspito ambiente melancólico con olor a muerte y desgracia.
Miró hacia arriba con la esperanza de verle. Creyó en su estado culmine, porque esos ojos resplandecían en un sincero amor. No era odio ni resentimiento, mucho menos venganza o bronca. Eran dulzones, como el postre en el día más triste de una persona.
Orochimaru le hablaba sin el sonido... Entonces, Jiraiya supo cuanto lo necesitaba.
Cayendo al fondo del mar supo cuanto lo extrañaba, sentía la sensación de ahorgarse y perder el aire cada vez más cerca. Las manos rozaron su cuello, la boca se le abrió y de ella salieron burbujas. Estaba perdido. Lo sabía, y sin embargo, su mente no pensaba ni por un segundo en la salvación.
Será la paranoia del moribundo o el anhelo del enamorado... Jiraiya veía borrosa la figura de su amor pasado, danzando en las aguas y estando a su asecho; podía asesinarlo, herirlo, torturarlo y hasta matarlo si lo ameritaba, o quería... El senin con tal de tenerlo en sus últimos momentos lo aceptaría.
Abrió los brazos a la espera del corte.
No pasó. No sabe, si es obra del destino, o la mera idea de la reconciliación. Pero, su cuerpo era cargado por los brazos que alguna vez, fueron su abrigo en las heladas noches, donde el aliento salía frio. Y se perdía en el aire, un inhóspito ambiente melancólico con olor a muerte y desgracia.
Miró hacia arriba con la esperanza de verle. Creyó en su estado culmine, porque esos ojos resplandecían en un sincero amor. No era odio ni resentimiento, mucho menos venganza o bronca. Eran dulzones, como el postre en el día más triste de una persona.
Orochimaru le hablaba sin el sonido... Entonces, Jiraiya supo cuanto lo necesitaba.