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Before you go por Little Bully

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Notas del capitulo:

¡Gracias a todas las personitas que leyeron!

Disfruten el capítulo.

Las festividades navideñas con los Malfoy eran bastante raras, aunque raro no era el término correcto para emplear, pues él estaba acostumbrado a otro tipo de celebraciones. Las celebraciones que siempre lo envolvieron fueron unas en donde estaba rodeado de muchas personas especiales, comiendo todo lo que hubiera sin parar, cantando, bailando, alegres de estar todos juntos y no algo tan seco como aquello. 


Empezando por la decoración de la mansión, la cual había empezado casi un mes antes de navidad, ya que, según a lo que los elfos le informaron, esa era la manera en la que se preparaban todos los años porque se tardaban bastantes días al tener que estar todo de manera extravagante, pero sin caer en lo llamativo. Se rió un poco ante lo ridículo y exagerado que le sonó esa idea, mas no era como que pudiese negarse y Ron, al ser la primera vez que decoraba un lugar tan grande, ayudó a los elfos como pudo. Había muchas cosas que todavía se le dificultaban sin el uso de magia, pero intentaba lo mejor que estaba en sus manos; se negaba a dejar que algo como eso le ganará y, menos, delante de esos dos, no les tenía porque dar la satisfacción de verlo fallar después de todo, aún conservaba un poco de orgullo.


A pesar de que, al principio, creyó que los elfos doméstico habían exagerado, le asombró verse trabajado, sin parar, por días enteros. Fue justo como le dijeron. Pero, a fin de cuentas, cansado y desvelado, tuvo la fuerza para quedar fascinado cuando pudo observar el resultado final de su arduo trabajo y hasta se sintió orgulloso. Toda la mansión terminó decorada entre colores tan tradicionales, como lo eran el verde, el plateado, el dorado y uno que otro rojizo, que se miraba con tanta vida como nunca antes; se sentía incluso acogedora, con un calor sin igual, como si ese inmenso lugar desprendiera amor por todas partes, tal cual debería de sentirse en esas fechas.


No pudo recordar en que momento la mansión, ese lugar que un día le pareció salido de un cuento de terror, pasó a ser justo lo que era: un hogar.


Quedó tan prendado de la belleza de la mansión, por unos días, que no había parado a celebrar con orgullo el hecho de que Draco lo había ayudado con las últimas decoraciones. Les había dicho a los elfos que ellos terminaran de decorar el resto de la casa, pero por la parte exterior, mientras que él decoraría lo que le causaba más emoción: el árbol. Pidió que le tocara decorar el salón principal con el árbol que iba a tener lugar ahí; lo externo al árbol no le causo tanto conflicto, fue el árbol en si al ser enorme, casi tan enorme como los que había en Hogwarts, y no supo ni como empezar a adornarlo. Cuando pasó lo impensable fue en el momento que casi caía al tropezarse con sus propios pies, arruinando lo poco que llevaba, Draco al verlo lo ayudó a recoger lo que había alcanzado a tirar y, en el instante que enredó las primeras cuerdas de las luces, el menor de los Malfoy ya no se le despegó hasta que terminaron de colocar la última esfera.


Fue agradable tener a Draco haciéndole compañía durante esos días, de los dos Malfoy, era el que parecía un poco decaído desde que inició el frío mes de diciembre y, pareció, se había animado durante los días que estuvieron juntos. Terminaban peleados casi todo el tiempo, hasta le cantaba esa humillante canción que le había inventado: «… por eso los Slytherin debemos cantar: a Weasley vamos a coronar. Weasley nació en un basurero…» En ningún momento lo entendió porque ni siquiera estaban jugando Quidditch. Por lo que, más de una vez le dieron ganas de hacerlo sufrir y arrancarle de su cabeza cabello por cabello, pero lo que le relajaba era que se miraba más compuesto y, él tampoco iba a negarlo, la compañía de Draco también le había servido para que no se sintiera tan solo. Vio la situación como un ganar-ganar, ambos se distraían mutuamente.


El banquete había sido otra historia, recriminó hasta que se cansó que fue algo grande para solamente ellos dos. Los elfos y él, se tomaron casi todo el día en la cocina corriendo de aquí y allá, como si estuviera preparando comida para mil invitados. Habían pedido platillos en específico, tales como: pigs in blankets, devils on horsesback, pavo asado y relleno de verduras como zanahoria, col de Bruselas, chirivía y cebolla, acompañado de papas asadas, salsa de arándanos y salsa de pan; también, se preparó la bebida Mulled Wine y se mantuvo en frías temperaturas el champagne para el brindis, finalizando con el clásico Christmas Pudding como postre.


Tuvieron mucho cuidado de no equivocarse en nada pues Seemey le había advertido que si eso sucedía, les iba a doler bastante los castigos. Le dio cierto pánico pensaren ello, desde que estaba ahí, nunca le había tocado apreciar un castigo o tortura como tal, pero no tuvo más opción que creerle al saberse los elfos sabían de lo que hablaban, así que todo tuvo que ser visto casi bajo lupa.


Pero se decepcionó un poco al final porque, para haber sido lo que fue, se imaginó algo más animado el ambiente. Creyó que entre padre e hijo podía convivir bien, aunque sea en esa fecha, y hacerse compañía uno al otro; no obstante, no hubo más que silencio a la hora de la comida. Únicamente logró escuchar uno que otro murmullo. Para todo el esfuerzo que fue, durante casi todo ese mes decembrino, todo había sido demasiado frío al final, recordándole que ellos también habían tenido sus bajas y que no era el único al que esa fecha podía causarle más que tristeza.


Desde que el invierno había querido iniciar, fue suficiente recordatorio de que seguía estando donde estaba, sin saber nada de nadie y que esas iban a ser sus primeras fiestas navideñas y de año nuevo sin nadie, sin su familia y sin ningún rostro conocido más que el de los Malfoy. No quiso pensar mucho en eso, pero era cierto, por más que quiso esquivar ese pensar, no lo pudo evitar por más tiempo.


Y fue que ahí, después de haber encontrado la vista perfecta y que las luces navideñas le brillaran en su rostro con intensidad, sentado debajo del árbol, se puso a reflexionar que era lo que realmente quería.


Se le había contraído el corazón al pensar en todos sus conocidos y el imaginar lo que pudieran estar pasando, dónde pudieran estar metidos o si seguían con vida. Durante todos esos días, evitó con todas sus fuerzas no dejarse caer y llorar por las noches, era algo que había dejado de hacer hace tiempo pues se había sentido con la fuerza suficiente para no hacerlo de nuevo y lo único que rogó, a todo aquel que lo pudiera escuchar, fue que le diera una señal para poder saber sobre su familia, lo pidió hasta como su regalo de navidad, no iba a pedir nada más que el saber de sus allegados.


Realmente le dolió el saberse que iba a estar sin alguien que realmente lo apreciara. La soledad no iba bien con él, pero le fue más doloroso el saber que iba a estar solo, sin alguien que lo quisiera y compartiera sus sentimientos añorantes de cariño.


Suspiró al pensar en una persona en específico con la que deseaba compartir algún sentimiento y no entendía el motivo, le hacía revolverse el estómago de solo imaginarlo y el que exitosamente lograra, con cada vez que se veían, que se le olvidaran todos sus pesares y sufrimientos, hacía ese malestar aún peor.


Lucius cada día pedía más de su compañía y prolongaba más sus encuentros, poniéndolo confundido. Al inicio del mes decembrino, algo había hecho a el mayor reaccionar de otra manera, estaba diferente, más tranquilo, sus platicas eran más apacibles, lo había empezado a tratar con suavidad dentro y fuera de esa gran habitación y él estaba ahora sí reaccionando a eso. Era como si realmente Ron quisiera su compañía en cualquier momento que pudiesen estar juntos, logrando que poco a poco el dolor de los últimos meses definitivamente desapareciera e, inconscientemente, había empezado a buscar más el calor de Lucius, llegando a que se replanteara que era lo que realmente deseaba hacer y no lo que debía.


En ese pensar fue que se percató de que había algo que andaba mal, muy, muy mal con él.


En el preciso momento que le llegó la primera advertencia, en el instante que se dio cuenta que algo mal estaba sucediendo, fue cuando le comenzaron a molestar las fotografías de Narcissa alrededor de la mansión, sobre todo en la habitación de Lucius. Su cerebro se circuito al sentirse cada vez peor cuando estaba ahí y miraba las fotos de ella, o de ellos dos juntos, ya que para él eran el recordatorio de que todo era una ilusión que acababa nomás al salir y cerrar la puerta, que no tenía cavidad en la vida de Lucius de ninguna manera más que de amo y sirviente el cual cumplía solo con una orden.


Al principio imaginó que era por la culpa. Su esposo la estaba engañando, y con él todavía además, pero cuando se dio cuenta que no era culpa sino rechazo fue que comenzó a paniquearse y tuvo que replantearse mil y un maneras su propósito inicial, por qué había aceptado toda esa situación; al no poderse responder, pensó si estaba tan seguro de que lo correcto era escapar, entonces al preocuparse por dejar solos de nuevo a esa familia, a Lucius, se contradecía demasiado y no sabía qué hacer. Esos confusos sentimientos lo hacían vacilar.


Lucius no le había dado libertad por la mansión, pero sabía que podía desobedecerle y que en las noches podía salir a buscar alguna salida, ¿por qué no lo hacía?, él no era así, no quería conformarse con esa vida, no quería vivir sin ser realmente libre, sin poder usar su magia, sin poder ayudar aquellos inocentes y por lo que tanto lucharon. Si se quedaba ahí, así con él, no solo era fallarse a sí mismo sino a Harry y a su familia. Después de todo lo que pasaron, no podía hacerles eso, no era apropiado quedarse en ese lugar y aceptar todo sin más, sabía que debía hacer todo por irse, entonces ¿por qué? ¿por qué no hacía nada?


De hecho, al pensar en todo aquel embrollo, lo hacía caer en un pensamiento de que estaba simplemente ofreciendo sexo, de algún modo, por estar ahí y los confusos sentimientos lo terminaban agobiando, haciéndose horribles y asfixiantes.


No se dio cuenta que había empezado a llorar hasta que soltó un lastimero sollozo.


Aún no estaba seguro de lo que pasaba con él, haciéndolo asustarse demasiado. Eso era justo lo que temió desde un principio que le pudiera pasar y repudió el instante en el que pensó que esa iba a ser una buena idea.


— ¿Qué se supone que estás haciendo? —la voz de Lucius se escuchó por toda la sala, tomándolo tan de sorpresa que lo hizo saltar del susto. Volteó en su dirección y, cuando lo vio parado a pocos pasos de él, hizo que su corazón latiera tan deprisa a tal punto que pensó le iba a dar un ataque.


— Lo-lo siento, solo quería ver el-el árbol. —soltó con rapidez, tartamudeando al mismo tiempo que secaba sus lágrimas, lo mejor que podía, para que Lucius no logrará verlas—. Si me vas a hacer algo-


— Te fui a buscar a tu habitación y no estabas, fue que te percibí aquí.


Lucius no parecía molesto. Ante sus azulados ojos, el hombre se miraba totalmente sereno, posicionado en su recta postura, tan típica que Ron nunca podía adivinar su estado de ánimo solamente con verlo.


— Si me vas a hacer-


— Si vuelves la decir eso, si lo haré, así que no digas nada. —advirtió el mayor, aún sin ningún tipo de expresión, pero con un deje de molestia en su tono de voz.


Ron prefirió guardar silencio y desplomarse en el piso, soltando el aire que había contenido. Si Lucius no estaba enojado, a pesar de que se había salido de la habitación sin permiso, entonces no lo haría enojar por otra cosa y provocar que le llegara a hacer algo en plena madrugada del veinticinco de diciembre. Volteó de nuevo a ver el árbol, buscando tranquilizase.


Verdaderamente no pensó lo que hacía. Ron se había sentido tan abrumado en la habitación al estar solo, y sin saber de su familia, que lo primero que hizo fue en salir de ahí e ir al árbol a sentarse como lo hacía, cuando estaba niño, en La Madriguera. En algún punto de la noche, sí había logrado tranquilizarse, al estar sentado, viendo las luces en ese gran árbol brillar; había logrado desconectarse de todos esos pensamientos de separación y abandono, que no le habían durado mucho. Sin embargo, nunca imaginó que Lucius lo fuera a ir a buscar a él precisamente pues, hasta esa noche, nunca lo había hecho.


— ¿Qué es lo que estás haciendo? —Lucius preguntó y su voz se volvió a escuchar por todo el lugar.


Ron suspiró—. Le contaba unas cosas al árbol.


— ¿Cómo por qué razón le hablarías al árbol? —preguntó Lucius con confusión, haciendo que riera ligeramente.


— No es que le hablara en si. —Ron escuchó los pasos de Lucius acercándose a él, acortando la distancia entre ellos—. Solo te sientas en el piso y ves las luces, haciendo que ellas te transporten mientras piensas.


Se incorporó de nuevo durante su pequeña explicación y miró con más detalle a Lucius, apreciando que se encontraba en lo que parecía ser su pijama, un pijama en color negro que hacía realzar la blanquees de su piel y lo rubio de su cabello, las luces del árbol lograban que sus ojos brillaran con intensidad. Se removió en el piso un poco incómodo, no podía creer que el mayor aun en pijama se viera bien y se sintió nervioso al ver que él había salido con la ropa que traía puesta desde el día anterior, encontrándose a ese punto todo desarreglado.


— ¿Solo así? —preguntó un tanto burlesco—. ¿Lo único que haces es sentarte en el suelo, viéndolo?


— Solo así. —Ron asintió, ignorando el tono que Lucius había utilizado—. Viendo las luces te puedes olvidar de todo lo demás.


— Suena extraño.


— Puede que lo sea —contestó, encogiendo un poco sus hombros—, pero yo lo hacía de niño cuando estaba en La Madriguera. Y ahora, viéndolo, me hace recordar esos momentos... me hace sentir a cuando estaba seguro.


— ¿Aquí no te sientes seguro? —le cuestionó Lucius en un tono que no supo identificar, le sonó como algo cercano a la indignación.


Obviando lo anterior, que le había resultado raro, Ron no quiso responder. sabía muy bien la respuesta ante esa pregunta, mas no se la confesaría a Lucius ese día o en algún momento cercano. No quería hacerle saber que ya estaba tan cómodo ahí como para no sentir peligro, no confiaba en él lo suficiente, no al menos para darle ese tipo de sentencia, menos al imaginar que el mayor podía hacerle algo al obtener ese dato. Tal vez se encontrase contrariado con él mismo, pero todavía lograba mantener cierta alerta ante Lucius que no le permitía bajar la guardia del todo.


— Es reconfortante. —le dijo para desviar la conversación—. Cuando eras niño, ¿nunca hiciste algo como esto?


— No. —contestó con seriedad, cruzándose de brazos y no logrando apreciar si era debido al frío o a su respuesta.


No le había puesto atención, pero el salón estaba tan helado y el piso estaba casi congelado que no supo como lo pudo haber ignorado antes. Por haber estado sin hacer movimiento alguno durante un tiempo, toda su espalda y piernas le habían comenzado a protestar por el álgido del lugar. Volteó de nuevo en dirección al árbol para ver si, de esa manera, volvía a ignorar el frío.


— Entonces, ¿por qué no te sientas y me acompañas aquí? —Ron pensó rápidamente en eso y aún sabiendo que iba a recibir una negativa, se animó a preguntar y palmeó el suelo, con una mano, a uno de sus costados.


Se concentró de nuevo en el árbol al no percibir movimiento por parte de Lucius, sin embargo, antes de pensar en algún tema de conversación, se sobresaltó cuando sintió el calor de Lucius junto a él y, boquiabierto, volteó a ver que se había sentado justo a su lado, en el suelo. No creyó que realmente fuera a hacerlo, ellos que siempre se jactaban de hacer las cosas con finura, por lo que estar en el piso no era una de ellas.


— Vaya, ¿dónde quedo la elegancia Malfoy? —se atrevió Ron a bromear.


Lucius se encogió de hombros—. Desde que estuve en Azkaban dejé de ser un poco refinado, como podrás haber notado.


Ron pensó por un momento que rayos podía decir ante aquello. Lucius había estado en Azkaban, recordaba vagamente cuando era un secreto a voces en Hogwarts; todos los sabían, claro estaba, había salido incluso en El Profeta, pero nunca nadie decía algo al respecto. No obstante, como eran esos casos, unas veces escuchó a algunos alumnos burlándose de Draco por el hecho de que su padre estuviera encerrado y, si bien nunca se burló de Draco directamente en su cara, si fue uno de los que soltó uno que otro comentario sobre que se lo merecía, tanto Lucius como Draco, por todo el mal que habían causado. 


Que Lucius lo dijera, tan abiertamente, lo hacía realidad.


— Espero no lo digas por mí. —contestó Ron al final, tratando de seguir con su tono de broma, para aligerar la pequeña incomodidad que sintió.


Lucius bufó—. Justamente por eso lo digo.


— Fue tu decisión.


— Y estuviste de acuerdo.


Ron sonrió y no dijo nada para concentrarse con más intensidad en el árbol. Y no era solo por concentrarse en las luces tan centellantes enfrente suyo, sino porque no podía refutar a ello, era verdad que él había aceptado todo desde un principio, había aceptado aún cuando había dicho que lo tendrían que obligar, había aceptado aún cuando dijo que pelearía ante cualquier cosa que ellos quisieran de él, había aceptado y ya estaba.


Era justo en eso que él sentía que ya se estaba contradiciendo con todo y con todos, sus pensamientos lo hacían sentirse confundido, una confusión a la que todavía no podía no le daba razones de existir. Realmente no sabía si no podía o no quería, aunque no era como que negara o afirmara algo que no sabía en realidad.


Por el momento solo estaba sintiendo y era suficiente con estar seguro de eso.


— ¿Alguna vez ellos te hicieron algo? —preguntó Lucius de repente, confundiéndolo casi al instante. Ron no supo a que se refería con su pregunta y a quienes exactamente.


— ¿Quiénes? —preguntó, despegando su vista del árbol para ponerla fijamente en Lucius, el cual se encontraba mirando directamente el árbol.


— Cuando te capturaron. —contestó y Ron pensó a cuál de las tres ocasiones pudiera estarse refiriendo. En la primera tuvo suerte, los que lo capturaron ni sabían quién era él y logró escapar. Fue cuando pudo reconciliarse con Harry y lo que los llevó a como habían terminado, pero aún así, no era como que a Lucius le fuera a importar de manera sincera, supuso que solo preguntaba por hacerlo.


— ¿Cuál de las tres veces?


Lucius dejó de ver al árbol, volteando en dirección hacía él—. ¿Habías escapado antes?


— Sí y realmente la primera vez no fue nada. —contestó sin mentiras, encogiéndose de hombros. No tenía caso mentirle con asuntos que ya habían pasado, menos con los que podía saber por otra boca—. Fue antes de que él ganara la guerra, creó que me capturaron hombres lobo o algo así, pero logré escapar... no sabían quién era yo y eso me ayudó.


Ron atrajo sus piernas a su pecho, abrazándose a ellas. No le gustaba pensar en esa primera vez. No sabía a ciencia cierta lo que le había pasado, pero fue cuando tuvo aquella pelea fuerte con Harry y Hermione, esa maldita pelea que los alejó de ellos para después arrepentirse y, a pesar de que hizo todo lo posible para llegar a ellos de nuevo, aún se avergonzaba por su comportamiento.


— ¿Y está vez? —preguntó Lucius con seriedad—. ¿Está vez si te hicieron algo?


La pregunta no la terminaba de captar, no sabía con exactitud a que se refería con que ellos le hubieran hecho algo. Lucius había visto cómo estaba, la delgadez con la que lo recogió, lo enfermizo de su aspecto, las heridas que no sanaron con los hechizos, básicamente lo vio totalmente destruido; el mayor fue capaz de ver la sombra en la que se había convertido, en una vil sombra de que lo que había quedado de él.


Entonces recordó que en la mansión había calabozos, él incluso ahí estuvo en uno de ellos, siendo la segunda vez que lo habían agarrado. Recordaba cada momento de ese encierro y todavía le hervía la sangre por la pelea que tuvieron en ese lugar.


Así que, no, no entendía a lo que Lucius se refería con eso, ¿algo como qué? si Lucius quería sacar ideas para torturar a alguien era la persona indicada a la que preguntarle. Pero no era lógico y descartó esa idea en cuanto la pensó.


Ese hombre que tenía sentado a su lado no estaba como aquella vez, también era como una sombra, pero una sombra de lo que alguna vez fue y no quedaba más que su orgullo hablando por él. Por lo cual, debía de haber alguna otra razón para que le preguntara por eso.


— Golpes, maldiciones… y más golpes. —contestó, vacilando—. No hicieron conmigo más que eso, no entiendo aún que querían ganar. No me sacaban información, no buscaban nada en verdad solo… diversión, supongo.


Tampoco le gustaba pensar en la segunda vez, fueron días horribles, él sentía que le hicieron de todo y a la vez nada, no fue para nada divertido sus días de dolor y agonía encerrado en ese asqueroso lugar.


— No me refería a eso. —dijo Lucius, esta vez, con un poco de molestia—. Me refiero a si hicieron algo contigo.


Ron captó entonces el peso ante esa pregunta y que ahí había algo, algo que Lucius no quería pronunciar, pero que sí quería llegar y sabía que preguntaba porque tenía conocimiento de eso; Lucius sabía la desfortuna de las personas que fueron capturadas, una desfortuna que él ignoraba hasta ese momento. Si llegó a pensar que lo hacían, mas solo era algo que se quedaba en su pensar y no que realmente lo supiese a ciencia cierta.


Se preguntó si Lucius lo habrá hecho alguna vez, que asco, una sensación semejante a la nausea se instaló en el fondo de su garganta de solo pensarlo.


— ¿Tú lo has hecho? —preguntó sin poder contenerse, esperando no obtener una respuesta afirmativa.


Lucius lo miró asqueado en cuanto terminó su pregunta—. Seré muchas cosas, Ronald, pero nunca haría algo como eso.


— No. —contestó después de una pausa debido al alivio que lo recorrió ante la negativa de Lucius. Meditó un poco su respuesta, aunque no era algo que tuviera que pensar, no, era no y punto final, agradeciendo a todo el universo que no le haya tocado vivir una experiencia tan más desagradable—. Nunca me hubiese dejado.


— No sabes lo que son capaces de hacer. —dijo con severidad—. Pero qué bueno por ti.


— Me doy una idea, pero tú los debes conocer mejor, ¿no? Son tu gente, a fin de cuentas. —Ron no pudo evitar la irritación en su voz y el veneno con el que su comentario fue dicho, la expresión de Lucius cambió a una de disgusto—. Y sí, tuve suerte.


— Supongo que estar aquí ahora la cuentas como la tercera vez. —concluyó Lucius, ignorando por completo su comentario anterior.


Ron negó con la cabeza—. La segunda vez fue cuando nos metieron a tus calabozos.


— No recordaba esa ocasión. —pudo apreciar la sutil incomodidad en aquella oración. A Ron le pareció ridícula esa declaración, porque era imposible que Lucius no recordase lo que ambos habían vivido hace un cuantos meses atrás, mucho menos una experiencia tan desagradable como lo fue aquel encierro, la emoción de ese mismo hombre al imaginarse iba a entregar a Harry Potter a su señor, la tortura de Hermione por parte de Bellatrix, la pelea con la que todo ese asunto culminó; entre más seguía pensando en eso, más que molestaba con toda su situación. 


— No recuerdas que Harry te puso una paliza, a tal grado que te dejó desmayado al lado de la chimenea. —finalmente, prefirió canturrear burlesco. No obtenía nada enojándose más por todo lo que estaba en el pasado, lo que sucedió eran cosas que ya no podía redimir ni cambiar, por más que así lo deseara. Por lo contrario, si seguía yéndose por esa línea de recuerdos, iba a arruinar sus pequeños grandes avances y él no podía permitirse algo así.  


Lucius dirigió su vista al árbol—. ¿Se supone que encuentras esto relajante?


— No. —fingió toser para no comenzar a reír por el obvio cambio de tema—. No relajante, pero si confortante.


— Pues ni una ni otra.


— No es mi culpa que seas un hombre amargado. —dijo sonriente e imitó a Lucius y fijó su vista en el árbol de nuevo.


Ignoraría la conversación que acaba de tener. Teniendo el árbol frente a él, le hacía transportarse a cuando era niño y se ponía a esperar, con ilusión, la llegada de los regalos, diciéndole entre susurros sobre cómo fue un buen niño durante todo el año y que se merecía todo lo que pidió. Sin embargo, la verdadera magia era cuando compartías ese momento con alguien más, de preferencia con alguien especial, ahí era cuando sentías que tanto haber esperado por esas fechas valía la pena y que en compañía del árbol podías ser tan infantil como quisieras sin nadie que te juzgara.


Conforme fue creciendo se fue haciendo diferente, le gustaban esos momentos de soledad para pensar y meditar todo lo que pudo o no haber hecho en el año y si había tomado buenas decisiones, era como si el árbol te diera la respuesta a todas tus preguntas y era alentador. Pero la costumbre seguía siendo la misma.


No esperaba que Lucius entendiera ese sentimiento, o esas sensaciones, que te embargaban en el momento que estabas frente a un árbol navideño. Era algo que nunca había hecho ni de niño ¿cómo lo iba a comprender? No se imaginaba que infancia tuvo que haber tenido para no haber disfrutado de algo tan simple como eso, e ideaba, estuvo solo también todo el tiempo, sin nadie con quien compartir esos inocentes momentos que hacían en tu pecho nacer una emoción de calor.


— ¿Te hubiese gustado saber algo sobre tu familia? —preguntó Lucius como si nada, rompiendo el pacifico silencio que los había logrado envolver, tomándolo totalmente desprevenido, tan desprevenido que volteó a verlo pasmado y no sabiendo que responder a esa pregunta o no. ¿Qué si le hubiese gustado, dice? Era algo bastante obvio que él hubiese amado saber algo referente al paradero de su familia o, al menos, saber si estaban con vida, no tenía ni sentido que le preguntara algo así.


— Claro que sí. —contestó al final suspirando—. Es lo único que pido todos los días.


Lucius asintió—. ¿Supiste algo sobre ellos antes de estar aquí?


— Sé que asesinaron a Fred. —respondió sin pensar. Su boca había reaccionado antes que su cerebro y no había manera de echarse para atrás una vez el tema puesto sobre la mesa.


Nunca habían hablado sobre su familia, era un tema que le dolía demasiado como para tocarlo con Lucius. Ron sentía que era la persona menos indicada para hablar sobre aquel tema, ya que no le gustaría que usara esa información en su contra. Era algo que él se guardaba en su corazón y no lo hablaba con nadie, no quería que vieran su vulnerabilidad y lo indefenso que se sentía al no estar con su familia o saber de ella. A veces, no entendía a Lucius y menos la razón de porqué optaba por preguntarle esa clase de cosas tan de repente y justo esa noche.


Con pesar se permitiría un momento debilidad, no lo deseaba, pero por alguna razón sintió que podía confiar, aunque sea un poco y no entendió por qué.


— ¿Él era…?


— Uno de los gemelos… él, bueno, a él lo mataron en la primera pelea en Hogwarts, en el momento que lo miré tendiendo en el piso, no tienes idea de cuanto…  ¿por qué preguntas algo como eso? —preguntó dolido ya no queriendo continuar. Haber visto a uno de sus hermanos mayores sin vida, en el sucio suelo, era algo que nunca iba a poder olvidar ni con el más fuerte de los hechizos.


Recuerda tan frescamente la cara de cada miembro de su familia, el dolor en cada uno de sus hermanos, la mirada herida de su padre y la cara desolada de su madre, pero nada tan devastador como el haber visto a George llorando desconsolado y sin poder parar debido a la impresión de haber perdido a su otra mitad, ni él se podía imaginar lo que debió de haber sentido.


— Lo puedo notar en tus ojos. —susurró Lucius tan bajo que Ron apenas pudo escucharlo—. Estuviste llorando.


— ¡No es cierto! —negó tan rápido que atropelló las palabras. Creyó que Lucius no lo había notado y se sintió avergonzado por ser descubierto en su momento de flaqueza. Al menos no lo había visto llorar, él dijo que jamás iba Lucius a volver a verlo derramar lágrimas y pensaba cumplirlo a como de lugar.


— No puedes esconder nada de mí, Ronald. —dijo divertido. Ron estaba seguro no haber escuchado antes hablar de ese modo al mayor, logrando que omitiera sus sentimientos de dolor en un solo instante. Su corazón comenzó a latir con un poco de rapidez—. No cuando tienes un hijo como Draco.


Ron se carcajeó—. No me digas que, después de todo lo que hemos hecho, vas a querer hacerme una lectura como padre, Lucius... creó que eso sería muy raro hasta para ti.


— No seas ridículo. —a pesar de que empleó el mismo tono de voz, estaba seguro que Lucius rodó sus ojos. Ron rió con más fuerza ante esa idea—. No ha sido esto fácil para Draco.


Al parecer no fue la única persona que notó el ánimo decaído de Draco. Si bien no era algo extraño en el menor de los Malfoy desde que había llegado a la mansión el verlo a veces desanimado, era algo que se le pasaba rápido y lograba ocultarlo cuando su padre estaba cerca. Era evidente que se debía a las fiestas el que ese abatimiento se intensificara ya no pudiéndolo ocultarlo por más que se esforzó.


Ahora comprendía que todos tenían sus cargas y no quiso preguntarle más de lo que debía para no hacerlo sentir peor, era algo de lo que se hubiera aprovechado en cualquier oportunidad de haber estado en Hogwarts, como en los viejos tiempos, pero no ya no le mofaba el verlo así. De algún modo lo entendía y no podía siquiera soltar una burla respecto a ello.


— Puedes hacer las fiestas más amenas para él. —dijo con simpleza, soltando sus piernas y estirándolas para quitar el entumecimiento que lo empezó a molestar de la nada.


— Este año no hubo la gran fiesta de navidad en la mansión.


Ron soltó un pequeño bufido—. Estas fechas no solo se basan en eso, navidad y año nuevo se tratan de estar rodeado de las personas que más amas.  Es poner el árbol juntos, desayunar juntos, abrir los regalos juntos, el brindis, es hacer todo juntos. Simplemente son celebraciones en familia, no una gala.


Lucius no dijo nada por unos momentos y suspiró—. Nunca hemos tenido esa clase de acercamiento.


Suponía que clase de padre era Lucius. En ese tiempo, observó la manera en la que trataba a Draco y, por la personalidad de este último, seguía firme en su pensar que Lucius era una persona demasiado difícil y de padre aún más, de ahí derivaba absolutamente todo. Imaginba que Lucius no había conocido otra cosa, siendo criado de esa modo, por lo cual hizo que Draco no conociera otra cosa tampoco y había desencadenado una crianza a base de reglas y regímenes bastante estrictos que hizo que no tuvieran la clase de comunicación de una familia amorosa.


— Deberías acercarte más a él entonces. —habló como si fuese lo más obvio del mundo, pero esperaba no hacer enojar a Lucius con su comentario.


— ¿Qué quieres decir? —cuestionó y, está ocasión, Lucius posó su intensa mirada en él, analizándolo.


— Acercarte como un padre, habla con él, dile todo lo que piensas. —se enderezó un poco tratando de acomodarse mejor ante la mirada de Lucius—. Así, tal vez, aún puedas remediar la relación con tu hijo.


— Ella… —calló y Ron esperó a que no terminase su frase. Lucius parecía que quería decir algo, sin embargo, tuvo un motivo para detenerse; el mayor no pudo continuar y Ron inmediatamente supo a quién quiso mencionar. Inexplicablemente, un alivio le recorrió todo el cuerpo el que Lucius no siguiese hablando de ella. Y, oh, ahí estaba ese sentimiento extraño de rechazo de nuevo.


Lucius se paró del suelo de la manera más distinguida que pudo y comenzó a sacudirse sus pijamas. Adivinó que el hombre ya se había cansado de hablar con él sobre temas un tanto personales, para después irse, dejándolo ahí solo para volver a atormentarse con sus pensamientos nuevamente.


— Hacer esto es horrible. —dijo Lucius, terminando de sacudirse—. Hablas de más.


Ron le sonrió—. Es culpa del árbol.


Se sorprendió cuando una de las manos de Lucius se extendió a su altura, invitándolo a tomarla y Ron, sin cavilaciones, inmediatamente la tomó. El mayor la apretó, lo levantó de un jalón que lo hizo tambalearse y tropezó con sus pies, chocando de golpe contra su cuerpo. Alzó su vista, mirándolo molesto y, antes de que pudiera protestar, Lucius ya había buscado su boca para besarlo.


Correspondió con fuerza al inesperado beso en el momento que sintió las manos de Lucius bajar hasta su cintura y acercar más ambos cuerpos de haber una posibilidad. La respiración de ambos cada vez se hizo más pesada y con la necesidad de tomar aire. Un corto gemido salió de su boca cuando Lucius se separó de él.


— No te vine a buscar precisamente para hablar. —confesó Lucius entre cortos besos que eran repartidos por el área de su mandíbula.


— Me lo imaginaba. —logró decir entre jadeos al sentir como Lucius colocó una de sus piernas entre las suyas y comenzaba a restregarla en su creciente erección.


Con esas acciones era que lograba olvidarse de todo aquel pensamiento, o sentimiento, que lo abrumase. Y lo último que fue capaz de pensar, antes de concentrar toda su atención en el gran cuerpo que lo sostenía, fue que todos esos sentimientos, por los cuales se sintió tan aturdido esa noche, se los atribuiría al frío y la nostalgia por las fechas decembrinas en las que se encontraban.

Notas finales:

Mi Ron todavía no encuentra paz entre toda la tormenta.

¡Espero les haya gustado este capítulo!

¡Diganme que les pareció! Estaría muy agradecida y me motivaría a seguir subiendo el resto de la historia. Si hay alguna falta de ortografía, una disculpa de antemano.

¡Nos leemos! ♥


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