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Predestinación

Autor: millennialsoul

Resumen:

No importa cuántas veces tengan que renacer ni cuánto dolor tengan que atravesar para estar juntos, el vínculo que sus almas comparten va más allá de la muerte y los caprichos de los dioses.

Tony Stark/Stephen Strange

Ironstrange AU.


Clasificación: No menores de 16 años [Reviews - 13]
Categoría: SLASH, CARTOONS > THE AVENGERS
Personajes: No
Generos: Acción, Angustia, AU, Ciencia Ficción, Fantasía, Romántico, Tragedia
Advertencias: Lemon, Muerte de un personaje
Serie: No
Capitulos: 11 Finalizado: No
Palabras: 63704 Leido: 4352
Publicado: 18/08/18 Actualizado: 25/05/22



Notas del fanfic :

Inspirado en mitología griega, no voy a decir cúal historia para no revelar spoilers, pero quien conozca del tema se va a dar cuenta.

Post Civil War. 

VidasPasadas.

 

(Porque Tony y Stephen son perfectos juntos y se merecen el uno al otro, no Marvel?) 



1. I. Prólogo. por millennialsoul [Reviews - 1] (2623 words)

 Me enamoré perdidamente de esta pareja después de Infinity War y simplemente quise aportar mi granito de arena en este hermoso ship. 

Gracias por leer. 


2. II. Revelación. por millennialsoul [Reviews - 1] (3337 words)

3. III: Reinicio. por millennialsoul [Reviews - 2] (5203 words)

4. IV: Reunión. por millennialsoul [Reviews - 3] (6752 words)

¡Hola! ♥
Disculpen la demora, les traigo un nuevo capítulo que me quedó bastante extenso asi que llamémoslo capítulo especial (?)
Espero que lo disfruten.


5. V. Persecución. por millennialsoul [Reviews - 3] (5934 words)

Advertencia: Escena de sexo al final del capítulo.


6. VI. Resistencia. por millennialsoul [Reviews - 2] (7546 words)

No, la nave no es de Thanos. (?)


7. VII. Perecer. por millennialsoul [Reviews - 0] (4179 words)

8. VIII. Recóndito. por millennialsoul [Reviews - 0] (11670 words)

 

VIII. Recóndito.

El primero de sus sentidos en regresar fue el del tacto. Fue consciente de su propio cuerpo y del espacio que estaba ocupando en el éter. Podía sentir una superficie rocosa contra la zona izquierda de su cuerpo, al parecer estaba acostado de lado en el suelo. No podía sentir frío, pero tampoco calor. ¿En dónde estaba? ¿Cómo había llegado allí?

"¿Quién soy?"

El hilo de sus pensamientos se interrumpió cuando otro de sus sentidos se activó, y el fantasma de un aroma que ya había percibido alguna vez se coló por su nariz. No era tan fuerte, sin embargo, pero era desagradable en extremo. Podredumbre en su estado más descompuesto, mezclado con algo similar al olor que produce el cabello quemado, ¿o quizás era más similar a un volcán erupcionando? ¿Era esto... azufre? No podía serlo, si así fuera sus vías respiratorias estarían inflamadas, sus ojos irritados y sus mucosas...

"Un momento", pensó al mismo tiempo que enderezó su cuerpo hasta quedar sentado. 

"¿Cómo es que sé todo esto, pero no sé ni quién soy?"

Por alguna razón que desconocía, entendía muy bien los efectos del azufre en el organismo. En realidad, su cerebro le dijo que sabía muchas cosas sobre el cuerpo humano... y el azufre. ¿Eso significaba que él era un humano? ¿Acaso era un él? Intentó mirar su propio cuerpo pero todo lo que vio fue penumbras.

Era como intentar armar un enorme rompecabezas con sólo un par de piezas minúsculas que ni siquiera encastraban entre sí. Olió de nuevo el ambiente, y se percató de un hecho muy curioso: en realidad podía percibir el olor, pero no estaba respirando. Lo que hizo fue inhalar como un reflejo al momento de despertarse, cual recién nacido, y así fue como distinguió el elemento químico; Luego volvió a sentirlo cuando quiso asegurarse de si efectivamente se trataba del azufre. En el lapso de ambos hechos, notó que no estaba respirando en absoluto y eso le pareció imposible. No se sentía mareado por no estar teniendo oxígeno, simplemente no sentía nada. ¿Cómo podía ser que algunos de sus sentidos funcionaran pero no esa función tan básica del humano?

Estaba tan perdido en sus razonamientos que no se había dado cuenta que sus ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad el lugar. Se frotó las cuencas y luego entornó los ojos, posicionó sus manos frente a sus propios ojos y luego de unos segundos pudo distinguir la sombra de sus dedos y el movimiento que éstos realizaban según su voluntad. Estaba en completa oscuridad, pero de algún lugar provenía la débil luz que le permitía distinguir la silueta de algunas cosas. Entre la inmensidad de la negrura, distinguió una luz lejana entre naranja y roja bastante elevada del suelo, pero no parecía inalcanzable. Le pareció que lo más natural sería acercarse allí. No tenía miedo, pero tampoco se sentía cómodo con las tinieblas envolviéndolo de esa manera.

Fue cuando se puso de pie que se percató de su desnudez. Curiosamente su única prenda era una especie de collar. Al tocarlo descubrió que tenía una forma ovoide y presentaba un entramado de líneas curvas en lo que debería ser el frente, parecía la clase de artefacto que serviría para esconder algo pequeño e importante dentro de él. Una vez más, los fragmentos de información desordenada lo ayudaban a entender algunas cosas, pero sin el panorama completo o sin tener en claro, al menos, algunas de las cosas básicas que debería saber de sí mismo, esa información le parecía irrelevante por el momento. Así que decidió no darle muchas vueltas al asunto y comenzó a caminar hacia la luz lejana. 

Mientras avanzaba fue consciente de sus dos últimos sentidos. Escuchó el crepitar de algo no muy lejos, sonaba familiar. Tras buscar en su confuso cerebro pensó que oía similar a la madera quemándose, sonaba como una hoguera, sólo que no podía ver ninguna cerca. No había muchos sonidos en el lugar, hasta el ruido de sus pasos era demasiado débil. 

Luego notó que su boca tenía un sabor metálico y algo pastoso, sin mucho esfuerzo entendió que debería ser sangre, su sangre. Llegó a la conclusión que era posible que estuviera herido en algún lugar de su cuerpo. Pensó que esto debería de inquietarlo, pero no fue así. En realidad casi no se sentía inquieto por la situación en general. No sentía dolor alguno, y no podía ver su propio cuerpo debido a la oscuridad, así que comenzó a palparse para averiguar si tenía razón. 

Él la tenía, por supuesto. 

Una de sus manos tenía un corte tan profundo que atravesaba toda la palma, era increíble que no lo haya notado antes, y aun mas destacado era el agujero que tenía en la zona donde debería estar su corazón. Podía meter su mano adentro y todo, y además la herida no estaba sangrando, más bien parecía seca. El único rastro de ese líquido escarlata quedaba en su boca, e incluso su sabor ya se había esfumado.

¿Acaso algo así podía ser posible? ¿Qué era él?

Detuvo sus pasos cuando lo descubrió. Él estaba muerto, parecía ser lo más acertado. La revelación no provocó mucho en su interior, sólo... curiosidad. Su existencia era un conjunto de incógnitas, cuyas respuestas no parecían estar a su alcance, no por el momento en todo caso. Así que continuó deambulando solo con sus pensamientos y el extraño colgante como compañía. El resplandor anaranjado no parecía estar mas cerca, pero llegaría allí eventualmente. No era como si tuviera algo más que hacer en realidad.

*

Nunca prestaba demasiada atención a las almas que descendían a su reino, pero esa vez hubo una que destacaba entre todas ellas. No era ordinaria, esta era especial, podía sentirlo. Cerró los ojos y se concentró en localizar la inusual esencia del recién llegado. 

Oh. No era sólo un alma, ¡también poseía un cuerpo! 

¿Cuándo había sido la última vez que un espíritu antiguo pisó el suelo de Helheim? Milenios quizás... Y este parecía ser poderoso, sin dudas... Aunque había algo más en él, algo inquietante. Su conexión con este reino le permitió sentir que se trataba de una mancha oscura y perversa, retorciéndose como un parásito aferrado a su espíritu. Algo tan siniestro y vetusto sólo podría tratarse de una maldición de Los Antiguos. 

Hela se levantó de su trono con fervor, ¡finalmente sucedía algo interesante! Esperar la muerte de Odin (quien tenía sus días contados) era todo lo que hacía los últimos tiempos. Podía sentir el hilo de vida del viejo volviéndose cada vez más fino y débil, al igual que el sello que la mantenía prisionera en aquel lugar. Mientras esperaba por su inevitable liberación bien podría conseguir un ayudante, después de todo la compañía de un guerrero podría serle útil al momento de la conquista de nuevos reinos... Aunque a veces un muerto sólo es un muerto, sin importar qué tan viejos y malditos puedan estar el cuerpo y el alma. Debería evaluarlo primero.

"Ah, no sería la primera vez que tengo a un muerto trabajando para mi", pensó con una sonrisa.

 Salió de sus aposentos rumbo a su encuentro y luego desapareció en un destello negro. 

*

Stephen detuvo su caminata cuando percibió un cambio en el lugar. Una voz en su interior le dijo que algo estaba por suceder, así que se quedó quieto, esperando. Segundos después escuchó pisadas provenientes algún lugar más adelante, y luego una mujer apareció. Su cuerpo se veía perfectamente nítido en medio de tanta negrura, como una fuente de luz en sí misma. 

"Pudiste sentirme incluso antes de verme, tienes buen instinto...", dijo con una voz suave pero arrogante, sus palabras emitieron un eco siniestro que retumbó en las sombras. La comisura de sus labios se curvó en una misteriosa sonrisa. "Mírate, sin dudas eres una vista interesante... Y traes contigo un objeto poderoso... ¡Qué cosa más curiosa!"

Sin dudas, ella era una gran belleza, imponente y elegante, y de rasgos muy finos, pero quizás no estaba pasando por el mejor de los tiempos, pensó el hombre. El traje negro que llevaba, muy ceñido a su cuerpo tenía cortes y agujeros en varios lugares, su pelo negro no tenía brillo y estaba algo despeinado, su piel era tan blanca que rozaba lo cenicienta, y debajo de sus brillantes ojos verdes estaban los rastros de una vida en la oscuridad. 

El ambiente se cargó con una sensación algo abrumadora, sintió algo parecido al temor, pero luego se esfumó con rapidez. Entendió que esto en el aire era poder, y que irradiaba a oleadas de la mujer que tenía delante.  

¿Quién o qué era ella? ¿Debería temerle? ¿Debería seguirla? ¿Debería pedirle ayuda y respuestas?

"Oh, lo siento, olvidé que tus ojos no son como los míos, ni siquiera debes ser capaz de verte a ti mismo". La mujer sonrió y agitó su mano en el aire. 

El cuerpo del hombre se iluminó de inmediato al igual que el ella. Sus propios pies blancos sobre el negro suelo fue lo primero que vio. Colocó sus manos delante de sus ojos y pudo ver al fin el corte que atravesaba su palma, y tras varios segundos de paciente observación, encontró que sus dedos tenían extrañas cicatrices blancas en ellos. El agujero en el pecho era más grande de lo que imaginó, y el collar tenía la forma de un ojo, fabricado de lo que parecía ser un metal color oro. 

"Es extraño, pareces venir de Midgard...", dijo ella sin dejar de observarlo fijamente, más hablando consigo misma que con él. 

Parpadeó confuso, abrió la boca pero volvió a cerrarla de inmediato. La maraña de palabras enredadas en su lengua luchaban por salir al exterior, sin éxito. Era difícil poner en orden sus pensamientos, ya que la mayoría se sentían incompletos, sin sentido y poco claros. 

"Creo que deberíamos ponerte algo de ropa, ¿no crees?" Dijo ella, señalando su cuerpo desnudo. Se acercó a él con movimientos felinos y con un gesto de su mano las extremidades del hombre se fueron envolviendo con una gruesa tela negra, similar al traje que la mujer llevaba, pero sin el complejo entramado. Terminó por cubrir casi la totalidad de su cuerpo como si fuese pintura negra, dejando parte de su cuello y su cabeza sin envolver. Parecía estar apretado al punto de la asfixia, pero no era así. Cada músculo en su cuerpo se podía distinguir fácilmente, y permitía una gran movilidad. 

"Eso realmente te queda". Ella se veía bastante complacida consigo misma. "Soy Hela, la diosa de la muerte y reina de este lugar, primogénita de Odín y heredera legítima al trono de Asgard". Parecía que Hela quería seguir hablando, pero al ver la confusión en la cara del hombre se interrumpió a si misma, con un suspiro. "Cierto, si no tuvieras tu memoria en blanco esas palabras harían que te arrodilles ante mi de inmediato, pero ya tendremos tiempo para eso, pareces un chico inteligente." Cambió rápidamente el tema de conversación. "Parecía que estabas caminando hacia algún lugar..."

Como respuesta, el hombre señaló con la mirada hacia la luz anaranjada, y cuando ella miró hacia allí también, se echó a reír algo burlona.

"Cariño, no tienes idea de lo privilegiado que has sido con aparecer en este sector. Aquí solían aparecer almas tan viejas como la tuya, pertenecientes a semidioses o a héroes que murieron antes de tiempo por alguna maldición, aquellos a quienes se les permitía conservar su forma física para que al reencarnar pudieran hacerlo en el mismo recipiente. Pensé que ya no quedaba nadie como tú, no en Midgard al menos, así que este lado de Helheim lleva ya muchos milenios sin habitar". La forma en la que explicaba las cosas no carecía de paciencia, pero si abundaba en arrogancia.

 "Lo que ves allí en lo alto de esa montaña, que probablemente ni te habías dado cuenta que eso de ahí es una montaña, es una cueva que funciona como entrada a otro sector, una de las miles de mazmorras de tortura. Siempre está brillando en esos tonos porque justamente es la que utiliza fuego para carbonizar una y otra vez a esas almas."

"Oh", soltó este, un tanto asombrado por la información. "Lo siento... Gracias por decírmelo".

Hela no contestó, sólo se quedó mirándolo unos instantes antes de darse la vuelta y caminar hacia adelante. Una especie de agujero brillante rasgó la nada justo frente a ella, como una extraña puerta esperando ser atravesada. 

"¿Vienes?", dijo ella deteniendo su caminata. "¿O prefieres quedarte aquí?"

El hombre la siguió sin cuestionar mucho. 

Del otro lado del portal había una sala enorme, parecía ser casi tan antigua como el tiempo, e incluso si la mayor parte eran ruinas se podía decir que el lugar poseía una oscura y espeluznante belleza. En el fondo de la sala y justo al centro se encontraba un trono, la silla era de un grueso metal completamente negro y del espaldar se lucía una lúgubre decoración de varios pares de cuernos inclinados hacia adelante.

Hela se sentó allí con elegancia, todo su porte al hacerlo era digno de una reina, lo que justamente era. El hombre se paró delante de ella sin saber muy bien qué hacer. Bajo la mirada intensa de la mujer, de pronto se sintió incómodo. La forma en la que ella lo evaluaba no le dio un buen presentimiento, parecía estar buscando algo en él, viendo a través de la carne alguna cosa dentro suyo que le diera su respuesta. Ya no estaba desnudo, pero sentía como si lo estuviera. Ese detalle llamó su atención, parece que luego de ser vestido su cerebro recordó que no es muy decente andar sin ropa por ahí, y sus mejillas se tiñieron de rosa.

"Ah, ¿qué pasa? ¿De pronto te avergüenzas? Has estado un rato desnudo frente mío y ni siquiera has intentado taparte, ¿y ahora te sonrojas por la forma en la que te miro?" Hela se rió suavemente, y luego cambió su expresión a una un poco más amable. Parecía tener algo de piedad por el confuso hombre, a pesar de todo. "Tranquilo, es tu cuerpo quien está ayudándote a recobrar partes de tu conciencia y pensamientos que tenías en vida. Aún estando muerto podrás ir recordando fragmentos de la persona que solías ser, de las cosas que creías y te definían como persona."

Hela se acomodó el cabello y se enderezó en su silla.

"Para que te sea más fácil de comprender, has adquirido una parte de tus valores morales recordando que tu especie es pudorosa ante el desnudo público, y eso fue porque tu piel entró en contacto con las vestiduras que he hecho para ti. El cuerpo de todo ser no es solamente un recipiente para el alma, es un conjunto de memorias en sí mismo, almacenamiento puro".

"Yo... Creo que estoy entendiendo..." Era molesta la sobrecarga de información, pero la absorbía cuál esponja. Parecía que sus recuerdos estaban todos encerrados en una habitación sin puerta, y solo una ventana pequeña era la única vía de escape. Todos estaban atorados intentando salir por dicha ventana a la vez, pero el vidrio que tenían que atravesar era muy grueso y parecía estar hecho de algo demasiado siniestro. Un pensamiento repentino le dijo que eso estaba allí para impedirle recordar.

Hela vió la confusión en el hombre, que sostenía su cabeza con ambas manos. Se bajó de su trono y se acercó, observó más de cerca aquello que estaba atormentando al recién llegado. El maleficio que llevaba encima brillaba dentro suyo con más fuerza, y Hela sabía que eso era porque el instinto y la voluntad del hombre eran los suficientemente fuertes como para intentar deshacerlo. Descubrió que lo que eso hacia era bloquear las memorias del hombre, pero al ser magia tan antigua ya no era tan poderosa como antes, y supuso que algunas cosas simplemente filtraban por ella.

La primogénita de Odin podía ver cosas que otros dioses no, a causa de su desafortunado castigo de hacerse cargo de la tierra de los muertos. Podía leer fragmentos de información en el espíritu de las personas, allí abajo era básico saber interpretar las almas para poder determinar a qué sector del Inframundo correspondía cada una. El problema con este muchacho era que no pertenecía allí, ni siquiera debería haber muerto, y no tenía ningún crimen lo suficientemente grave como para ser castigado, por lo que la mayoría de la información era bastante ilegible. Sin embargo, ese hecho le dio una nueva pista, y además ella tenía sus propias formas de saber sobre la vida de quien quisiera.

"Te llamas Stephen." Dijo ella, y él alzó la mirada, con los ojos grandes. Algo se relajó en su expresión, como si ese pequeño dato al menos sirviera como un sedante. "De nada."

Hela caminó a su alrededor, calculando qué debería hacer a continuación con tan llamativo personaje.

"Alguien te hechizó para que no puedas recordar ciertas cosas, y además te condenó a una eternidad en el Inframundo." Stephen la miraba atención, digería cada palabra. "Eso quiere decir, que ya has estado muerto antes. Lo que me hace pensar entonces, ¿cómo fue que pudiste escaparte de aquí y lograste reencarnar?"

Stephen parpadeó varias veces, claramente sin saber qué contestar. Hela se detuvo a pensar un instante en lo difícil que sería para un migdardiano deshacerse de tal maleficio, ya que sólo existían dos maneras de hacerlo: 
La primera era la más básica, pero a esas alturas imposible de lograr, ya que un hechizo de tal nivel requería ser deshecho por la misma persona que lo había lanzado, y estaba segura que ese ser ya había muerto hace tiempo porque era imposible de rastrear su origen. Hela se dio cuenta con una simple observación.
La segunda implicaba que algún dios o diosa se apiadara del pobre hombre y deshaga la magia oscura con sus propios poderes.

Una lástima que quedaran tan pocos dioses en el universo, y, oh, qué suerte y desgracia para él encontrarse justamente con la Diosa de la Muerte.

"¿Cómo me deshago de este hechizo?" Preguntó Stephen, con sus ojos verde-azules vidriosos y brillantes.

"Tú no puedes, a menos que quieras esperar que se termine de disolver en los próximos mil años." Hela lo miró arrogante, con su mandíbula en alto y una sonrisa en sus labios. "Yo sí podría quitártelo, pero ¿por qué lo haría?"

Stephen de inmediato se acercó a la diosa, suplicante. "Por favor, yo... Necesito recordar".

"¿Por qué necesitarías recordar? No es que me interese, pero ¿y si no tienes más que dolor y sufrimiento en tus memorias? Estar en blanco podría ser un beneficio..."

"No, yo...", no lo sé con seguridad, pero siento que alguien me espera, era lo que quería decir, pero en su lugar sólo siguió balbuceando ruegos. "Por favor, ayúdame. Quiero saber quién soy y por qué estoy aquí."

"¿Qué ganaría yo con eso?", Hela miraba sus uñas negras con gran interés, su expresión burlona molestó a Stephen.

"No sé qué es lo que yo podría darte a ti, pero si existe algo con lo que pueda pagarte..." El hombre se percató del colgante en su pecho, tocándolo con la yema de sus dedos. Una voz de alarma le gritó que no lo hiciera, pero su desesperación solo crecía cada vez más.

"Es una oferta tentadora, eso que tienes ahí es realmente poderoso, pero la magia que lo protege no me permitirá tocarlo."

Antes que Stephen pudiera seguir entrando aún más en pánico, lo que era bastante divertido de ver para Hela, ella siguió hablando.

"Sin embargo, puedo proponerte algo: si me demuestras que eres capaz de derrotar a mis soldados te daré respuestas, devolveré gran parte de tus recuerdos".

"¿Y el hechizo estará deshecho?"

"No."

Stephen lo pensó unos segundos, ¿que otra alternativa tendría? Quería sus recuerdos, y aunque supiera qué era lo que había tan importante en ellos, él los quería más que nada.

Hela hizo un gesto con sus manos y las dos enormes puertas a sus costados de abrieron con un golpe. Un puñado de demonios con lanzas se precipitaron de ellas y se detuvieron frente a ellos, rodeándolos en un círculo perfecto. Si bien su aspecto cadavérico era terrorífico, Stephen no sentía miedo. Se preguntaba cómo podría enfrentarse a estos seres y ganar, ni siquiera tenía un arma, no sabía cómo luchar.

La diosa lo miró, y de un segundo a otro una espada se materializó en su mano. Se la entregó a Stephen levantando una de sus cejas con una pregunta silenciosa. Él la tomo sin dudar, devolviéndole la mirada.

Stephen asintió con decisión, y Hela sonrió caminando hacia atrás. El círculo de demonios se rompió para que la diosa pudiera pasar, y luego apuntaron sus lanzas a Stephen. 
No le dieron tiempo de retractarse, uno de ellos dirigió con velocidad la punta de su arma hacia su cabeza, y Stephen se sorprendió ligeramente cuando la esquivó con excepcional rapidez. Otro de esos seres esqueléticos se tiró hacia delante y el hombre bloqueó su ataque con la espada de Hela, pero un tercero lo pateó en el pecho y cayó hacia atrás. De inmediato los seres lo atacaron en el suelo, sus lanzas estaban tan cerca de la cara de Stephen que le resultó difícil bloquearlas y terminó con varios cortes en su carne sin sangre.

Los primeros golpes no dolían, pero cuando una lanza atravesó su pierna sintió el fantasma de un pinchazo, y luego el profundo corte en su brazo despertó un entumecimiento en la zona. Los demonios no le daban tregua, pero Stephen no tenía la intención de rendirse. En ese lugar no tenía nada, y la posibilidad de recuperar una posesión tan preciada lo llenaba de emociones. El vacío con el que había despertado estaba llenándose de a poco, y descubrió que prefería sentir dolor a no sentir absolutamente nada. 
Otra lanza se clavó en su estómago y esta vez sí dolió, Stephen gritó, pero recibió al dolor como a un viejo amigo. Se llenó de euforia, estaba enojado, confundido, inspirado, y la ira comenzó a arder en él, primitiva y feroz.

Stephen blandeó la espada y cortó los pies de la criatura más cercana, que cayó con un chillido escalofriante. Clavó su arma en otro demonio y sujetó la lanza de otro con su otra mano. Ya teniendo un flanco libre, rodó con rapidez por el suelo y se puso de pie de un salto, sintiéndose lleno de una energía desconocida que ardía en cada parte suya.

Las criaturas volvieron a rodearlo, pero Stephen empujó una de ellas y rasgó el aire en un movimiento circular, cortando los torsos de al menos tres criaturas. Por detrás sintió acercarse a otra, así que se hizo a un lado y al instante arremetió contra ella sujetándola en una llave de judo la dejó en el suelo. Un golpe con la espada hacia su derecha, una patada lateral a la izquierda, sus movimientos cada vez eran mas rápidos y más precisos, y la adrenalina recorría su sistema como una descarga eléctrica que lo incentivaba a seguir. Mientras chocaba su espada con varias lanzas, un demonio atravesó su hombro por detrás. Más dolor. La lógica en ese lugar maldito no existía, y si no hubiera estado tan motivado por ganar esta pelea, se hubiera quemado los sesos con más preguntas sin responder.

Ya no quedaban muchos soldados, solo unos cinco a su alrededor. No se sentía cansado, el dolor de los golpes y cortes desaparecía con rapidez, y con agilidad esquivó la mayoría de los ataques.

Las memorias del cuerpo, ¿eh?

Stephen vio como tres demonios caían desplomados en el suelo, quedando solo los últimos dos. Tomó una lanza del suelo y la arrojó con fuerza a uno de sus oponentes que corría hacia él. La lanza le atravesó el cuello, y cayó desplomado. Corrió hacia el último, inclinó la mayor parte de su cuerpo hacia atrás para esquivar la filosa arma, y cuando se incorporó, blandió su espada en un último ataque, cortando el torso del demonio.

Todo a su alrededor eran los restos de las criaturas, Stephen se erguía orgulloso sobre ellos, con el cabello revuelto y su negro traje rasgado en varios lugares. Su orgullo provenía de sus propias habilidades, no fue tan difícil en realidad vencerlos y sus ansias por saber quién era aumentaron aún más. Sin embargo, matar no era algo que le produjera satisfacción, era solo que sabía, de alguna forma él sabía, que dichas criaturas que derrotó no podían morir.

Hela se acercó a Stephen, que observaba con gran interés cómo una de las piernas del demonio más cercano comenzaba a regenerarse.

"¿Cómo es posible...?", lo escuchó murmurar. El hombre se volteó a mirarla cuando sintió que estaba lo suficientemente cerca. 

"Bueno, eso fue mejor de lo que esperaba. ¿Lo ves? Estas situaciones desencadenan este tipo de actitud, los músculos de tu cuerpo ya conocen el combate, empleando y reconociendo todo aquello que tu mente ha olvidado".

"Me siento tan... ¡Siento tantas cosas!" Stephen se vio abrumado por un momento. "¿Cómo puede ser eso posible? ¡Estoy muerto!"

Hela soltó una carcajada.

"Si no pudieras ser capaz de sentir nada en el Inframundo, ¿qué sentido tendría la tortura para aquellas almas que no merecen más que sufrimiento eterno? Y además..." Hela caminó un paso hacia adelante y sonrió con malicia. "No tienes idea de lo que es posible."

Con un rápido y a penas perceptible movimiento, la mujer apareció delante de su cara y presionó con fuerza la frente de Stephen con la palma de su mano.

El mundo se sacudió en ese momento, sintió que estaba siendo arrastrado hacia abajo, cayendo en las profundidades de su propio ser. Antes de perderse en el tiempo y en el espacio, escuchó la voz de Hela, sonando a la distancia.

"Una promesa es una promesa. Veamos quién eres en realidad, Stephen."

*

Un pequeño niño se encontraba, como siempre, tocando con gran entusiasmo su lira en la poblada ciudadela. Aunque tenía el aspecto de un mendigo y había crecido en las calles, su gran belleza y su talento hacía que la gente creyera que se trataba de otro semidiós abandonado en la Tierra. No pasó mucho tiempo antes que una familia lo adoptara, pensaron que con cometer tal acto de bondad, los verdaderos padres del niño lo  recompensarían  con bendiciones y riquezas inigualables.

El pequeño era un prodigio, a penas sabía hablar bien, pero la música que componía no podía compararse con ningún sonido existente, invocaba emociones de todo tipo en los corazones de aquellos que la escuchaban.

Nadie sabía cómo había obtenido su instrumento, era como si hubiese nacido con él y cómo aprendió a tocarlo era un misterio aún más grande.

Con el correr de los años el niño entendió que podía plasmar sus sentimientos en la música, los positivos y los negativos, sufrió su primer tropiezo cuando una situación cotidiana lo puso de mal humor. A raíz de eso, sus padres adoptivos ya no estaban tratándolo tan bien, quizás porque todavía no habían recibido ninguna recompensa al criar al supuesto hijo de un Dios.

Los problemas económicos atravesaron la familia, y su madre le pidió que canjeara su lira para obtener bienes y mercancía valiosa. Por supuesto que se negó, y las cosas se salieron de control cuando su padre interfirió en la discusión, levantándole la mano. El golpe que recibió dejó su rostro entumecido. Stephen nunca quiso lastimar a nadie, pero en el momento en que tocó su lira, un estallido de energía y el resonar de una nota muy grave sacudió la pequeña casa por completo. Por fortuna, aquellos que lo adoptaron no sufrieron heridas graves, pero el joven entendió que quizás fuera lo mejor irse de la casa. Después de todo nunca sintió que ese lugar fuera para él.

Volvió a las calles y tocó para quien quisiera escucharlo durante días y meses, enfocándose en crear melodías alegres que atraigan a la gente. Todos,  deleitados  por la música, dejaban caer monedas en agradecimiento por el bonito regalo que eran sus canciones.

Se construyó una humilde casita en las afueras de la ciudad. Estaba casi vacía, su vida era solitaria pero sencilla, y lo mejor de todo era el inmenso bosque que se encontraba cerca. Siempre había amado con pasión la naturaleza.

Un día como cualquiera, se sentó en su lugar favorito frente al lago y comenzó a tocar. Como de costumbre, los pequeños animales salieron de su escondite para escucharlo, y luego le siguieron aquellas bestias más grandes. Stephen no se inmutó, estaba acostumbrado a la atención en todas sus formas posibles, y sabía que mientras estén escuchando en armonía nadie se atrevería a hacerle daño.

Una presencia detrás de unos arbustos llamó su atención. Sabía que no se trataba de un animal, pero dudaba que se tratara de un humano ordinario. Stephen en sí mismo no lo era, y podía notar y leer con facilidad algunas cosas que la gente común no podía.

"Puedes salir, no te voy a lastimar", dijo cuando la canción terminó. Los animales se retiraron con calma a sus respectivos lugares, algunos se quedaron merodeando por allí, con su atención ya dispersa en otras cosas.

Un joven se asomó por detrás de los arbustos, y luego camino hacia él con  vacilación .

Stephen olvidó cómo respirar. Por primera vez en su vida, la lira resbaló por  sus dedos largos y cayó con un discreto sonido sobre la hierba. La preciosa criatura de acercó a él con pasos lentos y vacilantes, su corazón se saltó varios latidos en el momento en que sus ojos se posaron en los del otro. Eran enormes y su mirada escondía una atractiva astucia mezclada con timidez. El color de sus iris eran como dos puestas de sol sobre un bosque en otoño, hermosos, brillantes y algo melancólicos.

"Tu música es impresionante, me llegó al corazón", dijo con honestidad y simpleza. "No quise  espiarte  ni ser grosero... Sólo quería escuchar".

"Es-está bien...", murmuró Stephen, no era habitual en él estar intimidado, pero se recuperó rápido. "Nunca te había visto por aquí antes".

El joven, que vestía una humilde bata que no cubría mucho su cuerpo y estaba descalzo, tomó asiento en la hierba a su lado.

"Pues vivo en el bosque, en realidad. Este siempre ha sido mi hogar, aunque no suelo v
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