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Predestinación por millennialsoul

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IX. Reminiscencia.

Para Tony, la vida con Stephen era fácil de vivir y disfrutar. Era mimado y adorado como si fuera una deidad, cada día era mejor que el anterior, viviendo en la pequeña y acogedora casaabasteciéndose de la naturaleza. Encontró la vida en pareja mucho más satisfactoria de lo que podría haber imaginado alguna vez, lejanos parecían esos días de vagar solitario entre los árboles.

Aprendió toda clase de cosas, consumió cada libro que Stephen le dio, comió manjares nuevos que a veces le traían de la Ciudadela, practicó el manejo de la espada. Pero la puerta al mundo del sexo que se abrió de par en par para ambos era la más satisfactoria. Se adentraron sin temor a explorar el terreno, encontrando la forma de volcar sus emociones tan profundas en el cuerpo del otro. Pronto, Stephen se volvió un experto en el arte del amor, tocando a Tony como si compusiera una nueva melodía diaria con sus manos, sus dedos, su boca. La música eran los ruidos amor de ambos, y el crescendo de la canción fue cuando la carne se unió a la carne, la piel chocó una y otra vez contra la piel, las palabras dulces gritadas al aire, sin aliento.

Su unión era tan perfecta que con cada día que pasaban juntos algo en ellos fue cambiando de color, resplandeciendo de adentro hacia afuera. Se sentía como un nuevo despertar, el proceso de una metamorfosis invisible. El aura de ambos vibrando al unísono, elevándose por encima de las copas de los árboles y rozando la cima de las montañas. Pero estas únicas y raras semillas ya habían terminado de germinar, y el momento de florecer llegó para los jóvenes.

Sucedió que una despiadada tormenta azotó el bosque. Su pequeña casa fue despedazada por la furia del temporal, y los enamorados se precipitaron hacia afuera, con sus corazones en angustia. Era desgarrador ver a los rayos alcanzando los árboles e incendiándolos, los cuerpos de los animales indefensos que se habían ahogado con la crecida del río, las furiosas ráfagas de viento llevándose consigo lo que quedaba de su hogar.     

De pronto, Stephen comenzó a tocar una nueva melodía con su lira, una que hablaba con la naturaleza y la obligaba a retroceder. Tony notó que era diferente a las habituales, podía sentirse en el aire el poder de los sonidos de su amado, repletos de una magia que nunca antes se había manifestado. Entonces, golpeado por una repentina visión antinatural del mundo, como la apertura de un ojo extra que puede ver más allá de las cosas, Tony sintió en su pecho lo que tenía que hacer, incapaz de detenerse a si mismo. Hundió sus pies en el agua fangosa, cerrando los ojos en concentración. Se conectó con la naturaleza que lo había criado al punto de sentir su energía salvaje circulando por todas partes: debajo de la tierra, en las plantas, en los ríos. Con gentileza, la domó hasta que la energía se sometió a él. Alimentándose de la melodía, Tony comenzó a arreglar las cosas a su alrededor. 

A su vez, inspirado en la vista de su esposo resplandeciendo, Stephen tocó más fuerte hasta apaciguar la ira de la naturaleza. El incendio ocasionado por los rayos se apagó, las nubes pronto se disolvieron, la creciente de los ríos bajó a su nivel normal, la hierba y las plantas volvieron a crecer con una rapidez imposible de donde habían sido arrancadas. Los animales temerosos salieron de sus escondites, y  tras varias horas de trabajo duro, aquellos que estaban en peligro fueron rescatados. 

Ese día, su poder combinado emergió en un nuevo color, y alcanzó los cielos. Los Dioses presenciaron algo inexplicable, que sólo podía compararse al nacimiento de una nueva deidad. Por separado habían nacido como mortales extraordinarios, pero juntos podrían hacerle frente a aquellos que estaban sobre las nubes. Aun eran como un niño pequeño, inconscientes del alcance de su poder, pero con un abrumador potencial por delante. Lo consideraron una ofensa sin precedentes, ya que nada debía estar por encima de ellos, muchísimo menos su propia creación. Dichos mortales estaban tan absortos en su romance que jamás habían pisado un templo, ni habían mostrado signos de interesarse por los seres celestiales. Si no comenzaban a rendirles culto y a adorarlos al igual que el resto, entonces serían sometidos al verdadero poder de los dioses. Algunos no estaban de acuerdo, sostenían que la pareja no estaba causando ningún daño. La mayoría, asustados, creía que a las malas hierbas había que cortarlas de raíz.

Ajenos a la discordia que estaban generando en el reino celestial, la pareja decidió emprender viaje a la Ciudadela. Su casa necesitaba ser reconstruida, así que Stephen tomó los metales preciosos y minerales que extrajeron de una de las minas del bosque y los cambiaron por bienes. Tony se interesó en libros y pergaminos que se enfocaban en la construcción y en la manipulación del metal. Arreglar aquello que estaba roto y la creación de todas las cosas, por pequeñas que fueran, siempre le había apasionado y con el tiempo una fragua se armó en su propiedad. No le llevó mucho tiempo convertirse en un experto en el oficio del herrero. 

Por otra parte, Stephen prefirió enfocarse en el aprendizaje de la alquimia, buscando la manera de crear brebajes utilizando hierbas y hongos medicinales, y runas o encantamientos de protección. Una de sus intenciones era tratar a aquellos animales que habían sufrido con el desastre reciente, pero a pesar de sus esfuerzos por sanarlos, el comportamiento de los habitantes del bosque comenzó a cambiar con brusquedad. 

Los animales, que siempre habían sido respetuosos y amables con ellos, se mostraron hostiles y violentos. Stephen recibió mordidas y rasguños por parte de los que solían ser los más dóciles, y se asombró al ver un brillo rojizo y siniestro en los ojos de cada uno. Tanto él como Tony fueron rechazados y atacados con mayor frecuencia, las melodías de la lira hacían poco para calmarlos. Tony se esforzó por volver a invocar esa visión sobrenatural que había despertado en él el día de la tormenta, y aunque no era igual de potente logró observar más allá del plano físico. Sus ojos se derramaron en gruesas lágrimas de tristeza.

"El bosque ha sido corrompido, algo los está poseyendo", le dijo a Stephen, que lo envolvió en un abrazo. "Ellos dicen que nuestra presencia los llevará a la perdición y yo... Ya no soy bienvenido entre mi propia especie".

Así que Stephen dejó de intentar reconciliarse con la vida salvaje del bosque, y Tony se deprimió bastante por no poder encontrar pronto la forma de regresar todo a la normalidad.

Cuando los días se convirtieron en semanas, la situación sólo empeoró cada vez más. En el momento en que bajaron la guardia, una mortal quimera quiso atacar a Tony, y la opción más sensata hubiera sido correr por sus vidas. Pero Stephen, armado sólo con su vieja espada y su lira, no dudó en pelearse con la bestia. No hubo mucho que Tony hubiera podido hacer contra la bestia sin un arma y con sus sentidos y sentimientos desincronizados con los de Stephen, no podría encontrar la forma de enfocarse en hacer emerger esos poderes que a veces invocaba pero que aún no sabía bien cómo controlar. Estaba tan nervioso y desenfocado que arrojó piedras para golpear y distraer a la bestia, y por fortuna funcionó. En el  punto preciso, Stephen hundió su arma en el pecho del animal.

Fue un milagro que no haya resultado herido de gravedad, pero el miedo en Tony y la impotencia que sintió se transformó en enojo, y esa fue la primera vez que discutieron. Sabía que estaba siendo irracional, ya que salir corriendo tampoco garantizaba que estuvieran a salvo, pero la culpa y la vergüenza que sintió por su propia ineptitud lo estaban volviendo loco. 

"Lo siento... Cariño, por favor mírame. Lo siento tanto... No quise que te preocuparas... Debería haber notado que estaba siguiéndonos..." Stephen temblaba, era fácil saberlo con solo escucharlo. 

Tony tuvo dificultades para poner en palabras tantos pensamientos, pero al final, lo que más lo aterraba salió al exterior. 

"¿Te has puesto en mi lugar acaso, tienes idea de cómo me sentí? ¿Pensaste en lo que sentirías tú si yo... Si algún día me pasa algo y no vuelvo... Si no vuelvo a estar contigo nunca más?", dijo Tony, perdido en su propio corazón lleno de ansiedad e incertidumbre, necesitaba que su amado entienda cómo se sentía, cómo el susto hizo doler su corazón. 

Stephen le contestó con la más pura determinación:

"Si alguien te arrebatara de mi algún día... iría a buscarte hasta lo más recóndito, y te traería de nuevo conmigo. No importa en donde estés, incluso más allá de la muerte seguiría siendo tuyo y encontraría la forma de volver a ".

La promesa que nació en ese entonces, los guió a un nuevo estilo de vida. La necesidad de crear armas y armaduras para protegerse llevó a Tony a crear los mejores diseños, mientras que Stephen se convirtió en un curandero experto en la alquimia, las pociones y los hechizos.  Ya que no eran queridos por el bosque, las visitas a la Ciudadela se hicieron más frecuentes. Eventualmente Tony fue contratado por la Guardia del lugar para crearles espadas, mandobles, hachas y escudos a sus soldados, así como también yelmos y armaduras. La naturaleza gentil de Stephen lo puso en el ojo de los ciudadanos cuando alguien por casualidad se lastimó cerca suyo y de inmediato supo cómo sanarlo.  

Una tarde como cualquier otra en el centro de la Ciudadela, Stephen estaba leyendo un pergamino sobre el tratamiento de distintas enfermedades mortales cuando alguien lo alertó sobre una anciana con convulsiones cerca de allí. Tony estaba indeciso sobre qué atuendo comprar en la tienda, y como Stephen creyó que sólo le tomaría unos minutos ambos acordaron que estaba bien si lo dejaba solo.

Lo que ambos no sabían es que, a veces, unos instantes son suficientes para que una araña te envuelva en su tela y te convierta en su cena.

En cuanto Stephen se perdió de vista, Tony notó que uno de los hombres que ya llevaba bastante tiempo observándolo comenzó a acercarse. Esta situación no era nueva, había una razón por la cual su especie no se aventuraba más allá del bosque y evitaba las grandes cantidades de personas. Meses atrás, Stephen peleó contra un hombre que se atrevió a tocar a Tony de forma escandalosa. Si bien él era perfectamente capaz de defenderse de un borracho, que Stephen lo defendiera pareció ser lo que necesitaban para que aquellos personajes indeseados dejen de acosarlo. Ambos eran respetados en el lugar, y los rumores de sus supuestas hazañas juntos y el aura poderosa de ambos ayudó a mantenerlos al margen.

Este hombre en cuestión, no se veía como aquel borracho. Era bastante fornido y musculoso, vestía una armadura bastante precaria hecha con cuero y metales débiles, su escudo era diferente al que vestían los guardias de la Ciudadela. Tony se apresuró a pagar por los ropajes que quería y se volteó para irse, cuando el desconocido le pidió que se quedara a hablar con él. Había un tono desesperado en su voz, así que Tony se quedó en su lugar, esperando que el diga lo que tuviera que decirle para poder irse de inmediato. Resultó que no eran estúpidas palabras de lujuria ni alabanzas a su aspecto, se presentó como un guardia de un pueblo vecino que estaba siendo azotado por una guerrilla interna. Lo que quería era encargarle armas y armaduras para estar mejor protegidos, pero no era tan simple aceptar tal petición.

"Tenemos un convenio con este lugar", le dijo Tony, inseguro de lo que debería hacer. "No creo que aprecien que trabaje para otro cuerpo de guardias".

El hombre comenzó a hablar, sonando convincente en cada uno de sus argumentos, y cuando mencionó que la gente inocente moría, Tony ya estaba elaborando diseños nuevos en su mente. De alguna forma, el tipo aprovechó lo distraído que Tony estaba para acercarse hasta que que pudo sentir el sonido de su respiración. Incómodo con la repentina cercanía, se sorprendió cuando creyó ver un brillo extraño, algo siniestro en los ojos del hombre, y casi declinó la oferta, pero fue tan fugaz que pensó que lo había imaginado. Su mirada se transformó en algo más gentil y preocupada cuando susurró las siguientes palabras:

"Esto nos conviene a los dos. Te he estado observando por un tiempo, creo que lo has notado. Sé de alguien que quiere matarte, que quiere matarlos a ambos.", Tony no pudo evitar soltar un jadeo de disgusto y sorpresa. "Puedo darte toda la información que necesitas, incluso sé que es tu esposo quien corre más peligro. Sólo tienes que hacer  esto por mi, te lo diré todo".

Lo que acordaron fue que Tony construyera una armadura nueva para él junto con un arma, y luego le daría tiempo para pensar si era posible abastecer al resto de los soldados. Sin embargo, el hombre tenía sus condiciones para brindarle a Tony la información: debía presentarse solo a hacer la entrega, y el lugar era una cueva en medio de la noche. Se rehusó al comienzo, ir sin su pareja parecía algo imposible, pero éste era persuasivo y Tony aun era muy ingenuo, no tenía tanta experiencia socializando con personas que no fueran Stephen, así que cometía siempre el error de creer que las intenciones de otros eran tan dulces y bondadosas como las palabras que salían de sus bocas.

"No quiero hacerte daño, sólo quisiera poder pasar un par de minutos contigo a solas, además me temo que aquí estamos muy expuestos. Si me lo permitieras, te daría mi corazón sin dudarlo. Aun así, me conformo con este trato inofensivo y te brindaré la información que necesitas para mantenerte a salvo a ti y a quien amas. Además, creo que deberías mudarte a la Ciudadela, el bosque ya no es seguro y planeo colaborar con eso pagándote por tus productos como se debe".

Así que Tony, por más que intentó buscar una razón para negarse, no encontró ninguna. Pensó en lo triste que sería estar enamorado de alguien que no lo estaba de ti, su confesión de amor sonaba genuina, y sintió pena. No había intentado propasarse con él. Además la idea de obtener un poco más de oro para mudarse del bosque parecía buena, y lo más importante, haría lo que fuera por averiguar quién quería matarlos, haría lo que fuera por proteger a Stephen.

Así que aceptó.

*

"¿Por qué tienes que hacer esto por ese idiota?", le volvió a preguntar Stephen, y la impaciencia en su voz era cada vez más urgente.

Tony creyó que, aunque le doliera tener que ocultarle información, Stephen era celoso y podría querer acompañarlo, arruinando el acuerdo. Así que le contó solamente lo que necesitaba saber. En unos días le contaría a verdad, y estarían mudándose a un lugar donde pudieran sentirse más protegidos. Desde el día de la tormenta, habían olvidado lo que era sentirse seguros y ahora, además de los animales, el pensamiento de ese supuesto asesino acechando en el bosque no lo dejaba dormir.

"¿Por qué quieres irte de aquí? Somos felices, ¿no es así? ¿Qué sucedió?"

"Odio mentirte... Pero no puedo decírtelo ahora... Confía en mí, te lo diré pronto, y voy a necesitar que vengas a vivir conmigo." 

El día siguiente llegó, y con él la entrega. Stephen, que había estado trabajando en alquimia avanzada toda la mañana, se quedó dormido en sus brazos. Pronto el sol comenzaría a ponerse, y Tony se movió con cuidado para no despertar a su amado de su siesta. Si bien estaba por irse solo, él no era tonto. Escribió una nota para cuando Stephen despertara, para que sepa en donde buscarlo si tenía problemas.

Permaneció un largo rato observando la tranquila expresión de aquel que juró que amaría por toda la eternidad. Las pestañas revolotearon en su sueño, los altos y elegantes pómulos estaban algo sonrojados y sus labios rosas entreabiertos, Tony se preguntó qué estaba pasando dentro del mundo de sus sueños, y deseó poder permanecer a su lado sin preocupaciones como antes, cuándo la vida era más simple y solo necesitaban al bosque y a ellos mismos para vivir. Posó un suave beso en su frente, dejando un sabor agridulce en sus labios.

Sin hacer ruido, tomó sus cosas y se fue a caballo.

Cuando llegó a la cueva en donde llevarían a cabo la entrega, Tony vio que el hombre estaba solo justo como prometió, pero de todas formas no sintió alivio. Intercambió su valiosa mercancía por una pequeña bolsa de monedas de oro que no se molestó en verificar, y habló con un notable tono de impaciencia en su voz.

"Por favor, ya dime quién quiere matarnos, y por qué lo sabes..."

Una sonrisa apareció en rostro del otro, no era amable en absoluto. Estaba llena de una tranquilidad aterradora, como quien mira un manjar con anticipado placer, apreciando el aspecto antes de saborearlo. Los sentidos de Tony se enciendieron todos a la vez, y cuando quiso hablar, todo murió en su garganta al ver que los ojos de aquel brillaban en un familiar y horrible tono carmesí. En un segundo eterno, todas las piezas encajaron y revelaron un siniestro rompecabezas. ¿Cómo pudo no haber notado los detalles?

"No pensé que sería tan fácil. Eres... Como un niño inocente."

"Cuando me dijiste que el bosque no era seguro, no te referías al asesino, que eras tú, ¿no es así? Hablabas de los animales. ¿Cómo pudiste haber sabido que nos atacaban? Jamás se lo dijimos a nadie..."

"Ellos me lo dijeron en un sueño". El hombre comenzó a acercarse, sin prisas, disfrutando del temor que Tony tenía dificultades para ocultar.

"¿A quiénes te refieres con "ellos"?"

"Los Dioses. Desde la primera vez que te vi me enamoré como nunca antes, pero por desgracia ya estabas con alguien más. Visité un templo y oré por tener una oportunidad contigo, que me dejaran hacerte todo lo que deseo. Pensé que no me escucharían, pero lo hicieron, y estoy profundamente agradecido".

Tony tembló y sus respiraciones se tornaron poco profundas, demasiado rápidas. Y a pesar del miedo, enderezó su postura, le hizo frente al tipo que era mucho más grande que él.

"No soy como los demás, puedo hacerte pedazos. ¡Espero que tus estúpidos dioses te hayan dicho eso también!"

"Por supuesto que me lo dijeron, eres monstruosamente poderoso, tú y él juntos son una fuerza sin precedentes. Pero también me contaron un secreto..."

Caminó hasta arrinconar a Tony contra una de las paredes de la cueva, los ojos rojos, más brillantes que los animales en trance, lo observaron con anhelo, locura y violencia. Bajó la voz e inclinó la cabeza, hasta que susurró en su oído la frase que terminó de sumergirlo en un océano de terror:

"Si están separados, son vulnerables".

"Es-estás siendo m-manipulado, al igual que las bestias del bosque... Déjame intentar- dejame intentar devolverte tu conciencia". Tartamudeó, congelado por el terror.

El guardia rió.

"No puedes, y mi conciencia y mi mente están intactas. Ellos no están controlándome, sólo me brindan el poder que necesito para poder someterte. Ese fue el trato. Un humano ordinario no puede contigo, ¿pero un mortal ayudado por los dioses? Ustedes son una amenaza que limpiar, y yo... Bueno, yo soy un tipo enamorado, y cada quién tiene su forma de amar. Sólo quiero saciar esta comezón, estas ansias de hacer lo que me plazca con tu bonito cuerpo, ver el momento en que te quiebres bajo mis manos, escucharte suplicar y llorar una y otra vez..."

El hombre mostró su verdadero rostro y era aterrador, una bestia que Tony no imaginaba que existía, porque su alma tan pura jamás hubiera imaginado que algunos de los seres humanos podrían encontrar placer haciéndole tanto daño a alguien más. La lujuria sin sentido, el gusto de corromper a la fuerza, llenar de inmundicia un cuerpo ajeno... Esos malditos dioses a quienes la gente adoraba todos los días creyendo que eran bondadosos y divinos, en realidad estaban tan corrompidos por su poder y orgullo que no dudaban en ser cómplices de alguien así, eran tan egoístas que no pudieron entender la profundidad del amor entre esos dos seres. ¿Qué habían hecho él y Stephen para merecer tal castigo?

Las lágrimas cayeron sin control por su cara. Se sintió desolado, sin consuelo. Sus emociones no podían florecer en poderes, tenía tanto miedo que no podía concentrarse en nada más. Pensó en lo mucho que le gustaría ver la cara de Stephen una vez más, su sonrisa brillante que le decía que todo estaría bien. Qué estúpido había sido por caer así en esta trampa.

"Puede que sea ingenuo, pero sé que lo que sientes no es amor. El amor no es así en absoluto. Eres un monstruo, estás enfermo. ¡Voy a pelear, aunque sea lo último que haga...!"

El hombre se abalanzó sobre él y Tony corrió lo más rápido que pudo.

*

Stephen despertó y afuera estaba oscuro. Algo en su pecho dolía y sus ojos lloraban sin motivo, la inexplicable sensación de estar siendo desgarrado de adentro hacia afuera fue lo que lo despertó en primer lugar. Tony no estaba por ninguna parte, pero encontró una nota y su mundo se congeló en un instante eterno. Como en un sueño se colocó el abrigo y la armadura, tomó la última espada que Tony fabricó para él y se dirigió al lugar que especificó en la nota, que no estaba lejos.

El caballo no era lo suficientemente rápido, el tiempo no era lo suficientemente lento.

El aire de pronto se impregnó de un olor otoñal y fresco, que tocó su cara como una gentil caricia. Una mariposa azul voló cerca suyo en la dirección contraria, y recordó los arbustos con bayas, los atardeceres en el lago, las siestas bajo el árbol de cerezos.

No le gustó. La angustia lo estaba ahogando.

Estaba llegando al punto de encuentro cuando divisó una figura fornida en el camino, que estaba cargando a otra mas pequeña. Stephen se bajó de un saltó del caballo y casi tropezó varias veces al correr con sus piernas tiritantes. Se detuvo en seco cuando estuvo tan cerca que notó que el cuerpo que estaba inmóvil entre los brazos de aquel se asemejaba mucho a Tony, solo que por el ángulo y la oscuridad no podía distinguir su cara.

El soldado tenía un ojo magullado y arañazos en la cara y brazos, exhibía una máscara de tristeza y dolor, pero Stephen podía ver a través. Lo que veía era un monstruo vistiendo carne humana.

Sin decir una palabra, colocó a quien estaba cargando en el suelo, con una suavidad exagerada. Stephen cayó de rodillas frente a él, y acercándose a su cara, lo vio por fin. Lanzó un grito desgarrado que hizo eco y vibró en los árboles. El amor de su vida estaba cubierto de sangre y moretones. Su ropa estaba tan arrugada y rota en varias partes, incluso parecía que había sido vestido de nuevo de forma descuidada y apresurada. Su labio inferior tenía un profundo corte, sus pestañas estaban cubiertas de lágrimas húmedas, y debajo de ellas estaba el rastro de lágrimas secas.

"Lo encontré en el bosque", mintió el desgraciado. "Parece que los animales lo atacaron. Quise ayudarlo, pero ya era demasiado ta--"

Un brazo voló en medio de la oscuridad de la noche, dejando una estela de sangre en el aire para luego caer en la tierra con un ruido sordo. El guardia gritó de dolor, retorciéndose en el suelo en posición fetal. Stephen lo había tomado por sorpresa, ni siquiera pudo terminar de recitar sus falacias. 

"¡Es-espera!", gritó éste ahogándose en su propia saliva y llanto, paralizado de miedo ante el hombre que se erguía sobre él con una espada. Tony no había sido tan difícil debido a su miedo paralizante, pero éste que estaba aquí frente suyo estaba mutando en algo fascinante debido a la ira, alimentándose de la desgracia. El asesino sintió miedo por primera vez en su vida, entendió por qué los dioses no querían que la pareja siga floreciendo y alcanzando más poder. Y parecía que dichos Dioses ya no querían prestarle su poder tampoco.

"¡Eres un sanador...! ¡Quizás él- no pierdas tiempo conmigo y sál-sálvalo!".

Fue interrumpido de nuevo cuando una fuerte patada le rompió la nariz, y luego otras más en sus costillas le cortaron la respiración. De nuevo, el filo de la espada cortó sobre él, y su oreja fue cercenada de su cabeza. Gritó una y otra vez, y Stephen habló sobre los gritos con la voz quebrada de dolor y furia.

"No puedo salvarlo porque él... Por que tú...", Llevó una de sus manos a su pecho, apretando con fuerza en donde estaba su corazón. "Aquí, yo... puedo sentir que se ha ido... Él ya no... Él... ¡Y toda la culpa es tuya!"

La espada le cortó una de sus piernas por encima de la rodilla en un movimiento limpio, y más gritos en la noche hicieron a los pájaros volar asustados hacia algún lugar lejos de la carnicería. Stephen dejó al hombre mutilado y se dio la vuelta, tomó el cuerpo de su amado entre sus brazos, sin hacer caso a los bramidos de tortura de aquel ser. 

Se puso de pie, levantándose sin comprender cómo podía seguir funcionando cuando estaba sosteniendo su propia alma muerta en sus brazos.

Observando hacia atrás, decidió terminar de una vez. Con un movimiento de su cabeza,
el hombre que había matado a Tony ardió en repentinas llamas, convirtiéndose en una siniestra fogata iluminando una porción del camino, que se retorcía y pedía por una ayuda que nunca llegaría.

Stephen se fue a casa con Tony a cuestas. Aunque la luna estaba enorme y brillante esa noche, sintió que estaba caminando en la mas espesa oscuridad.

*

Tony yacía sobre la cama, con ropa limpia y sin ningún rastro de sangre. Si el cuerpo no estuviera tan frío, Stephen podría fantasear con que sólo estaba dormido a su lado como lo había estado esa misma mañana. 

La casa estaba tan silenciosa y era espantoso, el silencio jamás podría ser apreciado si no iba a ser cortado por el parloteo incesante de su otra mitad.

Entonces por fin lloró, hasta que sus ojos quedaron secos y le dolió parpadear. Gritó porque su cuerpo estaba siendo partido por la mitad a cada segundo, su alma atorada en la garganta, como si quisiera salir por la boca a encontrarse con el alma perdida del otro hombre. El dolor jamás se detuvo, incluso cuando reunió y estudió los pergaminos más oscuros que pudo encontrar, cuando agotó todos los hechizos y pociones conocidas hasta el momento y, sin importar lo que hiciera, Tony siguió muerto sobre la cama. 

 En el tercer día, algo de cordura regresó a su doliente ser. Supo qué era lo que tenía que hacer. Cubrió a Tony con las telas más finas que pudo encontrar en su casa, y lo acostó sobre la hierba del jardín, cubriéndolo de flores. Entonces esperó, y no se sorprendió cuando escuchó suaves pasos detrás suyo. Al voltearse, cualquier mortal quedaría pasmado de la vista, pero Stephen era incapaz de sentir algo más que no fuera dolor. Todos los seres que allí estaban eran bellos, algunos jóvenes y otros no tanto, olían a flores y naturaleza. Recordó la primera vez que vio a Tony y sonrió con nostalgia ante el recuerdo que parecía pertenecer a toda una vida atrás.

"Podrás encontrarte con él en el reino de los muertos, o en la próxima vida." Una mujer hermosa vestida con seda blanca y cabello dorado hasta los pies habló con una voz inquietante, como si miles de personas hablaran a través de ella. "Él era de los nuestros, no existe disculpa suficiente por haberle dado la espalda. Los dioses han corrompido la voluntad de los habitantes del bosque más débiles, y a nosotros nos han dicho que su unión traería desgracia al bosque, así que decidimos no interferir para protegernos. Ahora, la desgracia ha caído sobre ustedes mismos, injustamente. Nada de lo que hagamos traerá consuelo por esta enorme pérdida."

Stephen escuchó, pero no le interesaron las palabras.

"¿Por qué los Dioses no nos quieren?" Preguntó después de un tiempo, su barítono tembloroso conmovió a la mujer.

"Los hemos visto juntos, su sincronía no tenía precedentes. En unos años más, ambos podrían haberse convertido en los primeros mortales con los poderes de un ser celestial. Creo que no podían permitir que existiera una fuerza que pudiera desafiar a la suya."

El hombre guardó silencio por unos instantes, reflexionando en sus adentros. "No pienso esperar a nuestra próxima vida. ¿Me recordará él acaso?"

"Lo hará. Estamos en el tercer día, el cuerpo deberá desaparecer de este mundo para reunirse con el alma, para formar un ser completo. Ambos son hijos abandonados de los dioses, y aunque éstos les dieron la espalda, no pueden borrar lo que son. Si bien son mortales, el mérito que han hecho en esta vida les otorga el privilegio de conservar la carne que almacena sus memorias". 

"¿Privilegio, dices?" Stephen rió sin ganas, acariciando la mejilla de Tony. "Me lo arrebataron de mi lado, por un motivo estúpido. Una vez le prometí que iría a buscarlo a dónde sea y lo traería de regreso, y eso es justo lo que voy a hacer ."

El cuerpo comenzó a brillar, y de a poco se fue desvaneciendo en el aire. Stephen lo observó irse en silencio, hasta que ya no quedaba ni un cabello color café de su cabeza ni el rastro de sus ojos cerrados decorados por las gruesas pestañas negras. Se levantó mucho después, secándose la cara húmeda. 

"Es una pena, él siempre ha sido especial. Se sentía diferente por sus ansias de conocer qué había más allá del bosque, quería más de lo que nuestra clase vida tenía para ofrecer. Aunque su vida fue corta, vivió como quiso y conoció el verdadero amor. Los espíritus del bosque te deseamos mucha suerte en tu viaje, y le damos nuestra bendición a ambos", dijo la mujer y se fue, desapareció entre los árboles junto con su puñado de acompañantes.

Stephen empacó lo esencial y tomó su lira. Mientras caminaba hacia su destino, compuso las melodías que sentía en su corazón, tan desgarradoras que las nubes llovieron por días, las flores se cerraron y marchitaron a su paso, y los animales se recostaron en pena. En los pueblos y ciudades escuchaban las notas de su lira, y la gente lloraba con desesperación enviando sus plegarias al cielo para que ayudaran al pobre hombre enamorado. 

Cuando llegó a la orilla del río que lo llevaría al Inframundo y que ningún mortal debería cruzar, se quedó allí esperando y continuó tocando su lira conectada a su corazón, componiendo una nueva melodía de invocación. La lira brilló como nunca antes, energía color violeta brotaba del instrumento, y aunque Stephen sangraba por la nariz y a veces escupía sangre, jamás se detuvo. 

El barquero apareció días después, una figura alta vestida de negro, desde la cabeza hasta el suelo. De las cuencas en donde deberían estar sus ojos brotaba agua amarillenta y turbia, y su rostro se arrugaba en conmoción por los sentimientos. El barquero al oír el alcance de su pena, aceptó hacer una excepción llevándolo. 

Antes de dejar que el hombre se subiera la balsa, estiró una escuálida mano a través de la manga de su túnica. Stephen le pagó con un óbolo al ente que no estaba ni vivo, ni muerto, y guardó la pequeña moneda dentro de sus mangas. Luego subió, y la balsa comenzó a moverse, emprendiendo viaje hacia el otro mundo.

"Sabes", dijo el barquero, con voz cavernosa. "Tu magnífica música se puede oír hasta lo más recóndito, el alcance de tu poder ha logrado convocarme. Tal vez en el reino de los muertos puedan ofrecerte un trato para traer a tu amado de regreso".

*

Más allá del plano onírico, del mundo de los recuerdos atemporales y la Tierra de los Muertos, dos hombres se encontraban sentados en una gran sala frente a frente. Las tazas de té que sostenían ya estaban frías y olvidadas. 

"Entonces...", continuó Tony, hilando sus pensamientos enredados para poder formar frases claras. "El sujeto de esta leyenda, devastado por la muerte de su pareja, bajó al infierno para traerla de vuelta. Cruzó una especie de río mágico y cuando llegó convenció al tipo, este... Rey de los Muertos o quien demonios fuera, le ofreció un trato".

"¿Nada de esto te resulta familiar, Stark?"

"Lo es, sí... En partes...", Tony parpadeó varias veces, esforzándose por atar los cabos que le quedaban. "La cuestión es, que no creo que haya sido yo quien cruzó ese río..."

"Quizás, tú eras quien falleció prematuramente. Stephen fue a buscarte."

"Eso... coincide más con lo poco que puedo recordar".

Wong se puso de pie, si bien sus movimientos eran tranquilos, Tony podía ver como su mente trabajaba sin descanso. La Capa voló a su alrededor, hacía tiempo que no la veía tan enérgica desde que su maestro se fue. El hechicero continuó hablando.

"Una vez en el Inframundo, se les ofreció un trato. Cuando estaban a punto de lograrlo, de salir de allí, fueron timados y uno de ellos fue condenado a permanecer por siempre en las tinieblas. El otro, digamos Stephen, muere tiempo después. Algunas versiones dicen que de tristeza, otras en batalla, otras que se suicidó, no lo sabemos. La cuestión es que finalmente se reúnen en el infierno, al parecer". 

"Una gran historia... Pero si estábamos condenados por la eternidad, ¿cómo es que pudimos renacer? ¿Quién nos puso esta maldición, fue el tipo del Infierno? Yo... Tengo como mil preguntas en este momento."

Wong sonríe con la esquina de su boca. "Preguntas que yo no puedo responder. Para empezar, las historias cuentan de un hombre y una mujer, y cuando hicimos esa regresión, pude ver que ambos eran hombres, y no sólo eso, sino que sus cuerpos eran exactamente los mismo. Las historias van mutando, la gente cambia los hechos como más les parezca, acorde a lo que está mal o bien visto según la época, al punto de no saber cuántas cosas de las que se cuentan son reales y cuáles son puras mentiras. Lo que importa aquí es..."

"Que ese lugar existe, bajaré allí y de alguna forma lo voy a traer de nuevo".

El superhéroe y el maestro de las artes místicas se miraron con determinación, asintiendo con entusiasmo. 

"Ya me encargué de la investigación, Stark. Sé como hacerte entrar".

Wong le explicó que por mucho que deseara ir con él, no podía dejar el santuario vacío ni la realidad desprotegida ante la caída del Hechicero Supremo. Tony no podía estar más de acuerdo, muchas cosas podían salir mal y no quería ver morir a nadie más. 

Al parecer, solo una cosa hacía falta para poder llegar al Inframundo y era una moneda antigua, que era la única forma de pago que esa clase de seres inmortales y anticuados aceptaba. El problema era que no sonaba fácil de conseguir.

La Capa de Levitación se abalanzó sobre Tony, lo envolvió con fuerza y estiró una de sus puntas hacia la puerta del Santuario, la curiosa tela parecía haber adoptado una forma similar a la de un dedo señalando. Por sus movimientos frenéticos, se veía desesperada por decirle algo. Lo fue arrastrando hacia la salida, y Tony y Wong se miraron atónitos.

Tony no tenía la paciencia suficiente para esa clase de cosas, su cerebro sólo podía pensar en Stephen. "No sé qué es lo quieres, pero no tengo tiempo para esto", se quejó Tony, tirando de ésta de vuelta al Santuario.

"Creo que deberías seguirla, Stark. No subestimes a una reliquia de cientos de años que extraña a su maestro".

La Capa asintió en su parte superior, el hombre ya se había acostumbrado a esos gestos tan similares a los de un humano, y tuvo que estar de acuerdo con Wong.

"Está bien, vamos. Pero rápido, tenemos que traérlo de vuelta".

Antes de que pudiera ponerse el traje, la reliquia se había posado en sus hombros y lo elevó por los cielos, volando casi tan rápido como los propulsores de su traje. Jamás la había visto volar tan deprisa. 

El viento frío azotó su cara y se sintió bien, fue como un golpe de realidad. No tenía deseos de ponerse su armadura y protegerse de la sensación. Creyó que el placer de volver a surcar los cielos no volvería jamás, creyó que era incapaz de sentir alguna otra cosa que no fuera tristeza. Y sin embargo, ahí estaba, volando sobre las nubes, con el frío helándole los huesos. Era como si estuviera reviviendo una pequeña parte suya, una chispa encendida que se convertía en brasas. La Capa pareció sentir sus emociones, y sin dejar de dirigirse a su objetivo, acarició con cuidado su mejilla.

No supo cómo, pero entendió. Sin importar el costo, volverían a ver los preciosos ojos de Stephen y beber de su sonrisa. 

Cuando fueron descendiendo, Tony se sorprendió bastante. Aterrizaron sobre la vereda del museo en donde él y Stephen habían tenido su improvisada primera cita. El recuerdo lo sacudió, parecía pertenecer a una década diferente cuando en realidad, sólo había sido un año atrás.

"¿Por qué me trajiste aquí?" Le preguntó a la Capa, por supuesto, ésta no contestó, sólo lo arrastró más cerca. Para Tony no era extraño hablar con las cosas vivientes, estaba acostumbrado a sus bots y a sus inteligencias artificiales, incluso hasta podía entender cada cosa que Dummy lanzaba con pitidos. Pero para los transeúntes que por ahí pasaban la situación se veía tan rara que miraban con curiosidad, y seguramente más de uno lo reconoció. Corrió hasta la parte trasera del museo, con la capa envuelta en sus manos y sacudiéndose incómoda.

"Si quieres entrar a un lugar, no llames así la atención. Sé que puedes transformarte en algo menos... escandaloso, te he visto hacerlo".

Entonces, la Capa de transformó en una bufanda roja, y Tony de inmediato la enrolló sobre su cuello. También se colocó las gafas para hablar con Viernes. Se escondió en un hueco detrás de unas escaleras y un contenedor de basura ante algunos jóvenes que querían asegurarse de haber visto a Tony Stark. Le pidió a Viernes que hackee el sistema de seguridad del museo por unos minutos. Su fiel asistente digital le dijo, menos de un minutos después, que ya estaba hecho y podían ingresar.

Tony y la Capa disfrazada atravesaron una gruesa puerta trasera desactivada, y vaciló por unos instantes sin saber por dónde ir. La bufanda se movió y señaló hacia un pasillo a la izquierda, y en cuanto se asomó pudo ver a dos guardias hablando histéricos sobre la falla de seguridad. Se acercó a los hombres, no gastó tiempo en presentaciones sin sentido y les dijo que tenía que ocuparse de un asunto importante. Los guardias, indecisos entre ceder ante una estrella como Ironman y hacer bien su trabajo, lo siguieron molestándolo con preguntas que no se digno en responder. 

La bufanda se separó de su cuerpo y dobló en un pasillo, Tony la siguió corriendo detrás, y detrás de él, los guardias le gritaban por explicaciones acerca del pedazo de tela volador. 

La Capa había vuelto a su forma original y flotaba frente a una vitrina en la pared del museo. Tony se acercó rápidamente, ansioso por ver qué era aquello que la reliquia quería mostrarle, y cuando leyó lo que rezaba la placa, entendió. 

"Un OBOLO perteneciente al siglo V. a.C."

Recordó como en esa especie de primera cita, Stephen y él caminaban por el pasillo y el hechicero desviaba su atención a la pequeña moneda. Él había percibido en el objeto algo que Tony no pudo, debió haberse tratado de algún recuerdo inconsciente o dejavú. 

Sin perder un segundo más, Tony rompió el vidrio del exhibidor y tomó la moneda. La Capa se abrió imponente delante de los guardias para impedir que avancen, y éstos no se atrevieron a detenerlo, no eran tan tontos. 

Ahora, ya estaban a un paso más cerca de él. Tony quería llorar, su corazón latía tan fuerte que causaba molestias en su esternón y costillas. La sensación extraña, una especie de nostalgia, que sintió en su mano le dijo lo que necesitaba saber: era auténtica, no una falsificación. 

Y hablando de falsificaciones... 

Tony tocó el reactor reparado y mejorado que llevaba en su pecho y los nanobots cubrieron todo su cuerpo. Tomó a la Capa entre sus dedos metálicos y voló hasta la salida. Luego, calibró sus propulsores a máxima velocidad hasta el Sanctum.

*

Ya estaba todo listo. Wong, quien lucía una de sus manos cubierta de sangre, sonrió entre respiraciones dificultosas. Un enorme sello en el suelo, con runas y símbolos que Tony no había visto nunca, estaba dibujado con sangre en el centro de la sala. Terminar de preparar todo y reunir los objetos que necesitaba para el ritual y el viaje les tomó más de dos horas. 

En palabras de Wong, se trataba de magia antigua oscura, un ritual de teletransportación e invocación. Tony no necesitaba ser un experto como él para entender que tendrían consecuencias por esta práctica. Tony no tenía problemas con romper las reglas si era por una buena razón, y aunque se sintió egoísta en el fondo, supo que no era sólo él quien necesitaba a Stephen, sino todo el multiverso.  En cuanto a Wong, por otra parte, no sabía qué clase de condena tendría que enfrentar por eso.

"Deja de mirarme así, Stark. Stephen rompió las leyes del universo más de una vez, y en cada ocasión, fue para salvar el mundo, incluso si tenía que sacrificarse a sí mismo, jamás dudo en hacer lo que debía hacer". El rostro de Wong se suavizó de pronto, mirando su mano ensangrentada con nostalgia. "En una de esas ocasiones, él me devolvió a la vida con el Ojo de Agamotto. Cuando lo conocí, creí que era un imbécil arrogante, lleno de sí mismo, egoísta... En lo único que tuve razón fue en lo de imbécil. Ha estado peleando sin descanso por proteger a quienes ama, nuestro mundo, nuestra realidad. Esta vez, pelearemos por él y lo traerémos de regreso."

Tony se acercó al hombre y lo abrazó brevemente con uno de sus brazos, palmeando su espalda. Tal y como le indicaron, se paró en el medio del círculo de runas. La emoción que sentía no tenía precedentes, y la cantidad de cosas que cruzaban su mente no podrían ser enumeradas aunque quisiera.

Con unos estudiados movimientos de sus manos, Wong abrió un portal de color violeta frente a él, muy diferente a los que siempre solían hacer. El mecánico se cubrió de nuevo con las nanopartículas del Mark 51, pero este traje no era como los que siempre solía usar. Era negro y completamente opaco, no era lujoso ni brillante. La Capa de Levitación se colocó en su cuello, decidida a emprender ese viaje con él. 

"Oye, no tengo idea de lo que me espera allí... Si no... Si no llego a volver... Hice un video para Peter, pero no pude hacer uno para Pepper y Rodhey. ¿Crees que podrás explicarles en caso de...?"

"No te preocupes", respondió Wong sin vacilar. "Lo lograrás... Tienes que lograrlo. Ya vete, no se supone que almas vivas deberían caminar ese sendero, la Capa de Levitación y las runas que grabe en ti te protegerán, pero no sé por cuanto tiempo. No desperdicies esto... Y cuando lo veas, dile que se apresure a sacarme de la prisión antes de que me ejecuten".

Wong se rió, era la primera vez que Tony escuchó ese sonido. Respiró profundo, y cruzó el portal, una inquietante sensación de frío atravesó su traje y lo envolvió. No era el clima, este lugar hacía que tu carne y tus huesos se sintieran así.

Estaba en la orilla de un río, cuyas aguas estaban tan quietas que parecía antinatural. Los árboles a sus costados estaban marchitos y parecían viejos, en el horizonte, el sol estaba muriendo y le daba al lugar un aura triste y desolada. 

Sin nada mas que hacer, Tony hizo lo que Wong le dijo: esperó. 

Si tuviera que decir cuánto tiempo había pasado desde que llegó, diría que mas de tres horas. Pero la realidad era que en ese lugar, el tiempo no parecía pasar, no con normalidad al menos. El ocaso seguía brillando, el sol jamás llegó a esconderse, las estrellas no se veían en el cielo.

Cuando comenzó a sentir pánico y la angustia le picaba en la garganta, vislumbró en la distancia una pequeña figura negra, que se hacía más y más grande sobre las aguas. La Capa se retorció de alegría, envolviéndolo en una especie de abrazo.

Tony soltó un tembloroso suspiro aliviado. Apretó la moneda en la palma de su mano.

 


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