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Existencia Efímera. por Vrio

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Parte I

 

Frío cual su hermoso rojo. Esa era la más clara descripción que tenía de él. Sentado en el filo del alfeizar de la ventana abierta. El viento removía sus ya de por sí, bastantes revueltos  cabellos rojos. Los ojos cerrados, dejando que el aire de la oscura noche golpeara su rostro de suaves facciones y dura mirada. Desde afuera llegaba la voz tenor del vergini.... ¿Me habría escuchado? ¿Se habría preocupado por mi, llegando a altas horas de la noche?....

 

No, es probable que no.

 

-¿Por  qué esa canción?-Repente dijo sin abrir los ojos, sin cambiar de posición. Pero sonando amenazante, como si fuera el reproche de un jefe, de un superior.

-¿Cuál?¿A qué te refieres?-Los grises ojos por fin centellaron en la oscuridad al ser descubiertos por los parpados, después, se posaron en mi, con una ceja arqueada y el ceño fruncido.

-"One cares"-Dijo, mientras su espalda se apoyaba en el alfeizar, a la vez que sacaba un cigarro--¿Por qué esa?....

 

-Quería dedicarla, aun que fuese en mi mente-Dije, sentándome en la cama, justo al lado de la ventana, fijando mi mirada en la oscura pared y sintiendo la caricia de la brisa nocturna.

-Que idiotez-Fue su única respuesta, fumando su cigarro, volviendo a mirar al exterior. Nunca me afectaban sus insultos, ni su altanería. Desde que lo conocí, parecía que nada me molestaba, ni nadie. La vida se había vuelto, de repente, muy tranquila, muy obvia y muy sencilla.

 

Trabajo, escuela, casa, vida...amor.

 

Acostado en la cama, viendo el techo, y la sombra de él. Mis pensamientos se sumergieron en aquellos sentimientos que ya me embargaba con el hecho de saber que escuchó la canción. Giré la cabeza y desde mi cómoda posición, le mire. Él sabía que le estaba mirando.

 

-Deberías dejar de hacer idioteces y usar ese pedazo de ceso que tienes-Sus penetrantes orbes me devolvieron la mirada fija, con esa característica de parecer enfadado.

-Lo hago

-Pues pareces un estúpido perro dando vueltas en el mismo hoyo-Se levantó, y sentó a mi lado. Yo veía su espalda y la rojiza y larga mata de pelo. Apenas estiré la mano para tocarlo.

 

Ese color fue lo primero que vi. El primer recuerdo en la mañana en que nos conocimos. Hace casi seis años, cuando desperté de lo que parecía un letargo, cuando el sol brillaba fuertemente, y las lagrimas no dejaban de caer. Mamá me consolaba, papá decía algo que no recuerdo, mis hermanos parecían temblar de temor pero, yo no dejaba de llorar un dolor terriblemente clavado en mi pecho cual estaca hasta el fondo y entonces apareció...

 

-Ya duérmete...-Dijo sacándome repentinamente de la ensoñación, sin voltear a mirarme, escuché las exhaladas de un humo que nunca lo mataría.

-¿Cómo puedes fumar, pero no tocarme?-Le reproche, tocando el final de su negra camisa, luego acariciando su costado. Para mí, era como tocar hielo en un día frío.

-¿Quieres que te toque?-Se volteó, con el cigarrillo en la boca, colocando ambas manos a los lados de mi rostro y su largo pelo acaricio mi mejilla y cuello.

 

Era frió...era hielo que erizaba mis vellos. No era muy placentero. Seguía fumando, y el olor del tabaco quemado llegaba a mi nariz; dio una calada y exhalo lanzando el humo justo a mi cara, mareándome. Siempre lo hacia. El humo del cigarrillo era lo único cálido  proveniente de su cuerpo. ¿Sólo eso? No, ya sabía la respuesta, de antes, de siempre.

 

-Duérmete, mañana tienes trabajo-Cerré los ojos obedientemente mientras se retiraba, y su frío cabello dejaba de provocarme escalofríos. Una suave y ligera manta cubrió mis hombros; apenas un pedazo de tela. La ventana abierta dejaba entrar un fresco aire, que repentinamente acabo cuando está se cerró con un golpe sordo-Descansa.-Fue lo último que escuche antes de caer en un placentero letargo sopor llamado  sueño.

 

Y en mis sueños, las palabras de amor se entremezclaban con un calido color rojo. Un rojo que congelaba mi cuerpo hasta el sofoco de la muerte...

 

Una muerte deseada...

 

Un presentimiento y el anhelo que me ataba.

 


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