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¿Te quedarás? por Solsticio de Saturno

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Pensé que enfrentar a Tony lo obligaría a dejar de lanzar comentarios soeces que iban con toda la intención de fastidiarme, pero cuan equivocado estaba, las cosas sólo se volvieron peores. 

A la mañana siguiente, después de la discusión con el hijo de los señores, él se presentó a la mesa, bien vestido, no usando una de sus habituales pijamas o ropa casual. Me quemé sin querer con la taza de café, distraído por verlo llegar con tanta naturalidad, como si nada hubiese pasado. Los señores se miraron, probablemente tan desconcertados como yo. 

—Buenos días. —saludó, sentándose justo frente a mí—. ¿Qué hay para desayunar? 

Inmediatamente sus ojos se posaron en los míos, acompañados de una sonrisa orgullosa. En seguida, una de las jóvenes empleadas le acercó el desayuno y él pareció mas interesado en ella que en la comida de su plato. 

—Despierto a primera hora, que poco usual, Anthony. —comentó el señor Stark, sin despegarle la mirada de encima. 

—¿Está todo bien, hijo? —preguntó Maria, como si eso fuera síntoma de una enfermedad. 

—¿Es un crimen desayunar con mi familia? Bueno, mi familia y el invitado estrella. —corrigió—. Todo está de maravilla, madre. 

El almuerzo avanzó, y nadie señalaba el elefante en la habitación. Hasta que pasados unos minutos el silencio se rompió. 

—¿Al fin te presentarás a una entrevista de trabajo? Las oficinas de empleo abren a las ocho, ya se te hizo tarde si piensas ir. —habló Howard con apatía. 

—Mejor que eso, aplicaré para la universidad. 

Sus padres se detuvieron súbitamente, dejando los cubiertos contra la mesa. Se miraron entre sí. La atmosfera que comenzó a formarse en el comedor era tan densa como una bruma. 

—¿Qué dices? —preguntaron casi al unísono. 

—Aplicaré para la universidad, ¿es tan complicado de entender? Por favor, sólo me tomé un año sabático, ¿pensaban que viviría para siempre de su dinero? 

Howard apretó los labios con tal de no responder a esa pregunta. La señora Stark lucía ligeramente contenta, mientras que su marido permanecía tan inmutable como siempre. 

—Me alegra mucho que al fin decidas retomar la escuela, Tony. —la sonrisa de su hijo se ensanchó—. Es una buena noticia, ¿verdad, Howard? 

—¿Qué estudiarás? ¿Cómo pagarás la escuela? 

—Por favor, Howard, tenemos un fondo de ahorro para Tony desde que está en preescolar. —dijo la señora. 

—Ese fondo pasó a pertenecer a Peter cuando adquirí su tutela. Después de todo, él sí que sabrá aprovechar las oportunidades que esta familia le dé, ¿cierto, Peter? 

—Yo... —Su mirada se clavó en mis ojos y no pude negarme—. Sí, señor. 

Tony me pateó tan fuerte por debajo de la mesa que casi me atraganté con un trozo de fruta, y eso habría sido genial porque no hubiese podido oír lo que venía. 

—¿Cuándo hiciste eso? No me consultaste, ¿por qué el contador no me informó? ¡Santo cielo, Howard! 

—¿No te parece que ya lo hemos consentido demasiado, Maria? Abandonó la escuela por voluntad propia, ha pasado un año despilfarrando en fiestas. —respondió el señor con tranquilidad—. Peter es el mejor de su clase, y sabes que necesita nuestro apoyo. 

Nunca un cumplido así me hizo sentir tan incómodo. No me atreví a mirar a Tony a la cara, pero su mirada en mí pesaba, se sentía como un puñal. 

—Hablamos, y Peter está de acuerdo en mi decisión. 

—No acordamos esto, Howard. —respondió Maria con exasperación. 

El señor Stark no respondió, la señora se levantó bruscamente de la mesa, dispuesta a llevarse a su marido fuera de ahí, a un lugar dónde pudiese expresar todo lo que estaba conteniéndose. 

—Mamá, cálmate, no es para tanto. —Tony la detuvo—. Es el dinero de Howard, él decidirá qué hacer con el, y no podemos obligarlo. Después de todo, Peter es el hijo de su mejor amigo y yo, bueno, sólo soy su hijo. 

El sarcasmo se marcó violentamente en cada palabra y aun así la templanza con la que habló me dejó helado, ¿así fingía cuando alguien lo lastimaba? Oh, Anthony. Cuanto lo compadecía. 

—Madre, tomaré el auto de los empleados, el mío está en el taller de mantenimiento. Debo hacer un par de trámites para aplicar. —se levantó, pude notar su mandíbula completamente tensa—. Yo llevaré a Peter a la escuela, me queda de paso. Vamos, niño. 

Todo estaba tan tenso entre los señores que no me negué a la primera oportunidad de salir huyendo de ahí. 

Nos mantuvimos en silencio durante todo el viaje, con suave música clásica sonando de fondo en la radio, apenas audible para el ruido que había dentro de mí cabeza. Tony lucía concentrado en el camino, pero yo no podía prestar atención a nada. Podría estarme llevando a otro estado y ni me habría dado cuenta. 

—Voy a rechazarlo, esto es demasiado. —dije al fin. 

—No lo harás. 

—¿Por qué no? 

—Howard no te dejará, y si lo hicieras, sí que serías un estúpido. 

—No puedo tomarlo, Anthony, te pertenece a ti, eres su sangre. 

—Por favor, cierra la boca, Parker. No actúes como si te importara. 

—A diferencia de ti, suelo preocuparme por lo demás, aunque actúen como imbéciles que no merecen consideración. 

Una parte de mí se arrepintió de llamarlo así, otra disfrutó cada sílaba. 

—Tienes razón, no la merezco. Añádelo a la lista y díselo a Howard. Quizás así consigas que me desherede. 

Su mirada llena de ira me congeló al instante, llenándome de culpa. Jamás había visto a nadie tan cabreado, y al mismo tiempo tan dolido. Sentí que en cualquier momento sus manos tensas dejarían de apretar el volante del auto para ir directo a mi cuello. 

—Te juro que no sé de dónde vino eso. —repliqué con enfado. 

—Deja de actuar como un puto cordero inocente. —gruñó—. ¿Te negaste cuando fue a preguntarte si querías vivir en mi casa? ¿Cuándo te ofreció todo? ¿Te negaste en la mesa cuando te dio mi fondo para la universidad? No, porque sabes que eres un maldito mocoso pobretón incapaz de hacerse cargo de sí mismo. 

Eso me encendió. Tony era el menos indicado para hablarme de esa manera. En palabras de Howard, era un caos, probablemente un lastre mimado que despilfarraba la fortuna de su familia, que se iba de fiesta casi todos los días, que decidió por voluntad propia dejar la escuela. Y toda su palabrería solo comprobaba su egoísmo e inmadurez. 

—Aún con todo el dinero del señor Stark eres menos capaz que yo de hacerte cargo de ti mismo. —escupí. 

El auto frenó casi en seco al orillarse. Tony se bajó del auto y fue hasta la puerta del copiloto, la abrió y sus manos fuertes me sujetaron por la ropa, sacándome en un solo movimiento del auto, mi instinto fue defenderme y solté un puñetazo que estaba seguro de le dio de lleno en la cara. Él me tiró al suelo de un solo empujón y por instinto cerré los ojos, cubriéndome la cara con ambos brazos, esperando la que sería la peor paliza que pudiera recibir, pero nunca llegó, sólo recibí un puntapié en la misma pantorrilla de antes. 

Tony se alejó sin mirar atrás, metiéndose al auto. 

—¿Qué estas...? 

—Aquí es donde perteneces, imbécil. 

Le oí decir antes de que el auto arrancase. 

Me abandonó en un barrio bajo desconocido sin nada a la mano, a mi suerte, a plena luz del día, desorientado y sin saber a dónde ir. Todo a mi alrededor eran edificios, departamentos pequeños y grises. Estuviera donde estuviera, nunca era bueno quedarse solo en un vecindario desconocido, aún durante la mañana, ni preguntar por una dirección. 

Tuve suerte de hallar una estación del subterráneo luego de caminar por casi media hora. No tenía un solo centavo para pagar la entrada, pero al menos hallé un mapa que me pudiese orientar al único lugar al que podía ir. 



Media hora más tarde, estaba en la puerta de mi departamento. O al menos el que una vez fue mío y de May. La entrada estaba adornada por una pequeña corona de flores que parecía estar al borde de su vida útil, con velas a medio derretir apagadas y con la cera fría en el piso. Los vecinos habían hecho ese pequeño altar a su memoria. May era amada por muchos, no sólo por mí. Pero en esos instantes, oh, que el Señor me perdonara, pero yo la odiaba tanto. La odiaba por haberse ido sin previo aviso, dejarme completamente solo, en medio de un sinfín de problemas familiares que cada vez arrasaban más y más con mi estabilidad emocional. Repudié con todo mi ser que me abandonara cuando más la necesitaba. Maldije a May una y otra vez en voz baja por no estar para mí. Maldije y blasfemé sobre todo lo que conocía por haberla apartado de mi lado. 

Pensé que visitar ese lugar calmaría mi mente y me daría un poco de claridad, pero solo encendió más toda la rabia que contenía. Patee y golpee la puerta de la entrada con todas mis fuerzas, como la peor rabieta de cualquier niño dolido y colérico. Desde luego, nadie adentro pudo escucharme. 

—¿Por qué te fuiste? Mierda, ¿por qué? 

 

.

 

Pasé casi una hora caminando de vuelta a la casa de los Stark, bajo el sol que cada vez se alzaba más sobre mi cabeza, mi garganta ardía de sed y mis piernas estaban agotadas. Al llegar, noté que el auto que usó Tony para abandonarme estaba estacionado fuera, mala suerte para él pues aún tenía demasiada rabia contenida que podía desquitar con él. Cuando llamé a la puerta, Jarvis me recibió con una expresión de alivio. 

—Joven Parker, llamaron de su escuela preguntando por qué no acudió a su primera clase. Estaba por llamar a los señores. —comentó, dejándome pasar—. Los directivos temían que hubiese huido. 

—Lo lamento, no quise preocuparlo. ¿Podría no mencionarle sobre esto al señor Stark, por favor? 

—Me temo que no puedo asegurarle eso, sobre todo si se ha metido en problemas. —su mirada serena llegó a mis manos, notando el leve enrojecimiento en mis nudillos—. O peleas. 

—No, esto no es de una pelea, en serio. —dije sin saber si era verdad, no supe qué tanto daño le había hecho a Tony en el forcejeo. 

Estaba por subir a confortar a Tony, pero el mayordomo me indicó que lo siguiera hasta la cocina. Fue por una compresa helada y la colocó en mis manos, aliviando un poco la hinchazón. 

—Confiaré en que me dice la verdad. Dígame, ¿el joven Stark ocasionó su mal día? 

—¿Qu...Qué? ¿Cómo lo sabe? 

—No es un secreto para nadie en esta casa que Anthony aún está renuente a que usted viva aquí y tenga todas las comodidades. Lo conozco desde que llegó al mundo, no esperaba que reaccionara de otra forma luego de lo que pasó durante el desayuno. 

Eso no me consolaba en absoluto. Hice una pregunta que estaba seguro no tendría respuesta. 

—¿Por qué se comporta tan...? —No pude hallar la palabra adecuada— ¿Por qué es así conmigo? ¿De qué manera lo ofendí, Jarvis? ¿Qué es lo que no estoy viendo? 

—No me corresponde a mi explicarle la psicología detrás de los actos de Anthony, joven Parker. Debería preocuparse menos del por qué y más en cómo hará para evitar que siga tratándolo de esa forma. —contestó con tranquilidad. 

—Ojalá tuviera esa respuesta. ¿Acaso debería irme de esta casa, renunciar a todo lo que el señor Stark hace por mí? Porque esa parece ser la única solución. —dije con agobio. 

—Si está dispuesto y cree poder arreglárselas, irse de aquí es una opción. Pero déjeme decirle algo, este mundo no ofrece oportunidades a cualquiera. Sí cree que convivir con el joven Stark es complicado, entonces no está preparado para lo que hay allá afuera. —me explicó—. Piense qué hará. 

No tenía a donde ir, y aunque mis amigos estuvieran ahí, ser una carga para ellos no era una opción. La partida de May aun me pesaba sobre los hombros, las agresiones de Anthony no pararían, y yo parecía estar en medio de una guerra entre padre e hijo sin posibilidad de atrincherarme. El mundo era demasiado hostil, sabía que sí me iba, acabaría con la poca salud mental que me quedaba. 

—Gracias, Jarvis. 

Me levanté de la silla para retirarme, sin sentirme mejor. Y las cosas aún no terminaban. 


.


—Señor, ¿puedo hablar con usted? 

—Adelante, Peter. ¿Qué ocurre? 

Me adentré en su oficina luego de que le escuché llegar a la casa. Titubee un poco antes de hablar y finalmente lo solté. 

—Hoy perdí mi día de clases. Cuando Anthony se ofreció a llevarme, discutimos en el camino, estaba molesto por la decisión sobre sus ahorros para la universidad y me dejó varado en un barrio desconocido. Mi dinero mi teléfono celular se quedaron en el auto, tuve que caminar de regreso aquí. Me pareció que debía saberlo. 

—Hiciste bien en decírmelo. ¿Te ha causado otros problemas? 

—No, señor. —mentí. 

—Me encargaré de que no vuelva a molestarte, no te preocupes. 

Cerré la puerta de su oficina detrás de mí y me quedé un momento ahí, pensando en lo que había hecho. ¿Me iba a arrepentir en el ultimo momento? No, estaba hecho. Howard no parecía ser un hombre que tolerara las insolencias. Y Tony se merecía lo fuese a ocurrir.  



 

 


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