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Lo vio tan solo por Aphrodita

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Notas del capitulo:

Ya sé que el primer Abel y sus guerreros fueron boleta en la película, pero hace bastante que tenía ganas de hacer un fic con estos personajes. Más que nada con Atlas de Karina.
 Seh, no podía faltar Seiya... Perdón.

XD

Aunque sea de mi propiedad este fic (Pero Saint Seiya y sus personajes no xP) espero que de todos modos les guste :P

 

 

 

Era la primera vez en su corta vida que usaba un traje, aunque no por eso se sintió más importante. Ajustó su corbata, observándose frente al espejo, pero se vio en la necesidad de pedirle ayuda a Shiryu, su asesor de imagen, en ese particular día.

“Así no se hace el nudo” Reprendió paternalmente el Dragón a su amigo, desajustando la misma para volver a ajustarla como era debido.

Seiya se preguntó como había logrado esa pericia su buen amigo, no recordaba haberlo visto con traje; ni al pelilargo ni a ninguno de sus otros hermanos. Siempre vistiendo sus armaduras... o al menos cuando recordaba el pasado inmediato era la primera imagen que golpeaba en su mente.

Una vez listos, en pocos minutos los invitados de Saori habían llegado. El Pegasus intentó mostrarse relajado y cómodo, pero por más intento no lo logró. No era fácil tener tan cerca a antiguos enemigos como lo eran Abel y sus Guerreros, aparentando como si nada de lo ocurrido escaso tiempo atrás, hubiese pasado en realidad.

 

“Los hermanos sean unidos, esa es la ley primera”

 

Más allá de las diferencias, más allá de lo dicho y hecho, Saori y Abel no dejaban de ser lo que eran: Dioses y hermanos... No solo mitológicamente, aun más llamativo era reconocer que también lo eran de sangre.

Nadie culpó a la muchacha ni mucho menos reprochó tamaña decisión de invitar a su hermano y sus guerreros a una cena “familiar”. Ninguno de los Santos se opuso aunque a su vez ninguno dio el visto bueno. Pero Saori solo se limitó a informarles a sus caballeros que celebraría una reunión con Abel, tampoco les consultó, para ser sinceros.

Las horas transcurrieron con notable pereza. Cada grupo de Guerreros se mantuvo, durante toda la velada conversando entre sí, como si temiesen mezclarse con el otro bando, mientras que los hermanos disfrutaban de una intima conversación en la que simples mortales no tenían nada que acotar.

Harto de aparentar lo que no era y lo que nunca sería, el mas pequeño de los Kido salió al jardín a observar las estrellas como si en ellas pudiese encontrar el consuelo que no hallaba en su confundido corazón inmaduro.

Con escasos catorce años se es aun un niño en la mayoría de las culturas, y no es distinto para la japonesa, sin embargo estos jóvenes habían atravesado duras pruebas en sus vidas que los obligaron a madurar de golpe en algunos aspectos; solo en algunos ya que la parte del corazón aun estaba algo verde.

Seiya caminó por el amplio jardín atestado de tulipanes con sus manos metidas dentro de los bolsillos del pantalón. Disfrutó del paseo en compañía de su alma y sus pensamientos pero el frío del otoño lo llevó a refugiarse dentro del invernadero.

Abrió la puerta de vidrio repartido y se sentó en uno de los bancos artesanales, sintiendo el inconfundible aroma de los jazmines. Suspiró sin saber bien que o quien le había arrancado ese gesto y bajó su cabeza al suelo, pero el ruido del ventanal abriéndose nuevamente lo trajo de vuelta a la realidad.

 

—Lo siento—Se disculpó torpemente el invasor rubio.

 

Se sintió como tal, por estar dando vueltas en un lugar que no era suyo, peor aun fue haber sido sorprendido por uno de los inquilinos.

 

—Salí a pasear y quise conocer este lugar... —La expresión neutra de Seiya logró ponerlo nervioso.

 

Es que el Pegasus se encontraba tratando de adivinar el nombre de ese sujeto, cuando lo consiguió elevó su dedo índice y luego de unos segundos de tortuoso silencio, con energía soltó:

 

—Atlas ¿Verdad?

 

El mencionado asintió y se quedó en el lugar de pie, pero al ver que su antiguo enemigo no profesaba incomodidad alguna ante su presencia caminó hasta él y se sentó a su lado en el banco de dos plazas.

Recién entonces el castaño se sintió algo invadido, quiso un poco de soledad, pero en cambio se encontraba frente a un sujeto con el que no tenía tema de conversación ni nada en común, aunque esto ultimo no fuese tan cierto.

A pesar de ello, el menor de los Kido no profesó su malestar.

 

—Yo soy... —Intentó decir Seiya para quebrar el pesado silencio pero su compañero lo interrumpió quizás de manera descortés y abrupta:

—Sé quien eres.

 

Con esa contestación el Pegasus se quedó en el molde, incapaz de iniciar una conversación y perdiendo el interés por hacerlo. Sí mal no recordaba Atlas era un tipo sobrador, prepotente y hablador pero... Había sido solo la primera impresión y al castaño no le gustaba dejarse llevar por eso.

 

—¿Cómo no saber quien eres?—Dijo el Guerrero Sagrado casi en un murmullo, con algo de admiración.

—¿Te acuerdas?—Kido abrió grande sus ojos y acotó divertido—Yo aun conservo las cicatrices de esa pelea—Desabrochó el primer botón de su camisa y reveló en su pecho una vieja herida, justo arriba de su tetilla derecha.

—Lo siento—Dijo Atlas echando un vistazo en la penumbra del lugar.

—No te preocupes—Restó importancia al asunto—Cosas que suceden—Comentó despreocupado—Ambos luchábamos por una causa.

—Je.—Cuasi rió el guerrero de Abel—No somos mas que títeres de los Dioses—Caviló, diciendo aquello mas que nada para si mismo.

—No lo creo así, yo no soy un títere de Athena—Se defendió el pequeño algo herido en su orgullo—Peleo por mis seres queridos, por mis amigos, por la gente que vive en este mundo, ¡por el mundo entero!...

—Sí que lo eres—Retrucó el rubio—Te he visto hoy y lo he confirmado, eres un títere de Saori Kido.—Ante la mirada confusa de su compañero, acotó—Me refiero a Saori no a la Diosa Athena.

 

El Pegasus bajó su vista al suelo, algo confundido con las palabras de su acompañante, luego de aguardar un tiempo prudencial, el Guerrero sagrado agregó:

 

—Esta bien, no puedo bufarme de ello... Mi situación no es muy distinta a la tuya.

—Pero... —No supo que decir—No soy un títere de Saori, soy su amigo... Soy su...

—¿Sirviente, esclavo, mayordomo?—Atlas cooperó en la labor de encontrar algo que se ajustase al papel empleado por el joven—¿lustrabotas, lame culos?.

—Me caes mal—Seiya entre cerró sus ojos mientras que su interlocutor rompió a reír ante tanta sinceridad.

—Tu me caes bien... Eres sincero.—Luego de la risa, buscó compostura—No te culpo por ello... Hoy lo vi, vi como haces todo lo posible por encajar...

 

El castaño nuevamente guardó silencio, algo raro en él, pero esas palabras habían logrado enmudecerlo ¿Quién era ese tipo para venir a molestarlo en su hogar con esas cuestiones? No tenía porque andar metiendo sus narices en asuntos ajenos.

 

—No sé a que te refieres.

—Te vi... —Pronunció el Guerrero de Abel—Intentando acaparar su mirada, buscando su sonrisa...

 

Seiya bajó su vista al suelo gris del invernadero, derrotado al notar lo transparente que era, mucho más de lo temido.

 

—Todo es en vano.—Suspiró Pegasus.

—Siempre lo es con ellos.

 

El castaño elevó su vista y la posó en su compañero, este al ver su desconcierto acotó:

 

—Los Dioses... Siempre es en vano. No somos mas que simples mortales.

—Ellos también son mortales... Reencarnaciones—Se corrigió el menor.

 

El rubio le sonrió al joven con empatía aunque arrastró un halo de tristeza y desesperanza en su gesto.

 

—Es lo mismo—Los ojos del Guerrero se aguaron un instante—Sé lo que se siente... Buscar una mirada, una sonrisa, una palabra... que nunca llega.—Sonrió de medio lado para agregar—Y lo peor de todo... es saber que nunca llegará.

 

Seiya lentamente fue abriendo sus ojos, sorprendido por tamaña revelación. Aunque le costaba, quizás por su corta edad, comprender algunas cosas, el hecho de que Atlas estaba hablando de Abel no pasó desapercibido.

Cuadraban muchas cosas, por un instante sintió que había encontrado a alguien muy semejante a su persona. Sus situaciones no eran distintas y ambos fueron guerreros que dieron todo por sus Dioses y que hubiesen dado mas si tan solo estos se los hubiesen pedido.

 

Nunca es suficiente con ellos.

 

Atlas se había perdido en sus pensamientos, pero volvió en si buscando la mirada de su compañero, sonrió abiertamente cuando lo sorprendió mirándolo con curiosidad, gracias a su sonrojo pudo adivinar lo que en ese momento atravesaba por la mente del Santo de Athena.

El rubio comprendió que su nuevo amigo aun era muy joven para entender algo tan complejo como lo que estaba revelando, pero a su vez admiró su capacidad para respetar y aceptar. Al fin y al cabo el amor no discrimina, no le importa el sexo, la edad o la condición social. Y eso el pequeño Kido, lo tenía muy en claro, sin ir mas lejos se encontraba embelesado por alguien con un rango mucho mayor que él.

Seiya escondió, nervioso, su mirada, Atlas intentó no importunarlo y desvió la conversación tornándola algo banal pero que le sirvió para conocer mejor a su antiguo enemigo.

Vio en el Pegasus el optimismo hecho persona, aunque lo adivinó algo descuidado en algunos aspectos de su vida, tampoco se podía esperar mayores expectativas en un niño de catorce años. El buen humor del castaño en pocos minutos se le contagió. Y lo notó aventurero tanto como lo era en terquedad.

El menor de los Kido no le quitó la mirada encima a su compañero, lo cual a este le causó algo de gracia ya que lo observaba con extrañeza. Atlas se tomó la confianza de escudriñar su anatomía, cuyo cuerpo profesaba una vida dedicada al servicio de una Diosa... A pesar de su escaso tiempo en la tierra, ya se encontraba en pleno desarrollo.

 El Guerrero de Abel analizaba esto mientras que el otro se llenaba la boca hablando de sus amigos, quienes para él lo eran todo. Ya había descubierto antes lo sincero que era, sumado a su evidente generosidad y su sentido de justicia, lograban hacer de Seiya una gran persona. Aunque algo infantil y exagerado, pero eso mismo lo tornaba más apreciable.

Por su lado, el Pegasus vio en ese tipo que segundos antes le caía mal, un sujeto aventurero por naturaleza, casi igual que él... Aunque aun le parecía una persona agresiva en su trato y forma de hablar, eso mismo lo hacía, de cierta forma, más masculino de lo que era. Las miradas del rubio sobre su persona no pasaron desapercibidas tampoco, pero fueron sus sonrisas las que lograron ponerlo verdaderamente nervioso.

Ahora, Atlas le parecía un muchacho simpático, al cual le gustaba el arte y quizás por eso mismo era un poco soñador, les gustaba volar en fantasías que tal vez para un Guerrero con un destino tan sombrío eran imposibles de realizar. Su egolatría, que afloraba de a ratos, opacaba sus virtudes.

Luego de tanto decir, sobrevino el silencio. El castaño se vio obligado a bajar su rostro al suelo y jugar nervioso con sus zapatos, ya que la penetrante mirada del mayor era cada vez mas insistente.

Insistente ¿con que?

 

—¿Qué... ?—Balbuceó Kido sonriendo fugazmente—¿Qué sucede? ¿Qué tengo en la cara?

 

Atlas se tomó su tiempo para responder, decidió tomar la iniciativa.

 

—Desde hace rato que quiero besarte.

 

Seiya elevó sus cejas sorprendido, aunque no debió sorprenderle tal vez, pero le costó comprender que había despertado el deseo en un sujeto de su mismo sexo. Se preguntó, en la penumbra del lugar, en compañía de su ex enemigo, que era lo que él deseaba.

 

—¿Puedo?

 

Confundido, el Pegasus asintió torpemente. Atlas no perdió el tiempo y acercando su cuerpo tomó entre sus manos el rostro del menor y atrapó sus labios.

Un beso casto y puro, que en su momento el castaño agradeció. Tomaron un poco de distancia, el Guerrero Sagrado se quedó expectante a la reacción del otro, pero Seiya no hizo más que mirar fijo al frente.

 

Ese... había sido su primer beso.

 

Siempre creyó que el primero se lo daría a una mujer... Pero no, un hombre le había besado.

 

Y a él le había gustado.

 

Giró su cabeza para mirar al sujeto quien tomó este inocente gesto como una nueva invitación y aunque no lo era, el Pegasus lo recibió sin quejarse. En esa ocasión el beso fue perseverante, tanto que el castaño necesitó abrir su boca para poder respirar, pero cuando lo hizo, la suave y húmeda lengua de Atlas interrumpió cálidamente.

Aquello fue extraño mas no desagradable. Por un instante Seiya cerró sus ojos dejándose llevar, pero los abrió cuando sintió las manos del Guerrero sobre su cintura estrecha, aferrándolo de una manera que logró perturbarlo.

Un fuego, desconocido hasta ese momento, inundó su ser.

Quizás porque el rubio era más grande, tal vez porque a este no le costaba tanto aceptar lo que estaba pasando, pero Atlas intentó llevar las cosas mas allá sin llegar a ser irrespetuoso.

Necesitó sentir el calor de la morena piel del castaño, por eso sus manos inquietas se colaron debajo de su camisa hasta llegar a su vientre, escalando su pecho.

La respiración de Seiya se agitó notablemente, pero más revolucionador para él fue descubrir una sensación jamas experimentada antes, un calor envolver su cuerpo, un dolor mezclado con un extraño placer en su parte más privada y la imperiosa necesidad de hacer algo para calmar “eso” que comenzaba a nacer desde lo mas profundo de su ser.

Pero lo bueno dura poco, dice un dicho... Y en ese momento ambos lo comprendieron cuando una figura interrumpió tan mágico momento. El Pegasus se vio abandonado cuando su compañero dejó tan fantástica labor súbitamente, fue su rostro preso del terror, la vergüenza y la culpa, lo que le indicó al menor que algo no andaba bien.

 

—¡Señor!—Espetó Atlas separándose bruscamente de Seiya.

 

Este pudo ver las facciones endurecida del Dios quien observaba la escena quizás con asco o aprensión, el Pegasus no pudo adivinarlo... pero la expresión en su rostro fue suficiente para que guardase prudentemente silencio.

 

—Espero... —Pronunció Abel con algo de calma en su voz pero firmeza a la vez—Que seas  consciente del error que estás cometiendo.

 

El castaño abrió sus ojos y los posó en su compañero notando sin ninguna dificultad su evidente agobio.

 

—Señor, yo...

 

Pero el Dios Sol no lo dejó continuar, elevó su mano para silenciarlo. De por sí, vestido con un traje que realzaba su figura, era un hombre imponente, aun mas lo fue en cada uno de sus gestos.

 

—A pesar del acto deplorable que he tenido la desgracia de presenciar...—Continuó Abel—No tengo corazón para amargar a mi hermana revelándole lo que su Guerrero—Realizó una breve pausa y posó su mirada en el menor de los Kido—Se encontraba haciendo con el mío.

—Es mi culpa... —Se apuró a decir el rubio dominado por el terror.

 

Quiso evitar una represalia por parte de su Dios a su nuevo amigo, sin embargo sus palabras reavivaron un fuego intimidante en los ojos de su Señor. Seiya se acurrucó en su lugar, pero no por miedo, si no mas bien por vergüenza... Prefirió una represalia antes que semejante hecho llegase a los oídos de la mujer que amaba.

 

—Entonces... —Las palabras de Febo eran duras—Espero que este hecho lamentable no vuelva a ocurrir.—Su guerrero asintió torpemente—Porque no lo toleraré y no seré tan indulgente como ahora.

 

Seiya observó al Dios y luego a Atlas, suspiró un poco mas relajado al ver que las cosas no se les habían ido de las manos, pero los ojos aguados del rubio, presos de la tristeza, lo atormentó, por un instante tuvo la imperiosa necesidad de levantarse y darle un golpe a ese sujeto prepotente que decía llamarse la re encarnación de un Dios, pero este mismo hombre los hizo volver en sí cuando finalizó:

 

—Estaba buscándote porque ya nos retiramos. Mi hermana está cansada y debe dormir.

 

Atlas asintió y se puso de pie sin saludar al Pegasus, sin mirarlo siquiera. Tampoco el castaño buscó su mirada o atinó a despedirse, lo dejó marcharse, sintiéndose impotente por no poder hacer nada al respecto.

 

***

 

No le tomó demasiado a Seiya reaccionar... A decir verdad, tratándose del impulsivo Pegasus le tomó mucho tiempo hacer “algo” al respecto. A la mañana siguiente, en cuanto despertó, sin detenerse a desayunar –ya habría tiempo, si no moría en manos de un Dios- se encaminó a la Mansión de Abel, dispuesto a decirle todas aquellas cosas que quiso y que no pudo, por prudente.

Ahora, sin Atlas, se sintió en la total libertad de decir muchas cosas y hacer otras si la situación lo requería.

Lo recibió un Guerrero el cual su nombre era un misterio para el castaño, pero tampoco fue algo que le importase, solo le interesaba hablar con el Dios Febo. Este se encontraba descansando a la luz de un débil sol, recibió al joven Santo de forma descortés, sin molestarse siquiera en ponerse de pie.

Seiya no esperó menos, era un simple mortal intentando hablar con un Dios. Abel posó sus ojos sobre el intruso y este tomó aquel gesto como una rápida y concisa invitación a explicar sus razones para estar allí.

 

—He venido a disculparme... —Sin embargo, Seiya meditó sus propias palabras y al poco tiempo se corrigió—No.—Sentenció con energía—No tengo porque pedir perdón—Analizó más consigo mismo y eso le pasaba por impulsivo, por no pensar antes de actuar—Atlas no ha hecho nada malo... No hemos hecho nada incorrecto.

 

Elevó su vista y la fijó firmemente en el Dios para ver su reacción, pero este se mostraba simplemente atento, por lo que el joven continuó:

 

—Creo que fue muy injusto el trato que recibió... Que recibimos.—Nuevamente comenzó a corregirse sobre la marcha—No encuentro razones para reprochar un simple beso.—Frunció su frente mientras que el otro realizó un breve movimiento acomodándose en el asiento—Si es por el hecho de que somos dos hombres... No... Eso no tiene nada de importancia. Dos personas... —Comenzó a titubear, el porte aparentemente sereno del Dios lo incomodaba, pero tomó coraje y afirmó con energía—El amor no se fija en esos detalles... Dos personas, sin importar su sexo, tienen derecho a expresar lo que sienten.—Notó una leve sonrisa sarcástica en el rostro de Abel pero no amedrentó—Si no molestamos a nadie, si no hacemos daño alguno, es injusto que se nos reproche...

 

Iba a acotar muchas mas cosas, aunque fuesen redundantes, aunque careciesen de sentido, aunque se tratasen de palabras ya dichas, frases trilladas y armadas con respecto al prejuicio, pero sabiamente guardó silencio.

Abel se tomó todo el tiempo del mundo para hablar, pero cuando lo hizo, su voz tronó en el recinto.

 

—¿Y tu que sabes del amor, joven guerrero?—Pensó que no era mas que un chiquillo impertinente.

 

La respiración del Pegasus se agitó notablemente, cerró con fuerza sus puños:

 

—Al menos se mucho más que usted.—Luego generalizó recordando a Saori—Que los Dioses.

 

¿Cómo se puede amar a un Dios si estos no son capaces de amarnos? Se preguntó el castaño inútilmente. Él amaba a una Diosa aunque muchas veces no sintiese ese amor cálido en respuesta.

 

—Alguien como tu no lo comprende—Exclamó el Dios—Ni nunca comprenderá lo que implica ser un Dios y tener las obligaciones de uno.

—Es cierto que no soy un Dios... —Se señaló con energía el pecho dispuesto a acotar pero fue bruscamente interrumpido.

—Tu sólo eres un guerrero que tiene las obligaciones de un guerrero.—Tomó aire y continuó manteniendo la calma aunque igualmente un tono duro e inquebrantable en su voz—Se le está permitido amar. En cambio nosotros no debemos amara a un humano por encima de todos los demás.—Curvó sus labios en una triste sonrisa—Al menos eso me enseñó mi hermana tiempo atrás.

 

El Santo de Athena se quedó en silencio, sorprendido con la revelación de Abel. Había comprendido que los Dioses, sí podían amar, solo que no sabían cómo.

Se encontraba cavilando un sin fin de justificativos para explicar el proceder de “ellos” cuando Febo habló nuevamente, en un tenue murmullo apenas audible:

 

—¿Cómo... ?—Bajó su vista, ahora cubierta por un halo de infinita amargura—¿Cómo poder escapar de un destino tan funesto?

 

Con esas nuevas palabras, Seiya entendió con más convicción que antes, que tanto Saori como Abel no habían elegido ser Dioses, eran meras re encarnaciones, atadas a ese hado lacerante.

 No era fácil ser un Dios, tan incomprendidos, tan juzgados.

 

—Nadie.—Sentenció el Pegasus—Ni los Dioses mismos, tienen el derecho de elegir nuestro destino. Solo nosotros mismos.

 

Abel elevó su mirada hasta toparse con la figura firme del Guerrero, su rostro no perdió el tinte agobiante sin embargo su voz desgarrada segundos antes se tiñó nuevamente de dureza.

 

—Como sea... —Su cuerpo emanó un atisbo amenazante de cosmoenergía—No te quiero ver cerca de él nuevamente... —Obvió el nombre del guerrero en cuestión por considerarlo redundante—Por que dejaré de lado mis obligaciones como Dios... Y como humano, te mataré.

 

Seiya sonrió complacido, como si en vez de una amenaza de muerte, hubiese recibido un cumplido. Asintió, comprendiendo una última cosa: que había sido Abel, el humano, motivado por los celos, y no el Dios Sol, quien le había hablado.

Satisfecho, se marchó, rumbo a la Mansión Kido, agradeciendo esa reveladora conversación. Ahora comprendía mas a su Diosa, ahora supo que amaba a la persona y no a su representación y como tal, debía tratarla. Saori ante todo era una mujer o al menos comenzaba a serlo. Por eso mismo desde ese día dejaría de rendirle tributo, idealizándola por demás, para empezar a agasajarla y conquistarla como lo haría con la muchacha que amaba. De la otra forma nunca jamas estaría a la altura de ella, de una Diosa.

Abel suspiró y echó su cabeza hacia atrás hasta que la misma dio contra el respaldo, dejó pasar unos segundos hasta que pronunció:

 

—Sal de ahí. Sé que estas escondido.

 

Atlas ocultó su sonrisa antes de presentarse frente a su Dios, se arrodilló ante él dispuesto a escucharlo; pero Febo no quiso ni necesitó hablar, tomó la barbilla de su guerrero para obligarle a que lo mirase, notando que sus ojos cristalizados se encontraban presos de un temor natural; acercó más su rostro hasta el del rubio y posó un frío beso sobre sus suaves y cálidos labios.

 

 

Fin
Notas finales:
Gracias por leer.

Espero que sepan comprender el porque no hubo lemon aunque pintaba. Seiya es aun muy chiquito *O*.

Nos leemos. Después de enviciarme con un fic de Get Backers volveré con un Death Mask x Saori para Sonya xD Que la quiero mucho y la extraño un montón T.T

15 de Junio de 2008.
Argentina.

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