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Azul Rosario por Annie Escamilla

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Notas del capitulo:

Greatest Love Songs Vol. 666
HIM, 1997
https://www.youtube.com/watch?v=NJBZDalk_iY&t=732s

Aún seguía agitado cuando llegó a casa. La vieja Berlingo estaba estacionada fuera y a pesar de la hora la luz de la cocina seguía encendida.

Maldice para sus adentros anticipándose al encuentro y se despoja de todo nerviosismo antes de entrar y anuncia su regreso con naturalidad. Su hermano yacía recostado en el sofá viendo la televisión.

—¿Acaso no tienes clases mañana? Ya pasan de la una —comentó Tommi con el ceño fruncido—. ¿Te acordaste de tomar la pastilla?

—Se me hizo tarde en casa de Larry —Jonne se encogió de hombros restándole importancia—. La tomé a las nueve.

—Vale. Debiste llamar, para eso compré la contestadora —el muchacho puso los ojos en blanco y asintió con la cabeza—. A ver, espera…

Tommi se acercó y le cogió un mechón de cabello, lo olisqueó y le dio un pequeño coscorrón. Jonne le apartó de un empujón.

—¡Oye! ¿Qué te pasa?

—¿Qué te dije de fumar? —Tommi le mandó un segundo coscorrón y le cogió por los hombros, guiándole hacia las escaleras—. Ya, ¡anda a acostarte!

Jonne se resistió molesto y humillado, su hermano era más alto y mucho más fuerte que él. De nada servían sus excusas ni reclamos. Tommi no dejaba de tratarle como a un niño y eso le frustraba. Cerró la puerta de su cuarto con un fuerte portazo que esperaba su hermano supiese interpretar.

Sabe que el mayor no tiene la autoridad suficiente y recuerda cada momento de rebeldía en que desaparecía dejándoles a él y a Ville a merced de la ebriedad de su madre. Nunca le ha resentido ni se lo ha sacado en cara, incluso Jonne llegó a empatizar con su hermano cuando se marchó de casa y su madre le tomó a él como objetivo de su ira. ¿Quién no querría salir huyendo de ese lugar?

Pero sí que le molestaba la manera hipócrita en que ahora intentaba compensarle por las carencias de su infancia. Como un rol que había adoptado, Tommi se esforzaba por ser la figura paterna que Jonne hubiese deseado cuando lo que en realidad necesitaba no era un padre, sino un hermano.

Cogió su walkman y se tumbó sobre la cama a escuchar las melancólicas letras de Nirvana. Todavía seguía nervioso por lo que había pasado en casa de Larry. No podía creer que finalmente se hubiera atrevido a besarle y en parte admiraba el valor de su amigo, pero le decepcionaba no haber sentido nada. En ese aspecto no había sido muy diferente de besar a una chica y su interés se había desvanecido tan pronto como había llegado.

Estaba seguro de que era culpa de las pastillas. Desde que comenzó a tomar los antidepresivos no había vuelto a sentir las emociones como algo real y profundo; la realidad había pasado a un plano más bien superficial. Un beso podía ser lo mismo que el empujón de un bravucón y un regaño de su hermano no era más importante que la canción que sonaba en ese momento.

Jonne no había tomado el antidepresivo aquella tarde. Por las mañanas Tommi se sentaba junto a él y le acompañaba en el tedioso ritual en que se había convertido el desayuno: Masticar lento, saborear, tragar, respirar. Y al final, la pastilla que haría que todo en el día estuviese bien. Pero Jonne sentía que nada estaba bien en lo absoluto.

La música se detuvo pero aún no tenía sueño. Sabía que parte del trabajo de la medicación era ayudarle a dormir, pero aquello implicaba ser víctima de horribles pesadillas. Se quitó los audífonos y prestó atención. A lo lejos se alcanzaban a escuchar los graves ronquidos de su hermano. Tommi sólo se quedaba despierto después del trabajo cuando Jonne llegaba tarde.

Pensó en el CD de HIM. Se sentía un poco incómodo ocupando el discman nuevo de su amigo y los recuerdos del beso removían algo extraño en su interior que no alcanzaba a tomar forma. A la luz de la lámpara descifró el moderno artefacto y se dejó llevar por las nuevas melodías, los coros melódicos y la grave y profunda voz de Valo.



Una bola de papel rebotó en su frente y cayó sobre el cuaderno en donde copiaba la ecuación del pizarrón. Era primera hora de la mañana y todavía no acababa de espabilar. Miró alrededor y Jay, dos pupitres a su izquierda, le hizo un gesto apremiante. Abrió la hoja con curiosidad, se trataba de un afiche del concierto de HIM. Se fijó en el valor de las entradas y se le revolvió el estómago. Por el otro lado, la letra desordenada de su amigo.

 

J. Slammer: Viernes. 7 pm. Cochera de K. Confirmen. Llamaré a A.

 

Garabateó apresuradamente una respuesta y volvió a arrugar el papel. Larry se sentaba tras él y le lanzó la bola con disimulo, recibiendo una patada en su pupitre como respuesta. Jonne se enderezó en la silla y procuró volver a prestar atención.

Finalmente se había quedado dormido con la música encendida y cuando despertó los audífonos se le habían enredado en el cabello. Arregló sus cosas a toda prisa y cuando bajó, Tommi ya le esperaba con el desayuno y le vigiló atentamente mientras Jonne se tomaba la medicación. Se sentía un poco triste volver a la apatía con la que enfrentaba el día a día.

Una nueva patada y Jonne estiró su mano con disimulo. Cogió la nota y frunció los labios, asintiendo sutilmente con la cabeza. Por supuesto que Larry quería aclarar las cosas. Intuía que había sido su falta de respuesta —e interés— lo que había alterado el humor de su amigo durante la mañana.

Cuando sonó la campana escapó a toda prisa al baño de hombres del quinto piso. Larry llegó al poco tiempo y cerró la puerta tras de sí con movimientos nerviosos. Sin mirarle en ningún momento, sacó su cajetilla y le ofreció un cigarrillo.

—¿Qué te pareció el disco?

—Cool —Jonne alzó una ceja y se sentó sobre el lavabo—. ¿De qué querías hablar?

—Bueno, yo... —Larry titubeó y le dio una larga calada a su cigarrillo—. Quería disculparme contigo, Jonne... Eres mi mejor amigo, ¿sabes? No quiero que eso cambie entre nosotros. Siento que te puse en un aprieto y…

—Larry, no pasa nada —interrumpió, inundándose del nerviosismo de su amigo—. Descuida. Los demás no tienen por qué saberlo.

—¿Te gusto?

Jonne negó con la cabeza. Larry se llevó una mano al rostro y ahogó un sollozo que al rubio le llenó de angustia. Le rodeó de la misma forma protectora que hacía su hermano cuando él estaba mal y le contuvo hasta que se calmó.

—¿Me querrías si fuera una chica?

—Maldición, Larry, no se trata de eso... Soy yo, ¿entiendes? Además, necesito tiempo para pensarlo. Nunca me he enamorado de nadie. No sé qué debería sentir.

—Sólo tienes que dejarte llevar.

—No puedo. No sé cómo hacerlo —se sinceró.

—Déjame enseñarte.

Larry acercó sus rostros con cautela y esperó unos segundos; Jonne se mantuvo estático y cerró los ojos cuando sus labios se juntaron. Quedaba claro que su amigo tenía experiencia besando. Jonne, un poco más bajo, sentía su respiración agitada contra la suya mucho más calma y sus manos comenzaron a temblar por la ansiedad.

No podía evitar sentirse una basura. Incluso si se obligaba a pensar en Larry como algo más, su mente simplemente no procesaba las emociones y sólo quedaba una fría indiferencia.

—Lo siento —susurró después de que Larry se apartara—. No siento nada.

Su amigo encendió otro cigarrillo. Fumaron en silencio hasta que sonó la campana pero ninguno hizo ademán de moverse. Lo que enseñaran en clases no sería ni de lejos tan importante como lo que ocurría en aquel baño.


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