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Before you go por Little Bully

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Notas del capitulo:

¡Gracias a todas las personitas que leyeron!

Disfruten el capítulo.

Ron odiaba el frío.


No sabía que odiaba más, de lo que acompañaba las temporadas de invierno, si esa sensación de perder todas las energías de su cuerpo, de no poder pararse de la cama por quedarse entre el calor las mantas, de no querer salir de su casa ni para asomar la nariz, temblar hasta que se le tensara todo el cuerpo y le dolieran todos los músculos engarrotados, del dolor de huesos que sentía al moverse o del ardor de piel que sentía cuando las brisas daban de lleno en la piel expuesta.


Probablemente no odiaba algo en particular y odiaba todo con la misma intensidad.


Normalmente, en esas fechas, se encontraba de muy mal humor si no estaba en un ambiente agradable y lo suficientemente caliente para poder pasar esas temporadas invernales. En casa, su madre siempre trataba de tener la chimenea encendida y tenerles bebidas calientes, como té o chocolate, preparados para que estuvieran sus retoños lo mejor posible. De igual modo, a Ron siempre le gustaba tener hechizos calentadores sobre sus prendas y las mantas que lo cubrían, dormía demasiado, gracias a que los días eran más cortos, y siempre tenía en su cama cobijas suficientes, robándose incluso la de los demás, importándole muy poco cuanto le gritaran sus hermanos y su madre, ya que realmente no podía evitarlo. Trataba siempre de salir lo menos posible, no contaba con tanta ropa para poder ponerse encima todo lo que quisiera y le daba miedo pensar que podía morir congelado.


Amigos suyos muchas veces llegaron a burlarse de él, diciéndole que era hijo del sol, teniendo una clase de conexión que, al llegar el invierno, hacía que bajara y apagara todas sus llamas; y, en cambio, cada que el invierno terminaba, el sol se acordaba de su hijo en la tierra y volvía a encender las llamas en él.


No le gustó nunca que sus amigos se reían de esa terrible situación, para él era una tortura y se sentía todo débil porque el clima lograba acabar con él.


Sin embargo, no todo era tan malo para Ron en esas fechas. Había algo que le gustaba, además de la navidad y el chocolate caliente, y era sorprendentemente algo del exterior: la nieve. De niño, le gustó tanto tocarla y jugar con ella con sus hermanos, sobre todo con los gemelos, y hacer guerras de nieve y cuanta figura se les ocurriera entre risas y risas. Pero, conforme fue creciendo, se le hizo menos tolerable el salir y disfrutaba mucho más pegarse en las ventanas para ver cuando nevaba, le encantaba ver caer los copos de nieve y contemplar como poco a poco todo se iba cubriendo de un blanco tan puro que parecía iluminar hasta el más oscuro de los rincones.


Era lo único que realmente disfrutaba.


Pero este invierno estaba siendo diferente.


Si bien la mansión estaba cálida todo el tiempo, debido a los hechizos, los días se sentían tan helados como en las noches -o hasta más-; había llovido tantos días seguidos como no recordaba antes y los días parecía que duraban muchísimo menos de lo normal, los rayos solares apenas y lograban filtrarse entre las nubes grises que predominaban en el cielo, haciendo los días tan deprimentes que para Ron hasta parecía cosa de gracia, como si el clima estuviera en sincronía de acuerdo a todos los pesares del mundo mágico.


Extrañaba el calor de su familia.


Extrañaba el calor de su hogar.


No había odiado tanto los inviernos hasta ese.


— Comadreja, apúrate con esas flores que me estoy helando. —expresó Draco molesto y Ron cerró sus ojos sin poder evitar lanzarle un gruñido lleno de frustración.


— Malfoy, más vale que te calles, eres tú el que quiere estas malditas flores. —habló Ron entre dientes para que no le temblara la mandíbula—. Si hicieras esto tú, con tu varita, sería más sencillo y terminaríamos más rápido.


Draco rió con burla—. Hasta crees, me gusta verte todo frustrado por no poder quitar las espinas con rapidez.


— Entonces no te estés quejando, congélate ahí parado y déjame en paz. —Ron dijo irritado. Estaba temblando y no sabía si era por el enojo o por el frío, aunque probablemente era por ambas cosas.


Draco pareció haberse enterado de su poca tolerancia al frío que decidió cortejar a alguien en esa temporada y molestarlo de paso. Había tenido más urgencia de flores desde que el invierno había llegado pues, últimamente, salían casi al bajar el sol hacía los invernaderos que la familia tenía y Draco le pedía-ordenaba que recolectara cierta cantidad de diversas flores para poder hacer un algún arreglo casero, y eso lo hacían mínimo una vez a la semana.


Los invernaderos se encontraban en la parte trasera de la mansión, eran de cristal, altos y largos, desde la distancia se podían observar perfectamente la cantidad de colores que estaban presentes en ellos; brillaban de tal manera que te hipnotizaban, ningún lugar podía tener tanta variedad de flores, plantas, tan mágicamente cuidadas más que esos. Pero, la cuestión radicaba en que tenían que caminar un tramó bastante grande para poder llegar a ellos y, por el clima actual, se le congelaban hasta la punta de las pestañas, logrando hacerlo temblar desde que la brisa helada golpeaba su cuerpo al encontrarse fuera de la mansión. Y todavía a esas horas, dentro de estos mismos, hacía demasiado frío para mantener las plantas con vida.


Si lo matas, te matan. Si lo matas, te matan, pensaba repetidamente mientras se frotaba sus manos buscando calor antes de ponerse a trabajar de nuevo en las flores que Draco quería.


A su lista imaginaria de las cosas que odiaba tanto del invierno se le había sumado ese cruel individuo parado a su lado: Draco Malfoy.


— Weasley. —le llamó y Ron ni se molestó en voltear a verlo—. Ahora que recuerdo, te quería preguntar, ¿le hiciste algo a mi padre?


— Claro que no, ¿qué le pudiera hacer yo? —preguntó, encogiéndose un poco. Le tomó de sorpresa esa pregunta, sintió que todo el frío de su cuerpo se le fue hasta los pies, pero Ron prefirió hacerse el desentendido e indagar a lo que Draco se refería, por lo tantosiguió con lo que estaba haciendo—. ¿Hacerle algo como qué o qué?


Escuchó a Draco resoplar—. ¿Entonces le dijiste algo?


— ¿Yo? Nope. —volvió a negar sin dirigirle la mirada—. ¿Decirle algo como qué o qué?


Ron estaba comenzando a ponerse nervioso. Según él, Lucius estaba normal dentro de lo que él tenía conociéndolo y no podían haber sido descubiertos por Draco; de antemano sabía que Draco no era estúpido, que en cualquier momento podía sospechar y confirmar lo que estaba sucediendo entre ellos dos, mas eran muy cuidadosos con respecto a su asunto; por enden, aunque cabía la posibilidad, Draco no estaría tan tranquilo, ya lo hubiera maldecido por andarse metiendo con su padre y no esperaba una reacción pacífica.


— No sé, es lo que estoy tratando de averiguar. —declaró y Ron lo miró de reojo—. Ha estado muy raro desde navidad y no sé qué le pasa.


Ah, Ron sintió como el alivio le recorrió por todo el cuerpo, era eso.


Lo que Draco decía era cierto. En ese período de tiempo, notó como Lucius parecía haberle tomado la palabra, porque había estado actuando diferente alrededor de su hijo desde que tuvieron aquella platica en navidad.


Año nuevo fue totalmente diferente a como la pasaron en navidad. El ambiente se sintió más cálido, más hogareño, de hecho, la cena fue menos robótica que la navideña y Lucius platicó bastante con su hijo ese día, había logrado escuchar bastantes murmullos desde la cocina. Aparte, el mayor, decidió esperarse al brindis y tomarlo junto con su hijo.


Lo más importante es que podía observar como intentaba platicar un poco más con él sobre las actividades que hacía fuera, le cuestionaba sus horas de salida y llegada, incluso había llegado a presenciar como le daba uno que otro consejo para desempeñarse mejor en el ámbito laboral, suponiendo por los términos que ambos empleaban al estar entablando una conversación.


— ¿Raro en qué sentido? —preguntó, fingiendo extrañeza.


— No te hagas el estúpido ahora, Weasley. —dijo aireado y Ron dejo las flores a un lado para voltear en su dirección—. Sabes de sobra que no se me acerca o al menos no así.


— ¿Así cómo? —cuestionó Ron, simulando curiosidad.


Así. —contestó, rodando los ojos—. Nunca me preguntaba cómo estaba o a qué horas iba a llegar o cosas así.


— ¿Cosas como las que un padre debe de hacer?


— ¡Sí! Parece que su propio encierro lo está transformando. —reconoció—. Hasta me da consejos y todo eso no lo hacía, no sé quien lo hechizo, o si me lo cambiaron, o algo.


La situación le estaba pareciendo muy divertida, Draco se miraba realmente confundido con su padre.


— ¿Y no te gusta que sea así? —indagó tratando de no reír. Probablemente podía comentarle algo a Lucius de manera sutil para no ofenderlo y decirle que vaya más despacio con los acercamientos hacía su primogénito.


— No es eso. —admitió Draco y Ron logró distinguir un poco de vergüenza en su voz—. Pero, en realidad, me está asustando.


Ron parpadeó un par de veces—. ¿Qué-? ¿Cómo por qué?


— ¿Y si le pasa algo? —preguntó, angustiado. Ron, en está ocasión, lo miró con sincera confusión y no sabiendo si escuchó bien lo que Draco estaba diciéndole. 


— ¿Qué le puede suce-?


— ¿Y si se está muriendo? Está puede ser su manera de irse en paz de este mundo, digo, ya no cargaría con esa culpa.


Ron por supuesto que no estaba escuchando mal, comprendió e intentó con todas sus fuerzas no reírse ante la idea que acaba de plantear el menor de los Malfoy, realmente lo intentó, pero no pudo evitarlo por más que mordió sus labios y terminó soltándose a carcajada limpia.


— ¡No te rías, idiota! —gritó Draco enojado—. ¡Esto es serio!


A ese punto, Ron pensaba que tendríaque decirle algo a Lucius con respecto a su hijo, pues Draco estaba intranquilo con la actitud que su padre había decido tener con él, a tal grado de imaginarse escenarios tan dramáticos como ese.


— Creó que… creó que si… si se estuviera muriendo lo sabrías. —logró decir entre carcajadas. Sentía que las lágrimas comenzaban a formarse en sus ojos y tuvo que inclinarse un poco para continuar riéndose.


— ¿Pero y si no? Qué tal si… ¡Deja de reírte, maldita sea!


— Perdón, perdón, pero es que Draco… —no pudo seguir con lo que iba a decirle debido a la risa.


Estuvo a nada de desparramarse en la mesa donde estaba trabajando para seguir carcajeándose un poco más de no ser porque Draco lo había tomado del brazo jalándolo de tal manera que su cuerpo giro quedando ahora ambos frente a frente.


— Tú también estás diferente. —expuso con seriedad.


— ¿A qué te refieres? —preguntó aún entre algunas carcajadas. Se calmó un poco al ver la mirada seria de Draco.


— Cuando llegaste aquí, llegaste casi sin alma.


— ¿Qué? —preguntó Ron confundido. La risa que hace un momento lo había invadido, se le fue de repente ante esa declaración por parte de Draco y lo miró con la misma seriedad.


— Casi sin esperanzas.


Ron carraspeó sintiéndose incómodo ahora—. No sé de qué hablas.


— Eres tan transparente. —puntualizó con claridad—. En tu mirada se notaba tu tristeza.


— Sigo con el mismo pesar. —habló mientras desviaba la mirada. Los ojos de Draco lo miraban con intensidad, parecía que lo estaban analizando y no le gustaba ya el rumbo que había tomado la conversación.


— No. —declaró—. Es como si ese espíritu Gryffindor que te caracteriza poco a poco estuviese regresando a ti.


Ron se sorprendió ante lo dicho y regresó a mirar a Draco—. ¿Qué estás diciendo?


— Ahí está. —señaló Draco su rostro con su mano libre—. Llegaste sin ese brillo en los ojos.


— ¿Qué estupideces-? Draco, suéltame. —dijo Ron nervioso mientras tratada de quitar el agarre de Draco de su brazo, pero este no cedía—. Malfoy, no estoy para tus bromas.


Sin esperarlo, Draco terminó de levantar su mano hasta tomar su barbilla logrando que lo viera fijamente. Ron dejó de respirar cuando los ojos grises de Draco se toparon con los suyos, definitivamente ya no le gustaba este cambio de escenario.


— Es extraño.


— Malfoy, por última vez, suéltame. —demandó Ron, tratando de retroceder, solamente logrando que Draco apretara más el agarre de su brazo y haciéndolo jadear del dolor.


— Algo te está pasando.


— No me importa que tengas una varita, tú, loco. Te voy a patear si no me sueltas. —Ron advirtió con exaspero. Draco algo buscaba en su mirada y eso le inquietó, era como si quisiera penetrar en su mente y, hasta donde él sabía, eso si era posible.


Comenzó a desesperarse al pensar que podía indagar en su cabeza y encontrar cosas que no quería que viera, así que, siguió tratando de retroceder y empezó a empujar a Draco con el brazo que no le sostenía.


— Ese brillo en tus ojos es nuevo y-


— ¿Qué están haciendo ustedes dos? —la voz grave voz de Lucius retumbó fuertemente por todo el invernadero, tomándolos a ambos de sorpresa. Draco lo había soltado casi en cuanto escuchó las primeras palabras salir de la boca de su padre y empujó a Ron en el proceso, haciéndolo tambalear.


— ¿A qué vino aquí con este frío, padre? —preguntó Draco y aunque pareciera sereno, Ron había aprendido a distinguir su voz en todo ese tiempo que llevaban de conocerse, por lo que notó su estado de nerviosismo.


— Vine a recordarte que se te hacía tarde para tu cita. —habló en lo que terminaba de entrar al lugar, para luego acercarse a ellos altivo—. Pero veo que encontraste otra manera de divertirte.


Draco hizo una mueca de disgusto—. Por supuesto que no. Qué asco.


— ¡Oye! —se quejó Ron, pero después se arrepintió al ver la fría mirada que le lanzó Lucius.


— He de irme entonces. —anunció Draco y luego apuntó a Ron con su dedo índice—. Tú te quedas a limpiar.


— No puedo entrar si no es con alguno de los dos. —les recordó Ron incómodo, en caso de que decidieran abandonarlo los dos ahí en ese húmedo y frío lugar. Draco detuvo lo que tenía pensado hacer y ambos voltearon a ver al mayor de los Malfoy.


— Entrarás conmigo. —sentenció Lucius irritado.


Draco asintió para después sacar su varita del abrigo que traía puesto y, con un par de hechizos, hizo un arreglo sencillo con las flores que Ron había cortado. Observó como rápidamente lo tomó entre sus brazos para salir con esa misma prisa del invernadero sin decir nada más, dejándolo solo con Lucius.


— Estúpido. —susurró por la bajo y volteó a ver a Lucius que lo miraba como si le quisiera gritar. El mayor se miraba bastante molesto y él se encogió un poco en su sitio, no sabía si moverse o no. Para empezar, no entendía ni siquiera su enojo.


— ¿Entonces? —preguntó Lucius, alzando una de sus cejas


— ¿Entonces qué? —cuestionó dudoso ante la molestia de Lucius.


— ¿Qué estaban haciendo?


Ron entonces entendió la situación, la posición con la que Draco lo sostuvo no debió haber sido nada favorable y Lucius debió haberla malinterpretado al entrar. Por alguna razón, comenzó a sentir una clase de preocupación y un nudo se formaba lentamente en su estómago.


— ¿No es lo que parece? —contestó lo más sincero que pudo.


— ¿Me estás preguntando o me estás diciendo? —demandó Lucius. Ron maldijo en sus adentros, al parecer no había sonado convincente y el patriarca cada vez se miraba más enojado.


— ¡Te lo estoy diciendo! —contestó con desespero—. ¡Tu hijo está loco!


— ¿Te estás metiendo con mi hijo?


— ¡No! —negó Ron en seguida ante la pregunta tan segura de Lucius y terminó gruñendo exasperado—. En serio no era lo que-


— Draco está saliendo con alguien. —expuso, interrumpiéndolo, haciendo que pasara su repentina preocupación de largo y comenzara a reemplazar el sentimiento por molestia.


Ron rodó sus ojos—. ¿Y eso a mí qué? ¡Qué bien por él!


Lucius guardó silencio y lo miraba con los ojos entrecerrados. Esperó unos momentos para ver si le lanzaba algún otro comentario sin sentido, pero parecía que ya no quería seguir discutiendo con él. Aprovechó para poder moverse por fin y comenzar a limpiar el desastre que tenía antes de que ese embrollo sucediera.


Mientras amontonaba las espinas y tallos que había cortado, analizó un poco lo que había sucedido. Le preocupó eso que Draco había mencionado sobre que tenía un brillo en sus ojos, después estaba lo de Lucius al poder pensar que tenía esa clase de intimidad con el menor, preocupándolo más. En realidad, no sabía porque eso último le preocupaba más, aún quería aclarar lo que sea que Lucius se había imaginado, quería decirle que no era así y que no había pasada nada entre ellos.


— Estábamos hablando sobre ti. —habló, finalmente, sin voltear a verlo. No pudo evitar decirlo, una inesperada sensación lo invadió y su boca se abrió sola.


— ¿Por qué estarían hablando sobre mí? —preguntó Lucius luego de unos segundos sin responder nada.


Ron suspiró—. Dice que lo estás asustando, aunque, le doy la razón en eso.


— ¿Asustando por qué?


— Al parecer tu acercamiento es muy repentino e intenso. —comentó y decidió ver a Lucius al haber escuchado la extrañeza en su voz. Al ver su rostro, apreció que toda molestia había desaparecido y ahora se mostraba interesado con lo que él estaba diciendo—. Deberías ser más sutil.


— ¿Estás diciéndome cómo debo de acercarme a mi propio hijo? —manifestó indignado.


— Te digo que lo estás asustando. —dijo rápidamente al ver la defensiva de Lucius. Sabía que podía ofenderlo con lo que le estaba diciendo, pero si ya le había dado un consejo y lo había tomado en cuanta, podía con uno más—. En serio, está pensando que te estás muriendo o algo así.


— Eso es ridículo. —dijo Lucius incrédulo.


Ron soltó una carcajada antes de seguir recolectando las espinas—. Te digo que tu hijo está loco.


Lucius ya no dijo nada y él se sintió más tranquilo ante ese nuevo silencio. No había notado lo tensó que estaba su cuerpo hasta que comenzó a relajarse, sus músculos protestaron un poco debido a todo eso y al frío, el cual lo hizo temblar. Por la acalorada situación, había olvidado totalmente el clima del invernadero y, fue tan inesperada la relajación de su cuerpo, que le llegó de golpe la baja temperatura. Levantó su vista por sus hombros y volteó de reojo hacía Lucius, el cual se encontraba a sus espaldas, mirándose completamente tranquilo, parecía que el frío no hacía ningún efecto en él y Ron sintió algo de envidia al comenzar a temblar con más fuerza.


Decidió comenzar a moverse un poco, ya que si seguía en una sola posición iba a sufrir de congelamiento, pero antes de darse la vuelta, las manos de Lucius tomaron sus caderas con fuerza y jadeó al sentir como el mayor repartía besos húmedos por la piel expuesta de su cuello. Un calor comenzó a expandirse por su cuerpo y sintió sus mejillas arder ante la súbita vergüenza.


— Tienes la piel helada. —susurró Lucius en su oído y él sonrió sin decir nada.


Ron odiaba el frío.


Pero cuando Lucius estaba ahí con él, acompañándolo con sus caricas, por alguna razón, él dejaba de sentirlo.

Notas finales:

Nada como buscar el calor entre tanto frío.

¡Espero y les haya gustado este capítulo!

¡Díganme que les pareció! Estaría muy agradecida y me motivaría a seguir subiendo el resto de la historia. Si hay alguna falta de ortografía, una disculpa de antemano.

¡Nos leemos! ♥ 


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