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DIME QUE ME QUIERES por lyra

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“Te quiero”

Solo dos palabras pero con un gran significado. Todavía flotaban en el aire, todavía resonaban en sus oídos.

Le levanta la cara suavemente apoyando un dedo en su barbilla. Ve que tiene los ojos cerrados fuertemente.

“Estaba soñando”-piensa amargamente-“No lo ha dicho en serio”

Conteniendo un sollozo se aparta de su lado y se levanta con lentamente. Pasa por encima de él sin despertarle y sale de la cama. Se da la vuelta para ver como se vuelve en busca de ese cálido cuerpo que le ha dejado solo en una fría cama.

“Lo siento, no puedo hacerlo”-piensa corriendo la cortina para no verle.

No puede volver a su lado, sentirlo entre sus brazos sabiendo que no lo dijo en serio. Su corazón no puede soportar más dolor.



Baja al piso inferior mientras se frota los ojos. No quiere dejar salir esas lágrimas que piden permiso para rodar por sus mejillas.

“Solo está en mi cabeza, es un amor prohibido, nunca se dará cuenta de el”

Se prepara un té y se sienta a tomarlo lentamente mientras ve como el agua resbala por la ventana. Ahora no llueve tanto, quizás porque se han separado, porque se ha dado cuenta de que no podía ser.

Una mano sobre su hombro le hace sobresaltarse y tirar la taza del té.

-Lo siento-se disculpa Gustav.

-No ha sido nada-le contesta sujetándose la camiseta.

Se ha derramado el té por encima y le está quemando la piel. Es como si fuera el fuego del infierno castigándole por haber abrazado a su hermano, por haberle besado en la mejilla por unos segundos.

-Siento haberte asustado-le sigue diciendo Gustav dándole un paño para que se seque.

Tom lo coge y se limpia como puede.

-Estaba distraído y con este tiempo todo te asusta.

“Como dos palabras susurradas en medio del silencio”

-Ya sabía que Bill no era el único.

-¿El único?

-En tener miedo a la tormenta. Georg y yo nos dimos cuenta de cómo temblaba, de cómo cerraba los ojos cada vez un relámpago iluminaba el cielo. Pero no dijimos nada para no hacerle sentir peor.

-Gracias. Siempre le digo que tiene que superar sus miedos, pero me dice que pueden más que él.

“¿Cuándo superaré los mío y le diré lo mucho que le quiero?”

-Ahora duerme más tranquilo, le he visto en tu cama.

-Eso lo hacemos desde que éramos niños, me pide permiso para dormir conmigo pero solo cuando llueve-le deja bien claro.

Gustav sonríe sin decir nada. Va a la cocina y se prepara un té.

-¿Te apetece otro?

-No, creo que ya he tenido suficiente por hoy-le contesta mirándose la camiseta.

-Mejor sube a cambiarte.

Tom asiente y se levanta tropezándose con Georg por el camino.

-Con este tiempo no hay quien duerma-dice empujándole a un lado.

Tom gruñe y sube por las escaleras. Solo espera que su hermano siga durmiendo y poder cambiarse de ropa antes de que se despierte.



Se asoma a su cama y le ve profundamente dormido, tumbado de lado con una mano bajo su mejilla y la otra extendida sobre la cama, como si buscara algo sin encontrarlo.

“Busca mi cuerpo, que le ha abandonado”

Se quita la camiseta y abre un cajón en busca de una limpia. Se da cuenta de que también se ha manchado los pantalones y maldiciendo por su torpeza decide quitárselos también.

Se sienta en la cama para quitarse las playeras, está concentrado en esa tarea cuando una mano le roza la cintura haciéndole dar un brinco.

-¡Bill!-grita sin querer.

-Perdona-se excusa sonriendo.

-Yo no le veo la gracia, eres la segunda persona que me asusta hoy.

-Vaya, y yo que pensaba que tú no le tenías miedo a nada.

-¡Qué sabrás tú de mis miedos!-le contesta enfadado.

Se vuelve a sentar en la cama para seguir con lo que empezó. Le da la espalda, no quiere que vea el dolor en su cara.

Su miedo más profundo es tener que decirle “te quiero” a su propio hermano.

Bill se pone de rodillas en la cama y sin pensárselo dos veces le abraza por detrás. Pasa los brazos por su desnuda espalda y descansa la cabeza en la curva de su cuello.

-Tomi, lo siento-le susurra contra su piel.

Tom cierra los ojos al volver a sentir su cálido aliento quemarle la piel. Como la primera vez, cuando le susurró esas dos palabras que tanto le han trastornado.

Pone una mano en su cabeza y le alborota el pelo, arrancando de sus labios una protesta.

-¡Mi pelo!-le dice sacudiendo la cabeza.

Ríe y tira de él, haciéndole tumbarse en la cama con él a su lado. Se abraza a su cuerpo y para que no se escape pone una pierna sobre su estómago.

-¿Qué haces?-le pregunta tratando de incorporarse.

Pero Bill se echa encima de él y se lo impide.

-Estoy jugando, como cuando éramos niños-le dice apoyando las manos en su pecho.

Se le queda mirando desde arriba con una gran sonrisa en sus labios. Tom no puede apartar los ojos de ella, y de sus labios entreabiertos.

-Ya no somos niños-le dice quitándoselo de encima-y ya no es un juego.

Se incorpora y se queda sentado en la cama. Bill le imita y se sienta a su lado con las piernas cruzadas bajo su cuerpo y poniendo una mano en su hombro.

-¿Te sientes mal?

Tom niega con la cabeza. No sabe como se siente.

-Estoy cansado, nada más.

“Cansado de buscar la manera de olvidarte para siempre o decirte de una vez lo que siento”

-Pues descansa a mi lado, prometo dejar de jugar.

Tira de él otra vez más despacio y Tom permite que le vuelva a tumbar. …l se echa a su lado pero sin tocarle, no se atreve por miedo de que vuelva a alejarse de su lado.

-¿A qué le tienes miedo?-le pregunta tras unos minutos en silencio.

Tom no le contesta. “A ti”, quiere gritarle.

“Tengo miedo de decirte que te quiero, de hacerlo y perderte para siempre”

Se encoge de hombros y se da la vuelta para verle. Ve como gira su cara para mirarle sonriéndole sin saber que esa sonrisa le da mucho miedo, que cada vez que sus labios se estiran para sonreírle su corazón se le paraliza.

-¿Y tú?-le pregunta sin contestarle la suya.

Bill también se gira y se le queda mirando fijamente.

-Tengo miedo a la soledad, a estar solo el resto de mi vida, a no tener nadie a mi lado.

-Me tienes a mí, nunca te dejaré-le contesta quitándole el pelo de la cara.

-Eso es distinto, quiero a alguien que me de su cariño.

-Tienes el mío-le susurra jugando con el pelo entre sus dedos.

-No es eso, quiero a alguien que me de su amor.

-Yo te lo puedo dar-le dice tirándole del pelo.

Le hace abrir la boca al sentir el tirón y aprovecha ese momento para besar esos labios que se han separado. Es un beso breve, pero lo suficiente para probar sus labios y sentirse emocionado.

-¡Qué haces!-exclama Bill separándose de él.

Se levanta de la cama pasando una mano por sus labios.

Tom ve que se ha precipitado y esbozando una sonrisa con dificultad se sienta en la cama y le tiende una mano.

-Solo era un juego, una broma-le dice como si nada.

-Pues no me ha hecho ninguna gracia-le dice comenzando a sollozar. Se tapa la cara con las manos y le da la espalda.

Tom maldice por lo bajo y corre a abrazarle. Le hace girar en sus brazos para que llore contra él mientras que con las manos le frota la espalda.

Nota como sus lágrimas le mojan su desnudo pecho, como le atraviesan la piel y le llegan hasta el alma.

“Idiota, le has asustado”-piensa furioso.

Cuando el llanto remite le hace sentarse de nuevo en la cama y le alcanza un pañuelo para que se limpie.

-Bill-le llama en voz baja acariciándole un brazo.

Pero Bill se aleja de su contacto. Se tumba en la cama encogiéndose todo lo que puede y enterrando la cara en la almohada.

Tom se levanta y se echa a su lado abrazándole fuertemente por la espalda, haciendo caso omiso a sus esfuerzos para apartarle. Le pasa una pierna por encima como hizo él cuando trató de que le soltara.

-No te dejaré hasta que me digas porque lloras-le dice firmemente.

-Porque me has besado-le contesta sin pensárselo dos veces-Ya te lo he dicho, ahora suéltame por favor.

Tom lo hace y se queda tumbado a su lado viendo como su espalda se estremece por los sollozos.

-¿Por qué lo has hecho?-le pregunta en voz baja.

Tom le mira indeciso. No sabe si abrirle el corazón y mostrarle todo el amor que guarda allí solo para él, o seguir con la broma de que estaba jugando.

-No lo sé-le contesta al cabo de un minuto-Ya te dije que estaba jugando, como cuando éramos niños.

-Recuerdo que dijiste que ya no éramos niños-le contesta girándose para verle la cara-Y que esto ya no era un juego.

Tom asiente al recordar sus palabras. Era normal que se las echara en cara cuando él mismo se enfadó solo porque se tumbó encima de él.

-¿Por qué sigues llorando?-le pregunta recogiendo una lágrima de su mejilla con un dedo.

-No querrás saberlo.

-Soy tu hermano, quiero saber que es lo que te hace tanto daño.

-Fue tu beso. Me lo has dado en un mal momento-le contesta tapándose la cara con las manos. Le da vergüenza lo que está a punto de confesarle-Son todos esos rumores que circulan por Internet, diciendo que soy gay.

-No te los creas, solo lo hacen para hacerte daño, y lo están consiguiendo los muy cabrones-le contesta furioso.

“Si pudiera meterte en una burbuja, aislarte del mundo que tan cruel es contigo”.

-Si, me hacen daño, y también me hacen creerlos-le dice apretando más las manos contra la cara.

Tom estira las suyas y le separa con esfuerzo una.

-¿Qué estás tratando de decirme?-le pregunta temiendo su respuesta.

-Que no son rumores, que soy gay-le contesta mirando por el hueco que ha dejado su mano.

-¿Eres gay porque un idiota lo dice por Internet?-se ríe.

-Soy gay porque lo he probado y me ha gustado-le aclara.

Tom le suelta la mano que continuaba entre las suyas. Se levanta de la cama y recoge la camiseta limpia que no llegó a coger antes y se la pone como si nada.

-Vamos, di algo-le suplica su hermano desde la cama. Dime lo mucho que te he defraudado, dime porque te has enfadado.

Pero Tom no le contesta nada. Se quita los pantalones y se pone unos limpios dándole la espalda.

-Tom Kaulitz-le llama en un tono más duro levantándose de la cama.

Tom se gira y le mira con las playeras de las manos.

-Dame tu opinión-le exige a punto de llorar de nuevo.

-Me parece bien que seas gay-le dice en un susurro.

Se da la vuelta y escapa al piso inferior del autobús.

“Pero me parece mal que lo hayas probado con otra persona que no haya sido yo”-solloza su mente.

Llega abajo y se sienta para calzarse.

-¿Ocurre algo?-le pregunta Gustav al verle la cara.

-Necesito tomar aire fresco-dice poniéndose la sudadera que dejó abajo.

Abre la puerta del autobús y sale a caminar bajo la tormenta. Quiere que el agua le empape bien, que borre de su cuerpo cualquier rastro que su hermano le haya dejado en el.

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