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Niñero por una Noche por Emmyllie Saiyan

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Capítulo 3: ¿Y Kyabe?

–Bastante decente– sentenció Vegeta, observando el cuarto de los gemelos, ya limpio y ordenado.

Black bufó enfurruñado, parado de brazos cruzados al lado de su cama.

–Cumplí con tu tonto castigo– espetó en tono aburrido, mirándolo con antipatía. –¿Ya puedo irme?

–Como tú quieras– expresó el adolescente, encogiéndose de hombros. –Pero te estaré vigilando.

El pequeño entornó la mirada, pasándole por al lado sin dignarse a darle una respuesta siquiera.

Lo oyó bajar rápidamente las escaleras, mientras él apagaba la luz y abandonaba la habitación.

Se asomó por el barandal y echó un vistazo a la sala de estar, encontrándose a los niños lo suficientemente tranquilos para permitirle tomarse un ligero respiro en el baño.

¿Qué malo podría pasar si los dejaba solos cinco minutos?

~~~

Lo que encontró al volver, fue a los gemelos peleándose de nuevo, mientras Raditz y Gohan brillaban por su ausencia. Suspiró hastiado y se paró junto a ellos, cruzándose de brazos y carraspeando la garganta para hacerse notar. Ambos niños se separaron al percatarse de su presencia, levantándose de la alfombra para correr rápidamente a una esquina opuesta cada uno.

–¿Y bien?– inquirió, frunciendo el ceño. –¿Por qué estaban peleando esta vez?

–No estábamos peleando– contestaron al unísono, mostrando una descarada inocencia en sus ojos.

–¿Ah, no?– retrucó Vegeta, empezando a impacientarse. –Entonces, ¿por qué está roto ese jarrón?

Los gemelos se miraron, reparando en los vidrios del florero que habían tirado mientras peleaban.

–¡Él fue!– gritaron al mismo tiempo, señalándose el uno al otro para inculparse.

Una venita resaltó en la frente de Saiyan, su escasa paciencia reduciéndose considerablemente.

Inhaló hondo y exhaló con fuerza, tratando de no perder la calma para bien de su salud mental.

–A ver, mocosos, no abusen de su suerte– siseó el chico, entrecerrando los párpados. –No soy idiota, no estoy demente ni ciego… ¡Sé perfectamente que se estaban peleando como animales salvajes de nuevo! Así que, si no quieren que los castigue, dejen de burlarse de mi inteligencia.

–No puedo burlarme de una cualidad que no posees– murmuró Black por lo bajo, pretendiendo no ser escuchado, pero fallando miserablemente en el intento.

–¡¿Qué dijiste?!– increparon al unísono Vegeta y Kakarotto, centelleando ira pura en sus pupilas.

–¡Nada!– se exaltó el gemelo mayor, volteando el rostro para evadir los dardos de sus miradas.

–¡No te hagas el tonto, Black, y discúlpate ahora mismo con mi novio!– exclamó su hermano, situándose delante del adolescente con sus ojos entornados y el ceño fruncido en claro disgusto.

–No soy tu novio…– lo contradijo Vegeta, suprimiendo una sincera sonrisa ante sus ocurrencias.

–Tienes razón– concordó el pequeño, rascándose la nuca. –¡Discúlpate con mi prometido!

–No tengo nada de qué disculparme– replicó Black, apuntándolo con el índice. –¡Y no me grites!

–¡Sí tienes de qué y más te vale hacerlo rápido!– lo enfrentó Kakarotto, empuñando las manos.

–¡Fíjate que no lo haré!– objetó el otro, avanzando hacia él con aire desafiante. –¡Así que jódete!

El menor de ambos abrió la boca para rebatir, pero la cerró segundos luego, luciendo de pronto visiblemente confundido. Se giró a su niñero con expresión desconcertada, hablándole en un tono de voz tan cargado de inocencia, que éste tuvo que contener sus ganas de apretarle las mejillas.

–¿Qué quiso decirme con eso de “jódete”?

–N-Nada– fue la poco elavorada respuesta del mayor, quien por microsegundos se perdió en esos oscuros orbes de mirar dulce. –Sólo ignóralo, Kakarotto– rompió el contacto visual, fulminando a Black con una fría mirada. –Y tú, te quedarás diez minutos en ese rincón, reflexionando tus actos.

–¡¿Qué?! ¡Pero…!

–¡Sin peros!– espetó Saiyan, entornando los ojos en clara amenaza. –Ve ahora o te llevo yo mismo.

Éste refunfuñando obedeció, mordiéndose la lengua para evitar que sus insultos fueran audibles.

–Bien– suspiró el adolescente, masajeándose la frente. –Ahora díganme, ¿dónde están los demás?

–Raditz subió a su cuarto– contestó Kakarotto, sonriéndole suavemente. –Y Gohan está en el baño.

Saiyan asintió, notando entonces algo que, hasta ese momento, le había pasado desapercibido.

–¿Y el bebé?                                        

El gemelo menor palideció, retrocediendo por inercia un paso, en clara señal de nerviosismo.

–Él… bueno… él está… él está en… en…– titubeó, desviando la mirada.

–¿Está en…?– lo presionó el joven de cabellos en flama, observándolo con mirada de circunstancia.

El pequeño se mordió el labio, jugando nervioso con sus dedos.

–Y-Yo…

–¡Yo te digo!– intervino Black, sonriendo con malicia. –Kakarotto metió a Kyabe en el cesto de la ropa sucia– narró sin ápice alguno de remordimiento, señalándolo con un dedo acusador.

–¿Qué?– sus ojos se abrieron de par en par, mientras su rostro reflejaba conmoción absoluta.

–¡Eres un traidor!– gritó su hermano, avanzando hacia él con un puño en alto.

–¡Mira quién lo dice!– contraatacó el otro, en lo absoluto amedrentado ante su evidente enfado.

–¡Ya basta!– se interpuso el joven niñero, justo antes que comenzaran a golpearse nuevamente.

Kakarotto se encogió sobre sí mismo, estremeciéndose cuando le fue dedicada una gélida mirada.

–¿Por qué hiciste eso?– le cuestionó, reprimiendo sus ganas de sacudirlo de la pura frustración.

–P-Porque… él es un estorbo– explicó el niño, haciendo un compungido y adorable mohín.

–¿Eh?– inquirió desconcertado su interlocutor, enarcando una ceja.

–¿En serio no te das cuenta, mi príncipe?– habló en un trémulo susurro el pequeño de alborotados cabellos, sujetando las manos del mayor e inclinándose frente a él con una rodilla sobre el suelo. –Si queremos que nuestro amor florezca, no debemos permitir que nada ni nadie se interponga. ¡Y ese demonio con cara de ángel sólo quiere separarnos!– declaró, haciendo un tierno puchero.

Vegeta guardó silencio un instante, sopesando tan intensas e inspiradas palabras. El niño se veía realmente angustiado, sin mencionar que su actitud de mini galán, lejos de incomodarlo… lo enternecía más de lo que estaba dispuesto a admitirse.

Dando un suspiro se agachó a su altura, regalándole una sincera caricia en sus rebeldes cabellos.

–Escucha, pequeño– comenzó, conectando sus miradas. –Eres muy joven para pensar en esas cosas, aún te queda mucho tiempo para decidir bien de quién enamorarte. Además, ¿no crees que soy demasiado mayor para ti?– le sonrió azorado, soltando el agarre de sus manos suavemente.

–No necesito más años para saber que tú eres el amor de mi vida– pronunció el menor, depositando un beso en el dorso de su mano derecha. –Da igual qué pase… eso no va a cambiar.

–¿Okey…?– Vegeta desvió sus ojos, levantándose para evitar la extraña sensación que esa conducta tan precoz le producía en el estómago. –Como sea, tienes que decirme dónde está el bebé, de lo contrario tu padre me matará y no creo que quieras eso… ¿o sí?– concluyó, sumamente ofuscado.

Obtuvo una mueca enfurruñada como respuesta, aunada a una inaudible protesta entre dientes.

–Está en la lavandería– acotó el gemelo mayor, observando toda la escena con expresión ceñuda.

–¡Black!– le reclamó su hermano, dándole un puñetazo en el brazo. –¡Nunca más confiaré en ti!

Éste se quejó por lo bajo, frotándose la zona afectada con ojos llorosos.

–¡¿Así me agradeces el que impida que papá castre a tu futuro esposo antes de consumar su matrimonio?!– se defendió el niño, devolviéndole el golpe.

Vegeta se cubrió el rostro con ambas manos, arrepintiéndose como nunca de aceptar cuidarlos.

¿Cómo era posible que un par de críos de diez años pudieran ser así de precoces?

~~~

–Kyabe, bebito… ¿Dónde estás?

En compañía de su mini galán, buscaba al más pequeño de los Son.

Revisó el cesto de ropa sucia, debajo del mueble donde guardaban los utensilios para el lavado, incluso dentro de la misma lavadora, pero el bebé no aparecía por ninguna parte.

–¿Dónde se metió?– se preguntó en voz baja, entrando en pánico.

–Tal vez se fue– opinó Kakarotto, quitándole relevancia al asunto. –Mejor buscamos en otro lado.

En eso, un ruido bastante particular, al interior de un armario, les llamó la atención. Saiyan fue hasta allí para abrirlo, encontrándose al pequeño Kyabe  metido entre montones de ropa limpia.

–Aquí estabas– exclamó aliviado el adolescente, tomándolo en brazos.

Cerró el mueble y se volvió hacia el niño de rebeldes cabellos, observándolo con ojos acusadores. Éste sólo se encogió de hombros, volteando el rostro hacia otro lado, evitando mirarle de frente.

El bebé balbuceó un “edes malo”, apuntándolo con uno de sus deditos, mientras se acurrucaba entre los brazos de Vegeta, sonriendo tiernamente.

Kakarotto frunció el ceño al ver como su niñero salía del cuarto de lavado acariciando los cabellos de Kyabe, haciéndole apenas una mísera señal con la mano para que él los acompañara también.

–Esto es guerra…– musitó por lo bajo, caminando en silencio detrás de ellos.


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