Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Bokura no Himitsu (Nuestro secreto) por Kurayami

[Reviews - 17]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Un one-shot en principio, que sólo si me lo pedís desarrollaré en capítulos. La pareja estrella del grupo Tokio Hotel entra en acción (un fic más sobre ellos para coleccionar en esta web) Espero que os guste.

Notas del capitulo: Como ya dije, Sólo continuaré este fic si me lo pedís. Aquí esta el primero, y posiblemente, único capítulo. Disfrutadlo.



Rasgué la cuerda de mi guitarra con la uña y soltó un quejido agudo y definido. La tensé un poco más al tiempo que tomaba la púa de la mesa, disponiéndome a ensayar un rato en solitario. Sin embargo, mis manos se crisparon sobre el instrumento en cuanto traté de recordar las notas. Había vuelto a quedarme en blanco. Quejándome entre dientes, cogí la partitura y volví a leerla, por quinta vez.

Sabía que perdía el tiempo. Desde hacía meses mi mente se había tomado unas vacaciones, y parecía estar embotada y ausente. No podía concentrarme en nada, me distraía con el vuelo de cualquier pelusilla en el aire, y por alguna razón era incapaz de pensar en otra cosa que no fuera...

--Ya basta, Tom.--Me dije a mí mismo, levantándome.

Si no iba a poder ensayar, no tenía sentido estar encerrado en la habitación de hotel. Salí y fui al salón común que habían restringido sólo para nosotros, para la banda. Iba a entrar cuando, al mirar adentro, pegué un respingo. Una muy conocida figura estaba hecha un ovillo en un sillón, con una libreta y un bolígrafo entre las manos.

--¿Qué?--Se quejó mi hermano gemelo, Bill.--¿Desde cuando te asusta tu propia cara?

--Oh, cállate.--Traté de sonar cordial, pero no pude evitar hablar en voz baja.

¿Sería sospechoso si me fuera sin más? Bueno, supuse que sí. Me resigné a entrar y tomar asiento, en el sillón más alejado del vocalista, recostándome para descansar un poco. Miré de reojo como garabateaba en el cuaderno, sin duda escribía algo, quizá una canción. No debería molestarlo, y lo que menos quería era iniciar una conversación con él...

--¿No ibas a ensayar?

---...Sí.--¡Mierda!--Pero no me concentro.

--Bueno, quizá necesitas a la banda al completo.--Opinó él, encogiéndose de hombros y sin despegar la vista de lo que escribía.

Idiota, si supiera por qué no podía concentrarme... Era él, todo era culpa suya. No sabía si lograría tocar de nuevo a su lado en un escenario, y me entraban escalofríos sólo de pensar en su manera de acercarse a mí cuando cantaba la canción “Durch den monsun”. ¿Por qué tenía que vestirse así? ¡Parecía una chica, por Dios! Lo mirara como lo mirase, era una tía en el físico. Al principio no me había importado, Bill siempre fue un poco rarito en cuanto a sus gustos y tenía todo el derecho a serlo, incluso permití que me fotografiaran alguna vez besándole la mejilla. Era divertido. Pero al pasar el tiempo y ver que no cambiaba de parecer, me puse nervioso. ¿Iba a seguir con aquello, con esa indumentaria, con esa manera tan suave y sugerente de cantar? No sabía si podría soportarlo, ya no podía tener confianza con él...

--¿Qué te preocupa?--Su pregunta me sacó de mis pensamientos.

--Nada...

--Venga, dímelo.--Sus ojos se posaron sobre mí por primera vez; sus ojos, pintados y enormes, o al menos mí me parecían grandes por lo expresivos que eran.--Somos hermanos, ¿no?

--...Sí.--Admití a duras penas. Ya no pensaba en nosotros de ese modo, Bill era casi un extraño.

--Puedes contarme cualquier cosa.--Se ofreció.

Y, ¿por qué no? ¿Por qué no decirle que no me sentía a gusto con él, que su manera de ser me extraba y no lograba comprenderla? ¿Por qué no decirle que cambiara? Lo supe. No lo decía para no herirlo, cualquier cosa menos eso...

--Me estás preocupando.--Tiró el cuaderno y el bolígrafo a un lado.--Desembucha. ¿Qué tienes?

Suspiré, y me preparé para sincerarme, todo lo posible sin que le hiciera daño.

--Bill...--No sé por qué dije lo que dije--¿A ti te gustan las chicas?

--¿Qué?--Se extrañó.

--Lo dices siempre, a todo el mundo. Pero, ¿es verdad?

Nos quedamos en silencio, mirándonos. Se me hizo eterno el momento.

--No lo sé.--Respondió al fin, mordiéndose el labio.

--¡¿No lo sabes?!--Me envaré.

--Bueno, es normal tener dudas a esta edad, ¿no?--Se defendió él.--¿Eso es lo que te intrigaba?

Volvimos a quedar en silencio. Yo miré la puerta, pero recordé que Georg y Gustav no estaban. Estábamos solos, solos los dos. Podía decírselo todo, era el momento.

--Bill.--Empecé.--Es sólo que ya no sé qué pensar sobre ti. Eres... extraño.

--¿Con “extraño” te refieres a “diferente”?--Preguntó en un murmullo.

--Siento que hay distancia entre nosotros, que no te conozco.--Admití.--No sé si puedo confiar en ti. No sé, siempre te vistes así y no lo entiendo, tu forma de cantar no la entiendo, no entiendo nada.

--¿Eso es un problema?--Bufé. ¿Que si lo era?--Somos diferentes, aunque seamos gemelos.

--No es eso.--Refuté.--Me incomoda estar contigo como hermano. Lo siento, es que pareces una chica, y no lo entiendo...

Se había quedado callado. Lo miré, tratando de distinguir su expresión, pero evadía mis visión. Quizá tuviera los ojos llorosos, no pude estar seguro. Me sentí fatal. ¡Era un imbécil! No quería herirlo y era lo primero que hacía. Imbécil total.

--¿Quiéres saber... por qué me visto así?--Le presté atención. ¿Iba a explicármelo?--Es sólo que me siento cómodo con esta ropa. Me gusta. Y me queda bien, o eso opina mucha gente.

Simple. Demasiado simple.

--¿No te sientes bien conmigo?--Inquirió.--¿Por qué? ¿Qué hago mal?

--No es tu culpa.--Me apresuré a decir.

--Pero...--Ahora sí, sus ojos estaban llenos de lágrimas.--Lo s-siento. P-perdóname, por favor.

--¡Te digo que no es culpa tuya!--Acudí a su lado, sin saber qué hacer.--No llores...

--¡Sí es mi culpa!--Discutió, tapándose la cara con las manos.--¡Tú no sabes nada, nada de mí! ¡Y pretendo que somos hermanos y que nos va genial, pero no es verdad!

--¿Por qué? ¿Acaso tú tampoco confías en mí?--Aquello me dolía, pero igual debía dolerle a él.

--No es eso.--Negó, vehementemente.--Es que tengo un secreto, y si te lo cuento me odiarás...

--¿Qué? ¡Yo nunca te odiaría, Bill!--Aquello se me estaba llendo de las manos, pero estaba descubriendo cosas. ¿Un secretro? ¿Sería la explicacíon a todo, a su conducta?--Dímelo.

--¡No, todo menos eso!

--¡No seas niño, Bill!--Le hice alzar el rostro y mirarme a través de las lágrimas que pendían de sus pestañas. Parecía tan frágil, tan vulnerable...--Dímelo.

--Es... sólo...--Temblaba. Tenía las mejillas rojas, la mirada asustada. Por alguna razón, estaba más lindo que nunca.--Es que... yo... tú... me.... gustas.

Y se hizo el silencio.

No había oído bien. No podía haber oído bien. Y, sin embargo, me llenó una marea de sentimientos que me agitaron con fuerza. Era imposible, demasiado irreal, demasiado... bonito. No podía ser que esa persona me amara, esa persona que me ponía el vello de punta con sus canciones, que sabía desbaratar mi fachada dura con una sonrisa. No podía ser...

--Lo siento.--Repitió.--No te molestaré, olvídalo. No volveré a decirlo nunca más.

--...¿Por qué?--Me miró sin comprender, y se extrañó al ver esa mirada ansiosa que yo mostraba.--Bill, me acabas de dar la respuesta a todos mis interrogantes. No te veo como hermano porque eres mucho más que eso. No te entendía porque no sabía que sentías lo mismo. Todo está claro ahora.

Y estreché la distancia hasta hacerla desaparecer, juntando nuestros labios en un beso silencioso. No era posible que lo que hacía estuviera mal, porque era lo único que tenía sentido, lo único que hacía que todo resultara comprensible. La única salida posible.

Y Bill me correspondió. Ambos nos abrazamos con fuerza, disipando para siempre esa inquebrantable distancia que nos había separado. Busqué su lengua con la mía, queriendo que el momento durara para siempre, y él siguió mi juego. Me extrañé al ver que iba más allá. No perdía el tiempo: ya estaba sacándome la sudadera, y yo me sorprendí y le provoqué una risa nerviosa. Pero al fin me dejé hacer y luego lo liberé yo de sus prendas, quedando los dos en pantalones, abrazándonos, con nuestros tibios cuerpos juntos, y ansiando aún más contacto. Recorrí su pecho con las manos, era perfecto, de ensueño. Nunca había pensado que haría algo así con mi hermano, pero estaba ocurriendo y no había vuelta atrás.

Pronto los besos fueron insuficientes y comenzaron las caricias, por la espalda, en los costados, por el cuello, en todas partes. Dejó mis labios para lamer el hueco de mi mandívula, y aquello me excitó sobremanera. Dejó que lo tumbara sobre el suelo, quedando yo encima, y él debajo, con sus cabellos negros esparcidos graciosamente en torno a su rostro. Me senté sobre sus caberas a horcajadas y continué besándolo, acariciándolo, sintiendo que me excitaba cada vez más.

--...Tom...--Lo oí gemir, y me encantó.--¿Vamos a hacerlo?

--¿El qué?

--No seas idiota...--Me espetó, atrayéndome hacia él para juntar aún más nuestros cuerpos.--¿Quieres hacerlo, sí o no?

--...Sí...

Empezó a desabrochar mi pantalón, mientras ya comenzábamos a movernos levemente, frotándonos uno contra el otro. Mientras retiraba mi cinturón, nuestros vaivenes se volvían más fuertes, más duros, casi desesperados, y sentía mi vientre bajo cosquillear como nunca. Estaba tan excitado que casi me dio vergüenza cuando retiró la prenda de ropa y me dejó en calzoncillos, exponiendo mi erección. Se rió al ver mi expresión y se desabrochó él mismo sus pantalones, tardaríamos una eternidad si yo trataba de quitar ese intrincado de botones y cremalleras. Luego lo dejó a un lado, más cuidadosamente que yo mismo, y continuamos moviéndonos al unísono. Ésta vez subió las piernas para atraparme con ellas y asirme con fuerza en su dirección, y Dios, amé esas piernas. Las recorrí con mis dedos de guitarrista mientras nuestros alientos se mezclaban, nuestros sabores se hacían uno y las respiraciones sonaban al tiempo, sincronizadas. Y entonces noté que me bajaba la última prenda de ropa con sutileza. Me pegué a él, pero temí hacerle daño si lo intentaba de buenas a primeras.

--Un minuto.--Pidió, susurrando en mi oído.

Me deleité mirando cómo inmiscuía uno de sus dedos en su entrada para prepararse; no pareció dolerle, y sabía muy bien lo que tenía que hacer, por lo que pensé que lo había hecho otras veces. Tras un minuto exacto, pareciera que contaba los segundos mentalmente, levantó un poco la pelvis y me apretó contra él con sus piernas, incitándome a penetrarlo. Yo así sus caderas y adentré esa zona tan sensible de mi cuerpo en el suyo.

Fue increíble. Como tocar el cielo, el mismo paraíso. Cerré los ojos, disfrutando con su estrechez, y comencé a masturbarle con las manos al tiempo que nos movíamos para aumentar ese placer que nos perdía. Arriba, abajo, dentro, fuera... Mil sensaciones entre gemidos, jadeos, sudores, besos apasionados y caricias zalameras propinadas con lujuria. De pronto el mundo no existía, sólo nosotros dos, iguales pero distintos, idénticos pero opuestos. No había pecado, ni nada que lamentar. Era como si ya estuviera escrito.

--Ya... llego...--Susurré, cuando me sentí alcanzar el clímax.

--Ah... Adentro.--Ordenó, empujándome para hacer el movimiento más profundo.

Entonces, mi consciencia despertó cuando reconocí el coche que se aproximaba a la zona de aparcamiento del hotel.

--¡Georg y Gustav ya están aquí!--Casi me incorporé del susto, pero Bill me tenía bien agarrado.

--¡Como me dejes así te mato!--Espetó.--Termina.

Calculé que tardarían al menos cinco minutos en subir. Vale, era tiempo suficiente.

Volví a mover mi cadera a su ritmo, tratando de hacerlo todo más rápido, y tanto fue así que Bill gimió al sentir que le daba demasiado fuerte.

--¿Te duele?--Me preocupé.

--Calla y acaba.--Exigió.

En un momento, volví a sentirme en la cumbre, y me derramé dentro de él, tal como había pedido. Al mismo tiempo, Bill se corrió entre mis manos, algo que yo no había previsto.

--...Lo siento.--Alcanzó a decir él, al notar el problema.--A ver cómo solucionamos eso...

No había tiempo, ni siquiera podría correr hasta el cuarto de baño que, por mala suerte, estaba en la otra punta. No se me ocurrió nada más que limpiarme las manos con la boca, ¿qué otra cosa podía hacer? Y mientras lo hacía a toda prisa noté la mirada caliente que me echaba mi hermano, que ya comenzaba a vestirse. El maldito disfrutaba mirándome chupar en lugar de ir como un loco a buscar servilletas... Al fin, entre él y yo conseguimos vestirme a tiempo, y para cuando la puerta del saloncito se abrió, yo estaba sentado en el sillón, al otro lado del asiento de Bill, que había recuperado su cuaderno y su bolígrafo.

--Hola, chicos.--Saludó Georg, estirándose.--¿Qué habéis estado haciendo?

--Nada en particular.--Respondí yo, mientras Bill sonreía inocentemente. Parece un ángel puro y casto cuando se lo propone.

--Bueno, yo estoy muerto de sueño, me voy a la cama. Hasta mañana.

Le despedimos, y me fijé en que Gustav seguía en la puerta. Iba a preguntar si pasaba algo cuando sonrió y se señaló el cuello de pasada, antes de irse hacia su habitación. Me miré el cuello en el espejo de la pared de enfrente, sin comprender, y entonces lo vi.

Un chupetón.

Me quedé helado. No podía ser tan evidente, tan obvio... Y Bill se estaba riendo.

--¡Tú lo viste, asqueroso!--Le grité.--¡Sabías que se darían cuenta!

--Tom, no seas idiota.--Rió él.--Podría habértelo hecho cualquiera. Además, te queda muy sexy.

Nos quedamos en silencio una vez se apagaron sus risas. Yo suspiré.

--Supongo que esto... Será nuestro secreto.--Murmuré.

--Sí.

--¿Cómo se dice en japonés?

--¿Nuestro secreto?--Asentí, y él se rascó la cabeza.--Mh... Creo que “bokura no himitsu”...

--Suena bien.

Y con una mirada cómplice, nos echamos a reír a la vez.

 

 

Notas finales: Qué les pareció? Dejen reviews, please... SI quieren que lo continúe, sólo pídanlo y lo pensaré. Gracias por leer.

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).