Es la mañana de Navidad. Toda la mañana recorrí la mayor parte de mi vecindario buscando algo especial, para una persona especial ¡y no encontré nada!
- Tienes que relajarte Miyako. - Me dice con su voz preocupada y hace que me altere más.
- ¡No puedo, Iori! Hoy es la fiesta anual de los digielegidos y voy a llegar sin su regalo. - Abrazo la almohada histéricamente. - Es mi oportunidad para decirle lo que siento.
- ¿Y por qué no buscas algo en la tienda de tus padres? - Estoy a punto de arrojarle la almohada. Solo que lo quiero mucho y jamás dañaría a mi amigo.
- ¿Crees que en una tienda de abarrotes pueda encontrar algo verdaderamente especial? - Iori lo piensa un momento y niega con la cabeza.
- ¿Tú ya tienes el regalo del superior Joe? - Miro como su rostro se ruboriza mientras asiente. Él es su persona más especial.
- ¡Genial! pero, - grito desesperada, - ¿qué voy a hacer yo?
- ¿Por qué no le pides ayuda a nuestros amigos? - Me mira serio. - Quizá alguno de ellos se encuentre más allá de nuestro vecindario.
- No lo sé. - Le expongo mi situación. -Takeru se fue con Yamato a su concierto. Joe tiene exámenes como es su costumbre, - Me mira molesto. - Ok, ok. Ya no diré nada de él. Koushiro iba a trabajar, Sora iba a ir a no sé dónde y Taichi se fue a practicar futbol con Daisuke y Ken. ¡Nadie puede ayudarme! - Iori me abrazó con fuerza. ¿Era posible que una chica de diecisiete años fuera consolada por uno de catorce?
- Lo siento, yo…- Justo en ese momento llaman a mi habitación. Es mi madre, que viene a avisarle a Iori que su abuelo lo busca. - No es necesario entregar algo caro y lujoso, lo sabes. - Podría tener razón -.
Recorro mi cuarto de un lado a otro. Tengo algunos aparatos electrónicos, pero las palabras de Iori me retumban por mi mente. Pienso en que le gusta y me doy cuenta de que no tengo nada que pueda ofrecerle, hasta que...
Flash back
-Vaya, que bonita es. - Me dijo con su voz tan amable, en una de esas rarísimas ocasiones en las que visitó mi casa.
- ¿De verdad lo crees? - Me ruboricé un poco. No pude evitarlo.
- ¿Tú la tejiste? - Asentí torpemente. Ella me sonrió con esa sinceridad que siempre la ha caracterizado. - Eres genial. Yo jamás podría haber hecho una bufanda tan linda.
- La hice pensando en... - Lo pensé mejor mientras ella me miraba confundida. - Mi madre, si... A ella también le gusta el color rojo.
- Ya somos tres.... -Susurró suavemente.
Fin del flash back
¡Ya sé lo que voy a darle!
Llego a la fiesta en su casa anticipadamente. De hecho, bastante antes. Pero estoy tan ansiosa que no puedo quedarme en casa a esperar que sea la hora de la fiesta. Toco el timbre y su madre me abre la puerta.
- Pasa, Miyako-chan. - La mujer me sonríe amable. - Si quieres puedes esperarla en su habitación.
- ¡Muchas gracias! - Me inclino respetuosamente y me dirijo a su habitación.
Es la primera vez que entro. Todo a mi alrededor me recuerda y me dice que es de ella. Las fotografías, los libros. Todo. Voy hacia su cama y huelo su almohada. El delicioso aroma a fresas que ella usa se filtra por mi nariz. Estoy tan extasiada que no escucho a mi alrededor.
- ¿Por qué estás oliendo mi almohada, Miyako? - Me paralizo del miedo y pienso rápidamente algo cuerdo que decir.
- Me gustas... - ¡Diablos! ¿Eso fue lo primero que se me ocurrió?
- ¿Cómo? - Me pregunta confundida. - ¿Te gusta mi almohada? - Ya no puedo echarme para atrás. Me pongo de pie y le tomo las suaves manos.
- Tú me gustas mucho. - Veo su rostro sonrojado, y no es precisamente por el baño. Llevo sus manos a mis labios y las beso.
- ¿Esto es una nueva broma? - Mira de un lado a otro, esperando quizá que salga alguien de su escondite. - Porque no me avisaron nada y... - La interrumpo con un suave beso en sus labios. Para mi sorpresa, lo corresponde de una manera lenta y hermosa. Siento que mis piernas no me sostendrán. Termino el beso, pero no la suelto.
- Nunca he bromeado con eso. - Le digo con toda la sinceridad que puedo. - Ni siquiera esa vez.
- Tampoco yo bromeaba. -Me dice sonriente. - Y también me gustas mucho, Miyako. - La suelto un instante y tomo el regalo.
- Toma, ábrelo por favor. - Lo desenvuelve con cuidado y veo que su rostro se ilumina.
- Pero si es la bufanda roja. - Noto la emoción en su mirada, hasta que vuelve a introducirla en la caja. - Muchas gracias, pero no puedo aceptarla.
- ¿Por qué no? - Le pregunto confundida.
- Porque la hiciste pensando en tu mamá.
-Espera, espera. - Le digo. - Esa fue una mentirilla piadosa. - Me mira con esos hermosos ojos marrones. - La hice pensando en ti.
- ¿De verdad? - Asiento y ella me abraza. Es hasta ese momento que noto que solo lleva alrededor suyo una toalla y me sonrojo demasiado. - Muchísimas gracias, entonces.
- No hay de qué. - Logro articular. La separo de mí y le doy un beso casto en la frente. Será mejor que huya de allí antes de que ya no pueda manejar la situación. - Te dejo para que te cambies. - Avanzo hacía la puerta. Estoy a punto de salir cuando siento su abrazo por mi espalda. Mi corazón da un vuelco. Es demasiado inocente.
- Feliz Navidad, Miyako. - Su voz se escucha tiernamente.
- Feliz navidad también para ti, Hikari.