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Niñero por una Noche por Emmyllie Saiyan

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Capítulo 6: La Caótica Rutina

—A ver, mocosos del demonio… ahora que tengo a los cinco conmigo, estableceremos unas cuantas reglas que, si cometen la estupidez de romper, les faltará vida para lamentarlo— habló Vegeta en tono gélido, acribillando a los niños con ojos dignos de la muerte misma.—Número uno; nadie sale de mi vista sin mi jodido permiso— enfatizó, observando principalmente a Kakarotto, quien se encogió en su sitio, embobado y atemorizado a la misma vez.—Número dos; el próximo que desordene o rompa algo, se irá a dormir automáticamente y me importa un carajo si lloran o me amenazan con decírselo a sus padres— esta vez su mirada de hielo se enfocó por igual en ambos gemelos, haciéndolos estremecer y tragar grueso.—Y número tres; si yo digo que se lancen por la ventana, lo harán sin objetar, a menos que quieran que estos— chocó sus puños uno contra otro,—Acaricien esas caritas angelicales que para nada los representan— finalizó, bajando su voz hasta hacerla no más que un peligroso susurro. —¿Alguna duda?

Los hermanos Son negaron en silencio, mirándose intimidados los unos a los otros.

—Excelente— exclamó el adolescente, arrevatando con cuidado a Kyabe de los brazos de Raditz.—Iré a bañar al bebé, no me hagan arrepentirme de volver a dejarlos solos— espetó, lléndose con displicencia escaleras arriba.

Dos minutos de silencio le siguieron a su seca advertencia, el cual era roto únicamente por el constante repicar del enorme reloj de péndulo colgado en una de las paredes.

Finalmente Black habló, mirando a su gemelo con fascinación y cierta diversión contenida.

—Con el alto nivel de sadismo que Vegeta carga en sus palabras, estoy seguro de que tu primera vez con él será digna de comparar con las cincuenta sombras de Grey, hermanito.

El aludido arqueó sus cejas, visiblemente desconcertado.

—¿Cincuenta sombras de Grey?— repitió, su voz empapada de la genuina inocencia que tan bien lo caracterizaba.—No entiendo… ¿De qué estás hablando?

Su gemelo le sonrió travieso, aproximándose a su rostro para susurrarle en tono juguetón:

—Hablo de un libro muy educativo sobre sex… ¡Ahh!

Raditz frenó  su respuesta con un rudo coscorrón en la cabeza, acción que hizo brotar de sus ojos varias lágrimas de dolor.

—No sé de dónde sacas esas cosas tan inapropiadas, Black, pero guárdatelas para ti mismo y no perviertas a Kakarotto— lo regañó, fulminándolo con la mirada.

Éste le sacó la lengua, entrecerrando los párpados, mientras se frotaba la zona agredida.

—Discúlpame por documentarme sobre los temas que despiertan mi interés— replicó enfurruñado, pateando el suelo en señal de berrinche.

—¿Documentarte? ¿Temas que despiertan tu interés?— se exaltó el preadolescente de cabellos largos, dándole esta vez un fuerte golpe a puño cerrado en el brazo. —¡Tienes diez años, enano! ¡El único tema que debería despertar tu interés es la forma de subir de nivel en Fortnite!

Black gruñó por lo bajo, cruzándose de brazos, viéndolo con burla y cierto ápice de resentimiento.

—Soy alguien de intereses más complejos que el promedio— declaró en tono solemne, poniéndose de pie ofendido, mientras dedicaba a su gemelo un vistazo serio. —Cuando quieras dejar atrás tu exceso de inocencia, no dudes en buscarme para que te ayude a instruirte en temas que de seguro harán que ese engreído de Saiyan caiga rendido a tus pies.

Y sin más salió de la sala, tan displicente como Vegeta lo había hecho instantes atrás.

—Estúpido mocoso precoz— gruñó Raditz por lo bajo, frunciendo el ceño.

—Creo que lo hiciste sentir mal— comentó Gohan, haciendo un adorable mohín.

Su hermano mayor chasqueó la lengua, restándole importancia con un ademán de mano.

—Que no espere mi aprobación, si actúa de modos tan inadecuados para su edad— replicó, levantándose para encaminarse al salón de juegos, ubicado justo al lado de la sala de estar. —Pronto será hora de cenar, así que aprovecharé de jugar en la Xbox un rato… ¿Vienen también?

—Sí, juguemos Just Dance— exclamó el pequeño de gafas, llendo entusiasmado hacia él.

—¿Y tú, Kakarotto?— inquirió, observando al mencionado con sospecha.

—No, gracias— le respondió, poniéndose de pie para dirigirse con pasos rápidos hacia las escaleras. —Debo evitar que el traidor de Kyabe se sobrepase con el amor de mi vida.

—¿Y cómo se supone que hará eso? Digo… ¡Es un bebé! ¡Be-bé!— replicó Raditz, exasperado.

No obstante el menor lo ignoró, echándose a correr como un rayo rumbo al segundo piso.

—¡¿En serio?!— casi gritó, golpeándose la frente.

—Vegeta me cae bien— expresó el pequeño Gohan en un tono de voz bastante tierno, viéndolo con una linda sonrisita adornando su adorable rostro. —Y creo que Kakarotto le agrada, así que no tienes de qué preocuparte, Rad. Además sólo estará aquí esta noche, déjalo vivir su ilusión en paz.

El Son mayor lo observó anonadado, aturdido ante su objetiva y por demás madura conclusión.

—Vamos a jugar Just Dance mejor— dijo tras un suspiro, revolviéndole el cabello.

~~~

—Listo, ya estás limpio— exclamó Saiyan, envolviendo a Kyabe en una suave y mullida toalla, cuya capucha tenía tiernas orejitas de gato. —Ahora a secarte y buscar tu pijama para que puedas dormir— se dijo a sí mismo, observando CONTRARIADO el panorama a su alrededor.

El bebé había salpicado agua por doquier, algo de lo cual debería encargarse después de acostarlo, lo cual por cierto no le hacía ni la más mínima gracia.

Se apuró a vestirlo con un enterito azul, luego de secarlo bien y, por supuesto, ponerle un pañal limpio. Acto seguido lo llevó a su cuna, atenuando al máximo la luz de la habitación para no perturbar su descanso, tal como Son Gine había aclarado paso por paso en sus instrucciones.

Lo cubrió con su edredón con estampado de estrellas, dándole cuerda al móvil musical de animalitos que colgaba del respaldo, el cual emitía una arrulladora melodía que le haría más fácil conciliar el sueño.

—A dormir, bebé— se despidió, acariciando su cabecita.

Kyabe le regaló una tierna sonrisa, acomodándose de costado en el colchón y cerrando adormilado sus ojitos negros.

Sonrió para sí y salió cauteloso de la habitación, cerrando la puerta muy despacio para no alertarlo. Ya afuera suspiró, frunciendo el ceño al observarse y notar que su ropa estaba ligeramente empapada. Hizo un rápido recuento mental de sus obligaciones como niñero temporal de los hermanos Son, resignándose a lidiar con el hecho de que todavía le quedaban un par de horas más de estrés que enfrentar.

—Hora de la cena— exclamó en falso tono de felicidad, caminando con pesadez a través de aquella área de la casa, donde se hallaban ubicados los cuartos y baños personales de los niños.

No había avanzado ni diez pasos, cuando de reojo vio pasar cual rayo dos mini humanos de cabellos alborotados, demasiado callados y sigilosos para su gusto. Iban tan absortos en su conversación entre susurros, que ambos dieron un salto y un grito de horror al ser súbitamente sujetados, cada uno de un brazo, justo antes de llegar a la puerta de su habitación compartida.

—¿Qué se traen ustedes dos?— les exigió saber, mirándolos con desconfianza.

—¡Nada!— exclamaron los gemelos, fulminados por el intenso escrutinio de sus ojos.

Vegeta los soltó, cruzándose de brazos ceñudo, sin dejar de observarlos fija y recelosamente.

—Ajá— ironizó, chistando la lengua. —Como sea, tienen que cenar antes de bañarse, así que vengan conmigo— demandó, retomando su camino hacia las escaleras para bajar al primer piso.

Ellos le obedecieron sin replicar, compartiendo una mirada cómplice mientras lo seguían.

~~~

Le habría encantado alardear sobre la espectacular y muy elaborada cena que les preparó, no obstante su relación con la cocina era de odio puro, por lo que la perfecta solución al problema fue su aplicación favorita de comida a domicilio. Lo sometieron a votación y luego de discusiones e insultos entre dientes de parte del perdedor, la pizza resultó vencedora por tres votos a favor y uno en contra. No era lo más saludable, lo tenía más que claro, pero a esas alturas sus niveles de paciencia y tolerancia estaban tan al límite, que prefirió evitarse el desgaste mental que implicaba imponerles un platillo más rico en nutrientes.

Para su alivio la cena transcurrió sin percances, lo cual ayudó a regenerar un poco su de por sí muy escasa paciencia. Los niños comieron en completa calma, hablando de trivialidades y riendo de cosas que sólo ellos entendían, siempre vigilados por los perspicaces ojos de su joven niñero.

La rutina de noche estaba casi terminada, sólo restaba mandarlos a bañar y posteriormente acostarlos, para así obtener al fin su tan anhelado y más que merecido descanso.

—Terminé— le avisó Black, bebiendo lo último de su jugo, apartando vaso y plato hacia un lado.

—Genial, deja lo que usaste en el lava vajillas y ve a bañarte de una jodida vez— resolvió Saiyan.

—¡Me niego!— replicó el niño, haciendo un mohín.—Primero debes cumplir con tu parte del trato.

Vegeta enarcó una ceja, reprimiendo un bufido. ¿De qué diablos hablaba el mocoso esta vez?

—Dijiste que no podría estar quieto y sin hablar, pero lo hice— aclaró el pequeño, entornando la mirada. —Cumplí mi parte, tú debes hacer lo mismo— enfatizó. —¡Quiero acampar afuera!

—Maldición— insultó por lo bajo, conteniendo sus ganas de sedar al niño para no tener que atender a sus estúpidas e infantiles exigencias.—No lo haré, porque te moviste y hablaste antes de tiempo— resolvió el adolescente, cruzándose de brazos.—El trato era que estuvieras quieto y en silencio mientras bañaba al bebé, pero no duraste ni cinco minutos— sentenció en tono burlón.

—¡¿Qué?!— gritó el gemelo mayor, visiblemente enojado.—¡No es justo! ¡Lo hice para ayudarte!

—Como sea, no acamparás afuera— dijo Saiyan, señalando la salida con el índice. —Ve a bañarte.

—¡No!— negó nuevamente, levantándose enfurruñado.—¡Abajo la represión! ¡Soy un alma libre!

—¡¡Al baño, ahora!— ordenó Vegeta, su regenerada paciencia escapando de él en milisegundos.

—¡Oblígame, perro!— lo desafió el infante, sacándole la lengua y escabulléndose como un rayo fuera del comedor.—¡Al diablo la censura! ¡Voy por ti, amada libertad!

—¡Maldito crío insolente! ¡Vuelve acá! ¡Acabas de firmar tu sentencia de muerte!

Ignorando totalmente a los demás niños, el chico de cabellos en flama se fue en persecución para atrapar al problemático gemelo de su mini galán, exteriormente más que molesto con su rebelde actitud, aunque en el fondo de sí mismo le hiciera bastante gracia.

—¿Creen que lo lastime?— inquirió Gohan, observando sorprendido la puerta.

—¡Claro que no!— contestó Kakarotto, esbozando una mueca.—Sólo le dará una lección.

—¡¿No es lo mismo?!— exclamó el pequeño de gafas, llevándose nervioso el pulgar a la boca.

—Tal vez…— meditó el gemelo menor, sonriendo avergonzado.

—Dejen de especular y vamos a ver— resolvió Raditz, levantándose para encaminarse a la salida.

Sus hermanos enseguida lo imitaron, denotando en sus ojos genuina preocupación.

~~~

Los ojos de Kakarotto destellaron en furia cuando se posaron en la escena que su hermano y el amor de su vida montaban al pie de la escalera. Black boca abajo, con el torso sobre los dos primeros escalones y las piernas apresadas entre las del adolescente, siendo firmemente sostenido en un abrazo por la espalda, presionado de tal modo por el cuerpo ajeno que le era difícil moverse. Las manos de ambos entrelazadas, sus cabezas tan juntas que de seguro sus respiraciones se entremezclaban. Y lo que más le dolía, era el amague de sonrisa que a duras penas intentaban reprimir.

—¡Suéltame!— exclamó el menor, su voz luchando por contener la risa. —¡Juro que te haré caso!

—No seas mentiroso— lo acusó Saiyan, en un juguetón susurro tan evidente que estrujó el inexperto corazón de su mini galán. —Sé que si te suelto escaparás, así que te llevaré yo mismo— sentenció, incorporándose con el mayor de los gemelos firmemente sujeto entre sus brazos.

Sorprendentemente el niño no se quejó, ocultando su sonrojado rostro en el pecho de su niñero.

Vegeta notó su presencia, no obstante sólo les dedicó una mirada fugaz, antes de encaminarse en completa calma escaleras arriba.

—Ouch— musitó Gohan, viendo a su hermano con inquietud. —Creo que Black también le agrada…

Kakarotto no respondió, limitándose a girar sobre sus pies para dirigirse de regreso al comedor.

¡Se sentía tan horriblemente traicionado!                                           


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