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Before you go por Little Bully

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Notas del capitulo:

Sorry por estar medio desaparecida la semana pasada, pero como que me quise enfermar y, la neta, me paniquie toda a tal grado que ni quería tocar nada, jajajaja, pero ya regresemos a la sintonía normal.

Disfruten el capítulo.

Ron había estado cuestionándose ciertas situaciones.


Dentro de la mansión, desde aquel incidente, las cosas habían vuelto más rápido a la normalidad de lo que imaginó. Creyó que, al haber sido un suceso tan desagradable, las cosas se iban a poner tediosas, sobre todo porque Draco había dicho que tenían que pensar en algo por si se repetía la misma situación; realmente pensaba en que los Malfoy iban a entrar en un episodio de completa histeria, pero tal fue su sorpresa cuando no fue así. La situación con Lucius había continuado con la misma corriente e intensa frecuencia, de hecho, la familia parecía haber preferido ignorar tal acontecimiento y actuar como si nada hubiera pasado. Incluso, el ambiente se había vuelto más relajado, como si un peso se hubieran quitado de encima, nada ni nadie había cambiado sus tratos con él, y en realidad él tampoco lo había hecho. Pensó que era lo mejor, que no iba a alterarse por lo que había pasado, si nada le había pasado ni a él ni a nadie, optó por estar como los Malfoy: pasando ese asunto a segundo plano y continuar con normalidad.


Sin embargo, aunque no había alterado su comportamiento, eso no evitó que, cuando tuviese tiempo para él mismo, desencadenará y le diera rienda suelta a pensamientos que anteriormente no les había tomado la debida importancia, o no como para empezar a tener dudas al respecto.


Todos sus cuestionamientos habían comenzado cuando recordó la plática entre aquellos dos hombres. Su cabeza seguía teniendo precio, uno que hasta la fecha ignoraba totalmente, y lo primero que había pensado cuando los escuchó fue en quién estaría queriéndolo precisamente a él, a tal grado de estar pagando por ello; aún no podía pensar en algún enemigo en específico que se hubiera echado a la bolsa o en alguien que quisiera tenerlo para su diversión. Por más que se imaginó caras, para él podían ser tantos como también ninguno que hasta le parecía increíble que alguien lo pudiese considerar así de importante. Entonces, fue cuando concluyó que él no era la única persona a la que querían herir sino también a los Malfoy.


A él, tal vez, alguien lo quisiese muerto, un enemigo o alguien a quien hirió en batallas, una persona del otro bando sin duda, pero a los Malfoy los querían ver muertos individuos que eran de su lado, de su gente. Había salido de la boca de Rodolphus, y si él pensaba de esa manera quería decir que no era el único que lo hiciese. Con eso, le había dado para asegurar que los Malfoy tenían de enemigos a las mismas personas con las que lucharon, gente con la que compartían -o compartieron- ideales y, por lo tanto, sospechó que ese era el principal motivo para que Draco le hubiera dado una varita a él y pedirle que cuidará de su esposa.


Recapacitó en que ya no tenía que seguir perdiendo más tiempo y tenía que entrenar de nuevo su magia y concentrarla. No iba a cargar con otra culpa por no haber entrenado y que sucediera algo que pusiera en peligro a todos, iba a evitar a toda costa que algo pasara mientras estuviera ahí. Pero para eso necesitaba entrenar. Había sido difícil al principio, tener que buscar tiempo a solas para que no descubrieran que tenía una varita en sus manos ahora; se sentía mal por estar mintiendo con eso, sobre todo mentirle y ocultarle eso a cierta persona, pero por algo Draco se lo advirtió y no tenía otra opción, solo debía de tener cuidado; y con ello, llegaron las noches de desveló y ratos de sumo cansancio que había podido manejar hasta ese punto. Trabajaba con hechizos no muy elaborados para no levantar sospechas, aunque lo suficientemente aptos en caso de un combate o defensa y que, sabía de sobra, se podían necesitar.


No obstante, su concentración no era la mejor y la magia tendía a dispararse para todas partes en algunas ocasiones. Imaginó que se debía a que entre todo lo que le correspondía hacer, estar alerta, Lucius y que a veces no dormía en su habitación, lo tenían con los nervios de punta. No había dormido nada, o no como se debía, por más que sus ojos le pesaban, por más que sus músculos le reclamaban, por más que estaba cansado, no podía dormir porque no estaría relajado si no contralaba bien su magia de nuevo.


Eso logró que se cierto tema interesante se le viniera a la mente una noche que sostenía la varita entre sus manos y la observaba con determinación. Fue como si esa pregunta siempre hubiera estado en el aire, pero que no la había querido aterrizar hasta que por fin terminó cayendo. Trató de ignorarlo en un principio, no había querido pensar realmente en eso, porque era algo que le provocaba dolor y la culpa se instalaba sin reparos en su interior. Verdaderamente, trató con todas sus fuerzas, pero por más que quiso rehuir de aquel pensar, fue inevitable no hacerle espacio en su conciencia por más que intentó ahuyentarlo.


Antes, recordó que aquellos tipos habían mencionado que él estaba muerto igual que sus amigos, lo que hizo que meditara en lo que esas personas hacían con los cuerpos de aquellos a los que asesinaban. Al ser unos seres llenos de crueldad, se podía esperar que les hicieran cualquier cosa, desde lo más ordinario hasta lo más atroz. Le daban nauseas de solo pensarlo, ya que de por sí el solo preguntárselo le resultaba tan doloroso, su cabeza no le daba para imaginar la cantidad de cosas que les pudieran hacer a los cuerpos de las personas que apreció o de las que lucharon al lado de Harry.


Y fue que, pensar en los cuerpos los muertos al estar viendo la varita, ese detalle había llegado a él. En realidad, era un detalle bastante extraño una vez que lo pensó mejor e imaginaba que necesitaba ser respondido para poder disipar toda duda al respecto. Creía que, si hubiese sido más listo o más atento ante las señales que se le dieron, tal vez ya tendría las respuestas que él estaba buscando. Al no ser de ese modo, buscó ordenar aquellos indicios recordando que todo debió de parecerle extraño desde la pesadilla que tuvo, en la primera ocasión, en la noche que se quedó dormido con Lucius en su habitación.


Lo primero había sido aquella vez que hablaron sobre la varita que portaba Voldemort, que no le funcionaba y le había pertenecido a Harry ante de morir. Lo segundo había sido soñar con el cuerpo tendido de Harry en el piso, esa imagen tan real de su cuerpo putrefacto y ese reclamo. Lo tercero, y último, fue aquel sueño -no sueño- que tuvo con Hermione y esa frase «los héroes nunca mueren».


Fueron demasiadas, y muy obvias, como para haberlas dejado pasar tanto tiempo. Tuvo que tener una varita que no se le heredo y que no compró él mismo, como para notar que algo andaba volando por ahí y que había un cabo suelto. Entonces, al tener la varita Peter Pettigrew en sus manos, el cómo le respondía sin ningún problema, le había dado su lealtad por solamente un arrebato y en que ya estaba muerto aquel hombre, se preguntó por primera vez: ¿Hicieron algo con el cuerpo de Harry?


Ron no se mentía, eso era algo en lo cual ya había pensado, pero que nunca terminaba de analizar por el pesar que le provocaba y no le permitía ni siquiera imaginar alguna idea alentadora. Antes había sentido la necesidad de saberlo, más que nada, porque su cuerpo había quedado tendido en el frío suelo y no había podido llegar hasta él para poder rescatar lo que quedaba de Harry, sintiéndose culpable cada vez que pensaba en ello. Pero, ahora, estaba ese detalle que con todo ese asunto se había intensificado, siendo como un gusanito en su cerebro que no lo soltaba.


Estaba tratando de razonar lo que había dicho Draco la vez que hablaron sobre el asunto de Snape; simplemente había algo que, desde un principio, no le había terminado de cuadrar y menos ahora. Estaba esa voz en su cabeza diciéndole constantemente que había un hilo suelto y que todo apuntaba a la varita que ahora portaba Voldemort.


Ron recordaba muy claro como sus padres le habían explicado, antes de comprarle su segunda varita después de haber rotó su primera varita -heredara por Charlie- en su segundo año, que las varitas se podían obtener de distintas formas y por eso motivo eran especiales. Pero, aquellas que eran adquiridas de forma pura, tendían ellas mismas a encargarse de escoger a su portador; era un vínculo que se tenía que formar entre la varita y el mago o la bruja con el tiempo de utilizarla para que esta pudiera ser funcional y, gracias a esto, es que estas le eran fieles a sus dueños hasta la que se les desarmará o por muerte de los mismos. Entonces, tomando desde esa analogía, no entendía como Voldemort no podía utilizar su varita, o no le funcionaba, si Harry ya había muerto.


La maldición asesina lo alcanzó, no había duda, él vio claramente como Harry era golpeado por ella, y eso quería decir que el último dueño de esa varita no fue Harry y justo ahí era donde no encontraba lo que hacía falta. Una noche se puso a hacer un recuento de los hechos con la poca información que tenía: La varita fue de Dumbledore, Draco desarmó a Dumbledore haciendo a Draco el dueño de la varita, pero Draco decía no ser él el dueño al haber sido desarmado por Harry y, que él supiera, a Harry nunca lo desarmaron con esa varita en específico; así que, el dueño debería de ser Harry todavía.


Pero no tenía sentido.


Harry murió. Ron no tenía ni para donde hacerle.


Desde esa pesadilla en especial era como ver el cuerpo de Harry todos los días, como una imagen realista que Ron observaba, ese cadáver putrefacto antes de cerrar los ojos, y se repetía hasta el cansancio que esa varita pasó a ser dueña del Señor Tenebroso en el momento en el que la maldición tocó el cuerpo de Harry justo como le había sucedido a él con la varita de Peter. Pero entonces, en uno de esos momentos de autoconvencimiento, fue que la pregunta se volvía a instalar en su cabeza: ¿Hicieron algo con el cuerpo de Harry?


Ron se preguntaba si la varita podía ser tan fiel como para reconocer la magia de su portador aún después de muerto y no serle fiel a nadie más. Las varitas, al igual que todo lo relacionado con lo mágico, no tenían a veces lógica y simplemente eran especiales, pero Draco había mencionado que esa varita en concreto era especial, por lo que era más especial que lo especial que ya eran.


¿Hicieron algo con el cuerpo de Harry?


Había querido preguntarle a Draco abiertamente esa duda, o al menos que hacían con los cuerpos una vez que asesinaban a alguien, pero quedó totalmente descartado al imaginar el desastre que iba a armar el menor por una pregunta como esa y no quiso meterse en problemas por una duda. Pensó después en Lucius, pero Ron estaba seguro que realmente no iba a responderle como él quería, porque el mayor sabía que el tema de la guerra era algo delicado para él, no importaba el tiempo que pasase, principalmente por todo lo que esta misma le había arrebatado y por todo el tiempo que en ella participó, por lo tanto evitaba a toda costa tocar ese tema, intentaba lo más posible, así que no iba a servir de nada preguntarle si no le iba a responder o le iba a mentir.


Pero entonces la vio y supo que aún le quedaba una nueva opción: Astoria Greengrass o, su nuevo nombre, Astoria Malfoy.


Al llegar Astoria a la mansión, ella había sido amable con él y, si bien no fueron amigos como tal en un comienzo, llegaron a establecer cierta simpatía durante ese par de semanas que intentaron hacer las cosas funcionar para ambos dentro de esa circunstancia, aunque le tenía cierto cuidado; él había notado que en su rostro no había ninguna clase de soberbia y altanería, pero una Slytherin siempre será una Slytherin y le tuvo cierta distancia. Pero, no había sido hasta que tuvo esa duda en específico, que pensó que ella sería a la que le preguntaría libremente sin temor a que le mintiera o le recriminara por ello, porque no tenía una razón al no conocerlo y, decidido, tuvo que buscar la manera de acercársele sin levantar malos entendidos o crear conflictos innecesarios.


Primero se había dedicado a observarla para buscar la manera indicada de acercarse a ella y, en esos días, se dio cuenta de esa sensación que a veces la rodeaba. Cuando Ron la observaba, a veces, sentía una especie de vacío en su persona. Quiso reconocer ese vacío, pero era uno que no había percibido en alguien antes o que no reconocía al ser uno que estaba y no estaba, al mismo tiempo. No se lo lograba explicar, pero era como si ese vacío llegara de la nada para ensombrecerla un poco, borrando todo rastro de felicidad en su rostro y después abandonarla sin aviso, hasta que volvía a cubrirla esa sonrisa que, había deducido, era común en ella. Y supo inmediatamente que de ahí era por donde debía llegar para lograr su acercamiento.


Había esperado hasta el momento indicado, que llegó unos días después al quedarse solos en la misma sala, y se aproximó a ella con solo una oración: «Astoria, si me lo permites, y no es para incomodarte, pero veo que a veces no estás tan a gusto aquí, ¿está todo bien?» Fue algo tan simple que no se esperó en ningún momento la reacción de Astoria de haberse puesto tan nerviosa y siendo incapaz de responder aquella pregunta sin tartamudear. Ron trató de calmarla, diciéndole que no era necesario que le respondiera, que no fue su intención y que lo olvidará, pero entre que la chica intentaba respirar y buscaba las palabras para justificarse, terminó revelando su pánico hacía Lucius, ya que siempre la reprendía por mínimos errores y, debido a eso, siempre estaba tensa para no hacer algo mal y que el mayor se fuese a molestar; preguntándole en un ruego si podía ser capaz de ayudarla.


Ron no supo cómo reaccionar al principio. Aquella declaración lo había tomado totalmente desprevenido, porque él fue testigo de cómo Lucius refunfuñaba de vez en cuando contra Astoria por pequeñeces que hasta le daban gracia, Draco siempre la defendía a capa y espada, se enfrentaba a su padre hasta dejarlo callado, pero tal pareció que Astoria ya no quiso eso y buscaba el cómo apañárselas sola con su suegro; después fue como si un calor se le instalara en el estómago al recordar cómo había estado él en una situación similar con el patriarca de esa familia antes de llegar a dónde ha llegado con él. No supo que decirle hasta minutos después que, con su mejor sonrisa, le dijo que no tenía que preocuparse de nada, que Lucius podía dar miedo al principio y ser una persona con un carácter muy tosco, pero que con paciencia se podía llegar a una pasable convivencia, que él había vivido ese mismo temor al estar cerca de alguien tan imponente y que si a él lo había aceptado, cuanto más a ella que era su nuera; esto, claro, sin mencionar absolutamente nada de lo que ambos hacían a puertas cerradas.


Astoria se había relajado tanto desde esa tarde, escuchó atentamente cada una de las palabras que tenía para decirle y, pareció, le había quitado ese gran pesar de encima porque rápidamente la chica había hecho de Ron una clase de confidente. Le pedía consejos para entablar conversaciones que podían interesarle a Lucius o como podía acercarse a el mayor sin que este fuera grosero con ella. Creyó que, de ese modo, poco a poco iba a ganar su confianza e iba a poder preguntarle eso que rondaba por su mente. Pero, para su sorpresa, en menos tiempo de lo que pensó, se encontró hablando con ella de todo un poco hasta el grado de que se convirtió en algo cercano a una amistad, en donde a menudo lo acompañaba a hacer junto a él todas las actividades de limpieza y de cocina; obviamente le había dicho que no era necesario que ella hiciera algo al ser ese su trabajo, pero siempre lo ignoraba y le cambiaba el tema de conversación tan rápido que Ron lo olvidaba o lo dejaba pasar.


Y hoy parecía ser uno de esos días.


Ron consideró que ya había sido suficiente espera para una sola pregunta. Creía que entre él y Astoria ya había la suficiente confianza como para preguntarle al respecto; ese era el momento perfecto, ambos estaban solos en la cocina, los Mafoy enfrascados en unos asuntos dentro de una de las oficinas y los elfos estaban haciendo las actividades de limpieza correspondiente en la mansión, nadie los podría interrumpir. Por lo tanto, dejó de pulir los utensilios y volteó su mirada a Astoria, que se encontraba guardando lo que él ya había pulido.


— Astoria. —la llamó y ella paró de hacer lo que estaba realizando para voltear a su dirección—. ¿Sabes qué les sucedió a los cuerpos de las personas que pelearon de mi lado y murieron en batalla?


La pregunta pareció tomarla desprevenida, lo notó por como su cuerpo se tensó tan rápido. La sonrisa que bailaba en su rostro, desapareció por completo y su semblante se volvió serio, temió por un momento el haber tocado un tema del que ella no deseaba hablar y estuvo a nada de retractarse cuando ella carraspeó recuperando la compostura.


— Las cosas en el mundo mágico no son sencillas, Ron, todo se complicó tan rápido que no supimos ni por dónde empezó. —contestó con honestidad. Agradeció internamente que la chica si hubiera optado por responderle, más se decepcionó un poco al no ser la respuesta que estaba buscando—. No es fácil nada allá afuera.


— ¿A qué te refieres con eso? —preguntó, inmediatamente, extrañado. Ron sospechaba que las cosas afuera no eran las mejores, siempre fue una espina que lo acompañó desde que el desastre había empezado y lo terminaba de confirmar. Si bien no era lo que preguntó inicialmente, pensó que quería ponerlo en una especie de contexto antes de responder a su pregunta


— Ron… —guardó silencio y caminó a su lado. Al comienzo no la comprendió, pero al tenerla a su lado, con cierto encorvamiento en su cuerpo, entendió totalmente que parecía querer darle cierto confort. Ron la miro con paciencia y Astoria suspiró con pesadez antes de continuar hablando—. Es mejor que no preguntes por eso, no hay necesidad de saberlo.


— Ya me han dicho esa frase y sigo sin entender porque no quieren responderme a lo que yo deseo saber. —dijo Ron con molestia, cansado de escuchar como cuestionan lo que él quería conocer. Sobre todo, para entender él mismo con certeza todo lo que sucedía para lograr responderse todos sus cuestionamientos y, a ese paso, nunca iba a poder enterarse de nada.


— ¿Para qué, Ron? —preguntó Astoria a modo de exigencia—. Dime.


Necesito saberlo. —respondió, enfatizando y sonando suplicante—. No sabes la carga que siento al no saber que fue de los cuerpos de las personas que yo amaba.


Astoria lo miró fijamente por unos momentos antes de soltar un suspiro—. Me advirtieron que, todo lo que a la guerra se refiriese, era un tema muy difícil para ti.


— Lo fue, lo es y lo seguirá siendo por el resto de mi vida. —declaró firmemente—. Pero ese no es motivo para que me oculten esas cosas, si pregunto es porque tengo la suficiente fuerza emocional para saberlo.


Ron quería creer que era cierto, aunque sabía que no iba a poder evitar romperse al enterarse de algún dato referente a los que estaban atados a su corazón. Deseaba creer que tenía la suficiente fuerza para superar todo ese dolor con el tiempo y que, una vez aceptado, todo sería más sencillo de llevar. Así había podido manejarlo hasta ahora, se lo había demostrado, por eso era capaz de cuestionarse nuevas situaciones y animarse a preguntar por estas.


— Sé que no es necesario torturarte con algo como eso, porque para eso lo quieres saber, ¿no?


— ¿De qué hablas? —preguntó Ron, confundido. Pensó que Astoria había comenzado a desvariar debido a la plática y no entendió exactamente a lo que quiso referirse con eso.


— Lo quieres saber como un modo de autocastigo, ese que te has impuesto porque crees que has fallado y con esos mismos errores te castigas.


Ron rodó los ojos, sabiendo a dónde quería llegar la chica con esa conversación—. Ustedes creen que me pueden leer a la perfección.


— Ustedes los Gryffindor son así. Sentimentales, leales, se ponen antes que el resto y por eso les duele tanto el perder a alguien porque creen que les fallaron no solo en vida —dictaminó con seguridad—. Pero así no tiene que ser.


Vio con atención a la chica que seguía a su lado y notó que Astoria había cambiado su postura encorvada por una con más firmeza y confianza. Resopló derrotado al darse cuenta que su plan había fallado totalmente, Astoria le había dado vuelta al tema drásticamente al no querer responder su pregunta. Cada día entendía mejor porque estaba casada con Draco Malfoy, relucía que eran tal para cual a su parecer.


— ¿Ahora me dirás como tengo que manejar todo esto? —preguntó con amargura, siguiéndole la corriente.


— Sé que necesitas despedirte de algo físico para tranquilizar esos lazos que entre ustedes crean, porque si no se aferran a los hubiera y ahí es donde se hacen un calvario.


«Crear lazos»


Ron concordaba con eso, incluso Draco le había mencionado algo parecido. Eran personas sencillas, guiadas por sus emociones, para él era normal el que se crearan esos lazos que los hacía pertenecientes a algo, para sentir esa necesidad de unión hacía otras personas. Esos hubieras, ese calvario que Astoria mencionaba, venía de manera implícita en esos lazos, se sufría con los demás a causa de la empatía que establecía debido a ellos. Pero era parte del proceso, todo ese proceso era necesario para asimilar y aprender a vivir con lo que a uno les tocaba.


— ¿Entiendes lo que es eso? —preguntó, después de un silencio.


— No. —respondió, sincera—. Pero lo he visto, lo veo contigo.


Ron se carcajeó—. Entonces si lo entiendes.


— Entiendo que tu necesidad de darles una despedida es más grande que tú. —lo apuntó—. También que lo hace aún peor el que los hayas perdido en malos momentos, pero ¿realmente vale la pena vivir así?


— ¿Así como estoy ahora? —preguntó, reflejando cierta mofa—. No lo sé, digo, estoy de sirviente para una familia donde nos odiamos y tratamos mal desde que tengo uso de razón, entonces dímelo tú.


— ¿Es así? —chasqueó sus labios—. Ron, tal vez no lo parezca, pero sé nota que aquí estás bien.


Negó con la cabeza. A pesar de que ya había llegado a un acuerdo con él mismo sobre si era conformismo o tranquilidad el como se sentía ahí en esa casa, y con esa familia, aún había ciertos días en los que tanteaba un poco con dicho tema. Era algo complicado por cómo se dieron y se estaban dando las cosas, aún contaba con dudas, pero la mayor parte del tiempo se encontraba en calma al no querer darle más rodeos a un asunto que, sabía, ya no tenía nada que hacerle, más porque hace bastante tiempo había dejado de importarle el que estuviera viviendo ahí junto a ese estilo de vida que ahora era algo suyo.


— ¿No lo ves como un conformismo de mi parte? —cuestionó Ron, encogiéndose un poco.


— Claro que no es conformismo, o aun así lo fuera, ¿qué importa? —dijo Astoria, encogiéndose de hombros—. Estás vivo, estás bien, no estás afuera viviendo con la preocupación de que te puedan agarrar para matarte, no estás huyendo, solo estás viviendo el día a día.


Ron asintió, escucharlo de la boca de alguien más le había resultado reconfortante, como si esas minúsculas dudas que aún tenía las pudiera disipar con esa respuesta—. Nunca me imaginé vivir así.


— ¿No estás tranquilo?


— Me siento tranquilo. —confesó—. Pero hay días en los que me carcome una culpa por mis fallas.


— ¿Ves cómo te adjuntas cosas que no fueron tu culpa? Nadie tiene fallas, son decisiones que se tomaron en el momento por una razón. —afirmó—. Toma esto como una nueva oportunidad. Ya no hay nada que hacer por los que están muertos, pero para nosotros los vivos siempre hay una manera.


— ¿Una nueva oportunidad para vivir? —preguntó con extrañeza, tratando de ignorar el nudo que se estaba formando en su garganta debido a esas palabras.


— Yo también estaba sola, me sentía muy sola, pero llegó mi oportunidad. —admitió. Ron la miro con sorpresa pues nunca había entablado una conversación en referencia a su pasado o cómo que entre ella y Draco se conocieron hasta finalmente haber optado por casarse—. A ti te salvaron también.


— Pero me salvaron a cambio de esto. —respondió mientras señalaba con sus manos a todas direcciones. Era algo que se contradecía, pero sabía que, dentro de toda esa circunstancia, no había una libertad verdadera, no gozaba de algo que le diera realmente una independencia. Sobre todo, porque Lucius todavía no mencionaba nada sobre darle alguna clase de varita para utilizar su magia de nuevo y, al no poder utilizar la que tenía a voluntad, eso le condicionaba muchas más cosas de las que previamente se le habían adjuntado—. No es vivir en libertad, Astoria, es vivir limitado..., encerrado.


— Tal vez no es la mejor manera de vivir, sé que fueron un poco duros contigo al principio, pero todo tiene su razón, ¿no es así?


— Ellos dicen tenerla, sí. —contestó Ron, suspirando—. Hace mucho que dejó de importarme vivir así con ellos.


— Entonces toma tu oportunidad y no la sueltes. —dijo mientras levantaba una de sus manos y apretaba un puño con decisión.


— ¿Y una vez que la tome? —cuestionó Ron al ver a la chica tan decidida y satisfecha ante esa oración—. ¿Qué ganaré con tomar esto?


— Ser feliz otra vez.


— ¿Ser feliz así con esto? —pausó—. Te seré sincero, Astoria, creó que esta es una manera muy solitaria de estar-


— No estás solo, Ron.


El nudo en su garganta se hizo tan pesado ahora. Escuchar aquello fue como haber tenido a Hermione enfrente suyo, diciéndole nuevamente que ahora ya no era una persona que estuviera sola, no más. Fue como ver en Astoria a Hermione, revivió aquel día donde pudieron compartir sus últimos momentos juntos y le daba ánimos para continuar, haciéndole ver que todo estaría bien y su pecho se contrajó, las lágrimas comenzaron a picarle los ojos y miró a la chica con extrema calidez.


— No lo estoy. —sollozó sin poder evitarlo. Ron sintió como un calor recorría su cuerpo al ver como la chica cambia su rostro decidido a uno presa del pánico y nerviosismo.


— ¡No te quise hacer llorar, Merlín-!


— ¿Qué está sucediendo aquí? —preguntó Lucius, interrumpiendo. Su voz retumbó gravemente y tan fuerte que observó como Astoria brincó un poco en su sitio, haciendo que se sobresaltara él también ante esa reacción. Ambos se giraron rápidamente hacía Lucius, este se miraba totalmente serio y Ron limpió las lágrimas que aún tenía acumuladas, tallando sus ojos lo más discreto que pudo.


— ¡Señor Malfoy! No es-


— ¿Por qué está llorando, joven Weasley? —preguntó con su mirada fija en él—. ¿Acaso lo hizo llorar Astoria?


— No fue mi intención-


— Se me metió una basura al ojo. —mintió, interrumpiendo lo que fuese a decir Astoria. Lo único que iba a lograr la chica al confesar de lo que estaban hablando, o el motivo por el cual estaba llorando, iba a ser hacer enfadar a Lucius. Tenía que dejarle eso a él, Astoria aún seguía teniéndole miedo y no sabía como manejarlo, pero por suerte él ya le había encontrado cierto modo, así que sería capaz de controlar la situación.


— Draco la está buscando, Astoria. —dijo Lucius mientras asentía, pero esta vez volteando directamente hacía su nuera.


— Ron-


— No haga a mi hijo esperar, eso no es de buena educación, menos para su marido.


— Sí, señor Malfoy. —asintió Astoria sin cuestionamientos. Ron volteó a verla de reojo y se percató que había comenzado a temblar de una manera muy sutil—. Con permiso.


Al ver la manera apresurada en como la chica salió de la cocina, Ron no pudo evitar bufar con cierto fastidio dirigido a Lucius.


— No seas tan duro con ella.


— ¿Por qué te hizo llorar? —cuestionó con severidad. La mirada de Lucius le quemaba la piel, era igual de severa a como su voz se había escuchado, de hecho, hasta cierto punto parecía que contenía la molestia.


Ron rápidamente pensó en excusas que decirle. Era más que evidente que había querido soltarse a llorar, pero no iba a decirle eso, mucho menos que fue a causa de Astoria. En realidad, no había sido culpa de la chica, pero no podía decirle tampoco lo que ocasionó que se pusieran a hablar sobre todo aquello; iba a ser más que claro que Lucius se iba a molestar con él por preguntar, con la chica por contestar y con ambos por ser tan descuidados con sus temas de conversación.


— No estoy llorando. —negó Ron, sorbiendo su nariz. Fue consciente de que esa respuesta no le pareció para nada a Lucius al ver como su postura se erguió y su rostro se frunció casi al mismo tiempo. Se pateó mentalmente por no pensar en nada mejor que pudo haberle dicho.


Lucius resopló, irritado—. No puedo creer que me estés negando lo obvio.


— Estábamos hablando sobre mi familia. —se excusó, balbuceando antes de que Lucius dijera algo más—. Ya sabes cómo me pone ese tema.


— ¿Por qué hablaría ella de eso contigo? —preguntó mientras se acerca a él y se ponía a su lado, justo donde Astoria había estado hace apenas unos momentos—. No permitas que te esté molestando.


— ¡Ella no está haciendo eso, Lucius! —dijo Ron, viéndolo boquiabierto—. No dejaría que lo hiciera si ese fuera el caso.


Lucius lo miró fijamente, analizándolo—. Si te está molestando solo dímelo.


Le tomó desprevenido esa declaración. Lucius era alguien de cuidado, pero insistía en no creerlo capaz de hacerle algo a la esposa de su hijo, alguien que para Draco era importante; la relación entre ambos no la había conocido antes, pero suponía era muy mala por cómo había visto la mejora en su tiempo ahí, así que no imaginaba que fuera a arruinar Lucius eso que estaba tratando de emendar solo por situaciones como esa. De igual manera, él no iba a permitir que eso sucediera, no era culpa Astoria que Lucius estuviera buscando cualquier excusa para reprenderla al apenas tolerarla e iba a encontrar alguna manera de que no le hiciese nada.


— ¿Y qué le harás? —curioso algo nervioso, viéndolo con los ojos entrecerrados—. Como si te atrevieras, cuando ustedes me decían de cosas yo no me quejaba.


— Eso era diferente.


— Diferente dices, no tienes vergüenza. —contestó Ron de manera pesada, cruzándose de brazos—. No me está haciendo nada, Lucius, solo trata de acercarse, debe de creer que necesito a alguien que me escuche.


— Tú ya tienes a alguien que te escucha.


— Pero ella no sabe eso. —contestó, desviándole un poco la mirada al sentir como sus mejillas se calentaban ante el sonrojo que lo invadió. Lucius rápidamente tomó su barbilla entre sus dedos para hacer que ambos se vieran y conectaran sus miradas.


— No la necesitas. —dijo con firmeza viéndolo directamente a los ojos—. No necesitas de su compañía cuando yo te brindo la mía, no necesitas de sus consuelos cuando con lo mío es suficiente.


— Lucius… —regañó Ron, avergonzado. Comentarios como esos, le calaban por algún motivo desconocido, no sabiendo aún si era por la vergüenza, enojo o satisfacción que le causaban en él.


— ¿Hay algo que te esté hiriendo? Puedes decírmelo.


La manera tan intensa y sincera con la fue dicho aquello por parte de Lucius le hizo estremecerse. Se replanteó el si era correcto preguntarle a el mayor sus dudas respecto al tema que Astoria se negó -a su manera- a responderle, pensó que podría ser algo que hablara con Lucius, que por alguna razón necesitaban hablarlo entre ambos, hablar más sobre lo que estaba sucediendo afuera, sobre ellos y, más que nada, sobre todo lo que no han podido decirse. Le sorprendió el repentino pensamiento y se removió nervioso bajo su tacto.


— Mejor otro día. —le restó importancia al tema, apartando la mano de Lucius de su rostro y tomó un cubierto con una de sus manos para después pasarlo delante de su rostro—. Necesito terminar de pulir esto.


Lucius guardó silencio, a lo cual Ron asemejó a un asentimiento silencioso y continuó con lo que había dejado a medias de manera calmada y pausada, tratando de alejar su súbito nerviosismo. Recapituló en la conversación que había tenido con Astoria y en como a pesar no fue la que buscaba, de cierto modo le había sentado bien; el que ella comprendía de manera más acertada su dolor, el pensara que no estaba conformándose y hasta los ánimos que le ofreció al decirle que no estaba solo, le habían sentado mucho mejor de lo que esperaba.


A veces le era difícil imaginar como un par de palabras de aliento podían calarle dentro de él, ya sea para bien o para mal, era algo que le parecía increíble, ese poder de las palabras sobre una persona -ya no solo con él- y la manera en que podían afectar el como iban dirigidas hacía ellos y de qué maneras. El consuelo que estás palabras llegaban a generar también era enternecedor y solo por la razón de como una simple combinación de letras podía llegar a ser tan reparador y llenar el alma de vivo fervor que regocijaba.


— Ronald. —voceó su nombre con suavidad y Ron volteó a verlo deteniendo por segunda vez lo que estaba haciendo para ponerle atención al mayor—. ¿Qué es lo que te sigue molestando?


Ron suspiró meditando con prisa la respuesta que iba a darle—. Que Astoria aprendió a manipularme tan rápido y tan bien como para cambiarme los temas de conversación sin que me dé cuenta.


— Todos, Ronald. —Lucius respondió con burla—. Eres alguien muy ingenuo.


— No, gracias. —dijo Ron con sarcasmo, sintiendo su rostro comenzó a sentirse caliente y como la molestia comenzaba a burbujear desde su estómago hasta su pecho—. Que amable de su parte como siempre, señor Malfoy.


Lucius soltó una carcajada—. Se me da muy bien.


Fastidiado, ignoró totalmente a Lucius y siguió puliendo los cubiertos, pero ahora con más fuerza. Prefirió dejar la discusión en el aire antes de ponerse a decirle ciertas verdades al mayor o de clavarle algún tenedor en uno de sus brazos. Estaba tan enfrascado en su rabia que no notó cuando Lucius se apartó de su lado hasta que lo rodearon unos brazos por detrás tan de repente que lo hicieron soltar un chillido. Las palabras se le atoraron en la garganta cuando sintió las manos de Lucius recorrer su torso por encima de la ropa.


— No, Lucius, nos va a ver alguien. —dijo, entrecortado al sentir como Lucius comenzaba a repartir ligeros besos sobre su cuello. Vio con cierto temor hacía la puerta de la cocina y pensó en que los elfos podían aparecer por ahí en cualquier instante o hasta Draco o Astoria o todos juntos. Tomó las manos de Lucius para intentar detenerlas, pero estás solo se afianzaron con más fuerza a él.


— Nadie vendrá. —aseguró mientras continuaba repartiendo besos por la extensión visible de su cuello. Ron estaba comenzando a estremecerse por las atenciones recibidas—. Todos están ocupados en sus actividades.


— Con que seguridad lo dices, hasta yo me lo creí. —sonrió al mismo tiempo que Lucius lo volteaba hacía él. Rápidamente Ron colocó ambos brazos sobre los hombros de Lucius, rodeándolo. Lucius se inclinó hacía él y lo besó como siempre lo hacía, con delicada fuerza, y sintió un breve destello de diversión cuando correspondió a dicho beso y automáticamente ambos cuerpos comenzaron a pegarse con más ímpetu uno contra el otro y de una manera tan natural que en un santiamén olvido que alguien podía entrar por la puerta de la cocina y verlos.


Por ese momento, decidió dejarse llevar y olvidar todos sus cuestionamientos, aunque sea por un instante.

Notas finales:

Ron está comenzando a cuestionarse cositas, denle chanza el nene, es normal que todavía no se le terminen de alinear los chakras, jajajaj.

¡Espero les haya gustado este capítulo!

¡Díganme que les pareció! Estaría muy agradecida y me motivaría a subir el resto de la historia. Si hay alguna falta de ortografía, una disculpa de antemano.

¡Nos leemos! ♥


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