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El clan por FiorelaN

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Capítulo XXVI: “Ámame sólo a mí”

 

Naruto (en tiempo presente)

No importa lo que haga. Siempre regresas a mi mente como un rayo cayendo a la tierra. ¿Cuándo se acabará esta historia y aparecerá el “y vivieron felices para siempre”? Yo sé lo que te sucede, porque me lo demostraste miles de veces y yo me hacía el ciego, el sordo y enmudecía ante tus palabras de bienestar falsas. ¿Cuál es el problema? ¿Por qué no lo compartes conmigo? Siempre debo enterarme de tus problemas cuando ya es tarde… Me dueles… Tu dolor… me duele, porque sé lo que es estar solo, pero tú…, al menos, tienes un hermano…

Ya pasaron dos semanas desde la última vez que te vi y ni siquiera te has comunicado conmigo. Pocas veces, me dedicas miradas de consuelo en clases y, sé que me sigues algunas veces hasta el orfanato pensando que yo no me doy cuenta. ¿Hasta cuándo seguirá esto? ¿Qué es eso que tienes que hacer? ¿Cuándo acabará? ¿Realmente, volveremos a estar juntos como antes o lo dijiste para dejarme tranquilo por un tiempo?

 

Narración en tercera persona

 

—¿Qué es lo que tenías que decirme, Kakashi?

Itachi estaba parado frente a Kakashi en la oficina de la empresa de la familia Uchiha.

—Debes tener mucho cuidado con Obito. No me preguntes mucho, pero cuida de Sasuke y aléjalo de tu tío. ¿Por qué no te llevas a Sasuke fuera del país? —le expresó con preocupación.

—Él te dijo algo, ¿verdad? —preguntó convencido de la verdad.

—Hazme caso. No puedo hacer mucho, pero intentaré ayudarte. Detendré a Obito por el tiempo que sea necesario para que te vayas.

—No puedo irme en esta época del año. Tampoco huiré. Ya sé lo que hará Obito… Estaba esperando que lo hiciera—se cruzó de brazos estando recargado en el escritorio.

—¿Permitirás todo esto? Sasuke y tú corren peligro. Él quiere quedarse con la empresa eliminándolos a ustedes—se acercó un poco más.

Itachi miró hacia otro lado sin expresión en el rostro.

—Mientras quede uno de nosotros que se haga cargo de la empresa…—volvió a mirarlo—Sasuke lo hará. Obito dejará de ser un problema en poco tiempo.

—¿Lo detendrás? —preguntó esperanzado.

—Se detendrá en cuanto consiga lo que quiere. Al menos, en parte. No podrá obtener la empresa, pero sí otra cosa—sus palabras preocuparon más a Kakashi.

—¿No te molesta que le cuente a Sasuke de tus padres y de quién los mató?

—Algún día, debía enterarse, ¿no? No te metas… No es un problema que te involucre.

—Planea asesinar a Naruto y al otro heredero que desconozco de la empresa Namikaze. ¿Qué sucederá con eso? —preguntó más preocupado.

—No los tocará. Todo lo tengo pensado. Relájate…—suspiró con pesadez—Tengo cosas que hacer. Si me disculpas…—le señaló la puerta.

—No quiero que salgas lastimado, Itachi. Sé lo poco que te preocupa tu seguridad. Eres capaz de hacer que te maten a ti para cuidarlos a ellos, pero no deseo eso—expresó con inquietud y angustia.

—Será lo que deba ser… No podemos controlar el futuro. Todos debemos aceptar que las cosas suceden por algo. Lo que deseas no siempre pasa—le respondió con mucha tranquilidad.

—¿Te cuidarás? —intentó tener una esperanza.

—Kakashi—se apartó del escritorio y se acercó mucho al peliblanco—. Yo ya… no soy tu asunto hace mucho tiempo.

Esas palabras hirieron al hombre, pero no lo demostró.

—Gracias por la información. La usaré bien—le dijo antes de ir a sentarse en su escritorio y abrir su laptop.

Kakashi suspiró con pesadez.

—Espero que lo que tú deseas se cumpla, pero… —se dio la vuelta para ir hacia la puerta—no mueras…—dijo antes de salir.

Itachi lo ignoró por completo, pero, cuando el peliblanco salió de la oficina, cerró sus ojos y se llevó una mano a la frente.

—Deidara…—susurró y sacó su teléfono para buscar el contacto del rubio.

Se mordió el labio inferior al ver la imagen del jovencito. No pudo pulsar la pantalla de su celular en el ícono verde de llamada enseguida, porque se quedó contemplando ese rostro aniñado y prepotente.

—¿Qué me pasa…? —preguntó al aire y suspiró con pesadez bajando la pantalla—No, no, no. Olvídalo. Concéntrate—volvió a mirar la pantalla.

Ese chico estaba en peligro, al igual que su primo, y no iba a permitir que nada les sucediese, pero por alguna extraña razón pensaba más en Deidara que en Naruto. No porque le preocupase menos, pero… solamente se le venía a la cabeza primero el rubio mayor.

Pulsó el ícono de llamada y esperó a ser atendido con una extraña sensación de nerviosismo en su interior.

Al cabo de unas cuantas horas, Itachi había pasado a recoger al rubio al orfanato y se lo había llevado a las afueras de Konoha, en el mismo lugar donde le había contado sobre la muerte de Sasori.

—Otra vez estamos aquí… ¿Qué es lo que vas a decirme esta vez? —preguntó el rubio e Itachi se bajó del auto.

Deidara se desabrochó el cinturón de seguridad y bajó también para acercarse al pelinegro.

—Quiero que te vayas de la ciudad, no, del país—le dijo Itachi con calma.

—¿Qué? —se sorprendió y elevó una ceja.

—¿Te hago un dibujo? Sencillamente, te vas—se mostró autoritario, aunque no era de la manera que se quería expresar, pero se ponía algo nervioso al tener a ese rubio cerca de él.

—Sabes que soy menor de edad y necesito permisos para irme siquiera al parque a pasear, ¿no? —le recordó su condición, pero continuaba sin entender el porqué de la petición de Itachi.

—Todos los permisos que necesito para enviarte fuera no son un problema de conseguir. Solamente quiero que te vayas con Naruto fuera del país por un tiempo—le explicó con más calma.

—¿Ok? —continuaba muy confundido—Al menos, dime por qué. Actúas como si fuesen a matarnos—rio un poco y observó la expresión seria y preocupada del pelinegro—. Oh… ¿Nos matarán de verdad?

—No pongas resistencia y no me contactes hasta que yo no lo haga. Ten—sacó dos celulares nuevos del bolsillo de su chaqueta y Deidara se sorprendió—. Uno tuyo y otro de Naruto. Usa estos y tira los otros.

—¿Tirarlos? —frunció el ceño.

—¿Puedes no cuestionar lo que te digo por una vez en la vida? Los tiras y usan estos, pero no llamen a nadie que no esté agendado en estos teléfonos—suspiró con pesadez.

—¿Y esto no podías pedírmelo por teléfono o en otro lado más cercano a la civilización? —se empezó a preocupar.

—¿Por qué crees que te estoy dando teléfonos nuevos y nos alejamos? Hay ojos y oídos por todas partes. ¿Quieres que te pase lo mismo que a tus padres? —fue brusco en su pregunta y Deidara bajó la cabeza dolido—. Lo siento… Por favor, hazme caso—se acercó a él y lo tomó de los hombros.

—¿Por qué lo haría? —lo miró a los ojos muy serio.

—Necesito que me hagas caso esta vez… Sólo una vez—miró con intensidad los ojos azules del rubio y Deidara se estremeció.

—¿Y qué pasa si no deseo irme? Envía fuera a Naruto. Yo no importo. No hay nada aquí que valga la pena después de todo…—expresó mientras se perdía en los ónices de Itachi, intentando hacerlo sentir culpable por no haberle hecho caso.

Itachi soltó una pequeña risa de frustración y bajó la cabeza para después soltarlo.

—Hasta el último minuto, insistirás con ese asunto… —le dijo entendiendo a qué se refería el rubio.

—¿Y cuál es el problema de que lo haga? ¿Qué si quiero quedarme aquí contigo? ¿Qué es lo que va a suceder? Morir sería el menor de mis problemas. Es más…, creo que sería la solución a todos ellos.

—No es momento para que te pongas en ese plan caprichoso y sentimental—se molestó Itachi y lo miró con el ceño fruncido, lo que molestó al rubio—. Intento ayudarte…, pero tú sólo piensas en tonterías sin sentido.

—Mira, no sé lo que pasa ni quién me quiere matar, pero supongo que tiene que ver con los problemas que tienes con Obito, ¿no?

—No importa…

—Y yo pienso tonterías sin sentido…, hump—reclamó.

—¿Acaso no es cierto? —preguntó muy serio.

—¿Y tú no las piensas? —con esa pregunta irritó a Itachi—¿Qué? ¿Por qué te molesta tanto que yo las piense? ¿Tú no las piensas? ¿O me vas a decir que yo no te pongo ni un poquito caliente cuando te cuestiono? —se acercó mucho a Itachi y este miró hacia otro lado poniendo una mano en el hombro del rubio para apartarlo.

—No digas estupideces…—apretó la mandíbula, pero no de enojo, sino porque se estaba conteniendo de, precisamente, lo que había adivinado Deidara.

—¿Por qué me alejas? ¿Tengo razón entonces? —insistió en acercarse y tomó la mano de Itachi que esta en su hombro y la llevó a su pecho— ¿Qué cosas sucias ha estado pensando el señor Itachi Uchiha desde que sabe que me gusta? ¿Eh?

Aquellas palabras y la cercanía del rubio, así como el contacto con su pecho, hicieron estremecer a Itachi aún más. Solamente pudo permanecer en silencio mientras apartaba la mirada y apretaba su puño libre.

—¿Qué esperabas que sucediera trayéndome tan lejos? Viniste tú sólo a una trampa que te armaste para nadie más que para a ti… ¿Qué harás ahora? ¿Escaparás? ¿Te mantendrás callado y con la cara de piedra mientras me llevas al orfanato? —acercó mucho su rostro al del otro, pero Itachi lo apartó rechazando la idea que tenía en la cabeza.

—¿Hasta cuándo vas a seguir diciendo tonterías? Eres un menor de edad. No hay nada que pueda sentir por ti—lo miró a los ojos con el ceño fruncido mientras su respiración se agitaba.

—Ah, ¿no? ¿Nada? —lo desafió el rubio e Itachi sonrió.

—Absolutamente nada—fue firme, pero se sobresaltó al sentir la delicada mano de Deidara en su entrepierna.

—¿Nada? ¿Seguro? Esto de aquí no está de acuerdo, Itachi. Estás muy… —el pelinegro le tapó la boca.

—Cállate… Tú, realmente… —apretó los dientes y soltó un pequeño quejido al sentir la caliente lengua del rubio en su mano, por lo que la apartó de inmediato.

Deidara rio un poco.

—¿Seguirás diciendo que no sientes nada? —se burló de él.

Itachi se sintió irritado, pero se apartó del rubio y se fue directo al auto.

—Súbete—le ordenó.

—Como digas—caminó con una sonrisa de satisfacción hacia el auto y se subió—. Bueno. Ahora estarás todo serio durante el camino y continuarás con tu necedad de decir que no sientes na…—en ese instante, fue jalado de uno de sus brazos y quedó sentado sobre las piernas de Itachi, quien le clavó una intensa mirada en los ojos.

—Tú no te callas nunca, ¿verdad? —lo miró con seriedad estando a unos centímetros del rostro del rubio.

La respiración de ambos era agitada. Deidara estaba muy sorprendido, pero su cuerpo se estremeció de pies a cabeza al darse cuenta de que estaba sobre Itachi y lo tenía tan cerca sintiendo entre sus piernas la erección del pelinegro.

—Nunca…—le respondió antes de que Itachi se rindiese a sus impulsos y comenzara a devorar aquella delicada boca que lograba irritarlo con facilidad.

Las mejillas de Deidara se enrojecieron en un instante y abrazó el cuello de Itachi llevando sus manos a la nuca de quien estaba empezando a recorrer su cuerpo con aquellas enormes manos.

Itachi, finalmente rendido a sus impulsos, no pudo evitar llevar sus manos por todo el pecho, vientre y cintura de aquel rubio enloquecedor. Posó sus manos en las caderas del jovencito e hizo que las moviese frotando el trasero contra su entrepierna, haciéndolo perder aún más en el deseo de consumirlo por completo.

Con aquel intenso beso, parecía que iban a terminar devorando al otro. Itachi nunca había probado una cavidad tan cálida y dulce como aquella. Le generaba una extraña adicción, a pesar de que era la primera vez que degustaba aquella ambrosía.

Lo que había sido producto de las fantasías de Deidara se estaba reproduciendo de forma real en aquel instante. Estaba siendo consumido por la boca de su nuevo amor, pero no sabía si sólo era el dueño de los deseos del pelinegro o también le pertenecía su corazón, pero no importaba. Con tal de tenerlo así en ese instante, podía entregarle el alma al Diablo por tan sólo una hora con ese majestuoso hombre.

Las traviesas manos del jovencito bajaron al traje de Itachi quitándoselo por completo y comenzando a desabotonar con prisa, nerviosismo y torpeza la camisa negra que llevaba puesta. El aroma de la cara colonia que tenía puesta Itachi nublaba los sentidos de Deidara, deseando tenerlo aún más cerca para 0apreciar ese dulce y tentador olor.

—Aaah…—gimió el rubio al sentir la boca de Itachi mordiendo su barbilla y bajando hacia su cuello—Muérdeme más fuerte…—le rogó e Itachi clavó sus dientes en aquel delicado cuello—Aaaah…

Deidara terminó de desabotonar la camisa de su tentador pelinegro. Sus manos se encontraron con un pecho muy fuerte, unos abdominales bien marcados y duros. Se mordió el labio inferior al sentir toda aquella gloria con las manos.

—Jesucristo… Mira todo lo que escondías bajo esos trajes tan caros… Aaah… —gimió de nuevo al sentir la lengua de Itachi recorrer su cuello y se sobresaltó al escuchar cómo la tela de la camisa blanca escolar que llevaba puerta se desgarraba y los botones saltaban por todo el auto—¡O-Oye! Esa es mi ropa de la escuela—se quejó enrojecido hasta las orejas.

—Lo siento… —lo miró a los ojos y apoyó su frente sobre la del jovencito—Luego te la compenso.

Itachi bajó su rostro hacia aquel acanelado pecho y no tuvo reparo en morder los pectorales poco definidos de Deidara, haciéndolo estremecer y gemir. Intentaba morderlo con delicadeza, pero el rubio le presionaba la cabeza provocando mordidas más fuertes.

—No seas tan gentil conmigo…—le pidió con respiración agitada—Puedo soportarlo… ¡Aaah! —gritó de placer y sorpresa al sentir la mordida en uno de sus pezones y luego la cálida lengua de Itachi seguido de la succión con su boca—Aaaah…

Llevó sus manos a la espalda del pelinegro y le termino de quitar la camisa negra para luego clavarle las uñas en su fornida espalda. Itachi sujetó la cintura del rubio y lo arrojó al asiento del acompañante para luego elevar sus piernas. Le quitó los zapatos y le bajó los pantalones de un solo jalón, al igual que su ropa interior.

Deidara no podía hacer más que estar rojo, sorprendido y agitado. Por más que quisiese cuestionar, las intensas miradas de deseo de Itachi lo enmudecían y permitía que hiciese con él lo que quisiese.

—¿Ahora qué harás? —preguntó agitado el rubio.

Itachi lo tomó del brazo y volvió a jalarlo hacia él volviéndolo a sentar sobre sus piernas. Presionó el botón de la guantera y sacó unos condones que tenía allí.

—Eres un pervertido, señor Uchiha. Ya has hecho esto con otras personas en este sucio automóvil, ¿no? Hump—se sintió molesto Deidara mientras observaba al pelinegro abrir un condón.

—Para nada, pero no es malo tenerlos ahí por si acaso—se colocó el preservativo en el dedo del medio de la mano derecha y la llevó hacia la entrada del rubio.

—¿Q-Qué? Aaah…—se quejó un poco al sentir la lenta invasión en su interior.

—Quédate quieto. No tengo nada con lo que lubricarte, así que tendrá que servir lo que tiene el condón—le dijo en el oído mientras era abrazado por Deidara, quien le estaba clavando las uñas en la espalda—. ¿Eres un gato o qué?

—N-No… Aguántalo. Es tu culpa…—le dijo entre quejidos, pero pronto su entrada comenzó a aflojarse y él mismo movía sus caderas sobre los dedos de Itachi.

Para hacerlo sentir mejor Itachi comenzó a tocar el miembro de aquel rubio indefenso que tenía sobre él.

—¡N-No! ¡E-Espera! Aaaah… No… —se mordió el labio inferior y cerró los dedos de sus pies con fuerza al estremecérsele todo el cuerpo—E-Es… demasiado… I-Itachi… Para… Aaaah… —rogó, pero fue ignorado.

El pelinegro introdujo más profundo los dedos, alcanzando el punto sensible del rubio y le apretó el miembro, provocándole un intenso orgasmo que lo dejó jadeando y aún más rojo.

Podía sentir el aliento caliente que Deidara soltaba al jadear en su cuello. Lo había visto estar tan rojo que parecía una fresa o un tomate; sus ojos azules y sus cabellos rubios humedecidos por el sudor. Todo lo hacía ver tan hermoso que no podía soportarlo. Jamás había sentido un deseo tan inmenso que prometía consumir todo a su paso sin tenerle piedad ni siquiera a él mismo. Jamás había tenido a alguien tan indefenso y adorable en sus manos. Quizá se debía a que era mucho más pequeño que él, porque, con el único que había estado, había sido Kakashi, que ya contaba con mucha experiencia y lo sobrepasaba en edad por algunos años.

Deidara era totalmente diferente. Era más inexperto, sentía más vergüenza, aunque intentase aparentar que no. El mínimo toque estremecía su cuerpo y rogaba por piedad algunas veces; otras, pedía por más sin tener idea siquiera de lo que eso significaba, porque no medía lo que podía llegar a despertar en Itachi.

—Ahora intenta relajarte un poco más. Puedes clavarme las uñas tanto como quieras si eso te ayuda a soportarlo—le dijo Itachi con calma y abrió otro condón.

—¿Soportarlo? ¿Por qué dices eso? —no entendía a lo que se refería hasta que el pelinegro liberó su miembro y Deidara abrió los ojos en gran manera—¿Q-Qué… es eso? —se asombró y asustó al estar en presencia de algo que jamás había visto.

—Bueno, esto lo provocaste tú, así que… hazte responsable—se colocó el condón y elevó las caderas de Deidara para poder ubicarlo sobre su miembro.

—E-Espera… E-Eso no va a entrar—le dijo muy enrojecido y apretó los dientes.

—Cálmate. Lo hará si te relajas—colocó la punta en la entrada y comenzó a presionar.

Deidara se mordió el labio inferior y se le asomaron unas lágrimas. Abrazó con fuerza a Itachi y le clavó muy duro las uñas.

—¿Auch? —le sonrió al rubio, ya que le había dolido un poco.

—T-Tú me diste permiso, hump—se defendió.

Itachi continuó intentando adentrarse en aquel delicado cuerpo que deseaba devorar con todas sus ansias, pero trataba de mantener toda la calma posible para no lastimarlo. De repente, cuando estaba a la mitad, sintió una fuerte mordida en su hombro.

—¿Estás bien? —le preguntó al rubio muy preocupado.

—S-Sí. C-Continúa…—respondió con lágrimas en sus ojos y el pelinegro rodeó aquella delicada cintura con un brazo.

—¿Seguro? —acarició una de sus mejillas y limpió sus lágrimas.

—Aaah… —se quejó con la respiración agitada buscó los labios de su amor para consolarse, pero todavía no sabía si realmente ese amor era suyo.

Itachi correspondió a su beso y bajó el cuerpo del rubio de golpe para entrar de una vez.

—¡Aaah! —no pudo evitar sentir una punzada de dolor en su interior, pero el dolor fue mermando a medida que pasaba el tiempo.

—Cuando estés listo, me moveré—le comunicó con calma y mordió su barbilla delicadamente.

—M-Muévete… Yo puedo… aguantarlo—lo miró a los ojos muerto de amor por su gentileza y su delicadas caricias a todo su cuerpo—. Yo sólo… quiero sentirte a ti, Itachi—confesó muy sonrojado entre lágrimas—¡Aaah! —sintió una estocada de repente y un golpe eléctrico recorrió todo su cuerpo, estremeciéndolo.

El pelinegro recorría su espalda con intensidad usando las yemas de sus dedos mientras se perdía en marcar su cuello y su pecho. A medida que el tiempo pasaba, el dolor iba abandonado el cuerpo de Deidara y su cuerpo comenzó a moverse cada vez con más intensidad.

—L-Llega… muy profundo… Aaah…—comentó a sentir que no quedaba ni un solo espacio en su interior sin ser invadido.

—Mira…—le dijo Itachi posando la mano sobre su vientre y presionándolo—Puedo sentirlo aquí si presiono un poco.

—Aaah… No… N-No lo hagas… —se avergonzó y escondió su cara en el hombro de Itachi.

El otro aprovechó para agarrarle el miembro y comenzar a estimularlo allí también.

—No… Otra vez no… Aaah… E-Espera… Si haces eso yo… ¡Aaah! —manchó un poco la mano de Itachi y su propio vientre.

De repente, el pelinegro reclinó el asiento y quedó acostado, pero esa postura no duró mucho, ya que colocó debajo de él al rubio, haciendo que se acostase. Deidara se cubrió el rostro con su antebrazo mientras respiraba agitado. La calma no le duró mucho, ya que Itachi entró en él de nuevo.

—¡E-Espera! ¡Acabo de venirme! —se sobresaltó e intentó empujarlo poniendo las manos en aquel fuerte pecho— ¡Aaah! N-No te muevas.

—Relájate—le sujetó las manos y comenzó a moverse sobre su cuerpo.

—¿E-Eres sordo? ¡S-Sácalo! Aaaah… —se enrojeció hasta las orejas mientras sentía cómo todo su interior se revolucionaba.

Pronto Itachi besó sus labios, haciendo que se callase. La rebeldía de Deidara duró poco, pues le abrazó las caderas al pelinegro con sus piernas y lo apretó bastante contra él haciendo que entrase más profundo en su interior. Itachi sonrió y continuó besándolo. Soltó sus manos y fue abrazado de nuevo por ellas.

Sus cuerpos estaban tan pegados que el miembro de Deidara se friccionaba contra el vientre de Itachi, lo que le provocó otro orgasmo.

—Y-Ya… detente… E-Es suficiente…—le pidió muy agitado.

—Todavía no terminé ni una sola vez—le respondió y Deidara se sorprendió.

—¡¿Queeeeeeeeé?! ¡¿Hasta cuándo vas a estar dentro mío?! ¡¿Te vas a quedar a vivir ahí o qué?! —le dio suaves golpes en el pecho para apartarlo.

—Quédate quieto—le dijo con calma y dio vuelta el cuerpo del rubio de repente, haciendo que quedase boca abajo.

—¡¿Qué crees que haces?! Aaaah… —gimió al sentir que era penetrado nuevamente.

Itachi le elevó un poco más las caderas y lo sujetó fuerte de ellas para comenzar a moverse de nuevo.

—I-Itachi… Vas demasiado profundo… y… r-rápido… Aaaah… M-Más lento… ¡Aaah! —sitió una agradable y suave mordida en su espalda que le estremeció todo el cuerpo.

—Tú relájate… —le dijo en su oído y eso le hizo sentir un cosquilleó en todo el cuerpo—Tú querías esto, Deidara. Me estuviste provocando durante semanas y ahora me pides que vaya más lento o me detenga. ¿Vas a decirme otro chiste?

Estar en el interior del rubio sí que no era ningún chiste. Nunca se había sentido tan bien. Ese lugar era demasiado caliente y parecía succionarlo para que no saliese nunca cada vez que sacaba un poco su miembro. Sentía que se iba a derretir en su interior; que se fundiría y fusionaría en un solo cuerpo. Estaba a punto de estallar.

—Deidara…—gimió el nombre del rubio en su oído y eso le provocó al rubio otro orgasmo sin que su miembro haya sido tocado.

—I-Itachi…—giró un poco la cabeza sobre su hombro para mirar al pelinegro a los ojos—Te quiero…—le susurró.

El corazón de Itachi latió con fuerza y abrió mucho los ojos por la sorpresa. Aquello provocó que su deseo creciese mucho más y besó los labios de Deidara al mismo tiempo que se descargaba por completo en su interior.

Abrazó al rubio e hizo que se pusiera sobre él mientras que él se acostaba sobre el asiento del auto.

Deidara se sintió un poco extraño después de decirle aquello, ya que no recibió ninguna respuesta. Se mordió el labio inferior, frunció el ceño y puso sus manos una a cada lado de la cabeza del pelinegro. Lo miró a los ojos.

—¿Y tú, Itachi? —preguntó algo molesto y al borde de sentir que su corazón se iba a romper de nuevo.

Itachi miró hacia otro lado pensando muy bien las cosas. Ya estaba empezando a dudar de lo que había hecho mientras se enfriaba, pero miró de nuevo el rostro de Deidara y apreció que sus ojos se estaban cristalizando.

—Jamás… hice este tipo de cosas con cualquiera. Si no… sintiese nada parecido a lo que tú sientes, jamás te habría tocado—le respondió mirándolo a los ojos y Deidara se sintió muy aliviado.

Colocó su cabeza en el pecho del pelinegro y se abrazó a su cuerpo sintiendo sus latidos acelerados que se iban calmando paulatinamente.

—Pero soy muy pequeño para ti, ¿verdad? —adivinó el rubio lo que se venía después de esa confesión tan rebuscada.

—Así es…—respondió, haciéndole sentir una punzada en el pecho a Deidara—Sin embargo, querer alejarme de ti a estas alturas sería una locura…

Deidara levantó la cabeza y lo miró esperanzado.

—Sabes que yo estoy enfermo, ¿verdad? —le acomodó unos mechones rubios detrás de la oreja.

—Sí…—bajó la mirada cabizbajo—, pero no me importa.

—No podré estar contigo para siempre. Aunque esperemos a que tengas dieciocho, ni siquiera sé si estaré para esas fechas…—le sonrió amargamente.

De repente, a Deidara lo invadió un sentimiento de angustia y vacío. Le fue imposible evitar recordar la pérdida de Sasori y sabía que, si se dejaba consumir por este nuevo amor, estaba destinado a sufrir el mismo que hacía unos meses atrás.

—Aunque… es un poco injusto que todos los que quiero terminen en un cementerio, eso no me detendrá. Disfrutaré cada instante que pueda estar contigo hasta el final—una lágrima rodó por su mejilla e Itachi se la limpió con una amable caricia—. Por favor, déjame quedarme a tu lado todo lo que pueda… No me alejes. Yo estaré bien… Quiero hacerte feliz todo lo que nos quede—le agarró la mano que lo había acariciado y se la besó.

El pelinegro de conmovió por esas palabras y suspiró con pesadez.

—Tú ya me hacías feliz desde el primer momento en el que te vi… Aquel muchacho desastroso y rebelde que recogí en un orfanato. Todo lo que quería y necesitaba estaba contigo. Lamento haberte dado tan poco y haberme dado cuenta de esto tan tarde…—el rubio le tapó la boca con su mano y comenzó a llorar.

—No digas más nada… Sólo quédate a mi lado de una vez. Ámame sólo a mí, Itachi—apartó la mano y lo besó, pero el pelinegro se separó para mirar sus ojos.

—Es lo que vengo haciendo desde hace rato—le sonrió y Deidara volvió a besarlo entre lágrimas.


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