Damián
Aunque padre se había dirigido únicamente a Todd, Damián conocía la importancia de vigilar al objetivo desde el primer instante en que este colocaba un pie en su territorio, pues si sus atacantes lo consideraban lo suficientemente importante, ellos tendrían a alguien siguiendo sus pasos desde el instante en que el chico saliera de casa.
Ahora estaba haciendo el primer monitoreo del rededor de Agreste en busca de cualquier señal de vigilancia ajena. Cualquier persona que lo llegase a observar con demasiado detenimiento, entrará en contacto con él o mantenga su vista firmemente lejos de Agreste, levantaría las alarmas en Damián y tendría que trabajar bajo la suposición de que el parisino era un blanco de alta importancia para estos sujetos.
También era importante memorizar algunos rostros en la multitud, pues era de conocimiento común saber que si tienes a alguien vigilado usas a un grupo o persona determinado.
Por eso, en lugar de estar estudiando en su soso pupitre de la academia de Gótica, se encontraba sentado en uno de los (dudosamente limpios) asientos de espera del aeropuerto internacional de Gótica.
La mujer a su lado apestaba a perfume, convirtiendo el delicado aroma a gardenias que supuso era el aroma esperado del perfume, en una empalagosa pestilencia que hacía rato había despejado un metro a la redonda, para su suerte ella estaba sentada en el área con mejor vista hacia el hangar, por lo que se vio obligado a sacrificar el bien estar de su olfato a favor de la misión
El instante en el que entró agreste fue obvio incluso para aquellos que no se suponía debían conocerlo, varias cabezas voltearon a ver al chico con interés y aunque esta situación colocaba su misión de reconocimiento en una situación precaria, no pudo evitar mirar con detenimiento a agreste y admitir para sí que el chico era realmente hermoso, al menos lo suficiente como para justificar la cantidad de trabajo que se le daba en Francia por lo que pudo averiguar de él en su breve "investigación " en internet, esta sería la primera vez que el parisino trabajaba en el extranjero por tanto tiempo y sin un acompañante elegido por su padre. Lo cual explicaba el nerviosismo del chico.
En poco tiempo se encontró con Todd y ambos comenzaron a hablar brevemente hasta que el pelinegro volteó repentinamente y señaló en su dirección dejando en claro que había sido descubierto.
Tomando en cuenta que se encontraba encubierto, suprimió una mueca y la transformó en una sonrisa (más de lo que se merecía Todd de él) por el bien de las apariencias. Después abandonó su pestilente lugar y se acercó a saludar al invitado (empleado) de padre.
Adrien
-El niño del saco azul - continuó Jason, mientras señalaba a un preadolescente de cabello negro en el área de espera- es Damián Wayne. Nuestra bolita de odio.- la ultima parte fue dicha en un susurro conspirador.
- Te agradecería que no te dirigieras hacia mi de esa forma Todd- habló Damián, quien sorprendentemente había logrado escuchar la ultima parte sobre el ruido de fondo, con un elegante acento ingles- Con tu edad, uno esperaría que supieras como dirigirte hacia tus mejores, ¿Qué pensaría padre de tus modales?- la entonación arrogante y juguetona (a la percepción de Adrien) de la oración daba a entender que se trataba de una broma entre ellos.
-¿Qué diría Alfred de los tuyo, al verte ignorar a un invitado sin pasar siquiera por la presentación de cortesía.-
Desconectándose de la discusión frente a él, Adrien miró ambos chicos con curiosidad. Aunque había sido obvio que el señor Wayne mandaría a alguien, jamás habría esperado que serian sus hijos. Pues era de conocimiento común que el señor Wayne era bastante reservado en lo que respectaba a sus hijos, en especial con el par que tenía enfrente.
Aún recordaba el escandalo mediático que provocaron las bombas del Joker en Sarajevo, también recordaba la forma en que su madre se aferro a él con tristeza cuando anunciaron que el segundo hijo del príncipe de Gótica había muerto en el ataque. Al parecer el chico lo había acompañado para pasar tiempo de calidad padre-hijo. Quién diría que ese viaje terminaría en semejante tragedia. Aunque el año pasado (poco mas de dos meses después del anuncio de la existencia del primer hijo biológico del señor Wayne) se anuncio en una rueda de prensa la reaparición de Jason Todd, cuyo cuerpo había sido confundido con el cadáver de otro chico. Al menos, eso es lo que recordaba haber escuchado del caso...
El silencio en el auto era incómodo, al menos para Adrien, quien no sabía si la falta de conversación se debía a que sus acompañantes eran naturalmente serios o simplemente no tenían el ánimo para una charla ociosa con él. Después de que los hermanos discutieran por otro rato en la recepción, los chicos habían recordado su existencia y lo sacaron al frio estacionamiento en busca del auto de Jason, quien ahora se encontraba al volante y manejaba de forma frenética por la carretera de Bristol, en total contraste con la cuidadosa fluidez que había empleado entre las ajetreadas calles de Gótica.
La única distracción que tenía, era el panorama exterior, el cual consistía en una preciosa gama de colores amarillo, naranja, dorado y café; el temporal atisbo, entre el follaje de los arboles, de casas Señoriales y las costas del océano atlántico. Estas cosas, sumadas a la puesta del sol, lograron embelesarlo al punto de olvidar a sus serios acompañantes y su aún desconocido destino. Por ello, fue una sorpresa cuando el auto se detuvo frente a un enorme portón negro, el cual dejaba ver entre sus barrotes, la que supuso era, la mansión Wayne.