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Can't fight instincts (Boku no Hero Academia) por BlackHime13

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Notas del capitulo:

¡Última parte!

Como no, esta vez veremos qué opina Katsuki de todo lo ocurrido junto a algunas cositas más ;P 

Su hermano siempre había sido el ser más bello a sus ojos. Este era dulce, cariñoso, inteligente y todo lo que su omega perfecto debía de ser. Lo supo incluso antes de presentar. El de cabellos verdosos era SU pareja. SU perfecto omega.


Por suerte, el mayor no era consciente de los sucios pensamientos que él tenía hacia su persona. Lamentablemente para él, su progenitora era mucho más perspicaz.


El día en que Izuku cumplió los 18 años y entró a la universidad, supo que las cosas cambiarían. Y así fue. ¡Esa maldita vieja convención a la santa de su madre para ingresar a Izuku a los dormitorios de la universidad! ¡¿Cómo demonios iba a poder controlar a los pervertidos que de seguro se acercarían a su omega si no podía verle?!


Por suerte, el mayor negoció con ellas y acordaron que vendría a pasar los fines de semana y las vacaciones a casa. Aun así, al joven alfa le parecía muy poco tiempo para pasar con el omega. Sobre todo, teniendo en cuenta que prácticamente nunca podían estar a solas.


Durante los siguientes dos años, las ganas de estrangular a la vieja bruja no menguaron en absoluto. Cada día que pasaba era una tortura para el menor y estaba absolutamente convencido que la rubia mujer era la culpable de todo.


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No tardó en notar los cambios en el actuar del mayor. Este pasaba una inusual cantidad de tiempo pegado al teléfono. Le molestaba. El omega sonreía y reía bastante más desde hacía varios meses y se sentía inquieto por ello. No le gustaba no saber la causa de que el mayor reaccionara de esa forma.


El cambio era tan evidente que sus progenitoras también lo notaron, incluso la omega mujer la cual solía ser bastante despistada, y sentía su sangre hervir al ver la sonrisa maliciosa de la rubia, como si se estuviera burlando de él. Como si con esa expresión le estuviese restregando que había perdido ante ella. Solo la animada voz de su peliverde madre impidió que él le saltara al cuello a la rubia.


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El día en que le vio por primera vez quiso acercarse y molerle a golpes. El pelirrojo no era lo suficientemente bueno para el omega. Ningún otro alfa lo era en su opinión. Ninguno de esos extras merecía a su precioso hermano mayor.


Creyó que el alfa no era un peligro para su persona. La forma en que los vio interactuar no daba la sensación de haber un sentimiento romántico de por medio. ¿Cómo lo sabía? Simplemente porque llevaba toda su vida observando al de ojos jade, sus reacciones y expresiones. El de menor estatura era como un libro abierto para él y por ello sabía que la interacción no tenía una índole romántica.


No obstante, sintió ira homicida cuando unas semanas más tarde oyó y vio al omega salir en una cita con dicho alfa. Al ver a ese pelo pincho llegar con ese absurdo coche… quiso salir y matarle por atreverse a comportarse tan cariñoso hacia el más bajo.


Entró a su habitación, cerrando de un fuerte y sonoro portazo, y comenzó a golpear con frenesí el saco de boxeo que allí tenía. ¿Por qué tenía algo así? Después de presentar, el doctor les recomendó el ejercicio para que pudiera descargar sus emociones sin causar daños a terceros. Básicamente, sus instintos eran algo más fuertes que los de otros alfas y creyeron que sería una buena forma de desestresarse. Sin contenerse, continuó dando puñetazos al objeto hasta el punto de acabar con los nudillos rojos.


Sus progenitoras seguían en la sala de estar, conversando emocionadas por los nuevos acontecimientos, aunque a su parecer la peliverde se encontraba más curiosa sobre la relación de ambos, contrario a la rubia la cual declaraba con seguridad el estatus de pareja de ellos. Ninguna notó la absencia del menor de la familia, ni los sonoros golpes resonar por las paredes de la casa, al igual que profundos gruñidos repletos de ira y celos.


Él agradeció aquello, dado que no quería estallar enfrente de su maravillosa madre, la pobre tendía a preocuparse demasiado y no quería que se sintiera mal. La vieja por otra parte… si veía su cara en ese momento no dudaría en saltarle a la yugular. La alfa le había sonreído con superioridad más de una vez en tan solo diez minutos y él no se sentía capaz de controlarse si veía esa irritante expresión una sola vez más.


Al llegar la noche, su humor no mejoró en lo absoluto, además que sus manos dolían como mil demonios. Sin embargo, se relajó un poco al notar el brillo de preocupación en aquello jades que tanto amaba. Le reconfortó saber que el omega le prestaba tanta atención.


Ya en su cuarto, no le sorprendió cuando Izuku entró con un botiquín en sus manos. El mayor no preguntó por lo ocurrido, simplemente le ayudó a tratar sus heridas en silencio. Él no pudo evitar sonreír ligeramente cuando sus ojos se posaron sobre el pendiente que portaba el mayor, el cual iba a juego con el suyo. Le gustaba ver una señal de que el omega le pertenecía, incluso si este no lo sabía todavía.


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Se encontraba recostado sobre su cama, odiando profundamente el calor del verano, cuando su móvil sonó. Chasqueó la lengua al ver interrumpido su preciado tiempo a solas, además de su interminable ristra de insultos a aquella estación cuya única cosa buena que tenía era el cumpleaños de su preciado hermano mayor.


-¿Qué coño quieres? –gruñó al micrófono sin ni siquiera mirar el nombre de quien le estaba llamando, sabiendo de quien se trataba perfectamente.


-Yo también estoy bien. Gracias por preguntar. –la voz sarcástica del contrario solo logró irritarle todavía más.


-Tienes cinco segundos para responder, helado de fresa y nata. –amenazó él.


-¿Cómo hago para que deje de sangrarme la oreja? –cuestionó el otro. Katsuki se sentó rápidamente al tiempo en que su ceño se frunció de sobremanera.


-¿Por qué cojones lo está haciendo? –inquirió él.


-Quise enfadar a mi padre, así que me hice un piercing. –explicó como si sus acciones fuesen completamente normales y razonables.


-¿¡Eres imbécil?! –exclamó en voz más alta de lo que debería, sintiendo una migraña comenzar a aparecer.


Su estallido llamó la atención de cierto peliverde el cual asomó su cabeza por la puerta de su cuarto para mirarle con curiosidad y preocupación. No obstante, el alfa no se percató de su presencia, su atención en el desastre con el cual se encontraba hablando en ese momento.


-No que yo sepa. –contestó el contrario.


-¡Sí que lo eres! ¡¿Quién coño se hace un piercing sin ningún tipo de supervisión?! –gritó el alfa.


-En el vídeo parecía fácil. –fue la respuesta que obtuvo.


-Estás de coña, ¿verdad? ¿Un vídeo? ¡Tu hermano tiene una tienda de tatuajes y piercings! ¡Literalmente, yo me hice uno allí hace poco más de un mes! -vociferó el rubio ante la absurdez de la situación.


-Oh.


-¿Oh? ¡¿Cómo cojones pudiste olvidarlo?! –gruñó Katsuki. –¡¿Y por qué demonios me llamas a mí?! –demandó saber con irritación evidente en su tono de voz.


-Porque somos amigos. –contestó el otro.


-No somos amigos. –dijo con los dientes apretados hasta el punto de sentir algo de sangre escapar de su labio inferior.


-Cierto. Somos mejores amigos. –rectificó él.


-Muérete. –habló el rubio.


Saltó en su sitio cuando una mano se posó con suavidad sobre su hombro. Se relajó notablemente cuando sus ojos se encontraron con los de Izuku, el cual le miraba con preocupación. Un pañuelo fue colocado contra su labio, limpiando con suavidad la sangre que brotaba de allí. Pudo ver la pregunta clara como el agua en el rostro del mayor. Él asintió y su agarre sobre el móvil se aflojó considerablemente. Segundos más tarde, cuando el omega se separó para tirar el papel a la basura y luego procedió a sentarse a su lado sobre el mullido colchón, un suspiro escapó de su boca.


-Ve a urgencias, gilipollas. –ordenó y antes de que el contrario respondiera, se oyó una voz femenina gritar con pánico el nombre del omega.


Katsuki decidió que aquel era el momento idóneo para colgar la llamada y eso hizo, para a continuación dejarse caer sobre el regazo de su omega, cuyas manos no tardaron en acariciar su cabello para relajarle. Esa era una de las cosas que amaba del mayor. Este sabía cuándo preguntar y cuando era mejor permanecer callado.


Un ligero ronroneo salió de su pecho, lo que ocasionó que el mayor riera de forma adorable, claramente complacido de haber podido calmar al alfa hasta ese punto.


-¿Mejor? –susurró el omega. Él asintió levemente y se movió hasta quedar con la cara enterrada en el abdomen del más bajo, el cual se tensó unos segundos antes de continuar con sus caricias.


Dudó en si debía preguntarle acerca del pelirrojo. Una parte de él ansiaba y demandaba respuestas, pero otra parte solo quería disfrutar del momento. Por culpa de su rubia madre, no había muchos como ese, por lo que no quería desperdiciarlo al decir algo que no debía.


Decisión tomada, restregó su cara cual gato contra el bajo vientre del omega y aspiró el maravilloso aroma a menta y canela que le caracterizaba. Su cuerpo se relajó hasta el punto en que el sueño comenzaba a apoderarse de su persona. Ni siquiera el calor que antes le parecía tan molesto, podría hacer que se alejara de Izuku.


Rodeó con un brazo la cintura ajena y bajo las caricias llenas de cariño del mayor, se dejó llevar por Morfe, sintiéndose completamente en paz al tener a su omega tan cerca y cuidándole.


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Si algo bueno había salido de toda la situación con aquel alfa, era el hecho de que la rubia alfa se había relajado considerablemente. Estando tan segura como lo estaba del nuevo estatus sentimental de Izuku, comenzó a aflojar su agarre sobre Katsuki, permitiendo que sus dos hijos pasaran cada vez más tiempo en compañía del otro y sin que nadie les interrumpiera. El alfa menor tomó la decisión de aprovechar todas y cada una de las oportunidades que tuviera para estar a solas con el omega.


Cuando la alfa anunció que saldrían el fin de semana a una cabaña en la playa para celebrar el cumpleaños número 21 de Izuku, él se sintió emocionado, más cuando, después de desayunar y felicitar al omega, ambas mujeres decidieron ir a dar una vuelta por la playa ellas solas y dejarles a ellos hacer lo que quisieran.


Lamentablemente, no contó con la gran cantidad de alfas y betas que no dejaban de devorar al omega con la mirada. En vez de disfrutar de la deliciosa imagen que era Izuku en bañador, al menos no tanto como quería, se la pasaba fulminando con la mirada a cualquiera que intentara acercársele. Tan solo se alejó unos minutos, a un pequeño puesto cercano para comprar un par de bebidas para ambos, y varios alfas hicieron el amago de acercarse al omega. Irritado volvió lo más rápido que pudo con el peliverde, no obstante, no dejaba de ser rodeado por omegas que intentaban ligar con él de forma descarada.


No era estúpido. Sabía perfectamente que era atractivo, pero nunca nadie podría llegarle a la suela de los pies a SU omega. Cansado de rechazar ofertas, y de matar con la mirada a todos a su alrededor, les respondió lo más groseramente que pudo, con la finalidad de que entendieran por fin que él no estaba interesado en nadie más que ese maravilloso omega recostado a la sombra sobre una tumbona, a varios pasos de donde ellos se encontraban.


Cuando finalmente le dejaron en paz, pudo acercarse de vuelta a Izuku, el cual desde hacía un rato se encontraba sentado al tiempo en que hacía un puchero, que le hacía ver adorable a los ojos del alfa menor. Gruñó en dirección a un idiota que intentó acercarse a su hermano y entonces se paró junto al mayor, cuya mirada se encontraba fija en la pantalla de su teléfono móvil.


Los acontecimientos que le siguieron no los habría podido evitar ni queriendo, cosa que no hacía. La conversación de la cual fue testigo le hizo llenarse de ira y sintió un ansia jamás sentida de poseer al omega. De demostrar al mundo entero que el peliverde ya tenía dueño.


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El calor era insoportable. Podía notar la temperatura subir, causado claramente por ellos dos. Insistentes caricias, posesivos y lascivos besos, gruñidos y gemidos acompañados del sonido de ambos cuerpos uniéndose de la forma más carnal posible.


Los instintos dominando sus acciones. Sentimientos a flor de piel. Promesas intercambiadas. Declaraciones expresadas entre sollozos llenos de placer y besos que quitan el aliento. Respiraciones entrecortadas, corazones acelerados y vista nublada. La pasión adueñándose de ellos, no dejando cabida a la razón.


En ese momento, el mundo había desaparecido, dejándoles a ellos en una pequeña burbuja de la cual no saldrían en mucho tiempo.


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Al despertar, su cuerpo se sentía pesado, pero igualmente satisfecho. Sonrió complacido al ver a SU omega, ahora oficialmente, durmiendo plácidamente sobre su pecho. Una idea diabólica apareció en su mente y sonrió maliciosamente. Parece que su parte posesiva todavía se encontraba presente y no se sentía completamente conforme, incluso después de ver la perfecta marca de incisiones en el cuello del omega, por lo que se dejó llevar por ese sentimiento egoísta.


Agarró el móvil del mayor y sin problemas lo desbloqueó, sonriendo contento al ver que la contraseña era su propio cumpleaños, luego entró al chat con el pelo pincho, agradeciendo que este no estuviese bloqueado, y sin mirar la conversación se dedicó a sacar una fotografía del estado de ambos para luego mandarla.


-Esto le enseñará al idiota. –murmuró para sí, complacido.


Su atención fue atraída por el peliverde cuando este se acurrucó más contra su cuello. No supo cuánto tiempo permaneció de esa forma, observando silenciosamente a su omega dormir plácidamente. Recordó cómo el móvil, el cual seguía en su mano, había vibrado hacía bastante rato y con curiosidad dirigió su mirada al aparato, pero antes de que pudiera leer la respuesta a su descarado mensaje, un grito enfurecido llegó a sus oídos, distrayéndole de lo que iba a hacer.


Dirigió su mirada hacia la puerta de la habitación y chasqueó la lengua con ligera molestia al verla entre abierta. No era de extrañar que la rubia alfa pudiera oler lo que había sucedido entre los menores de la familia. De seguro que toda la cabaña había sido impregnada por aquel particular aroma.


Pocos segundos más tarde, una encolerizada mujer rubia entró por la puerta. Sus ojos como la lava se encontraron contra los fuegos del menor. Tan parecidos, pero diferentes al mismo tiempo.


-Vieja. –saludó él con una sonrisa socarrona adornando sus facciones.


-¡Tú, pequeño demonio! –vociferó ella quien no perdió el tiempo en saltarle encima.


Katsuki, sabiendo lo que pasaría, se había separado del omega y dejándole solo sobre la cama, se paró algo alejado de esta para que la mujer, en pleno ataque de cólera, no hiriera al peliverde por error. Los gritos no tardaron en llegar. Ambos alfas insultándose sin compasión. En algún momento, la mujer había agarrado un bate de béisbol de solo dios sabrá donde y había comenzado a perseguir al menor con él, soltando sapos y culebras por la boca.


Los dos omegas de la familia observaban la escena desde la cama con exasperación evidente en sus rostros. La atención de la mujer fue llamada por el vibrar del móvil de su hijo mayor. Sin preguntar, lo agarró y leyó los últimos mensajes.


“Él es mío.” –claramente enviado por el menor de los dos junto a una foto de ambos.


“Más te vale cuidar bien de él. Y me alegro por ti Zuzu.” –escribió el alfa pelirrojo.


“Estoy a cinco minutos de:


1: ser hijo único


 2: tener una madre en la cárcel.”


–aquello lo envió su hijo mayor no hacía mucho pues el mensaje iba acompañado de una foto sobre lo que estaban viendo en ese momento entre ambos alfas rubios.


“Te consolaré si eso pasa.


Por cierto, mi familia quiere conocerte a ti y a tu familia.” –fue el mensaje más reciente.


Curiosa por la reacción tan calmada del joven, como si la situación no hubiese sido ningún tipo de sorpresa, decidió leer mensajes anteriores y no pudo evitar reír a carcajadas ante lo que sus ojos vieron.


-¡Mamá! –exclamó Izuku quien le arrebató el móvil a su madre al tiempo en que sus mejillas y orejas se coloreaban en un muy notorio sonrojo.


La mujer intentó decir algo, pero su voz no salía por culpa de la risa. Sus ojos se aguaron rápidamente sin que pudiera evitarlo.


-¡Inko! –llamó la otra mujer entre confundida y sorprendida, la cual se acercó apresuradamente al par sobre la cama.


La omega aprovechó la distracción de su esposa para arrebatarle el bate y darle con este en la cabeza, bastante flojo cabe aclarar, pues su intención no era hacerle daño a la mujer. El silencio se hizo presente, o todo lo posible dado que la mujer siguió riendo durante varios minutos más, los demás viéndola sin comprender en absoluto lo que ocurría.


-Mitsuki, siéntate. –habló cuando por fin logró calmarse. –Katsuki, cariño, trae algo de ropa para Izuku. –pidió al menor con voz suave, contraria a la dureza con la cual se había dirigido a su esposa.


El rubio obedeció. Se acercó al armario, agarró una camiseta suya, se acercó al omega y se la ofreció. A Izuku le brillaron los ojos ante el ofrecimiento y no tardó en colocarse la prenda de su alfa. Katsuki sonrió complacido y se sentó junto al de cabellos verdosos. Inko les observó con un brillo lleno de ternura en sus propios orbes esmeralda.


-Mitsuki. –gruñó la omega al ver como su esposa iba a protestar e intentar separarlos.


-¿Inko? –murmuró la rubia, claramente confundida por la actitud de la más baja.


-Esto es tu culpa. –declaró la mujer con seriedad y levantó una mano para indicar que no había terminado de hablar cuando vio a la de ojos lava abrir la boca para protestar. –Esto es tu culpa. Si no hubieras intentado separarles con tanto esmero, Katsuki no se habría sentido tan celoso y habría esperado a cumplir los 18 para reclamar a Izuku como suyo. –dijo ella.


Los otros tres la miraron entre sorprendidos y confundidos por sus palabras.


-¡Inko, ellos son–


-Hermanos, sí. Pero también son alfa y omega. No puedes ordenarles que se olviden del otro ni que dejen de sentir lo que sienten. Las relaciones y los sentimientos no funcionan así, Mitsuki. –habló con seriedad.


-¡Yo solo–


-Querías lo mejor para ellos, lo sé. Sin embargo, estabas tan concentrada en mantener a Katsuki atado en corto que no notaste lo deprimido que Izuku estuvo durante meses. –explicó ella. El omega gimió con sorpresa por sus palabras y la mujer no pudo evitar sonreírle con dulzura. –Sé que te dolió cuando tu madre te inscribió en los dormitorios. –le dijo al peliverde.


-Mamá… –susurró este con voz queda. La mujer le abrazó con fuerza unos segundos y al separarse le secó las lágrimas que recorrían su rostro con dulzura, sus propios orbes aguándose en el proceso.


-Lo siento, bebé. Cuando Mitsuki me habló de los dormitorios, yo accedí porque quería que tuvieras tu propio espacio para poder estudiar tranquilo. Sobre todo, porque ambos sabemos lo ruidosa que puede ser nuestra casa a veces. –ante esto último miró a ambos rubios antes de volver su atención al omega, el cual soltó una risita divertida por el comentario. –Yo nunca quise que te sintieras abandonado, ni que pensaras que no te queríamos con nosotros. Al contrario. Yo desearía que nunca te mudaras. –confesó ella entre lágrimas. Izuku rio levemente, en el mismo estado que su madre, para luego sonreírle con ternura.


Ella le besó ambas mejillas con dulzura y entonces dirigió su mirada al menor de todos.


-Katsuki, cariño. Sé que estos tres años, e incluso bastante antes, tampoco han sido fáciles para ti. Siento que te hayas sentido presionado y comprendo que sientas algo de rencor hacia nosotras por lo que ha pasado. Solo espero que comprendas que yo te quiero con todo mi corazón y que de todos los alfas en este mundo, el tú seas quien cuide de Izuku me alivia enormemente porque no creo que exista nadie mejor que tu para él. –le dijo sonriéndole con amor.


El rubio bufó y apartó la mirada, ambos omegas notando el ligero sonrojo cubrir las orejas del menor. Entonces, la atención de la peliverde se dirigió a su esposa, la cual se veía decaída.


-Te quiero, Mitsuki. Eres una gran mujer, maravillosa alfa e increíble madre. –le dijo a ella después de besar su mejilla y labios castamente. –Es normal cometer errores de vez en cuando. Y aunque tenías buenas intenciones, simplemente no resultó ser la mejor elección. No obstante, todo en esta vida tiene una solución. –aseguró la omega al verla con los ojos aguados, algo que en muy pocas ocasiones había ocurrido.


-Excepto la muerte. –interfirió Katsuki, ganándose un codazo por parte de Izuku para que se callara.


-¿Y cuál es la solución a esto, Inko? El mocoso solo tiene 15 años y ya ha marcado a Izu, al igual que este a él. –habló la rubia con agotamiento coloreando su voz.


-De momento, Katsuki puede taparlo con un collar al igual que Izuku. –dijo ella.


-¿Cómo uno de compromiso? –inquirió el omega con emoción evidente en la voz.


-Así es. –asintió la mujer con una sonrisa. –Tradicionalmente, un alfa le regala una gargantilla a un omega como símbolo de compromiso. No obstante, se ha vuelto muy popular el que el alfa lleve uno a juego con el de su omega, como muestra de su fidelidad y la igualdad en su relación. –respondió Inko.


-¿Y qué pasa con el chico que Izu ha estado viendo? –cuestionó Mitsuki.


El alfa gruñó y frunció el ceño con clara molestia ante la mención del pelirrojo.


-No creo que eso sea ningún problema, ¿verdad, Izuku? –se dirigió a su hijo mayor el cual abrió los ojos enormemente por la sorpresa. Entonces recordó que su madre había leído algunos de sus mensajes con el alfa y rio al tiempo en que asentía como respuesta.


-¿De qué está hablando, nerd? –inquirió Katsuki enojado.


Izuku le sonrió, besó castamente sus labios y negó con la cabeza para indicar que no era el momento de hablar sobre ello en profundidad. El rubio bufó molesto, pero no insistió.


-¿Y cuando el mocoso cumpla los 18 qué? Legalmente, no pueden casarse. –señaló Mitsuki el más obvio de los problemas.


-Eso es cierto, pero… ¿y si se casaran con una pareja que estuviera en su misma situación? –sugirió la omega. Los ojos de Izuku se iluminaron por ello.


-Quieres decir… –susurró él ante lo que ella asintió, causando que este soltara una risita divertida y emocionada a partes iguales. Claramente la idea parecía encantarle.


-Ahí me he perdido. ¿Dónde íbamos a encontrar a una pareja así? –preguntó sin comprender Mitsuki.


Katsuki por su parte, abrió los ojos como platos y le arrebató el móvil al omega, haciendo lo mismo que su madre hizo minutos antes: leer el chat con el otro alfa.


-Me cago en dios. –gruñó el rubio momentos más tarde, ocasionando que ambos omegas de la familia rieran descontroladamente. Sin decir nada más, le lanzó el apartado a la rubia y escondió su rostro entre sus manos. Tantos meses sintiendo celos, odiando a todo el mundo, perdiendo los estribos constantemente por… ¿¡ESO?! Soltó un quejido lastimero al sentirse abrumado por la vergüenza. Izuku le abrazó sin dudarlo y no odiaba admitir que el acto del omega le hizo sentir mejor.


Su rubia madre suspiró fuertemente, para luego reír ante lo leído.


-No se puede luchar contra el destino ¿eh? –murmuró ella mientras que los demás sonrieron en respuesta.


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Años más tarde. Pocos días más tarde de que Denki cumpliera los 18 años, al ser el menor de todos, dos bodas se celebraron simultáneamente. Bakugo Katsuki se casó con Kaminari Denki al tiempo en que Kirishima Eijiro desposó a Midoriya Izuku.


La ceremonia consistió en las dos familias, el cura y sus amigos más cercanos. Sin embargo, una vez estuvieron las fotos de la unión hechas, el banquete se llevó a cabo y, para decepción de los amigos de los cuatro, con solo la familia más cercana. En otras palabras, solo sus madres. Después de todo, puede que el mundo los viera como unas parejas perfectas, pero solo ellos sabrían la verdad. Como el hecho de que había ciertas cosas que era mejor que quedaran en familia.


Eso es lo que pensaban las madres de los novios al ver a sus hijos besarse, aunque no con sus “esposos” si no con sus “hermanos”.


FIN

Notas finales:

Pues esto es todo en cuanto a este fic. Hubo algunas escenas que quise escribir en un principio, pero estaban basadas en invierno lo cual no tenía sentido porque casi todo transcurre a finales de primavera y durante el verano.

No creo añadir más a esta historia  la verdad dado que me gustó como quedó, pero quién sabe que sucederá enun futuro. Mi mente puede hacer cosas muy random en ocasiones XP

Bueno, espero que os haya gustado estecorto fic y me encantará saber vuestra opinión (=^w^=)


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