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Niñero por una Noche por Emmyllie Saiyan

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Notas del capitulo:

De antemano muchísimas gracias por sus hermosos e inspiradores reviews a:

LuluPrincess2207

MeliLuma

Dedico enteramente esta actualización a ustedes, porque no saben el aguante y la motivación que me inyectaron con sus palabras <3


Mis amores, lamento la tardanza e.e Tenía el capítulo escrito desde el fin de semana pasado, pero no encontraba espacio en mi agenda para subirlo XD En serio he estado agetreadísima estos últimos meses, pero entrar en detalles al respecto es irrelevante :v

Les pido una enorme disculpa u.u Me esforzaré para actualizar apenas termine de escribir, como hacía en mis inicios (que tiempos aquellos uwu) ^^

Espero disfruten muchísimo del capítulo, así como yo disfruté escribiéndolo <3

A leer ^^

Capítulo 2: Paciencia al Límite

–Okey, se han ido, me dejaron solo con ellos y ni siquiera tengo experiencia. No importa, dudo que sea tan difícil, sólo son niños. Además estarán a mi cargo, es imposible que algo salga mal si depende de mí. Calma, Vegeta… tu segundo nombre es responsabilidad, será fácil lidiar con unos cuantos mocosos. Recuerda que fuiste jefe de grupo en la escuela de verano, no eres tan inexperto como crees– se decía el adolescente a sí mismo, luchando por no entrar en pánico al verse completamente desvalido ante cinco mini criaturas que jamás estuvo entre sus planes cuidar.

–Eh… no es mi intención interrumpirte cuando te estás auto analizando… pero creo que deberías evitar que Black y Kakarotto se maten allá arriba– comentó Raditz en tono despreocupado, apuntando con su dedo índice las escaleras de caracol que conducían a la segunda planta.

–¿De qué hablas? Ellos están…         

Barrió la sala con la mirada, activándose su alerta de pánico al no encontrarlos por ningún lado.

De pronto un fuerte estruendo de vidrios rompiéndose y gritos de guerra se dejó oír, confirmándole de la peor manera lo dicho por el mayor de los niños.

–¡Mierda!– exclamó. –¡Ten!– le dio a Kyabe y subió las escaleras para ver qué ocurría con esos dos.

–Mamá dice que esa es una mala palabra– dijo el pelilargo, sujetando como mejor podía al bebé.

Saiyan lo ignoró, llegando rápidamente al segundo piso. Rastreó los sonidos de golpes y gritos hasta una habitación justo al final del pasillo, encontrándose con una escena que lo exasperó en cuanto abrió la puerta. Camas distendidas, relleno de almohadas esparcido por el suelo, ropa regada por todas partes y justo en el centro, los gemelos luchando por acestarse rodillazos y puñetazos con una brutalidad alarmante.

Se quedó viéndolos anonadado unos cuantos segundos, mientras Raditz aparecía a su lado.

–Sé que no soy nadie para cuestionar tus métodos, pero… ¿No se supone que deberías hacer algo?

–¡Black! ¡Kakarotto! ¡Ya fue suficiente!– les gritó furioso, llendo hasta ellos para separarlos con cero delicadeza.

Tomó a cada uno de un brazo y los situó a lados opuestos, fulminándolos con una mirada homicida.

–¡Él empezó!– se defendió Kakarotto, señalando a su hermano, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

–¡No seas mentiroso! ¡Tú me golpeaste primero!– replicó el gemelo mayor, entrecerrando los párpados y haciendo una mueca.

–¡Sí, pero porque tú comenzaste a molestarme!– lo contradijo el menor, tratando de liberarse del agarre de Vegeta para avalanzarse nuevamente sobre él.

–¡¿Lo ves?! ¡Tú eres el violento!– hizo ver su hermano, sacándole la lengua.

El pequeño de cabellos rebeldes siguió forcejeando contra la mano del adolescente, pero éste lo atrajo hacia él y lo rodeó con un brazo, queriendo mantenerlo quieto para impedir que empezara a pelear otra vez, sin darse cuenta que dicha acción había producido un extraño calor en su pueril e inexperto corazón.

–Calma– le dijo en tono serio, aunque suave, reuniendo toda su paciencia para afrontar con la máxima tranquilidad posible aquel tenso momento. –¿Es cierto que tú comenzaste con los golpes?

–Sí– le respondió, agachando la cabeza, notoriamente avergonzado. –Pero sólo porque Black comenzó a insultarme primero– añadió, ocultando sus ojos bajo su abundante flequillo azabache.

Saiyan miró al mencionado, quien sólo se encogió de hombros, chistando la lengua en gesto desafiante y desinteresado.

–¿Qué puedo decir? Es fácil sacarlo de quicio– se justificó, esbozando una maliciosa sonrisa.

–Bien…– suspiró el joven de peinado en forma de flama, cruzando los brazos y endureciendo la expresión. –Si tanto te divierte hacer sentir mal a tu hermano, arreglarás solo este desastre y no tendrás derecho a ver televisión antes de dormir. Estás castigado– sentenció, frunciendo el ceño.

–¿Qué? ¡No!– se opuso Black, soltándose bruscamente de su agarre. –¡Tú no eres nadie para castigarme!

–¿Ah, no?– espetó el mayor, empujando sutilmente a Kakarotto para que saliera de la habitación, lo cual éste acató en silencio y con las mejillas tenuemente coloreadas de carmín. –Te recuerdo que tus padres me dejaron a cargo de ustedes, lo que me otorga la facultad de castigarlos si lo creo necesario. Así que obedece por las buenas, si no quieres que yo mismo te obligue a hacerlo.

–¡Ja! ¡Ni creas que te haré caso!– le plantó cara, enfurruñado. –¡A mí nadie me dice qué hacer!

–Empieza a limpiar– ordenó el adolescente, entrecerrando los párpados, visiblemente fastidiado. –No hagas que añada otro ítem a tu castigo– le advirtió, tornando amenazante su tono de voz.

–Oh, que miedo me… ¡OUCH!                              

Con sigilo Kyabe gateó hacia su hermano, agarrándole una mano y mordiéndole con fuerza uno de sus dedos. Vegeta se sorprendió al observar como el bebé le dedicaba una mirada asesina a Black, ya que en su vida había visto a un niño tan pequeño comportándose así. El rebelde chiquillo tragó grueso, claramente amedrentado ante la gélida expresión de su hermanito, optando por obedecer en silencio a Saiyan, siendo cuidadosamente vigilado por los acuciosos ojos del menor.

En cuanto se cercioró de que el gemelo mayor comenzaba a limpiar el desastre sin réplicas ni reclamos de ningún tipo, el bebé giró su rostro hacia su joven niñero, regalándole una tierna sonrisa llena de inocencia y estirando sus bracitos para que éste lo alzara en brazos una vez más.

–Tú sí que eres raro, Kyabe– comentó Raditz, observándolo con cautela, un tanto perturbado.

El pequeño se puso de pie con dificultad propia de su edad, tirándolo con fuerza del cabello.

–¡Ouch!– gimoteó el chico agredido, apartándole la mano de sus largos mechones azabaches.

–Supongo que… gracias, Kyabe…– musitó Vegeta, contemplando una nueva sonrisa tierna dirigida en su dirección. –Pero no debes maltratar a tus hermanos, eso no es correcto– lo regañó, azorado.

El bebé frunció los labios en un puchero, observándolo con sus grandes e inocentes ojazos negros.

Tras un suspiro extenso y audible, el joven de cabellera en forma de flama lo alzó en brazos y junto a Raditz y Kakarotto bajaron las escaleras, no sin antes, claro está, volver a advertirle a Black que de no limpiar debidamente el desastre, encontraría modos más efectivos de castigarlo.

~~~

El panorama que lo recibió al llegar a la sala de estar, lo hizo replantearse seriamente su existencia. Gohan sentado en la alfombra de piernas cruzadas, rodeado de envoltorios vacíos de caramelos con alto contenido azucarado. El niño se notaba eufórico, pese a estar relativamente quieto en su lugar, pues se balanceaba de atrás hacia delante y soltaba risitas de vez en cuando.

–Mierda…– insultó Vegeta por lo bajo, pateándose internamente por dejar al crío sin supervisión.

–Mamá dice que mierda es una mala palabra– susurró Kakarotto, observando fascinado al mayor.

–Eres el que mejor me cae hasta ahora– espetó éste, viéndolo directo a los ojos. –No lo arruines.

El pequeño de cabellos alborotados se sonrojó notoriamente, regalándole una hermosa sonrisa.

–Oh, que ternura– dramatizó Raditz, mirándolos con expresión divertida. –¿Para cuándo la boda?

Vegeta chistó la lengua, ignorando descaradamente su comentario, mientras dejaba con mucho cuidado a Kyabe en el piso. Avanzó hacia Gohan, quien en esos instantes yacía de espaldas sobre la alfombra, riéndose escandalosamente, y se agachó para quedar a su altura. Despacio lo levantó para revisarlo más de cerca, notando que lo único que tenía era un subidón muy alto de azúcar.

–Vamos, pequeño, te prepararé una limonada para que te sientas mejor– le dijo en tono gentil, levantándolo y guiándolo cautelosamente hacia la cocina. –Ustedes quédense aquí, ya regreso.

–Es tan perfecto…– murmuró el menor de los gemelos, suspirando y sonriendo embelesado.

En eso Kyabe soltó un chillido, aferrándose enojado a la camiseta azul que vestía su hermano.

–¿Qué te suce…? ¡OUCH!

En cuanto bajó a su altura para ver por qué había gritado, éste tiró con fuerza de sus rebeldes cabellos azabaches, arrancándole unas cuantas lágrimas de dolor.

–¡Mío!– gritó el infante, señalando indignado el lugar por donde Saiyan había desaparecido. –¡MÍO!

Kakarotto lo contempló boquiabierto, pero segundos después le dedicó una mirada desafiante.

–Ni sueñes– siseó en clara advertencia, frunciendo el ceño y los labios. –¡Vegeta será MI esposo!

El bebé empuñó sus manitos, mostrando su desacuerdo, pero al escuchar como se acercaban los pasos de su joven niñero de cabellera en forma de flama, cambió la estrategia y rompió en un llanto lastimero y desconsolado, justo cuando el adolescente aparecía en escena.

–Bien, Gohan está… ¿Por qué llora Kyabe?– preguntó, apurándose a cargarlo para calmar su llanto.

–¡Ni idea!– contestaron ambos niños, mirándose desconcertados el uno al otro.

No obstante el pequeño se giró hacia Kakarotto y lo apuntó con uno de sus deditos, balbuceando palabras ininteligibles, mientras sus mejillas eran empapadas por el cauce de sus lágrimas.

El señalado abrió y cerró su boca para replicar, sin embargo ni una palabra abandonó sus labios. Se encogió al percibir los ojos escrutadores de Vegeta fijos en él, sintiendo como su corazón galopaba frenético dentro de su pecho.

–¿Qué le hiciste al bebé, Kakarotto?– inquirió el mayor, utilizando el mismo tono serio e inconmovible que apenas minutos antes había empleado con Black.

–Y-Yo…– titubeó el pequeño, temblando ligeramente. –¡N-Nada! N-No le hice nada… ¡Lo juro!

El adolescente enarcó una ceja, sacando a flote la frialdad inalterable que tan bien lo definía. Viró su mirada hacia Raditz, quien yacía en silencio, sólo observando, y buscó en él una respuesta que le aclarase el panorama. El preadolescente resopló fastidiado, metiendo las manos en sus bolsillos, mientras soltaba en tono despreocupado la explicación que Saiyan tanto esperaba.

–Se estaban peleando por ti.

–Ahá– ironizó él, frunciendo el ceño, visiblemente exasperado. –Ahora falta que me digas que Kyabe armó todo un teatro para inculpar a Kakarotto.

–Tú lo dijiste, no yo– retrucó el chico de larga cabellera, encogiéndose de hombros, indiferente.

Vegeta soltó un sonoro suspiro, optando por ignorar las, a su parecer, ridículas invenciones de aquel niño.

–Como sea– cambió el tema, acomodando mejor al bebé entre sus brazos. –Iré a ver cómo va Black, ya ha pasado un rato desde que escuché movimiento allá arriba y eso me preocupa. Quédense aquí y, por favor, no armen líos– le entregó el pequeño a Raditz una vez más, encaminándose en silencio y con evidente hastío hacia las escaleras.

Kyabe y Kakarotto se dirigieron miradas asesinas, mientras su hermano mayor bufaba por lo bajo.

Les esperaba una intensa, densa y caótica noche por delante.


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