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Pictures of you por Alleine

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Notas del fanfic:

Mi Shion x Mu más romanticón xDD eso creo, está inspirada por la canción de The Cure del mismo nombre y va dedicada para Nin por inspirarme, para Patts por darme ideas para el review y para quien lo lea, por tomarse la molestia.

Saludos y un besote *x*

Notas del capitulo:

En este fic modifiqué las edades de los personajes, en especial la de Mu. Los dorados son adolescentes y Mu, en particular, tiene más de 200 años con apariencia de 13 o 14, como se sugiere en SS Lost Canvas.

Así que no creo que este fic pueda considerarse shota >_>

 

Pictures of you

 

 

Las montañas, imponentes, silenciosas... inmutables a los golpes del viento gélido y furioso. Imperecederas... las mismas figuras azul-agrisado que fueron ayer, hace 500 años... para las montañas no existen los días, sólo los siglos de callado movimiento interior.

 

Monumentos imponentes de la naturaleza, recordatorios en piedra de su grandeza eterna contra la insignificante y efímera existencia humana.

 

- ¿Y esto donde lo pongo?-

 

La voz infantil y un tanto exigente del chico de cabellos naranja hizo que Mu abandonara su contemplación silenciosa del paisaje tibetano más allá de su ventana. Bajó con un movimiento ágil del quicio de piedra donde reposaba y atendió al llamado de su nuevo aprendiz, que le miraba interrogante con un montón de libros en las manos.

 

-¿De qué son?- Se refirió a los libros, indicándole al pequeño que mirara las letras doradas en los dorsos, cosa que el lemuriano más joven no tardó en comprender y ejecutar.

 

- Bases de alquimia... señor Mu...- Levantó los ojos de un azul profundo hacia el joven de cabellos lilas- ¿Porqué tenemos que consultar libros? Mi madre me decía que la sabiduría de los caballeros de Aries es ancestral... es ridículo que usemos textos -

 

Mu sonrió condescendiente.

 

- Tu madre... ¿Cuándo dejarás de pensar tanto en tu madre, Kiki? – Le retiró los libros de las manos para colocarlos él mismo en un hueco del vetusto librero que cubría la pared casi de un extremo al otro- Los libros son necesarios para repasar lo aprendido, si los estudias con dedicación estarás listo para ser caballero antes de que te des cuenta -

 

-¡Cuidado maestro!-

 

Uno de los libros amenazó con deshojarse al intentar meterlo al librero, un montón de notas amarillentas y separadores de papel cayeron de entre sus hojas, Kiki se apresuró a atrapar los objetos en las manos antes de que tocaran el suelo, aunque maltratando un poco las notas en el proceso. Excepto una que parecía demasiado gruesa para ser simple papel.

 

Una foto

 

-¿Quién es...? – El chiquillo observó con natural curiosidad la imagen un tanto desenfocada de un rostro sonriente, Mu frunció el entrecejo haciendo un esfuerzo por ver lo que le llamaba tanto la atención; al descubrirlo enrojeció y se lo arrebató con presteza. Kiki pestañeó y le clavó su mirada interrogante de nuevo.

 

- Es mi maestro – Declaró intentando ocultar el rostro de la mirada suspicaz de su aprendiz.

 

- ¿El Patriarca?- Achicó los ojos con incredulidad- ¡Pensé que usaban máscara, nunca imaginé que alguno fuera capaz de tomarse una fotografía a rostro expuesto y con semejante cara de...!-

 

Se detuvo antes de decirlo; el semblante normalmente amable de Mu había cambiado y lo miraba con reproche, era obvio que no le agradaba su forma de expresarse acerca de aquella imagen. Bajó la cabeza avergonzado y seguro de que se había ganado un doloroso castigo.

 

- Lo siento –Balbuceó amedrentado por la idea de sufrir la primera paliza de su entrenamiento, sin embargo la reacción de Mu no llegó, alzó la vista nuevamente y lo contempló a la distancia, frente a la ventana otra vez... mirando la fotografía con abstracción.

 

- Sí, usaba la máscara casi todo el tiempo - Volvió a tomar la palabra Mu, usando un tono de voz tan bajo, que parecía hablar para sí mismo, el chico se acercó para poder escucharlo mejor – No era fácil hacerlo sonreír y mucho menos cómo se le ve aquí... -

 

Recorrió el contorno de la fotografía con suavidad, como si apreciara el grabado de una joya. Kiki observaba cada uno de sus movimientos con interés.

 

- ¡Él jamás se habría tomado una foto por su propia voluntad! –

 

-¿Entonces? – El niño frunció el ceño con impaciencia.

 

Una pequeña risa hizo vibrar el pecho de Mu. Negó un par de veces y sus ojos brillaron como cristales, conmovidos, perdidos en las figuras difusas de las montañas como si proyectara sus recuerdos en el blanco lejano de la nieve.

 

– Fue un regalo que me hizo -

 

- ¿Un regalo? – Alzó graciosamente los puntos que tenía por cejas- ¿Significa que esa foto es especial?-

 

Los bellos rasgos del caballero de Aries se adornaron con una sonrisa tenue, cargada de melancolía. Asintió de forma apenas perceptible y se perdió una vez más en la contemplación de la efigie impresa, la sonrisa sincera y amable que portaba... la que le prodigaba sólo a él mientras crecía bajo su tutela, cuando quería demostrarle que le apreciaba a pesar de su trato autoritario y hasta cruel de maestro. Y sus ojos... claros y transparentes como una gema, con un destello entre violeta y rojo apenas notable en la fotografía mal tomada que, sin embargo, había captado la tristeza que los empañaba de forma casi permanente.

 

Sus ojos tristes...

 

Llegó a sorprenderse pensando en ellos durante incontables ocasiones, donde se había ganado fuertes reprimendas por su distracción y una que otra mirada enfurecida de las amatistas que analizaba con curiosidad primero y después con fervor.

 

Nunca supo si Shion se había enterado de sus observaciones furtivas o de los pensamientos que dedicaba a su persona, pero si así hubiera sido, agradecía el que nunca se lo mencionara. De por sí era demasiado complicado controlar el bochorno mientras le hablaba y tratar de mantener la mente y el rostro inmutables, sin permitirse aceptar que deseaba dejar de escucharlo para quedarse mirando sus ojos instantes interminables, hasta descubrir el dolor oculto en ellos para sacarlo y echarlo lejos...

 

Y entonces contemplarlos renovados, brillantes y magníficos, cómo imaginaba que se verían sin ese velo de pesar que los opacaba siempre.

 

¿Pero qué cosa podría hacer un chiquillo cómo él para escarbar en el alma del hombre que le significaba la máxima autoridad existente?

 

Pasó tanto tiempo guardando sus cavilaciones e inquietudes que olvidó cuando habían comenzado, sólo supo cuando se le hicieron insoportables.

 

Había sido un alumno dedicado, el mejor que se pudiera desear, había asimilado a la perfección cada cosa que se le había enseñado y estaba completamente listo para dar por finalizada su preparación. Cosa que le angustiaba... sabía que Shion siempre sería su maestro y que podía seguir contando con sus consejos o sus conversaciones.

 

Pero si en tantos años de convivencia, a pesar de sus esfuerzos por complacerlo y hacerse un lugar en su corazón, no había conseguido acercarse ni un poco a él, menos lo lograría luego. Sentía que le perdería irremediablemente sin haber visto nunca la felicidad brillar en sus ojos... sin haber tocado nunca su alma.

 

- ¿Y usted lo quería mucho, señor Mu? -

 

-Si –

 

Demasiado

 

De pronto todo su pensamiento se le había salido de las manos y se dedicaba a girar en torno a su mentor. Se había vuelto más abstraído y si ya antes era difícil que conviviera con los otros aprendices debido a lo absorbente de su entrenamiento, ahora era completamente imposible.

 

Trataba de estar cerca de Shion el mayor tiempo posible, inventaba dudas y excusas para alargar sus lecciones, erraba técnicas a propósito... intentaba ocuparlo a su lado a pesar de la impaciencia que ocasionaba en el Patriarca. Sin embargo las cosas terminaron por funcionar al revés para el aprendiz de Aries, entre más tiempo buscaba ganar, menos conseguía. Finalmente sus trucos fueron inútiles, sólo logró un redoble en las prácticas, algunos castigos y muchas reprimendas entre las que se incluía olvidar las inquietudes típicamente adolescentes a favor de la atención.

 

Parecía que tan sabio maestro no podía notar que él era el centro de todas esas inquietudes.

 

Seguía manteniéndose igual, frío, indiferente... dolorosamente distante, ya no le prodigaba ni siquiera el cariño al que lo había acostumbrado cuando era pequeño al ser ya prácticamente un hombre, casi un dorado. Mu tuvo que dejar de intentar para resignarse a buscar su compañía como una sombra, escurriéndose entre las cortinas del salón de audiencias para sentarse detrás de su silla patriarcal, a permanecer silencioso en un rincón simulando estar enfrascado en algún libro mientras él meditaba en asuntos importantes y desconocidos para su joven aprendiz...

 

Eso le proporcionaba una relativa felicidad, estaba a su lado, así Shion no lo tomara realmente en cuenta o lo ignorara a propósito, sin embargo eso tampoco duró; el Patriarca juzgó que ya estaba listo para aspirar a la armadura y comenzó a enviarlo a la primera casa cada vez con mayor frecuencia, con el fin de que la conociera, que armonizara con ella.

 

Pero Mu lo que menos podía hacer era armonizar con algo en esa situación. Las horas allá le desesperaban, parecía más una prisión que su futuro puesto de vigilancia y hogar, con frecuencia pasaba el tiempo sentado en los escalones de la puerta trasera, añorando el momento en que Shion lo mandara llamar para volver a refugiarse en su presencia.

 

Era insoportable pensar que esa ausencia sería la constante de su vida en poco tiempo. Ahora los momentos que pasaba junto a su maestro eran como oro, sus miradas y deseos de acercarse eran bastante obvios... ya no podía ocultarlos tan efectivamente como antes. Todo lo que quería era poder derribar el muro invisible que Shion mantenía entre ellos y abrazarse a su pecho, escuchar latir su corazón y llorar... si llorar... por el privilegio de sentirlo, por la tristeza de tener que dejarlo y por el dolor de sus ojos violeta.

 

- ¿Estás enamorado? -

 

La pregunta a quemarropa le sorprendió tanto que dejó caer el tazón del té sobre el plato de la comida, causando un pequeño desastre sobre la mesa. Shion, de pie frente a la ventana, oteando al horizonte, ni se dio por enterado del percance. Mu se apresuró a limpiar con su propio manto la mesa de madera fina del Patriarca.

 

- ¿Porqué lo dice, señor?-

 

- Estás distraído, desganado, triste...-

 

Mu bajó la cabeza levantando las cosas de la mesa. Sabía que ahora podía esperar el regaño, una nueva lección sobre sus distracciones adolescentes y lo indebido de sus preocupaciones. Parecía que le estaba prohibida cualquier cosa que no fuera entrenamiento o estudio.

 

- Lo siento -

 

- No, no lo sientas...- Se volvió, le tomó las cosas de entre las manos para devolverlas a la mesa. Mu levantó la mirada hacia Shion y vió que le sonreía con cariño, comprensivo vió sus propios ojos reflejarse en los de él; tenían el mismo velo de tristeza.

 

-Maestro...-

 

- Todos hemos pasado por eso – Le alisó los cabellos lavanda con ternura- Pero no debes dejar que te afecte tanto, debes seguir adelante y dar el máximo para cumplir con tu deber-

 

Superarlo

 

Mu pasó saliva y asintió devolviendo la vista al suelo. Le estaba pidiendo que olvidara su sentimiento, tan sencillo cómo eso. Sabía que tenía razón, que tenía sus razones para pedírselo... pero sufría infinitamente con la idea... no quería discutirle, faltarle al respeto, pero le estaba presionando el corazón.

 

- ¿Acaso la diosa nos condena a no tener esperanza de felicidad? ¡Porque si es así no quiero servirla! -

 

Toda la suavidad en Shion desapareció en el mismo instante en que pronunciara aquellas palabras, se apartó con brusquedad de su lado y lo miró con ojos acusadores.

 

- ¡No te atrevas a alzar la voz contra la diosa! ¡Esto no es un juego de niños, si renuncias ahora pagarás un precio, uno muy alto! ¿Acaso vale la pena por algo tan estúpido cómo tu enamoramiento? ¡En unos meses ni siquiera lo recordarás! -

 

- ¡Eso no es verdad, maestro y usted lo sabe bien! ¡Yo... nunca lo olvidaría!-

 

Había hablado sin pensar, levantado el rostro y encarado a su maestro con determinación casi insolente, sólo sus manos empuñadas entre temblores a sus costados delataban su nerviosismo. Los ojos de Shion relampaguearon en una mezcla confusa de sentimientos sobre los que resaltaba la indignación. Mu se derrumbó sobre sus rodillas, avergonzado por su arrebato y mantuvo un silencio angustioso, esperando a que la voz de Shion lo rompiera para acusarlo y castigarlo con justa razón... pero el silencio se prolongó demasiado. Alzó los ojos y vió que lo había dejado sólo.

 

La ansiedad le quemó en las entrañas... no sabía que hacer, no sabía qué le diría cuando regresara, estaba seguro de que se había descubierto con el arranque... ahora no sabía que esperar, podría obtener cualquier clase de reacción de su parte; desde azotes hasta degradación pública o el retiro absoluto por ser indigno.

 

Se habría ganado su desprecio definitivo.

 

Echó a correr fuera de la construcción, huyendo de nada. En cuanto lo quisiera encontrar lo haría, no le servía ocultarse... pero tenía miedo, un miedo indescriptible a su rechazo. En el exterior estaba lloviendo a cántaros, el agua empapó su rostro y le colapsó la visión. No distinguía más que sombras grises de lo que deberían ser columnas.

 

Entre ellas una sombra distinta, más obscura y con algunos destellos de brillo metálico, se limpió los ojos con el dorso de la mano y se acercó hasta verlo bien. Él, empapado de la misma forma, con su cabello rebelde pegado a la ropa, goteando agua por el rostro marfileño, mirando a lo lejos, a donde las nubes obscuras se unían con el mar.

 

- ¡Maestro!-

 

Una leve reacción en la figura alta de ropaje obscuro, Mu corrió hasta él y se dejó caer a sus pies completamente deshecho en angustia, aferró las manos a un pliegue de su túnica empapada, dejando escapar un súplica apenas audible entre el rumor de la lluvia.

 

- ¡No me odie!-

 

Sus manos se vieron apartadas por las de Shion en un movimiento sutil y tranquilizador, pero extrañamente inquietante al mismo tiempo. El Patriarca le ayudó a levantarse, solo la escasa luz y el agua impidieron que la piel blanca de Mu delatara de manera incómoda su nerviosismo por aquellas atenciones. Se distrajo con la visión borrosa de su rostro, no parecía que estuviera molesto o que tuviera intenciones de castigarlo... a cambio podía sentir más intensa, más cercana, la tristeza de sus ojos.

 

No lo pudo soportar, no esa vez, se abrazó a él con todas sus fuerzas. Reclinó su mejilla en su pecho, sintiendo contra su piel la frialdad de la tela mojada y de las joyas, cuyas formas se marcaban en su rostro debido a la fuerza con que se apoyaba. Apretó los párpados y escuchó los latidos de Shion acelerarse al tiempo que sus brazos revestidos por la tela pesada de agua se cerraban a su alrededor.

 

Mu sonrió y dejó escapar un par de lágrimas que se confundieron con la lluvia apenas al dejar sus ojos, pero Shion pudo verlas, acarició con los dedos el camino que habían seguido por sus mejillas hasta detenerse en su mentón para separarlo de su pecho y buscar su mirada; pero Mu apretó más los ojos repentinamente asustado por la calidez que le quemaba los labios y por el cosquilleo de cabello húmedo sobre su frente.

 

Le pareció que sus piernas flaqueaban, pero lo tenía sostenido con firmeza entre los brazos. Lo estaba besando con lentitud y suavidad, envolviendo sus sentidos en la caricia poco a poco hasta que su vacilación desapareció y dejó de crispar los dedos en la túnica para abrazarse a él con soltura, disfrutando del beso y de su abrazo con todo su ser.

 

- ¿Y él lo quería mucho a usted, señor Mu? -

 

- Él...-

 

Shion...

 


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