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Predestinación por millennialsoul

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XI. Reencuentro.

Varias décadas atrás...

Luego de cientos de años, Ancestral había logrado perfeccionar el viaje interdimensional.  Básicamente lo utilizaba para poder comunicarse con las otras versiones de sí misma: comparaban amenazas, elaboraban estrategias, y a veces tomaban el té, entre otras cosas. Las visitas eran del todo profesionales, ella no bromeaba ni se tomaba a la ligera el futuro de su realidad. Con el rostro siempre relajado y sonriente al interactuar, se había entregado desde hace ya varios siglos atrás, en cuerpo y espíritu, a la labor de Hechicera Suprema. 

La cuestión era que, mientras más viajaba, más podía ver a través de los hilos que mueven el mundo, a leer e interpretar cada indicio del destino, a percibir aquello que estaba cocinándose en el lento fuego de lo maligno e intervenir para evitar algunas catástrofes (no todas se pueden evitar, el caos es una fuerza primordial y de equilibrio en el universo), y la insatisfacción que iba creciendo en ella le llenaba la garganta con su amargo sabor. 

Un día, entendió entonces el por qué de su particular obsesión con el multiverso y las comparaciones entre ellos: algo estaba mal con su propia realidad.

Todo comenzó al utilizar el Ojo de Agamotto para ver su propia muerte. Sus impulsos, si bien aun en su interior conservaba casi intacta su humanidad, eran del todo estratégicos. No se impactó demasiado al verse morir, de hecho todavía faltaban algunas décadas. Observar los escenarios futuros y mover los hilos para proteger la realidad de posibles desastres venideros, era algo que, sin importar en qué universo se encontrara, Ancestral hacía. Dormammu estaba en la ecuación, al igual que la traición de futuros discípulos. Estas cosas podían ser, con un alto grado de dificultad, evitadas o pospuestas en todo caso. Había vivido siglos a causa de sus poderes y de la energía que extraía de la dimensión oscura, y supo que tarde o temprano el precio tenía que ser pagado.

Con todo lo visto y asimilado, el punto más desconcertante de la situación era partir sin haber pasado su manto a otro Hechicero Supremo. ¿Cómo podría aceptar irse en paz de la tierra de los vivos sin haber dejado un heredero?

En el mapa astral del universo, las estrellas y cuerpos celestes estaban alineándose en un algoritmo complejo, y una mancha oscura y densa crecía y crecía en el centro del cúmulo de los brillantes astros con el correr de los años. Para su fortuna/desgracia, su nivel de lectura del mapa cósmico y adivinación eran en extremo precisos. Algo grande, a una escala sin precedentes, estaba desarrollándose sin que nada pudiera detenerlo, los colores de las gemas del infinito brillaban distorsionadas. Quizás este evento multidimensional acabaría con al menos la mitad de vida del universo.

Así que se reunió con sus otras versiones, y encontró que los futuros de la mayoría de las dimensiones contaban con cierta persona que en la suya no existía: su sucesor, Stephen Strange. 

Aunque muchas de las realidades eran parecidas entre sí, no significaba que fueran iguales. Al mirar hacia el futuro de éstas, en algún momento su vida este hombre se cruzaba con Ancestral. A veces siendo un cirujano en lo mas alto de su carrera, otras veces como un vagabundo que todo lo había perdido, y a veces, como un niño que se convertiría en algo así como un hijo. Casi siempre hombre, un par de veces mujer. A veces lo acompañaba un pintoresco grupo de superhéroes, y otras veces, estaba solo.

Al volver a su propia realidad se sumergió en todo tipo de contenido, incluso los libros mas antiguos de la biblioteca de Kamar Taj podían ser una fuente de información que responda algunas de sus preguntas.

Ni siquiera en el pergamino de la vida y la muerte aparecía este tal Stephen Strange.

No podía ser posible que su realidad fuera la única que no contara con aquella alma tan particular, tan talentosa. Aquel que iba a convertirse en el mejor Hechicero Supremo de todos los tiempos, estaba destinado en todas las líneas temporales.

Tomó el Pergamino Griseo, aquel que registra las almas que se encuentran en el limbo.
Buscó entre los nombres, pero no era tarea fácil. Algunos nombres aparecían de la nada y otros desaparecían, alterando continuamente el orden alfabético, pues la gracia y magia de aquel artefacto era registrarlo todo en tiempo real. Aun así, al pie de éste se encontraba un apartado escrito en tinta roja. Por siglos, solo dos nombres habían estado figurando allí, en eterna espera, quizás las únicas almas que nunca habían desaparecido y vuelto a aparecer con diferentes nombres, datos y fechas, como lo hacían todas las demás.

Stephen (nombre único).

Nacimiento: Siglo V, indefinido.

Desceso: Siglo V, indefinido.

Primer reencarnación: Indefinido.

(Futuras reencarnaciones indefinidas).

Estatus actual: No Nacido. En proceso de purificación.

*Nota: Especie mestiza, humano/deidad. (extinta).

Otro nombre estaba escrito debajo, los datos que le seguían eran exactamente los mismos, incluso la misma nota que destacaba la especie mestiza. Ese otro era "Tony".

"Eureka", susurró Ancestral en la soledad de la biblioteca.

Resultaba que su trabajo, al igual que muchos trabajos, requería tomar decisiones difíciles y tener la determinación necesaria para afrontar dificultades y sus consecuencias. Sólo que en la mayoría de estos trabajos no está en juego el futuro de la misma realidad.

Ancestral supo que iba a tener que romper las reglas. No era la primera vez, ni iba a ser la última. Hace ya mucho tiempo había entendido que el universo en sí mismo jamás podría ser completamente blanco, o completamente negro. Si bien ella había elegido caminar por el lado de la luz, a veces entendía que en los tonos grises se podía encontrar lo mejor de la oscuridad y la luz. Es que después de todo es el balance entre ambas cosas, el tan mencionado ying y yang, que mantiene al universo funcionando. Ella no era ignorante, para nada. Con lo que estaba por hacer supo que su deuda estaba por aumentar, pagaría con gusto tal precio si eso significaba que al morir, su realidad iba a estar en buenas manos.

Así que desplazó su cuerpo astral, moviéndose entre estas dimensiones irrespetuosas del concepto del tiempo. Encontró la grieta que estaba buscando, metiéndose así en el espacio en blanco en donde las almas ni vivas ni muertas residían. Flotó entre el vacío, con cuidado de no tocar ninguna de las esferas de luz que eran las almas de ese lugar. Algunas brillaban más que otras, y supuso que se debía al mérito acumulado de las vidas anteriores. Otras desaparecían de pronto, porque ya era el momento de renacer, y otras aparecían sin ninguna advertencia, flotando por ahí.

En medio de todas las bolas de luz, dos cuerpos flotaban inertes en la nada. Ancestral se acercó, sonriendo de gusto cuando por fin lo encontró.

Una nueva realidad estaba siendo escrita en el cosmos.

Stephen parecía dormido profundamente, mientras la luz envolvía su cuerpo. La mujer podía decir que no era del todo sólido, y ciertamente era algo más que sólo un alma. Quien estaba flotando a su lado tampoco parecía ser un ente ordinario. Lo miró con detalle, y pensó que su atractivo rostro le resultaba familiar. Tal vez lo había visto en otro universo, en otros futuros, y estaba segura de que este ser era aquel que en el pergamino griseo aparecía como "Tony". Flotaban muy cerca entre sí, y a plena vista de su tercer ojo pudo ver que dos cosas diferentes mantenían unidas a las dos almas.

En primer lugar, un hilo rojo. El meñique de ambos estaba envuelto en él, parecía irrompible, casi sólido y si se esforzaba lo suficiente podía sentir el amor que emanaba de él. Amor del más puro, del más primitivo y del que nunca se extingue.

"Oh, almas gemelas", pensó ella. "Qué afortunados."

Lo que los unía en segundo lugar no era tan hermoso como lo primero. Ubicada en el plexo solar, ambos tenían una energía malévola que se retorcía y chocaba con la energía blanca del limbo, la misma que se dedicaba a la limpieza y purificación de las almas para que puedan completar el ciclo de la reencarnación.

"Así que eso es lo que pasa...", susurró, intentando meditar qué hacer a continuación. "Alguien los maldijo, y es por eso que no han podido volver a nacer. Su existencia aquí es como una especie de error, ya que no ser pueden purificados, pero tampoco desaparecer. Me temo que ni siquiera yo podría deshacer algo que lleva siglos alojado en ustedes..."

No tenía idea de qué era lo que el maleficio estaba haciéndoles. He aquí un dilema bastante difícil. En primer lugar debería intentar destrabar el nudo que se había creado entre la energía blanca y esta cosa oscura. Si podía lograrlo, entonces sólo debería guiar a dichas almas al mundo terrenal.

Y luego la cuestión que más la incomodaba: ¿y si esta oscuridad terminaba de corromperlos por completo, y en vez de romper las reglar para traer a su mundo un ser que significaría una luz para la humanidad, terminaba trayendo consigo dos seres que podrían significar una terrible amenaza?

Entonces respiró profundo, varias veces. O lo hizo de forma simbólica, era un cuerpo astral después de todo.

La respuesta llegó instantes después, y era simple, como la mayoría de las grandes verdades del universo: no siempre se puede obrar con la certeza de un buen resultado, y era allí en donde residía la gracia de lo mundano. Las decisiones más importantes requieren voluntades fuertes, tomar riesgos.

Así que sin más, guiada por su poderoso instinto, se acercó a las almas flotantes. Primero enfocó su aura en el que ella había deducido como "Tony", y al tocarlo sintió una vorágine de abrumador poder y emoción, fugaz pero intensa, y todo brilló en tonos dorados a su alrededor. Se trataba de un alma excepcional, privilegiada de dones más allá de la humanidad, pero tan contenida y encapsulada que daba la impresión de un animal herido y enjaulado. 

El cuerpo astral de Tony se envolvió por completo en su propia aura, y sus rasgos tranquilos comenzaron a cambiar. De ser un hombre joven retrocedió hasta convertirse en el inmaculado rostro de un adolescente, y luego, un niño. El niño fue encogiéndose hasta el tamaño de un bebé, hasta que ya no era más que un feto y luego un conjunto de células a penas perceptible. Con un último destello, desapareció del mundo místico para instalarse en el plano físico, más específicamente en el vientre de María Stark.

Aunque Ancestral era una persona sensible y empática, no era una mujer que se emocionara al punto de las lágrimas con facilidad. Pero esta vez, sintió una incomodidad en la garganta y una ligera picazón en sus ojos, es que al sacar a Tony de allí, pudo ver en su mente todo aquello que él y Stephen habían pasado en vida. Su acorazado corazón curtido con los años se rajó un poco en su centro.

También le sucedió al tocar a Stephen. Vio la misma historia desde su punto de vista, casi pudo sentir el dolor desgarrador de su pérdida, la intensidad de su amor, la determinación de traerlo de vuelta y luchar por las causas que creyó correctas y justas.

"Sólo eran jovencitos enamorados", pensó. "Qué pena que aquellos antiguos que se hacían llamar "dioses" no lo hayan podido ver".

El rostro de Stephen comenzaba a rejuvenecer. Ya estaba casi listo.

"Estás destinado a ser el mejor de todos nosotros. El camino que deberás recorrer hasta llegar a mí será doloroso y cubierto de espinas, pero tiene que ser de esa manera para que puedas convertirte en el hombre que nuestra dimensión necesita. Es tu destino encontrarte con tu alma gemela, y hallarás una forma de deshacerte de ese hechizo. Ambos merecen una segunda oportunidad, una vida mejor".

Un pequeño bebé durmiente flotaba frente a ella, del que ya no quedaba nada instantes después. 

Suspiró algo dramática, como quien termina un trabajo cansador pero a la vez tan importante y prometedor que una discreta sonrisa florecía en su blanca cara translúcida.

"Debo irme rápido de aquí, o tendré que usar el Ojo de Agamotto para corregir el tiempo". No había forma de calcular siquiera cuánto había pasado en esa especie de limbo, este tipo de reglas no se aplicaba a tal lugar, ya que el alma no puede perecer al igual que el cuerpo.

"El paso del tiempo...", se dijo mientras cruzaba la grieta del limbo. "Ojalá fuese lineal, todo sería más fácil". Rezó por aquellas almas que acabó de enviar, esperando que los niños no nazcan con muchos años de diferencia y les resulte un poco más difícil de encontrarse.

Al final, no hubo mucha diferencia. Algunos años después comprobó que mientras Anthony Stark jugaba con su querido mayordomo Jarvis en su mansión, a varias millas de distancia Beverly Strange le anunciaba a su marido la noticia de su embarazo. En medio de la emoción y los festejos, ambos acordaron, como si fuese magia o una epifanía, que el nombre Stephen sonaba perfecto para el bebé.

*

"¡Hey, no te atrevas a quitarte ese casco!", gritó Hela no muy lejos. 

Stephen estaba luchando contra un ser que jamás había visto antes, pero algo en las profundidades de su ser se agitaba con suavidad, como una sutil comezón imposible de rascar. Tenía que admitir que este ser era mucho más fuerte que los demonios del lugar, era muy difícil causar daño verdadero a un cuerpo todo cubierto en metal, y por algún curioso motivo, el otro no atacaba, sólo se defendía. Esa actitud le molestaba un poco, porque el contrincante parecía más interesado en hablar con él que pelear, y eso dificultaba su tarea. Luego estaba el trozo de tela roja voladora, que no interfería mucho en la pelea, solo vagaba en círculos alrededor de los dos.

"¡Stephen, espera!", gritó aquel, volando hacia atrás por la patada en el abdomen que el hombre muerto le propinó con fuerza. 

"No es gran cosa que sepa mi nombre, Hela pudo habérselo dicho", pensó.

Las órdenes de su maestra eran la prioridad, y ella había dicho "no lo escuches, acaba con él". Por un momento, cuando la palabra maestra circuló por su mente, el rostro de Hela pareció desdibujarse un poco, y se sintió como si algo importante estuviera fuera de lugar. "Maestra" venía acompañada de una infinita sabiduría con una sonrisa amable, de la determinación de hacer lo correcto y estar dispuesto a pagar el precio con dignidad. Y Hela no encajaba en esa descripción.

Un instante de confusión fue suficiente para ser derribado, y Stephen estaba genuinamente sorprendido del ataque. Cuando su espalda tocó el suelo con el oponente encima suyo, escuchó su voz suplicante y algo más se revolvió en su estómago. ¿Qué estaba pasando con él?

"Cariño... Por favor, mírame..."

El casco que cubría el rostro del desconocido comenzó a desaparecer de una forma curiosa, como si no estuviera hecho de un metal sólido, sino más bien, de muchas partículas que parecían moverse a voluntad del hombre dentro.

Solo había podido contemplar una barbilla con un poco de barba, cuando Hela se precipitó, rápida como un rayo, y lanzó al otro por los aires hasta que se estrelló contra la pared del palacio infernal. 

"¡Sin trampas!", dijo ella, y luego se dirigió a Stephen: "y  tú, deberías obedecer si quieres el resto de tus memorias". 

Eso. Esa era su motivación. Stephen quería saber qué había pasado con el muchacho de sus recuerdos, ese cuyo rostro quemaba en su mente y hacía retorcer su muerto corazón. Podía aceptar su estatus, podía lidiar con la muerte, pero necesitaba todas las imágenes del pasado que pudieran darle, para sentirse menos solitario y aferrarse a ese sentimiento único de haber sido amado y haber amado de forma incondicional. La eternidad podría ser menos dolorosa si pensaba en Tony.

"Mi paciencia se agotó", dijo el hombre de metal, poniéndose de pie. Stephen se dio cuenta que estaba hablando con Hela. "Vine a llevarme a Stephen de regreso, y lo voy a hacer. Y tú, me vas a ayudar, me importa una mierda si no quieres. Poco me importa si eres una diosa, ya he conocido un par antes, y créeme, no es imposible patear tu trasero".

Hela mostró una sonrisa depredadora, una que no llegó a sus ojos y mostraba todos los dientes. 

"Luces muy confiado para ser una simple cucaracha que se coló en mi reino, y que está en completa desventaja. ¿Qué te hace pensar que te voy a ayudar, que vas a derrotarme?"

"Poco me importan tus reglas de mierda. ¡HAZLO AHORA!"

Varias cosas pasaron al mismo tiempo y Stephen no pudo procesarlas todas. En cuanto el hombre gritó, una alarma se activó en su cabeza y giró hacia Hela para ver como el trozo de tela se envolvía en la cabeza de la diosa, pero nada pudo hacer ante ser derribado otra vez por su adversario. Esta vez Hela no pudo impedir que aquel se quitara la máscara, así que, muy cerca del suyo, Stephen pudo contemplar su rostro.

El centro de su alma se contrajo en reconocimiento, con algunas arrugas alrededor de sus ojos castaños, y una barba muy particular, estaba observando al adulto en el que aquel joven de sus recuerdos se había convertido. La misma mirada cegadora, como  un atardecer en otoño, y esos bonitos rasgos que se habían grabado en su retina, ese que había descendido al infierno y peleaba contra él y Hela era Tony, su Tony.

Tony hizo algo antes que Stephen pudiera reaccionar, y escuchó a Hela gritando algo muy cerca. Un par de segundos después, casi no había forma de ver lo que sucedía alrededor ya que una especie de cúpula apareció sobre ellos a modo de escudo. Cuando su mente comenzaba a recuperarse del shock, unos labios dulces se posaron en los suyos, y entonces todo su mundo giró sobre su eje, sacudiéndose con violencia para volver a poner todas las cosas en su lugar. Los recuerdos cayeron con la fuerza de una cascada e inundaron su alma de emociones, rebalsando hasta que su pecho se sintió arrastrado por su fuerza torrencial, y sus ojos desbordaron de lágrimas negras, que caían por sus mejillas como finos hilos de turbia agua helada.

Aunque su percepción del tiempo seguía siendo nula, el beso y el sabor de Tony lo retuvieron en su lugar como si ni un solo segundo hubiese pasado, pero a su vez, varias décadas de recuerdos de sus dos vidas pasaron como un millar de fotogramas juntas: desde que era un niño prodigio solitario en la ciudadela, hasta que conoció a Tony en el bosque y luego la batalla contra los dioses. Desde el accidente que lo introdujo al mundo de las artes místicas, conoció a Tony y hasta que perdió la vida intentando protegerlo de los kree. 

Fue como volver a nacer. En cualquier vida, e incluso en la muerte, encontrarse con Tony era como un despertar definitivo, como si su alma despertara de su letargo.

Profundizó el beso y llevó una de sus manos al corto cabello de Tony, que soltó un sonido de felicidad mientras sus labios bailaban su danza tan familiar. 

Un golpe a su alrededor hizo que volviera a la realidad, se escuchaba como golpear metal contra metal. Llevando ambas manos al rostro de Tony, se incorporó hasta sentarse y dio un rápido vistazo a su entorno. Vio que el domo metálico que los cubría era una extensión del propio traje de su amado, con algunas luces del mismo color que el arco reactor que llevaba en su pecho. No le tomó tiempo entender que Tony al fin había perfeccionado la armadura de nanotecnología y la estaba usando para moldear un escudo entre ellos y Hela. Ese era el bastardo astuto del que se había enamorado cada vez. 

Los golpes siguieron, pero le restó importancia. Más importante era el aspecto de su amado, que aunque estaba igual de bello que siempre, lucía bastante más delgado de la última vez que lo vio en la batalla contra los Kree. Su cabello despeinado y crecido, y la barba recortada de forma desprolija. Las bolsas debajo de sus ojos eran tan oscuras como su nuevo traje, todo en su persona gritaba el dolor de un duelo desgarrador y sus consecuencias. 

Sus instintos de médico y amante se mezclaron, sintió ganas de gritar y llorar de frustración a la vez. Mientras más lo observaba Stephen, más entraba en pánico, y todo lo que Tony hacía era observarlo lleno de ansiedad, con lágrimas derramándose de sus ojos, besando con ternura sus manos cubiertas de cicatrices. 

Algo se asomó por su visión periférica y lo distrajo de sus desesperados pensamientos, descubrió que su fiel Capa de Levitación estaba dentro del domo, con ellos. Seguramente habían coordinado la distracción y el ataque, y logró meterse dentro de la armadura de nanobots antes de que se cerrara por completo sobre ellos.

"Me alegra que hayan aprendido a trabajar juntos", dijo casi sin pensar, sintiendo su voz un tanto rasposa por el poco uso.

Los ojos de Tony se abrieron en inmenso alivio y las lágrimas cayeron con más fuerza, intentando reprimir unos vergonzosos sollozos. Luego, tanto él como la Capa, lo rodearon en un asfixiante abrazo. 

"Funcionó, maldita sea, me recuerdas, oh, cariño, cariño, te he extrañado tanto..." Mientras Tony balbuceaba cosas tanto para sí mismo como para Stephen, la Capa limpiaba sus negras lágrimas como solía hacer y se envolvía sobre su torso como una boa constrictor. 

Más golpes siguieron, hasta que el pico de un hacha logró perforar la superficie sobre ellos. Tony hizo que se vuelva a cerrar en tiempo récord, pero ambos sabían que no podían quedarse allí dentro por mucho tiempo más. Ambos eran demasiado inteligentes como para entender que aunque fuera injusto, el tiempo de expresar sus sentimientos por haberse reencontrado ya había pasado y debían pasar a la acción inmediatamente si querían volver al mundo de los vivos.

Hela rompió otro trozo de armadura y esta vez a penas pudo volver a juntarse. 

Tony buscó entre su ropa, y debajo de su camiseta tenía una especie de bolsa de tela atada a la cintura, como un bolsillo interno atado con muchísimo cuidado. 

"Wong te manda esto", dijo Tony, "según él, nos ayudará a ganar".

Stephen sintió una energía distinta, muy sutil que antes no había notado porque no había puesto atención, y cuando Tony por fin sacó el artefacto de su bolsillo y lo colocó en sus manos, entendió que habían planeado esto sin temor a las consecuencias.

El Ojo de Avalon brillaba entre sus dedos, y de pronto fue consiente del peso en su cuello que era el Ojo de Agamotto, ambos artefactos listos para ser usados por el Hechicero Supremo. 

"Derrotemos a esta perra y volvamos a nuestra casa", se encontró diciendo Stephen, poniéndose de pie mientras la adrenalina llenaba las células muertas de su cuerpo, y con Tony a su lado, se sentía como estar vivo otra vez.

 

 


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