He aprendido a leer tus ojos todos los días un poco más. Te conozco desde que éramos unos niños pequeños y desde entonces tenías la costumbre de usar tus ojos para conseguir todo lo que querías y podías obtener.
Te bastaba una mirada para detener la furia de tu hermano cuando alguien se atrevía a lastimarte. Te bastaba clavar tus bellos ojos color esmeralda en nuestros rostros para conseguir que jugáramos con Ikki aunque nos daba miedo hacerlo.
Y con el tiempo nos separamos y cada uno de nosotros se fue a entrenar para obtener una armadura de caballero. Y sin embargo, el recuerdo de tus ojos me persiguió hasta Siberia y de cuando en cuando pensaba en ellos preguntándome que sería de ti, de mi mejor amigo.
Cuando volvimos a vernos, los dos ya eramos caballeros de Bronce y sin embargo tus ojos eran igual de hermosos e inocentes como cuando eramos niños. Y vi esos ojos llorar de tristeza cuando tu hermano regresó convertido en el Caballero del Fénix y en nuestro enemigo. En esos momentos también lloraste de felicidad porque lo viste regresar con vida, cuando todos lo habíamos dado por muerto.
Esos ojos verdes como la esperanza que siempre has tenido y que ruego a todos los dioses que no pierdas son los que me ayudaron a lo largo de las batallas. Fue al ver cerrar tus hermosos ojos en la Casa de Libra que comprendí que mi corazón era tuyo y que nadie podría ocupar tu lugar.
Poco a poco fuimos creciendo y nos endurecimos debido a los duros combates, vimos morir a muchos y también nosotros causamos muchas muertes y sin embargo tus ojos no perdían ese brillo que refleja la pureza de tu alma y de tu corazón. Cuando enfrentamos a Poseidón me di cuenta de lo mucho que habías madurado al enfrentar sin miedo a varios generales marinos y luego ocurrió lo de Hades.
No quería creer lo que dijo Radamantis, no podía entrar en mi cabeza que tú fueras Hades, que tus hermosos ojos se hubieran vuelto negros y vacíos y que tu alma tan noble y bondadosa albergara la maldad y la oscuridad del dios de la muerte. ¡Pero tu venciste! Derrotaste al mismo señor del Inframundo y te liberaste para regresar con nosotros como un caballero de Atena.
Y entonces al llegar la paz y al regresar al Santuario comprendí que no era yo sólo el que aspiraba a tu corazón. El mismo Shiryu me sorprendió cuando me comentó en confianza que dudaba de su amor por Shunrei porque tú ocupabas un lugar inmenso en su corazón. Después vi como Milo, el seductor empedernido del Santuario intentaba atraparte en sus redes.
Ikki, Shiryu y yo nos desesperamos al notar sus intentos e intentamos advertirte pero tu nos mirabas con esa inocencia desgarradora y nos decías simplemente que él era amable contigo y que no intentaba nada. Pero Milo era persistente y no dejaba de visitar el Templo de Virgo para hablar contigo e intentar convencerte de sacarte a alguna parte y ante nuestro asombro no caíste en sus redes.
Finalmente, una mañana viniste a nosotros con el comentario de que estabas enamorado y que eras correspondido por esa persona. Nos dijiste con la más hermosa de tus sonrisas que estabas enamorado de tu maestro, de Shaka el caballero dorado de Virgo y que este te había confesado los mismos sentimientos.
Tus ojos brillaban de la emoción ese día y también ese día los míos derramaron gruesas lágrimas por no haber podido expresar mis sentimientos por ti en ningún momento, por saber que había perdido mi oportunidad por cobarde y por temer perder tu amistad al declararte mis sentimientos.
Ikki casi asesinó a Shaka al enterarse, pero tu lograste calmar a tu hermano asegurando que eras muy feliz y al Fénix no le quedó otra que aceptar que su pequeño hermano crecía y maduraba.
Me alegra mucho que ahora cuando te miro tus ojos brillen con mil destellos distintos, no importa que no sea yo quien los haga brillar... mientras seas feliz yo lo seré y si lloras alguna vez siempre me tendrás a tu lado.