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¿Cuál es tu nombre? por ChihiroMorow

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Notas del capitulo:

Lo escribí hace años, espero les guste 

Muchos años después, frente al borde del salto de agua más grande en Venezuela, él joven novelista Satori Tendō había empezado a recordar aquel lugar, en el que el crepúsculo de su primer viaje inundaba sus orbes rubís; observó un color rojizo o naranja, aun no sabía describir aquello, su reflejo era plasmado en el cristalino espejo que sus orbes rubíes reflejaban, alzando la mirada, notó aquellas extensiones en punta de color verdoso, sujetándose del borde, impregnó su visión de aquel exótico lugar, la brisa alborotó su rebelde cabello pelirrojo y a ello le llegó un pensamiento nostálgico, la balsa se tambaleó creando unas ligeras ondas en el agua, se sentó, sacando de un maletín un cuaderno aterciopelado negro y con bolígrafo en mano, comenzó a escribir.
Un viento algo agresivo hizo que el joven dejara de escribir para dirigir su mirada hacia arriba y divisar una enorme embarcación y no dudó en tomar y anotar detalladamente aquella imagen; Su mirada se topó con los avellana de un joven no tan mayor que él, a lo mejor de la misma edad, observándose, el tiempo se detuvo para ambos, al alejarse el barco, él que se encontraba en este se adentró al navío, perdiéndose de la vista del pelirrojo, este con suma admiración no dudó en escribir los pocos rasgos de aquel castaño de mirada avellana, cerrando su cuaderno de notas, se dirigió hacia el puerto, devolvió el bote y pensando aún en aquel estoico joven se dirigió a su hotel.

El joven castaño inundado en sus pensamientos en los cuales protagonizado por aquel pelirrojo no evitó en esbozar una sutil sonrisa. -¿Quién será aquel joven?- al término de la palabra comenzó a toser con suma fuerza. -¡Te advertí que no salieras! ¡Tu condición aun no es estable!- aquel sonoro grito inundó la pequeña habitación, incorporando al joven le dio aquel medicamento que una vez tocaron sus sentidos gustativos los amargaron, bajando por su garganta sintió molestias de ardor, al cabo de unos minutos se calmó y el sueño se hizo presente. -Descansa hijo, llegaremos al mejor médico lo antes posible- dictó su madre con voz quebradiza acariciando las hebras castañas del joven salió del lugar, caminando por poco tiempo se encontró en el pasillo a su marido y siendo abrasado por éste se puso a llorar. -¡Mi hijo!, ¡mi único hijo!- era lo único que sus labios pronunciaban, mordiendo su labio inferior, por la impotencia, el hombre dejó salir esas gotas cristalinas de sus ojos y ambos se inundaron en un sonoro llanto.
La mañana de un día como cualquier otro había llegado, el pelirrojo como costumbre ya se encontraba en el puerto, buscando con la mirada aquel barco, pero como todos los días era el mismo resultado, decidió acercarse a un pescador. -Buena mañana mi buen señor- saludó cortésmente ganándose una mirada de desaprobación de parte del mayor. -No pienso unirme a su religión, así que gracias pero no gracias.-, el pelirrojo con un semblante de incógnita se apresuró a hablar. -¡No!, digo no es para alguna religión, le quisiese hacer una pregunta, ¿podría?- aquel hombre, suspirando con desgano asintió a la petición del contrario por lo cual este prosiguió. -Hace algunas semanas me topé con un enorme barco, ¿sabe cuándo regresará? - el señor no evitó entristecer ante la pregunta del pelirrojo. -Era el de la familia Ushijima, una de las pocas familias adineradas de este lugar, amables y buenas personas pero, hace poco su único hijo enfermó, los médicos de esta zona no pudieron con ello así que decidieron salir y buscar en otro lugar la cura para su hijo.- Satori sorprendido agradeció al señor y sin más siguió con su vida de escritor, pasaron los meses y su viaje había terminado, dirigiéndose al barco que lo llevaría de nuevo a su país, dio un último adiós a aquel asombroso lugar y el barco dejó aquel puerto.
El joven castaño, encerrado como era costumbre se encontraba leyendo su libro favorito, "¿Cuál es tú nombre?" de Satori Tendō (un escritor que a su muy corta edad se hizo famoso), el castaño consideraba aquel libro como su favorito, siendo cautivo de esas paredes blanquecinas observó entrar a su bonita enfermera, la saludó como es debido y administrando su dosis diaria de acetominofén (medicamento el cual ayudaba a disminuir el dolor y quedar dormido a los minutos después de ser aplicado), mientras el joven empezaba a deambular por el sueño entró su padre y sin querer ver, notó que este se besaba con aquella hermosa enfermera, durmió creyendo que se trataba de un sueño. Al despertar divisó a su madre, se veía más delgada de lo normal -Buenas- dictó el chico y por reflejo su madre le sonrió notando los ojos hinchados que ella tenía, de nuevo había llorado, tratando de devolverle la sonrisa comenzó nuevamente con su crónica tos y sin poder tranquilizarse los doctores y enfermeras entraron a auxiliar, horas más tarde el joven volvió a despertar aún estando sedado escuchó la discusión de sus padres, al parecer como en toda novela, la mujer había descubierto la infidelidad del marido; Días después el joven ya no supo nada de su padre y aquella bonita enfermera había renunciado a su trabajo. Los días transcurrieron como cualquier otro y la madre del castaño se empezaba a ver más bonita, -Madre, hoy se ve hermosa- sus palabras se escucharon débiles, al escucharlo su madre le sonrió y le contó que uno de sus doctores la había invitado a comer y como en toda novela, la dama triste se volvió a enamorar, vio marchar a su madre, tomando su preciado libro volvió a leerlo y como en toda novela su madre se volvió a casar.
Un mes, dos o tal vez más habían pasado, Satori estaba por culminar su novela pero algo le hacia falta, salió de su departamento y caminó por las solitarias calles de un Japón semi moderno, los cerezos estaban en flor, una buena época del año, dio la vuelta hacia el parque central y con la brisa del aire haciendo caer aquellas hermosas flores divisó en una solitaria banca al chico que se había adueñado de sus pensamientos. -Le hablo o no le hablo, ¿pensará que soy un extraño?, ¡obviamente!- su dilema interno seguía a flote pero, cuando menos se dio cuenta ya estaba frente al chico, este alzó la mirada y al igual que el pelirrojo, no supo que decir.
Sin decir sus nombres ambos empezaron a hablar, retomando cuando sólo se conocieron de vista, narrando un poco de su vida después de ello. -Y ¡chico grandote!, ¿cuál es tú nombre? - el pelirrojo no dudó en preguntar. -Ushijima Wakatoshi, un gusto- era un nombre extraño pero al pelirrojo no le importó. -¡El placer es mío!- tomó su mano y la estrechó con la suya. -¿Vives cerca de aquí? - preguntas triviales salían de la boca de un feliz pelirrojo. -A unas cuantas calles de aquí pero por ahora debo marcharme.- al notar que el sol se estaba metiendo se despidió de él y ambos se marcharon, -No le pregunté su nombre...- dictó para si un castaño sonriente.
Los días pasaron rápido, ambos chicos se seguían encontrando, platicaban (más hablaba Satori que Wakatoshi), el pelirrojo llenaba cada vez más de alegría la monótona vida del más alto; Los roces en sus manos, los traviesos sonrrojos no se hacían esperar, pasaron meses conociéndose. -¿Ya puedo saber cuál es tú nombre? - se escuchó de la voz del castaño y sí, aun el pelirrojo no quería decir su nombre, era famoso y eso le causaba inseguridad, -Aún no, no seas impaciente, ¿sabías que la paciencia es una virtud?- con risa burlona el chico se levantó y se despidió, pero sin previo aviso el castaño alcanzó a tomarlo de la muñeca y jalarlo, tomando su rostro entre sus manos, lo besó. Días pasaron después de aquello, el pelirrojo seguía hiendo a aquella banca pero el castaño no llegaba.
Un mes pasó muy rápido y como siempre ambos chicos estaban en aquella banca admirando los cerezos caer. -Me asustaste Wakatoshi-kun, creí no volverte a ver....- sonriendo de lado el castaño volvió a verlo. -Mi condición no está muy bien.- Satori guardó silencio y recordó lo de aquella vez cuando habló con el pescador, lo había olvidado, pero sin importar el silencio incómodo ambos se volvieron a besar. -Wakatoshi-kun, cuando mejores iremos al Salto Agua que está en Venezuela- el castaño le sonrió y siguió escuchando, -Allí te diré mi nombre-. Cerrando su promesa con un beso ambos jóvenes se dirigieron a la casa del pelirrojo y deshaciéndose de sus prendas esa noche, bajo la luz de la luna, la hicieron única.
Al despertar por el sonido del castaño pareciendo ahogarse el pelirrojo corrió a la cocina y como pudo llenó un vaso con agua y se lo llevó al castaño, siendo inútil la acción del más bajo, Wakatoshi ya tenía complicaciones; Vistiéndose y vistiendo al contrario lo llevó al hospital, al entrar por urgencias las enfermeras lo atendieron rápido. -¡Wakatoshi-chan! ¡Aguanta!- lo adentraron en una camilla, Satori anonadado se quedó en la sala de espera, ahí vio entrar a una mujer embarazada pidiendo informes sobre la salud del castaño. -D...Disculpe....- el pelirrojo se apresuró a preguntar ya que al parecer, se había encontrado con la madre de su chico, la mujer le contó el estado en el que se encontraba su pareja, asombrado por aquella información las lágrimas se hicieron presentes. Recordó el primer día que se vieron, lo entrecortada respiración de su pareja hace unas horas atrás, la placentera noche que pasaron juntos, todo se estaba revolviendo en la cabeza del pelirrojo; Primero pasó la madre del chico a verlo y a los quince minutos salió, llorando...
Con paso temeroso se adentró a la habitación -¿Porqué ese rostro tan deprimido?- la profunda voz del castaño sacó de sus pensamientos al pelirrojo. -Porque no me dijiste...que tú... - apunto de estallar en llanto mordió su labio inferior, -No preguntaste- esa fue la respuesta del castaño y sin más, Satori empezó a llorar. -No llores, quiero que mis ojos recuerden tu sonrisa.- acercándose a la camilla el pelirrojo lo abrazó sin decir nada. -¿Cuál es tú nombre?- el castaño tosió y trató de calmarse. -Sato....- su voz se estaba quebrando, por ende le costaba hablar. -No puedo....respirar... - tirando de dar bocanadas de aire llevó su diestra al rostro del pelirrojo y con su pulgar limpió las lágrimas que bajaban por su mejilla. -Yo....- Satori sabía que su castaño se volvería a ir. -¡Satori!, ¡Satori Tendō es mi nombre!- el castaño asombrado y feliz ya que su primer amor fue nada más ni nada menos que la persona que él admiraba -¡No me dejes!- la quebrada voz del pelirrojo sonó por toda la habitación, asiendo entrar a la madre del castaño. -Satori....te amo...- y eso fue lo último que escuchó de su castaño antes de que perdiera aquel brillo en sus ojos avellanas.
Unos meses después de aquello dio su libro a la editorial antes de desaparecer de toda comunicación.
-Wakatoshi-kun, no hay motivo de vivir si no estás aquí - la brisa lo hizo recobrar la noción del tiempo.-No tengo por quien luchar.- el sonido de la enorme cascada inundaba su oír. -No hay razón para seguir-. El salto Ángel en Venezuela un lugar destinado para ambos, pero sólo uno pudo apreciar la exótica vista.

Notas finales:

Fin 


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