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Niñero por una Noche por Emmyllie Saiyan

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Capítulo 4: Un Pacto Inesperado

De vuelta en la sala de estar, Vegeta encontró a Black usando el sofá como cama elástica, saltando por todo el mueble entre fuertes carcajadas llenas de diversión. En cuanto éste se percató de la aparición en escena de su inexperto niñero, su gemelo y el más pequeño de sus hermanos, detuvo su juego y los miró con una traviesa sonrisa, sin reflejar atisbo alguno de remordimiento en su juguetona expresión.

–¿De qué me sorprendo?– suspiró el adolescente. –Careces de la suficiente capacidad para estar quieto un mísero par de minutos– añadió en tono sarcástico, contemplándolo con resignación.

–¿Qué?– replicó el niño, bajando de un salto del sofá. –¿Estás insinuando que no tengo autocontrol?

Vegeta asintió con la cabeza, chistando la lengua con total despreocupación.

–Pero, ¿cómo te atreves?– exclamó, mirándolo con enfado. –¡Puedo estar quieto durante todo el tiempo que a mí se me dé la real gana!

–Ajá– se burló Saiyan, sonriendo con malicia. –Ni tú te crees eso, así que mejor deja de alardear.

Black crispó los puños, pero antes de replicar algo, Kakarotto lo interrumpió, llamando su atención y la del chico de cabellos en forma de flama.

–¡Deja de molestarme!– le gritó a Kyabe, apretando los dientes.

–¿Qué ocurre contigo?– espetó Vegeta, volteándose a verlo con ojos escrutadores.

–Nada referente a ti, mi príncipe– aclaró en tono soñador el pequeño de alborotados cabellos, apurándose a sujetar una de las manos de su atractivo cuidador, acción que le resultó completamente en vano, ya que el bebé de súbito se echó hacia atrás, casi cayéndose de los brazos de Saiyan, lo cual lo obligó a abrazarlo más firmemente para evitar que terminara en el piso. –¡Ahí está! ¡Lo hizo de nuevo!– se enfurruñó, haciendo un puchero. –¡Quítale tus perversas manos de encima! ¿Acaso crees que no puedo ver a través de esa fachada de angelito? ¡Lo único que quieres es alejarme de mi futuro esposo! ¡Eres un…!

–¡Kakarotto!– lo reprendió el adolescente, observándolo disgustado. –¿Cuántas veces tengo que repetirte que no le grites de esa forma a tu hermano?

–¡Pero, Vegeta! ¡Él sólo está buscando alejarte de mí!– objetó el niño, al borde de las lágrimas.

–Por favor– bufó el mayor, mientras Kyabe lo abrazaba y acomodaba la cabecita en su cuello. –¡Tiene apenas un año! ¿No te parece que estás exagerando demasiado las cosas?

–Pero…

–Pero nada, Kakarotto– lo interrumpió nuevamente, frunciendo el ceño más que hastiado con sus berrinches. –Te estoy pidiendo de buen modo que pares tu drama, de lo contrario tendré que castigarte– sentenció, reflejando en sus ojos tal frialdad que al menor se le detuvo la respiración.

Agachó la cabeza y asintió en silencio, sintiendo como su corazón se apretaba tanto que dolía.

–Bien– musitó Saiyan, empezando a caminar en dirección a las escaleras.

Pero un jalón en su pierna lo frenó, sobresaltándolo y obligándolo a desviar su mirada al suelo. Allí estaba el más rebelde y revoltoso de los gemelos, abrazándose con fuerza a su extremidad, mientras lo observaba con una expresión sumamente difícil de describir plasmada en su rostro.

–¿Y ahora tú qué tienes?– inquirió extrañado, tratando de zafarse del agarre. –¡Agh! ¡Ya suéltame!

No, hasta que te retractes de tus muy equívocas y ofensivas palabras– anunció con voz sombría.

–No puedo retractarme de algo a lo que tú mismo le das certeza– refutó Vegeta en tono soberbio.

–¡Ya basta! ¡Te reto a que puedo estar sin hablar ni moverme todo el tiempo que tú estimes conveniente!– gritó desesperado el infante, cayendo en la bien planeada trampa del adolescente.

–¿En serio te crees capaz de hacerlo? Hasta que… digamos… ¿Le dé un baño a Kyabe y luego lo lleve a dormir?– habló con total desinterés, en su interior celebrando la evidente victoria.

–¡Por supuesto que sí!– afirmó Black, bastante seguro de sí mismo. –Incluso más tiempo si quieres.

–Primero compruébame que no eres un charlatán– lo confrontó, dándole una arrogante mirada.

–¡Oye! ¡No te permito que me habl…!

–Lo que sea– lo interrumpió el chico, chistando la lengua. –¿Qué gano yo si no cumples tu palabra?

–Te revelaré mi más oculto y vergonzoso secreto– le ofreció el niño, irguiéndose cuan alto era. –Pero si lo consigo, deberás cumplir cualquier capricho que yo quiera– añadió, sonriendo juguetón.

–¿Y qué capricho sería ese?– demandó saber Saiyan, sintiendo genuina curiosidad.

–Dormir en el jardín, dentro de mi tienda de campaña– pronunció emocionado. –¿Qué dices?

El joven e inexperto niñero lo meditó unos segundos, barajando los pros y contras. ¿Qué tan malo podría ser? Dudaba que Black realmente lograra estar quieto y sin armar un caos durante más de un minuto, por lo que bastante confiado en sí mismo decidió acceder a la infantil propuesta.

–De acuerdo, acepto tus condiciones– concluyó, estrechando su mano con la del menor para cerrar el trato. –Si estás tranquilo y en silencio por el tiempo que demore en bañar y hacer dormir al bebé, te dejaré montar un campamento en el jardín esta noche– le prometió.

–Hecho– sonrió animado el mayor de los gemelos, rompiendo el contacto entre sus dedos.

–Bien– suspiró Vegeta, retomando sus pasos hacia las escaleras. –Iré a preparar la bañera y tú me esperarás sentado en el sofá, ¿de acuerdo?– determinó en tono neutro, observándolo de reojo.

–Tú mandas– le respondió, acatando la petición al instante.

Acomodó bien los cojines del mueble, sentándose derecho y sin pronunciar ni una palabra más.

El chico de cabellera en forma de flama sonrió imperceptiblemente, atravesando la sala para comenzar con la elavorada rutina que Son Gine le había escrito paso a paso en una hoja de papel.

–Vamos, Kakarotto– pidió con suavidad, dando por hecho que éste lo acompañaría sin objeción.

No obstante no obtuvo respuesta alguna del pequeño, por lo cual se giró sumamente extrañado.

Recorrió cada rincón con la mirada, no hallando ni un mísero rastro del risueño y afectuoso niño.

–Mierda…– masculló, sintiendo como algo en su estómago se retorcía desagradablemente.

¿A dónde diablos se había ido su mini galán?


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