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Altivo, recurrente, y caótico. por 1827kratSN

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Todo hubiese sido más sencillo si hubiese resultado omega. Porque así hubiese podido estudiar para ser maestro de guardería sin que fuera mal visto, pasaría desapercibido por la sociedad porque no era importante ni necesario, compraría una casa de dos pisos que adornaría con flores —especialmente amarillas—, tomaría té con Enma en las tardes en la cafetería que éste iba a inaugurar, y viviría en paz rechazando a todo alfa imbécil que quisiera frecuentarlo. Tal vez sería mucho más que eso, porque se olvidaría siquiera de conocer a su estúpido destinado que tal vez viviría en el continente americano.

Ah, pero la vida lo odiaba.

Si bien se convirtió en un profesor de preescolar, donde podía cuidar de todas esas caritas regordetas y felices, además de que podía disfrutar de un té con pastel en la cafetería de su mejor amigo —quien halló a su alma gemela en una beta con porte de alfa, llamada Adelheid Suzuki—, y pudo comprar su amada casita en el borde de la ciudad que armonizó con cuadros y macetas pequeñas…; seguía siendo un condenado.

 

—Deja de denominarte “condenado” —Enma siempre reía al escucharlo.

—Lo creerías si experimentaras lo que yo —se recostó en la mesa y fingió llorar, aunque sí quería hacerlo de verdad.

—¿Qué fue esta vez? —el pelirrojo se prestó a escuchar, después de todo tenía a su empleado atendiendo la caja y no había muchos clientes.

—El padre de uno de mis alumnos —Tsuna se masajeó la sien derecha—, el estúpido alfa de… —apretó los puños y respiró para calmarse—. ¿Sabes? No quiero hablar de eso.

—Tal vez debamos decirle a Gokudera-kun —Enma se burló—, para que espante a tu nuevo pretendiente alfa.

—No, no —suspiró antes de sentarse correctamente y mirar a su amigo—. No lo quiero metido en este lío…, porque no quiero pagar las cuentas del hospital del pobre hombre. Además —sonrió ya que en parte era gracioso—, es el padre de uno de mis alumnos. Se divorció y solo quiere una figura maternal para el pequeño.

—Entonces ¿qué harás?

—Lo de siempre —se recostó en la mesa otra vez, tratando de resignarse a su realidad—, fingir que no vi nada y comentarle sutilmente que soy un alfa al igual que él. Después se espantará y se irá.

 

Tsuna creía que en alguna vida pasada hizo algo horrible y por eso ahora estaba pagando una fea condena. Porque era un alfa patético que ni siquiera se atrevía a usar su voz de mando por miedo a volverse como todos los demás idiotas dominantes, tampoco buscaba compañías nocturnas o cosas así, y por sobre todo, porque era confundido con un omega casi siempre.

Era horrible.

No era porque en sí toda su anatomía no fuese lo suficientemente atlética comparada a todos los alfas, no, eso ni le molestaba, porque no necesitaba ser una escultura llena de músculos por todos lados; le gustaba como se veía. Lo que odiaba era su…, sus curvas que no deberían estar ahí pero que su madre amablemente le heredó, su rostro perfilado en suaves facciones, su carácter paternal instintivo —bueno no odiaba eso, le gustaban los niños—, y su olor a dulce de leche.

 

—¿Sigues virgen?

—¡Adel! —era la expresión de ambos.

—Sólo quería saber —sonreía de lado mientras se sentaba con ellos y dejaba de ser la “oficial de policía”, para simplemente ser la esposa del dueño de la cafetería.

—No es divertido —murmuró Tsuna intentando retomar su pastel.

—Lo es si te atoras con el café o el té —Adelheid era azabache, alta, de curvas marcadas, y unos bonitos ojos carmesís—, pero no tuve suerte hoy.

—Se nota que me quieres —se quejó, fingiendo llorar.

—Al que quiero es a Enma, tú solo eres el mejor amigo de mi esposo.

—Qué considerada —Tsuna quiso deprimirse más y tragarse dos helados de fresa.

—Ya es algo —rio el pelirrojo—. Adel te ayudará si es que la necesitas alguna vez —era cierto, porque Adel haría todo para que Enma fuese feliz.

—Tengo una duda —Tsuna recordó algo que nunca preguntó y era buena oportunidad para hacerlo—. ¿Qué dice tu tatuaje, Adel?

—No. No lo digas por favor —susurró Enma cubriendo su rostro con sus manos, era demasiado vergonzoso hablar de eso.

—Dice —la azabache levantó su manga para mostrar su muñeca—: «Auch, lo siento» —estaba orgullosa de su marca.

 

Tsuna no pudo evitar reírse ante eso, porque en realidad no pudo ser otra cosa si Enma era el que estaba involucrado. Adivinó el resto. Enma chocó con la chica, seguramente, y siendo que Adelheid era más alta, se lastimó la nariz y de ahí la unión de aquellas dos frases tan tiernas. Iba a molestarlos con eso por siempre.

Pero regresando al asunto de su vida patética.

Lo peor era el acoso en el tren. Ya no recordaba cuántas veces había abordado su ruta muy temprano en la mañana, en medio del tumulto ocasional hasta que se acomodaran, y sentía sobre sí manos ajenas que solo querían comprobar qué había oculto bajo la chaqueta amplia que gustaba de usar. Malditos pervertidos. Los peores eran los que lo acosaban incluso cuando no había mucha gente alrededor…, y su trasero fue la víctima esta vez.

¡Pero ahora lo iba a enfrentar! ¡Porque fue demasiado descarado!

Al diablo su actitud pacifista.

El imbécil —o la imbécil—, acababa de apretarle la nalga derecha, y después le dio un golpecito como para rematar el descarado ataque. ¡Qué carajos pensaba!

 

—¡Eres un idiota! —bramó furioso, girándose hacia su atacante.

 

Tsuna acusó con la mayor de sus seriedades, ni tan seria porque su voz adquirió un tinte un poco agudo como era normal cuando se enfadaba. Miró con el ceño fruncido al muchacho azabache de chistosas patillas —perfectamente espirales—, único cercano a él, y su obvio acosador de ese día.

Estaba harto de eso, por eso infló un poco el pecho y enfrentó al desgraciado que le superaba por unos cinco centímetros. ¡Que se fuera a la mierda!

 

—Tienes un lindo trasero —sonrió con diversión, sosteniéndose a penas de uno de los tubos del tren y deslizando su mirada ébano por toda la persona frente a él.

 

Tsuna se quedó frío, helado, abrumado, y todo lo que se le ocurriera y terminara en “ado”; porque esa frase dicha por esa voz grave, masculina y segura, era también la frase tatuada en su brazo. Frase de la cual renegó desde niño porque era una tonada vulgar para denominar una parte de su cuerpo.

¡Debía ser un chiste!

¡Un maldito chiste!

Tal vez por eso gritó antes de correr hasta el borde del vagón, suplicando porque lo dejaran bajar, intentando hacer que sus habilidades mentales —nulas, obviamente—, y algún poder divino abriera las malditas puertas. Joder, suplicaba porque todo fuera un maldito sueño. Uno muy feo por el cual se cayera de la cama.

 

—¡Déjenme salir! —casi gritó.

 

Cuando el tren se detuvo, Tsuna no hizo más que empujarse hasta que trastabilló en el suelo y después apenas pudo recomponerse para salir corriendo como si detrás de él estuviera el mismísimo diablo católico —del que leyó en medio de sus días de vagancia en casa—. No quiso ni regresar a ver mientras jadeaba y obligaba a sus piernas a moverse, maldijo en voz alta e intentó huir de su destino. Ni siquiera le contó a Enma sobre ese incidente, al menos no ese día, al siguiente sí lo hizo porque tenía que desahogarse con alguien.

Lamentablemente no pudo huir por mucho tiempo.

Tuvo pesadillas durante los siguientes tres días, todas centradas en aquellos pozos negros que de poco en poco lo absorbían, o de esas patillas rizadas que se extendían hasta enredarse en su cuello y asfixiarlo. Fueron noches terribles. Tal vez para todos los demás sonaría ridículo, pero para Tsuna no, porque le tenía un miedo irracional a encontrar a su soulmate y ser envuelto en un amor forzado o retorcido que lo llevaría a la perdición. Porque nunca había tenido muy buena suerte, así que estaba asustado.

 

—Sawada-sensei —una pequeña de cabellos violetas lo miraba con atención—, se me cayó.

 

Tsuna miró la pequeña horquilla adornada por una mariposa, sonrió con dulzura mientras analizaba si no estaba rota, y después simplemente se sentó en medio del patio donde todos disfrutaban del receso para proceder a peinar el cabello de su pequeña alumna, hacerle una colita a un lado, y colocarle de nuevo el broche en el lugar correcto. Lo hacía con calma, sin causarle dolor a la pequeña niña que cantaba mientras esperaba.

 

—Ya está —sonrió al darse cuenta que tenía tres niñas más observando el proceso—. ¿No creen que se ve muy bonita?

—Sí —corearon las tres figurillas de vestido celeste antes de girarse hacia su maestro—, ¿puede peinarnos así también?

—Claro.

 

A Tsuna le gustaba tratar con niños, tenía la paciencia de lidiar incluso con los más traviesos y hacer hablar a la más callada, podía ganarse la confianza de todos sus pequeños alumnos, hacerlos sonreír, impulsarlos a que jamás se rindieran, y les enseñaba lo necesario para que fueran unos buenos niños. Le gustaba ser el primer escalón para forjar adultos respetuosos y amables que no juzgaran a nadie por la casta que los regiría cuando alcanzaran la adolescencia.

 

—Sawada-sensei será mi esposa.

—No, no. Será esposo de mi papá.

—No, yo lo quiero como mi mami.

 

Solía reír, siempre lo hacía, y es que eran cosas de niños, comentarios dados al aire entre juegos en el patio o mientras pintaban en la mesa. Los corregía cuando era necesario, les explicaba que él no podía simplemente ser algo de ellos porque…, porque era un alfa soltero. Pero eso no calmaba la euforia de un par de niños inocentes que lo veían como una figura materna ejemplar. Sí, eso le dio problemas a veces, con las propias madres de sus alumnos, pero al final se llevaba bien con todas porque entendían que él no tenía la culpa de nada.

 

—Me sorprende que sepa tratar con todos esos mocosos babosos —Gokudera miraba al último niño ir con su madre.

—Gokudera-kun, es raro verte por aquí —sonrió mientras se quitaba el delantal.

—Mi deber como su protector es venir a revisar si es que alguien lo está molestando —dijo con seguridad y apretando el puño.

—¿Enma te contó algo?

—¿Debió decirme algo?

—No —rio nervioso—. ¿Te parece si vamos al supermercado? Hagamos las compras juntos, Gokudera-kun.

—Sería un honor.

—Y deja de tratarme como si fuera tu jefe o algo así —insistió por millonésima vez—. Somos amigos.

—Soy tan feliz —añadió tocándose el pecho.

 

Tsuna negó divertido, pero agradeció la compañía porque todavía estaba algo alterado por su encuentro con su soulmate.

 

 

 

Notas finales:

 

Krat justo ahora no sabía qué más hacer, y antes de que empiece a cambiar las tramas de los demás días, mejor les da una actualización XDDDD

Los adoro~

Besos~


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