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Before you go por Little Bully

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Notas del capitulo:

¡Gracias a todas las personitas que leyeron y/o comentaron!

Disfruten el capítulo.

La boda de Draco no había sido una sorpresa para Ron. Para nada. Un evento que, si se lo hubiesen preguntado, imaginó iba a pasar más temprano que tarde, mas no había terminado de reparar en ese pensar para cuando ya habían comenzado con el apresurado ajetreo. En realidad, eso fue lo que realmente le había sorprendido de ese acontecimiento: lo apresurado en lo que todo se realizó y se realizaba. 


Desde que se lo había dicho aquella noche, todo comenzó más rápido de lo que llegó a imaginar. Un día simplemente se le había informado que iban a realizar una limpieza profunda en la mansión, que él y los elfos no tenían que dejar ni una simple esquina sin revisar, también que el jardín tenía que estar impecable y, cuando la fecha se acercara, tenían que decorar la zona que -en su momento- se les encargaría. Ron no entendió porque tanto alboroto, preguntó un par de veces, pero Draco alegó que era solamente porque el verano estaba en su apogeo y no deseaba que se terminase antes de que pudiera casarse, lo dejó pasar pensando que, al final, era su boda y la haría como quisiese.


Sin embargo, no dejó de parecerle extraño por un tiempo.


No lo analizó demasiado, no tuvo el debido tiempo ni de meditar en aquello. La mansión era enorme, sin duda alguna, pero nunca se le había hecho tan grande hasta que tuvieron que empezar con todo lo que se les había pedido que hicieran. A cada uno le había tocado un piso, pues cada uno cubría perfectamente uno, y se tenían que dedicar a cada habitación que en este estuviera, desde las sábanas hasta las tinas, sin dejar pasar hasta el más insignificante detalle y él, aparte de su limpieza, se tenía que encargar de revisar cada una de las habitaciones una vez hubiesen terminado.


No recordaba haber estado caminando en toda la mansión hasta ese punto. Siempre había hecho lo único que le dijeron y tuvo que aprenderse todo un mapa mental sobre los pasillos principales, pues tuvo la fortuna de perderse por primera vez dentro de la mansión; se metió, malamente, por una puerta que daba a unas escaleras, creyendo sería un atajo y entró tanto en pánico cuando se percató de no saber si estaba subiendo o bajando por no salir a ningún lado. Dio vuelta y se regresó por donde entro, jurándose al salir que se dejaría guiar por los iluminados pasillos y las puertas, que sabía, eran de las habitaciones que no se usaban.


Era algo que no había pensado y, bajo todo ese asunto, se preguntó para qué diablos una familia tan pequeña necesitaba tanto espacio. La pequeña familia eran los únicos que vivían ahí; los elfos no contaban, ellos dormían en una de las torres que estaban en la parte de atrás y hasta el fondo, entonces, tres personas no ocupaban tantas habitaciones, tantas salas, tantos baños, tanto todo, sin contar los calabozos. Podía jurar que ni ellos conocían toda la mansión. Pero, sin dar muchos rodeos, concluyó que eso sucedía cuando tenías tanto dinero y lo gastabas en un patrimonio que, al final, no requieres más que para las apariencias, para silenciosas competencias de yo tengo más que tú.


Cuando fueron capaces de terminar con esa limpieza extrema, y el jardín había quedado en sus mejores condiciones, estaba tan cansado que necesitaba toda una semana para reponer sus energías y, a nada del colapso, fue entonces que Draco les pidió decoraran todo el gran salón principal. Ahí fue donde vino su verdadera sorpresa. El menor de los Malfoy deseaba que el salón se decorara con las mejores flores que en el jardín crecieran, que todas las velas fueran reemplazadas, que todo se puliera y quedara más que pulcro para los invitados.


Supo por qué le había parecido extraño tanta repentina limpieza y todo tuvo sentido desde ese día. Le tomó totalmente desprevenido el que fueran hacer una celebración, dentro de la mansión, una vez que la unión se hubiese concretado, aunque ciertamente fue de suponerse. Era, más bien, raro que no hubieran hecho una fiesta de gala con anterioridad.


Nadie había pisado la mansión desde que él estaba ahí, hace más de un año que le había parecido insólito por un momento que la familia hubiese decidido por festejar aquel acontecimiento y dejar de lado la quietud en la que se habían sumergido. Mas rápido recordó el protagonismo y la soberbia que los Malfoy representaban que fue tan obvio que no iban a dejar pasar la oportunidad de hacerle saber, a lo que quedara del mundo mágico, que el único heredero de la familia Malfoy contrajó nupcias.


Le resultó bastante intrigante el cómo se vería la mansión llena de personas. Anteriormente, ya había escuchado lo que la gente decía sobre las galas que en esa mansión se celebraban y, sinceramente, nunca le había interesado en lo más mínimo el asistir a una de ellas; tampoco es como si alguna vez lo fuesen a invitar a alguna, pero de solo imaginarse toda la clase de personas que en ese ambiente se desenvolvían, le quitaban aún más su nulo interes. Sin embargo, ahora era diferente al estar él ahí, participaba de una u otra manera y sería capaz de contemplar el cómo pudiese verse una fiesta en ese lugar, una fiesta que era en festejo a la unión de alguien que ya conocía e iba a ser interesante el ver como se manejaba todo aquel entorno.


Con más ánimos, se dedicó a la decoración del salón principal por un par de días hasta que Draco ordenó que Boorey y Vadkey continuarían ahí en ese lugar, porque Seemey y él se iban a dedicar a la cocina para buscar lo que se serviría en el banquete y que todo tuviera que quedar, no solo comestible, sino de manera impresionante al paladar. Eso había sido su odisea. A Lucius y a Draco parecía no gustarles nada, tuvieron que hacer tantos platillos que perdieron la cuenta, parecía algo de nunca acabar hasta que dieron con lo que necesitaban (aperitivos adecuados, platillo adecuado, bebidas adecuadas, postres adecuados), tales como: canapés de queso crema y langostinos, salmón marinado, medallones de cordero, acompañados de salsa de menta y espárragos salteados, con vino blanco para los aperitivos, vino tinto para el platillo principal y champagne para brindar, y terminando con un trío de sherry trifle, parfait de chocolate y el trozo del pastel nupcial.


Todo encajó para las exigencias por fin y, lo de los invitados, estuvo listo en menos de lo que pensaron.


Aunque, si bien le parecía curioso, también le dio cierto miedo porque Ron sabía la clase de invitados que ahí iban a estar; personas que, probablemente cuando lo viesen, le podían hacer algún tipo de daño, tanto físico o emocional y, a pesar que una de la reglas que le dijeron cuando llego ahí fue no recibir órdenes de nadie más que de los Malfoy, de antemano sabía que así no era como se iba a manejar aquello una vez que la celebración empezase. Incluso, había la posibilidad que no lo pudiesen ayudar en caso de que le quisieran hacer algo, era demasiado riesgo para un simple sirviente y ni Lucius sería capaz de detener algo que hiciesen contra él. Pero pensó que él no era ningún débil y que, si ya había soportado tanto, podría encontrar la manera de defenderse él solo sin arriesgar a nadie en caso de que algo llegase a pasar. Estaba más que decidido a no dejar que nada le pasase.


Un par de días antes, recorrió todo lo que hicieron y sintió cierta emoción al ver como había quedado la mansión. Se miraba con tanta vida, con tanto brillo que le fue inevitable el no sentir un calor en el pecho y gusto por Draco, deseando realmente que la chica le hiciese bien al joven mago y que pudieran disfrutar, y aprovechar, de esa libertad plenamente.


No fue hasta un día anterior a la boda que Lucius reventó poco a poco esa burbuja.


Primero le había dicho que iba a quedarse dentro de su habitación hasta que regresarán del Ministerio, que Draco estaba al tanto y así lo habían visto más conveniente; iba a protestar, principalmente por qué tenía que quedarse encerrado en la habitación del mayor y cómo por qué Draco se lo había tomado tan normal, pero contempló que Lucius estaba demasiado tenso y no lo vio prudente. Pensó en que era lógico, hasta cierto punto, si se debía que realmente estaba encerrado ahí en la mansión y si desconfiaban en que no iba a salir huyendo en esa oportunidad, entonces lo aceptó; no cuestionó tampoco nada antes de que Lucius lo encerrara en la habitación, simplemente le dijo que regresarían pronto y Ron les deseó suerte.


Él había caído rendido sobre la cama de Lucius y se durmió, pensando que tenía que estar con energías suficientes para preparar lo que faltara para la gala de ese día, pero nunca se esperó que Lucius le fuera a decir que hasta en la celebración tenía que quedarse ahí. Cuando habían llegado, Lucius entró a la habitación con una bandeja de comida para que no tuviese hambre el resto del día debido a que no iba a salir de ahí hasta que todos sus invitados se fuesen de la mansión. Se sintió tan sobrecogido que no pudo evitar protestar.


— Lo de no poder ir al Ministerio, lo entiendo, sé que no puedo salir. —dijo Ron, irritado—.  Pero solo respóndeme el por qué me tengo que quedar encerrado aquí durante el festejo.


— Te lo estoy ordenando, es por eso. —contestó Lucius, petulante. Ron no lo podía creer, no le molestaba tanto quedarse encerrado, sino la manera en la que Lucius se lo estaba diciendo, sonando y viéndose de una manera tan fatua, que cada vez el enojo se iba intensificando dentro de él.


— ¿Oh, sí, jefe? —preguntó con sarcasmo—. O sea que, nada más porque tú me lo ordenas no voy a poder estar ahí abajo contemplando, aunque sea desde lejos, la-


— No es no y punto final, Ronald. —decretó Lucius, interrumpiéndolo—. Draco también estuvo de acuerdo, nada de lo que digas nos hará cambiar de parecer, te quedarás aquí hasta que todos se hayan ido.


No sabía que responder. Intentaba entender la razón del porque no iban a dejarlo salir después de todo el esfuerzo que realizó para que todo quedara como debía ser. De hecho, si se lo hubiesen mencionado con anterioridad no estaría tan molesto, iba a ser capaz de entenderlo, aunque no le dijesen la razón, él solo hubiese podido calmarse. Pero no lo comprendía y debía ser algo que decidieron de manera apresurada que ni él pudo darse cuenta y no pensaba en algún motivo, haciendo que su molestia creciera aún más.


— Quiero saber el por qué. —exigió, pensando rápidamente en alguna causa lógica. Porque estaba seguro que la había, pero aún fuese la más banal de las excusas o el más válido de los motivos, desde un solo no te queremos ahí hasta un no queremos que alguien te vea aquí, él solo quería saber.


Lucius sabía que no sería suficiente con solo decirle que no, no en ese momento, no cuando en sus ojos Ron le pedía que le dijera la respuesta y Lucius parecía comprenderlo por la forma en la que su cuerpo se fue tensando con disimulo.


— Ya te dije que es una orden. —contestó seriamente. Ron lo miró con los ojos entrecerrados, demostrando aún más su molesto sentir.


— No, no, no, esas no son razones, solo lo dices porque no quieres decirme la verdad. —dijo Ron, plantándose en su lugar con firmeza—. ¿Quién va a estar aquí que me quieren escondido?


— Nadie. —respondió Lucius con cierta frustración—. Ronald, no es por eso.


— ¿O es que acaso no quieren que alguien me reconozca y vean que me tienen aquí de esclavo? —preguntó con amargura. Se arrepintió casi de inmediato haber lanzado esa pregunta por la mirada tan indignada que Lucius le dedicó, pero no se retractó. Si su objetivo era llegar a la respuesta, tenía que continuar con la misma firmeza.


— ¿Cómo puedes-? —pausó—. Sabes que no eres un esclavo.


— Sirviente entonces. —corrigió Ron y Lucius hizo inmediatamente una mueca de desagrado, pero antes de que pudiese decir algo al respecto, le ganó la palabra—. Solo dime la verdadera razón.


Lucius guardó silencio—. Estará lleno aquí de aquellas personas que tanto odias.


— ¿Y? —respondió sin entender—. ¿Qué pueden hacerme?


— Sabrán que estás indefenso. —contestó Lucius después de, lo que pareció, haber meditar su respuesta. Ron sintió que esta vez vio rojo, una de las cosas que él más odiaba era que lo vieran como una persona inferior, tan inútil como para ser incapaz de defenderse por él mismo.


— ¡No lo estoy! —gritó, enojado—. ¡Sé defenderme!


— Sin una varita en tu poder, no lo creo.


— No soy ningún inútil, puedo cuidarme solo. —dijo con bastante enojo. Tengo una para defenderme, quiso gritarle, pero reaccionó a tiempo antes de hacerlo, teniendo que morderse la lengua. Aborrecía de sobremanera que lo vieran como alguien indefenso o tan inerme como para no poder ni siquiera propinar golpes y lograr protegerse por su cuenta.


— Lo eres. —declaró, viéndolo fijamente a los ojos y con un rostro tan sincero que Ron sintió que le estaban pisoteando su dignidad al atreverse a afirmar que era una persona incapaz de protegerse.


— ¡No lo soy! —bramó Ron rápidamente a la defensiva, sentía cada vez su cuerpo reaccionar al enojo sintiendo la sangre palpitar de prisa en sus venas—. ¡No vuelvas a decirme eso!


— Te quedarás aquí y no voy a discutir más contigo. Si no comprendes, entonces es tu problema.


— No puedo creerlo. —susurró.


— La puerta estará hechizada para que no seas capaz de abrirla, nadie podrá entrar tampoco aquí por la misma razón. —indicó mientras caminaba hacía la puerta—. Tendrás comida ahí para el resto del día.


— ¿Es en serio? —preguntó, incrédulo, al ver a Lucius dispuesto a marcharse sin decirle nada más—. Es increíble, ¡no quiero estar encerrado aquí!


— No es tu decisión. —habló al darse media vuelta, clavando nuevamente su mirada en él—. No estás para demandar nada.


Ron sintió a su corazón acelerarse debido a la impresión y al dolor que aquel comentario le causó. Hacía tiempo que no escuchaba un comentario como ese de parte de Lucius que rápidamente lo dislocó; un comentario que salió tan natural que pareciera le estaba recordando de nuevo cuál era su vil posición dentro de ese lugar y con esa familia; le había lastimado.


Por el fugaz gesto de arrepentimiento que cruzó por la cara de Lucius, supo que no quiso decir eso, pero eso no importaba pues lo había dicho. Se sintió tan franco su comentario que no importó ese corto arrepintiendo o todo lo arrepentido que estuviese, cómo era posible que después de todo lo que le ha dicho a él, después de todo lo que han compartido entre ellos, se osaba a decirle aquello como si no fuese nada.


— Vaya, ¿ya nos regresamos a eso? —preguntó dolido, siendo incapaz de ocultarlo—. Bien. Si así lo decidieron, perfecto.


— No era de ese modo en lo que me refería-


— Sí, sí lo era. —interrumpió con severidad. Un sabor amargo se había instalado en su boca y un nudo en su garganta se estaba comenzando a formar—. Esa es mi posición de todos modos, ¿cómo lo pude haber olvidado?


— Ronald…


— Deberías irte que te deben estar esperando abajo. —dijo mientras se cruzaba de brazos, queriendo dar por terminada esa discusión—. Saludas a toda su gente de mi parte, hipócritas.


Ron se pasmó unos segundos por la manera en la que los había llamado, mas no pudo retirarlo, no lo remediaría; sus emociones eran tan fuertes en ese momento que se estaban comunicando por él y, en base a su sentir, todo le salía desde lo más fondo de su alma.


Lucius rodó los ojos para después negar varias veces con su cabeza. Volvió a darle la espalda para seguir con sus intenciones de irse, abrió la puerta de un solo tirón y, apunto de salir, se detuvo y alzó la vista sobre uno de sus hombros.


— Nos vemos en la noche. —habló a modo de despedida.


— Si sigo aquí, sí. —desafió sin pensarlo. Ron creyó que Lucius se iba a ir, esta vez, sin responderle más nada, pero solo vio como la espalda se le ponía más rígida conforme pasaban los segundos.


Nos vemos en la noche. —aseguró Lucius antes de salir de la habitación, cerrando la puerta tan fuerte que retumbó el sonido por todo el lugar. Se encogió en su sitio al suponer que los hechizos ya golpeaban la puerta de la habitación y resopló sonoramente.


No supo que fue lo que sucedió, más bien, no podía creer que algo como eso hubiera pasado. De un segundo a otro la discusión tomo rumbos totalmente diferentes a los que, estaba seguro, ninguno de los dos había tenido intenciones de que fueran expuestos en esos momentos y menos de esa manera. Realmente no era capaz de creerlo y aquel sabor amargo en su boca seguía con persistencia.


La impotencia que sentía era tan fuerte que cualquiera que estuviese a su alrededor iba a poder sentir como destilaba por cada poro de su cuerpo y no encontraba la manera, en la cual, pudiera sacarse esa frustración. Así que, caminó hasta acercarse lo más que podía al ventanal que había en la habitación y sentó en el suelo para contemplar como el cielo se tornaba de colores rojizos y anaranjados en un intentó para buscar calmarse.


El no estar abajo con ellos le apesadumbró por todo el esfuerzo que puso en ello, no lo había sentido como una obligación o algo que tuviera que hacer, sino como un favor a una persona que era de su agrado. Sintió todo ese tiempo que le estaba ayudando a completar aquel sueño para que la pareja pudiera estar cómoda y, al final, hasta poder presentarse debidamente ante la sociedad, así como ellos acostumbraban a hacerlo. Pero no le comentaron ese pequeño detalle, que no les agradó la idea de que él, un pobre joven, estuviese ayudando ese mismo día al parecer. No quería hacerse suposiciones apresuradas, sabía que debía de haber un buen motivo que justificara el repentino encierro y le hubiese gustado escucharla. O ya muy jodido si no hubiera, nada pasaba con que le fueran sinceros, no era tan complicado decirle, Ron no hubiera reaccionado como reaccionó si solamente se hubieran comunicado con él.


En cambio, Lucius le había llamado indefenso y eso le pegaba directamente en el orgullo. Sabía que no lo estaba, tenía una varita en su poder, eso lo hacía estar cada vez menos desprotegido. Sin embargo, el tiempo que se llevó con todo ese ajetreo fue tan grande que ni tiempo tuvo de practicar con la varita para que se terminara de adaptar a él, pero, aunque no hubiese válido de nada el llevarla consigo en esa celebración, no la necesitaba para poder resguardar su propia seguridad. Años fueron los que estuvo defendiéndose con y sin magia, años en los cuáles aprendió él solo a salir de cualquier situación usando únicamente la fuerza y, que Lucius le hubiera dicho que sin una varita era prácticamente un inútil, le dio en toda su dignidad.


Le fue difícil controlarse cuando comentarios como esos le eran dirigidos a su persona y, de pronto, se sintió avergonzado al pensar que lo que hizo fue totalmente un berrinche por no controlar sus emociones. De igual modo, no fue una reacción que hubiese podido impedir por más que así lo quisiese. No tenía caso que se abochornara ahora. Lo mejor que podía hacer en esos casos era hablar las cosas con calma ya que todos se hubiesen relajado.


Ron era consciente de que la mayoría de las personas decían cosas que no debían, o no pensaban, al momento de estar tensas y, si lo pensaba mejor, Lucius había estado tenso desde hace un par de días atrás. Verdaderamente, no le había tomado la debida importancia porque supuso era a causa de la boda y que Draco se estaba uniendo a alguien que el mayor no aprobaba del todo, pero ahora que lo cavilaba mejor, probablemente estaba de ese modo porque sabía que iba a salir al mundo exterior después de haber estado tanto tiempo dentro de la mansión y tal vez toda esa tensión desencadeno aquella discusión en la que se enfrascaron.


Suspiró contemplando con más intensidad, desde el lugar en el que se encontraba, como el atardecer estaba llegando a su fin y el cielo se envolvía con más prisa en tonalidades tan azules que rayaban en lo negro. Puso atención a su alrededor y no lograba escuchar ningún sonido, a tal grado que no parecía que una fiesta se estuviese celebrando dentro de ese inmenso lugar y entonces pensó que lo mejor sería meterse a la cama antes de que la oscuridad terminara de envolver la habitación y aprovechar el silencio, así terminaría de apaciguar su sentir.


Se paró sacudiéndose sus ropas cuando un ruido sordo en la puerta lo sobresaltó, volteó rápidamente hacía está esperando a que algo se escuchase de nuevo, pero no sucedió nada. Extrañado, pensó que se lo había imaginado y comenzó a caminar lentamente a la cama sin despegar la vista de la puerta hasta que se sobresaltó de nuevamente al escuchar ahora insistentes golpeteos en la puerta.


Ron llegó a suponer que podía tratarse de Lucius y querer entrar, pero razonó con rapidez ante la insistencia de querer abrir la puerta; aún era temprano para que lo hiciese y él se había encargado de poner los hechizos, por lo que no tendría por qué estar casi tumbando la puerta para abrirla. Lucius no era, quedó bastante impactado con el pensamiento que tuvo que tomarse unos momentos para considerar sus opciones: estaba desarmado, la varita no iba a llegar hasta él. considerando que estaba escondida al otro extremo de la mansión, no podía salir por el ventanal al estar hechizado y si se quedaba ahí parado iban a hacerle daño, podía correr una vez que abrieran la puerta, pero las maldiciones lo alcanzarían antes de bajar las escaleras, así que tenía que esconderse a como dé lugar.


Maldijo por lo bajo, ¿dónde había quedado la valentía de protegerse él solo? Buscó en qué lugar pudiera meterse para que no lo vieran o lo encontraran. El baño estaba totalmente descartado, sería el primer lugar donde buscarán, y esconderse debajo de la cama era tan obvio que ni siquiera debió de parecerle una alternativa. Entonces, vio las puertas del gran closet que Lucius tenía ahí mismo y le pareció perfecto. Corrió lo más sigiloso que le permitieron sus pies para no hacer ruido y delatar que había alguien adentro, abrió la puerta y se encerró dentro envolviéndose en una oscuridad casi absoluta donde solo lograba divisar ciertas formas de prendas.


Retrocedió con cuidado, mentalmente recordando como era el lugar por dentro, para no tropezarse con algo y caer haciendo un escándalo. Ron caminaba más y más hacía atrás, con una mano estirada a sus espaldas, para que pudiera tocar la pared sólida una vez que llegase hasta ella. Saltó en su lugar cuando escuchó un fuerte rechinido que hizo la puerta al abrirse y retrocedió con más prisa, chocando contra la pared de manera tan repentina que se quejó ante el golpe más fuerte de lo que hubiera querido. Se tapó la boca, sin apartar en ningún momento la vista de, donde aseguraba, estaba la puerta y se deslizó hacía abajo tratando de buscar algo que le sirviera para esconderse, pero se detuvo al escuchar fuertes pisadas por toda la habitación.


— Debe de estar aquí. —dijo una voz ronca que Ron no supo identificar de ningún lado. Estuvo en lo correcto al suponer que no era Lucius el que hacía tremendo fragor al querer abrir la puerta. Negó con la cabeza, mortificado. Eran mortífagos sin duda.


— Este es el único lugar que nos falta por revisar. —dijo otra voz que trató de reconocer. La piel se le erizó, estaba seguro que la había escuchado con anterioridad.


— Por algo la puerta estaba hechizada. —razonó el dueño de la voz que no reconoció. Ron adivinaba lo que estaban haciendo al escuchar alboroto por todas partes: crujidos, estruendos, azotes entre cosas, cristales al romperse. No comprendía que era lo que pudiesen estar buscando, lo único que rogaba era que no entraran al closet e ignoraran esa puerta.


— ¿Crees que ya lo habrán asesinado? —preguntó el otro hombre con burla en su voz.


— Puede ser. —respondió, carcajeándose—. Si no aparece por ningún lado, de seguro ya está muerto igual que sus amigos.


— Una lástima si me lo preguntas. —comentó con fingida compasión—. Estaban pagando bastante por la cabeza de ese Weasley.


Ron contuvo la respiración. Lo querían a él, lo estaban buscando a él. Nunca esperó que alguien lo quisiera y menos, muchos menos, que se atreviera a pagar si era entregado. Asustado, comenzó a temblar en su sitio.


— ¿Quién lo quisiera todavía?


— ¿Piensas que eso me interesa?


Los ruidos de destrucción continuaban mientras estas dos personas se carcajeaban sin cesar. Sus ruegos silenciosos, para que no abrieran la puerta que los separaba, se hacían cada vez más grandes.


— No lo supieron aprovechar cuando lo tuvieron capturado.


— Oh, yo sí, me divertí mucho con él. —confesó con tanta diversión que a Ron le dieron inmensas ganas de golpearlo —. Se retorcía con tanta gracia en cada una de mis maldiciones. Los golpes eran lo que más disfrutaba, no metía ni las manos.


A Ron se le revolvió el estómago. Ahora entendía el por qué aquella voz le resultó familiar en cuanto la escuchó, esa voz le pertenecía a uno de los mortífagos que lo torturaron cuando estuvo capturado. Jadeó levemente, entre su mano, al sentir ganas de llorar.


— No entiendo que estaba pensando Malfoy al traerlo aquí. —la destrucción se detuvo al momento que el otro hombre habló—. Seguro fue un capricho de su hijito.


— Eso qué. —escuchó como lanzaba un escupitajo—. Lo que yo no entiendo es como nuestro Lord no los ha asesinado después de lo poco que hicieron en la guerra.


— ¿Dudas de las decisiones de nuestro Lord?  Por algo los dejo vivos y tú tampoco hiciste nada, recuerda eso siempre.


— Tanto quieres recibir una maldición de mi parte, ¿eh?


— Tu esposa asesinó a Narcissa, creó que con eso tuvieron porque ni da la cara el miserable.


El corazón de Ron comenzó a latirle desbocado. En ese momento la voz tuvo nombre y apellido; conocía perfectamente a una de las personas que estaban ahí, lo había perseguido antes, el esposo de Bellatrix, la persona que lo torturó, Rodolphus Lestrange. Ligeras arcadas comenzaron a invadir su cuerpo.


— Castigo para un total cobarde, pero no suficiente. En cualquier momento los asesinará, estoy seguro. —dijo ese asqueroso con tanta convicción que logró que ya no sintiera miedo solo por él mismo sino también por los Malfoy.


— Lo que digas, Lestrange. Y ese mocoso no está aquí tampoco.


— ¡Maldición! —gritó con, lo que a Ron le pareció, frustración—. Ya debe de estar muerto. Y yo que ya había planeado divertirme un poco con él antes de entregarlo.


— No pudiste llevártelo, pero al menos le dejamos un regalito.


— Debemos irnos antes de que se den cuenta de nuestra ausencia, señor Nott.


El sonido de la puerta cerrándose le llegó a sus oídos y Ron no pudo contener más sus respiraciones aceleradas. Temblaba como una fina hoja al ser sacudida con el viento, un nudo en el estómago y la tensión en su cuerpo era tanta que no le permitía moverse, lo único que había logrado era despegar la mano de sus labios y soltar un sollozó que había retenido con fuerza en su garganta.


Nada parecía haber cambiado. Todo seguía igual en su vida, con gente que lo quería torturar o verlo muerto como si no fuera alguien, como si no hubiera sido suficiente el tiempo que estuvo bajo las garras de todo aquel que le puso una maldición o mano encima. Alguien pedía por él, alguien afuera estaba pagando para que se lo dieran y no podía pensar en un por qué. Él ya había sufrido demasiado, no quería regresar a esa vida llena de miseria e incertidumbre, no comprendía porque la vida se empeñaba en hacer todo más difícil.


Morir. La única constancia en su vida había sido y será la muerte ha como era capaz de verlo, tanto para él como para la gente que lo rodeaba. Los quería alcanzar a como diera lugar, bromeaba con él dándole cierto color a su vida para luego bajarlo a la realidad justo cuando creyera que había encontrado tranquilidad entre toda esa tempestad. Se dio cuenta que realmente estaba parado sobre un cristal que en cualquier momento podía romperse, haciéndolo ver su realidad. Le dolía demasiado esa idea. Se sintió de pronto en una fantasía tan frágil que, pensaba, solo iba a ser cuestión de tiempo para que se le escapara de entre los dedos y después solo ser envuelto por una oscuridad real, una oscuridad que él creyó haber enterrado con tanto esfuerzo.


Lucius había agitado todo dentro de él, dándole fuerzas con solo estar juntos y motivándose a continuar por él. Se cuestionó a dónde quería llegar con todo aquello. El solo pensamiento había sido tan cruel que se rió de sí mismo por haber creído que podía ser dichoso dentro de esa situación, buscando que era lo que realmente pretendía con eso. Ni siquiera sabía si estaba junto a Lucius o no de la manera en la que se había ilusionado donde, al final, él se había formado una idea de cómo estar con él de esa manera, solo entre ellos dos, siendo discretos y apoyándose ambos entre las coloridas sombras.


No era justo. El tener una vida así, a la deriva, sin saber que podría llegar a suceder, no era justa para nadie que quisiera avanzar y continuar con la felicidad que se le fuese brindada, sin que fuese interrumpida en ningún momento. Entonces, una fugaz escena de lo inevitable lo golpeó. Imaginó a toda esa gente a su alrededor, alrededor de todo aquel que le importara y todo terminaba igual: muertos, pudriéndose en el frío suelo. Sabía que así era como iban a terminar las cosas si las cosas seguían tan podridas como hasta ese momento y con todos queriéndose cazarse entre sí purgando con todo aquello que no compartiera en lo más mínimo esos ideales arcaicos.


¿Así era cómo todo lo que tenía debía de acabar?


Que destructivo.


Reaccionó gracias a lejanos murmullos que sus oídos percibían. No supo cuando tiempo duro metido ahí, ya que no había notado que sus ojos se cerraron en algún punto de ese aterrador momento. Cuando sus ojos se abrieron con lentitud lo único que lo recibió fue la plena oscuridad en donde se encontraba sentado todavía, pero trató de centrarse rápidamente en reconocer las voces de aquellos murmullos.


— No pudo haberse escapado, no había manera. —escuchó a Lucius hablar de manera pausada, como si estuviese haciendo un esfuerzo por recuperar aire.


— No, no se escapó, él no haría eso. —habló Draco esta vez, casi en las mismas condiciones que su padre.


— ¿Hay alguna posibilidad de que se lo hubiesen llevado? —preguntó una delicada voz, le pertenecía a una mujer, sonaba tan nerviosa que para Ron fue como sentir ese nerviosismo en su misma piel.


— No lo sé, no miré a nadie con sus características entre los invitados y despedimos a todos, eran los mismos que entraron y salieron.


— Buscaré en los calabozos, puede que lo hayan herido y haya buscado donde refugiarse.


— Te acompaño, Draco.


— Seguiré buscando aquí. —se escucharon pasos apresurados salir de la habitación una vez que Lucius terminó de hablar. Ron quiso pararse para salir de una vez de ese improvisado escondite, pero su cuerpo protestó al haberse entumecido por quedarse en una sola posición por un tiempo prolongado.


Soltó un gruñido al volver intentar moverse y exactamente en ese momento la puerta del closet se abrió de un solo empujón. Ron levantó la vista, encandilándose al instante debido a la fuerte luz que emanaba de la varita de Lucius y tuvo parpadear un par de veces para acostumbrar sus ojos a dicha iluminación.


— ¿Qué pasó? —preguntó Lucius con desconcierto mientras se acercaba a él—. ¿Estás herido?


— No. —contestó con la voz ronca y Lucius se hincó hasta quedar a su altura, mirándose ambos fijamente—. Entraron aquí dos personas, creo que me estaban buscando.


— ¿Quiénes? —exigió saber Lucius—. Ronald, ¿quiénes fueron?


Ron suspiró e hizo una mueca de enfado—. Rodolphus Lestrange y un tal señor Nott.


— ¿Qué querían?


— Lestrange dijo que mi cabeza seguía teniendo precio… —cortó gracias a un nudo se comenzó a formarse en su garganta—. Yo ni siquiera sabía que alguna vez hubiera tenido algún valor.


— Pensamos que algo te había pasado. —dijo Lucius después de unos segundos de silencio.


— No supe que hacer cuando escuché ruidos en la puerta, algo me dijo que no eras tú y solamente me escondí.


— Bien, sí, hiciste bien.


— ¿Qué le debó a esa gente? ¿No tuvieron suficiente con haber ganado? ¿Por qué siguen tras de mí? —preguntó, apretando sus puños. El nudo en su garganta se había intensificado y sus emociones comenzaron a desbordarse, dándole ganas de irse y meterse a la cama para soltarse a llorar con libertad.


Ron, si hubiera estado más atento… si te hubieran hecho… —Lucius negó con suavidad—. No, no volverá a pasar algo como esto. —dijo con decisión. Tomó una de sus manos, desasiendo el puño que en ella se había formado. Se levantó con lentitud primero él y luego jaló con cuidado a Ron para poder darle su apoyo al levantarse del suelo.


Ambos salieron del closet tomados de la mano, pero se soltaron al llegar en medio de la habitación quedando uno al lado del otro. Ron inhaló aire, sorprendido por lo que veía. Había escuchado como esos dos hombres hacían un alboroto dentro de la habitación, pero nunca imaginó algo tan destruido. Era un total desastre. Las fotos que ahí había estaban totalmente rotas o tiradas en el piso, velas esparcidas por todas partes, pedazos de tela regados por doquier, los pequeños sillones destrozados, la cama revuelta, todo estaba destruido.  


Regresó su mirada a Lucius y al ver como este miraba su habitación con sentimientos de enojo, frustración y resentimiento, sus ganas de llorar se fueron y el coraje comenzó a darle la bienvenida. En qué habían estado pensando al invitar a ese tipo de personas a su hogar, gente que los quería dañar a ellos también, se preguntó cómo no vieron que tenían malas intenciones y que hasta hablaban mal de ellos. Sobre todo, cuestionó cómo era posible que esa clase de personas tuvieran tanta bajeza como para destruir algo de un lugar al que se les fue invitado, solo porque sí. Conforme más tenía contacto con esas personas, menos entendía la manera en la que funcionaban sus atrofiadas mentes, eran personas totalmente sin escrúpulos y retorcidas. No les importaba dañar todo a su paso solo por simple diversión.


Se detuvo de cualquier intentó por acercarse a Lucius y darle confort cuando escuchó pisadas apresuradas acercarse hacía la habitación. Vio hacía la puerta para precisar en ese momento como se quedaban quietos en el marco Draco y, la que supuso era, su esposa.


— ¿Qué diablos pasó, maldita comadreja escurridiza? —preguntó agitado, bajando su varita y deshaciendo automáticamente el hechizo lumos.


— Ya no tiene importancia. —contestó, encogiéndose de hombros, tratando de restarle magnitud a todo ese destrozo.


— Claro que la tiene, no puede ser posible que no nos percatamos del escándalo, solo ve este lugar. —gruñó molesto—. ¿Quién fue? ¿te hicieron algo?


— Estoy bien, alcancé a esconderme. —contestó, señalando el closet donde se había metido para refugiarse de aquellos mortífagos.


— Al menos usaste el cerebro, no tenías manera de luchar contra ellos y te hubieran asesinado sin dudarlo.


— Puede haber-


— ¿Qué hubieras intentado hacer? —lo interrumpió Draco, burlesco y exasperado a la vez—. ¿Apoco tenías algún plan, eh? Si ellos te hubiesen encontrado, ¿qué iba a suceder según tú? 


— Sé que ahora estás preocupado —balbuceó ante los cuestionamientos de Draco—, es mi culpa y en verdad no quiero que les pase algo malo. No quiero que se metan en problemas por mi. 


— ¡No digas tonterías! —se carcajeó, sarcástico—, ¿qué nos podría pasar? Deja de decir tonterías y, ya que sabemos que te buscaban, mejor debemos pensar en que hacer si vuelve a pasar de nuevo. Bajo nuestro techo no morirá nadie, otra vez.


Ron no tenía cabeza para pensar en lo que Draco había dicho. Si era verdad o no que hubieran podido matarlo, no quería siquiera imaginarlo, aunque él sabía que hubiera peleado hasta la última de sus fuerzas y no se hubiese dejado tan fácil, era demasiado y no quería saber nada referente a eso.


Se distrajo por un momento, mirando con atención a las dos personas que seguían parados cerca de la puerta, Draco seguía con el mismo elegante traje oscuro con el que partió esa tarde, totalmente peinado y arreglado de pies a cabeza, pero la chica fue la que se llevó su total atención. En su cabeza, no había imaginado como hubiese podido lucir; nunca se había puesto a darse una idea de cómo pudiesen ser las características de alguna persona que llamara tanto la atención del menor de los Malfoy, pero ahora que la veía, no le parecía extraño que la hubiese elegido. Complexión delgada, piel blanca, cabello largo castaño, facciones finas y delicadas, de estatura más baja que Draco y, al menos físicamente, entendía la razón por la cual la había escogido.


— Tú debes ser la esposa de Draco. —señaló, cambiando totalmente de tema en busca de una distracción. Por la mueca que hizo Draco, no le gustó que lo hiciese, pero por esa noche no deseaba seguir hablando sobre lo que había sucedido. Estaba demasiado agotado—. Ronald Weasley, mucho gusto. —levantó su mano con timidez a manera de saludo, presentándose desde donde estaba.


— Astoria Greengrass- bueno, ahora Malfoy. —se corrigió entre ligeras carcajadas. Ron le sonrió, la chica misteriosa ya por fin tenía nombre—. El gusto es mío, Ronald. Aunque ya nos conocíamos antes.


Ron la miró extrañado, trató de recordar si había visto ese rostro alguna vez en su vida, más no llegó nada a su mente—. Ah, ¿sí?


Astoria asintió—. Me confundiste cuando regresaste en sí, aquel día que tu magia se descontroló, con una Hermione.


— ¿Mi magia qué? Oh- sí, igual ya recuerdo que día fue. —admitió. Ese día le había llegado como un flashazo y nunca supo que su magia se había descontrolado. Se desmayó, tuvo esa visión medio extraña, pero no recuerda el que su magia se hubiera vuelto loca porque, en realidad, nunca tocaron ese tema nuevamente. Y ahora que Astoria lo mencionaba, si recuerda que vio un rostro femenino entre su vista borrosa cuando despertó. Sintió que sus mejillas le ardieron un poco—. Qué vergüenza, disculpa por eso.


— ¿Era tu novia? —preguntó con curiosidad y Ron no logró controlar que sus ojos no se abrieran sorprendidos ante la inesperada pregunta de Astoria. Iba a contestar con una negativa, pero tuvo que negar con su cabeza al no salirle nada de sus labios más que una fuerte carcajada.


— Astoria… —regañó Draco en un susurro.


— Lo siento, es que sigo nerviosa. —le susurró de regreso y Ron soltó otra carcajada sin haber podido evitar ver a ambos con cierta ternura.


— Padre —llamó Draco a Lucius con cansancio—, los elfos ya revisaron que no hubiese hechizos en la mansión y todo está en orden.


— No dormiré aquí hoy. —informó Lucius—. Ustedes tampoco deberían de dormir en la tuya y dile a los elfos que lo primero que tienen que hacer mañana es limpiar este lugar.


— Sí, padre. —asintió Draco a la orden de su padre para después tomar con suavidad a Astoria de uno de sus brazos—. Nos retiramos a descansar.


— Descanse, señor Malfoy. —se despidió Astoria del mayor, inclinando un poco su cabeza para después verlo a él y sonreírle ligeramente—. Ron.


Fue cuando vio a la pareja retirarse que un reconocimiento llegó a él, haciéndolo encogerse un poco. Vio a Lucius de manera disimulada para confirmar dicha resolución y, al verlo con la mirada cansada, agotado, como si estuviese luchando por mantenerse de pie, no le quedó ninguna duda. Lucius le había dicho que confiara en que lo podía proteger y, tal parecía, lo había hecho a la mejor manera que pudo o se le ocurrió al no dejarlo salir para no le hicieran algún tipo de daño. Había sido muy ingrato al haber estallado contra Lucius en la tarde cuando este lo único que había querido evitar era, precisamente, lo que sucedió en su habitación o algo peor.


Tembló un poco al sentirse peor consigo mismo, y tonto también, por no haber captado las intenciones del mayor cuando fueron tan obvias. Debía disculparse con él cuanto antes y dejarle saber sin rodeos que todo estaba bien, que no había pasado nada y que entendía por qué no había querido que saliera con su casa rodeada de gente como las que cometieron ese acto de puro salvajismo.


— Hoy dormiremos en una de las habitaciones del último piso. —manifestó Lucius antes de que Ron pudiese decirle alguna palabra.


— ¿Dormiré contigo? —preguntó Ron un poco sorprendido, ya que, si se era sincero, no esperaba que Lucius quisiese algún tipo de contacto con él debido a todo ese asunto tan extenuante por el que habían pasado.


— Sí. —respondió sin vacilaciones—. Necesito estar seguro.


— ¿Sobre qué?


— Vamos. —fue todo lo que Lucius le contestó antes de apartar su mirada y Ron tomó a Lucius de la muñeca para que no pudiera moverse.


Necesitaba decirle con urgencia que lo sentía, que sentía el haberle dicho todo lo que le dijo, que sentía su comportamiento, que sentía no lograr entenderlo, necesitaba que Lucius lo supiera; no podía dejar eso en el aire ni dejarlo a que lo asumiera solo porque debía de hacerlo y cuando Lucius volteó a verlo con esa impetuosidad  que lo dejaba sin aliento y, con más decisión, tenía que tener el valor de reconocer y decírselo.


— Siento lo de antes. —se disculpó viéndolo fijamente a los ojos para que Lucius lograra ver en ellos la disculpa, que viera en sus ojos su total sinceridad, su entendimiento, todo lo que quería transmitirle, pero que no podía soltar.


Lucius pareció reaccionar poco después, levantó esa misma mano que Ron sostenía por la muñeca y la posó en una de sus mejillas, acariciándola con cuidado. Él se enganchó con más fuerza al agarre que había puesto sobre el mayor al haber sentido un alivio ante ese roce, que no se había percatado necesitar hasta que sintió esa caricia.


— Nadie te lastimará de nuevo. —murmuró Lucius inclinándose hacía él, juntando sus frentes y rozando sus narices cuando intentó acomodarse mejor entre ellos. El sentimiento de protección lo envolvió cómodamente y sonrió ante la tranquilidad que Lucius le regaló.


Ni a ti.


Porque siempre la vida iba a ser injusta y la muerte era un hecho para cada ser vivo, pero él no iba a entregar esa vida en un simple suspiro; ya que sería permitir que todo terminará como hasta ese momento y no estaba dispuesto tener más muertos tirados en el frío suelo.


Nadie nos hará daño otra vez.


Una nueva promesa se estaba haciendo paso en su vida.


Todo volvió a la calma al dejarse llevar por ese pensamiento.

Notas finales:

Qué intenso. Alguien anda tras el Roro cuando por fin está encontrando su camino, ¿quién creen que podría ser? Y Draquito finalmente se nos caso, la chica misteriosa ya tiene nombre.

¡Espero y les haya gustado este capítulo!

¡Díganme que les pareció! Estaría muy agradecida y me motivaría a subir el resto de la historia. Si hay alguna falta de ortografía, una disculpa de antemano.

¡Nos leemos! ♥


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