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Predestinación por millennialsoul

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Notas del capitulo:

Advertencia: Escena de sexo al final del capítulo.

V. Persecución. 

 

Por primera vez desde aquel accidente automovilístico que terminó con sus manos y su carrera como el mejor neurocirujano del continente, Stephen podía decir que su vida era buena. Es más, en retrospectiva podría decir que su situación actual ni siquiera podía compararse a todos los premios, nominaciones, reconocimientos y congresos que formaban parte de su día a día hace toda una vida atrás. No, ese Stephen ya no existía, aunque él guardaba esos recuerdos en un lugar muy cálido de su corazón. Él prefería ver toda esa etapa de su vida como una crisálida, convencido que todos aquellos años vividos fueron con un propósito, que aquella inmadurez espiritual, su arrogancia y egoísmo lo llevaron donde él estaba ahora. No podía decir que su vida como Hechicero era mala, en absoluto. Estaba plagada de cosas nuevas cada día, aprendizaje del más exclusivo que jamás creyó poder tener a su merced, misiones y experiencias tan excepcionales y complejas que dejaban un sabor único en su cerebro, satisfacción y desafío constante. Sin embargo, desde pequeño ha lidiado con una sensación de vacío difícil de explicar, que intentó llenar con estudio y trabajo en exceso, y luego con sus deberes como Maestro de las Artes Místicas y Hechicero Supremo. Con el correr de los años esa sensación jamás desapareció, y eso era lo que evitaba que Stephen pueda admitir en voz alta que su vida no era buena, ni tampoco era mala. Era difícil de ignorar ese algo indescifrable que faltaba en su vida, odiando la estúpida sensación de estar incompleto, a veces perdido, rogando por algo y por alguien que ni siquiera sabía quién o qué era, qué buscar, a quién.

Todo eso se esfumó en el momento en que su camino se cruzó con el de Tony Stark, y ahora podía decir que su vida era maravillosa.

El hombre ya estaba instalado dentro de Stephen con una velocidad y profundidad aterradora. Iba más allá de la carne y los huesos, más allá de todo lo físico, visible y tangible. Stephen se preguntó si todos aquellos poemas y frases referidos a amar con el alma hablaban de esta situación, pero dudó que algún otro ser humano pudiera ser capaz de entender este vínculo milenario que unía las almas de Stephen y Tony. No podía ponerlo en palabras simplemente, no podía medir la intensidad de su amor porque no tenía parámetros, era algo que estaba dentro suyo pidiendo y necesitando por aquel hombre que podía aflojar peligrosamente sus rodillas con una sonrisa de buenos días.

Sí, la vida era buena entre otras cosas porque él tenía a Tony (y a Peter también, que se había convertido en una constante en su vida). Luego de ese primer roce de sus manos, la parte agujereada de su alma aleteó en respuesta al estar frente a la pieza que le faltaba para completarse, aún si sonara malditamente cliché en la mente de Stephen. Meses después, él ya se había acostumbrado a las sensaciones deja-vú y a la intensidad con la que sus cuerpos recordaban las cosas hechas siglos atrás, y a la vez todo se sentía nuevo y único, él nunca podría cansarse de todo lo que Tony le hacía sentir.

Un brazo acarició el costado desnudo de su cuerpo e interrumpió su línea de pensamiento, los dedos deslizándose por sus costillas le provocaron una sonrisa. Estaban acostados en la cama de Stephen en el Sanctum, yaciendo desnudos y perezosos por haber tenido una buena maratón de sexo que los había dejado bastante agotados, pero más que satisfechos. Se imaginó que no podrían despegar sus manos del otro una vez que estuviera de vuelta en su dimensión luego de una misión de cuatro días, y Tony volviera de sus infinitas reuniones con la ONU tratando de negociar las nuevas enmiendas para los Acuerdos. Terminaron reencontrándose unos cinco días después, una eternidad para una pareja aún en plena fase de “necesito tocarte todo el tiempo o voy a morirme” (como había señalado Wong, molesto), y Stephen casi podía llorar de felicidad cuando sus manos temblorosas recorrieron ese cuerpo hermoso y sus labios devoraron hambrientos a su amante.

Un día y medio después ellos seguían en la cama y Stephen estaba seguro que Wong iba a amenazarlo con cortar sus bolas y colgarlas en Kamar-Taj si no bajaba un poco el ritmo de su lujuria o que al menos no fueran tan ruidosos al respecto. Qué podía decir, era un hombre enamorado, y se sentía como un jodido adolescente.

“Pensé que te habías dormido”, dijo, enlazando sus dedos con los de la mano áspera y callosa en sus costillas.

“Bueno, puede que me haya quedado dormido por unos instantes después de ese último rodeo, doc.” Stephen sonrió complacido recordando lo que habían hecho tan sólo media hora atrás y Tony se acurrucó aún más contra él, levantando su rostro para que sus bocas se encuentren. Se besaron sin prisas, disfrutando de la lentitud y la suavidad de sus labios irritados, de sus cuerpos cansados y sobre estimulados. Palabras más, palabras menos, ellos estaban de nuevo haciendo el amor con la promesa de irse a dormir luego para poder levantarse temprano y volver a sus obligaciones. Por mucho que se amaran, ellos sabían que los compromisos que tenían debían ser cumplidos, había vidas dependiendo de ello.

Todo era calor y hormigueante dolor, placer desmedido y sesiones infinitas de besos en distintas partes del cuerpo. Cuando terminaron Stephen ya no daba más de agotamiento y el sueño lo fue venciendo de a poco, acostado sobre su espalda con el agradable peso de Tony sobre su cuerpo.

Sí, la vida era buena. Se preguntó si esto era la verdadera felicidad y una parte de su ser entró en pánico, como si fuese que no estuviera permitido sentirse así de bien, preguntándose cuál sería el precio a pagar, si esto estaba destinado a durar debido a sus profesiones que no garantizaban una vida larga y plena…

Estaba entrando de a poco en la inconsciencia cuando sintió las manos de su amante acunando su rostro y entonces abrió los ojos. Con la poca iluminación de la habitación pudo ver por las facciones de Tony que algo no estaba bien, su instinto hizo que se ponga en alerta de inmediato.

“El ciclo volverá a repetirse.” Manifestó aquel con voz preocupada, pero ya sabía que ese no era el Tony actual. “No dejes que nos separen de nuevo”.

Entonces Tony cerró los ojos y se acomodó plácidamente con la cara sobre el cuello de Stephen, que permaneció inmóvil sobre el colchón. Cuando por fin salió de su estado de congelamiento sacudió suavemente el hombro de su novio.

“¿Qu-qué quieres decir?”, le preguntó en un susurro, la desesperación se filtró en su voz.

“¿Hm? ¿De qué estás hablando?” Tony bostezó y levantó la vista, frotándose los ojos. Stephen debía de tener una expresión bastante alarmante si ahora era observado con el ceño fruncido. “¿Está todo bien?”

Stephen vaciló un segundo ante los grandes ojos marrones derramando honesto desconcierto y preocupación. Sonrió con ternura e hizo su mayor esfuerzo para ocultar la tensión que estaba alojándose en su sistema. “Sí, lo siento. Sólo una pesadilla que me desorientó por unos segundos. Vuelve a dormir, cariño.”

Tony no compró por completo la situación, pero le dio un suave beso en sus labios y se acomodó para volver a dormirse. Minutos después la respiración tranquila del hombre le dijo que ya estaba en el mundo de los sueños.

Stephen no durmió en absoluto, las palabras del alma de Tony aún resonando en su cabeza como un bucle sin final.

Todo fue cuesta abajo a partir de allí.

*

Fue realmente complicado poder encontrar momentos para hurgar entre los muchos libros de la biblioteca sin recurrir al Ojo de Agamotto. Él no lo usó, pero estaba pensando en hacerlo seriamente si podía congelar el tiempo lo suficiente como para internarse entre los manuscritos buscando una forma de poder hacer una regresión que le permitiera ver qué les había pasado a ellos en la otra vida. Qué era eso que iba a volver a repetirse, por qué ninguna de las regresiones que Stephen había hecho daba resultado, qué era aquello que estaba bloqueando cierta parte de los recuerdos de su alma. Investigar exhaustivamente era realmente difícil cuando tenías como pareja a Tony Stark, demasiado inteligente como para no notar las cosas. O quizás Stephen sólo era un mentiroso horrible. De cualquier forma, él ya sospechaba de su comportamiento y lo último que Tony necesitaba era más cosas con las que lidiar.

Stephen estaba feliz con el progreso de su pareja. Al principio las pesadillas eran moneda corriente entre ellos. A veces Stephen despertaba cubierto en sudor, gritando al creer que estaba muriendo otra vez en la dimensión oscura, y otras veces era Tony, que se acurrucaba para llorar en sus brazos. Hablar de sus sueños ayudó mucho, así como también la constante presencia del otro como un cable a tierra, ofreciendo contención y seguridad. Las pesadillas fueron disminuyendo gradualmente, al punto en el que ambos confesaron que dormían mejor que nunca en la vida si estaban uno al lado del otro.

En el primer mes de su relación fue escuchando toda clase de anécdotas y relatos que revelaban que los hábitos de sueño y alimentación de Tony eran mucho peores de lo que él mismo le había contado, sin hablar de sus ataques de pánico y su ansiedad devorándolo de adentro hacia afuera. Él mismo había pasado por todo eso cuando perdió la estabilidad de sus manos. Así que cuando Pepper le dijo “lo veo más saludable, creo que eres una de las mejores cosas que podría haberle pasado”, el orgullo invadió su sistema como un dulce bálsamo, tanto, que casi se sentía culpable por dejar que una sola persona pudiera tener tal poder sobre él.

Ese hombre magnífico poseía el aura más bella y brillante que jamás haya visto, y merecía ser feliz, más que ninguna otra persona que él conociera. Su corazón era increíblemente fácil de romper pese a las apariencias. Ante los demás podía mostrarse como un hombre seguro y estoico, la clásica fachada para los medios, a veces frío y el rey del sarcasmo, pero en realidad siempre le daba al mundo más de lo que debía porque era generoso por naturaleza, protector y sensible, y muchos han aprovechado de esos hechos para apuñalar su bello y desinteresado ser, tomando y tomando de él hasta dejarlo seco. Era un ser frágil, pero fuerte e incapaz de someterse a la derrota, calculador e inteligente, pero también emocional e imprudente, y todos esos matices volvían loco a Stephen, ocasionando un feroz deseo de protegerlo y hacerlo feliz, amarlohasta su último aliento.

No estaba dispuesto a perder a Tony y no iba a permitir que nada los separe, bajo ninguna circunstancia. Una voz dentro de él, con el sospechoso tono de voz de su querida y difunta mentora, le decía que no debería poner la vida de Tony sobre otras, sobre el universo. Él le suplicó a los Vishanti que jamás deba pasar por dicha situación, pero con el estilo de vida de ambos realmente tenía miedo.

Cuando probó con todas las regresiones de los libros y pergaminos (que en realidad podía contar con los dedos de su mano los que contenían este tipo de información) y desesperado notó que ninguno le fue de ayuda, decidió probar con otra cosa. Era tiempo de recurrir a las medidas drásticas. Buscó e investigó sobre las amenazas más urgentes que podrían estar acechando su realidad y armó una lista con cada una de ellas. Bien podría encargarse de todo aquello que tarde o temprano iba a darle problemas, si la montaña no va a Mahoma, dicen… Wong lo ayudó mirándolo con esa cara de póker de siempre, pero Stephen lo conocía mejor y sabía que si le brindaba su ayuda para tales hazañas era porque podía leer la angustia en su sistema y su aura. Aunque se había opuesto al principio al final terminó cediendo al darse cuenta que Ancestral solía hacer lo mismo a veces, ocuparse de los enemigos antes de que se conviertan en una amenaza mayor era una de sus tareas, una de las tantas formas de proteger su realidad. Stephen le prometió que abandonaría la misión de inmediato si se encontraba con alguna situación que lo sobrepasara, la Tierra no podía perder a otro Hechicero Supremo y él tenía un amor con cuál regresar.

Volvió con Tony al anochecer, cuando terminó con el listado y los preparativos. Lo encontró predeciblemente en su taller y estaba con Peter. Ambos estaban muy concentrados trabajando en lo que parecía ser nanotecnología y notaron su presencia varios segundos después. Stephen se llenó el corazón con la vista de las dos personas que más quería trabajando juntos, del amor y el orgullo en los ojos de Tony con cada pregunta afilada e inteligente del niño, su estómago dando vuelcos con los señor doctor Strange y los brazos de Tony rodeando su cintura distraídamente mientras charlaba con Peter sentado frente a él.

“Se está haciendo tarde, Pete”, le dijo el hechicero al notar la hora que era. “¿Te quedas a cenar? Podríamos pedir algo en ese restaurante que está a dos calles.”

Peter miró su reloj y maldijo en voz baja. “No, lo siento chicos. Mi tía va a hacer lasaña hoy. Estuvo mirando tutoriales en YouTube y está convencida que esta vez no va a quemar nada”. El niño sonrió con cariño, era contagioso. “Ya saben, si no voy se va a poner loca y realmente necesito hacer buena letra con ella”.

Juntó las cosas en su mochila y se apresuró a salir, cuando el muchacho se acercó a despedirse de ellos Stephen hizo algo sin pensar, como un instinto primario y que notó realmente tarde, las mejillas de Peter se encendieron a la par con las suyas: él posó un casto beso en su frente de manera tan natural como si lo hubiera hecho unas miles de veces. Quizás era la familiaridad que los tres habían estado compartiendo últimamente o lo sensible que estaba Stephen con todo este asunto de las palabras de ese Tony, pero no podía decir que estaba arrepentido por haberlo hecho. Peter sonrió tímidamente y por una vez en su vida Tony no dijo nada para arruinar el momento, sólo mostró sus bellos dientes en una gran sonrisa y revolvió el cabello del muchacho.

Le enviaron sus saludos a May y se quedaron viendo como Peter abandonaba el taller.

“Entonces…”, comenzó Tony, ya sabía que debía prepararse para las burlas. “¿Qué pasó allí, eh? ¿Estás sentimental? El niño y tú compartían el mismo color de tu Capa mágica, debiste ver tu cara después de besarlo. Oh, dios fue magnífico, le pediré a Viernes que guarde esa grabación y voy a ponerla en un looper hasta que se me caigan los ojos".

Stephen se rió de las divagaciones de su novio y dejó que el hombre tenga un festín. “Mira eso, maldita sea, tan estúpidamente tiernos los dos”.

Tony giró su rostro hasta acariciar su nariz con el abdomen de Stephen que aún permanecía de pie, y éste enredó sus largos y cicatrizados dedos en su cabello, sabía que a Tony le gustaba eso.

“¿Pasta?”, preguntó Tony perezoso, aún con el rostro pegado a su túnica y la vista en la pantalla holográfica que repetía el beso de Stephen a Peter.

“Pasta”.

Sabía que debía decirle a Tony de su plan, pero no podía, no tenía el corazón para preocuparlo así. Mientras cenaban, Stephen le dijo que iba a estar ausente por las próximas semanas, que debía encargarse de asuntos muy importantes y que no tenía idea del tiempo que iba a tomarle, pero que iba a aparecerse con cada momento libre que tenga.

Fue una charla bastante extensa e intentaron no discutir, Tony ciertamente odiaba la falta de información y presionaba para saber detalles, Stephen no sabía que más decirle sin tener que mentirle. Ya era demasiado con ocultar la razón real.

"Tienes que confiar en mí, sé lo que estoy haciendo..." Bueno, al menos en gran parte. "Por favor..." Agregó, suplicante.

Tony suspiró, cansado. Stephen supo que ganó, entonces.

"Si te vas a ir por tanto tiempo quiero que te comuniques conmigo con cada minuto libre, quiero ver ese maldito portal en mi taller cada vez que puedas. Quiero que me compenses por tu tiempo afuera y la enorme preocupación que me vas a hacer pasar".

El Hechicero tomó una de sus manos entre las suyas. "Por supuesto que sí, lo que quieras. Gracias". Besó los nudillos y Tony sonrió, pero era una sonrisa torcida que no llegó a sus ojos. La tensión en ambos no disminuyó hasta más tarde, y cuando por fin encontraron tranquilidad, se encargó de rodear a Tony con su magia, añadiendo distintos tipos de hechizos y runas protectoras, y escudos invisibles en la casa y en los trajes. Debería ser una defensa bastante confiable.

*

El viaje de Stephen comenzó bastante intenso, la cacería de Mordo fue lo primero de su lista ya que era un objetivo que sabía que vendría por él tarde o temprano. Cuando pasó más de una semana, Stephen dejó de contar los días por el bien de su ansiedad y salud mental, y se concentró en mirar cada vez que podía las actualizaciones de Viernes y los mensajes de Tony en su Starkphone. Él estaba bien, eso era todo lo que importaba. Varios días de trabajo intenso y sin descanso, al fin tenía la ubicación final del hechicero renegado.

Resultó que su antiguo amigo aún no estaba listo para un enfrentamiento, pero al descubrir los comienzos del plan de Mordo la piel de Stephen se erizó en horror. Podría decir que si lo dejaba progresar un poco más, el resultado hubiera sido catastrófico. Fue movilizador enfrentarse a él, el revoltijo de recuerdos y emociones pasadas en sus entrañas le nublaban un poco su mente y la pelea costó más de lo que debería. Mordo quiso jugar con sus emociones, por un momento la ira de Stephen creció a niveles alarmantes al recordarle la cantidad de personas a las que Mordo había privado de su magia y las consecuencias irreversibles para ellas, pero finalmente el raciocinio ganó y aquel terminó en una celda en Kamar-Taj, con las protecciones y barreras más complejas y necesarias como para contener un dios.

Una amenaza fuera, quedaban otras once de la lista. Antes de comenzar con el siguiente ítem, Stephen visitó a Tony y pasaron la noche juntos, aunque se fue antes de que su novio despertara. No creía ser capaz de volver a irse si esos ojos bonitos lo miraban suplicante otra vez.

*

Los siguientes tres meses de Stephen fueron un caos absoluto. Su cacería estaba consumiendo demasiado tiempo, energía y magia, pero ya había logrado ocuparse de la mayor cantidad de amenazas de su lista. En algún punto, el sobreesfuerzo y el cansancio físico y mental comenzaron a pasarle factura, los adversarios del hechicero eran cada vez más difíciles de derrotar.

Gracias a su habilidad para traspasar dimensiones y con la ayuda de algunas reliquias él podía saber que Tony y Peter estaban bien, y tenía a Wong vigilando el Sanctum para que se ocupe de algunas de sus tareas como Hechicero Supremo suplente, si es que existía tal título. Stephen repetía para sí mismo continuamente que lo que estaba haciendo era por el bien del multiverso y de su realidad, sus motivaciones no podían ser solamente preservar la vida de aquel que amaba con una pasión antinatural, desmedida. Las preocupaciones y la ansiedad eran constantes en su cuerpo, por eso trataba de mantenerse ocupado en extremo, para que llegado el momento de poder dormir algo al fin el cansancio lo hundiera en un sueño profundo sin pesadillas.

Y hablando de Pesadilla... el nombre de ese horrible ser terminó siendo tachado de su lista, con un par de costillas rotas y su brazo izquierdo colgando inerte de su hombro, demasiado magullado y lastimado, si no se trataba en ese mismo instante podría perderlo.

Utilizando los últimos rastros de energía que le quedaban convocó un portal directo al Sanctum y la Capa se encargó de transportarlo, volando con prisa hacia Wong. 
"¡Maldita sea, Strange!" Había dicho el bibliotecario, haciendo aparecer el cofre que contenía la mayoría de los brebajes, piedras y objetos de sanación.

Stephen estaba al borde de la inconsciencia, el dolor era tan fuerte que estaba a punto de desmayarse, pero aun así no se perdió la mirada impresionada que Wong le dió a su cuerpo. Demasiada sangre seca y fresca por todos lados, sabía que había perdido peso, la ropa estaba hecha jirones y ni hablar de dicho brazo y alrededores.

"Lo sé, me veo horrible. Al menos pude dejar a Pesadilla y Mephisto fuera de combate". Estaba un tanto eufórico por sus logros, así que estaba en su derecho de ser presumido.

Wong le lanzó otra mirada aturdida ante sus palabras, y Stephen se desmayó por fin cuando su colega tocó su brazo herido.

Durmió varios días seguidos.

*

El ansiado regreso a su hogar casi rompe su corazón, porque los ojos de Tony se humedecieron de inmediato al verlo y comenzó a tocar suavemente los moretones y cortes de su rostro. El horror y la preocupación arrugaban sus facciones, pero su rostro se transformó cuando comenzó a hurgar en el cuerpo de Stephen buscando lesiones y aunque quiso ocultarlo, Tony descubrió su brazo izquierdo, que ahora tenía un feo aspecto de piel quemada aunque Wong lo haya curado realmente bien. Las explicaciones no sirvieron de mucho y él lo entendió, también estaría furioso si alguien lastimara a su otra mitad.

Era obvio que iban a terminar discutiendo en su reencuentro, Tony jamás había querido que se marchara solo y por tanto tiempo, y Stephen no iba a permitir que lo acompañe de todos modos, así que los gritos no se hicieron esperar.

En algún punto de la discusión los gritos se convirtieron en besos desesperados, que luego se convirtieron en una larga sesión de sexo furioso contra la pared, en el suelo y finalmente en la cama. La mayoría de las veces terminaban de esa manera sus peleas, y está vez Stephen estaba demasiado ansioso por tener a Tony, así que estaba más que feliz porque ambos eligieran una manera tan placentera de liberar sus tensiones y terminar la pelea.

El familiar peso del cuerpo de Tony sobre su cuerpo lo relajó bastante, una parte del rostro de Tony estaba sobre su estómago y Stephen acariciaba perezosamente su cuero cabelludo y los finos cabellos de su nuca, ambos disfrutando del hermoso y frágil momento. Cuánto lo había extrañado, estar separados a veces se sentía doloroso físicamente, las ausencias parecían infinitas y el anhelo le dificultaba respirar en sus peores momentos.

“Quiero que te quedes…”, susurró Tony, interrumpiendo el silencio y despejando la nube de endorfinas en su cerebro.

“Tony…”

“No, escúchame”, El hombre más pequeño se enderezó y se posicionó sobre su cuerpo, hasta quedar encima del hechicero. “Ya sé que tienes obligaciones, lo sé, yo también tengo mis malditas cosas… Pero esto que estás haciendo… Cada vez que te vas tengo un mal presentimiento. Siento que tienes que quedarte aquí, a mi lado. Cuando por fin puedo verte, cuando vuelves de donde sea que hayas estado, siento que voy a tener un ataque al corazón al verte inconsciente la mayoría de las veces, cubierto de sangre y cosas que ni quiero saber qué son. Duermes días hasta recuperar tu energía, o apareces directamente en tu guarida mágica, ni siquiera me avisas que has vuelto porque sé que no quieres que te vea tan lastimado…”

Stephen, conmovido, acarició el rostro de Tony. No se atrevía a interrumpir el discurso de aquel, sabía que aún había más cosas que quería decirle. Y planeaba dejar que diga y haga lo que quisiera, si eso iba a traerle aunque sea un poco de alivio o al menos dejar salir sus frustraciones.

“Me has dicho que lo estás haciendo por nosotros, pero no estás dejándome participar. Yo también quiero proteger esto que tenemos… A lo que sea que te enfrentes, lo haremos juntos, Steph. Sólo… sólo tienes que dejarme que cubra tu espalda.”

Stephen sonrió con tristeza y ternura, Tony sólo lo miró expectante, con los ojos muy abiertos esperando una respuesta. Le dolía verlo tan expuesto, el corazón tan abierto y exhibido sólo para él.

“No es tan simple…”

“¿No confías en mis habilidades?”

“No se trata de eso, además ya estoy terminando. Sólo serán un par de meses más, como máximo.”

Tony suspiró ruidosamente y se acomodó mejor en el regazo de Stephen, sentado en el vientre de su pareja y las sábanas apenas cubriendo la desnudez de ambos.

“Desde New York, Loki, los Chitauri… Hay algo que está acechando mi mente, como un parásito que me devora lentamente” Stephen lo escuchaba atento, asombrado por la cantidad de honestidad que podía encontrar en esos ojos grandes color chocolate. “Te he contado de Wanda, sabes de mis pesadillas. Algo se acerca, puedo sentirlo, y temo no estar listo para cuando eso pase… Y ahora que los Vengadores no existen y estamos escasos de personal, me siento más tranquilo si estás junto a mí. Soy un mecánico y un científico, me baso en las matemáticas, las probabilidades, los hechos... Lo que sea que se acerque, mientras estemos juntos, no tienen probabilidades, les vamos a patear el trasero... Sólo... Quédate."

Stephen contempló en silencio a su amado, tan hermoso y dulce, él quería darle absolutamente todo.

“Eres muy persuasivo, tal vez debería usar algún hechizo para silenciarte”, comentó Stephen suavemente, acariciando los muslos del hombre.

“¿Dicha persuasión está funcionando, doctor?”

El hechicero no contestó, pero tampoco rompió el contacto visual.

“Al menos dime que vas a pensarlo”. Pudo escuchar la súplica implícita en su tono de voz. Era desgarrador.

Stephen se mordió el labio, pensativo y conmovido. Tony tenía razón, pero Stephen era testarudo y tenía demasiado miedo de perderlo.

“Está bien, voy a pensarlo. Tienes varios puntos válidos que no puedo ignorar”, finalmente dijo.

“Eso es”, asintió Tony con una sonrisa tierna, bastante emocional. “Puede ser que ahora ya no me sienta tan molesto contigo”.

Comenzó a mover sugerentemente sus caderas, Stephen reprimió un gemido.

“No te ves muy molesto en este momento”.

“Ah, pero lo estoy. Tienes suerte de que te ame tanto.” Se movió hasta que su parte más íntima y sensible se rozó con la creciente erección de Stephen. “Hasta que no me digas que vas a incluirme en tus misiones o parar de matarte a ti mismo… voy a tener que tomar medidas drásticas”.

Stephen se mordió los labios para no ser ruidoso, ya que Tony seguía frotándose contra su dureza descaradamente. "¿Y cuáles serían esas medidas drásticas?"

Hundió los dedos en sus muslos y Tony lo ignoró, llevándose un dedo a los labios como si estuviera pensando detenidamente su castigo.

"Te gusta demasiado verme, ¿no es así?" Sus ojos brillaban peligrosamente, Stephen tragó. Parecía un felino a punto de jugar con su presa antes de comerla. "Cuando me vengo, cuando estoy en el mejor momento, gritando tu nombre..."

Stephen no reprimió el gemido que escapó de sus labios.

"Por supuesto que sí, mírate. Eres exquisito, tan hermoso... Mi vista favorita, y eso que he visto cosas inimaginables e imposibles entre las dimensiones y el cosmos." Tony estaba prácticamente ronroneando en esas instancias, complacido con los elogios. El bastardo amaba que le acaricien el ego y Stephen amaba complacerlo.

"Entonces eso es, voy a venirme y no vas poder ver mi cara, ni tocarme. Ese es tu precio, Dumbledore".

Oh, la crueldad. Stephen se lamentó en voz alta cuando Tony se levantó de su regazo, teniendo una vaga idea de lo que estaba queriendo hacer. Su erección se contrajo alegre cuando Tony vuelve a sentarse sobre él pero de espaldas. La posición era bastante simple en realidad, pero por alguna razón nunca la habían hecho antes y Stephen tuvo que concentrarse en no venirse cuando se dio cuenta de la deliciosa vista de su trasero redondo sobre su polla. Inmediatamente quiso poner sus manos sobre esa piel suave, pero Tony quitó sus manos.

"Dije sin tocar. Pórtate bien". Esa voz aterciopelada y sensual estaba haciendo desastres en su cabeza.

Stephen tembló de deseo cuando el hombre arriba suyo se movió suavemente, atrapando entre sus carnosas mejillas su hinchada y necesitada polla. Él estaba atrapado, no podía hacer nada más que ver y su boca estaba tan seca, tan a merced de ese hombre perfecto.

La tortura siguió varios minutos, jadeó sin aliento cuando notó por los movimientos erráticos de Tony que de hecho aquel estaba tocándose a sí mismo, y solo pudo obtener la vista de la parte trasera de su cabeza, de su espalda y su culo. Necesitaba ver ese rostro enrojecido, sus labios hinchados y exhalando con dificultad, los ojos fuertemente cerrados por el placer.

"Vamos, amor... por favor, por favor", rogó Stephen, tan duro y ya goteando espesamente, atrapado en el calor y la presión de esos muslos.

Tony se encargó de hacer un show, meciéndose como el más experto, gimiendo suavemente para volver loco a su novio, tan travieso y malvado que era imposible estar aún más enamorado de tanto descaro.

El hechicero suspiró cuando Tony al fin decidió tomar con sus manos su pesada erección, levantándose un poco hacia arriba para alinearla con su mojada cavidad. 
Casi se vino en el momento en el que Tony se sentó suavemente, metiéndolo de a poco hasta que su trasero tocó de nuevo el regazo de Stephen. Tan profundo, apretado y caliente, húmedo con la sesión de sexo anterior. Su corazón latía con fuerza en su pecho, luchando por un poco de aire que no parecía entrar bien en sus pulmones.

Comenzó a moverse hacia arriba y hacia abajo, todavía sin dejar que Stephen lo sujete con sus manos. Bien, él también podía jugar sucio.

"Estás dándome la mejor vista, Anthony." Había momentos en los que Stephen bien podía hacer uso del profundo barítono que la vida le había dado, y este era uno de esos momentos. Tony gimió entrecortado, realentizando sus movimientos un poco. "Si pudieras verte ahora, las cosas que me gustaría hacerte si me dejaras".

"¿Qué-aaaah... qué me harías?", jadeó Tony, sin dejar de embestirse a sí mismo.

El ritmo aumentó velocidad y Stephen estaba muy cerca, pero él no quería terminar aún.

Colocó sus manos en la cintura del hombre y sonrió triunfante cuando no fueron apartadas. Llevó una de sus manos a la erección de Tony y masajeó la cabeza, trazando círculos sobre las gotas se escapaban de ella.

Llevó ambas manos al trasero de Tony y separó un poco más las mejillas, éste jadeó escandalosamente y se dejó hacer.

Perfecto, hermoso.

Él era como arcilla en sus manos ahora, así que Stephen lo levantó hasta sacarlo por completo de su erección, Tony se quejó débilmente, demasiado perdido en el placer de ser dominado y la curiosidad de querer saber qué haría Stephen. Entonces lo atrajo hacia delante, hasta que pudo hundir su rostro entre los perfectos montículos de carne. Tony gritó cuando la lengua de Stephen se hundió en él, sujetando aún sus nalgas, probando y lamiendo sin piedad todo aquello que era sólo para él, para nadie más. Él sabía que probablemente la posición era un poco incómoda, ya que aquel no llegaba a estar sentado del todo en su cara, pero al escuchar a Tony supo que no podría importarle menos la posición.

"Oh, dios, oh, jodido Cristo, por favor, aaaah, no te detengas", balbuceaba sin sentido, gritando de nuevo cuando Stephen metió dos dedos a la par de su lengua y se encargó de echarlo a perder completamente por varios minutos.

Cuando creyó que ya era suficiente volvió a sujetar a Tony y lo llevó a hundirse de nuevo sobre su erección, esta vez con Stephen sentado y con su pecho presionado sobre su espalda, abrazados amorosamente. Tony retomó su movimiento enloquecedor, temblando cuando la erección se metió hasta golpear ese punto dulce dentro suyo. Stephen aprovechó el ángulo y lo sujetó fuertemente de las caderas, embistiendo sin parar, volviéndolo loco, deleitándose con las palabras absurdas que el hombre soltaba entre ruidosos gemidos.

"Vamos", le dijo chupando su cuello, subiendo hasta el lóbulo de su oreja, "estás tan cerca tú también. Quieres venirte para mí tan mal, ¿no es así, bebé?"

Dejó un camino de mordidas de amor hasta su hombro, masturbándolo al ritmo de las embestidas y Tony era un desastre tembloroso y lloroso. Estiró su cuello hasta poder verlo bien, casi se vino en el momento en el que vio los ojos brillantes y mojados de Tony, su boca abierta en la búsqueda desesperada de aire y un fino hilo de saliva cayendo sobre su mentón. Su corazón se contrajo por el inmenso gozo de saber que ese ser tan bello, ese desastre caliente era suyo, solo suyo.

Acercó su rostro hasta que sus bocas se enredaron en un beso desesperado. Tony se tensó y se despegó de los labios de Stephen para gritar una vez más de placer, viniéndose muy fuerte sobre sus dedos temblorosos. Stephen lo siguió segundos después, compartiendo el dulce aliento del otro y la cercanía de sus labios, ahogándose en el orgasmo más intenso que ha tenido en meses.

Ellos no bajaron de su placer muy pronto, cayeron sobre el colchón en un enredo de extremidades, aturdidos y satisfechos.

"Tú...", Comenzó Tony, aún respirando con dificultad. "Hiciste trampa".

Stephen se rió y abrazó más cerca a Tony. "No pareció importante demasiado".

Estaban tan borrachos de amor, riendo sin aliento como dos tontos. Stephen pensó que esos meses de lucha sin descanso, dolor y trabajo duro valieron muchisimo la pena y se sintió un poco abrumado ante la intensidad del sentimiento. Él podía manejar distintas fuerzas de la naturaleza, energías dimensionales y convocar poderes más allá de la comprensión, pero no tenía idea de qué hacer con el amor. No existía forma de entenderlo completamente, de contenerlo cuando parecía que se estaba desbordando por todos los límites del cuerpo físico, qué hacer con la intensidad de dicha vorágine de emociones que a veces podían causarle terror, miedo.

Él podía no saber mucho sobre el amor, pero ya no tenía miedo.

Y es que la vida con Tony no era buena. Era perfecta.

*

"No puedes evitar esto", alguien dijo en la oscuridad de su sueño. Una voz de mujer, una que no había escuchado antes. Se despertó exaltado y con el corazón bombeando con fuerza en su pecho, notando que el sol ya está en lo alto y penetrando la habitación con sus rayos por el amplio ventanal.

Un enfermizo y repentino sentimiento invadió su estómago y se alojó allí, sentía ganas de vomitar.

Una explosión sonó distante, seguido de una alarma de emergencia. Stephen casi no podía respirar y se congeló en su lugar en el colchón, con la mente en blanco.

Tony se despertó segundos después, con el sonido de otra explosión y sus ojos muy abiertos.

"Jefe", habló Viernes, demasiado exaltada para ser una I.A. "Tres naves alienígenas acaban de entrar en la atmósfera. Una de ellas está a dos kilómetros y está atacando la ciudad."

Oh, no.

El mal presentimiento se apoderó de todo su ser, creciendo desde adentro hacia afuera, helando su sangre, haciendo temblar descontroladamente sus manos y todo su cuerpo.

Oh, no. Oh, no. Oh, no.

Un instante después, él estaba vomitando al costado de su cama.

 

Notas finales:

La depresión post-Endgame hizo que vuelva a escribir.


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