Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Before you go por Little Bully

[Reviews - 11]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Gracias a todas las personitas que leyeron y/o comentaron!

Disfruten el capítulo.

Había comenzado a notar un par de cosas sobre Lucius que antes no tomó en cuenta o, si las había notado, las había pasado de largo.


Su apariencia física era distinta a como la recordaba. Aquel hombre imponente, bien alineado y sin nada que se pudiese criticar de su elegante apariencia, parecía haber quedado atrás; ya que, su larga cabellera había perdido parte de su brillo y ahora era más un plateado opaco, su rostro tenía un tinte demacrado, con ojeras que trataba de ocultar, estaba más pálido, delgado y sus ropas arrugadas le daban una apariencia descuidada. Figuraba a que era debido a que estaba solo y no tenía a nadie más que a su hijo que se preocupara y conviviera con él. Le era increíble ese hecho.


Lucius Malfoy y soledad no eran palabras que combinaran juntas, pero así era como se encontraba. Llegaba a ser ilógico que un hombre tan poderoso, como lo era él, no tuviera ni un solo amigo en el cual se pudiera apoyar. Hasta la persona más nefasta tenía a alguien especial, en cualquier sentido y realmente, ni en sus más locos sueños, se imaginó que fuera un hombre solitario. Cierto era que desde que llegó a esa mansión no había sido visitado por nadie, ni tampoco había salido más que a los jardines, pero que se encontrara totalmente abandonado era demasiado extremo.


Podía decir que hasta Draco estaba cambiado. Se le notaba más suave y menos como él solía ser en sus años escolares. Si bien aún tenía su carácter espantoso, algo en él estaba apagado; lograba notar que sus ojos no estaban llenos de ese fuego que los hacía resaltar, viéndose sin igual, y parecía que solo hacía las cosas por hacerlas.


Seguían vivos, pero parecían almas penando y era lo que no le cabía en la cabeza. Después de estos meses con ellos, notó que estaban sufriendo, mas no lo entendía porque su lado fue el ganador, ellos habían ganado, se preguntaba por qué deberían de estar así sino era celebrando. De igual manera, pensaba en que esas penas se las dejaran a él que, sabía, perdió más de lo que quería enterarse.


Más recordó y, antes de envolverse en esos sentimientos egoístas, a su cabeza llegó lo de Snape y su muerte. Su profesor fue alguien especial para la familia y no estaban enterados ni dónde estaba su cuerpo, aparte se agregaba que Narcissa no estaba ahí con ellos.


Sabía que no había notado muchas cosas, pero se sintió estúpido cuando omitió ese pequeño gran detalle. Narcissa, esposa de Lucius y madre de Draco, no había asomado ni sus narices por la mansión y no había averiguado el motivo de su ausencia. Intentó rememorar si alguien de la Orden, o su familia, habían hablado de Narcissa antes de que todo se saliera de control, sobre algún tipo de traición hacía los suyos o que estuviera planeado fugarse, pero nada venía a él. Cualquier idea que se le ocurriese era incoherente, aun más que se fugara sin llevarse a su hijo con ella, por lo que, a lo único que llegaba con sus ideas, era que había muerto en el campo de batalla. No obstante, hasta esto le resultaba irracional. Narcissa era una bruja poderosa, lo sabía de antemano, y tenía mucha gente que pudiera protegerla, ni su esposo ni su hijo iban a permitir tal cosa.


Y esa era una de las razones por las cuales no percibía a lo que Lucius estaba jugando o tratando de hacer con él. Llegó a la conclusión de que el mayor, al no estar acostumbrado a estar sin su compañera, y viéndose abruptamente solo, se limitó a buscarse un reemplazo con la primera persona que tuviera a la mano y esa persona fue él: Ronald Weasley. No importándole su nombre y apellido, y olvidándose de quién era hijo, él había sido el candidato perfecto para satisfacer todos los deseos y necesidades que Lucius pudiera tener en sus momentos de soledad.


Sin embargo, se repetía muchas veces que algo que se le hacía singular era que, Lucius aquel día en la oficina de Draco, le había dicho que sería paciente y en su momento no lo entendió, pero después agradeció que no hubieran pasado más allá de besos y caricias por encima de la ropa; porque, no fue hasta que estuvo solo en su habitación, se dio cuenta que no estaba tan listo mentalmente como pensó para entregarse de esa manera o al menos no ese día.


Aunque, lo que había logrado que le moviera el piso fue cuando le mencionó que no buscará en él eso que no estaba dispuesto a darle. Creyó que se sentiría demasiado incómodo con el patriarca después de esa noche, de hecho, pensó en cómo lo podía evitar durante unos días y estuvo a nada en pedirle a Draco que no lo dejará solo con su padre en lo que sus nervios, y coraje, disminuían. Pero desistió rápidamente al acordarse que Draco no sabía nada, por lo que se le haría extraño, ¡y Draco no tenía por qué saber eso!, estaba seguro que le sacaría las respuestas a punta de varita y, cuando supiera todo lo que han hecho su padre y él, lo mataría sin dudarlo, jamás de los jamases permitiría tal cosa.


Gracias a la salud mental de ambos, no fue necesario. No pasó ni un día, después de eso, cuando las cosas con él y Lucius habían prosperado para bien.


Lucius había mejorado la manera en la que lo trataba, ya no le exigía tanto las cosas y trataba de seguirle un poco las pláticas espontaneas que se sacaba de la manga. Si bien aún era un hombre demasiado serio y difícil de tratar, notó que intentaba hacer un esfuerzo, incluso aseguraba que Lucius se miraba interesado en las cosas que le contaba, unas más personales que otras, aun así eran pequeños detalles en él que lo hacían sentir más cómodo con su presencia.


No entendía realmente que pasaba y eso hacía que casi no estuviera tan titubeante con todo aquello.


Casi.


Días posteriores a su primer encuentro, y cuando meditó mejor la situación, le había causado conflicto la edad de Lucius. Pensó que tenía la edad suficiente para ser su padre, por lo tanto calculaba que había una diferencia de edad de al menos veinte años, no era nada insignificante en lo absoluto y se sintió idiota cuando no había pensado en esa cuestión, mucho más porque en realidad eso no le había importado. Tener diferencia de edades, entre parejas, no era visto como algo extraño, siendo algo común tanto en épocas pasadas como en la suya, independientemente el motivo que tuviesen para dichas uniones; si bien él no debía imitar lo que los demás hacían, por algún motivo nunca se lo cuestionó, simplemente lo aceptó como fuese.


Sin embargo, pensándolo y analizándolo más detalladamente, la edad era solo un número a comparación de su verdadero conflicto.


El verdadero problema caía en que ese hombre era un mortífago, uno bastante poderoso, que aún tenía la medalla por ser uno de los más fieles seguidores del asesino de Harry, de muchos en el mundo mágico y, no solo eso, no sabría nunca cuanta gente no pasó por sus torturas y malos tratos. Se sintió tan mal consigo cuando recapacitó, hace unos días, que desde un principio había disfrutado de toda la situación.


Pero no lo podía evitar. Los encuentros eran casi diarios, eran encuentros nocturnos escondidos en la habitación de Lucius y el mayor era tan diferente cuando estaba con él así, de ese modo, se tomaba su tiempo, haciéndolo disfrutar de cada una de sus caricias y enseñándole cada parte sensible de su cuerpo que ni él sabía que tenía. Era en esas noches que podían olvidar quienes eran y solamente eran ellos, Lucius y Ron, dos personas en busca de algo, algo desconocido, algo a lo que no le podía poner nombre simplemente porque no lo entendía; no comprendía que era lo que sucedía, mas era tanto que llegó a un punto donde estaba comenzado a reaccionar, a esas atenciones, no únicamente con su cuerpo.


Cada día se repetía una y mil veces que era necesario para lograr su cometido y necesitaba creérselo para no sentirse tan culpable y calmar su errático corazón. Necesitaba creer que era únicamente para ganarse la confianza del mayor y poder reunirse o, mínimo, saber de los suyos. Necesitaba creer que se enfrascaba tan bien en su trabajo y que era la persona indicada para llenar el vacío que dejó la ausencia de Narcissa.


A pesar de que aquel pensamiento le dejaba una sensación extraña en su pecho, así que trató de ignorarlo.


— Si te está molestando el clima, podemos entrar. —murmuró Lucius a su lado y Ron lo miro sin entender—. Tienes un gesto raro en tu cara.


Los días eran cada vez mejores, más amenos ante su nueva rutina, una nueva rutina que ya no deseaba que cambiase por lo cómodo que lograba sentirse. Eran las tardes frescas en donde Lucius decidía salir, y llevárselo con él, al gran balcón de la mansión; la vista era simplemente hermosa, daba por completo al área inmensa de los jardines de dicho lugar y lo tenía tan maravillado, sentía como sus ojos se iluminaban cada vez que salían ahí, como si fuese la primera vez.


Ambos iban a aquel lugar, un par de días a la semana, juntos, después de la comida, recibiendo con gusto las brisas frescas que daban indició al final del verano. A Ron le gustaba cerrar sus ojos y permitirse disfrutar de esos momentos en los que podían estar envueltos en la tranquilidad que ese paisaje le brindaba, le gustaba dejarse gozar cada segundo que permanecían en ese balcón.


— No, no es eso. —contestó, carraspeando al verse inmerso en sus pensamientos de nuevo—. Solo pensaba.


— No sabía que los Weasley eran capaces de pensar. —dijo Lucius con intención de burla, haciendo desaparecer todo rastro de nostalgia en su rostro. Esas eran las clases de comentarios donde Ron se daba cuenta que Lucius no había cambiado tanto como él imaginaba.


Ron rodó sus ojos—. Le sorprendería lo listos que somos, señor Malfoy.


Lucius soltó una carcajada tan fuerte, ante su respuesta, que Ron no pudo evitar reflejar la molestia en su cara.


— Lo dudo demasiado.


— No me subestimes, Lucius. —dijo Ron, entre dientes, irritado.


— En ese caso, dime, ¿qué crees que pensaría tu padre si supiera-?


— ¡Oh, no! —lo interrumpió ahora bastante molesto, sabiendo a dónde quería llegar con su pregunta—. Ni siquiera vaya a terminar esa pregunta.


— Que fácil pierde el piso, Ronald. —la sorna en su comentario, y la sonrisa burlesca en su rostro, hicieron que Ron se sintiera abochornado y que un calor pasara por sus mejillas—. Bien. Entonces, ¿en qué era lo que pensabas?


En todo y nada a la vez, le hubiese gustado contestar para que Lucius no preguntará por más, pero no lo hizo. Había todavía un detalle que no habían sobrepasado ninguno de los dos, más de su parte que la de Lucius, y era el abrirse con temas delicados como lo eran sus pensamientos actuales. Siendo sincero con él mismo, le molestaba que sus pensamientos ya no eran como antes y que ahora terminaran reduciéndose siempre en alguien, haciéndole sentir extraño y a la vez no demasiado.


Entonces Ron, en su silencio, pensó detalladamente en esa pregunta, ¿en qué era lo que pensaba?


En ti, concluyó. 


Esa era la verdad, aunque no quisiese admitirlo nunca. Ron sabía que, tanto él como Lucius, tenían realidades distintas, uno ganador y otro perdedor, y era esa realidad la que hacía que no expresara sus pensamientos. No se sentía cómodo con ellos, sentía que sería como darle a Lucius una razón, pero... ¿una razón para qué?


— En mi familia. —mintió, deseando que esa fuese la verdad.


Lucius guardó silencio por unos momentos—. ¿La extrañas?


Esa era una pregunta que no esperaba y era algo que a él no le gustaba pensar. Su familia, era imposible que no la extrañará. Pensar en ellos era saber que les había fallado a todos y cada uno de ellos, que les estaba fallando con cada segundo que pasaba y eso era siempre lo que lo deprimía más y hacía más palpable esa realidad que los diferenciaba.


Pero había algo, algo que se cuestionaba sin motivo, que llegó a él hasta que logró pensarlo sin quererlo y se sorprendió ante ello.


¿Qué era lo que en realidad extrañaba?


— Sí. —Ron contestó sin vacilar, no porque fuese del todo verdad, fue más que nada para creerse él mismo esa respuesta—. Siempre.


Lucius solo asintió y, dejando su bastón a un costado de la silla, se levantó y caminó despacio a la orilla del balcón. El hombre mayor, permaneció en total silencio, Ron decidió observarlo, ignorando todo pensamiento anterior por su bien y, cuando su vista terminó clavada en el rostro de aquel hombre, observó que se miraba distinto a otros días. Se asombró por su descubrimiento, ya que Lucius era una persona difícil de leer, pero a veces se permitía momentos de vulnerabilidad, como esos, en los que su rostro reflejaba más que nada nostalgia, como si estuviera recordando días que pasados, los que pudieron ser y no fueron. Le sorprendía cuando esto sucedía, no pasaba seguido ni por tanto tiempo, pero le dejaba una extraña sensación en el pecho cuando esos días llegaban. Era como si Lucius quisiese que Ron notara su máscara caer, permitiéndose ser libre en su presencia, una libertad que se le había arrebatado por solo tener el apellido que tenía y lo mismo pasaba con Draco.


— Soy un hombre que está totalmente solo, Ronald. —dijo de repente Lucius, con pesadez en su voz, mientras se acercaba a él. Quedó a pocos pasos y Ron se desconcertó al verlo un poco decaído.


— ¿Perdón? —preguntó extrañado.


— ¿Alguna vez deseaste que todo fuera diferente?


— Hay días que sí. —se apresuró a responder por el cambio de conversación—. Pero hay otros en los que pienso que todo pasa por una razón.


— ¿Crees en el destino? —preguntó Lucius después de una pausa. Su mirada, fija en su rostro, hacía que el rostro de Ron adquiriera un rubor en sus mejillas, avergonzándolo.


Un deseo por terminar de acortar la distancia entre ellos y tocar su rostro lo invadieron tan repentinamente, dejándolo confundido. No comprendió el por qué de ese inesperado sentimiento, lo único que entendía era que le gustaría traspasar todas sus barreras y ver que había detrás de ese hombre, deseaba ver quién era él en realidad, deseaba ver más allá de un simple apellido y de una marca en su brazo.


Era como un anhelo que despertaba en él y no le terminaba de agradar demasiado esa sensación.


— Sí. —contestó con una ligera sonrisa bailando en su rostro.


En un movimiento, tomándolo totalmente desprevenido, Lucius tomó su mano con la suya, cerrándose entre sus dedos y, pasmado, volteó hacía sus manos entrelazadas. Su respiración se comenzó a acelerar, como si en cada suspiro se le escapase, y sintió un cosquilleo extraño en la boca del estómago, se sentía como un calor abrazador pasar por todo su torso.


Lucius tomó, con su mano libre, su barbilla y logró que de nuevo lo mirase. Esos ojos grises que no le apartaban la mirada parecían invitarlo a algo que no terminaba de entender. El ambiente entre ellos había cambiado de pronto, un ambiente más íntimo, más mágico y le dieron ganas de retroceder, sintiendo que eso no era correcto, que no deberían de estar de esa manera tan intima, pero antes de que pudiera dar un paso, Lucius acunó su mejilla y unió sus frentes, provocando que dejara de pensar y se desconectara de la realidad.


— No entiendo. —susurró Ron y sus narices comenzaron a chocar entre sí, una urgencia desconocida empezó a nacer en él.


— No tienes que hacerlo. —dijo el mayor, de una manera tan sincera que le caló hasta en la piel. Lucius no le dio tiempo a que pudiera responderle, únicamente pegó sus labios con los de Ron, fundiéndose ambos en un beso que no sabía estaba ansiando tanto.


Ron comenzó a temblar por las repentinas sensaciones y estuvo a nada de perder el balance, pero la mano que hace unos momentos estaba entrelazada con la suya, se afianzó firmemente rodeando su cintura, pegándolo más a su cuerpo y sosteniéndolo. Dejándose llevar, rodeó con sus brazos el cuello de Lucius, profundizando más ese beso sin ninguna vergüenza y se dejó guiar por esas nuevas emociones.


En algún punto de ese beso desenfrenado, las manos de Lucius habían comenzado a repartir leves caricias por su espalda, caricias que lo estaban haciendo estremecer y soltar pequeños gemidos y eran acallados por la boca del otro.


No fue hasta que se separaron, por la falta de la agitación del momento, y sintió a su corazón palpitando con fuerza en su pecho, que comprendió que definitivamente no había medido, ni previsto, la situación en la que había decidido meterse.


De pronto, sus planes de querer escapar quedaron suspendidos en el aire.

Notas finales:

Dos almas rotas que inconscientemente se buscan entre sí... que más da lo demás. Aunque, datito importante: recuerden que estamos ambientados en el siglo pasado (a lo mucho a inicios de siglo) con personajes que fueron criados entre los años 50's y 80's ;)

¡Espero y les haya gustado este capítulo!

¡Díganme que les pareció! Estaría muy agradecida y me motivaría a subir el resto de la historia. Si hay alguna falta de ortografía, una disculpa de antemano.

¡Nos leemos! ♥


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).